Tecnología y Magia en las manos del Anticristo

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La imagen de su rostro en todo el mundo al mismo tiempo

La figura del Anticristo[1] es una verdad revelada. Como San Juan Evangelista lo describe reinante desde su tiempo, los Padres de la Iglesia –con esa autoridad que el Espíritu Santo les dio para enseñar la Palabra de Dios- lo vieron como un movimiento, como una especie de anti-iglesia que trabaja contra Jesucristo y su Pequeño Rebaño.

Pero también la figura del Anticristo toma presencia individual y personal en los relatos de San Pablo, por ejemplo. Entonces, la Patrística y los Santos Doctores nos enseñan que no hay contradicción entre San Juan y San Pablo. Tranquilamente un movimiento produce a su líder y éste lleva a la plenitud al movimiento que lo engendró.

Entonces tenemos en la Sagrada Escritura y en la Tradición que una falsa doctrina anticristiana será potenciada por el hijo de la perdición hasta llegar a una gran apostasía[2].  Que aquél “hijitos míos, no améis el mundo ni lo que hay en el mundo…” se vuelve la mejor síntesis plástica de la ideología culminante del Anticristo: “…porque en el mundo hay concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida”, explica San Juan en su Primera Carta. La carnecomo imagen plástica de los placeres sensuales y venéreos que halagan al hombre; la sinécdoque de los ojos deleitándose en el brillo del oro y del Dinero que atraen la fama y los aplausos con la posibilidad de tenerlo todo en esta vida que es la única; y por fin, viene el objetivo de coronar todo siendo dueño de todo, de ponerle el nombre a los hechos como yo quiero y no como son, de ser como dioses creadores de una nueva naturaleza:  la soberbia de la nueva “moral” del Anticristo. Ya está entre nosotros, decía el Águila de Patmos, ese mundo mundano antropocéntrico con filosofía gnóstica y fines materiales de moral subjetivista que combate al Reino y algún día terminará engañando a casi todos con la “gran apostasía” precedente de la Bestia del Mar.

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El juicio a Santa Juana de Arco o cómo la historia clarificará lo que está sucediendo en el Sínodo

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21 octubre, 2015

El siguiente texto es el sermón que hoy, vigésimo primer domingo después de Pentecostés, ha pronunciado un sacerdote misionero tradicional. Ponemos a su disposición el audio (en inglés) aquí.

«… Este segundo Sínodo rompió casi todas las leyes conocidas de la época, canónicas y civiles por como se han realizado las pruebas. Los métodos utilizados contra Joan [Juana de Arco] incluyen, entre otras cosas, llenar de partidarios la sala, emplear tácticas de confusión y declaraciones contradictorias falsas, así como una especie de Sínodo en la sombra.»

«En el País de Hus (Idumea), había un hombre llamado Job; un hombre sencillo, recto y temeroso de Dios, al cual pidió Satanás para tentarle. Dios le dio poder para dañarle en sus bienes y en su carne. Así, Job perdió a todos sus hijos y bienes y vio sus carnes llagadas por graves úlceras.»  Antífona al Ofertorio.

Había un hombre llamado Job. San Zenón de Verona (c. 380) y otros Padres decían que Job era una especie de tipo de Cristo. San Gregorio Magno va más lejos y afirmó: “El Santo Job es el modelo de la Iglesia”. En otras palabras, que actúa como prefiguración de la futura Pasión de Cristo, así como de su Cuerpo Místico, esto es, la Iglesia. Ahora, la Santa Madre Iglesia, se encuentra en uno de esos momentos prefigurados en Job.

Recordemos que un TIPO es una persona histórica, cosa o evento que sucedió realmente pero que, al mismo tiempo, prefigura misteriosamente una realidad futura más grande que ella misma. Nuestro Dios es Señor y Maestro de toda la historia. Sólo Él puede hacer que ciertas cosas sucedan en un momento determinado en el tiempo…, de tal forma que presagien otro momento futuro. Esto se aprecia de manera especial en el vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Escuchemos a Melitón de Sardes, Padre de la Iglesia: «Este [Cristo] es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de manos en Isaac; el mismo que peregrinó en Jacob y vendido en José; expuesto en Moisés para ser sacrificado en el Cordero Pascual; perseguido en David y deshonrado en los profetas.» Y así, sucesivamente con todo el Antiguo Testamento. (Por cierto, no hay tipos como estos que se puedan encontrar en otros escritos. No están en el Corán…, ni en el libro de Mormón. ¿Qué quiere decir esto? Pues que estamos en el lugar más adecuado).

John Henry Newman nos muestra, con gran discernimiento, como observó la profunda naturaleza de los tipos de todos los tiempos: «En realidad todo acontecimiento de este mundo es un tipo de aquellos que lo seguirán; la historia avanza como un círculo siempre creciente (…) Pues cada era presenta su propia imagen de esos acontecimientos futuros que por sí mismos son el verdadero cumplimiento de la profecía que está a la cabeza de todos ellos.» (El Anticristo, Miceli, pg. 106). ¿Qué profecía es esa? ¡Es el fin! ¡Esta visión increíble nos explica cómo los santos podían ver la conexión con todos los tiempos! Los mismos Apóstoles y los santos consideraban sus propios días como si fuesen tiempos finales. ¿Por qué? Porque ellos podían ver, saborear y hasta oler el “misterio de iniquidad” que llegará a su culminación con los últimos días… Lo podían ver manifestándose ante sus propios ojos, manifestándose a través de los diferentes tipos. Por ejemplo: Santo Tomás Moro consideraba que el Anticristo era Martín Lutero o, al menos, su profeta. Esto quiere decir que todos los “hombres revolucionarios”, los herejes, los apóstatas, los tiranos, los traidores o los hombres impíos de todas las épocas actúan como tipos del Anticristo…, algunos más que otros. Y así, la historia, está conectada por medio de estos tipos desde el principio hasta el final.

Esto es importante porque, los fieles que vivan en tiempos futuros, encontrarán consuelo en la superación de las tribulaciones de los antiguos santos. Si ellos pudieron hacerlo, nosotros también podremos. Si Dios estaba allí con ellos, ¡también estará aquí con nosotros! Y, además, no importa lo extraño o nuevo que algo nos pueda parecer en el presente porque habremos estado representados en un tipo de otra manera y de otro modo.

Si hacemos uso de esta valiosísima revelación,- cómo Dios dispone el tren de la historia-, retrocederemos en el tiempo para encontrar consuelo, esperanza e, incluso, razones para regocijarnos en este tiempo de prueba. Y el lugar donde encontramos un tipo claro para nuestros tiempos, es en la vida y muerte de Santa Juana de Arco.

Esta joven virginal tipificaba a la novia virginal de Cristo, sin mancha ni arruga. Juana, al igual que su Señor y su Iglesia, se levantó de los remansos de su reino, en una zona fronteriza de donde nadie esperaba que saliera nada bueno. Juana, adalid de los ejércitos, libertadora de Francia, instruida por el mismísimo San Miguel, personifica a la Iglesia militante.

Siendo aún adolescente, y de forma extraordinaria, consiguió erigir a un rey. Esta doncella, era natural de Domrémy,-ciudad que lleva el nombre del obispo San Remigio, quién bautizó a Clodoveo primer rey católico de Francia, junto a 3.000 de sus hombres, haciendo de Francia hija primogénita de la Iglesia-; esta pequeña niña levantó el desesperado asedió de Orleans en el tiempo que dura una novena; consiguió abrir el camino hacia Reims para la coronación del delfín Carlos vii, en cuestión de meses. El padre de Carlos había caído en la locura y su madre, una reina bávara, le repudió y vendió por una mundana alianza política. Es decir, a través de una mujer, Francia fue traicionada; a esta familia, tipo de Adán y Eva, no les estaría permitido permanecer y así, a través de una virgen, Dios salvó a su hija mayor. La marea de la Guerra de los Cien Años entroncará, repentinamente, con Juana.

Como todo el mundo sabe, tan pronto como Santa Juana cumplió con su obligación los leales a la causa inglesa, a saber, los borgoñones y, especialmente Pierre Cauchon, obispo de Beauvais, exclamaron: “¡No tendremos a este hombre gobernándonos!” Al poco tiempo, Juana fue traicionada en Compiègne; más valorada por sus enemigos que por sus amigos, fue vendida al mismo precio que costaría el rescate de un rey.

Antes de que Juana pudiera llevar a cabo su obra salvífica, es importante recordar que fue examinada por un Concilio o Sínodo de obispos y sacerdotes que la encontró pura, sin mancha y santa. Estos la enviaron de vuelta al rey, considerándola una ayuda que no debe ser desperdiciada. Como todos ustedes saben, después de su captura fue nuevamente juzgada; esta vez, por un segundo Sínodo de obispos y sacerdotes que, de antemano, habían concluido que tanto ella como su rey eran cismáticos, heréticos y del diablo. En una evidente política de hechos consumados, este segundo Sínodo desestimó los resultados del primero, presionando a sus participantes para avenirse a lo que querían o ser expulsados. Sínodo contra Sínodo; Concilio contra Concilio; Cardenales contra Cardenales; Obispos contra Obispos…

Y, encima, este segundo Sínodo rompió casi todas las leyes conocidas de la época, tanto canónicas como civiles, así como la forma en que se realizaban los juicios. Los métodos empleados contra Juana de Arco incluyeron, entre otras cosas: tribunales previamente amañados; tácticas para crear confusión; declaraciones contradictorias y falsas, así como una especie de Sínodo a la sombra. Al final, y viendo que aquella farsa no pegaba ni con cola, acabaron por pedir que fuese ajusticiada. Juana de Arco murió sin que su sentencia oficial fuese declarada o leída de viva voz.

A medida que era consumida por el fuego, rezó al Santo Nombre de Jesús con tal fervor que casi todo el mundo lloraba, amigos y enemigos por igual, alejándose de la escena golpeándose el pecho. Cuando el verdugo se acercó para recoger las cenizas, descubrió que su corazón no se había quemado y seguía sangrando. 20 años más tarde, las obras de Santa Juana de Arco y su particular Pasión consiguieron que la Guerra de los Cien Años concluyese en 1.453…, precisamente, el mismo año en que los turcos musulmanes capturaron Constantinopla. Poco tiempo después, los ingleses cayeron en el Cisma y en la herejía a cuenta del Sacramento del matrimonio, al no estar dispuestos a permitir que sobre ellos reinase Cristo Rey.

Nos estamos acercando al final de la otra Guerra de los Cien Años, esta vez entre el cielo y el infierno: fue solicitada por el Diablo mientras el Papa León xiii le escuchaba. Satanás ha sido desatado y se le ha permitido hacerle a la Iglesia lo que ésta hizo con Job y con Juana. No es sólo el Sacramento del matrimonio lo que está siendo juzgado en Roma en este Sínodo: más bien, es una de las últimas batallas para la totalidad de la Iglesia. Al igual que con Juana, no llegarán a un consensuado veredicto final…, pero se desharán de ella [la Iglesia] independientemente de las circunstancias. Este momento es el momento de Job y también el de Juana.

Lo que hoy debe interesarnos es lo siguiente: los ejércitos enviados a luchar contra Juana deberían haber sido enviados a la Cruzada contra los turcos musulmanes y los husitas heréticos. En vez de esto, los hermanos cristianos en Francia lucharon entre sí, lo que permitió a los musulmanes derrocar Constantinopla. Hay más de una razón por la cual los musulmanes están empezando a levantarse con vigor una vez más.

Pero hay que tener corazón. Así como la pasión de Juana salvó a Francia en el último momento, la Pasión de la Iglesia también salvará al mundo. Pase lo que pase, su Cuerpo Místico no podrá ser totalmente destruido. Su corazón se desangrará con brotes de sangre y agua, al igual que los corazones de Job y Juana; de tal manera, que Ella se levantará victoriosa de nuevo, tan pronto como el cáliz se haya llenado.

Finalizamos con un importante destello de esperanza para nuestra actual crisis. En el comunicado oficial de la rehabilitación de Juana, y después de considerar todos los datos recogidos en su totalidad, encontramos estas edificantes palabras acerca del juicio, los veredictos y la desaparición de Santa Juana de Arco que, sin duda alguna, serán el tipo de un Concilio verdaderamente católico en un tiempo futuro y en el que se juzgará de manera definitiva lo que está ocurriendo en este preciso momento:

 «Declaramos, en algunos puntos  que las confesiones de Juana, la verdad se ha pasado por alto; y que en otros puntos , sus confesiones han sido traducidos falsamente, siendo una doble infidelidad …

   »Declaramos, que incluso la forma de ciertas palabras se ha modificado, de tal manera para cambiar la sustancia de su significado. [ como en la misericordia, el amor, el matrimonio, los cónyuges, la ley natural …]

   »Son por lo tanto, estos mismos artículos, falsos, calumniosos, y extraídos con engaño, y como son contrarios incluso a las confesiones de la acusada, los rompemos, aniquilamos y anulamos;  y, … ordenamos, por esta presente sentencia, que sean arrancados.

   »Decimos, pronunciamos, discernimos y declaramos  que los  dichos Procesos  y sentencias (de cadena  perpetua  primero y de abandonarla al brazo secular para ser quemada) contienen manifiesto  dolo, calumnia, iniquidad, repugnancia y error, incluida la  abjuración  hecha. Y todos  los  hechos que de ello se siguen son nulos, inválidos y vanos.

   »Por tanto, los anulamos de efecto y hacemos írritos… y declaramos que Juana y sus parientes  ninguna  nota  de  infamia  o  mancha  han contraído;  declaramos que son absolutamente  libres y  limpios  de todas las consecuencias de estos mismos procesos …»

( Jeanne D’Arc:  Maid of Orleans, Deliverer of France, ed. By T. Douglas Murray, pp 303-307)

[Traducción de Miguel Tendeiro. Artículo Original]

Tomado de:

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Nadie más que Jesús

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16 octubre, 2015

Predicaba desde el altar en tiempos de navidad. Yo pendía de sus labios y aguardaba un himno a Jesucristo, nuestro único Salvador y Señor. Sin embargo sólo pronunció su nombre una vez. Allí dónde debió haber dicho Jesús decía el “buen Dios”. No entendía por qué. Luego me sobrevino una duda, ya que no es la primera vez que leo o escucho mensajes de obispos sin el nombre de Jesús. Pensé: “dice el buen Dios” porque puede agradar a todos, también a los hebreos, a los islámicos, a los budistas, y todos los demás, incluso a los que se consideran “laicos” pero que alguna vaga idea de Dios tienen.

Ahora he comenzado a mirar el bellísimo Crucifijo de dimensiones reales sobre el altar y el Tabernáculo que Lo alberga, Jesús vivo y verdadero, y le pregunté: “¿Dónde te han puesto, Jesús, estos ministros tuyos? Nosotros, te rezaba Giovanni Papini, tenemos necesidad de Ti, Oh Jesús, y de nadie más”. Y estos ¿dónde te dejaron?

Desde el primer capítulo de la Carta de San Pablo a los Hebreos: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.”(Heb 1, 1-2)

No hay duda: San Pablo habla del Hijo de Dios, Quien ha venido a dar cumplimiento a la Revelación divina y a purificarnos de nuestros pecados, cuando habla de Nuestro Señor Jesucristo, del Verbo divino encarnado,y no del Verbo a secas. No se puede distinguir entre la persona de Jesús y la persona del Verbo. Jesús es el Verbo de Dios. No existe otra persona en Él: es la Persona del Verbo (el “Logos”, el Hijo) que ha unido a sí una naturaleza humana. Este es el misterio de Nuestro Señor Jesucristo: la persona de este Hombre que vivió en Palestina hace 2000 años, es la persona divina que asumió una verdadera naturaleza humana, un cuerpo y un alma que piensa, reflexiona y quiere humanamente, porque Nuestro Señor es el Hombre perfecto. Todas las acciones llevadas a cabo por Nuestro Señor son por lo tanto humano-divinas, en cuanto actos de una Persona divina que subsiste en dos naturalezas.

San Pablo siempre les escribía a los Hebreos (1, 5-8)  “¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? (Citando el salmo 2,7). Y también: “Seré un padre para él, y él será para mí un hijo” (2 Sam.7,14). Y una vez más, cuando presenta a su Primogénito al mundo: “Lo adoran todos los ángeles de Dios”.  Y del Hijo también ha dicho “Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; el cetro de tu realeza es cetro de justicia” (cita de Sal.45,7).

San Pablo, a su vez, insiste en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en Su perfección infinitamente superior a la de aquellos Ángeles, que son Sus criaturas, a la de Moisés, a la de los profetas y a la de cualquier hombre, de los que Dios quiere que se sometan a Su poder. Nos llena de estupor, pero es así: Aquél que conversaba con sus Apóstoles y con Sus amigos, Aquél a quien la SS. Virgen María ha llevado en su seno y luego en sus brazos, el Niño Jesús, es Aquél por medio del Cual todo ha sido creado.

Si esto es real, así de real como el sol que nos alumbra, ¿cómo se podrá negar que el Verbo de Dios hecho hombre es el Único Salvador, el único Sacerdote y el Único Rey? Estos tres títulos son los que le corresponden al Hijo de Dios hecho Hombre: Salvador, Sacerdote, Rey.

Ningún hombre, ni siquiera uno, puede ser indiferente a la Presencia del Hijo de Dios en medio de nosotros. Nadie puede decir: “¿Y a mí que me importa? Yo vivo mi vida, no necesito a Jesús para vivir”. ¿El que Dios ha venido, ha tomado un alma y un cuerpo como los nuestros y ha puesto su morada entre nosotros, nos será indiferente? Y ¿nos será indiferente que ha venido a redimirnos de nuestros pecados? Le damos la espalda porque somos todos pecadores. ¿Quién puede afirmar lo contrario? Él ha venido a morir en la cruz para salvarnos y ¿esto nos será indiferente?   Desgraciadamente se blasfema contra Jesús, pero no es posible ser indiferente a Él.

 ***

Ante estas cosas, ¿cómo podríamos poner a la par de Nuestro Señor Jesucristo, el mismo Dios hecho hombre, a Mahoma, Buda, Confusio? ¿Cómo nos atrevemos a degradar o mutilar su Doctrina como lo han hecho Lutero y todos los otros herejes, los rebeldes, los subversivos?

¿Cómo es posible que un católico, que tiene la fe verdadera e íntegra, pueda igualarse a Jesús, el Hijo de Dios, siendo nada más que un hombre y además gravemente pecador y vicioso? ¿Cómo se puede siquiera hablar de “religiones, de todas las religiones, de todos los cultos”? Nuestro gran Poeta, Dante Alighieri, que era católico, pero ni “actualizado” ni “adulto”, habló claramente de los “dioses falsos y mentirosos” (Inf. 1,78).

El anticristo

El papa Pio VI estaba indignado por la constitución dada en Francia por los revolucionarios, porque se proclamaba la “libertad de todos los cultos”. En aquellos terribles años se comenzaba a realizar lo que hoy es norma. Se colocaba a la santa Religión del Dios único, de Nuestro Señor Jesucristo, al mismo nivel de las sectas heréticas y cismáticas, y del paganismo. Aquel Papa escribía a los Obispos de Francia: “Id dónde el Rey, y decidle que es inadmisible que un rey católico admita la libertad de todos los cultos, sin distinción”.

Pio VI estaba indignado, y este debería ser el sentimiento de todo católico ante el actual ecumenismo porque hay un único Dios y es Nuestro Señor Jesucristo.

No es posible ser católico y no sentirse ofendido cuando se habla de la paridad de “todos los cultos”, poniendo a Nuestro Señor al mismo nivel que Mahoma, Buda, o cualquier otro. ¿Hay acaso diversas encarnaciones de Dios en Mahoma, Buda, Lutero y otros por el estilo? No, hubo sólo una Encarnación de Dios en Jesucristo, Nuestro Señor. Y no hay ecumenismo, ni “espíritu de Asis” que valga.

Nuestro único Dios, nuestro único Rey es Jesucristo, y punto.

 ***

San Juan, el apóstol predilecto de Jesús, el Evangelista del Verbo encarnado, lo escribió claro y sencillo: “Quien afirma que Jesucristo es Dios, ese  es de Dios. Quien niega que Jesús es el Cristo, ese es el anticristo (1Jn. 2, 22). El anticristo, afirmaba San Juan, con seguridad y  sin preocuparse por agradar a nadie. Luego, Jesús no puede terminar en el “panteón” de todos los dioses, porque ¡sólo Él, solamente Jesús, es Dios!

Hoy se dice que afirmar que una sola es la Religión verdadera -la de Nuestro Señor Jesucristo- y que las otras vienen del anticristo porque niegan la divinidad de Jesucristo no es liberal, y que es de intolerantes. Se dice: “¿Queréis acaso retornar al Medioevo?” ¡No! Nosotros queremos sencillamente retornar a lo real: Jesús es Dios y por lo tanto Rey de las almas y de las naciones, de la sociedad entera. El único Rey y no hay ni habrá otros.

Hoy en día ¿quién cree, piensa y obra todo a la luz de la divina Realeza de Jesús? Nos encontramos estancados en el liberalismo, en el laicismo,  y podríamos agregar también, en el ateísmo teórico y práctico.

Jesús debe reinar. Su realeza se debe establecer en la tierra como en el Cielo. Él mismo nos ha enseñado a rezar: “Venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Éste debe ser el objetivo de nuestra oración, del ofrecimiento de nuestro sufrir, el sentido de nuestra vida. Debemos vivir y morir por esto: por el triunfo del Reino de Jesús.

El verdadero espíritu cristiano, el verdadero espíritu religioso y sacerdotal no es el compartir las realidades humanas con los otros; no es la pasión por el hombre en el lugar de Dios, cuyo solo pensamiento constituye una idolatría; sino el no poder soportar que exista algo fuera de Jesús, ya que todo fue pensado y querido por Dios para Él y en Él (Jn. 1, 2-4; Col. 1,15-17) y por tanto pensar, hablar, obrar, sufrir y morir, a fin que todo sea instaurado, recapitulado y resumido en Jesús. En una palabra: “instaurare omnia in Christo” (Ef. 1,10).

¿Alguno nos dirá que somos “anti-modernos”? Y bueno, lo somos. Nosotros los católicos deseamos solamente ser “cristificados” y “cristificar” todo. 

Candidus

[Traducido por S.V]

Tomado de:

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«Lo que va a venir está en este libro»

Señor del mundo

7 octubre, 2015

No concibo mejor publicidad para un libro que la sola mención de un Papa. Señor del mundo, publicado hace más de una centuria (1907), ha sido rescatado del olvido en el que dormía plácidamente al ser recomendado por el Papa Francisco en diferentes ocasiones en estos últimos meses. Según el Santo Padre, en esta obra de Robert Hugh Benson está «profetizado» lo que sucederá «con extraordinaria exactitud»[1].  Para cualquier curioso, la historia promete.

Resulta lógico entonces que el mundo editorial se haya movido con rapidez para llevar al mercado el texto apocalíptico de Benson. Una editorial española concretamente, Stella Maris, ha sacado este verano una edición del mismo publicitándolo con las palabras del Papa. En la contraportada se preguntan, para provocar la lectura del libro, lo siguiente: «¿Qué oculta la novela que el Papa Francisco recomienda continuamente?». La respuesta es conocida: Cómo se figuró Benson que el Anticristo llegaría al poder. Hecho que Francisco parece dar por supuesto.

Señor del mundo no destaca en mi opinión por su calidad literaria. Pero trata un asunto que atrae especialmente la atención de aquellas generaciones que sospechan próxima la aparición del Anticristo. Pues este acontecimiento viene precedido de una gran apostasía y se enmarca en los últimos tiempos. La curiosidad, nuevamente, atraerá hacia esta obra a propios y ajenos. Además, en ella se describen hechos actuales, se apunta a las sociedades secretas como hostigadoras de Cristo y se presenta una imagen del enemigo que usurpará su puesto. Felsenburg, el Anticristo de la ficción de Benson, resulta ser un político fascinante que devuelve la paz al mundo después de haber soportado una guerra espantosa, y en consecuencia se erige en ídolo de masas y promotor de una especie de alianza de civilizaciones que resolverá todos los problemas sufridos hasta entonces. En el fondo, la disolución de la Iglesia Católica es el gran objetivo de Felsenburg y la élite masónica que lo rodea.

El Santo Padre insinúa por tanto que lo relatado en esta novela se hará realidad. Sin embargo, los comentarios que ha hecho al libro parecen cifrados por un código arcano: «Les recomiendo que lo lean, y leyéndolo entenderán a qué me refiero con la colonización ideológica»[2]. ¿Por qué no explica él mismo qué significa esto? ¿Supone una barrera natural para el Santo Padre hablar con claridad? ¿Por qué ha de hablar en clave? ¿No es él la máxima voz del Magisterio? ¿No es función del Papa glosar los textos y ofrecer la recta interpretación de los mismos?

El Papa habló a la sazón de mundanidad, de pensamiento único y del espíritu progresista de los adolescentes, como motores de la gran apostasía a la que estamos asistiendo. Y no andaba equivocado el Santo Padre. Pero ¿por qué tira la piedra y esconde la mano con lo de la «colonización ideológica»? ¿Llevar el Evangelio a otros pueblos sería por ejemplo colonización ideológica? ¿El abrazo de las religiones en una sola no sería lo contrario de esta expresión condenada por Francisco? ¿Y no es la comunión de religiones lo que viene persiguiendo el Santo Padre, más o menos disimuladamente, desde que se presentó al mundo en el balcón de la Basílica de San Pedro?

Luis Segura

[1] http://www.religionenlibertad.com/el-papa-vuelve-a-recomendar-la-novela-apocaliptica-senor-del-mundo-40072.htm

[2] http://www.infovaticana.com/2015/01/22/el-libro-mas-recomendado-por-el-papa/

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com