El Mayor y Mejor guardado Secreto de la Iglesia Postconciliar
(Conclusión)
Como sabe cualquier católico, las fuentes de la Revelación son solamente dos: la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica. La Iglesia no ha reconocido nunca la interpretación subjetiva individual de tales fuentes, que es lo que pretendía la herejía de Lutero al preconizar la libre y personal interpretación de la Biblia, rechazando además la Tradición. Es la Iglesia como tal, y solamente Ella a través de su legítimo Magisterio, la que goza de la asistencia del Espíritu Santo para interpretar con garantía los datos de la Revelación. La Revelación escrita (Sagrada Escritura) quedó definitivamente cerrada con la muerte del último Apóstol. La Tradición Apostólica, a su vez, procede de los Apóstoles y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesucristo, además de lo que aprendieron del Espíritu Santo.
Como hemos dicho, no existe en la Iglesia la posibilidad de la interpretación individual de la Revelación. La infalibilidad de la Iglesia para interpretarla y enseñarla está garantizada por la asistencia del Espíritu Santo y realizada a través del auténtico y legítimo Magisterio. El cual ha ido profundizando en la Doctrina revelada a través de los siglos, aunque manteniendo siempre la inmutabilidad del dato revelado, puesto que no puede el hombre añadir ni quitar nada a las palabras reveladas por Dios.
De lo cual se deduce la importancia fundamental y transcendental del Magisterio Eclesiástico. El mismo que, asistido por el Espíritu, se ha mantenido incólume e inmutable a través de veinte siglos. De esta manera, es la única garantía que posee el cristiano de que lo enseñado por la Iglesia es exactamente el contenido fiel de la auténtica Revelación. Sigue leyendo