Halloween y la estupidez extendida

halloween

15 octubre, 2015

Nota de Adelante la Fe: Dadas las fechas que se acercan republicamos este artículo, editado originalmente en octubre de 2014 y anteriormente publicado por Infocatólica. 

El próximo 31 de Octubre es víspera de todos los Santos, Solemnidad preciosa en la liturgia de la Iglesia Católica cuando todas las almas salvadas celebran su día propio en el calendario católico. Es un día de alegría y oración, de fervor cristiano y unión plena con la Iglesia Triunfante formada por todos los bienaventurados que gozan del Amor de Dios para toda la Eternidad. Sin embargo se nos ha colado en nuestras comunidades, sobre todo en Europa y América, una celebración de origen pagano y de evolución satánica que se presenta con el rostro amable y divertido de disfraces, calabazas y juegos de magia. La penetración de esta fiesta en nuestra sociedad ha sido, y sigue siendo, acogida como algo inocente y lúdico que ha nublado bastante la realidad gozosa de todos los Santos y ha pervertido esta fecha al más puro estilo de la posmodernidad: no atacando directamente la fe católica sino tergiversando su sentido, vaciándola de contenido sobrenatural y sustituyendo el mismo por una caricatura de misterio de apariencia carnavalera.

Ante esta realidad, producto del secularismo negativo y apoyado por la secularización interna de la Iglesia Católica (el peor mal que sufre nuestra Iglesia) que incluso soporta que increíblemente se celebre Halloween en colegios «religiosos» y hasta algunas parroquias, algunos opinan que es mejor callarse y no denunciar el hecho ya que de ese modo se da más propaganda al error. Es cierto que esa postura tiene parte de razón y sentido estratégico. Pero callarse supone otorgar, y a la vez seguir en el torpe camino de la debilidad en el mensaje, la identidad disminuida, el complejo en fin de señalar la epidemia con objeto de no llamar la atención. Desde mi punto de vista como sacerdote creo que SI es necesario denunciar lo denunciable, PERO siempre desde una base afirmativa: NO SE TRATA DE SOLO CONDENAR sino sobre todo de AFIRMAR para que desde el SI a CRISTO estemos negando la maldad y error de la fiesta que ensombrece el gozo celestial de todos los santos.

Y ¿por qué esa afirmación que borra la negación? Porque Halloween es, sobre todo, la fiesta SATÁNICA por excelencia. Es el «cumpleaños» del diablo celebrado en todo el mundo por sus seguidores. El día y la noche con mayor número de Misas negras, profanaciones eucarísticas, abusos terribles de menores que desaparecen….y el signo del DISFRAZ para festejar este evento se debe a que cubrir el rostro con una apariencia vampírica es un acto de homenaje al padre de la mentira y encubridor por excelencia: Satanás. Nadie mejor que él sabe presentar todo lo malo desde una apariencia atractiva a los sentidos.

Son no pocos los satanistas arrepentidos los que HOY confiesan públicamente el carácter diabólico de Halloween. Desde todo lo expuesto conviene concluir:

  1. Si es una fiesta satánica, cuando los católicos la siguen y propagan no solo cometen un mal en si mismo sino que asumen la postura más ESTÚPIDA que pueda darse (similar a quien es robado y ultrajado, y cada año recuerda con una fiesta el suceso y se disfraza además de ladrón)
  2. Si de verdad somos católicos, no deberíamos conformarnos solo con NO celebrar esa fiesta sino con alentar a que no se haga (en nuestros hogares, familias, colegios, parroquias…)
  3. Si tenemos responsabilidades formativas (catequistas, profesores de religión, sacerdotes….) con mayor motivo aún. Estaríamos ESTAFANDO a los demás si no somos coherentes.
  4. Sobre todo que tengamos muy presentes que NO se trata de NO CELEBRAR NADA sino precisamente de CELEBRAR a TODOS LOS SANTOS, maravillosa solemnidad y además DÍA DE PRECEPTO (obligación grave de ir a Misa)

Y por último, y lo que ha de llegar al CORAZÓN de todo católico que se precie de ello:
Celebrar Halloween NO es del AGRADO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Es imposible que sea del agrado del Salvador que nos olvidemos de todos los Santos (o que se eclipse su festividad) para recordar, aunque sea de forma infantil, a todos los vampiros.
Con eso debería bastarnos y hasta prescindir de todo el análisis anterior.

Padre Santiago González

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

No me asusta el Sínodo, me asusta Francisco

sinodo

15 octubre, 2015

Dos son los Sínodos que están actualmente en curso: el real, al que asiste extasiada una multitud en su mayoría dormida en la ingenuidad, y el de Francisco, que dará comienzo el 25 de octubre.

El real, el de este 2015, empezó a cara descubierta el año 2014, cuando el punto de partida quedó definido el año anterior, con esa relatio final en la que se plasmó cuanto ahora se habrá de concretar, y no como un mero documento de estudio, sino como una misión que Su Santidad encomendó a la Iglesia universal, recibiendo por ello no sólo su bendición sino la más solemne, la de la garantía de su Suprema Cátedra. Pero no era suficiente porque el Sínodo del 2014 sólo tuvo por objetivo la definición de las propuestas, faltando poner la estructura, la solución jurídico canónica a tales desafíos. Y no me refiero al desafío rimbombante que da título a tal Sínodo del 2015 (familia y desafíos modernos) sino a los verdaderos desafíos a la tradición de la Iglesia -la homosexualidad y la comunión de los divorciados vueltos a casar- que se han querido poner sobre la mesa sinodal con una enfermiza naturalidad.

Si bien todo esto es conocido, merece la pena hacer un breve alto, porque siendo cierto que desde el primer momento el Papa Francisco había indicado que el “tema” de la comunión de los divorciados vueltos a casar era algo fundamental para él y para su pontificado, no podíamos intuir (al menos yo) que el Sínodo del 2014 no sólo finalizará planteando formalmente este asunto sino que se despacharon con algo más grave: una cierta bendición a la homosexualidad. Esto muestra que los ritmos de la demolición están siendo más rápidos de lo que parecía, y ello quizá porque las estructuras que están trabajando en la demolición de la fe son más eficaces y atrevidas al saberse protegidas por el actual Papa reinante.  Por ello no es descabellado intuir que la “solución pastoral” que permita la comunión de los divorciados no será más que uno de los “logros” con los que nos podría despachar el Sínodo en curso. No será de extrañar que la agresividad de las propuestas vaya in crescendo a medida que avancen las sesiones del Sínodo.

¿Cómo es posible que pase esto? Porque se ha diseñado, con la aquiescencia del Papa, un procedimiento sinodal mordaza que no busca la declaración individual de posturas sino la búsqueda anónima de consensos. Lo que ha sido fácil de conseguir simplemente al limitarse a 3 minutos cada una de las intervenciones personales de los padres sinodales y dando un mayor peso a las reuniones grupales por lenguas (esos círculos menores) a las que se les obligará a plasmar en un documento común acuerdos consensuados. ¿Qué significa esto? Que ya no se votarán propuestas por cada uno de los padres sinodales, sino que independientemente de las posturas personales que éstos tengan (por muy ortodoxas que pudieran ser) el único documento relevante será el documento final de cada círculo redactado por el consenso de sus integrantes. Consenso que ni siquiera exigirá encontrar un centro ideológico de la totalidad de sus miembros, sino que bastará con la mera opinión de la mayoría, suficiente para silenciar las opiniones encontradas simplemente no recogiendo sus propuestas. Es decir, sin necesidad de “cocinar” el documento por las presidencias de cada círculo, bastará con que haya una mayoría progresista en cada círculo para que los documentos resultantes hagan temblar los cimientos de lo ortodoxo.  Y si la mayoría no es claramente afín al cambio doctrinal aún queda por saberse la capacidad de maniobra de las presidencias para modificar esos consensos alejándolos de una teórica ortodoxia.

Pero si esto no fuera suficiente, aún queda una revuelta más. Los documentos de los círculos menores no son más que documentos de trabajo. Al final del Sínodo los relatores nombrados por el Papa serán quienes redacten un documento definitivo que será el elevado al Santo Padre previa votación de los padres sinodales. Pero no está claro qué supondrá este acto de votación, si exigirá mayoría, si ésta debe ser cualificada, y ni siquiera qué pasa en caso de que no se alcanzara la misma. ¿Se elevará lo que sea al Santo Padre simplemente indicando el número de votos que ha obtenido, o ni tan siquiera? Cada día nos llegan noticias de cambios de procedimiento que no hacen sino confirmar cómo la trama procedimental quiere cerrar todo subterfugio a la sensatez doctrinal, como por ejemplo, la de exigir mayorías cualificadas para rechazar propuestas heterodoxas que se admitieron con simples mayorías.

Si he vuelto a relatar brevemente el funcionamiento del Sínodo no es más que para hacer hincapié en la preponderancia dada al encuentro de consensos con independencia de su contenido. Y no es un detalle menor. Dado que sabemos exactamente cuáles fueron los votos del Sínodo 2014 ante cada una de las propuestas debatidas sabemos hacía donde se escoraron los padres sinodales en el 2014 y, por ello, conociendo la identidad de aquellos padres del 2014 en comparación con los actuales padres sinodales, podemos predecir, por tanto, hacía donde es de prever que se escore el resultado del Sínodo del 2015.

El panorama, en resumen, no parece nada halagüeño, porque si el Sínodo del 2014 estuvo abierto, con la bendición del Papa, a que se tratara la bondad de la homosexualidad y de la comunión a los divorciados, el conjunto de padres sinodales actuales, más escorados a la izquierda que sus predecesores del 2014, no quedarán conformes sólo con las insinuaciones del año anterior. Es razonable esperar que el tal consenso dé un paso más en la heterodoxia y que por ello el documento final aporte material suficiente a favor de cambios pastorales opuestos al magisterio de la Iglesia.

Todo parece medido, pesado, planificado con suficiente antelación para no dejar fleco alguno. Se han diseñado unas reglas de juego tales que permiten el mismo cambio de las reglas con el objetivo de que la pelota quede en el punto de penalti a puerta vacía, para que remate el Santo Padre sin oposición alguna. Ni siquiera el de la opinión pública, porque no habrá ningún documento oficial publicado, ni habrá posibilidad de publicar un documento sinodal final, es más, cada día parece más posible que no haya una exhortación papal final.

Por eso, el verdadero drama comenzará el 25 de octubre, porque entonces la totalidad de la decisión a tomar, la totalidad de las medidas a adoptar, estarán en manos exclusivamente del Santo Padre. El mismo Santo Padre que pide no tener “prejuicios”, “dejarse de rigorismos”, “abrirse al Dios de las sorpresas”, poniendo en discusión lo que siempre ha amado la Iglesia y siempre ha defendido a costa, tantas veces, de la sangre de sus mártires (no olvidéis, cristianos, a San Juan Bautista y a santo Tomás Moro).

Ciertamente me asusta el Sínodo, pero más me asusta el Santo Padre porque cuanto está pasando, cuanto se está debatiendo, le deba a él su patrocinio, su aquiescencia, su magnánimo apoyo, no sólo permitiendo que lo peor de la Iglesia -aquellos que llevan años tratando de demoler la doctrina y la moral de la Iglesia-, ocupen puestos de responsabilidad sinodal (lo que ya es grave), sino bendiciendo como querido por Dios, como impulsado por su Santo Espíritu, que lo que ayer era santo hoy pueda ser adaptado a los tiempos.

Y si todo antes de este Sínodo parecía una aparente catequesis inocua de los signos -dado que la cultura de la imagen nos predispone a aceptar todo cambio- detrás del torbellino a veces arrabalero de Bergoglio, no hay un simple cambio de imagen, no hay una simple y simpática instantánea, no hay un simple retrato de una personalidad papal desbordante, exagerada, aparentemente desinhibida, sino todo un cambio de paradigmas. Los abrazos a los homosexuales, las llamadas telefónicas a divorciadas invitándolas a comulgar, el cariñoso acercamiento a los protestantes… todo eso va en consonancia con un diseño mordaza de un Sínodo crucial en su pontificado. Porque ha sido Francisco quien ha puesto a discutir, liberados de todo “prejuicio”, la doctrina de la Iglesia; porque ha sido Francisco quien ha hecho girar todos sus actos y pensamientos, a lo largo de su pontificado, en este evento diseñado a mayor gloria de la pastoralidad contraria a la doctrina…

No es Francisco, por ello, quien necesitó a la mafia de Saint Gall para llegar al papado, más bien parece que es la mafia de Saint Gall quien está necesitando del Papa. Y uno y otros se dejan querer mutuamente. Negar que hay unidad de criterios, de proyectos, entre ambos parece pueril. Si Bergoglio en su día fue alumno de Martini hoy es maestro aventajado. Por eso el Sínodo posterior al 24 de octubre es el que me preocupa. Es el Sínodo postsinodal, el Sínodo de las mafias, de los silencios públicos, del trabajo en las sombras. Porque cuantas mafias similares a la de Saint Gall haya, podrán trabajar ten con ten con el Santo Padre. Sin focos, sin luces, sino más bien con un “valiosísimo” documento sinodal que probablemente sirva de soporte “consensuado” de la locura. Y si no fuera el caso, para eso se ha elevado el silencio oficial, para que no haya nada de lo que dar cuentas. Para que se pueda trabajar en la libertad del que tiene la sartén por el mango.

César Uribarri

Otro artículo bomba de Neil McCaffrey en 1977. Simplemente sustituya “Pablo VI” por “Francisco”

papa-iv

15 octubre, 2015

Con la cantidad de comentarios sobre el presente Sínodo (así como con las siempre efervescentes discusiones sobre la FSSPX), a veces podemos olvidar cuán profundas son las raíces de nuestra crisis actual. Hemos pasado por ello antes;  y estamos asistiendo al desarrollo de algo que hace ya tiempo que estaba ahí.

Este artículo fue escrito originalmente en 1977, antes de la suspensión del Arzobispo Marcel Lefebvre. El autor de este artículo no era, ni un miembro de la FSSPX, ni un partisano. Pero conocía la Iglesia del derecho y del revés, y sabía de historia y política católicas. Si el lector sustituye “Pablo VI” por “Francisco”, encontrará misteriosos paralelismos a todos los niveles.

Rorate Caeli agradece a Roger McCaffrey, de Roman Catholic Books, por permitirnos publicar este atrevido y perspicaz ensayo, que también aparecerá en la próxima edición de The Traditionalist, prevista para noviembre. (Cualquier consulta sobre la revista debe dirigirse a expeditor@gmail.com)

***

El Arzobispo Lefebvre, el Papa Pablo VI y la Tradición Católica

por Neil McCaffrey

paulvi-229x300

El caso Lefebvre está dejando a los Católicos Americanos ortodoxos a punto de estallar. La larga e hirviente disputa se centra en el Papa Pablo VI, pero no sólo tiene que ver con los méritos de un solo Papa. La historia está llena de tales disputas ad hoc, y la historia se las ve con ellas en su justo momento. La presente discusión suscita más preguntas básicas. ¿Cuáles –si los hay– son los límites del poder papal? ¿Qué le debe un Papa, no simplemente a las doctrinas de la Iglesia, sino a sus tradiciones? ¿Y a sus usos? ¿Qué le debe a las ideas y políticas de sus predecesores? ¿Cuáles deberían ser sus relaciones con un mundo hostil a la Fe?

Para un grupo -llamémosle los conservadores- las cuestiones no existen como temas para la exploración, sino simplemente como puntos para la afirmación, eslogans para la tropa. El Papa no puede hacer nada malo (o, si lo hace, no lo menciones hasta que lleve en la tumba un siglo o más). Lo nuestro no es razonar el porqué, o cuestionarnos; lo nuestro es reunirse alrededor de la bandera papal, con los conservadores estableciendo las reglas del juego para el Día de la Bandera.

La oposición no tiene una fórmula tan simple para responder. La oposición va a tientas, y sangrando. Y la disputa es de lo más intensa, de lo más amarga, porque la mayor parte de la oposición se encontraba hasta ayer en las filas de los conservadores.

Pero entonces, la realidad se abrió paso. Durante varios años después del Concilio, la línea convencional había sido: el Papa está aislado/perdido/desinformado/cautivo/lo que sea. Esta postura siempre dependía de una inmensa inocencia de la Iglesia y de los asuntos humanos, y además necesitaba de vez en cuando de señales de que el Papa estaba realmente de su lado. La presión de la catástrofe tenía que corroer esa postura -en particular cuando el Papa se esmeraba para demostrar que, de hecho, sabía lo que está sucediendo; que de hecho él es el autor de esas políticas, que no es tonto, y que no está para nada contento con los católicos que se le oponen.

Cuando estos hechos comenzaron a golpear de cerca, los católicos menos equilibrados llegaron a nuevas explicaciones, y salieron con insultos [1]: el Papa es un comunista/francmasón/impostor…o no fue elegido válidamente…o está drogado, etcétera. Los católicos sensatos, rechazando todas estas tonterías, pero aun así enfrentándose al hecho de un Papa hostil a casi todo lo que ellos consideraban sagrado, tuvieron que emprender lo que se puede llamar, al menos por analogía, la noche oscura del alma.

Pero Dios está ahí, y las noches oscuras del alma pueden ser luminosas. Los preocupados católicos empezaron a considerar seriamente lo que hasta entonces sólo habían sido meras abstracciones para ellos: no toda afirmación papal o conciliar es infalible, o incluso acertada. No toda política papal es prudente, o por el mejor interés de la Fe. Ningún Papa -hasta el mismo San Pedro lo sabe- está más allá del error , y ningún Papa humilde rechaza corregir su error. Y, como Dante y San Juan Crisóstomo nos dijeron una vez, algunos Papas van al Infierno.

Estas verdades tuvieron casi que imponerse en más de un católico consciente. Pero una vez que lo hicieron, estos católicos hicieron un maravilloso descubrimiento: la Verdad debía hacerlos libres. Encontraron, para su gozo, que al fin se unían a la corriente católica de siglos. Ahora, las tradiciones que veneraban significaban mucho más para ellos, al convertirse más profundamente en parte de esas tradiciones. Sacaban fuerzas de aquellas tradiciones. Para ser explícito, encontraron en la tradición católica un respeto casi universal, incluso reverencia, por el Papa en cuanto sucesor de San Pedro -pero nada de la aberración de que el Papa no puede hacer nada malo-. Encontraron cierta adulación cortesana a los Papas, pero ninguna de los católicos que tenían un respeto decente por el Papa, y por ellos mismos. Encontraron entre los verdaderos católicos un amor extendido por el Papa como padre, y casi nada de papolatría. (Un buen hijo ama y respeta a su padre -pero no lo elogia por llegar borracho a casa. Rebatiendo el Mi país, en lo bueno y en lo malo, de Stephen Decatur, Chesterton hizo notar que era como decir, Mi madre, borracha o sobria).

Dios escribe derecho con renglones torcidos; y cuando el desastre golpea a la Iglesia, la Providencia parece  extraer invariablemente el bien de ello. ¿Y por qué no? Cristo, después de todo, ya ha vencido. Así que las negligencias del actual papado han forzado a los católicos atentos a reconsiderar la papolatría a la que algunos han sucumbido en décadas recientes: un correctivo muy necesitado en muchos lados -tal y como, en la dirección opuesta, los Concilios de Florencia y Vaticano I ayudaron a equilibrar la balanza después de que el Concilio de Constanza hubiera amontonado indignidades contra el papado-. (Y a propósito, me pregunto cuántos edictos de Constanza suscribirían los conservadores de hoy. ¿O sólo cuenta el Concilio más reciente?)

Pero la ilustración del tipo que cuadra con la tradición católica no otorga a la oposición leal las fáciles fórmulas unidimensionales generadas por las cheerleaders vaticanas. ¿Leal al Papa? Por supuesto -pero no a Honorio I cuando se equivoca, o a Sergio III cuando asesina. Pedro debe ser corregido por Pablo, y Gregorio XI no carecía de cortesanos que le aseguraban que estaba haciendo lo correcto al quedarse en Aviñón. Pero la muchacha que le dijo francamente que su sitio estaba en Roma, y tan francamente le recomendó  renunciar si no iba a ejercer su autoridad, es honrada como una de las grandes mujeres en la historia Católica, santa Catalina de Siena.

Mi desacuerdo con algunos en los medios de comunicación conservadores es doble: ellos deforman nuestra crisis actual, y ni siquiera están seguros de sus propios y oscuros principios. Falsean, suprimiendo las noticias sobre el Papa; lo que significa que fallan como periodistas católicos. Nunca informan cuando el Papa recibe a un líder comunista, o a la pionera de la liberación femenina Betty Friedan, o al asesino de masas Idi Amin. No nos dicen que rechazó encontrarse con una peregrinación internacional de católicos tradicionales, a pesar de que tuvieron una vigilia de oración toda la noche en la plaza de San Pedro; aunque en el mismo momento recibía a tres revolucionarios portugueses. Nunca nos habríamos enterado por ellos de que el Papa se unió a la izquierda internacional,  para condenar al gobierno de Franco por la ejecución de terroristas españoles. En periódicos que proclaman su admiración por el Papa, ¿por qué se excluyen cuidadosamente las noticias de tantas de sus principales actividades?

La respuesta puede ser que la prensa católica conservadora encuentra estas actividades vergonzosas.

Pero, ¿esta repugnancia habla de veras bien de ella? Creo que no. Para empezar, los periódicos católicos deben imprimir noticias católicas honestamente, o de lo contrario fallarán en su principal deber. Pero además de eso, eliminar noticias sobre el Papa expresa algo interesante sobre la admiración declarada hacia él. Si no se es capaz de informar de actividades que encuentra vergonzosas, ¿por qué la prensa conservadora católica pretende al mismo tiempo que el Papa es inocente?

Existe otra alternativa: la prensa católica conservadora comparte la predilección del Papa por los revolucionarios, pero no se atreve a  revelarlo por miedo a perder a sus lectores. Pero esta explicación es absurda a primera vista. La primera alternativa es la única que suena verdadera. La prensa católica conservadora es prisionera de su propia inconsistencia, atrapada por un Papa liberal.

Por supuesto no necesitan ser atrapados. Lo que pueden hacer, lo que espero que harán un día, es someter sus premisas a una buena dosis de historia católica, renunciar a la papolatría, y tomar la medicina. Puede que duela pero la adversidad es el precio del crecimiento, y un canal de la gracia.

La situación de las organizaciones leales al Papa difiere en cierto modo de la de la prensa: no son periódicos. Por lo tanto no tienen obligación de informar de situaciones desagradables; aunque tienen obligación de plantarles cara. Creo que estas asociaciones, y la prensa católica de ideas afines, se oponen a los hechos, y además faltan a sus propios principios.

Su posición es conocida: los documentos conciliares son inocentes; el Papa es del mismo modo tan inocente como guardián de la Fe y la tradición; todo lo malo que ha sucedido, ha sucedido a pesar del Papa y del Concilio.

¿Quién puede negar la enorme atracción emocional de esta posición? Casi cualquier católico ortodoxo solía sostenerlo, si no lo hace ahora. Todo católico ortodoxo desearía poder sostenerlo. Sólo hay un argumento en contra: que no es verdad.

Entre otras cosas, el argumento es insípido. ¡Como si los concilios de la Iglesia sólo fueran juzgados por sus documentos! La gente que piensa esto no tiene sentido de la textura de los asuntos humanos, y por lo tanto de la historia. Si juzgamos el Concilio de Constanza simplemente por el puñado de medidas disciplinarias que aprobó, y que Martín V firmó, bostezaríamos y le dedicaríamos un párrafo en la historia de la Iglesia. ¡Cuán diferente fue la realidad! Una orgía anti-papal como la Iglesia jamás ha visto (excepto quizás en los últimos quince años), cuyos efectos han perseguido a la Iglesia durante más de cuatro siglos.

No es una sorpresa que el Papa Pablo VI comprende su Concilio mucho mejor que sus admiradores conservadores. Nunca ha ocultado su convicción de que el Concilio fue la puerta de entrada para el cambio en la Iglesia, y así estaba previsto.  Y lo ha subrayado, haciendo notar que Gaudium et Spes supuso una ruptura con la vieja visión católica sostenida por muchos de los santos. (Habría podido decir, con mucha mayor exactitud, por todos los santos -sin mencionar a los autores de las Epístolas, y a nuestro mismísimo Señor).

En lo que respecta a los documentos conciliares, requieren una exégesis que daría para llenar una estantería. Pero exhalan un espíritu, sobre todo cuando se ocupan de problemas temporales, que choca con los reparos de los anteriores Papas al liberalismo y al humanismo.

No es accidental que los liberales de todo el mundo alabaron el Concilio. ¿Todos estaban equivocados? Los niños de este mundo son sabios de su generación. Los liberales conocen a los suyos. En particular, saben que el Concilio marchó en su dirección de libertad religiosa -mientras que despreciaban la visión de los anteriores Papas (que, a su vez, simplemente repetían lo que había sido la actitud invariable de la Iglesia desde los tiempos apostólicos)-. Si el Concilio no ofreció una nueva y completa visión de la libertad religiosa (nueva para la Iglesia; es algo pasado de moda para los liberales), entonces las palabras han perdido todo su significado. Sospecho que ésta es una razón por la que al Arzobispo Lefebvre se le niega su defensa.       El Vaticano detesta defender un caso sin esperanza, incluso en su propia corte.

Pero el mismo Papa nos ha dado la refutación final de la posición conservadora, al condenar al arzobispo Lefebvre. Entre otras cosas, el Papa exige al arzobispo que acepte las “orientaciones” post-conciliares de la Iglesia -que son nuevas por definición-; de no ser así, el Papa, el arzobispo y el resto de nosotros, no estaríamos discutiendo sobre nada.

Lo que conduce a mi punto de que el ala conservadora está traicionando aquí su propia posición. ¿Por qué se niegan a seguir las orientaciones post-conciliares? El Papa las ha confirmado. ¿Por qué resisten a la corriente pentecostal? El Papa lo ve con buenos ojos. ¿Por qué se asustan de las actividades revolucionarias de los delegados papales en el Tercer Mundo? ¿Por qué se pelean con las ideas teológicas que se enseñan en los seminarios pontificios de Roma? ¿Por qué discuten con catecismos impuestos por casi todos los obispos del mundo? Estos obispos, después de todo, dan cuentas al Papa; la mayor parte son delegados; y el caudal de delegaciones se ha mantenido constante durante catorce años.

Creo que conozco el porqué. Rasca a un conservador, y más frecuentemente de lo que esperas encontrarás a un tradicionalista. Pero un tradicionalista que no se atreve a resolver la ambigüedad de su propia posición. Esto no es sorprendente. Duele cambiar.

Que es justamente  lo que hemos estado diciendo al Papa. Que no está escuchando, y al que no le importa.

Neil McCaffrey (1925-1994) fue el fundador del Club del Libro Conservador (Conservative Book Club) y de Arlington House Publishers, que dirigió varias décadas; y un respetado organizador político entre bambalinas (cf. Buchanan: El mayor regreso: cómo Richard Nixon se levantó de su derrota para crear la nueva mayoría. The Greatest Comeback: How Richard Nixon Rose from Defeat to Create The New Majority, Crown, 2014). Antes de su lanzamiento, trabajó en Doubleday-Image Books, bajo la dirección de su fundador, John Delaney, y fue ejecutivo de Macmillan Publishing Company. Mientras estuvo allí, guió a un puñado de bestsellers nacionales al éxito. Graduado en el programa de periodismo de la Universidad de Fordham, fue producto del sistema de educación de la Archidiócesis de Nueva York, seguramente el mejor de Norteamérica en su día.

 
 

[1] Nota del Traductor: el término traducido es “hookery”, que proviene de “hooker”, puta o prostituta. Es una sustantivación, que equivaldría a algo así como “putadas” o “guarradas”

[Traducido por José Gutiérrez. Artículo original]

Francisco, a Sor Lucía Caram: “Vos, continúa haciendo lío, no te canses”

papacaram

15 octubre, 2015

[periodistadigital.com] (Sor Lucía Caram).- Roma se despertaba con miles de peregrinos que iban a la Plaza de San Pedro a esperar durante horas para poder disfrutar de la audiencia del Papa Francisco, como ocurre cada semana. La gente quiere escucharle, tocarle, hablarle, pedirle una bendición.

Desde las 6:30 de la mañana con Sor Juana Mari, mi priora, esperábamos en la Puerta de Santa Ana, donde están la Guardia Suiza, nuestra acreditación. Allí los argentinos invitados a través de la Nunciatura, seríamos conducidos por el Padre Guillermo Karcher hacia lo que llaman -irónicamente- “el corralito” de los argentinos, a la derecha del Papa en la misma explanada desde donde da su catequesis semanal. En ese recinto éramos unos 200 argentinos.

papaluci4_560x280

El Padre Guillermo, persona cercana a Francisco, nos dijo: “Cuando el papa se acerque, podéis darle regalos, hablarle, pedirle la bendición, lo que queráis. A él le gusta estar con la gente y disfruta. Aprovechen, porque están en un lugar inmejorable.”

Una hora antes de lo previsto, ya que amenazaba lluvia, comenzamos a oír al Papa. Desde la Sala Pablo VI, saludaba a algunas personas enfermas y sus familiares. Luego, apareció en un Papa móvil que iba muy despacio, porque el Papa quiere estar cerca de la gente. No faltaron los niños que se le acercaban, ni sus gestos más que elocuentes de simpatía, complicidad, alegría.Todo un torrente de vitalidad, que supera los límites de su edad y que deja a todos con mucha paz.

Comenzó la audiencia con un profundo sentido de humildad, pidiendo perdón por los escándalos del Vaticano en estos días. Sin duda se refería al padre Charamsa, a quien dijo perdona de corazón, y también a la carta difundida presuntamente por al menos seis cardenales que manifiestan su temor o desconfianza ante lo que pueda deparar el Sínodo. Estoy segura que el Padre Charamsa, si hubiera hablado con Francisco, hubiera conseguido mucho más que con toda la puesta en escena de la salida del armario -que no juzgo, todo lo contrario-, y estoy segura que hubiera sido mucho más positivo para el Sínodo, porque su situación “YA” está sobre la mesa en el mismo. Tanto la homosexualidad, como la situación de los divorciados, está en su realidad más profunda, porque Francisco ha querido preguntar a todos, y todos hemos podido hacer llegar nuestras preocupaciones y esperanzas. Y lo ha hecho, porque quiere una Iglesia que afronte la realidad y acoja a todos y a todas las realidades que viven las personas, las familias y los nuevos retos.

La audiencia continuó, y llegó el momento de los saludos. Francisco iba muy poco a poco. Escuchando a cada uno, haciendo bromas, bendiciendo, aconsejando. Cada uno, era lo más importante para él, y eso se notaba.

sor-lucia-recibe-la-bendicion-del-papa

Al llegar donde estábamos nosotras, Francisco nos abrazó a ambas. Parece que el tiempo se detuvo y que estaba para nosotras. Le explicamos lo que nos traía a Roma y nuestro deseo de vivir siempre en comunión con la Iglesia viviendo el Evangelio al lado de los más pobres, siendo una Comunidad Contemplativa al Servicio del Reino. Él escuchaba y me dijo: “Ah, vos sos la monja que hace lío“.

Le expliqué los proyectos que tenemos entre manos desde la Comunidad, la Fundación, el trabajo contra la pobreza infantil, las 1300 familias de la Plataforma de alimentos, el Albergue, los pisos. Él escuchaba atentamente. Le hablé del compromiso de los voluntarios. Y cuando le dije: “-Hemos acogido refugiados y vamos a acoger más”. Él con un gesto de preocupación nos cogió del brazo y nos dijo: “Este es el gran drama que tenemos hoy. Acójanlos, abran las puertas, no dejen de acoger a los más pobres, prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que los que se cierran en sí mismos o los que se convierten en Hoteles.”

Le dije: “Sí, Santidad, pero la Iglesia no nos lo pone fácil, hoy es muy difícil ser cristiano en la Iglesia católica”. El no lo dudó, largó una carcajada cómplice y me dijo: “-Te voy a responder como aquel que dijo:`¿Señora, a mí me lo dice?´.
Reímos los tres y me dijo: “- Vos, continúa haciendo lío, no te canses, los pobres son lo más importante, eso es el Evangelio. Hacé lío“.

Luego bendijo a mi priora y en ella a las monjas de la comunidad. Sor Juana Mari, flotaba. Finalmente me bendijo a mi y conmigo a la Fundación Rosa Oriol, a todo el equipo que me ayuda y a los más pobres, tal como se lo había pedido.
Nos regaló una sonrisa y un nuevo abrazo y continuó con una bendición.

Nos quedamos con mucha paz. Pedro de alguna manera nos confirmaba en la fe, una fe que nos pone al servicio de los más pobres y que nos hace dar lo contemplado, animando el servicio a los preferidos del Reino.

Con su gesto y su acogida, con su bendición animaba nuestra caridad que es la que nos hace entender que le corazón de Dios tiene unas dimensiones infinitas en la que entramos todos y que lo único importante es amar y servir, amar como somos amados por el Dios de la vida, que lo único que desea es que todos sus hijos vivan con dignidad.

Francisco, con su bondad y con su gran humanidad, es un signo de la bondad y la ternura de Dios, que en Jesús ha puesto su tienda entre nosotros y que camina con su pueblo animando nuestro paso hacia la libertad plena para todos.

Gracias Francisco, tu bondad nos anima, tu fe nos confirma, tu caridad nos ayuda a avanzar en la línea del Evangelio, que es la del amor que se hace servicio.

¿Existe todavía el sentido del pecado entre los padres sinodales?

obispos

15 octubre, 2015

Los trabajos del Sínodo están confirmando la existencia al interior de la Iglesia Católica de un claro desencuentro entre dos minorías. Por una parte, un puñado de padres sinodales decididos a defender la moral tradicional; por otro, un grupo de innovadores que al parecer han perdido la fe católica.

Entre ambas minorías hay, como siempre, un centro blando y vacilante
integrado por los que no se atreven ni a defender ni a atacar la verdad y se basan en consideraciones más ligadas a interese personales que al debate doctrinal. En el debate sobre la primera parte del Instrumentum laboris, los prelados innovadores han hecho oír su voz sobre todo en dos de los 14 círculos menores: el Anglicus C y el Germanicus.


Examinemos por un momento la sección central de la relación del Circulus gemanicus,
que ha tenido por relator al flamante arzobispo de Berlín monseñor Heiner Koch y como moderador al arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn. Los obispos alemanes esperan que en el documento final no prevalezca un lenguaje negativo que aleje y condene al estilo forense (“eine negativ abgrenzende und normativ verurteilende Sprache (forensischer Stil)”), sino un lenguaje positivo que refleje la evolución de la postura cristiana y sea capaz de expresar implícitamente lo que es incompatible con las posturas cristianas (eine positive, die christliche Position entfaltende Sprache, die damit implizit zur Sprache bringt, welche Positionen christilich inkompatibel sind”). «Esto afecta también la disponibilidad (cf. Gaudium et Spes) para acoger los avances positivos de la sociedad» (“Dazu gehört auch die Bereitschaft (cf. Gaudium et Spes), von der Gesellschaft positive Entwicklungen aufzugreifen”).


Para entender qué se oculta tras este lenguaje ambiguo, es menester releer los pasajes centrales de la entrevista
realizada el pasado 26 de septiembre al cardenal Christoph Schönborn por el padre Antonio Spadaro para la Civiltà Cattolica. El arzobispo vienés afirma que es necesario «tomar conciencia de la dimensión histórica y social del matrimonio y de la familia».


En efecto, explica:
«Con demasiada frecuencia los teólogos y obispos, pastores y custodios de la doctrina, olvidamos que la vida humana se desenvuelve en unas condiciones que vienen impuestas por la sociedad: condicionamientos psicológicos, sociales, económicos y políticos, y en un contexto histórico determinado. Hasta ahora ha faltado esto en el Sínodo. (…). Habremos de observar las numerosas situaciones de convivencia no sólo desde el punto de vista de lo que falta, sino también de lo que ya se avizora, de lo que ya está presente. (…) Quienes tienen la gracia y la alegría de poder vivir el matrimonio sacramental en la fe, la humildad y el perdón recíproco, con confianza en Dios, que actúa a diario en nuestra vida, saben percibir en un matrimonio, en una pareja de hecho, en una pareja de convivientes, elementos de verdadero heroísmo, verdadera caridad, verdadera entrega mutua. Aunque digamos: «No hay todavía una realidad plena del sacramento». Pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar y afirmar que no existen ellos elementos de verdad y de santificación? (…) No oculto, en este sentido, que me ha chocado un modo puramente formalista de argumentar blandiendo el hacha del intrinsece malum (…). La obsesión del intrinsece malum ha empobrecido de tal forma el debate que nos hemos privado de un amplio abanico de argumentos a favor de la unidad, de la indisolubilidad, de la apertura a la vida, del fundamento humano de la doctrina de la Iglesia. Hemos perdido el placer    de un discurso sobre estas realidades humanas. Uno de los elementos fundamentales del Sínodo es la realidad de la familia cristiana, no desde un punto de vista escluyente, sino incluyente.  (…) Se dan también situaciones en las que el sacerdote, el orientador, que conoce el foro interno de las personas, puede llegar a decir: “Vuestra situación es tal que, en conciencia, en vuestra conciencia y en la mía de pastor, os veo un lugar en la vida sacramental de la Iglesia”. (…) Soy conscientes de que al decir esto algunos se escandalizarán… Pero siempre se puede aprender algo de las personas que objetivamente viven en una situación irregular. El papa Francisco quiere educarnos en este sentido» (Matrimoni e conversione pastorale. Intervista al cardinale Christoph Schönborn, por Antonio Spadaro S.J., en Civiltà Cattolica,  Quaderno n° 3966 del 26/09/2015, pp. 449-552).


Esta entrevista se puede leer in parallelo con la de otro padre sinodal, de formación cultural germánica:
Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto,  secretario especial de la asamblea general ordinaria del Sínodo. En sus declaraciones a Avvenire del pasado 19 de septiembre, monseñor Forte ha dicho que el Instrumentum laboris manifesta «comprensión hacia lo que hay de positivo, incluso cuando, como en el caso de las parejas de hecho, nos encontramos ante una positividad incompleta. Los criterios para mirar con comprensión a los convivientes los imponen en su unión el deseo de fidelidad, de estabilidad, de apertura a la vida. Así como cuando se entiende que este deseo puede verse coronado por el sacramento del matrimonio. Precisamente por esto hay que acompañar en este camino de maduración. Si, por el contrario, la convivencia es episódica, todo se vuelve más difícil y es importante encontrar un modo de poder avanzar hacia una maduración más significativa. (…) Cuando la convivencia es irreversible, sobre todo cuando han nacido hijos de la nueva unión, dar marcha atrás supondría faltar a los compromisos adquiridos. Compromisos que conllevan deberes morales que se cumplen con espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, que pide fidelidad a esta nueva unión. Cuando se dan estos presupuestos, puede estudiarse una integración cada vez más profunda en la vida de la comunidad cristiana. ¿Hasta qué punto? Ya lo hemos dicho. Al Sínodo le corresponderá proponer y al Papa decidir».

Como ponen de manifiesto las citadas entrevistas, los problemas de la familia se afrontan de un modo meramente sociológico, sin la menor alusión a principios que trasciendan la historia. Para monseñor Schöborn y monseñor Forte, eI matrimonio y la familia no son instituciones naturales que han acompañado al hombre desde los principios de la civilización. Instituciones que ciertamente nacen y viven en la historia, pero que por hundir sus raíces en la naturaleza misma del hombre están destinados a sobrevivir en todo tiempo y lugar como célula básica de la convivencia humana.

Sostienen que la familia está sujeta a la evolución dialéctica de la historia, y por tanto asume nuevas formas dependiendo del momento histórico y de los “avances positivos de la sociedad”. El lenguaje positivo del que habla el Circulus germanicus quiere decir que la Iglesia no debe pronunciar la menor condena, porque es preciso entender los aspectos positivos del mal y del pecado. Hablando con propiedad, para ellos el pecado no existe, porque todo mal es un bien imperfecto e incompleto.

Estas aberraciones se basan en una deliberada confusión entre el concepto metafísico y el concepto moral del bien y el mal.
Es más, desde el punto de vista filosófico está claro que Dios, que es el Sumo Bien, no ha creado nada de malo ni imperfecto en el universo. Pero la libertad humana también es parte de la creación, y esta libertad posibilita que la criatura racional se aleje de Dios. Esa aversio a Deo de la criatura racional es un mal que se define con propiedad como pecado. Pero la noción de pecado está ausente en la perspectiva del purpurado, así como en la del secretario especial del Sínodo.


Al negar la existencia del intrinsece malum, el cardenal Schönborn niega verdades morales como aquella según la cual
“existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto”. (Juan Pablo II, Exortación apostólica Reconciliatio et paenitentia, nº. 17), y refuta en su totalidad la encíclica Veritatis Splendor, promulgada precisamente para reafirmar, contra la “ética situacional” que volvía a asomar la cabeza, la existencia de los absolutos morales.

En esta perpectiva se disuelve, no sólo la noción de ley divina y natural, como raíz y fundamento del orden moral, sino también la noción de la libertad humana. La libertad es de hecho la primera raíz subjetiva de la moral, así como la ley natural y divina constituye la forma objetiva de éstas. Sin ley divina y natural no existen el bien y el mal, porque la ley natural es lo que permite a la inteligencia conocer la verdad y a la voluntad amar el bien. La libertad y la ley son dos situaciones del orden moral.

Existe el pecado porque existen absolutos morales. Y existen absolutos morales porque existe el pecado. El pecado es un mal absoluto porque se opone al Bien absoluto, y es el único mal, porque se opone a Dios que es el único Bien.
El origen de toda situación de miseria e infelicidad humana no es de naturaleza política, económica o social; se remonta al pecado, original y actual, cometido por el hombre. El hombre «peca mortalmente (…) cuando consciente y libremente elige un objeto gravemente desordenado, sea cual fuere el motivo de su elección» (Congregación para la Doctrina de la Fe, declaración Persona humana del 7 de noviembre de 1975, nº. 10, par. 6).


Hay pecados que, según la Escritura, claman venganza al Cielo, como el de la sodomía
(Gn, 18, 20; 19, 13), pero también existe la infracción del sexto mandamiento, que prohíbe toda unión sexual fuera del matrimonio. No se puede admitir un “lenguaje positivo” que bendiga esas uniones. Pío XII decía que «tal vez el pecado más grande del mundo actual sea que los hombres ha empezado a perder el sentido del pecado» (Alocución del 26 de octubre de 1946). Pero, ¿qué pasa cuando son los hombres de la Iglesia los que pierden el sentido del pecado, y con ello la fe?

Roberto de Mattei

[Traducido por J.E.F]