Monseñor Schneider visita el Christendom College

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19 octubre, 2015

Front Royal (Virginia).–Su Excelencia monseñor Athanasius Schneider pronunció hoy una magnífica conferencia aquí en el Christendom College sobre las inalterables verdades del matrimonio y la familia. También celebró la Misa tradicional en latín en nuestra Capilla de Cristo Rey, y respondió después las preguntas de los alumnos. Aunque estuve presente en la Misa oficiada por él este año en el Domingo de Pentecostés con motivo de la peregrinación anual a Chartres, no había tenido oportunidad de conocer personalmente a monseñor Schneider, y no puedo menos que decir que es un verdadero santo y un gran obispo católico.

ad178b2914f200f2125e1e10c5f607c1_XLComo estudio lejos de mi casa, y los últimos acontecimientos en la Iglesia están tomando un cariz verdaderamente aterrador, fue una grato consuelo y encontré muy motivador escuchar al obispo auxiliar de Astana (Kazahstan) y obispo titular de Celerina.

Dado que hoy en día muchas veces no se sabe adónde acudir en busca de consejo, la visita de Schenider fue para mí una maravillosa gracia de Dios, que agradezco de corazón al Christendom College por invitarlo a dirigirse a nosotros.

Su conferencia, así como la posterior sesión de preguntas, me aclaró cuáles deben ser mis preocupaciones, me iluminó con relación a lo que está pasando en Roma y reavivó la urgente llamada a la oración que muchos sacerdotes han hecho a los fieles.

Cuando preguntaron a monseñor Schneider: qué podríamos hacer los laicos si el Sínodo malinterpretara o incluso llegara a alterar la doctrina católica?”, respondió: “Conocemos las verdaderas y eternas enseñanzas de Cristo. Sabemos la verdad y, por consiguiente, la seguimos, aunque nuestros sacerdotes, obispos o el propio Papa no estén a la altura. Recen. Recen con mucha insistencia.”

Las palabras más consoladoras llegaron hacia el final de su exposición, cuando dijo: “Al final venceremos los pequeños si no perdemos la fe.”

Nos recordó que las personas divorciadas que se han vuelto a casar pecan contra el sexto mandamiento, y declaró que un nuevo grupo dentro de la Iglesia trata de socavar esa doctrina. Pero ni siquiera el Papa puede cambiar la verdad de Cristo, dijo, y debemos seguir en la verdad aunque nos sintamos muy solos.

Dijo que debemos de ser firmes en el testimonio, que debemos luchar unánimes y alentar a nuestros sacerdotes a mantenerse fuertes, aunque algunos obispos aprueben algo que se desvía de la verdad; no apartarnos jamás de la verdad y la Tradición. Tener siempre presente que el Espíritu Santo guiará a su Iglesia. La iglesia no es del Papa. No es nuestra. La Iglesia es de Jesucristo, y siempre debe mantenerse fiel a sus enseñanzas.

“Incluso algunos cardenales promueven actualmente el pecado en la Iglesia, y yo pregunto con frecuencia: ¿es que no temen los castigos de Dios? Es un misterio, un gran misterio.”

Schneider comparó la confusión reinante hoy en día con la herejía arriana, y señaló que el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia y vivimos tiempos de lucha, de batalla, ¡pero Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

Nunca me había motivado tanto un sacerdote como este asombroso padre. Dijo mucho más, pero a efectos de este sencillo blog lo dejaré por aquí, y pediré a todos que hagan exactamente lo que nos pidió monseñor Schneider: rezar por la Iglesia y mantener la fe.

Tenga Dios a bien bendecir a monseñor Schneider.

Cecelia M. Matt

[Traducción Guillermo Visedo. Artículo original]

Tomado de:

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El año en que nos robaron la religión

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19 octubre, 2015

Transcurridos ya más de dos tercios del curioso Sínodo de la Familia con el que el actual ocupante de la Sede de Pedro ha decidido amenizarnos el otoño, poco podemos saber de las discusiones que están teniendo lugar entre sus participantes, puesto que, en estricta aplicación de su anuncio de transparencia y apertura, el Papa Francisco ha excluido cualquier clase de observadores externos, y ha prohibido terminantemente a los padres sinodales que informen de las intervenciones de sus colegas. Los obispos polacos, que intentaron en los primeros días del sínodo comunicar al menos un resumen de las distintas intervenciones, tuvieron que desistir enseguida, y borrar lo ya publicado, tras recibir una severa amonestación.

Según nos explican, el objetivo es que el Espíritu Santo pueda actuar sobre tan distinguida asamblea. Aunque la explicación, qué duda cabe, resulta un poco curiosa. Ciertamente, en el siglo XIX, y a principios del XX, en pleno auge del espiritismo, los «médiums» procuraban que las reuniones de sus iniciados fueran secretas, y en espacios más bien oscuros. Pero, como católico de a pie, he de reconocer que hasta ahora no me habían explicado nunca que también el Espíritu Santo necesitara de tales ambientes. En fin, así será, si así le parece al Papa.

Ahora bien, si los detalles de lo que se cuece en la caldera sinodal se nos escapan, el olor del guiso hace tiempo que se ha extendido ya por toda la Iglesia. Se trata de un guiso dulzón y sentimental; enormemente dulzón y enormemente sentimental. Y tiene, por lo que se cuenta, propiedades mágicas; de forma que, el que lo prueba, queda transformado de la noche al día. Es decir, que se acuesta católico y se levanta buenista.

«Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo» fue dicho hace ya mucho tiempo. Y ahora descubrimos que se trataba de una pista, a la que en todos estos siglos no se había prestado la atención adecuada: Hay que ser más amable con la clientela. ¿En qué puedo servirle? ¿Qué desea el señor? Este debe ser el nuevo tono eclesial. O, como declaró un destacado participante del sínodo el otro día: «Debe ponerse fin al lenguaje exclusivo y hacer un fuerte énfasis en abrazar la realidad tal como es». Que es lo mismo, pero dicho más fino.

¡Abrazar la realidad tal como es! De eso se trata, pues. De acoger y bendecir cualquier opción aceptada socialmente, sin amargarle la vida a la gente con reproches de índole moral. Pues, ¡quién soy yo para juzgar!

No obstante, hubo un tiempo, que ya nos va pareciendo lejano, en el que la Iglesia sí que juzgaba, y sí que analizaba críticamente las ideas, las conductas y las tendencias dominantes en nuestra civilización. Y, de hecho, ello dio lugar durante el siglo XIX, la primera mitad del siglo XX, e incluso hasta bien entrada la revolución sesentayochista, a un movimiento, o más bien un intenso goteo, de espíritus inteligentes y libres que se encaminaban hacia ella, en su búsqueda de una alternativa capaz de hacer frente a las deficiencias que percibían en la sociedad, y sobre todo en la cultura y el pensamiento de cada época. Se trataba, como no podía ser de otro modo, de un movimiento minoritario. ¡Pero qué gloriosa minoría!: Gilbert K. Chesterton, Evelyn Waugh, Robert Hugh Benson, Ronald Knox, Hilaire Belloc, Peter Geach, Edith Stein, Elizabeth Anscombe, Nicolás Gómez Dávila, Julián Marías,… y hasta el viejo Ernst Jünger.

En la segunda mitad del siglo XX, conforme las iglesias protestantes europeas aplicaban con entusiasmo las mismas medidas de autodemolición y suicidio que ahora, con no menos entusiasmo, se proponen en el Sínodo de la Familia, hubo un segundo movimiento migratorio hacia el catolicismo, esta vez por parte de los clérigos y teólogos de aquellas confesiones que no estaban por colaborar en tal suicidio.

Y así, la Iglesia católica había terminado convirtiéndose en el refugio de todos los desertores de las modas intelectuales del momento: Acogió a los anticomunistas con Juan Pablo II, cuando el mundo daba por hecho que la Unión Soviética acabaría por triunfar, más tarde o más temprano. Y acogió a los resistentes del obamismo y la ideología de género en los tiempos de Benedicto XVI, levantando una bandera contra la ingeniería social, en nombre de la naturaleza humana, que nadie más osaba, ni osa, levantar.

La Iglesia católica era siempre la ciudadela frente a los paraísos a los que nos iban empujando los gobernantes iluminados de cada década. Siempre incómoda para los gobernantes, y no menos incómoda para los aspirantes al gobierno (y más si se presentaban como revolucionarios). Siempre políticamente incorrecta, y siempre irritante para los adictos a las modas intelectuales. Siempre anacrónica, siempre atrasada, y siempre superviviente a los que se burlaban de su atraso. Y, en definitiva, la única gran institución que podía presumir, en estos tiempos de regreso acelerado a la barbarie, de ser liderada por un filósofo, y en latín.

Pues bien, todo eso es lo que debe morir ahora, ahogado en cantidades industriales del nuevo edulcorante: la misericordina, o más bien bergoglina, en honor a su descubridor. A partir de ya mismo, la Iglesia está ahí para bendecir lo que la mayoría social quiera en cada momento y lugar que se bendiga ―por ejemplo, hoy y aquí, el buenismo obamista, o zapateril, o podemita―, y para criticar sólo aquello que esa misma mayoría considere criticable ―por ejemplo, el capitalismo, que siempre es bueno para llevarse un palo―. El profeta colombiano Gómez Dávila ya lo había visto venir hace tiempo. Y de ahí su dictamen: «La Iglesia, desde que el clero se aplebeyó, impreca a todos los vencidos y ovaciona a todos los vencedores».

Se trata, en definitiva, de una nueva religión. O, si se prefiere, de un gran cambiazo de la religión por otra cosa, mucho más de plástico y todo a cien, como corresponde a los tiempos que vivimos. Tal vez en el futuro se recuerde este año, o este pontificado, como el año en el que nos robaron la religión.

Pero, en fin, entretanto es otoño, caen las hojas, caen las doctrinas, y cae la lluvia interminablemente por las goteras de lo que parecía un buen refugio. Es otoño, y ya apenas distinguimos la diferencia entre estar en casa y estar ahí afuera, otra vez a la intemperie.

Francisco José Soler Gil

Tomado de:

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Card. De Paolis: se habla mucho de amor y misericordia. Sin la Verdad estamos muy lejos de ellos

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19 octubre, 2015

Cardenal De Paolis: “Hoy en día se habla mucho de la compasión, el amor y la misericordia.  Pero, sin la verdad estamos muy lejos de ellos, por supuesto”

Al enfrentarse con la crisis en el matrimonio y la familia, las respuestas solo  pueden provenir de la certeza de la fe.

Esto lo afirmó el cardenal Velasio De Paolis, Presidente Emérito de la Prefectura para Asuntos Económicos de la Santa Sede, cuando intervino en el Encuentro para el Matrimonio y la Familia.

Entre la praxis y el dogma en la Iglesia, conferencia dictada por monseñor De Paolis y organizada por la Fundación Lepanto y la Asociación “Famiglia Domani”, que se llevó a cabo el pasado 10 de octubre en Roma en la Sala san Pío X, Via dell’Ospedale.  Entre los participantes estuvieron monseñor Antonio Livi, el profesor Roberto de Mattei y el profesor Giovanni Turco.  Contó dicho acto con una asistencia de público muy numerosa entre los que se encontraban varios sacerdotes y religiosos.

“Necesitamos la Verdad”, dijo el Cardenal con fuerza. “Hoy en día se habla mucho sobre la compasión, el amor y la misericordia.  Pero, sin la verdad estamos lejos de ellos, por supuesto”.  De acuerdo con el cardenal Velasio De Paolis  la impresión es que: “Estos días las palabras no significan ya nada”, mientras que: “Necesitamos de contenidos a fin de redescubrir la verdadera realidad”.  Refiriéndose a la cuestión de los divorciados y vueltos a casar, el cardenal fue muy claro: “La adopción de la práctica pastoral que va en contra de la doctrina es de una incoherencia aterradora. No es cristiano. En esencia, si tengo un medicamento que no funciona, significa que no he entendido qué enfermedad tiene la persona. Si simplemente cambio el medicamento en lugar de comprender las causas de la enfermedad, podría incluso matar a la persona enferma. Sólo hay una solución”, dijo el prelado: “Los pecadores no deben ser rechazados, pero el camino correcto debe ser encontrado por ellos mismos y es el camino del amor en la verdad”.

El cardenal Velasio De Paolis de la Congregación de los Misioneros de San Carlos Borromeo (‘Scalabriniani’) fue el Secretario del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede y Delegado Pontificio para la Congregación de los Legionarios de Cristo. Un teólogo moral distinguido; el cardenal pronunció discursos escritos sobre el tema del matrimonio cristiano y la familia.

El profesor Roberto de Mattei, presidente de la Fundación Lepanto, inauguró la conferencia. “El matrimonio y la familia”, ha aseverado, “están en peligro hoy, amenazados no sólo por los enemigos en el exterior, sino, por desgracia, también dentro de la Ciudad de Dios”, y que están siendo “cuestionados dentro de la Iglesia”, algo que “nunca ha sucedido en la historia”. Después de recorrer estas realidades vitales  a través de algunos pasajes históricos de la vida de la Iglesia, de Mattei recordó el ejemplo de san Pedro Damián y de todos los grandes reformadores de su tiempo, que: ” No invocó la ley de ‘gradualidad’ o la del mal menor; no definieron el concubinato de los sacerdotes como una situación irreversible a reconocer; y no fomentaron la apreciación de los elementos positivos de las uniones homosexuales y la cohabitación fuera del matrimonio”.

Por su parte, el profesor Giovanni Turco, de la Universidad de Estudios en Udine, centró su atención en el principio de no contradicción, según el cual: “Cada cosa es lo que es. También el matrimonio y la familia”. De ahí que: “El matrimonio es indisoluble o no lo es”. No hay vuelta de hoja. Para el profesor: ” Una definición falsa y errónea de un problema dará lugar a una falsa solución a ese problema”, ya que “el bien es el criterio de la praxis, no al contrario.”

Monseñor Antonio Livi, ex decano de la Facultad de la Pontificia Universidad Lateranense, dijo que: “La praxis pastoral tiene el objetivo preciso de trabajar por el bien de las almas. Si esto no se entiende”, afirmó el Monseñor: “Se puede perseguir un propósito oculto, es decir, convencer a otros a creer en algo que es falso. Y esto es hipocresía”.

[Informe Daniele Sebastianelli] [Traducido por Rocío Salas. Artículo original]

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EDITORIAL Radicati: “La nueva misa. La misa de la asamblea: cuna del agnosticismo”

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19 octubre, 2015

Editorial: Radicati nella fede, September 2015. Boletín de la Comunidad Católica de Vocogno, diócesis de Novara, Italia

Lo que no esté presente en la misa, desaparece inevitablemente de la vida católica. Es solo cuestión de tiempo –  y no mucho más…

Esto es lo que ha ocurrido en la última reforma litúrgica: los “espacios vacíos” del rito se han convertido en “espacios vacíos” de un nuevo cristianismo.

Nos gustaría dirigir nuestro enfoque hacia uno, en concreto, de entre muchos posibles: La desaparición para el sacerdote de la “voce submissa”, que corresponde a la falta de silencio en la asamblea.  Nos parece que este es uno de los puntos que indica, de un modo más evidente, un cambio radical en el rito católico. Aunque, por otro lado, esto es lo que típicamente parece ser escandaloso para los fieles que se enfrentan a la misa tradicional: las partes largas en las que el sacerdote, especialmente en el Canon, pronuncia las palabras en voz baja y los fieles –sin poder escuchar nada- tienen obligación de estar en silencio.

Hemos notado muchas veces que este es un problema más fuerte que el uso del latín.

Y, sin embargo, la “voce submissa” es un factor determinante.  Si se elimina, todo cambia, no sólo en la misa, sino en el cristianismo en sí.

La “voce submissa” del sacerdote y el correspondiente silencio largo de los fieles, “conecta” al sacerdote y los fieles, sin ningún apoyo humano. El sacerdote en el altar debe estar presente ante Dios, repitiendo en voz baja las propias palabras de Nuestro Señor, renovando así el sacrificio en el Calvario.  Es una relación con Dios íntima y personal: obviamente mediada por órdenes de la Iglesia, que custodia y trasmite las palabras que constituyen la forma del sacramento, sin embargo, en ese instante, no se apoya en su aspecto humano, sino en un milagro de la gracia. Al hacer esto, el sacerdote de este rito tradicional, enseña a los fieles de manera inmediata que Dios mismo es el protagonista principal, es Su acción, es Su salvación y estas [gracias] llegan a cada uno de nosotros personalmente.

La nueva misa no es así; se trata sobre todo de la comunidad. El sacerdote, además de estar hacia la asamblea, opera como alguien que narra lo que hizo el Señor en la Última Cena: relata las palabras y gestos del Señor a los fieles, de tal forma que la acción sacramental que emerge de esto aparece enteramente mediada por la atención que la asamblea está obligada a prestar.  El Canon –esta relación excesivamente personal que el sacerdote tiene con Dios en el corazón mismo de la misa– desaparece, y es sustituido por la relación extenuante con aquellos que están presentes.  La nueva forma de misa en comunidad ya ha cambiado por consecuencia al sacerdote, de tal manera que es lanzado al activismo más extenuante, por ejemplo dejando que su fe y relación con Dios sea mediada por los fieles.  La nueva misa ha producido un nuevo tipo de clero, que ya no es capaz de estar con Dios, ni anclado en el acto de fe.

El diálogo continuo entre el sacerdote y la asamblea en la misa también ha modificado el concepto mismo de la Iglesia: Hoy pensamos en la Iglesia como algo que emerge de los rangos inferiores, del Bautismo y, por lo tanto, de la población cristiana; ya no creemos más que ella emerge desde arriba, de Dios, a través del sacramento de Ordenación. Aquellos que creen que la Iglesia emerge del Bautismo, no soportan que el sacerdote en el altar pronuncie en voz baja las palabras que constituyen el milagro del sacramento.

Incluso los fieles están siendo arruinados por el nuevo rito, ya que están siendo entretenidos continuamente por la charla del sacerdote y ellos también han olvidado lo que es estar en silencio ante Dios. En esta forma Dios es sustituido por la celebración de la asamblea, que se convierte en estorbo en la enseñanza de un acto de fe personal.

Recientemente ha habido intentos de enderezar las cosas en la misa moderna, tratando (en vano) de reintroducir un poco de silencio justo después de la lectura del Evangelio. Sin embargo, incluso esta medida prueba la gravedad de la nueva posición.  Esta reintroducción de silencio, usualmente muy breve, es un silencio humano de meditación, o descanso: es de una naturaleza completamente diferente al silencio producido por la “voce submissa”. La “voce submissa” produce un silencio que envuelve la relación íntima del sacerdote con Dios. El sacerdote da su persona [a Dios] para que se produzca el Divino acto de salvación. El silencio en la “voce submissa” se centra en la acción de Dios y no en la meditación del hombre, y es uno de los más grandes recordatorios de la supremacía de vida supernatural y de gracia.

No hay nada más sobre esto, necesitamos regresar a la misa de los tiempos anteriores para un regreso a la posición central del acto de fe, que es la respuesta personal a la acción de Dios. Tanto el sacerdote como los fieles no pueden resistir al mundo si no se fortalecen con esta relación personal que no puede ser sustituida por ninguna asamblea.

¿La alternativa? Agnosticismo real: verdaderas dudas en la fe, el alma suspendida, pero, no obstante, llena de las palabras de una asamblea que “se entretiene” con el fin de no pensar. Nos atrevemos a decir que: la nueva misa -prácticamente toda dicha en voz alta, toda la narración y predicación –  ha nutrido diferentes tipos de agnosticismo en ambos sacerdotes y laicos, por lo tanto, sin bloquear el drama de la apostasía: el abandono real de la vida cristiana.

La nueva misa ha engañado, al dar, en el mejor de los casos, un poco de calor humano barato, incluso educando [personas] muy mal sobre  la posición de la fe verdadera, algo que es absolutamente necesario para sobrevivir a las batallas de esta vida.

Regresemos a la misa tradicional, entrenamiento de primera clase en el verdadero cristianismo.

[Traducción de Rocío Salas. Artículo Original]

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Adelante la Fe. Un año en la batalla por Cristo Rey

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19 octubre, 2015

Hoy se cumple un año como web independiente de adelantelafe.com. Parece que fue ayer cuando lanzamos esta iniciativa ante el crecimiento que experimentó en poco tiempo el blog fundado por el padre Santiago González. Si les soy sincero, inicialmente pensamos que la independización, mediante un proyecto más amplio que un simple blog, nos haría perder bastantes visitantes;  así nos lo auguraban personas que de buena fe trataban de aconsejarnos. Nosotros mismos no estábamos muy convencidos, pero las circunstancias por todos conocidas nos obligaron a poner en marcha este proyecto.

El resultado no deja de sorprendernos día a día al equipo de voluntarios –no profesionales– que tratamos de hacer esta web. A día de hoy contabilizamos, sólo en el último año, 3.263.340 páginas vistas, sobre un total de 723.663 visitantes únicos. Y continuamos creciendo, sólo en el último mes los visitantes diarios han aumentado un 35%, además recibimos cada jornada nuevos ofrecimientos por parte de los lectores para colaborar en las tareas de la web.

No medimos nuestro éxito o fracaso por nuestros números o posición respecto a otras webs, que se consideran nuestra “competencia”, pero es bueno resaltar que Adelante la Fe compite a día de hoy, de tú a tú, con webs realizadas profesionalmente que cuentan con importantes medios como: empleados en nómina, empresas y recursos económico-publicitarios de financiación… con los que nosotros ni contamos, ni queremos contar, y, de otra parte, todo sea dicho, con contenidos más complacientes –incluso difusos– sobre la dramática realidad actual y, por qué no decirlo, más abiertas a una gama mayor de público lector.

Nuestra posición no es fácil. Por un lado algunos nos ven atrevidos y excesivos, sugiriéndonos que deberíamos ser menos explícitos, contemporizadores con las altas jerarquías en asuntos espinosos, por otro nos dicen que somos timoratos y pusilánimes, aducen que no queremos llegar al fondo de los asuntos. A unos y a otros les explicamos que realizamos nuestro trabajo según  lo que creemos “en conciencia” es nuestra obligación y podemos hacerlo porque, además, somos absolutamente independientes.

Nuestra independencia se deriva de nuestra nula necesidad de compromisos publicitario-financieros para mantener nóminas y estructuras, los cuales sin duda coartan la libertad de qué decir o hasta dónde llegar so pena de cortarles el grifo. Nuestro único límite es nuestra conciencia, ni nos callamos porque dejen de patrocinarnos, ni porque podamos perder un puesto en la estructura eclesial, ya que no tenemos ni lo uno ni lo otro, así desde esa absoluta independencia decimos lo que pensamos hay que decir, sin miedos ni cortapisas, porque la situación es de tal gravedad que no es momento de silencios, ocultamientos, componendas ni de perfumar la pestilente realidad. Callarse hoy es complicidad.

Es obligado no dejar pasar esta oportunidad sin un agradecimiento al ya enorme equipo humano que hay detrás de esta web.

En primer lugar al padre Santiago González que fue su fundador y que, desgraciadamente, hoy no puede participar activamente en la misma, por ser posiblemente el único sacerdote español que tiene una prohibición de escribir en medios. Un recuerdo muy especial para el fallecido Mons. Livieres, que estuvo con nosotros desde el inicio.

A los directores de Rorate Caeli y The Remnant por permitirnos esta maravillosa aventura conjunta en la que estamos embarcados.

Cómo no acordarme también de Edgar F., gracias a su infatigable esfuerzo Rorate Caeli se empezó a editar en español. A todos nuestros queridos sacerdotes que tanto nos han apoyado, al padre Alfonso Gálvez, al padre Romanoski, De la Rosa, Lucas Prados, Martín Rubio, Jorge Luis Hidalgo, Daniel Heenan, a mi querido amigo padre Francisco Javier Domínguez –espero no le cueste un disgusto que diga esto en público-, al padre Peter Carota, Custodio Ballester y tantos otros que han colaborado en esta experiencia tan gratificante para todo el equipo.

Asimismo, quiero expresar un agradecimiento singular a todos los laicos que contribuyen escribiendo en esta web, con una mención especial a aquellos que estuvieron desde el primer día, nuestra organista preferida Sonia Vázquez y el inquebrantable Germán Mazuelo-Leytón. A los más de 40 autores decirles ¡gracias!, porque Adelante la Fe sois vosotros, son vuestras líneas y sentimientos los que transmiten a nuestro público cada día este trabajo tan generoso que nos ofrecéis y sin el que no sería posible salir a la red  diariamente.

Unas enormes gracias, por supuesto, a todo el equipo técnico de traducción y corrección, que son el alma mater en la trastienda de esta web. A Néstor, Washington y Marisa por el tiempo que dedican seleccionando fotografías y editando artículos con un gusto y calidad totalmente profesional. A Pilar y María Ángeles por sus correcciones. A todo nuestro enorme equipo de traducción y correctores, pero especialmente a J.E.F por todo su apoyo desde el principio.

A todos ellos gracias por vuestra colaboración desinteresada, sé que quitáis MUCHO de vuestro tiempo libre para Adelante la Fe, y sé que no lo hacéis ni por dinero ni por vanagloria, sino por Cristo Rey, Él os lo premie.

Por último, pero no los últimos, gracias a ti querido lector, sin tu dedicación a la lectura de nuestra web, tus ánimos y apoyos no estaríamos aquí –me sería imposible enumerar los cientos de mensajes de aliento que se reciben-.

No vamos a rendirnos, seguimos en la batalla, no nos callarán ni nos callaremos. Son más los que se suben al barco que los que se bajan, porque este es el barco de la Verdad, no el de la cobardía y la traición.

¡Viva Cristo Rey!

Miguel Ángel Yáñez

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