Carta abierta al Sínodo por parte de más de 100 conversos. Texto completo firmado

cartasdeloslectores

16 octubre, 2015

24 de septiembre de 2015

Su Santidad, queridos Padres en Cristo:

Somos todos conversos a la fe Católica. Algunos fuimos criados en otras comunidades cristianas; algunos llegamos, sin bautizar, de otras religiones, otros conocimos el secularismo absoluto y nos creíamos agnósticos o ateos.  A pesar de la diversidad de experiencias tenemos lo siguiente en común: adoptamos a la Iglesia como adultos. Al prepararse para el Sínodo de la Familia esperamos que se sientan alentados por la multitud de fieles laicos que se han unido, y continúan uniéndose, a la Iglesia en gran parte debido a lo que esta propone acerca del ser humano en sus enseñanzas sobre la diferencia de géneros, la sexualidad, el matrimonio y la familia.

En el pasado, la mayoría de nosotros hubiésemos objetado a, cuando menos, algunos de los componentes de las enseñanzas de la Iglesia tocante a estos temas. Sin embargo, al darnos cuenta cuan dañinos eran los resultados de los conceptos populares acerca de la sexualidad humana, y cuando algunas de nuestras congregaciones empezaron a ceder ante la cultura dominante —y sus ideas acerca de la libertad, la igualdad, el progreso, así como su creciente agnosticismo— cada uno de nosotros empezó a sospechar que había algo acertado en el criterio de la Iglesia. Amén de su falta de popularidad, las enseñanzas de la Iglesia acerca de la realidad nos parecieron curiosamente atractivas; con el tiempo quedamos convencidos de que reflejaban la verdad más profunda de nuestro ser, una verdad que, aunque exigente, está llena de bondad y hermosura a la vez. Es más, la certeza de la Iglesia en sus enseñanzas y su confianza al proclamarlas, inclusive ante una oposición hostil, fue para nosotros prueba de que en ella podríamos encontrar una vida en Jesucristo tal y como Él es. Como seres humanos, comprendemos la naturaleza dramática del deseo y de la «dictadura» de la auto justificación que frecuentemente lo acompaña. Y como conversos, también reconocemos esa tendencia de los cuerpos eclesiales, cuando carecen de la autoridad de un vínculo histórico con Cristo a través de Su Vicario, a adaptar el cristianismo a la mentalidad dominante.

En resumen, el hecho de que la Iglesia Católica se ha aferrado a la verdad más profunda acerca de nuestra existencia personificada fue, para nosotros, un foco de atracción y una señal de que la Iglesia es el vínculo más seguro al Cristo Encarnado.

Con respecto a la desconcertante diversidad en la opinión contemporánea acerca del bienestar humano, y especialmente en lo que concierne al cuerpo humano, comprendimos que la naturaleza radical de la aserción cristiana —que Dios, el Hijo, asumió toda la carne en Si—  se encontraba en entredicho. Cristo «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» (Gaudium et Spes 22). Él, por lo tanto «esclareció» el sentido de nuestra humanidad —y con este el significado del cuerpo, de la diferencia de géneros, de la sexualidad, del matrimonio y de la familia. Hizo esto, por ejemplo, cuando los fariseos le preguntaron acerca del divorcio y los remitió (al igual que a sus discípulos) al «principio», a la naturaleza humana tal y como fue creada. Dio, además, algo nuevo a esa humanidad al otorgarle, misericordiosamente, una porción de Su fidelidad a la Iglesia. No fue cosa accidental que los primeros cristianos se sentían atraídos a la Iglesia a través de la radiante humanidad de Sus partidarios, la cual se manifestaba, por ejemplo, en su insólita actitud hacia la mujer, los hijos, la sexualidad humana y el matrimonio.  Y no fue accidental tampoco que, por razones similares, también nosotros sentimos esa atracción hacia la Iglesia muchas centurias después.

Estamos perfectamente conscientes de la difícil situación pastoral a la cual se enfrentarán durante el Sínodo, especialmente en lo que concierne a los católicos divorciados; y compartimos con ustedes esa abrumadora carga a la que se enfrentan. Algunos de nosotros hemos experimentado  el dolor del divorcio en carne propia, y casi todos tenemos parientes y amigos que han padecido de esta misma manera. Estamos, por lo tanto, agradecidos de que se le preste atención a un problema que ha causado tanto daño a hombres y mujeres, a sus hijos y, ciertamente, a nuestra cultura en general.

Les escribimos esta carta, sin embargo, debido a nuestra ansiedad acerca de ciertas propuestas cuyo objetivo es cambiar la disciplina de la Iglesia en cuanto a la comunión de católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil. Francamente estamos sorprendidos por la opinión de los que proponen una «vía de penitencia» que toleraría lo que la Iglesia jamás ha permitido. En nuestro juicio tales propuestas no le hacen justicia  a la irrevocabilidad de la unión matrimonial, ya que descartan el «primer» matrimonio como si este estuviera «muerto» o, peor aún, reconocen la perdurabilidad de su existencia a la vez que lo violentan. Estas propuestas no pueden hacer otra cosa sino contradecir la doctrina cristiana del matrimonio. No podemos comprender como es que estas propuestas podrían considerarse, según se afirma, misericordiosas o de carácter pastoral. Una respuesta pastoral que no respeta la realidad de los hechos, no importa cuán bien intencionada sea, solamente agrava el sufrimiento que busca aliviar. ¿Cómo no pensar en el cónyuge abandonado y en los hijos? Es necesario considerar el efecto en las generaciones venideras, ¿cómo pueden tales cambios inculcar a los jóvenes el valor y la belleza de la indisolubilidad del matrimonio?

Ante todo, creemos que tales propuestas no consideran plenamente la verdadera crisis de la familia, la que subyace los problemas del divorcio, la anticoncepción, la convivencia y la atracción homosexual. La crisis, como ya lo ha señalado Benedicto XVI, es «a causa de una errónea comprensión de la libertad; peor aún, continua, debemos ahora enfrentarnos a un punto de vista que plantea «la cuestión del hombre mismo; de la cuestión sobre qué es el hombre» (Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a la Curia romana con motivo de las felicitaciones de Navidad, 2012). Los cambios a la disciplina de la Iglesia que se han presentado no están tan solo lejos de ser idóneos para los retos que debemos enfrentar, pero nos parecen una capitulación ante el problema al que supuestamente están dirigidos.

Al igual que todos, hemos sido testigos de la destrucción creada por la cultura del divorcio, y como conversos hemos sido también testigos de la complicidad del cristianismo en esa cultura. Hemos visto como nuestras comunidades abandonaron el veraz y radical testimonio original cristiano acerca del hombre y la mujer, junto con el acompañamiento pastoral que quizá les hubiera permitido vivirlo.

Es por esto que nos volvemos hacia ustedes. Esperamos que defiendan las enseñanzas de Cristo acerca de la indisolubilidad del matrimonio con la misma fidelidad, con ese mismo testimonio jovial y valeroso que la Iglesia Católica ha desplegado a lo largo de toda su historia. Contra esta sabiduría mundana, que aconseja resignarnos y ceder al derrotismo, la Iglesia debe  hacer al mundo recordar, una vez más, la belleza de la fidelidad conyugal cuando esta se vive en unión con Cristo. ¿Quién queda en pie para ofrecerle al mundo algo más que el eco de su propio cinismo? ¿Quién queda en pie para guiarlo hacia una experiencia auténtica del amor? ¡Es hoy, más que nunca, cuando el mundo necesita del testimonio profético de la Iglesia! En las palabras que el Papa Francisco dio a miles de jóvenes durante la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil:

Hay quien dice que hoy el matrimonio está “pasado de moda”…  que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, “para siempre”, porque no se sabe lo que pasará mañana.  Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, que no son capaces de amar verdaderamente. (Jornada Mundial de la Juventud [encuentro con los voluntarios, 28 de julio de] 2013)

Al reunirse en Roma para el Sínodo de la Familia, queremos brindarles el testimonio de nuestra conversión, el cual testifica sobre el atractivo de la verdad acerca del hombre y la mujer, tal y como fue hecho patente por Cristo a través de su Iglesia. Confiamos en que este testimonio fortalecerá el suyo propio para que la Iglesia continúe respondiendo a lo que el corazón humano anhela con tanta vehemencia.

Sinceramente en Cristo,
Mark Alder – Director, Christendom Awake

James D. Anderson,  Asesor Mayor de Historia y Teología, The Coming Home Network
International; antiguo seminarista luterano.

Bryan Atkinson,  Director médico de hospicio paliativo

Joseph Atkinson,  Profesor Adjunto de Escritura Sacra, The John Paul II Institute for
Studies in Marriage and the Family en la  Catholic University of America (Washington
DC); Director, Theology of the Family Project; antiguo sacerdote anglicano.

Diacono Mark Baker,  Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Diacono James Barnett, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Francis J. Beckwith, Profesor de Filosofía y Estudios de la Iglesia y el Estado, Baylor University;
antiguo Presidente de la Evangelical Theological Society; antiguo ministro en la Iglesia Evangelica Unida.

Philip Bess, Profesor de Arquitectura, University of Notre Dame.

Joshua Belokur,  enfermero, Highland Hospital (New York); antiguo pastor en The Church of
the Nazarene.

Rachelle Belokur, enfermera, Heritage Christian Services (New York).

Timothy T. Bergsma,  farmacómetrista, Certara.

Reverendo W. Scott Blick,  Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Reverendo Kenneth M. Bolin, Ordinariato Personal de la Silla de San Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Laura Bramon,  especialista en la protección internacional de menores y contra la trata de personas.

Clinton A. Brand,  Profesor Adjunto y Director de la Facultad de Inglés, University of
St.Thomas (Houston, Texas).

Christine-Thérèse Broesamle, misionera en África y Europa, negociadora internacional,
autora,  antigua misionera de la iglesia evangélica.

Reverendo Jerry Brown − Pastor, iglesia católica de la Inmaculada Concepción de María (Brentwood, CA);
Director de formación sacerdotal (Diócesis de Oakland); antiguo sacerdote episcopal.

Gail Buckley, Presidente y fundadora de Catholic Scripture Study International; Presidente de la
Catholic Leadership Conference.

  1. Budziszewski, Profesor de Asuntos Gubernamentales y Filosofía, University of Texas en Austin.

Reverendo Mark Cannaday,  Administrador de la Iglesia Católica de St. Gilbert of Sempringham,
Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, jubilado (Boerne, Texas); antiguo canónigo
y rector episcopal.

Steven L. Carlson − Catequista,  iglesia católica de San Juan Bautista (Plum City, Wisconsin); antiguo
ministro en la Iglesia Evangélica Luterana (ELCA).

Paul Cates,  Presidente, Faith Christian Ministries; antiguo pastor luterano.

Jeff Cavins − fundador y Presidente, The Great Adventure Bible Study System.

Charles M. Clowe, Presidente, Clowe Oil Co. (Ardmore, Oklahoma).

Paisley H. Clowe, maestra, ministro de música.

Adam G. Cooper,  Socio Permanente y Decano Adjunto de Investigación, The John Paul II
Institute for Marriage and Family (Melbourne); antiguo pastor en la iglesia luterana de
Australia

Rob Corzine,  Vise Presidente de Programas, St. Paul Center for Biblical Theology.

David Crawford,   Decano Adjunto de Asuntos Académicos, The John Paul II Institute for Studies
in Marriage and the Family en la Catholic University of America (Washington DC).

David B Currie, Catedrático, St Paul Center for Biblical Theology; autor; conferenciante; antiguo
misionero fundamentalista.

Reverendo Peter H. Davids,  Director, Casa de estudios del Ordinariato Personal de la Silla de
San Pedro, Sacerdote en  residencia, iglesia católica de Nuestra Señora de Walsingham (Houston, Texas);
Profesor invitado de la Biblia y Teología Aplicada, Houston Graduate School of
Theology; antiguo sacerdote episcopal.

Alan J. Doksansky, antiguo pastor bautista.

Muy Reverendo Peter J Elliott, Obispo Auxiliar, Melbourne; Director, The John Paul II Institute
(Melbourne).

Peter G. Epps, Profesor Invitado Adjunto de Inglés, Oklahoma State University;
Coordinador de RICA,  iglesia católica de San Francisco de Asís (Oklahoma City, OK); antiguo
profesor en el College of Biblical Studies (Houston, Texas).

Thomas F. Farr − Director, Religious Freedom Project, The Berkley Center for Religion, Peace,
and World Affairs, Georgetown University.

John Finnis − Profesor Emérito de Derecho y Filosofía del Derecho, University of Oxford.

John Fraysier, propietario, CastleGuard Pest Management, Inc. (New York); antiguo Director
Regional, InterVarsity Christian Fellowship
Clinton Froscher, miembro, junta editorial del provedor de libros Communio International Catholic Review.
Jennifer Fulwiler, autora, anfitriona de la radio.

Laura L. Garcia,  Académica en Residencia en Filosofía, Boston College.

Sherif Girgis, Investigador Académico, Witherspoon Institute; candidato a Doctor en Jurisprudencia, Yale Law School;
candidato al doctorado, Princeton University; autor.

Dawn Eden Goldstein, autora; candidata al doctorado en teología, The University of St. Mary of the Lake.

Gregory Graham, Director de Tecnología, Cistercian Preparatory School (Irving, Texas).

George Griffin – antiguo pastor metodista.

Marcus C. Grodi, fundador y Presidente, The Coming Home Network International; anfitrión, The
Journey Home (EWTN); antiguo ministro presbiteriano.

Jean De Groot, Profesor de Filosofía, The Catholic University of America.

Reverendo Lee W. Gross − Decano de Estudiantes, Mount St. Mary’s Seminary (Emmitsburg, MD); antiguo
ministro luterano y episcopal.

Scott Hahn, Profesor de Teología, Franciscan University of Steubenville; autor; antiguo
pastor protestante

Kimberly Kirk Hahn, autora; conferencista.

Jacqueline Halbig von Schleppenbach, asesora y líder laica.

Michael Hanby,  Profesor Adjunto de Religión y Filosofía de la Ciencia, The John Paul II
Institute for Studies in Marriage and the Family en la Catholic University of America
(Washington DC).

Greta Harper, fundadora de Voices in the Square.

Reverendo Brian W. Harrison, Académico en Residencia, Oblates of Wisdom Study Center (St. Louis,
Missouri); Profesor Adjunto Emérito de Teología, Pontifical Catholic University of
Puerto Rico (Ponce, PR); Capellán, St. Mary of Victories Chapel (St. Louis, Missouri)

Reverendo Richard Harrris, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Todd Hartch, Profesor de Historia, Eastern Kentucky University; antiguo ministro del campus,
InterVarsity Christian Fellowship

Padre Doug Hayman, Sacerdote Administrador, Iglesia de la Anunciación de la Santísima Virgen María
(Ottawa, Canadá), una cuasi-parroquia del Ordinariato Personal de la Silla de San
Pedro; capellán y miembro de la facultad, Augustine College (Ottawa); antiguo sacerdote de la
Anglican Church of Canada y de la Anglican Catholic Church of Canada.

Joy Elizabeth Heebink, Profesora Adjunta de Religión, Waldorf College; antigua pastora luterana
(ELCA).

Richard George Herbel, monje en St. Augustine’s House (Oxford, Michigan); antiguo pastor
luterano.

Frank W. Hermann, Profesor Adjunto de Inglés, Franciscan University of Steubenville

Kent R. Hill, executive de desarrollo international ; activista pro libertad religiosa; antiguo presidente de
Nazarene College.

Reverendo William Holiday, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

  1. John L. Holleman, Pastor, Holy Name of Jesus Church (Semmes, AL); antiguo sacerdote
    episcopal.

Reverendo Charles A. Hough IV, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro; antiguo sacerdote
episcopal.

Rodney Howsare, Profesor de Teología, DeSales University; antiguo pastor en la Assembly
of God Church.

Jane Hartman Irwin, Profesor de Música, Lincoln Land Community College; pianista;
artista de grabación.

Mike L. Isbell, Miembro de la Junta Educativa (Beaufort County, North Carolina); antiguo
pastor de Disciples of Christ.

Reverendo Joseph Jacobson, Rector de la Arquidiócesis de Grouard-McLennan (jubilado)
(Alberta, Canadá); Vicario Parroquial, Cathedral Parish of St. John the Baptist (jubilado)
(Alberta, Canadá); antiguo pastor luterano y obispo (Sínodo de Alberta, ELCIC).

Susan Jenkins, Ministro de Actividades Pastorales, Maria Stein Shrine of the Holy Relics (Ohio).

Frank Johnson, Catequista Mayor; antiguo pastor metodista.

Jennifer Johnson, Directora Adjunta, The Ruth Institute.

Katherine M. Johnson,  autor; ministro y líder de adultos; antiguo misionero con Wycliffe Bible
Translators.

Reverendo Phillip M. Johnson, Pastor, parroquia de St. Thomas More (Cherry Hill, New Jersey);
antiguo pastor luterano.

Richard Johnson, Director de Ministerio a Familias y Adultos, Iglesia Católica del Espíritu Santo
(Duncanville, Texas); antiguo Director de personal, Wycliffe Bible Translators.

Reverendo Carleton P. Jones, Prior, St. Dominic Priory (Washington, DC); antiguo clérigo
anglicano.

Elizabeth Kantor, autora; editora, Regnery Publishing.

Reverendo Lee Kenyon, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Reverendo Leonard R. Klein, Administrador, Catedral de San Pedro y Santa  María/parroquia de San Patricio
(Wilmington, DE); antiguo pastor luterano.

Reverendo W.E. Knickerbocker, Jr., Ministro Sacramental; St. Iglesia Católica de Santa Teresa (Junction,
Texas); Profesor Emérito, Memphis Theological Seminary; antiguo sacerdote Episcopal.

Robert C. Koons, Profesor de Filosofía, University of Texas at Austin.

Christopher Marc LaRose, Director Adjunto, The Coming Home Network
International (jubilado); antiguo pastor metodista.

Reverendo Mark Lewis y Sra. Vicki Lewis, Ordinariato Personal de la Silla de San Pedro; antiguo
sacerdote episcopal.

Jody Vaccaro Lewis, Profesora Adjunta de Escritura Sacra, Pontifical Faculty of the
Immaculate Conception at the Dominican House of Studies.

  1. Bradley Lewis, Profesor Adjunto de Filosofía, The Catholic University of America.

Jurgen Lias, Pastor, St. Gregory the Great Ordinariate Catholic Church (Boston, MA);
antiguo sacerdote episcopal.

Katherine E. Lundstrom, Presidente/CEO, Firm Foundations, Inc.

Margaret Harper McCarthy, Profesora Adjunta de Antropología Teológica, The John
Paul II Institute for Studies in Marriage and the Family en la Catholic University of
America; editora de Humanum.

Hermana Laura Marie Menge, novicia de las Missionary Benedictine Sisters of Tutzing; antigua
pastora luterana.

Serena Harper Miggins, Administradora de Operaciones y Negocios, Aquinas Companies (Houston, Texas).

David Mills, Director editorial, Ethika Politika; Editor en jefe, The Stream; antiguo
Editor ejecutivo, First Things.

Anca Nemoianu, Directora, Intensive English Program, The Catholic University of America.

Alana Newman, fundadora y Directora, The Anonymous Us Project y la Coalition Against
Reproductive Trafficking.

Reverendo Jay Scott Newman, Pastor,  Iglesia Católica de Santa María (Greenville, S C).

Reverendo George Ortiz-Guzman, Ordinariato Personal de la Silla de San Pedro; antiguo sacerdote
episcopal.

Reverendo David Ousley, Pastor, Church of St Michael the Archangel and Blessed John Henry
Newman Catholic Community en el Ordinariato Personal de la Silla de San Pedro
(Philadelphia); antiguo rector episcopal.

Reverendo Diácono Joseph A. Pasquella, Diácono de St. Patrick’s (Bellfast, NY), St. Patrick’s (Fillmore,
NY) y  Our Lady of the Angels (Cuba, NY); antiguo ministro pentecostal (Cuba, NY).

Colin Patterson, Socio Permanente, The John Paul II Institute for Marriage and Family
(Melbourne); antiguo ministro de la Uniting Church en Australia.

Reverendo Timothy Perkins,  Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Chad Pirotte,  Instructor, School of Faith (Kansas City); antiguo pastor presbiteriano.

Dale Pollard,  Profesor de Sociología y Liderazgo, Trinity Western University; Director, 8th
Day Community (sin fin de lucro); antiguo pastor en Assemblies of God.

Steve Ray,  autor; conferenciante; productor; guía de peregrinajes.

Mark Regnerus, Profesor Adjunto de Sociología, University of Texas at Austin; Socio
Pricipal, Austin Institute for the Study of Family and Culture.

Reverendo Carl Reid, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Jay Richards,  Profesor Adjunto de Investigación, School of Business and Economics, The Catholic
University of America; Editor ejecutivo, The Stream.

Keith A. Rickert Sr.  antiguo sacerdote en la  International Communion of The Charismatic
Episcopal Church.

Anna Rist,  autora.

John Rist,  Profesor Emérito de Filosofía y los Clásicos, University of Toronto.

Christopher C. Roberts,   autor; candidato al diaconato, St. Charles Borromeo Seminary.

Reverendo Patrick Rohen,  Capellán (Captan), Ejercito de los Estados Unidos (retirado); antiguo ministro
evangélico.

Reverendo Richard Rojas,  Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Devin Rose, apólogo católico; autor.

Austin Ruse, Presidente, Center for Family & Human Rights (C-Fam).

Cathy Ruse, Socia Principal en Derecho, Family Research Council.

Karen Sadock,  Catequista; antigua candidata al sacerdocio en la iglesia Episcopal.

Reverendo John Saward, Sacerdote a Cargo, SS. Gregory and Augustine, Oxford; Socio, Blackfriars
Hall, Oxford University; antiguo clérigo anglicano.

Marianne Scarborough, ex Catedrática de Historia Antigua, Salisbury University (MD);
antigua misionera anglicana.

Joshua W. Schulz,  Profesor Adjunto de Filosofía, DeSales University; editor, Maritain
Notebook.

Rebecca Samuel Shah,  Investigadora Adjunta, The Berkley Center for Religion, Peace and World
Affairs, Georgetown University.

Timothy Shah,  Director Adjunto de The Religious Freedom Project, The Berkley Center for
Religion, Peace, and World Affairs, Georgetown University.

Mark Shiffman,  Profesor Adjunto, Facultad de Humanidades, Villanova University.

Reverendo Chori Seraiah y Sra. Catherine Seraiah, Ordinariato Personal de la Silla de San
Pedro; antiguo sacerdote Episcopal.

Richard Upsher Smith, Jr.  Profesor de los Clásicos, Franciscan University of Steubenville;
antiguo sacerdote de la Anglican Church of Canada y de ECUSA.

  1. J. Snell, Profesor de Filosofía, Eastern University; Director ejecutivo, The Agora
    Institute for Civic Virtue and the Common Good.

Tim Staples, Director of Apologética y Evangelización, Catholic Answers.

Monseñor Jeffrey Steenson, Ordinario, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro; antiguo
Obispo de la Diócesis del Río Grande en la Episcopal Church USA.

Diácono Mark Stockstill, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro, antiguo sacerdote episcopal.

Reverendo D. Paul Sullins, Profesor Investigador en Sociología, The Catholic University of America;
Socio Principal, Marriage and Religion Research Institute (MARRI); antiguo clérigo anglicano
Bruce Sullivan,   catequista parroquial; Asesor, Coming Home Network International; antiguo
ministro en Church of Christ.

Karen Taliaferro,  Socia de Investigación Posdoctoral, James Madison
Program in American Ideals & Institutions, Princeton University.

Charles G. Tate,  Juez Especial de Distrito (Retirado), State of Oklahoma; antiguo pastor protestante.

Rebecca Ryskind Teti,  Directora de Programas para la Mujer, Our Lady of Bethesda Retreat Center.

Paul Thigpen,  autor; Profesor de Teología (jubilado), Southern Catholic College; ex
miembro del National Advisory Council of the U.S.C.C.B.; antiguo pastor protestante y
misionero.

Reverendo Pedro Toledo,  Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro; antiguo sacerdote Episcopal
Hilary Towers,  Psicóloga del Desarrollo; autora.

Reverendo Vaughn A. Treco,  Capellán, The Society of Saint Bede the Venerable Chaplain &
Teacher, Providence Academy; antiguo clérigo anglicano.

Wesley Vincent,  Psicólogo Clínico.

Reverendo William G. Waun, Ordinariato Personal de la Silla de San  Pedro; antiguo sacerdote Episcopal.

Monseñor Peter Wilkinson,  Prelate of Honour; antiguo Arzobispo de la Anglican Catholic
Church of Canada.

Reverendo Kenneth T. Wolfe, Ordinariato Personal de la Silla de San Pedro; antiguo sacerdote Episcopal.

Joseph R. Wood,  Profesor, Institute of World Politics.

Stephen Wood,  Presidente, Family Life Center International; antiguo ministro en la
Presbyterian Church in America.

[Traducido por Enrique Treviño]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

El patriarca melquita corrige al cardenal panameño: «Jesús corrige a Moisés»

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16 octubre, 2015

Entre los fieles obispos polacos que se han mantenido firmes en contra de la actual tendencia de intentar que la Iglesia acepte el divorcio, el adulterio, la fornicación, el aborto, la sodomía y la ideología de género, el arzobispo Stanislaw Gadecki es el más notable.

El Toronto Catholic Witness  ha hecho a la Iglesia un gran servicio al publicar la noticia según la cual el arzobispo Gadecki ha dado la vuelta a las medidas para «amañar» con la antitransparencia  el Sínodo de los Obispos; medidas que el papa Francisco y el cardenal Baldisseri han impuesto (incluyendo ruedas de prensa para la desinformación).  Gadecki ha estado tomando notas de las intervenciones de cada obispo y publicándolas (en su blog) para que la Iglesia, especialmente la Iglesia polaca, se entere de lo que realmente está ocurriendo en el Sínodo. [ÚLTIMAS NOTICIAS: Evidentemente el cardenal Baldisseri no aprueba que el arzobispo Gadecki esté ayudando a mostrar lo poco que corresponden las ruedas de prensa a la realidad, así que lo publicado por Gadecki acerca de las intervenciones ha sido suprimido. Sin embargo, Rorate Caeli ha conservado las notas de Gadecki y se encuentran disponibles aquí.]

Gracias al arzobispo Gadecki, tenemos conocimiento de que el lunes 5 de octubre, el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan, presidente de la conferencia panameña de obispos y nombrado relator del Sínodo por el papa Francisco, tuvo la osadía de proponer que la Iglesia abandone las enseñanzas de Jesucristo acerca del matrimonio y el divorcio y regrese a la Ley de Moisés, profeta a quien blasfemamente declaró ser más misericordioso que Jesucristo mismo, Fuente de Misericordia.

Gadecki citó a Lacunza de la siguiente manera:

«Moisés se acercó al pueblo y cedió el paso. De la misma forma, hoy, la “dureza de los corazones” se opone al plan divino. ¿Acaso Pedro no puede ser misericordioso como lo fue Moisés?»

¿Moisés «se acercó al pueblo y cedió el paso»? No, Moisés permitió el divorcio porque esa calamidad era preferible a la práctica de los maridos de matar a la esposa, de la que ya se habían hartado, para deshacerse de ella.  ¿En qué sentido es más misericordioso para la Iglesia permitir la desgarradora destrucción de los matrimonios que una llamada caritativa al pueblo para observar los mandamientos de Jesucristo?  ¿Ha leído alguna vez el cardenal Lacunza que el castigo que prescribe la Torah por adulterio no es simplemente la proscripción a la Sagrada Comunión, sino la muerte?

Este es un ataque infame, no solo a la Sede de san Pedro, al insinuar que sostener la verdad de Cristo acerca del matrimonio es menos  misericordioso que Moisés permitiendo a los hombres divorciarse de sus mujeres por cualquier causa, sino también por su negación de Cristo mismo, quien ha dicho que el divorcio, y un segundo matrimonio, es adulterio y un pecado mortal.

Respondiendo a Lacunza, según Gadecki, el patriarca griego-melquita de Antioquía, Su Beatitud Gregory III Laham, dijo:

«Debemos referirnos siempre al “sacramento del matrimonio” y no al “matrimonio”, para así mostrar la belleza espiritual del mismo. Para poder asistir a los cónyuges debemos mostrarles una visión imperecedera y espiritual del matrimonio. Muchas veces no nos unimos a esa visión positiva del matrimonio y la familia. Jesús corrigió a Moisés. El matrimonio disoluble está en contra de su misma naturaleza».

San Pablo dijo a los corintios que la Antigua Alianza, gloriosa cual es, fue, no obstante, la administración de la muerte, mientras que la Nueva Alianza es la administración del espíritu (2 Co.  3, 6-9). ¿Cómo es posible que un obispo —que no es decir poco— piense que porque la Ley Mosaica tolera el repudio del cónyuge, algo que Dios ha declarado detestable (Ml, 2:16), esta es superior a la ley de Cristo que rechaza el divorcio? ¿Cómo es posible que la letra, que mata, sea mejor que el espíritu que da vida? ¿Cómo puede la austera y santa justicia de la Ley de Moisés ser más misericordiosa que la santa gracia y misericordia de la ley de Cristo?  Es una verdadera tergiversación orwelliana decir que la Iglesia debe tolerar la dureza de corazón ¡y llamar a eso «misericordia»!  ¿Cómo ha de avanzar el plan salvífico divino retrocediendo en la historia de la salvación a los días de Moisés, mucho antes del albor de la Luz de Cristo, aquella que Moisés anhelaba?  ¿Estará Lacunza enterado de la Transfiguración, cuando los dos grandes profetas del Antiguo Testamento, Moisés y Elías permanecieron en silencio mientras la Voz Celestial nos conminaba a escuchar a su Hijo amado?  ¿Si  Moisés y Elías adoraron a Nuestro Señor, cómo se atreve un obispo a sugerir que adoremos a  Moisés en vez de a Nuestro Señor?

Con obispos como Lacunza —y lamentablemente hoy en día el episcopado está lleno de otros como él— no es de extrañar que tantos católicos vaguen como corderos sin pastor.

[Traducido por  Enrique Treviño. Artículo original]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

Lo ridículo del Sínodo: El sacrilegio que hizo que toda la sala sinodal llorara

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16 octubre, 2015

No sabemos si algo de esto es cierto. No sabemos si la historia original es verdadera; el participante no identificado del Sínodo que pudo haber dado a conocer este relato, pudo habérselo inventado. No sabemos si realmente causó “conmoción” en la asamblea (otra perturbación que no haya sido la causada por el horror al sacrilegio de cómo se trata a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento en la diócesis de la narración). Si fue cierto que la “conmoción” era “general”, o si solamente el portavoz de habla hispana de la Oficina de Prensa de la Santa Sede (el sacerdote de Chicago padre Manuel Dorantes, la contraparte en español del padre Rosica) fue “el conmovido”, y decidió compartir su “emoción”. Lo que sí es cierto es que el padre Dorantes contó esta historia en la conferencia de prensa oficial del día de hoy (jueves 15 de octubre).

En cualquier caso, todo es una mezcla poco apropiada: falsedades, sacrilegios, emocionalismo barato, Nuestro Señor tratado ya sea como un rehén de las emociones o mejor aún como una galleta glorificada, la completa falta de objetividad de los que deben proporcionar las noticias (de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, todos atados a su propio “sentimentalismo” y “conmoción” personal manipuladora) y la misma actitud de los medios de comunicación que no están haciendo su trabajo correctamente y tampoco se avergüenzan de no informar convenientemente sobre las “opiniones emocionales” de estos portavoces, como si fueran noticias reales; todo está atado en el encuentro religioso más surrealista de la historia de la humanidad. Todo hace que el Vaticano II parezca angelical en comparación con este encuentro; este patético Sínodo consigue que incluso la pieza más ridícula de la literatura o la película más barata sean sublimes. Han perdido verdaderamente todo el sentido de la vergüenza, siempre y cuando puedan alcanzar lo que quieren: el cambio completo en el significado de las palabras de Nuestro Señor Jesucristo sobre el matrimonio, como la Iglesia siempre las ha comprendido.

Opinión de Yves Daoudal:

Insoportable

Durante la rueda de prensa diaria de la Pravda* del Vaticano sobre el Sínodo, el portavoz del idioma español, informó de un momento “profundamente conmovedor” en las intervenciones ante la asamblea plenaria, según La República, cuyo periodista Antonello Guerrera escribe en Twitter, que es “la historia que hizo llorar al Sínodo” [sic]. (Esto también se publica en el Vatican Insider, que habla de “palabras emocionalmente fuertes”).

Como todos saben, desde ayer por la tarde, el Sínodo no discute de otra cosa, una vez más, que no sea de “los divorciados vueltos a casar”… Bueno, entonces, un obispo (cuyo nombre no se revela) habló de una misa de primera comunión, en la que un pequeño muchacho, recibiendo la hostia en la mano, la partió en dos, con el fin de dar la mitad a su padre, ya que este último es divorciado y vuelto a casar, y por lo tanto no puede recibir la comunión de manos del sacerdote…

¿Cuándo llegaremos al fondo para que podamos comenzar a subir de nuevo? [Fuente]

[Traducido por Cecilia GonzálezArtículo original]

*Nota aclaratoria de la traducción: Pravda era el periódico oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

El matrimonio, la misericordia y la cruz

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16 octubre, 2015

Mamá, vosotros os vais a separar?

Hace aproximadamente un año, mi hijo mediano me sorprendió con esta pregunta. Varios compañeros de su clase estaban sufriendo el trauma de la separación de sus padres, y mi hijo quería asegurarse de que no iba a pasar por lo mismo. Recibió un tajante «no» por respuesta, que no obstante, no le satisfizo en absoluto.

— ¿Por qué? —insistió con desafío.

Mi primer instinto fue acudir al socorrido «porque nos queremos», pero como conozco a mi hijo y sé que eso solo le habría preocupado más, le di la verdadera respuesta:

— Porque se lo prometí a Dios.

Aquella réplica me sirvió para tener con ellos una de las charlas más intensas que recuerdo. Mis años de madre me han enseñado que no basta con tener preparadas contestaciones a las previsibles preguntas que te van haciendo los hijos, ya que, como no se vivan esas respuestas, rápidamente se desmontan bajo el ojo crítico del ejemplo.

Quizá por eso, para mí esta afirmación me vino fácil.

Me casé siendo consciente del paso que iba a dar. El comportamiento de mis padres respecto a su matrimonio me había mostrado lo que Dios esperaba de mí. Soportaron una profunda y duradera crisis matrimonial durante mis años de adolescencia y sin embargo, el comportamiento de ambos resultó heroico. Sabían que su matrimonio era para siempre, y se agarraron a su cruz con fortaleza.

Como Dios escribe recto con renglones torcidos, esa cruz pesada que les tocó sobrellevar sirvió para que sus hijos fueran plenamente conscientes de lo que suponía el sacramento matrimonial. Y con tal experiencia, no es de extrañar que durante mi propia boda me pasara pidiendo a Dios la gracia de llevar a cabo mi compromiso vital, o mejor expresado, mi vocación. Me agarré a su presencia mil veces durante la celebración, y fue plenamente consciente de que me ofrecía como sacrificio no solo para mi marido o para mis futuros hijos, sino también, para el mundo.

Quizá el lector se sorprenda por este lenguaje, pero la cruz que soportaron mis padres con heroísmo fue decisiva para abrirme los ojos. Porque, el matrimonio cristiano es heroico. ¿Quién puede dar un sí quiero para toda la vida? ¿Quién puede decirle al otro que le amará sin condiciones? Y más grave aún, ¿quién puede asegurar que amará al otro sea cual sea la actitud o comportamiento futuro del cónyuge? Nadie.

Y sin embargo, ahí están los católicos de buena voluntad, camino hacia el altar, para dar ese consentimiento. Es escandaloso.

¿Se han preguntado por qué lo hacemos? Los años que impartimos prematrimoniales sirvieron para mostrarme que los contrayentes confiaban en que el matrimonio cristiano, por ser sacramental, confería la gracia para llegar a buen puerto. Por eso acudían a la Iglesia, para ellos, el sacramento era una especie de ayuda extra de la que no gozaban los que se casan fuera de la Iglesia.

Eso es cierto, pero a medias. Porque, ¿y si el hombre no es receptivo a esa gracia? ¿y si se niega a recibirla? ¿Qué pasa entonces?

Cuando les planteaba esta realidad a los contrayentes, se removían inquietos en sus sillas y desechaban con rapidez estos pensamientos bajo la irrealista creencia de que eso no les ocurriría a ellos. Mejor no pensar en esas cosas.

El día que caminé hacia el altar, yo sí sabía lo que estaba haciendo. Estaba a punto de decirle a Dios que estaba dispuesta a que mi matrimonio fuera fiel reflejo del amor que Él le tiene al mundo. Cuando los hombres observaran mi matrimonio, deberían ver reflejado el amor de Dios. Y aquí está la clave, pues ¿cómo es el amor de Dios? El amor de Dios es misericordioso: ama sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Es el amor del padre en la parábola del hijo pródigo, es el amor de Cristo en la cruz que grita: «Padre, no se lo tengas en cuenta, porque no saben lo que hacen».

Y yo, asumiendo la vocación que Dios me tenía preparada, estaba dispuesta a sacrificarme por Él, para ser testimonio de su amor al mundo. El matrimonio refleja la misericordia de Dios, porque es indisoluble. No se puede disolver porque uno de los contrayentes no quiera asumir más su compromiso, al igual que el amor de Dios no desaparece porque no queramos corresponderle; Él siempre nos está esperando. Ahí radica la grandeza del matrimonio católico, en que es reflejo del escandaloso amor que Dios nos tiene, y de ahí que haya que destruirlo.

Cuando escucho que, bajo el argumento de «misericordia», se va rompiendo la indisolubilidad matrimonial se me revuelve el estómago. Es perverso. Cada nulidad matrimonial ligeramente concedida, cada petición de que los divorciados con nueva pareja puedan comulgar, cada petición de que se admita el divorcio en la Iglesia, supone un ataque directo a la misericordia de Dios, pues, al final, es un matrimonio menos que la refleja al mundo.

Y eso es lo que el demonio quiere, que el hombre deje de creer en ella.

A veces pienso que tanto hablar de misericordia es porque, en realidad, se ha dejado de creer en ella. Yo, que si siento que Dios es misericordioso conmigo (con tantos pecados y faltas como arrastro) soy capaz de llevar en gratitud ese mismo espíritu de amor y entrega a mi matrimonio. «Hoy yo te perdono, mañana serás tú». Sin misericordia divina, no puede haber matrimonio indisoluble.

Mi propio marido afirmó con solemnidad hace pocos días, durante una reunión de grupo, que el matrimonio era su cruz. Mi reacción fue levantar la ceja divertida, consciente de que, fuera de nuestro grupo, quien escuchara tales palabras se escandalizaría. ¡Menuda cosa decir!

Sin embargo, para mí, aquella expresión fue motivo de alegría. Supone que ambos tenemos claro que el matrimonio cristiano es fuente de sacrificios y renuncias (a egoísmos y apetencias), de trabajo y esfuerzo. En definitiva, una cruz. Pero es una cruz gloriosa que nos llevará a la santidad. Mi marido será misericordioso conmigo (y viceversa) porque Dios lo es también con él. Y eso, me da una seguridad enorme. A punto de celebrar felices nuestro aniversario de bodas, aquella afirmación supuso para mí mayor expresión de amor que un manido «te querré siempre», donde, si somos sinceros, como humanos que somos, esa expresión está sujeta a mil condicionantes.

Al final, la charla con mis hijos debió tener éxito porque días más tarde, preparando la cena, los oí hablar en la mesa del comedor. Mi hijo mediano comentaba al mayor:

— Sí es verdad, pero debes elegir con cuidado, porque si luego llega una mejor, no puedes irte con ella. Al fin y al cabo, recuerda que el matrimonio es para siempre.

No quise ahondar más en su conversación, pero creo que entendieron lo que traté de decirles a la perfección. Después de todo, son pequeños, pero no tontos.

Mónica C. Ars

Tomado de:

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Pues sí, eso que dice de la misericordia…

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16 octubre, 2015

El Santo Padre ha recalcado a menudo el mensaje de que algunos tienen que manifestar más misericordia en la Iglesia, y ese mensaje casi siempre se dirige a los católicos fieles. Una homilía reciente, predicada el segundo día del Sínodo de la Familia, reitera este mensaje, diciendo:

Jesús también vivió este drama con los doctores de la Ley, que no comprendían por qué no les permitía apedrear a la mujer adúltera, por qué comía con publicanos y pecadores: no comprendían. No entendían la misericordia.

Es muy revelador que el Papa Francisco dijera cosas así después de la apertura del Sínodo, porque los liberales están intentando servirse del Sínodo como una oportunidad de acabar con la norma de la Iglesia de no administrar de la Sagrada Comunión a los adúlteros. Todo en nombre de la “misericordia”.

Sea como fuere, hemos llegado a un punto en el pontificado de Francisco en el que hay que preguntarse si al Santo Padre le importa de verdad la misericordia, ¿o es simplemente una excusa para permitir la liberalización de la fe? Aquí hay algunas preguntas que es necesario contestar para defender lo primero por encima de lo segundo.

  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué continúa permitiendo que el cardenal Kasper proponga que les pueda dar la Sangrada Comunión a adúlteros impenitentes? ¿Cómo puede ser misericordia contribuir a la condenación de las almas? La misericordia, ¿no estaría más bien en rechazar semejante propuesta por el bien de las almas que se condenarán si reciben la Comunión indignamente (1ª Corintios 11,29)?
  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué sigue dando al cardenal Danneels tanta influencia sobre la Iglesia, y más durante el Sínodo de la Familia? Es el mismo cardenal que protege a pedófilos y respalda uniones de sodomitas. Es más, ¿por qué designó recientemente a monseñor Barros, que está acusado de encubrir casos de pedofilia (y de haber estado presente en un acto de dichas características), para la diócesis chilena de Osorno y luego tildó a los osorninos de tontos por objetar tal decisión? ¿Dónde está la misericordia para los que sufrirán abusos a manos de manos de sacerdotes que se sentirán más alentados aún a cometer actos pedófilos, en vista de que el Santo Padre valora tanto a quienes los protegen? ¿Dónde está la misericordia para esas posibles víctimas y para los fieles de Osorno?
  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué continúa sembrando confusión en la Iglesia con discursos improvisados? Da igual que luego se puedan manipular sus palabras para darles un sentido ortodoxo; lo cierto es que la gente lo interpretó en un sentido destructivo, y el Santo Padre no dijo nada para aclarar lo que había dicho. Peor aún, De hecho, lo ha agravado con su comportamiento hacia los homosexuales. ¿A cuántas almas habrá llevado erróneamente a creer que la sodomía es aceptable después del escandalo delquién soy yo para juzgar? ¿Por qué no ha tenido la misericordia de advertirles claramente que la sodomía conduce al infierno? ¿Dónde está la misericordia para los católicos que tienen que estudiar formas de justificar las improvisadas palabras del pontífice actual?
  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué no denunció de forma clara y contundente el aborto cuando se presentó ante el Congreso durante su viaje a EE.UU.? Su discurso fue ambiguo en extremo, y los partidarios del aborto lo pudieron acoger favorablemente. ¿Donde está la misericordia para las almas de los bebés que serán asesinados sin una clara denuncia del sucesor de San Pedro?
  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué sigue predicando sobre la necesidad de cuidar de la Tierra, en vez de cuidar de las almas predicando el Evangelio? ¿Ha afirmado claramente alguna vez Francisco que Dios manda “a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan” (Hechos 17,30) y “crean en el Señor Jesús” (Hechos 16,31) para salvarse? ¿Dónde está la misericordia para los millones de almas que van camino a la condenación eterna si no se arrepienten? ¿No es acaso la predicación de este Evangelio una obra de misericordia que tiene por objeto librar a los hombres de la esclavitud del pecado, de Satanas y de este mundo?
  • Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué no suspende el Sínodo, excomulga a los herejes que están confundiendo a las almas, defiende la fe sin ambages y llama a todos los hombres en todas partes (Hechos 17,30) al arrepentimiento y la fe en Cristo? Creo que a estas alturas ya conocemos la respuesta.

Michael Lofton

[Traducción de Alex Bachmann. Artículo Original]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

Nadie más que Jesús

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16 octubre, 2015

Predicaba desde el altar en tiempos de navidad. Yo pendía de sus labios y aguardaba un himno a Jesucristo, nuestro único Salvador y Señor. Sin embargo sólo pronunció su nombre una vez. Allí dónde debió haber dicho Jesús decía el “buen Dios”. No entendía por qué. Luego me sobrevino una duda, ya que no es la primera vez que leo o escucho mensajes de obispos sin el nombre de Jesús. Pensé: “dice el buen Dios” porque puede agradar a todos, también a los hebreos, a los islámicos, a los budistas, y todos los demás, incluso a los que se consideran “laicos” pero que alguna vaga idea de Dios tienen.

Ahora he comenzado a mirar el bellísimo Crucifijo de dimensiones reales sobre el altar y el Tabernáculo que Lo alberga, Jesús vivo y verdadero, y le pregunté: “¿Dónde te han puesto, Jesús, estos ministros tuyos? Nosotros, te rezaba Giovanni Papini, tenemos necesidad de Ti, Oh Jesús, y de nadie más”. Y estos ¿dónde te dejaron?

Desde el primer capítulo de la Carta de San Pablo a los Hebreos: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.”(Heb 1, 1-2)

No hay duda: San Pablo habla del Hijo de Dios, Quien ha venido a dar cumplimiento a la Revelación divina y a purificarnos de nuestros pecados, cuando habla de Nuestro Señor Jesucristo, del Verbo divino encarnado,y no del Verbo a secas. No se puede distinguir entre la persona de Jesús y la persona del Verbo. Jesús es el Verbo de Dios. No existe otra persona en Él: es la Persona del Verbo (el “Logos”, el Hijo) que ha unido a sí una naturaleza humana. Este es el misterio de Nuestro Señor Jesucristo: la persona de este Hombre que vivió en Palestina hace 2000 años, es la persona divina que asumió una verdadera naturaleza humana, un cuerpo y un alma que piensa, reflexiona y quiere humanamente, porque Nuestro Señor es el Hombre perfecto. Todas las acciones llevadas a cabo por Nuestro Señor son por lo tanto humano-divinas, en cuanto actos de una Persona divina que subsiste en dos naturalezas.

San Pablo siempre les escribía a los Hebreos (1, 5-8)  “¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? (Citando el salmo 2,7). Y también: “Seré un padre para él, y él será para mí un hijo” (2 Sam.7,14). Y una vez más, cuando presenta a su Primogénito al mundo: “Lo adoran todos los ángeles de Dios”.  Y del Hijo también ha dicho “Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; el cetro de tu realeza es cetro de justicia” (cita de Sal.45,7).

San Pablo, a su vez, insiste en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en Su perfección infinitamente superior a la de aquellos Ángeles, que son Sus criaturas, a la de Moisés, a la de los profetas y a la de cualquier hombre, de los que Dios quiere que se sometan a Su poder. Nos llena de estupor, pero es así: Aquél que conversaba con sus Apóstoles y con Sus amigos, Aquél a quien la SS. Virgen María ha llevado en su seno y luego en sus brazos, el Niño Jesús, es Aquél por medio del Cual todo ha sido creado.

Si esto es real, así de real como el sol que nos alumbra, ¿cómo se podrá negar que el Verbo de Dios hecho hombre es el Único Salvador, el único Sacerdote y el Único Rey? Estos tres títulos son los que le corresponden al Hijo de Dios hecho Hombre: Salvador, Sacerdote, Rey.

Ningún hombre, ni siquiera uno, puede ser indiferente a la Presencia del Hijo de Dios en medio de nosotros. Nadie puede decir: “¿Y a mí que me importa? Yo vivo mi vida, no necesito a Jesús para vivir”. ¿El que Dios ha venido, ha tomado un alma y un cuerpo como los nuestros y ha puesto su morada entre nosotros, nos será indiferente? Y ¿nos será indiferente que ha venido a redimirnos de nuestros pecados? Le damos la espalda porque somos todos pecadores. ¿Quién puede afirmar lo contrario? Él ha venido a morir en la cruz para salvarnos y ¿esto nos será indiferente?   Desgraciadamente se blasfema contra Jesús, pero no es posible ser indiferente a Él.

 ***

Ante estas cosas, ¿cómo podríamos poner a la par de Nuestro Señor Jesucristo, el mismo Dios hecho hombre, a Mahoma, Buda, Confusio? ¿Cómo nos atrevemos a degradar o mutilar su Doctrina como lo han hecho Lutero y todos los otros herejes, los rebeldes, los subversivos?

¿Cómo es posible que un católico, que tiene la fe verdadera e íntegra, pueda igualarse a Jesús, el Hijo de Dios, siendo nada más que un hombre y además gravemente pecador y vicioso? ¿Cómo se puede siquiera hablar de “religiones, de todas las religiones, de todos los cultos”? Nuestro gran Poeta, Dante Alighieri, que era católico, pero ni “actualizado” ni “adulto”, habló claramente de los “dioses falsos y mentirosos” (Inf. 1,78).

El anticristo

El papa Pio VI estaba indignado por la constitución dada en Francia por los revolucionarios, porque se proclamaba la “libertad de todos los cultos”. En aquellos terribles años se comenzaba a realizar lo que hoy es norma. Se colocaba a la santa Religión del Dios único, de Nuestro Señor Jesucristo, al mismo nivel de las sectas heréticas y cismáticas, y del paganismo. Aquel Papa escribía a los Obispos de Francia: “Id dónde el Rey, y decidle que es inadmisible que un rey católico admita la libertad de todos los cultos, sin distinción”.

Pio VI estaba indignado, y este debería ser el sentimiento de todo católico ante el actual ecumenismo porque hay un único Dios y es Nuestro Señor Jesucristo.

No es posible ser católico y no sentirse ofendido cuando se habla de la paridad de “todos los cultos”, poniendo a Nuestro Señor al mismo nivel que Mahoma, Buda, o cualquier otro. ¿Hay acaso diversas encarnaciones de Dios en Mahoma, Buda, Lutero y otros por el estilo? No, hubo sólo una Encarnación de Dios en Jesucristo, Nuestro Señor. Y no hay ecumenismo, ni “espíritu de Asis” que valga.

Nuestro único Dios, nuestro único Rey es Jesucristo, y punto.

 ***

San Juan, el apóstol predilecto de Jesús, el Evangelista del Verbo encarnado, lo escribió claro y sencillo: “Quien afirma que Jesucristo es Dios, ese  es de Dios. Quien niega que Jesús es el Cristo, ese es el anticristo (1Jn. 2, 22). El anticristo, afirmaba San Juan, con seguridad y  sin preocuparse por agradar a nadie. Luego, Jesús no puede terminar en el “panteón” de todos los dioses, porque ¡sólo Él, solamente Jesús, es Dios!

Hoy se dice que afirmar que una sola es la Religión verdadera -la de Nuestro Señor Jesucristo- y que las otras vienen del anticristo porque niegan la divinidad de Jesucristo no es liberal, y que es de intolerantes. Se dice: “¿Queréis acaso retornar al Medioevo?” ¡No! Nosotros queremos sencillamente retornar a lo real: Jesús es Dios y por lo tanto Rey de las almas y de las naciones, de la sociedad entera. El único Rey y no hay ni habrá otros.

Hoy en día ¿quién cree, piensa y obra todo a la luz de la divina Realeza de Jesús? Nos encontramos estancados en el liberalismo, en el laicismo,  y podríamos agregar también, en el ateísmo teórico y práctico.

Jesús debe reinar. Su realeza se debe establecer en la tierra como en el Cielo. Él mismo nos ha enseñado a rezar: “Venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Éste debe ser el objetivo de nuestra oración, del ofrecimiento de nuestro sufrir, el sentido de nuestra vida. Debemos vivir y morir por esto: por el triunfo del Reino de Jesús.

El verdadero espíritu cristiano, el verdadero espíritu religioso y sacerdotal no es el compartir las realidades humanas con los otros; no es la pasión por el hombre en el lugar de Dios, cuyo solo pensamiento constituye una idolatría; sino el no poder soportar que exista algo fuera de Jesús, ya que todo fue pensado y querido por Dios para Él y en Él (Jn. 1, 2-4; Col. 1,15-17) y por tanto pensar, hablar, obrar, sufrir y morir, a fin que todo sea instaurado, recapitulado y resumido en Jesús. En una palabra: “instaurare omnia in Christo” (Ef. 1,10).

¿Alguno nos dirá que somos “anti-modernos”? Y bueno, lo somos. Nosotros los católicos deseamos solamente ser “cristificados” y “cristificar” todo. 

Candidus

[Traducido por S.V]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com