La fortaleza de la fe y la oración

jesusrezando

Velad y orad para no caer en la tentación; es espíritu está pronto, pero la carne es flaca. Mt. 26, 42

Queridos hermanos, la cita de San Mateo es clara y no deja dudas, y bien la considero como una de las causas, no menos importante, de la situación actual de la Iglesia. La vida de oración ha desaparecido en grandes sectores del clero y de los fieles, al menos no se le da la importancia debida. La realidad es contundente, a todos estos eclesiásticos que  desvergonzadamente atacan con descaro las verdades de fe, a los que les apoyan desde su situación de autoridad y poder,  van dirigida estas palabras del Señor. No han orado y han sido vencidos por la tentación de la carne. Pero también, todos aquellos que callan y silencian sus labios por respetos humanos, o simple temor, va dirigido este versículo. Son los que no tienen la pasión del error, ni el valor de la verdad.

La falta de firmeza en la fe es el amargo fruto de una vida sacerdotal, o en general, sin verdadera oración, constante, perseverante, que ansíe con vehemencia la unión con Dios, y esté dispuesta a recorrer todo el largo camino, y dificultoso, para llegar a la meta, con la gracia de Dios. Sin oración no hay luz para reconocer las verdades de  fe, ni fuerza para defenderla. Sin oración no hay santidad.

Necesidad de la oración mental

Al hablar de oración mental sólo considero la oración que nos transmitieron los Santos Padres, y que San Ignacio de Loyola, de forma insuperable, nos ha dejado en sus Ejercicios Espirituales.

Para sacar buen fruto de la oración es menester tener en cuenta, y que entendamos, que la oración no es un fin, sino un medio para nuestra perfección y acceso a Dios. Nuestra perfección no está en tener gran consolación y subidos afectos en la oración, cuanto alcanzar una perfecta mortificación sobre nosotros mismos, alcanzar un señorío sobre nuestras pasiones y deseos concupiscentes. Este es el primer fruto que hemos de sacar de la oración, y  si el Señor nos da consolaciones en la oración son, no para pararse en ellas, sino para que con mayor firmeza y determinación andemos por el camino de la virtud y de la perfección.

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"Propagad buenos libros --decía Don Bosco-- sólo en el cielo sabréis el gran bien que produce una buena lectura"

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San Juan de Dios funda hospitales de ayuda a los enfermos mentales en el siglo XVI

San Juan de Dios, un loco apedreado y vociferante, dio origen a 300 hospitales

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. (San Mateo, 5,14).

Ya en el s.XVI, fomentando el buen trato a locos y enfermos, enseñó con radicalidad que el amor llega donde no alcanza la medicina.

Hace más de cuatro siglos y medio que apareció la Orden de San Juan de Dios. Su aportación a un mundo mejor y más humano es indudable, tanto en el pasado como en la actualidad: 1.250 hermanos, 40.000 colaboradores, 300 centros hospitalarios y asistenciales en 50 países de los cinco continentes.

La Orden hoy se divide en 28 estructuras territoriales, que incluyen 23 Provincias y 5 Delegaciones Generales. Entre sus hospitales y centros asistenciales los hay que sólo se ocupan de un servicio determinado (hospitales generales, servicios sanitarios de base, servicios para enfermos mentales para discapacitados, para ancianos…) y los hay que abarcan todos esos servicios.

Quien quiera conocer las estadísticas mundiales la Orden de San Juan de Dios puede hacerlo desde la web de la Curia General de la misma, bajándose el siguiente informe en PDF, que corresponde a la situación en el año 2003.  Bajar informe aquí

¿Cómo nació esta oleada de progreso humano y social?

Empezó con un hombre vociferante al que apedreaban por loco.

La vida errante de Juan Ciudad

Juan Ciudad nació el 8 de marzo de 1495 en la portuguesa localidad de Montemor o Novo (Évora). Aunque no están claros muchos de sus datos biográficos, se sabe que era hijo de una familia muy piadosa. Huérfano de madre siendo todavía un niño, su padre acabó ingresando en un monasterio. A los ocho años de edad, un clérigo le trae a España, concretamente al pueblo toledano de Oropesa, donde fue acogido por la familia de Francisco Mayoral, a la cual sirvió como pastor de su ganado durante casi veinte años.

Siendo un joven mozo decidió alistarse en el ejército, sirviendo en la Compañía del Conde de Oropesa, al servicio del Emperador Carlos V. Intervino en la batalla de Fuenterrabía, localidad fronteriza que había sido atacada por Francisco I, rey de Francia. Algo no debió salir bien porque Juan estuvo a punto de morir ahorcado.

Tras volver a Oropesa, es llamado de nuevo para servir al Emperador en la batalla contra los turcos en Viena (Austria). Regresó a la península por mar, entrando por Galicia, de donde fue a su pueblo natal sin encontrar a nadie conocido allá. Otra vez en España, llevó una vida errante por Sevilla, Ceuta, Gibraltar y finalmente Granada, donde se dedicó a vender libros de caballería y religiosos. En Granada fue donde el 20 de enero de 1539 murió Juan Ciudad y nació San Juan de Dios.

Contagiado por San Juan de Ávila

San Juan de Ávila predicó aquel día en el emeritorio del Campo de los Mártires, a la vera de la Alhambra. De la siempre demoledora y bíblica predicación de Juan de Ávila, vendría la conversión de Juan de Dios. Al principio le tomaron por loco, incluso hubo gente que le tiró piedras. El vendedor de libros salió del eremitorio gritando “Misericordia, Señor, que soy un pecador” y revolcándose por el suelo. Al destruir su librería y continuar comportándose de forma poco comedida provocó que le encerraran en el Hospital Real de Granada.

Precisamente fue en este hospital donde San Juan de Dios tuvo oportunidad de ver el mal trato que se dispensaba a los enfermos, especialmente los que sufrían trastornos psiquiátricos. Cuando el propio San Juan de Ávila se enteró de que estaba recluido allá, fue a verle y logró sacarle. Nuestro Juan pasó a ser entonces discípulo del gran santo predicador, quien supo orientar todas las energías del converso hacia la buena obra que habría de emprender. Bajo el consejo de dicho mentor, peregrinó al Santuario de la Virgen de Guadalupe. A su vuelta permaneció con su maestro durante un tiempo en Baeza, antes de regresar a Granada, donde comenzó su obra de atención a pobres, enfermos y necesitados.

Partiendo de la nada, recogiendo a los más pobres

Empezó como quien dice de la nada. Muchos pensaron que aquello era una nueva locura, pero pronto llegó a comprenderse su verdadera cordura. Trabajaba, pedía, recogía a los pobres, se entregaba a ellos. Al principio de forma solitaria,  mas poco a poco se le fueron uniendo otras personas, voluntarios y bienhechores.

Su forma de pedir era muy original: “Hermanos haceos bien a vosotros mismos”. Y es que, efectivamente, sabía que no hay mejor bien para uno mismo que hacer el bien a los demás.

San Juan supo ver que la mejor medicina para los enfermos a los que recogía era el amor cristiano. El buen trato llegaba a donde no podían llegar los conocimientos médicos de la época. Enseñó con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles el alma con amor, si se quiere obtener la curación de su cuerpo.

El 3 de julio de 1549 su hospital se prendió fuego. San Juan fue el primero en jugarse la vida para salvar a los enfermos que estaban dentro. Desde entonces adquirió, aún más si cabe, fama de santidad.

En enero del año siguiente, tras salvar a un joven que se estaba ahogando en el río Genil, enfermó gravemente. El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: «Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo». Y así murió, de rodillas.

Había trabajado durante diez años hasta la extenuación, dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía, y con la humildad de un santo, reconociéndose siempre como indigno pecador a pesar de ser el mejor ejemplo de caridad cristiana entre sus coetáneos y conciudadanos. De tal forma que aquel que había sido apedreado como un loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, aclamado como un santo.

Es beatificado el día 21 de septiembre de 1630 y canonizado el día 15 de julio de 1691, siendo declarado Patrón de los Enfermos y de sus Asociaciones en 1930. Es también Patrón de la Enfermería y de los Bomberos.

El amor de Dios, aún hoy, es el mejor ansiolítico

Aunque la medicina ha avanzado enormemente, el amor que viene de Cristo sigue siendo el mejor calmante, el mejor antibiótico, el mejor ansiolítico contra la enfermedad y la depresión. Un amor que, si se sabe transmitir, da sentido a la vida aun en medio del dolor y del sufrimiento. Un amor que es el mejor arma para combatir una cultura de la muerte que busca plantar sus reales en una sociedad que hoy, más que nunca, necesita beber del espíritu de San Juan de Dios.

Tomado de:

http://www.forumlibertas.com

San Juan Bosco, gran constructor de iglesias

Gran constructor de iglesias, entre ellas la Basílica de San Juan Evangelista, la Basílica de María Auxiliadora y la Iglesia del Sagrado Corazón en Roma donde celebró su última misa.

La construcción de iglesias

El relato de la vida de Don Bosco quedaría trunco, si no hiciéramos mención de su obra de constructor de iglesias. La primera que erigió era pequeña y resultó pronto insuficiente para la congregación. El santo emprendió entonces la construcción de otra mucho más grande, que quedó terminada en 1868. A ésta siguió una gran basílica en uno de los barrios pobres de Turín, consagrada a San Juan Evangelista.

El esfuerzo para reunir los fondos necesarios había sido inmenso; al terminar la basílica, el santo no tenía un céntimo y estaba muy fatigado, pero su trabajo no había acabado todavía. Durante los últimos años del pontificado de Pío IX, se había creado el proyecto de construir una iglesia del Sagrado Corazón en Roma, y el Papa había dado el dinero necesario para comprar el terreno. El sucesor de Pío IX se interesaba en la obra tanto como su predecesor, pero parecía imposible reunir los fondos para la construcción.

«Es una pena que no podamos avanzar» –dijo el Papa al terminar un consistorio–. «La gloria de Dios, el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de muchos fieles están comprometidos en la empresa. Y no veo cómo podríamos llevarla adelante»

–«Yo puedo sugerir una manera de hacerlo» –dijo el cardenal Alimonda.
–«¿Cuál? –preguntó el Papa.
–«Confiar el asunto a Don Bosco».
–»¿Y Don Bosco estaría dispuesto a aceptar?»
–»Yo le conozco bien» –replicó el cardenal–; «la simple manifestación del deseo de Vuestra Santidad será una orden para él».

La tarea fue propuesta a Don Bosco, quien la aceptó al punto.

Cuando ya no pudo obtener más fondos en Italia, se trasladó a Francia, el país en que había nacido la devoción al Sagrado Corazón. Las gentes le aclamaban en todas partes por su santidad y sus milagros y el dinero le llovía. El porvenir de la construcción de la nueva iglesia estaba ya asegurado; pero cuando se aproximaba la fecha de la consagración, Don Bosco repetía que, si se retardaba demasiado, no estaría en vida para asistir a ella. La consagración de la iglesia tuvo lugar el 14 de mayo de 1887, y San Juan Bosco celebró ahí la misa, poco después.

Tomado de:

www.corazones.org

Este sitio web es obra de Las  Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.

SAN JUAN BOSCO

Fiesta: 31 de enero

San Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo.

Presbítero, «Padre y maestro de la juventud», patrono de los editores,fundador de los salesianos. Por su gran devoción a María Auxiliadora, conseguía de ella innumerables milagros.

Tuvo una niñez muy dura. Una vez ordenado sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los jóvenes. Sus grandes amores que fundamentan su espiritualidad: La Eucaristía, la Virgen María, la Iglesia, la fidelidad al Santo Padre, la juventud.

Fundador de la Congregación de los Salesianos, comunidad religiosa con rama masculina y femenina, dedicados a la educación de los jóvenes, en especial los pobres. Les enseñaba la vida cristiana y diversos oficios. Atrajo y sigue atrayendo a multitudes de jóvenes a Cristo. La Congregación toma su nombre de San Francisco de Sales.

Famoso por sus sueños proféticos, ¡se conocen 159 de ellos! Quizás el mas famoso es el de la Nave de Pedro.

San Juan Bosco escribió también algunos opúsculos en defensa de la religión.

Gran constructor de iglesias, entre ellas la Basílica de San Juan Evangelista, la Basílica de María Auxiliadora y la Iglesia del Sagrado Corazón en Roma donde celebró su última misa.

Para leer más sobre este Gran Santo clic aquí.

Tomado de:

www.corazones.org

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San Francisco de Sales a la conquista de los Calvinistas

«La humildad, pues, nos perfecciona en lo que mira a Dios, y la mansedumbre en lo que toca al prójimo».

San Francisco de Sales

La Misión de Chablais.

Las condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra, eran deplorables debido a los constantes ataques de los ejércitos protestantes, y el duque de Saboya rogó al Obispo Claudio de Granier que mandase algunos misioneros a evangelizar de nuevo la región. El Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero sus intentos fracasaron. El enviado tuvo que retirarse muy pronto. Entonces el Obispo presentó el asunto a la consideración de su capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros. De todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo, diciendo sencillamente: «Señor, si creéis que yo pueda ser útil en esa misión, dadme la orden de ir, que yo estoy pronto a obedecer y me consideraré dichoso de haber sido elegido para ella». El Obispo aceptó al punto, con gran alegría para Francisco.

Pero el Señor de Boisy (su padre al casarse había tomado el nombre de Boisy) veía las cosas de distinta manera y se dirigió a Annecy para impedir lo que él llamaba «una especie de locura». Según él, la misión equivalía a enviar a su hijo a la muerte. Arrodillándose, a los pies del Obispo le dijo: «Señor, yo permití que mi primogénito, la esperanza de mi casa, de mi avanzada edad y de mi vida, se consagrara al servicio de la Iglesia; pero yo quiero que sea un confesor y no un mártir». Cuando el Obispo, impresionado por el dolor y las súplicas de su amigo, se disponía a ceder, el mismo Francisco le rogó que se mantuviese firme: «¿Vais a hacerme indigno del Reino de los Cielos? -preguntó- Yo he puesto la mano en el arado, no me hagáis volver atrás».

El Obispo empleó todos los argumentos posibles para disuadir al Sr. de Boisy, pero éste se despidió con las siguientes palabras:«No quiero oponerme a la voluntad de Dios, pero tampoco quiero ser el asesino de mi hijo permitiendo su participación en esta empresa descabellada. …yo jamás autorizaré esta misión».

Francisco tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre, el 14 de Septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista del Chablais.

El gobernador de la provincia se había hecho fuerte con un piquete de soldados en el castillo de Allinges, donde los dos misioneros se las ingeniaron para pasar las noches a fin de evitar sorpresas desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a quienes el miedo impedía profesar abiertamente sus creencias. Francisco entró en contacto con ellos y los exhortó a perseverar valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones circundantes.

El camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer, ofrecía muchas dificultades y, particularmente en invierno, resultaba peligroso. Una noche, Francisco fue atacado por los lobos y tuvo que trepar a un árbol y permanecer ahí en vela para escapar con vida. A la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso estado que, de no haberle transportado a su casa para darle de comer y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les dio las gracias en términos tan llenos de caridad, que se hizo amigo de ellos y muy pronto los convirtió al catolicismo.

En el 1595, un grupo de asesinos se puso al asecho de Francisco en dos ocasiones, pero el cielo preservó la vida del santo en forma milagrosa.

El tiempo pasaba y el fruto del trabajo de los misioneros era muy escaso. Por otra parte, el Sr. de Boisy enviaba constantemente cartas a su hijo, rogándole y ordenándole que abandonase aquella misión desesperada. Francisco respondía siempre que si su Obispo no le daba una orden formal de volver, no abandonaría su puesto. El santo escribía a un amigo de Envían en estos términos:«Estamos apenas en los comienzos. Estoy decidido a seguir adelante con valor, y mi esperanza contra toda esperanza está puesta en Dios».

San Francisco hacía todos los intentos para tocar los corazones y las mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia y refutaba la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para distribuirlos, formarían más tarde el volumen de las «controversias». Los originales se conservan todavía en el convento de la Visitación de Annecy. Aquí empezó la carrera de escritor de San Francisco de Sales, que a este trabajo añadía el cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de Allinges, que eran católicos de nombre y formaban una tropa ignorante y disoluta.

En el verano de 1595, cuando San Francisco se dirigía al monte Voiron a restaurar un oratorio a Nuestra Señora, destruido por los habitantes de Berna, una multitud se echó sobre él, después de insultarle, y le maltrató.

Poco a poco el auditorio de sus sermones en Thonon fue más numeroso, al tiempo que los panfletos hacían efecto en el pueblo. Por otra parte, aquellas gentes sencillas admiraban la paciencia del santo en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar y llegó a formarse una corriente continua de apostatas que volvían a reconciliarse con la Iglesia.

Cuando el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde, los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales eran visibles. Muchos católicos salieron a recibir al Obispo, quien pudo administrar una buena cantidad de confirmaciones, y aún presidir la adoración de las 40 horas, lo que había sido inconcebible unos años antes, en Thonon. San Francisco había restablecido la fe Católica en la provincia y merecía, en justicia, el título de «Apóstol del Chablais».

Mario Besson, un posterior obispo de Ginebra ha resumido la obra apostólica de su predecesor en una frase del mismo San Francisco de Sales a Santa Juana de Chantal: «Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas». El mismo Obispo Mons. Besson, cita al Cardenal Du Perron: «Estoy convencido de que, con la ayuda divina, la ciencia que Dios me ha dado es suficiente para demostrar que los herejes están en el error; pero si lo que queréis es convertirles, llevadles al Obispo de Ginebra, porque Dios le ha dado la gracia de convertir a cuantos se le acercan».

Para leer más acerca de San Francisco de Sales, de clic en el siguiente enlace:

http://www.corazones.org/santos/francisco_sales.htm

Tomado de:

www.corazones.org
Este sitio web es obra de Las  Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María