En Nous Procurant

Discurso del Papa Pío XII al Instituto Internacional de Finanzas.

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Pío XII Al procurarnos el placer de recibir el delicado homenaje de vuestra deferencia, nos ofrecéis también, señores, la ocasión de expresaros el vivo interés que Nos sentimos por la labor de vuestro Instituto, labor austera sin duda alguna, cuyas dificultades e importancia bien pocos saben vislumbrar.

Complejidad de las finanzas públicas.

Las cuestiones de las finanzas públicas han sido siempre objeto de una atención especialísima no sólo por parte de los intelectuales y de los técnicos, sino también, por decirlo así, por parte de todos. La razón de ello es que cada uno aprecia el grado de prosperidad o de crisis de las finanzas públicas sobre todo desde el punto de vista de su interés personal. Ahora bien, los sucesos y las condiciones de estos últimos tiempos han agudizado de tal manera estas cuestiones, que en muchos países han llegado a ocupar el centro de las luchas políticas y con frecuencia se han convertido en el punto neurálgico de las discusiones más apasionadas, no sin peligro, por otra parte, para el equilibrio de la estructura interna del Estado. Muchas personas, en efecto demasiadas personas-, guiadas por el interés, por el espíritu departido, o incluso por consideraciones nacidas más del sentimiento que de la razón, abordan y tratan, haciéndose economistas y políticos improvisados, las cuestiones financieras y fiscales con tanto mayor ardor y desenfado, con tanta mayor seguridad y desenvoltura, cuanto mayores su incompetencia. A veces parece que ni siquiera sospechan la necesidad que hay, para resolverlas, de estudios atentos, de encuestas y de observaciones múltiples, de experiencias comparadas.

Crisis de conciencia en materia fiscal.

Las necesidades financieras de cada una de las naciones, grandes o pequeñas, han crecido de manera formidable. El defecto no proviene solamente de las complicaciones o el de las tensiones internacionales; se debe también, y quizá todavía más, a la extensión desmesurada de la actividad del Estado, actividad que, dictada con demasiada frecuencia por ideologías falsas o malsanas, hace de la política financiera, y muy particularmente de la política fiscal, un instrumento al servicio de preocupaciones completamente diferente. ¿Quién se admirará, después de esto, del peligro en que se encuentran la ciencia y el arte de las finanzas públicas de descender, carentes de principios fundamentales claros, simples, sólidos, al papel de una técnica y de una manipulación puramente formales? Es, por desgracia, lo que se constata hoy día en muchos dominios de la vida pública; un tinglado hábil y audaz de sistemas y procedimientos, pero sin resorte interior, sin vida, sin alma. Este estado de cosas influye más perniciosamente todavía sobre la mentalidad de los individuos. El individuo va teniendo cada día menos conocimientos de los asuntos financieros del Estado; aun en la política más sana, sospecha siempre alguna senda tortuosa, misteriosa, o una intención oculta malintencionada, de la cual él debe prudentemente desconfiar y guardarse. Ved, pues, cómo es ahí en definitiva donde hay que buscar la causa profunda de la decadencia de la conciencia moral del pueblo del pueblo en todos sus grados- en materia de bien público, en materia fiscal principalmente. ¿Cómo podría la Iglesia contemplar indiferente esta crisis que, en realidad, es una crisis de conciencia? He aquí por qué, dirigiéndose a aquellos que tienen alguna parte de responsabilidad en el manejo de las cuestiones de las finanzas públicas, la Iglesia les conjura: En nombre de la conciencia humana, no arruinéis la moral desde arriba. Absteneos de aquellas medidas que, a pesar de su valor técnico, soliviantan y hieren en el pueblo el sentido de lo justo y de lo injusto, o que relegan a segundo término su fuerza vital, su legítima ambición de recoger el fruto de su propio trabajo, su preocupación por la seguridad familiar, consideraciones todas que merecen ocupar en lamente de un legislador el primer lugar, no el último.

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El positivismo jurídico

Por el Papa Pío XII

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El pensamiento del hombre moderno, del hombre que ha renegado de Dios (o lo hizo a su medida, lo cual es esencialmente lo mismo), lo ha llevado a creer en que él, por sí mismo, puede hacer las leyes a su medida prescindiendo totalmente de toda ley moral objetiva fuera del sí mismo. Tal error filosófico se lo llama positivismo jurídico. Este error, ha llevado a que los hombres hagan las leyes según conveniencias políticas y económicas de poder, generalmente guiados por la ambición y la soberbia, ha conducido al poder legislativo hasta la locura de legalizar crímenes como el aborto y leyes la contra la misma naturaleza humana, como ocurre en las llamadas “uniones” entre personas del mismo sexo o “matrimonio” homosexual.

EL POPSITIVISMO JURÍDICO

Estrechamente ligada con el estatismo se halla la doctrina del positivismo jurídico, que quita al derecho su verdadera base: la ley divina natural y positiva, y pretende reemplazarla por la voluntad del legislador. El Santo Padre, en varias ocasiones, lo de­nunció e hizo notar las funestas consecuencias a que conduce. Así, en 1949 realizó un penetrante análisis del mismo, señalando su origen y su actual vinculación con el totalitarismo, y hacien­do referencia, además, a los procesos contra los “criminales de guerra”.

Las causas de tales crisis [en la administración de la justicia] han de buscarse principalmente en el positivismo jurídico y en el absolutismo del Estado; dos manifestaciones que a su vez de­rivan y dependen una de otra. En efecto, sustraída al derecho su base constituida por la ley divina natural y positiva, y por lo mismo inmutable, no queda sino fundarlo sobre la ley del Estado como norma suprema, y he aquí puesto el principio del Estado absoluto. A su vez este Estado absoluto buscará necesariamente someter todas las cosas a su arbitrio y, especialmente, hacer servir el mismo derecho a sus propios fines. [… ]

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El Rosario en familia

Por el Papa Pío XII

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De todo corazón os damos la bienvenida, queridos recién casados, a quienes parece haber conducido a Nos la Virgen del Santísimo Rosario, en este mes consagrado a ella. Nos place mirarla con los ojos del espíritu – como la han visto algunos santos privilegiados – inclinada ha­cia vosotros con una sonrisa (para ofreceros aquel simple y devoto objeto que, a través de una cadena de anillos flexibles y ligeros que no recuerda sino una servidum­bre de amor, reúne por decenas sus pequeños granos, lle­nos de un invisible jugo sobrenatural), mientras que en vuestro canto, arrodillados ante ella, prometéis honrarla, ofreciéndose con la mayor frecuencia posible, en todas las vicisitudes de la vida familiar, el tributo de vuestra piedad.

I.‑ El rosario, según la etimología misma de la pa­labra, es una corona de rosas, cosa encantadora que en todos los pueblos representa una ofrenda de amor y un símbolo de alegría. Pero estas rosas no son aquellas con que se adornan con petulancia los impíos, de los que ha­bla la Sagrada Escritura[1]: “Coronémonos de rosas – exclaman – antes de que se marchiten”. Las flores del ro­sario no se marchitan; su frescura es incesantemente re­novada en las manos de los devotos de María; y la diver­sidad de la edad, de los países y de las lenguas, da a aque­llas rosas vivaces la variedad de sus colores y de su per­fume.

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La unión en la plegaria, según las enseñanzas de San Francisco de Sales.

Por el Papa Pío XII

Papa Pío XII

Grande consuelo y esperanza para Nuestro corazón, queridos recién casados, es el ver esta reunión vuestra en torno a Nos; porque aparece a Nuestra mirada como una reunión de nacientes familias cristianas sobre las cuales se complace el Señor en derramar la abundancia de los favores que habéis solicitado, al pie del altar, ante el sacerdote que bendecía vuestra unión. Vuestra invoca­ción, que se unía así a la del ministro de Dios, era oración, y con la oración habéis iniciado la nueva vida común. ¿Continuaréis orando, invocando al Padre que está en los cielos, fuente de toda paternidad en el orden de la natu­raleza y en el orden de la gracia? Sí; signo de esa promesa es vuestra presencia para pedir sobre vuestro nuevo hogar Nuestra bendición paterna, que confirme la súplica del sacerdote y la vuestra y las avalore para todo el curso de vuestra vida.

San Francisco de Sales, –de  quien, en nuestro último discurso a los recién casados, venidos como vosotros, queridos hijos e hijas, a pedirnos que les bendijésemos, comentamos brevemente las “Advertencias a las personas casada?–, añade sobre la oración de los esposos un ras­go de pluma encantador, que queremos hoy presentar a vuestra consideración.

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Una profecía del Papa Pío XII

que tristemente vemos, se ha cumplido, gracias al Concilio Vaticano II.

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«Siento en mi entorno a los innovadores que quieren desmantelar el Sacro Santuario, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos, ¡Hacerla sentir remordimiento de su pasado heroico! Bien, mi querido amigo, estoy convencido que la Iglesia de Pedro tiene que hacerse cargo de su pasado, o ella cavará su propia tumba (…) Llegará un día en que el mundo civilizado renegará de su Dios, en el que la Iglesia dude como dudó Pedro. Será tentada de creer que el hombre se ha convertido en Dios, que Su Hijo es meramente un símbolo, una filosofía como tantas otras, y en las iglesias, los cristianos buscarán en vano la lámpara roja donde Dios los espera, como la pecadora que gritó ante la tumba vacía: ¿dónde lo han puesto?».
Citado por Mons. Georges Roche en: “Pius XII devant l’histoire”.
Tomado de:

Especial del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María

Inmaculado Corazón de la Santísma Virgen Maria
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El verdadero diálogo

Pio XII el Papa ultrajado - Alexis Curvers

“El lenguaje de la verdad no tiene curso en el parloteo sin fin que nos recomiendan bajo el nombre de Diálogo y que no lleva ni puede llevar más que a unos avances del error, ya que todas las palabras, y el concepto mismo de diálogo son desviados de su verdadero sentido. El verdadero diálogo, el de Sócrates con los sofistas, es una búsqueda de la verdad. El falso diálogo hacia el que nos atraen, consiste en la búsqueda no de la verdad, sino de un compromiso entre hipótesis que se suponen iguales, y entre las cuales la verdad, si por azar está presente, no se manifiesta jamás. En este pretendido diálogo la verdad queda obligada, por las mismas reglas del juego, a esconderse bajo la forma de simple hipótesis tanto más tímida cuanto más real. Así los sofistas esquivan la verdad en sí y traicionan la parte misma de verdad que contienen sus propias hipótesis.
Diálogo ¿de qué?, ¿con quién?, ¿para qué? Tendrían que empezar por responder a estas preguntas. Si no nos dan respuesta a ellas, el diálogo es solamente un viento productor de tempestades”.
Alexis Curvers, “Pío XII, el Papa ultrajado”.
Tomado de:

La libertad

Explicada por Pío XII

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Quien, como Pío XII, tantas veces denunció y condenó el es­tatismo y la mecanización de la vida contemporánea, no podía ser sino un ardiente defensor de la libertad personal. En efecto, proclamó que ésta, rectamente entendida, constituye una de los fundamentos de la reconstrucción social; no es posible edificar tal reconstrucción prescindiendo de ella.

[Los católicos y todos aquellos que reconocen y adoran a un Dios personal y observan su Decálogo]sean conscientes de cuanto ellos, y solamente ellos, pueden contribuir real y eficaz­mente a la obra de reconstrucción, persuadidos al mismo tiempo de que esta obra no podrá llegar nunca a feliz término si no se funda sobre el derecho, sobre el orden y sobre la libertad. Sobre la libertad, queremos decir, de tender a lo que es verdadero y bueno, sobre una libertad que esté en armonía con el bienestar de cada pueblo en particular y de toda la gran familia de los pue­blos. De esta libertad la Iglesia ha sido siempre sostenedora, tutora y vindicadora.
(Alocución al Sacro Colegio de Cardenales, lº junio 1946.)

PORQUE ANOCHECE YA

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Himno:

PORQUE ANOCHECE YA

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo!

Amén.

Salterio IV

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE

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Himno:

YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE

Yo he sentido, Señor, tu voz amante,
en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas
la armonía gocé de tu semblante.

No me llegó tu acento amenazante
entre el fragor de trueno y de centellas;
al ánima llamaron tus querellas
como el tenue vagido de un infante.

¿Por qué no obedecí cuando te oía?
¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?

Haz, mi dulce Señor, que en la serena
noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío!

Amén.


 Salterio III

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)