EL TESORO ESCONDIDO DE LA SANTA MISA
por
San Leonardo de Porto Maurizio
CAPÍTULO III
EJEMPLOS OPORTUNOS PARA INCLINAR A LAS PERSONAS DE TODOS LOS ESTADOS Y CONDICIONES A OÍR TODOS LOS DÍAS LA SANTA MISA
Los que no tienen deseo de asistir a la Misa alegan siempre una multitud de excusas, creyendo justificar así su falta de devoción. Los verás totalmente ocupados y llenos de afán por los intereses materiales; nada les importan los trabajos y fatigas si se trata de acrecentar su fortuna, mientras que para la Santa Misa, que es el negocio por excelencia, sólo encontrarás frialdad e indiferencia. Alegan mil pretextos frívolos, ocupaciones graves, indisposiciones, asuntos de familia, falta de tiempo, en una palabra, si la Iglesia no los obligase bajo pena de culpa grave a oír Misa los domingos y días de fiesta, Dios sabe si pondrían jamás los pies en un altar. ¡Ah! ¡Qué vergüenza! ¡Qué tiempos tan calamitosos los nuestros! ¡Qué desgraciados somos! ¡Cuánto hemos decaído del fervor de los primeros fieles que, como ya dije, asistían todos los días al Santo Sacrificio y se alimentaban allí del Pan de los Ángeles por medio de la Comunión sacra-mental! Y no es que les faltasen negocios, ni ocupaciones; sin embargo, la Misa, lejos de servirles de molestia, era a sus ojos un medio eficaz de que prosperasen a la vez sus intereses temporales y espirituales.
¡Mundo ciego! ¿Cuándo abrirás los ojos para reconocer un error tan manifiesto? Cristianos, despertad por fin de vuestro letargo, y que vuestra devoción más dulce y predilecta sea oír todos los días la Santa Misa, y hacer en ella la Comunión espiritual. Para que tú, cristiano lector, formes esta resolución, no encuentro otro medio más eficaz que el del ejemplo; porque es un hecho que salta a la vista, que todos somos gobernados por él. Todo lo que vemos hacer a otros, nos es fácil y cómodo. “Y ¿por qué no podrás hacer tú lo que éstos y aquéllos?”. Éste era el reproche que SAN AGUSTÍN se dirigía a sí mismo antes de su conversión. Voy, pues, a citarte algunos, siguiendo las diferentes categorías de personas, y de esta manera abrigo la esperanza de ganar tu corazón.
§ 1. Ejemplos de varios príncipes, reyes y emperadores
Los ejemplos de los grandes del mundo causan ordinariamente más impresión que la piedad, aun extraordinaria, de los simples particulares, lo cual confirma la verdad de aquel axioma tan conocido: “El pueblo sigue el ejemplo de su rey”: Regis ad exemplum totus componitur orbis. Bien podría citar aquí un considerable número de aquellos personajes, a fin de animarte a imitarlos y a oír todos los días la Santa Misa; mas para no exceder los justos límites, me contentaré con indicar algunos.