LEYES DE LA ABSTINENCIA Y DEL AYUNO

SEGÚN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE 1917

Limosna. Ayuno. Abstinencia. Flagelación.

 

CANON 1250:

La ley de la abstinencia prohíbe comer carne y caldo de carne, pero no prohíbe comer huevos, lacticinios y cualesquiera condimentos, aunque sean de grasa de animales.

CANON 1251:

  • 1. La ley del ayuno prescribe que no se haga sino una sola comida al día; pero no prohíbe tomar algún alimento por la mañana y por la tarde, con tal que se observe, respecto de la cantidad y la calidad, la costumbre aprobada en cada lugar.
  • 2. Tampoco está prohibido mezclar carne y pescado en la misma comida; ni cambiar la colación de la noche con la comida del mediodía.

CANON 1252:

  • 1. La ley de sola la abstinencia se ha de observar todos los viernes del año.
  • 2. Obliga la ley de la abstinencia con ayuno el miércoles de Ceniza, los viernes y sábados de Cuaresma y los tres días de las Cuatro Témporas, las vigilias de Pentecostés, de la Asunción de la Madre de Dios, de la fiesta de Todos los Santos y de la Natividad del Señor.
  • 3. La ley de solo el ayuno se ha de observar todos los restantes días de Cuaresma.
  • 4. Cesa la ley de la abstinencia, o de la abstinencia y del ayuno, o del ayuno solo, en los domingos o fiestas de precepto, exceptuadas las fiestas que caigan en Cuaresma, y no se anticipan las vigilias; cesa también dicha ley el Sábado Santo después de mediodía.

CANON 1254:

  • 1. Están obligados a guardar abstinencia cuantos hayan cumplido los siete años de edad.
  • 2. Obliga la ley del ayuno a todos desde que han cumplido veintiún años de edad hasta que hayan comenzado el sexagésimo.

Mi herencia en el momento de la muerte

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Queridos hermanos, me viene a la mente unas palabras de la beata Isabel de la Trinidad, carmelita descalza, que suspiraba en su lecho de muerte ante el crucifijo que sostenía entre sus manos: ¡Cuánto nos hemos amado! ¡Qué herencia más hermosa y gozosa! Esta es la verdadera herencia del alma, una herencia que es pasado, presente y futuro; en realidad, es una herencia única, pues es un eterno presente. Herencia imperfecta en la tierra, perfectísima en el Cielo.

Si hemos de plantearnos qué herencia dejaremos tras nuestra muerte, no cabe  más que una: mi herencia en virtudes, mi herencia virtuosa y santa; mi herencia llena de amor de Dios; mi herencia de muerte a mí mismo. Herencia de rechazo al pecado, al mundo y al demonio. Herencia crucificada con Cristo en la “cruz” personal de cada uno.

¿Puede haber en el momento de la muerte otra herencia distinta? Pobre y desgraciada el alma si en sus últimos momentos sólo piensa en su herencia “terrenal”, en sus obras materiales, en esas acciones que el mundo elogió y aplaudió; en sus merecimientos personales, en sus capacidades personales, en su valía personal; en su “obra” que deja para otros. Infeliz el alma que en sus últimos momentos mira hacia atrás, y no hacia adelante, hacia el futuro inminente en que será juzgada por todo lo que hizo, y dejó de hacer  en el pasado. Infeliz si mira hacia atrás, no para arrepentirse de sus pecados, sino para vanagloriarse de la “herencia” que ha construido. Dichosa el alma que en el lecho de muerte mira hacia atrás con verdadero dolor por no haber cumplido con el plan divino en ella. Dichosa el alma que en sus últimos momentos anhela el perdón divino, los último sacramentos.

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La curación del leproso y la lepra del alma

Cristo se deja rodear y tocar por los pecadores, los enfermos, los miserables… Pero si baja hasta nuestra miseria, no es para dejarnos en ella, sino para levantarnos y sacarnos: “Vete y no peques más”, le intimó a la prostituta, “Quiero, queda limpio”, le dijo al leproso de hoy.

por Padre Luis E. Murri

 

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Colapso en la catequesis

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No hay duda de que una de las mayores carencias de la Iglesia Católica de hoy es la deficiente catequesis. Un auténtico testimonio de la fe depende de una correcta comprensión de ésta.

Su Eminencia el cardenal Burke, en mayo 2017, durante el «Rome Life Forum» refiriéndose a la tarea de los clérigos de enseñar la fe a los fieles, señaló la causa de la crisis actual en la Iglesia:

Su incapacidad para enseñar la fe, en fidelidad a la enseñanza y práctica constantes de la Iglesia, ya sea por un enfoque superficial, confuso o incluso mundano y su silencio, pone en peligro mortal, en el más profundo sentido espiritual, a las mismas almas por las cuales han sido consagrados para cuidar espiritualmente. Los venenosos frutos del fracaso de los pastores de la Iglesia se ven en la forma de adoración, de enseñanza y de disciplina moral que no están en consonancia con la Ley Divina.

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Tradición y equilibrio

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«Es cuestión de una pulgada; pero una pulgada es todo cuando se está conservando un equilibrio.” K. Chesterton 

Conservar el equilibrio en cuerpos estáticos y simétricos, es cálculo; conservarlo en el pensar y obrar de los hombres es un osado desafío espiritual y artístico.

Entre los argumentos intuitivos de Chesterton a favor del Cristianismo, se destaca éste, el equilibrio. Manera singular de aunar dos fuerzas o ideas en apariencia contrapuestas, exaltando todas sin opacar ninguna. Por ejemplo, propugnaba una valentía desgarradora hasta dar la vida pero sin desdeñarla, deseaba la paz mientras armaba caballeros para la guerra, con idéntico ímpetu predicaba sobre la virginidad y la familia. Supo mantener lado a lado, dice Chesterton, “dos insistencias, como si mantuviera dos colores, rojo y blanco; como el blanco y el rojo del escudo de San Jorge. Siempre mantuvo un saludable odio por el rosado”. Así, todo el cuerpo de la Cristiandad –esa “roca inmensa, irregular y romántica”– logró unidad  armónica, se hizo de una sola pieza como la divina túnica de nuestro Salvador (símbolo de la Iglesia, según enseña San Cipriano).

Esta sorprendente cualidad que no puede conquistarse a fuerza de recetas, métodos ni gestiones humanas, pareciera escasear en muchos de los grupos o movimientos que integran nuestra Iglesia. Un sinnúmero de discordias y desacuerdos de católicos suceden a menudo por no saber conjugar verdades, por desconocer aquel arte de unir al dinamismo de la vida dos principios de aparente contradicción. Pienso que esta carencia puede manifestarse de dos modos: mezclando verdades o acentuando una verdad por sobre otra (descontemos de raíz quienes no tienen siquiera una verdad que mezclar o acentuar). El equilibrio, fruto de la sensatez, es punto medio de estos dos descarríos: de un lado, un amasijo oscuro y desabrido; del otro, un paquetón de buenas verdades sin ligazón.

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El Reino de María

La Sagrada Escritura empieza y termina con la batalla entre la Mujer y la antigua serpiente. Esta batalla, del Dragón contra la Verdadera Religión, «es también guerra de sus respectivas iglesias: la sinagoga de satanás contra la Iglesia de Cristo, es decir, es el establecimiento de la enemistad interpuesta por Dios entre la serpiente y la Mujer y entre los linajes o descendencias de ambos».

«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María».[1]

I. «Dios te salve Reina y Madre»

En el reino de Israel, la madre del rey (del hebreo Gebirah=«la gran señora» tenía el oficio exaltado de reina madre, que con ese noble oficio, asistía al rey en el gobierno del reino.[2]

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Juicio particular del alma de un sacerdote

Queridos hermanos, esta la experiencia de un sacerdote que tuvo la gracia de conocer el juicio de un pecado cometido, como enseñanza de lo que será el juicio personal de la vida de cada alma en el momento del fallecimiento. Es muy provechosa para todos, para tomar conciencia de la importancia del juicio de Dios, de la confesión, del dolor de los pecados, de los pecados de omisión, que muchas veces no los tenemos en cuenta.

Estaba el sacerdote una tarde noche en su casa, tranquilo, y sereno su espíritu, ocupado en la lectura, cuando de repente y sorpresivamente, su alma entró en un sufrimiento agónico. Un sufrimiento que no era humano, era el sufrimiento del alma separada del cuerpo, por lo cual el sufrimiento toma una dimensión, intensidad y profundidad desconocidos para el alma, es el sufrimiento que no está limitado por el organismo físico, es un sufrimiento deseado y querido por el alma, al conocer con luz divina su pecado; es un sufrimiento que parece no tiene fin y cuya intensidad crece; es una angustia dolorosísima por la ofensa del pecado. En ese dolor el alma no pide ayuda a nadie, ni al Señor, ni a la Santísima Virgen, ni a los Ángeles o santos patronos, es un sufrimiento donde ya no cabe el arrepentimiento ni los buenos deseos de no volver a pecar, es el sufrimiento del juicio, donde el alma sólo desea aceptar el dolor  de su pecado porque es lo justo. En ese dolor el alma reverencia a Dios, a quien siente como Santo, Justo, Misericordioso, sabiendo que su sufrimiento es santo, justo, y fruto de la misericordia de Dios.

El alma del sacerdote vio con claridad, y entendió, lo que ocurrió aquella tarde, cuando cometió un pecado de omisión, al callar ante una persona que se vio ofendida por otra, en su presencia. El sacerdote, por respetos humanos, no defendió, como era su obligación, a la persona ofendida. Supo que no hizo lo correcto, pero sin embargo no tuvo conciencia de pecado, por lo cual ni siquiera pensó en la confesión.

El Señor, pues, le mostró su error. La experiencia sólo duró unos segundos, esa es  la percepción del sacerdote, que sintió que si hubiera durado más, tan sólo, unos minutos,  no sabría si habría podido resistir tanto sufrimiento agónico. Al terminar la experiencia llamó rápidamente a la persona en cuestión para pedirle perdón, y se confesó en la primera ocasión.

Con el ánimo tranquilo, y recuperado de la experiencia, meditó el sacerdote sobre lo ocurrido, y se estremeció cuando pensó qué hubiera sucedido si la experiencia hubiera sido respecto a un pecado mortal, o aún más, a la revisión de toda la vida.

Queridos hermanos, el juicio de Dios nos espera a todos, con más rigor a los sacerdotes, porque más nos ha dado. Ahora, en estos días de nuestra vida, es cuando estamos bajo el amparo de la Misericordia, cuya misión es prepararnos para el Juicio de Dios; es el tiempo de poner nuestra alma en paz con Dios, de santificarla y vivir según la Ley divina. Si los que viven en pecado mortal tuvieran la experiencia de lo que será su juicio, dejarían su vida de forma instantánea, sin importarles su situación económica, ni los hijos, ni nada de su actual vida. La magnitud del grandeza del Juicio y del sufrimiento, es inimaginable por lo santo y justo que será.  Pero no tendrán esa experiencia, porque ya tienen los Mandamientos de  la Ley de Dios, la enseñanza tradicional de la Iglesia, las lecciones de los Santos Padres y santos teólogos.

La confesión frecuente, el dolor de los pecados, el vivir acorde a los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, la recepción de los Sacramentos, es decir, la vida santa, nos conducirá a la felicidad de la gloria del Cielo. Ahora es el tiempo de luchar, sufrir, orar y padecer por la salvación eterna de nuestra alma.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

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El regalo navideño de monseñor Schneider: una lista de tareas de para salvar la fe

22 de diciembre de 2017 (LifeSiteNews) – El obispo de Kazajistán  Athanasius Schneider tiene una mentalidad sumamente práctica, además de ser un gran teólogo, políglota y uno de los más valerosos prelados de la Iglesia Católica.  El año pasado propuso 12 medidas para sobrevivir como familia católica en un páramo herético. En una nueva entrevista, nos presenta una lista de tareas para los tiempos en que vivimos.

En la entrevista, concedida a Polonia Christiana, monseñor Schneider establece una fascinante comparación entre la época del apogeo de la herejía arriana y la crisis actual de la Iglesia.

«Durante la gran crisis del arrianismo en el siglo IV, los defensores de la divinidad del Hijo de Dios fueron también tildados de intransigentes y tradicionalistas –explica–. San Atanasio llegó incluso a ser excomulgado por el papa Liberio, y el pontífice lo justificó alegando que Atanasio no estaba en comunión con los obispos de Oriente, que en su mayoría eran herejes o semiherejes.»

Sin más preámbulos, pasemos a la lista:

Lista de tareas de monseñor Schneider para salvar la fe hoy

  1. Debemos animar a los católicos de a pie a ser fieles al Catecismo que aprendieron, fieles a las claras palabras de Cristo en los Evangelios, fieles a sus padres y antepasados que se las transmitieron.
  2. Debemos crear círculos de estudios y organizar conferencias sobre la enseñanza perenne de la Iglesia sobre los temas del matrimonio y la castidad, invitando de manera especial a los jóvenes y a los matrimonios.
  3. Debemos hacer patente la belleza misma de la vida de castidad, la belleza misma del matrimonio cristiano y el gran valor de la Cruz y el sacrificio en nuestra vida.
  4. Debemos proponer más cada vez el ejemplo de los Santos y de la vida ejemplar de quienes demostraron que, a pesar de estar sujetos a las mismas tentaciones de la carne, la misma hostilidad y el mismo ridículo por parte del mundo pagano, mediante la gracia de Cristo llevaron una vida feliz de castidad en un matrimonio cristiano y en su familia.
  5. Debemos fundar y promover grupos de jóvenes de corazón puro, grupos familiares y grupos de matrimonios católicos comprometidos con la fidelidad de sus votos conyugales.
  6. Debemos formar grupos que presten asistencia moral y material a familias destrozadas, a madres solteras, grupos que ayuden con oración y brindando buenos consejos a los matrimonios separados, grupos y personas que ayuden a los «divorciados vueltos a casar» a emprender un proceso de conversión en serio. Es decir, que reconozcan humildemente su situación de pecado y abandonen por la gracia de Dios los pecados que infringen el mandamiento de Dios y la santidad del sacramento del matrimonio.
  7. Debemos formar grupos que ayuden a las personas con tendencias homosexuales a emprender el camino de la conversión cristiana, la vía alegre y hermosa de la vida de castidad, y a la larga ofrecerles con discreción el tratamiento psicológico.
  8. Debemos manifestar y predicar a nuestros contemporáneos del mundo neopagano la liberadora Buena Nueva de la enseñanza de Cristo: que el mandamiento divino, el mismísimo sexto mandamiento, está lleno de sabiduría y belleza: «La ley de Yahvé es perfecta, restaura el alma; el testimonio de Yahvé es fiel, hace sabio al hombre sencillo. Los preceptos de Yahvé son rectos, alegran el corazón. La enseñanza de Yahvé es clara, ilumina los ojos» (Sal. 19(18), 7-8).
  9. Los cardenales, obispos, sacerdotes y familias y jóvenes católicos tienen que decir: Me niego a ajustarme al espíritu neopagano de este mundo, aunque dicho espíritu lo difundan algunos obispos y cardenales; me niego a aceptar su falaz y perversa utilización de la santa misericordia de Dios y el nuevo Pentecostés;me niego a ofrecer incienso a la estatua del ídolo de la ideología de género y a la del de las segunda nupcias en concubinato. Aunque lo acepte mi obispo, yo me niego a hacerlo. Por la gracia de Dios, prefiero padecer antes que traicionar la plenitud de la verdad de Cristo en lo que se refiere a la la sexualidad humana y el matrimonio.

La entrevista completa a monseñor Schneider puede leerse aquí.
(Traducido por J.E.F)

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¿Cómo sabemos que Cristo es Dios?

 

 

CURSO DE FORMACIÓN CATÓLICA. CONOCE TU FE (PARTE I). 11° Tema: “¿Cómo sabemos que Cristo es Dios?” Padre Federico Masutti, FSSP. Templo de San Javier de las Colinas. Zapopan, Jalisco, México. 21 de Noviembre del 2017.

 

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Estado católico, una exigencia irrenunciable

Recientemente he escrito sobre la conveniencia y necesidad de que los Estados profesen la Religión Católica para preservar el medio ambiente moral, espiritual y religioso de la sociedad.

Pocos días después me encontré en un templo una hoja parroquial de la que me llamó la atención un articulito que habla de laicismo y laicidad.

Es interesante, porque refleja perfectamente la confusión sobre el tema generada por el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior.

El autor rechaza el laicismo que promueve la separación entre la Iglesia y el Estado, porque considera que la Iglesia debe colaborar positivamente con el Estado. Pero por otro lado, reproduce (sin citar su origen) una frase de un discurso del Papa Francisco que afirma que la laicidad es positiva, entendiéndola como el respeto del Estado hacia todas las religiones sin asumir ninguna en concreto.

Este tipo de equilibrios doctrinales complejos, que intentan hacer compatibles dos posturas que se contradicen la una con la otra, me recuerdan siempre las palabras de Jesús: que tu sí, sea sí y tu no sea no. Todo lo que pase de eso, proviene del maligno.

La ambigüedad en asuntos de fe y moral es cosa diabólica.

La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la obligación moral de confesar y practicar la Religión Católica incumbe tanto a los individuos como a las sociedades, sin excluir las comunidades políticas.

Esta doctrina fue predicada por la Iglesia siempre y en todas partes hasta el segundo Concilio Vaticano. Sobre todo desde que la Revolución francesa difundió por doquier la peste del laicismo. Cuanto más avanzaban los principios del Derecho Nuevo, la filosofía ilustrada iluminista y la ideología liberal en las naciones, más alta, contundente e insistente se alzaba la voz de la Iglesia para condenar todos esos errores, reclamar los derechos de Dios y recordar a los pueblos su obligación de reconocer el reinado social de Jesucristo.

Es lógico: a mayor olvido de la verdad, mayor necesidad de recordarla.

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El Evangelio explicado: Parábola del administrador infiel

 

El Evangelio explicado según el cardenal Isidró Gomá, correspondiente al octavo domingo después de Pentecostés: La Parábola del administrador infiel (Lucas 16: 1-13). Producido por Radio Cristiandad

Para escuchar el AUDIO Clic aquí 

 

La Santa Misa, misterio de Fe (3)

 

Charla 3

Esta es la tercera charla de una Misión dada por el Rev. P. Michael Rodríguez en noviembre 2015. La Misión es una introducción a la Misa Tradicional en Latín, y presenta principios teológicos básicos de la Santa Misa que son esenciales para entender bien lo que es la Santa Misa y como participar conscientemente y activamente en ella.

 

 

PADRE MICHAEL RODRÍGUEZ

Sacerdote diocesano de la Diócesis de El Paso, Texas, U.S.A. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre, 1996. Desde septiembre de 2011, el P. Rodríguez ha ofrecido exclusivamente la Misa Tradicional en Latín. Debido a esto, su obispo rehúsa darle un cargo pastoral desde hace casi dos años. El P. Rodríguez está totalmente comprometido al apostolado de restaurar el culto y la doctrina de la Santa Madre Iglesia.

Tomado de:

adelantelafe.com

La Santa Misa, misterio de Fe (2)

Charla 2

Esta es la segunda charla de una Misión dada por el Rev. P. Michael Rodríguez en noviembre 2015. La Misión es una introducción a la Misa Tradicional en Latín, y presenta principios teológicos básicos de la Santa Misa que son esenciales para entender bien lo que es la Santa Misa y como participar conscientemente y activamente en ella.

 

PADRE MICHAEL RODRÍGUEZ

Sacerdote diocesano de la Diócesis de El Paso, Texas, U.S.A. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre, 1996. Desde septiembre de 2011, el P. Rodríguez ha ofrecido exclusivamente la Misa Tradicional en Latín. Debido a esto, su obispo rehúsa darle un cargo pastoral desde hace casi dos años. El P. Rodríguez está totalmente comprometido al apostolado de restaurar el culto y la doctrina de la Santa Madre Iglesia.

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La Santa Misa, misterio de Fe

 

Charla 1

Esta es la primera charla de una Misión dada por el Rev. P. Michael Rodríguez en noviembre 2015. La Misión es una introducción a la Misa Tradicional en Latín, y presenta principios teológicos básicos de la Santa Misa que son esenciales para entender bien lo que es la Santa Misa y como participar conscientemente y activamente en ella.

PADRE MICHAEL RODRÍGUEZ

Sacerdote diocesano de la Diócesis de El Paso, Texas, U.S.A. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre, 1996. Desde septiembre de 2011, el P. Rodríguez ha ofrecido exclusivamente la Misa Tradicional en Latín. Debido a esto, su obispo rehúsa darle un cargo pastoral desde hace casi dos años. El P. Rodríguez está totalmente comprometido al apostolado de restaurar el culto y la doctrina de la Santa Madre Iglesia.

 

Tomado de:

adelantelafe.com

151. De cara al Paraíso

 

Trees with red apples in an orchard

 

Debiéramos tener una fe en el cielo, tan fuerte y contagiosa como fue la de Santa Dorotea, virgen y mártir de Capadocia, en el siglo IV.

Al comparecer ante el gobernador Apricio, dijo que no quería sacrificar a los dioses, porque creía en un solo Dios verdadero y no quería casarse porque estaba desposada con Cristo. El gobernador la entregó a dos muchachas, Crista y Calixta, que por miedo habían renunciado a la religión cristiana. Se suponía que éstas la convencerían de que hiciera lo mismo, pero resultó lo contrario.

-¿Cómo tenéis tanto miedo a sus amenazas? – les dijo Dorotea-. ¿Qué son todos los dolores y tormentos de esta vida comparados con el cielo y su gozo sempiterno?
Estas y otras ardientes palabras de la mártir, y la santa valentía con que les hablaba, reanimaron el primitivo valor de las dos muchachas y cuando Dorotea tuvo que encararse de nuevo con Apricio, la acompañaron ellas para sufrir  en su compañía el martirio por Cristo.

El gobernador, después de la tortura y los azotes apeló a sus propios argumentos y sugestiones:
-Eres joven y hermosa – le dijo- Tu vida está a tu vista, llena de felicidad, que yo te garantizo con solo que renuncies a esa locura. Sería el colmo de la insensatez escoger la muerte, para estar debajo de la tierra entre los espíritus sombríos y horribles de los muertos.

-No- replicó Dorotea – Yo no iré a esos parajes sombríos. Estaré con mi Amado, Jesucristo, en su delicioso jardín, donde siempre es verano con flores y árboles cargados de olorosos frutos.

Frustradas sus esperanzas, desistió el tirano de su empeño y condenó a las tres a ser decapitadas.

Mientras Dorotea era conducida al lugar de la ejecución, un joven abogado llamado Teófilo, le gritó mofándose de ella:

-Dorotea, acuérdate de mí y mándame un sabroso fruto de tu vergel!

Ella se volvió, sonriendo, y contestó: 

-Sí, Teófilo, me acordaré.

A los pocos minutos, la cuchilla del verdugo coronó su glorioso martirio.

Mientras Teófilo estaba contando, festivo, la anécdota a sus amigos, se le presentó un ángel en forma de niño, con un cesto que contenía tres rosas y tres manzanas olorosas y le dijo:

-Dorotea me manda que te traiga esto en cumplimiento de su promesa.

Y, antes de que se le pudiera preguntar nada, desapareció.

Era invierno. Por consiguiente, entendió Teófilo que las rosas y las manzanas y el mismo misterioso mensajero eran de otro mundo.

Profundamente conmovido, se fue al gobernador para decirle que también él creía en aquel Dios verdadero que Dorotea adoraba. No tardó el joven convertido en reunirse con Dorotea en el paraíso, entrando en él  por la misma puerta del martirio.

Ésta es la leyenda más generalizada.

Pero en su  forma más antigua, la leyenda tiene un  final menos milagroso y espectacular, pero no por eso  menos impresionante. Según esa versión, cuando Dorotea se preparaba para recibir el golpe del verdugo, dio su velo a un niño de seis años que estaba allí cerca, con el encargo de entregarlo a Teófilo. Recibióle éste y lo encontró bañado en una fragancia extraordinaria de rosas y de frutos.  Y si el olfato percibió tan agradable perfume de aquel postrer recuerdo de Dorotea, el espíritu de Teófilo recibió el bálsamo confortante de la fe en el cielo y el valor para arrostrar como ella la palma del martirio.

(Véanse también núms. 184, 387, 586)

150. Gozo eterno

 

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Cuéntase de un monje llamado Félix que pensaba muchas veces qué harían los santos en el cielo y cómo era posible estar allí eternamente sin sentirse cansado de ello.

Una mañana de verano estaba dando un paseo por el campo, cerca del monasterio, cuando oyó una música maravillosa procedente del ramaje de un árbol, encima de su cabeza. Levantó la mirada y vio un ligero y graciocísimo pajarillo, autor de tan deliciosas melodias. La vista y la música de aquella criatura lo llenaron de tanta delicia, que quedó arrobado. Así cautivo, se fue siguiendo al pajarillo que volaha de un árbol a otro, de la colina al valle, cantando sin cesar nuevos trinos, hasta que por fin levantó el vuelo y se perdió de vista.

A distancia oyó el monje la campana del monasterio que llamaba la comunidad a vísperas. Maravillado de que fuese ya tan tarde, volvió Félix a su hogar.
Muy sorprendido, se dio cuenta de que el hermano que le abrió la puerta era nuevo y totalmente desconocido para él. Más asombrado quedó al ver que todas las caras que iba encontrando le eran igualmente desconocidas, aunque todos vestían como él el hábito familiar de la orden. Por fin, perplejo, habló así a uno de los monjes:

-¿De dónde habéis venido todos vosotros?  ¿Y dónde están nuestros padres?  ¡No veo a ninguno de ellos!
El interrogado lo miró, perplejo a su vez, y por toda respuesta lo acompaño a ver el padre prior.

-Dígame usted su nombre -inquirió el prior- y de dónde viene. -Ha sido usted miembro de esta comunidad? Hace ya cuarenta años que estoy aquí de prior y no puedo recordar su cara.

El monje dijo su nombre y contó que había estado escuchando en el campo a un pajarillo maravilloso y seguídole lejos durante horas. El padre más viejo de la comunidad, que estaba presente oyéndolo, se inclinó hacia él y observó:
-¿Ha dicho ustd «durante horas?» ¿Cuál es su nombre en nuestra santa religión?
-Mi nombre es Félix- respondió.
-Espere usted un momento- prosiguió el anciano padre. 
Cogió de un estante un libro antiguo, con cubiertas de cuero, registro de todos los religiosos profesos, muertos en la casa.
-Sí -dijo-; ¡seguro! Con tinta descolorida ya, se lee aquí que hace noventa años un monje llamado Félix abandonó el monasterio sin avisar a nadie, y jamás se ha sabido nada de él.
Al oír estas palabras, Félix cayó de rodillas y dijo en voz alta esta oración :
-Dios mío, te doy gracias, por haberme hecho entender ahora como es posible que pasen mil años como un momento en el gozo de tu divina presencia.
Y dicha esta declaración, cayó y entregó su alma al Señor.

Sólo leyenda, es verdad; pero sirve admirablemente para hacernos entender que el éxtasis -aún en el orden de la naturaleza, como en la admiración de las cosas creadas-, el éxtasis, principalmente en la contemplación de Dios, hace que el tiempo no cuente, mientras dura el arrobamiento. Y en el cielo, el éxtasis de infinito y purísimo deleite será sin interrupción posible, por toda la eternidad.

149. Los justos vivirán eternamente

 

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La siguiente historia nos explica como San Cutberto se sintió llamado por Dios a su santo servicio.
En la ladera de una colina, un pequeño grupo de pastores estaba durmiendo bajo las estrellas. Todos  dormían, menos Cutberto, que vigilaba sus ovejas y velaba orando fervorosamente.

De pronto, rasgando la negrura de la noche, Cutberto vio bajar del cielo una luz, como una procesión de huestes celestiales que cantaban y suave, pero rápidamente, llegaban a la tierra. Sin detenerse en ella tomaron consigo una alma de vivísimos resplandores y emprendieron el retorno, ascendiendo por entre las estrellas, hacia las regiones del cielo.

Cutberto despertó a sus compañeros pastores y les refirió la visión maravillosa que acababa de contemplar:
-El cielo abierto en el firmamento y el espíritu de algún santo introducido allí por un cortejo de ángeles del Señor. Mientras nosotros nos arrastramos por estos riscos oscuros, allá en la Gloria está ese santo contemplando la faz de Dios, bendecido y feliz en compañía del mismo Rey y Redentor, Cristo Jesús.

Los pastores lo oían boquiabiertos y quedaron llenos de admiración y estupor. Y mucho más cuando, a los pocos días, les llegó, la noticia de que el gran santo Aidan acababa de partir de este mundo, precisamente aquella noche en que Cutberto lo había visto escalar triunfalmente la bóveda de las estrellas.

Desde ese día Cutberto tomó la resolución de responder a la divina vocación, ingresando cuanto antes, si podía, en un monasterio para asegurarse el cielo y ser uno más de aquella celeste compañía que había visto.

 

148. Resucitaremos con los mismos cuerpos

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A un alumno del físico y químico inglés Faraday se, le escapó de la mano una taza de plata y fue a caer dentro de una tinaja de agua fuerte. Quedó disuelta, con el disgusto, que es de suponer, por parte del muchacho.

Pero Faraday intervino para rescatar la joya. ¿Cómo? Echó una sal en la tinaja, la cual hizo precipitar en forma de granitos, en el fondo de la vasija, las moléculas de la plata disuelta. Las recogió y mandó fabricar con ellos una taza, mejor o más bonita que antes.

Era la «misma» taza porque estaba hecha del «mismo» material. Así será con los cuerpos resucitados de los justos. Serán los «mismos» cuerpos, aunque no de la misma manera; serán resplandecientes de gloria y sin defecto alguno. Dios puede usar -y de hecho usará- la misma materia, ya que la materia subsistirá siempre, porque es indestructible.

No obstante, lo que hará principalmente que el cuerpo sea el «mismo» será el «alma», porque tal cuerpo pertenece a tal alma.

Así, la misma alma unida, con la misma misteriosa unión, al mismo cuerpo, hará, que nosotros seamos exactamente los mismos, aunque de diferente manera.

147. Resucitaremos todos el día del Juicio

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El hombre está compuesto de alma y cuerpo, y Dios creó estos dos elementos para que estuviesen unidos. La caída de Adán y Eva trajo el castigo de la muerte que desune el alma y el cuerpo. El alma es incompleta sin el cuerpo; Dios volverá a unirlos para siempre con un milagro universal en el último día del mundo.

La resurrección del cuerpo era, materia de controversia entre los judíos. Los fariseos creían en ella; los saduceos, no. Estos presentaron esta cuestión a Jesucristo, en el templo, durante los últimos días de su vida mortal.

Inventaron un caso posible que -según ellos- hacía aparecer la resurrección como algo descabellado y loco. Nuestro Señor les respondió que estaban en error y enseñó claramente «que los muertos resucitarán».
(Léase el Evarigelio de San Lucas, 20, 27-38)

146. Conduce al pecado mortal

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Si se repite el pecado venial, y vuelve a repetirse, llega a formar hábito o costumbre, y acaba por conducir fácilmente al pecado mortal.

Cuando Arturo hecho rey -dice la leyenda- se acostumbró a salir a caballo en busca de aventuras.

Un día Merlín le dijo:
-Mañana encontrarás un enano que te desafiará a combatir. Tú lo vencerás. Entonces, mátalo.

Al día siguiente, cuando Arturo atravesaba una selva, el enano le impidió el paso, de pie en medio del camino, blandiendo su espada y desafiándole. Apeóse Arturo y salieron arelucir las espadas. El enano demostró ser un buen espadachín; pero, no obstante; lo desarmó la destreza de Arturo que triunfó en el combate. El enano le pidió merced y Arturo, caballero generoso, le dejo en libertad.

De vuelta, el vencedor encontro a Merlín, quien, moviendo la cabeza, le advirtio.
-Si no matas al enano, él te destruirá en un día no lejano.

Transcurrió un día cuando el enano detuvo su paso nuevamente, Maravillóse el caballero al ver que el enano había crecido una pulgada o tal vez dos. Lucharon ambos con denuedo. La batalla fue mucho mós dura que la vez primera. Pero, al fin, el rey Arturo triunfó tambien. Y también fue generoso y perdonó la vida al ya temible rival.

Diez veces se repitió el encuentro. Y en este tiempo, el enano fue creciendo hasta adquirir la estatura de un hombre normal.

Pero, al fin, en el undécimo día, el enemigo era ya un gigante que se abalanzó sabre el rey, caballero aun, desde; las ramas de los arboles. Mató su caballo y, sin demora, blandió su enorme espada en terrible y dudoso combate. Las fuerzas del valeroso rey vacilaban ya, cuando acertó, de un golpe, a partir en dos el cráneo
del gigante; pero al instante se desplomó también, lleno de graves: heridas y bañado en su propia sangre.

Cuando Arturo volvió en sí. reconoció a Merlin que se estaba curando sus heridas.
De vuelta a su castillo, Merlí explicó al rey que el enano era el pecado, que debe ser vencido y destruido pronto, cuando se nos aparece en sus primeras fases;
de lo contrario su poder va creciendo hasta formar un hábito; y entonces el hábito del pecado venial termina en pecado, mortal.

Milagro parece que el rey Arturo escapara de la muerte. Milagro será que se libre de la muerte del alma, con un pecado mortal, el pecador negligente que, ofendiendo a, Dios continuamente con el pecado venial, se lanza temerariamente a su perdición.
(Véase también no. 603)

145. Evitando todo pecado venial

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Margarita Sinclair, de nacionalidad Francesa estaba empleada en una fábrica de Edimburgo, Escocia, como satinadora. Era aficionada al baile, a los juegos y a la natación y estaba comprometida para casarse. Pero finalmente se hizo monja de las hermanas pobres de Santa Clara. Contrajo una enfermedad y murió de ella a los veinticinco años.

El padre A., sacerdote jesuita, que la conocía bien y que oyó su confesión general antes de morir, declaró que Margarita no había cometido un solo pecado venial deliberadamente en toda su vida.

En realidad había hecho siempre un acto continuo de consagración de su voluntad a su Dios y Señor. Lo patentizó y resumió en la última oración que pronunció en su lecho de muerte.

-Jesús, María y José: yo os entrego todo mi corazón y mi alma.

La hermana que cuidaba a la enferma en aquellos momentos dijo:

-Aquella última oración me causó una impresión profunda. Fue dicha con tal fervor y confianza, que todos creíamos, cuando expiró, que su alma estaba ya en los brazos de Jesús, María y José. 

 

144. El mayor mal, después del pecado mortal

†

Santa Francisca Romana, gran «mística» del siglo XV, tenía el privilegio de ver, a su ángel de la guarda, siempre a su lado, como un hermoso niño de ocho años. Tenía los ojos fijos en el cielo y las manos cruzadas sobre el pecho. Su cabeza irradiaba tal esplendor que la santa podía leer, a su luz, el breviario o un libro cualquiera.

-Si alguien- dice ella – pronunciaba, en su presencia alguna palabra poco conveniente, el ángel se cubría el rostro con las manos. Pero si era ella misma la que caía en algún leve pecado, su ángel se desvanecía de su vista totalmente durante aquellos mementos.

143. El pecado venial ofende a Dios.

Hazte ejemplo y modelo de los fieles, en el hablar, en la manera de obrar con el prójimo, en la caridad, en la fe, en la castidad. (1 Timoteo, 4, 12).

Hazte ejemplo y modelo de los fieles, en el hablar, en la manera de obrar con el prójimo, en la caridad, en la fe, en la castidad. (1 Timoteo, 4, 12).

Cuéntase que San Felipe Neri estaba siempre discurriendo cómo dar ocupación a los niños. Solía hacerles barrer su aposento, quitar el polvo del mobiliario o hacer su cama, y a veces aunque la hubiera hecho él antes.

A algunos les hacía sentarse para leer; a otros, que gustaban mas de usar sus dedos que utilizar su cerebro les empleaba en ensartar cuentas de rosario a en tejer guirnaldas para adornar la estatua de Nuestra Señora.

Sabia que hay muchachos que necesitan un trabajo mas duro para que permanezcan tranquilos y quietos. A éstos les hacía trasladar muebles de un lugar a otro.
Pero todos estaban igualmente contentos y felices, porque para ellos era un verdadero placer hacer cuanto les ordenaba 0 pedía San Felipe Neri. 

Solía llevárselos a dar largos y alegres paseos y excursiones por el monte; organizaba juegos de pelota a de tejos. Jugaba can ellos a toda clase de juegos y jamás, par ningún motivo, permitía que ninguno riñera con los compañeros y dejara, disgustado, el juego. 

A veces ocurría que los muchachos empleaban los ratos de ocio en jugar a pelota en los corredores de la casa del oratorio y contra las puertas de los cuartos con lo cual llegaban no solo a molestar a los infortunados padres; sino incluso a exasperarlos, especialmente al padre Baronio que trabajaba en sus Anales, Y cuando los padres, indignados, salían de sus aposentos para decir a los muchachos que aquello era «intolerable», y los chicos, por miedo, guardaban silencio, San Felipe salía de su cuarto y les decía:

 -Dejadlos que os regañen cuanto les plazca. No hagáis caso. Continuad jugando tan alegremente como queráis. Lo que importa. es que no cometáis pecado. 

Evidentemente esto era muy duro para los padres pero, sin duda alguna, esto enseñaba a los muchachos a compartir, con San Felipe, la convicción de que el pecado, aun el pecado venial, desagrada a Dios, más que otra cosa cualquiera.

142. Los hombres se hacen su propio infierno

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Dante en su imaginaria visita al infierno, vio que las almas de los condenados estaban castigadas a continuar sumidas para siempre en sus propios pecados y vicios y dolorosas consecuencias, Así los lascivos y deshonestos, que en la vida se dejaron llevar sin freno por la tempestad de la pasión, en lugar de seguir la luz y el dictado de la razón, eran, en el segundo círculo arrebatados y zarandeados, como vil escoria, por violento huracán en medio de una absoluta oscuridad.

Los glotones se arrastraban en pestilente cieno, bajo una helada cellisca, mientras el monstruo Cerbero ladraba horriblemente tras ellos y los despedazaba entre sus afilados colmillos; alga así como en las pesadillas de los que han comido 0 bebido con exceso. 

Los tiranos y crueles eran a su vez perseguidos y cazados par fieros y despiadados centauros.

Los usureros estaban agachados y como pegados a un derroche de pepitas de oro, bajo una lluvia de chispas de fuego que, como copas de nieve, caían sobre sus cabezas, mientras les ahogaba la bolsa de su dinero atada en el cuello.

Hay gente que dice: ¿Es posible que, siendo Dios infinitamente bueno, haya creado,el infierno?  Pero son los hombres quienes, en realidad, crean su propio infierno.  Aun en este mundo, los hombres pueden fabricarse un infierno a su alrededor, abusando de los dones de Dios.

141. Infierno por toda la eternidad

Hoy primero de Enero de 2017  Ortodoxia Católica inicia con la publicación diaria, de un número por día, de un tema de un

CATECISMO GRUESO

(Sexagésimo Segundo Catecismo Grueso)

 

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Se cuenta que un santo, en sueños, oyó a Satanás que se quejaba de Dios, diciéndole:
-Por qué perdonas a las almas que te han ofendido muchas veces. y, en cambio, no me perdonas a mi que te ofendí una sola vez ?
-Me has pedido perdón alguna vez? – repuso Dios.
Después de la muerte – dicen los teólogos -nuestra voluntad no puede cambiar. El que muere odiando a Dios, continuará así necesariamente odiando a Dios.
No querrá ser perdonado, porque así ha muerto, rehusando el perdón de Dios.

Agnus Dei qui tollis peccata mundi, miserere nobis

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¡Cordero de Dios, que has cargado con los pecados del mundo, ten piedad de nosotros! Dona nobis pacem, danos la paz del corazón. ¡Nuestro corazón está inquieto hasta que reposa en ti! La inquietud del corazón alejado de Dios no puede ser superada si no es acercado de nuevo a Dios. Nuestro corazón, para que no sea “inquietum”, debe estar corazón a corazón con el Divino Corazón de Jesús.

El Corazón de Jesús, como fue mostrado a Santa Margarita María, como de él fue gran apóstol San Claudio de la Colombière, es un Corazón atravesado, coronado de espinas, con una cruz y una gran llama de amor sobre él. El Corazón de Jesús, naturalmente, es todo uno con la adorable persona de Nuestro Señor.

La devoción al Sagrado Corazón se difundió como una mancha de aceite por toda la Iglesia con las promesas que acompañan a la práctica de esta devoción. El pueblo cristiano ha obtenido de ella beneficios tan grandes que las críticas de los modernistas, que hablan de “devocionismo” y de “sagradocorazonismo”, no han podido eliminar estos beneficios.

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Meditación: De lo que sucede al alma saliendo del cuerpo

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Para el primer miércoles de Adviento 

PUNTO I. Considera cómo sale sola el alma del cuerpo, y va por aquellas regiones no conocidas sin compañía alguna más que la de sus obras; de manera que aunque esté asistida en la muerte de religiosos parientes y amigos, al salir todos se queda sola, y ninguno la acompaña; y así como entramos solos en este mundo, solos saldremos de él, sin que haya diferencia del grande al pequeño, o del noble al plebeyo, ni del rico al pobre; cada uno irá acompañado de sus obras, las buenas para salvarse, y las malas para condenarse; y los ángeles buenos y malos los seguirán también, para asistir al juicio que ha de hacer Dios de su vida, y la cuenta que les ha de pedir de todas sus acciones. Saca de aquí cuanto te importa atesorar buenas y santas obras para aquel tiempo; y excusar las malas, porque no te sigan para condenarte, la devoción que debes tener con el Santo Ángel de tu Guarda, para que entonces te acompañe y ampare, defienda de todos tus enemigos, y ruégale que te encamine por la senda verdadera de tu salvación.

PUNTO II. Considera cómo luego, sin dar más plazos, va el alma al juicio de Dios a dar cuenta de toda su vida en su rectísimo tribunal (este juicio, según la mas común opinión, se hace en el mismo sitio y lugar a donde cada uno muere, o en otro cercano a él entre el cielo y la tierra). Contempla a Cristo en su tribunal como juez, y a tu alma con su esencia como reo; a los dos lados el Ángel de la guarda y el demonio más abajo, y que allí te piden cuenta menudísima de cuanto has dicho, pensado, imaginado, deseado y obrado en este mundo sin que te valgan excusas, ni llantos, ni ruegos, ni dolor de lo cometido, ni propósitos de enmienda en adelante: mira con atención qué responderás a Dios por tanto número de cargos como entonces te hará, de las gracias que te hizo, de las inspiraciones que te dio, de las ocasiones de ser santo, de lo que dejaste de hacer bueno, y de lo que hiciste malo, y de la tibieza y faltas que cometiste en las buenas obras, tan llenas de escoria que es necesario purificarlas con el fuego: acuérdate que San Bernardo dice de sí, que se halló alcanzado en la cuenta que Dios le pidió en un rapto; y si un tan gran Santo no tuvo qué responder a muchos de sus cargos, ¿qué será de ti en aquel tribunal? Y por tanto saca de esta meditación ajustar ahora con tiempo las cuentas de tu vida con Dios, y enmienda lo pasado, y pídele gracia y tiempo para corregir tu vida y disponerla para el Juicio.

PUNTO III. Considera la sentencia que dará Dios al bueno, y la que dará al malo: al bueno dirá: Alégrale, siervo fiel, y entra en el gozo de tu Señor a gozar el premio de tus merecimientos; y al malo lanzará en el infierno, diciéndole: Apártate de mí, maldito, a penar en el fuego eterno: mira como llegan los ángeles a llevar al bueno al cielo, y Cristo le pone a su lado, y ya con él triunfando al reino de su gloria, bañado del gozo por la dicha felicísima que ha alcanzado. ¡Oh que alegría tendrá por la penitencia que hizo, y por la limosna que dio, y por la obediencia y humildad y las demás virtudes que ejercito y dará por bien empleados todos los trabajos pasados por el gozo y felicidad presente!; y al contrario, el malo será luego arrebatado por los demonios de la presencia de Cristo y llevado y con inexplicable dolor a los tormentos eternos, lamentando su desgracia, y llorando sus engaños, y maldiciendo sus gustos y las pretensiones que tuvo en este siglo, con que granjeó las penas que padece. Saca de aquí grande temor de DIOS y propósitos firmísimos de vivir ajustadísimamente a su santa ley, de no cometer un pecado por todo el mundo y despreciarlo todo por el bien de tu alma, apartando de ti todo lo que te puede apartar de Dios.

PUNTO IV. Carga ahora la consideración sobre lo dicho en estas dos meditaciones, y contempla con atención cuán diferente muerte tendrán los justos y los pecadores, porque a los justos darán grande alabanza las buenas obras en que han gastado la vida, y esperan con su muerte heredar el reino eterno de la gloria, y los Ángeles los asistirán como al pobre y paciente Lázaro para llevarlos al cielo; y como se hallan desarraigados de la tierra, no tendrán la dificultad y sentimiento de dejarla, que tienen los pecadores, antes se consolarán viendo el fin de sus fatigas y el principio tan a la puerta de su descanso; y por el contrario los malos, que gastaron sus vidas en deleites, honras, riquezas y pasatiempos, como se hallan tan amigados en la tierra y barruntan el mal que les espera de su pleito, y ven a la puerta los tormentos eternos y a los verdugos gozosos para ejecutarlos en ellos, estarán angustiadísimos y morirán con dolores y rabias del corazón, empezando desde esta vida los tormentos que han de continuar en la otra. Por eso, dice el Espíritu Santo que es amarguísima la memoria de la muerte a los que tienen paz y concordia en sus riquezas. Supuesto lo cual, y que necesariamente has de morir y tener una de estas dos muertes, y que necesariamente ha de caber una de estas dos suertes, o ir al cielo o al infierno para siempre, saca de esta meditación desamigarse con tiempo de todo lo que te puede detener en este mundo, y vivir en él como peregrino y como ciudadano del cielo: muérete a él antes que mueras, y dispón tu vida de manera que tu muerte sea preciosa en el acatamiento del Señor.

Padre Alonso de Andrade, S.J

Tomado de:

adelantelafe.com

Del Adviento (Catecismo Mayor de San Pío X)

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1) ¿Por qué se llaman Adviento las cuatro semanas que preceden a la fiesta de Navidad?

— Las cuatro semanas que preceden a la fiesta de Navidad se llaman Adviento, que quiere decir advenimiento o venida, porque en este tiempo la Iglesia se dispone a celebrar dignamente la memoria de la primera venida de Jesucristo a este mundo con su nacimiento temporal.

2) ¿Qué propone la Santa Iglesia a nuestra consideración en el Adviento?

— La Santa Iglesia en el Adviento propone a nuestra consideración cuatro cosas:

a) las promesas que Dios había hecho de enviar al Mesías para nuestra salvación;

b) los deseos de los antiguos Padres que suspiraban por su venida;

c) la predicación de San Juan Bautista, que preparaba al pueblo para recibirlo exhortando a penitencia;

d) la última venida de Jesucristo en gloria a juzgar a vivos y muertos.

3) ¿Qué hemos de hacer en el Adviento para conformarnos con las intenciones de la Iglesia?

— Para conformarnos con las intenciones de la Iglesia en el Adviento hemos de hacer cinco cosas:

a) meditar con viva fe y con ardiente amor el gran beneficio de la Encarnación del Hijo de Dios;

b) reconocer nuestra miseria y la suma necesidad que tenemos de Jesucristo;

c) suplicarle venga a nacer y crecer espiritualmente en nosotros con su gracia;

d) prepararle el camino con obras de penitencia, especialmente frecuentando  los Santos Sacramentos;

e) pensar a menudo en su última espantosa venida, y a la vista de ella ajustar a su vida santísima la nuestra, a fin de tener parte en su gloria.

por San Miguel Arcángel

Tomado de:

adelantelafe.com

Clases de espiritualidad: Tratado sobre el pecado II

 

Clases de espiritualidad. Tema: “Tratado sobre el pecado II”. Padre Daniel Heenan. FSSP. Templo de Nuestra Señora del Pilar. Guadalajara, Jalisco, México. 26 de Noviembre del 2016.

Tomado de:

adelantelafe.com

Meditación De la Sentencia que pronunciará Cristo en el Juicio Universal

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Meditación para el Lunes de la primera semana de Adviento

Punto I. Contempla con los ojos del alma y mira como si lo tuvieras presente aquel dilatadísimo lugar lleno de hombres de todos los estados, que han concurrido al Juicio universal, y en medio de ellos a Cristo en su trono de majestad, y delante su Cruz Santísima más resplandeciente que el sol; como el peso fidelísimo de aquel recto tribunal, a la Reina de los ángeles a su lado, acompañada de coros de vírgenes y santas, a los santos y predestinados a la mano derecha, a los ángeles asistiendo al Soberano Juez como cortesanos suyos; y que habiéndose visto brevemente las causas de todos, la infinita Sabiduría y poder de Dios, pronunciará que sean allí publicadas por la sentencia en primer lugar en favor de los buenos, mirándoles con rostro amoroso y diciendo: “Venid, Benditos de mi Padre, a poseer el reino que está a aparejado para vosotros desde el principio del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer, etc.”. Donde has de ponderar la alegría que causará esta sentencia en los corazones de los predestinados, y los parabienes que les darán los ángeles y la honra y gloria en que se verán en presencia de todo aquel senado de los hombres que ha habido en todos los siglos del mundo, y cada uno será tan conocido de todos, como si él solo fuera juzgado aquel día, ordenándolo así la sabiduría divina para gloria de los buenos y tormento de los malos, los cuales rabiarán de envidia, y maldecirán su desventura, viéndose desechados y afrentados, aumentando su dolor la gloria de los bienaventurados; y pide al Señor gracia para vivir de tal suerte que seas de los escogidos, y no de los reprobados.

Punto II. Considera parte por parte y palabra por palabra el tenor de esta sentencia. Venid del trabajo y de la penitencia, y de la humildad y tribulación al descanso y a la honra y a la corona de la gloria. Benditos, porque ahora participareis de los los bienes deseables, cumpliéndose colmadamente todos vuestros deseos: de mi Padre, como hijos adoptivos suyos y herederos de su gloria: a poseer el reino, no a verle y gozarle por algún tiempo, como estuvo Adán en el Paraíso, sino a poseerle y tenerle como vuestro eternamente, porque os tiene aparejado desde el principio del mundo. ¡Oh Suerte dichosa y bienaventurada! ¿Qué trabajo o penitencia se puede imaginar, que no se pase con gusto en esta vida, por conseguir una dicha tal y sin fin en la otra? Saca de aquí propósitos firmísimos de hacer penitencia, y seguir con todas tus fuerzas las pisadas y ejemplos de los santos, para merecer después ser su compañero en el juicio y en la gloria.

Punto III. Considera que dada la sentencia en favor de los buenos, como está dicho, trocara Cristo su rostro, de apacible y amoroso en severísimo y espantoso; y mirando a los malos con ojos sañudos, hablándoles con voz terrible, y de furor, les dice: “Apartaos de mí, Malditos, al fuego eterno, que está aparejado para Satanás y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer, etc.” en que tienes mucho que pensar, así en el sentimiento que causará esta sentencia en sus corazones, que será dolorosísimo y terrible sobre cuanto se puede decir, como en el apartamiento de Cristo, en que los priva de su vista y compañía para siempre, y en la maldición que les echa, y con ella el colmo de todos los males y miserias que les pueden venir, y en el fuego a que los envía, en que cifró todos los géneros de tormentos que hay en el infierno, y en la compañía de los demonios, que es otro linaje de tormento no menor que los referidos; y últimamente en la duración de estas penas, que no es por número de años limitado, sino eterna y sin fin en término, para Siempre; carga la consideración sobre todo esto, y mira qué fin han tenido sus delicias, honras y opulencias, y como dio fin la farsa de este mundo, y empieza su tormento que nunca se acabará. Y qué dolor, y sentimiento tendrán entonces, viendo por cuan poco pudieron trocar su suerte en celestial y gloriosa, y por dar pasto a sus gustos y apetitos la perdieron; y saca firmísimos propósitos de procurarla tú ahora con todas tus fuerzas, y comprarla á cualquier precio por grande que parezca, y no dejes de ponderar con San Crisóstomo, que hace Cristo aquí mención de las obras de misericordia que se ejercitan con los prójimos, no porque haya de darles por ellas solas la gloria, sino porque son raíz de grandes bienes, por cuanto a los que las practican da el Señor muchas gracias y auxilios, con los cuales los va enderezando a la bienaventuranza, de que has de sacar grande afecto a esta virtud de la misericordia para que mediante ella merezcas la bendición de Cristo el día del Juicio.

Punto IV. Considera el remate de aquel juicio, en que dice Cristo, que pronunciada esta sentencia, irán los buenos a la vida eterna, los malos al suplicio eterno. Contempla como desde un lugar alto la procesión tan ordenada de aquella celestial congregación de ángeles y hombres vestidos de resplandor, coronadas las sienes con guirnaldas y coronas, con palmas en las manos, acompañando a Cristo que vuelve triunfador, cantándole motetes, y cánticos de alabanza: mira cómo se abren los cielos, y entra aquel triunfo en la gloria, para eterna felicidad, y son recibidos del Eterno Padre con inexplicable fiesta y alegría, y colocados en sus sillas para eterno descanso; y vuelve juntamente los ojos a los malaventurados, y mira cómo se abre la tierra, y descubre sus entrañas hasta e abismo, y de aquel volcán brotan furiosas llamas y espesísimo humo, que llega hasta el cielo, y luego cae aquella masa de los condenados de hombres y demonios, dando aullidos, voces y gemidos amarguísimos sin orden ni concierto, en eterna confusión: y mira como entran en aquel estrecho lugar lleno de hediondez y de tinieblas palpables, y se cierra como turquesa, apretándolos sin piedad y dejándolos sin esperanza de ver más la luz del sol, ni tener alivio en sus tormentos. Coteja un lugar con el otro, y la suerte de unos con la otra, y contempla despacio la diferencia que hay entre la de los predestinados y condenados, y mira lo que te conviene hacer ahora para alcanzar aquella, y no caer con esta; y habiendo pensado esto despacio, da un paso más adelante y vuelve de allí a ocho días á mirar el mundo cómo está en su soledad cubierto de ceniza en profundo silencio sin alma viviente, el cielo cerrado con sus dichosos moradores, la tierra asimismo cerrada  y en su vientre el infierno con todos los condenados y una losa de mil leguas encima, y que así ha de perseverar eternamente: mira qué se hicieron los imperios y las grandezas y noblezas y los altos linajes y las opulencias de los poderosos; todo pasó como sombra , y este es el mundo que tanto brilla en los ojos de los mortales. ¡Oh Señor, y qué engaño y que locura ha ocupado el corazón humano! Dadme vuestra gracia para que siga la verdad y lo desprecie todo por serviros y gozaros eternamente en vuestra gloria.

Padre Alonso de Andrade, S.J

Tomado de:

adelantelafe.com

Meditación Del Juicio Universal

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Primera semana de Adviento

Deseando Cristo nuestro Señor, como dice San Gregorio, hallarnos dispuestos para su venida, nos despierta y previene con la memoria y temor de su juicio, y de la cuenta tan estrecha que ha de pedir en aquel día a todos los hombres de sus vidas, para que el temor de aquel día nos refrene para no ofenderle, y avive el entendimiento, y fervorice la voluntad para servirle, y disponernos en esta primera venida, en que viene a visitarnos tan manso y humilde, para que le recibamos dignamente, y siguiendo ahora sus pisadas, no experimentemos después la terribilidad de su juicio, y por esta misma causa nos le predica la Iglesia en el principio de Adviento, y con el mismo intento pondré en el principio de este libro las meditaciones que pertenecen no solo al juicio final, sino a todas las postrimerías del hombre, para mover su voluntad al temor santo de Dios y al dolor de los pecados y enmienda de toda la vida, que es el primer paso que debe dar en la vida espiritual, y el arado, como dice San Pedro Crisólogo, con que se han de arrancar los cardos y espinas de los pecados, y limpiarse la tierra de nuestras conciencias de las malezas delos vicios, para que reciba y fructifique en ella la semilla de la palabra divina.

MEDITACION I

Para el primer domingo de Adviento

PUNTO PRIMERO. Considera las señales espantosas que precederán a este día último y final del mundo, como preceden en los hombres cuando se llega a su fin, hallándose cercanos a la muerte, las cuales, dice Cristo, que serán tales, que los hombres se quedaran secos y pasmados de puro temor, porque los mismos cielos se turbaran y perderán su curso, y el orden y concierto que han guardado hasta entonces, y desconcentrado aquel reloj, por el cual se rige y gobierna todo el mundo, el también se desconcentrará, y los elementos sintiendo su fin se alterarán, batallando entre si terriblemente, el mar se embravecerá rompiendo sus lindes, y saliendo furiosamente de sus términos, sumirá en su abismo a cuantos en aquella ocasión le navegaren, los aires bramaran horriblemente y con tan gran furor, que trastornaran los montes, y sepultaran las ciudades; la tierra temblará y abrirá sus entrañas por muchas partes, y sepultará vivos a los hombres, y arruinará todos  sus edificios, y las fieras buscarán los poblados, y los hombres las cuevas de los brutos y fieras para guarecerse en ellas y ninguno hallarán seguridad; las estrellas se desencajarán de los cielos y caerán sobre la tierra, como cuando se sacude un árbol y cae la fruta en el suelo; y últimamente el fuego contra su propio natural caerá de su región, y abrasará toda la tierra, y cuanto la hermoseaba y había de valor en ella, dejándola por todos partes cubierta de funesta cenizas. Considera que tal será el día, cuando su víspera es tan espantosa y tremenda y que sentirán los hombres que se hallaren vivos en aquel tiempo, y que sentirás tú, que con un trueno de las nubes te cubres de temblor y temor? Contempla el mundo desnudo de esta apariencia, y manifestando lo que encierra en su seno, que todo es un poco de polvo y cenizas, mira en que pararon sus honras, sus dignidades, sus riquezas, sus delicias, sus ciudades, jardines y paraísos, y aprende a despreciar  lo que vale tan poco, y apreciar solamente lo entero y verdadero, que nunca se ha de acabar.

PUNTO II. Considera que, estando el mundo en este silencio, acabada la farsa que ahora se representa, y vuelto a su primera desnudez, asomara por lo alto un arcángel, como dice el apóstol San Pablo[1],y dará una voz como la trompeta, llamando a todos los hombres a juicio, la cual será tan poderosa, que por virtud divina resucitará a todos los difuntos, juntando sus cuerpos y uniendolos con sus almas en un momento, en que los congregará en el valle de Josafat; no mires esto como muy distante, sino como si ahora sucediera y lo vieras, y hallarás presente a todo, pues infaliblemente has de ser uno de los que han de oír aquella voz, y levantarse de los sepulcro para ir a juicio; mira cuan solos se levantan los que andaban acá muy acompañados, como acabada esta comedia, todos son iguales, como ya no hay riquezas, ni deleites, ni poderíos, ni posesiones, ni grandezas, ni diferencias alguna entre noble y el plebeyo, ni entre el amo y el criado, como solo les acompañan sus obras y las que quisieran haber hecho entonces, mira cómo se levantarán los malos, feos, tristes, miserables, pobres y sin remedio, atiende a sus llantos y a la penitencia que hicieras, si les fuera concebida una hora de tiempo de cuantas ahora gastan vanamente, y luego vuelve los ojos a los buenos, y míralos salir de los sepulcros, hermosos como el sol, bañados de gozo y alegría, dándose mil parabienes por la penitencia que hicieron en este siglo, y las buenas obras en que emplearon los días de su vida, y pues necesariamente has de ser de uno de los dos gremios, logra el tiempo que Dios te concede, y resuélvete en su acatamiento a dejar la vida ancha, que lleva a la perdición, y abrazar con todas tus fueras la estrecha, que es el camino de la vida eterna y verdadera.

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El Juicio particular

Una meditación para cambiar tu vida

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(debe meditarse tras cada …)

Composición de lugar. Mírate delante del juez como reo cargado de cadenas.

Petición. ¡Oh Jesús! Cuando vengas a juzgarme, no quieras condenarme.

Punto primero. No sería cosa tan terrible, hija mía el morir, si después no viniese el juicio que todos habéis de sufrir: juicio rigurosísimo, porque el Juez será sapientísimo…; todo lo ha visto y ha oído, todo lo sabe: tus palabras, tus obras, tus pensamientos y deseos más íntimos y ocultos… Puedes engañar y encubrir tus cosas al Confesor, a tus padres, a tus amigas…; pero no a Jesucristo, Dios y Señor de tu alma, que te ha de juzgar, quieras que no.

El Juez es rectísimo… No podrás hacerle torcer con halagos, con promesas, con lágrimas… arrepentimiento… Pasó ya el tiempo de la misericordia…

Es santísimo… aborrece con odio infinito el pecado, y tiene infinito poder para castigarlo… ¡Oh infeliz de mí, que tantos pecados he hecho, y no sé si se me han perdonados! ¡Oh Jesús mío! ¿serás para mí Jesús o Juez?… ¡Cuando vengas, oh Jesús mío, a juzgarme, no quieras condenarme!

Punto segundo. El examen será rigurosísimo… Pensamientos, palabras ociosas, obras, distracciones, vanidades de que ahora no haces caso, todo se pesará en la balanza de la Divina Justicia… El mal que has hecho, lo poco bueno, y aun las imperfecciones con que lo has hecho, el bien que has dejado de hacer…; las gracias, las inspiraciones, todos los beneficios naturales y sobrenaturales que no has sabido agradecer…; de todo se te pedirá estrecha cuenta… ¡Dios mío! ¡pecadora de mí! ¿Quién se salvará, pues, si el justo apenas podrá subsistir en tu presencia? ¡Cuando vengas, oh Jesús mío, a juzgarme, no quieras condenarme!

Punto tercero. ¿Qué sentencia te tocará, hija mía? Una de dos: ¡Ven, bendita! o ¡Vete maldita!… ¡Dios mío! ¿y no hay remedio? ¿no hay otra alternativa? ¿Seré vuestra hija bendita eternamente, o réproba sempiterna?…Si ahora murieras, ¿qué sentencia oirías?… Examina… y propón…

Porque será irrevocable entonces; y, reflexiónalo bien, Jesucristo no hará sino ratificar la sentencia que tu te escribes ahora con tu vida, y rubricarás con tu muerte… En tu mano está…; de ti depende el oírla favorable… Y puede ser que hoy, en este mismo instante, Dios te llame a este juicio… ¿Qué haces, pues? ¿Qué debes hacer? Resuelve ahora mismo, y conviértete a tu Jesús, que es tu Salvador.

Oh María, Madre de misericordia, sed en aquella hora mi abogada… Padre mío San José, protector de los moribundos, alcanzarme muerte feliz… Santa Madre Teresa de Jesús, haced que Jesús me mire con amorosos ojos al ir yo a su presencia… Oh Jesús, que ahora eres mi Salvador y un día has de ser mi Juez: por María, por José, por Teresa de Jesús, cuando vengas a juzgarme, no quieras condenarme. Sálvame.

Padre nuestro y la Oración final.

Fruto. Haré examen todos los días por la noche, de mis pecados, y pediré perdón a Dios de todo mi corazón, diciendo el acto de contrición, y confesándome cuanto antes pueda si por desgracia cometo un pecado mortal. Siempre que me confiese, que será a lo menos una vez al mes, haré cuenta que me presento a juicio, para hacer con fruto mi confesión.

San Enrique de Ossó
Cuarto de Hora de Oración

Tomado de:

adelantelafe.com

Necesidad de la vestidura nupcial para no cometer sacrilegio en la comunión

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Discípulo. — Haga el favor, Padre, de explicarme la parábola de los invitados a las bodas, y de lo que sucedió con el que no llevaba el vestido nupcial.

Maestro. — Con mucho gusto. Escucha pues, con atención.

Narra el Santo Evangelio que un rey quiso celebrar con la mayor solemnidad la boda de su hijo, y preparó una gran cena, invitando a ella a sus parientes y amigos.

Muchos presentaron sus excusas y evadieron la invitación, en vista de lo cual el rey ordenó a sus criados fueran por las plazas y por las calles de la ciudad e invitaran a cuantos encontrasen.

Llena ya la sala y ocupados todos los puestos, revistó a todos los convidados, y, al ver a uno que no llevaba el vestido de boda, le dijo:“Amigo, ¿cómo has venido sin el vestido o traje de boda?” Y acto seguido, dirigiéndose a los criados, les dijo: “Llevadlo, atadlo y metedle en el calabozo”.

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¿Quiénes son los que traicionan a Jesucristo?

(sobre los que comulgan indebidamente)

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Discípulo. – Dígame, Padre, ¿quiénes son los que tan cruelmente traicionan a Jesucristo?

Maestro. – Son, en general los que con facilidad tratan con malos compañeros, los que leen malos libros, los que contraen malas costumbres, los que se confiesan mal.

D- Luego, lo mismo que en la confesión, ¿lo del demonio mudo, o sea el demonio de la impureza?

M- Esto mismo, precisamente. Volvemos al mismo tema. Siempre ha sido la impureza el demonio que arrastra a las peores consecuencias.

Los deshonestos se ven cegados por sus bajas pasiones. Ya no ven más la presencia de Dios, no oyen a Dios, que les amonesta; no escuchan su voz que les llama y dulcemente les invita al perdón; jamás se avergüenzan de su triste y desgraciada situación; únicamente buscan la manera de ocultarse, de burlar la presencia de Dios como burlan los niños la vigilancia de la madre y los ladrones la de la justicia. Peor aún, porque los sacrílegos se sirven de la comunión para engañarse a sí mismos y a los demás.

D- Miserables, ¡qué remordimiento tendrán!

M-Remordimiento horroroso, a los que poco a poco se habitúan, viviendo con la esperanza frustrada, porque ellos mismos se consideran sin fuerzas para levantarse y cortar por lo sano.

D- Y entonces, ¿qué sucede?

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El milagro de la transubstanciación

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Cada vez que el sacerdote católico celebra el Santo Sacrificio de la Misa, ve la Sangre de Jesús en el cáliz y acaricia su verdadero Cuerpo, y esto no es suposición, ya que es dogma de fe que tras la pronunciación de las palabras de la consagración el pan que está sobre el altar y que el sacerdote lo ve y lo toca se convierte en verdadero Cuerpo de Jesús, nada de suposiciones, sino absoluta certeza.

Al pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración, tiene lugar la misteriosa transubstanciación.

En la Eucaristía se hallan verdadera, real y sustancialmente presentes el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo (de fe divina expresamente definida).

Desde los orígenes mismos de la Iglesia, se dieron doctrinas heréticas opuestas a esa verdad de fe. Partiendo del supuesto de que Cristo tuvo tan sólo un cuerpo aparente, los docetas y las sectas gnósticomaniqueas negaron la presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo en la eucaristía.

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Motivos para recibir la Comunión en la lengua y de rodillas

(Mons. Schneider)

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Conferencia de Mons. Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, y Obispo titular de Celerina

La auténtica renovación y reforma de la vida de la Iglesia tiene que empezar por la renovación de la liturgia, es decir mediante la profundización de la devoción y el temor de Dios en los ritos litúrgicos. Tal renovación de la sagrada liturgia es la expresión más importante del “aggiornamento“, que el Beato Papa Juan XXIII tanto deseaba. San Josemaría Escrivá explicó la palabra “Aggiornamento” muy correctamente de esta manera: “[A]ggiornamento significa sobre todo la fidelidad. . . . la fidelidad delicada, operativa y constante [ … ] es la mejor defensa contra la vejez del espíritu, la aridez del corazón y la inflexibilidad mental. . . . Sería por lo menos superficial pensar que el aggiornamento consiste principalmente en el cambio” (Conversaciones con Mons.Escrivá de Balaguer, ed. José Luis Illanes, Madrid 2012, pp 152-153). Por tanto, el Concilio Vaticano II dedicó su primer documento a la sagrada liturgia. Entre los principios de la reforma de la liturgia se pueden señalar los tres siguientes:

  1. Que los ritos puedan expresar más claramente su orientación a Dios, al Cielo y a la contemplación (Sacrosanctum Concilium, 2 y 8).

  1. Que la santidad de los textos y los ritos pueda expresarse con mayor claridad (Sacrosanctum Concilium, 21).

  1. Que no debería haber innovaciones, a menos que se conecten orgánicamente con la formas existentes y a menos que traigan auténtica utilidad espiritual (Sacrosanctum Concilium, 23).

La manera en que los fieles reciban la Sagrada Comunión muestra si la Sagrada Comunión es para ellos no sólo la realidad más sagrada, sino la más amada y ven en ella a la Persona más sagrada. La recepción del Cuerpo de Cristo exige, por tanto, fe profunda y pureza de corazón, y al mismo tiempo gestos inequívocos de adoración. Esta fue la característica constante de los Católicos de todas las edades, comenzando por los primeros Cristianos, desde los Cristianos en la época de la Padres de la Iglesia hasta los tiempos de nuestros abuelos y padres. Incluso en los primeros siglos, cuando en algunos lugares la Sagrada Hostia era depositada por el sacerdote en la palma de la mano derecha, o en un tela blanca que cubría la mano derecha de las mujeres, no se permitía a los fieles durante la Santa Misa tocar el pan consagrado con sus dedos. El Espíritu Santo guió a la Iglesia instruyéndola más profundamente sobre la manera de tratar la santa humanidad de Cristo en la Santa Comunión. La Iglesia Romana en el siglo 6 º distribuye la sagrada Hostia directamente en la boca, tal como se testifica en una obra del Papa Gregorio Magno (cf. Dial., 3). En la Edad Media los fieles comenzaron a recibir el Cuerpo de Cristo de rodillas, en una expresión más clara exteriormente de adoración (cf. San Columbano, Regula coenobialis, 9).

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Los castigos que Dios manda a los que lo abandonan

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En los últimos días varios sismos han devastado extensas zonas de Italia, el mayor de éstos se verificó en las regiones de Umbría y Las Marcas, al centro del mismo, y este 6 de noviembre de 2016, un tornado afectó las afueras de la Ciudad Eterna.

Recientemente también, el Padre Giovanni Cavalcoli O.P., que participaba en un programa de Radio María italiana, fue consultado por un radioescucha respecto de si las catástrofes naturales como el terremoto pueden ser consecuencia de un pueblo y de un legislador que hace leyes como las uniones del mismo sexo, aprobadas recientemente en Italia y que calificó de contrarias a Dios, el teólogo respondió: Se tiene la impresión de que estas ofensas a la ley divina, pensad en la dignidad de la familia, del matrimonio, de la unión sexual, hacen pensar que estamos ante, llamémoslo castigo divino.

Consecuentemente Radio María de Italia anunció la supresión inmediata del programa mensual del sacerdote, debido a que considera que sus afirmaciones sobre los seísmos como castigos divinos «no están en línea con el anuncio de la misericordia, que es la esencia del Cristianismo y de la acción pastoral del papa Francisco».

El eminente dominico, se ha ratificado en una entrevista para La Fede Quotidiana: «Creo y confirmo todo lo que dije. En todo caso deberían excusarse con los católicos aquellos que recientemente han reevaluado, creando confusión, a Lutero que puede haber hecho cosas buenas, pero es un herético. Soy dominico serio y de columna vertebral derecha, no un adulador».

Es doctrina de la Iglesia, que todas las calamidades que puedan conducir a los pueblos a la reflexión sirven para el cumplimiento de los planes de Dios.[1]

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La Santa Misa, misterio de Fe

Para ver el VIDEO clic sobre la imagen

Charla 1

Esta es la primera charla de una Misión dada por el Rev. P. Michael Rodríguez en noviembre 2015. La Misión es una introducción a la Misa Tradicional en Latín, y presenta principios teológicos básicos de la Santa Misa que son esenciales para entender bien lo que es la Santa Misa y como participar conscientemente y activamente en ella.

Conferencias de una Misión dada en Nicaragua
Tema: La Misa Tradicional es un Gran Misterio de Fey y el vínculo principal para fielmente transmitir a la Fe.

Explicación: Esta misión fue dirigida a aquellos feligreses que no están familiarizados con la Misa Tradicional, ya que la parroquia donde el Padre habló no tenía ninguna Misa Tradicional. La mayoría de las personas que asistieron a la Misa estaban asistiendo a la Misa Tradicional por primera vez. Sin embargo, estas pláticas pueden servir como una gran catequesis y fortalecimiento de la fe para aquellos que ya han ido a la Misa Tradicional por muchos años.

Testimonio: “Yo tengo diez años yendo a la Misa Tradicional y voy a la Misa entre semana. Mi participación en la Misa ha sido mucho más orante y fructífera esta semana debido a lo que escuché en está misión.”

Sinopsis: Temas que se tratan en esta misión incluyen:
[1] La ley de oración es la ley de lo que se cree.
[2] En la Santa Misa, los signos visibles de religión y piedad nos llevan a la contemplación de las altísimas realidades que están ocultas en el Sacrificio.
[3] En la Santa Misa, estamos en la presencia del poder, grandeza, santidad, inmensidad, bondad, y amor de Dios.
[4] La Santa Misa es el Sacrificio de Cristo.
[5] En el Sacrificio de la Misa y en el Sacrificio de la Cruz, el Sacrificio y el Sacerdote principal que sacrifica son idénticos; únicamente la forma del ofrecimiento es diferente.
[6] El Cuerpo y la Sangre de Cristo junto con Su Alma y Su Divinidad están verdaderamente presentes en la Eucaristía.

 

PADRE MICHAEL RODRÍGUEZ

Sacerdote diocesano de la Diócesis de El Paso, Texas, U.S.A. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre, 1996. Desde septiembre de 2011, el P. Rodríguez ha ofrecido exclusivamente la Misa Tradicional en Latín. Debido a esto, su obispo rehúsa darle un cargo pastoral desde hace casi dos años. El P. Rodríguez está totalmente comprometido al apostolado de restaurar el culto y la doctrina de la Santa Madre Iglesia.

 

Tomado de:

JMJ  HF  PRODUCTIONS

El Evangelio explicado: Segúnda multiplicación de los panes

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Una producción de Radio Cristiandad

Para oír el AUDIO clic sobre la imagen

Francisco y el curioso milagro de la “no multiplicación” de los panes …

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Probablemente, muchos de nuestros lectores recibieron sus clases de catecismo en los movidos años 70 y, cierto día, abrieron como platos sus pequeños ojos, escandalizados al oír que el milagro evangélico de la multiplicación de los panes no pasaba de una metáfora para simbolizar el poder de compartir con los demás. Era un tiempo en el que valía todo… y muchas inocencias se perdieron…

En sentido contrario a tales imaginaciones, este milagro es, en la primera de las dos veces que fue realizado, el único contado por los cuatro evangelistas. Por esa razón, no es difícil formar un cuadro bastante completo de las circunstancias que lo rodearon. Por conocer, conocimos hasta la cualidad de los panes y su procedencia exacta: eran de cebada, y fueron proveídos por un muchacho, según nos cuenta San Juan. En los cuatro Evangelios consta cuidadosamente el número de los beneficiados: más o menos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Por lo tanto, un milagro comprobado por una multitud de testigos, que sintieron hambre, sabían que no tenían nada que comer, pero se saciaron de panes y peces y, además, pudieron comprobar la realidad del milagro con las sobras recogidas por los discípulos.

Lo mismo ocurre con la segunda multiplicación, narrada en los sinópticos. Esta vez, con siete panes y algunos pececillos, Jesús dio de comer a unas cuatro mil personas.

Ante esa narración tan clara, ¿sería lícito para un católico dudar del poder de Cristo? El mismo que caminó sobre las aguas y convirtió el agua en vino ¿no tendría poder para multiplicar los panes e incluso para sacarlos de la nada?

Tal como ocurrió con los que buscaban a Jesús ansiosos por aprender su doctrina, a nosotros la Iglesia nos transmite una enseñanza muy firme y accesible a propósito del poder divino de nuestro Redentor, de esos episodios específicos y de cómo deben ser interpretados los demás hechos narrados en el Evangelio. Entra a Ortodoxia Católica →

Un Evangelio distinto I

«Me maravillo de que tan pronto os apartéis del que os llamó por la gracia de Cristo, y os paséis a otro Evangelio. Y no es que haya otro Evangelio, sino es que hay quienes os perturban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. Pero, aún cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado sea anatema. Lo dijimos ya, y ahora vuelvo a decirlo: Si alguno os predica un Evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema».

San Pablo a los Gálatas I, 6-9.

 

“No es verdad que Jesús multiplicó los panes y los peces. No es magia, es un “signo”. Y una parábola.”

Probablemente, muchos de nuestros lectores recibieron sus clases de catecismo en los movidos años 70 y, cierto día, abrieron como platos sus pequeños ojos, escandalizados al oír que el milagro evangélico de la multiplicación de los panes no pasaba de una metáfora para simbolizar el poder de compartir con los demás. Era un tiempo en el que valía todo… y muchas inocencias se perdieron…

En sentido contrario a tales imaginaciones, este milagro es, en la primera de las dos veces que fue realizado, el único contado por los cuatro evangelistas. Por esa razón, no es difícil formar un cuadro bastante completo de las circunstancias que lo rodearon. Por conocer, conocimos hasta la cualidad de los panes y su procedencia exacta: eran de cebada, y fueron proveídos por un muchacho, según nos cuenta San Juan. En los cuatro Evangelios consta cuidadosamente el número de los beneficiados: más o menos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Por lo tanto, un milagro comprobado por una multitud de testigos, que sintieron hambre, sabían que no tenían nada que comer, pero se saciaron de panes y peces y, además, pudieron comprobar la realidad del milagro con las sobras recogidas por los discípulos.

Lo mismo ocurre con la segunda multiplicación, narrada en los sinópticos. Esta vez, con siete panes y algunos pececillos, Jesús dio de comer a unas cuatro mil personas.

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¿Cuál es la Iglesia verdadera?

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 Profundizando en nuestra fe – Capítulo 11

Una “verdad” relativa y sinfónica

Desde que en el siglo XVII el filósofo Descartes introdujera que el pensamiento es anterior e independiente de la verdad objetiva (“Cogito ergo sum”) y posteriormente la filosofía profundizara en este nuevo modo de pensar con la filosofía de tipo idealista de Kant, Hegel…; y más tarde estas nuevas “intuiciones” se aplicaran a la teología de corte modernista, el concepto de “verdad” cayó en el relativismo, y los dogmas y las verdades absolutas fueron en gran parte desechados, entre la filosofía y la teología primero, y después incluso, en el modo común de pensar del hombre de la calle.

Ya no se habla de “la verdad” en oposición a la mentira, sino de “mi verdad” en oposición a “tu verdad”. Una verdad que se ha hecho “sinfónica”; como si fuera un a modo de la suma de “verdades” en las que a veces no se pone objeción sin son opuestas entre sí. El principio filosófico de no contradicción[1] ha caído en el olvido y ahora se le puede dar la razón a todo el mundo aunque defiendan proposiciones que son de suyo opuestas.

La opinión se ha transformado en “dogma”, y los auténticos dogmas, han perdido todo su valor para quedar reducidos a un mero punto de vista u opinión personal.

Este modo de pensar, que se aleja de toda lógica y del sentido común, se ha ido extendiendo como cáncer en todos los ámbitos del pensar y de la vida humana. Ahora se decide si algo es bueno o malo según el número de votos que tenga en una encuesta. Los políticos son unos expertos en esta materia, pues hoy pueden defender una tesis y mañana la totalmente opuesta sin experimentar el menor rubor.

Establecidas las bases de este nuevo modo de pensar, ahora quizás entenderemos un poco mejor la corriente teológica actual en la que se tiende a suprimir los dogmas, las verdades para siempre.., y se defiende en cambio una verdad de corte historicista y cambiante, según los vientos que corren en cada momento. No es pues extraño ver a “eminentes teólogos y jerarcas” de la Iglesia defender proposiciones que no hace mucho tiempo estaban condenadas como heréticas por los concilios y el magisterio anterior. Y lo peor de todo es que, como los aires que corren están a favor de ese modo de pensar, pocos son los que levantan su voz en contra de estas “nuevas verdades” y defienden la verdad de siempre. Sigue leyendo

El demonio quiere nuestra alma

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Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistirle firmes en la fe. (1 Pe. 5, 8-9)

Queridos hermanos, quizá recuerden, los más mayores, aquellos devotos devocionarios para niños y jóvenes donde aparecía el dibujo de un  joven con un angelito a la altura de su oído derecho y un diablillo en su oído izquierdo. Con este dibujo queda reflejado una gran enseñanza y una verdad, la tentación es constante del diablo al mismo tiempo que el Señor nos indica el verdadero camino de la santidad.

El demonio no cesa de conspirar contra el alma, no cesa en su intento de perder al alma, de desviarla del camino de la virtud. Ya no se les enseña a los niños en las catequesis la existencia del demonio y cómo combatirlo; tampoco se escucha en las homilías la importancia de saber protegerse de las insidias del maligno; ni en los seminarios se forman debidamente a los futuros sacerdotes sobre la existencia deldemonio, de sus tentaciones y argucias y de cómo reconocerle y combatirlo.

Si bien hay circunstancias claras en que el alma es tentada para caer en un pecado mortal, hay muchas otras más en que sin darse cuenta el alma cae en las redes delmaligno que cuidadosamente la aparta de la vida de oración y sacramentos. Sigue leyendo

La Cruz y el Misterio del dolor I

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Un texto del Evangelio de San Lucas narra cómo Jesucristo anuncia a sus apóstoles, en el camino hacia Jerusalén, el misterio de su Muerte en la Cruz:

—Mirad, subimos a Jerusalén, donde se cumplirán todas las cosas que han sido escritas por los Profetas acerca del Hijo del Hombre: será entregado a los gentiles y se burlarán de él, será insultado y escupido, y después de azotarlo lo matarán, y al tercer día resucitará.[1]

Según el texto, los discípulos no entendieron nada de lo que les decía porque tal lenguaje les resultaba incomprensible. En un pasaje paralelo de San Marcos, Pedro llama aparte a Jesús para reprenderlo acerca de ese tema. Cosa que provoca por parte de este último una fuerte reacción, en la que se vuelve de cara a los discípulos e increpa duramente a Pedro:

—¡Apártate de mí, Satanás!, porque no entiendes las cosas de Dios, sino las de los hombres.[2]

Y efectivamente, porque el Misterio de la Cruz, del que ya dijo San Pablo que era escándalo para los judíos y locura para los gentiles,[3] fue siempre un abismo de incomprensión para los hombres y sigue siéndolo hasta el día de hoy. Es cierto que a cualquier cristiano, discípulo de Jesucristo, le resulta difícil admitir que el Hijo de Dios terminara su misión terrena en el aparente fracaso del patíbulo de la Cruz.

Pero no entender el Misterio de la Cruz conduce necesariamente a no entender tampoco el misterio del dolor y del sufrimiento. Cosa que ocurre cuando el cristiano se aparta —del modo que sea— de la fidelidad, del amor y, en definitiva, de la Persona de Jesucristo. Sigue leyendo

Sentido de la muerte cristiana III

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Dos posiciones diferentes: Los hombres ante la Muerte o Jesús ante la Muerte

Salvo que estén imbuidos del espíritu de Jesucristo, resulta imposible para los hombres dejar de adoptar una postura fatalista ante la Muerte. La Muerte es para ellos el final inevitable, la suma de todas las desgracias y el mayor de todos los infortunios. La mayor parte de las veces no saben reaccionar ante ella sino con el dolor y el llanto, rayanos con frecuencia en la desesperación.

Y apenas nadie cae en la cuenta del hecho de que la muerte, si bien siempre tuvo el carácter de castigo por causa del pecado, fue definitivamente vencida y cambiada su condición de punición por la de gloria. A pesar de lo cual sigue teniendo para la paganía el carácter exclusivo de castigo, si bien ahora bajo un doble concepto. Pues ya no es meramente un castigo, sino castigo que se niega a ser redimido ni a renunciar a su condición de ser objeto de una maldición.

De tal manera que la Muerte, que antes de Cristo era efectivamente merecedora de dolor y de lágrimas, después de que los hombres han rechazado la Salvación que Él vino a proporcionarles, ha adquirido un nuevo carácter añadido de desesperación y de maldición para aquellos que la sufren, bien sea directa o indirectamente.

Y es que los hombres se han empeñado en vivir dentro del absurdo. Pues ya hemos dicho que no han querido enterarse de que la Muerte ya había sido definitivamente vencida:

—¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria?[1] Sigue leyendo

Sentido de la muerte cristiana II

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La hija de Jairo

La narración de la resurrección de la hija de Jairo, relatada por los tres sinópticos, contiene dos detalles peculiares que no aparecen en las restantes crónicas de los milagros de la misma índole realizados por Jesucristo. Aparentemente circunstanciales y sin importancia, son sin embargo pormenores dignos de atención cuando se los examina mas detenidamente, como suele ocurrir con frecuencia con otros episodios evangélicos.

El primero lo narra solamente San Marcos, que es el que hace notar la reconvención dirigida por Jesucristo al gentío que se había reunido en la casa del duelo:

—¿Por qué alborotáis y estáis llorando?

En cuanto al segundo, son los tres sinópticos los que cuentan las extrañas e insólitas palabras de Jesús que provocaron las risas y las burlas de la gente:

—La niña no está muerta, sino que está dormida.


(a) Una algarabía desatinada

Es evidente que la reprensión de Jesús a la gente, a causa del alboroto —¿Por qué alborotáis y estáis llorando?— contiene la advertencia implícita de que lo que se estaba haciendo carecía de sentido.

Y efectivamente así era, aunque haya que tener en cuenta que los hombres realizan a menudo cosas sin sentido cuando creen que no pueden actuar de otra manera, o bien cuando piensan que así les conviene; aunque luego nunca sepan explicar sus modos de comportamiento. En esta ocasión la algarabía estaba producida por un conjunto de llantos (sinceros, o pagados en el caso de las plañideras), de gritos y de pésames (en mayor o menor grado de sinceridad), y el acompañamiento de músicos junto al concurso de gente formado por amigos y vecinos. Es imposible saber cuál fue el momento, a lo largo de la Historia del hombre sobre la Tierra, en que al dolor profundo por la muerte de un ser querido se fue añadiendo paulatinamente el acompañamiento de bullicios y hasta de celebraciones.

Todo lo cual viene a ser, en definitiva, la expresión más clara del asombro y la consternación experimentados por el hombre ante el hecho, inexplicable e incomprensible, de la muerte y de las causas que la producen. ¿Por qué necesariamente ha de acabarse la vida de un ser humano? Y lo que es más pavoroso todavía: ¿Qué es lo que hay más allá de la muerte? Pues es de notar, acerca de este último punto, que los hombres, lo confiesen o no e incluso aunque muy a menudo lo nieguen insistentemente, nunca han podido desterrar el pensamiento de queefectivamente existe algo al otro lado de este misterio. Sigue leyendo

Sentido de la muerte cristiana

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Dime, Amado de mi alma

dónde pastoreas, dónde sesteas al mediodía…

(Ca 1:7)

 

Resurrección del hijo de la viuda de Naín

La resurrección del hijo de la viuda de Naín, narrada por el evangelista San Lucas, es un conmovedor episodio milagroso llevado a cabo por Jesucristo.

Siguiendo la letra del texto evangélico no es difícil imaginar el escenario. Jesús llega hasta la entrada del villorio, seguido como siempre de una gran muchedumbre, justo en el momento en que el cortejo fúnebre se dirige al lugar del enterramiento. El cadáver era el de un adolescente hijo único de su madre viuda, y era transportado seguramente sobre unas angarillas envuelto en un sudario. La infeliz mujer lloraba amargamente detrás del cadáver, a la que seguirían probablemente las plañideras y los músicos, según las costumbres de los ritos funerarios de la época. Tras el cortejo, parientes, conocidos y los habitantes del pueblo, tal como suele ocurrir en los lugares de muy poca población.

Es entonces cuando Jesús, que llegaba al pueblo acompañado de sus seguidores, se encuentra frente a la comitiva fúnebre que salía. Añade el texto que al percatarse de la mujer que sollozaba tras el cadáver, al instante se compadeció de ella.

Se produciría un gran silencio cuando Jesús se dirigió hacia la desconsolada viuda que acababa de perder a su único hijo, mientras que un ambiente de respetuosa expectación se extendería sobre la muchedumbre. Entonces pronunció Jesús unas cortas y consoladoras palabras cuando la mujer lo contemplaba con extrañeza y asombro:

—No llores.

Se dirigió a continuación hasta el cadáver y los que lo llevaban se detuvieron. El estilo esquemático y compendioso propio de los Evangelios no añade aquí otros pormenores accidentales. Pero es evidente que el suceso retrata el momento solemne del enfrentamiento, que tuvo lugar cara a cara, entre la Muerte y Aquél que dijo de Sí mismo Yo soy la Vida.[1] Sigue leyendo

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

Dios Trino

En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, el darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor santo, Padre omnipotente, Dios eterno.

Que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor; no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola substancia.
Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo, y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. Confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia y la igualdad en la Majestad. La que alaban Ángeles y Arcángeles, Querubines y Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz:
 
¡Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos! Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

MISAL DIARIO Y VISPERAL

Por Dom. Gaspar Lefebvre O.S.B.  De la Abadía de S. Andrés (Brujas, Bélgica)

Traducción Castellana y Adaptación del Rdo. P. Germán Prado Monje Benedictino de Silos (España) 

Año de Edición: 1946

Fuente Primaria e Indispensable del Verdadero Espíritu Cristiano (Pío X).

 

¿Cuál es la religión verdadera?

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36.- LA ÚNICA RELIGIÓN VERDADERA ES LA DE JESUCRISTO.

 

36,1.-La palabra «religión» viene de la palabra latina «religare», que significa «atar fuertemente».

Por eso la religión es el lazo que une al hombre con Dios1.

El camino para llegar a Dios es el que Él mismo nos ha señalado revelándonos una religión.

La religión verdadera sólo puede ser una, pues las religiones se contradicen entre sí, y la verdad sólo puede estar en uno de los dos campos: si sobre un punto concreto, y desde un mismo punto de vista, unos dicen que sí y otros que no, no pueden los dos tener la razón al mismo tiempo.

Si uno dice que Cervantes nació en España y otro dice que nació en Inglaterra, es evidente que no pueden tener los dos razón al mismo tiempo. Uno de los dos se equivoca.

Los católicos decimos que Cristo es Dios. Otros lo niegan. Es claro que no podemos tener todos la razón.

Por eso sólo hay una religión verdadera.

 

______

 

1 FELIPE CALLE, O.S.A.: Razona tu fe, I,1. Ed. Religión y Cultura. Madrid.

 

Pero para conocerla no hace falta estudiar todas las religiones.

Basta conocer los motivos de credibilidad del cristianismo para saber que es la religión verdadera.

Sería absurdo pensar que Dios ha revelado varias religiones contradictorias entre sí.

La única religión verdadera es la que Dios ha revelado, y la podemos conocer por señales ciertas, como son los milagros de Jesucristo.

La religión católica ha sido fundada por Cristo-Dios.

Todas las demás religiones han sido fundadas por hombres. Ni Buda, ni Confucio, ni Mahoma, ni Lutero, etc., pretendieron ser Dios.

Jesucristo afirmó repetidas veces en su vida que Él era Dios (ver nº 32).

La ocasión más solemne fue ante el sanedrín cuando la interpelación de Caifás.

Caifás ante esta afirmación de Cristo le llama blasfemo y le condena a muerte. La blasfemia se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos.

Para confirmar que era verdad lo que decía, Jesucristo hizo varios milagros. Sobre todo su propia resurrección (ver nº 35).

 

36,2. Antes de resucitar a Lázaro, dirigió a su Padre celestial esta breve oración: «Gracias te doy, Padre mío, porque me has oído. Ya sé que siempre me oyes, pero lo digo por el pueblo que me rodea, para que crean que Tú me has enviado»1.

Los milagros de Jesucristo nos constan por la historicidad y autenticidad de los Evangelios, que se demuestran científicamente muchísimo mejor que la de otros libros de los que no duda ninguna persona culta.

«Bultmann ha escrito “la mayor parte de los relatos milagrosos narrados en los Evangelios son leyendas”. Pero hay una evidencia insoslayable: Jesús se presentó ante sus contemporáneos como un taumaturgo dotado de poderes extraordinarios»2.

«El prejuicio sistemático de sospecha que ha recaído sobre los Evangelios, durante casi un siglo, recae actualmente, gracias al estudio de los criterios de autenticidad, sobre quienes niegan su autenticidad.» Esta inversión de las posiciones no es un retorno a la ingenuidad crítica, sino la consecuencia de que los Evangelios han encontrado de nuevo crédito a los ojos de la crítica histórica»3.

________________

1 Evangelio de SAN JUAN, 11:41ss

2 X. LEON-DUFOUR: Los milagros de Jesucristo, 1ª, V. Ed. Cristiandad. Barcelona. 1979.

3 RENÉ LA TOURELLE: Revista Selecciones de Teología, 15(IV-VI, 1976)118

LA REDENCIÓN Parte 2 de 3

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34.- JESUCRISTO NOS REDIMIÓ OFRECIENDO EL SACRIFICIO DE SU VIDA EN LA CRUZ, para perdonarnos nuestros pecados y devolvernos la gracia y amistad de Dios.

34,1. La muerte de Jesucristo clavado en la cruz es el hecho más grande que ha visto la historia.

Para la reparación del género humano, en plan de justicia estricta y perfecta (condigna), fue absolutamente necesario la Encarnación y Redención de Cristo3.

___________________

3 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Jesucristo y la vida cristiana, nº 29. Ed. BAC. Madrid, 1961.

 

La ofensa aumenta con la dignidad del ofendido.

Al ser el pecado ofensa a un Dios infinito, su malicia es infinita.

No podía reparase por un mero hombre.

Por eso Dios se hizo hombre para ser Hombre-Dios y así reparar la ofensa del hombre1.

Las obras que hizo Jesucristo como hombre las asumió su persona divina, por lo tanto son de valor infinito2.

«Jesús es Dios y hombre. En cuanto Dios, todas sus acciones, incluso las acciones humanas más pequeñas, tienen un valor infinito. En cuanto hombre, hecho hermano nuestro y cabeza de la humanidad, puede ofrecer a Dios en nuestro nombre y en nuestro favor todo cuanto hace. De ahí que ofrezca su obediencia hasta la muerte de cruz como reparación de nuestra desobediencia.

Y al hacer esto, Él mismo se convierte en reconciliación entre el Dios ofendido por la soberbia humana, y los hombres que son los ofensores. Por eso es su sangre derramada en la cruz la que pacifica todas las cosas»3.

«Por la humanidad de Jesucristo entra la Persona del Verbo en solidaridad con el género humano. Formamos con Él un todo. Él es uno de nosotros. Así puede verificarse la Redención satisfactoria. Nosotros ofendimos a Dios, y Él paga por todos. (…) Cristo es un eslabón que une lo sumo con lo ínfimo. Levanta la humanidad a las alturas de la divinidad y como que inclina la divinidad a nuestro barro»4.

Dice San Gregorio el Magno: «El haberse abajado Dios hasta la humanidad sirve para elevar al hombre hasta la divinidad»5.

La gran prueba de la divinidad de Cristo es la resurrección, y para esto primero tenía que morir6.

Pero la muerte en cruz fue para demostrar su amor a nosotros.

Dios pudo haber mandado al infierno a todos los hombres que hubieran pecado mortalmente; pero -por el mucho amor que nos tiene- no hizo eso, sino que, al contrario, quiso hacerse hombre para redimirnos. Y aunque hubiera bastado para esto una sola lágrima de sus ojos o una palabra de sus labios7, quiso sufrir tormentos tan espantosos y muerte tan cruel, para que veamos el valor de nuestra alma y tengamos horror al pecado, para darnos prueba de su amor a nosotros, y para servirnos de ejemplo en nuestros trabajos y penalidades.

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