De los Sacerdotes conservadores, líbranos Señor

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Hace unas semanas me encontraba en Misa, en una Iglesia de esas que la gente suele clasificar como “de corte tradicional”, llegada la predicación el Sacerdote nos sorprendió hablándonos de Lutero y de la unión de los cristianos. En concreto dijo que “Lutero fue un reformador pero quizás no supo hacerlo bien”. Me llamó la atención la imagen que intentó plasmar del que fue un hereje en la historia de la Iglesia, de repente parecía que nos estaba hablando de un mártir incomprendido en su época.

Intentar confundir a los fieles es algo muy grave, lo haga el párroco del barrio o el que se llama obispo de Roma elegido por la gracia de los Cardenales.

Que un Sacerdote hable positivamente de Lutero en una homilía nos muestra la falta de formación del clero, la deformación que han sufrido o lo pelotas que son. Este Lutero que hoy en día está siendo elevado a los altares, es el mismo que dijo “toda la Iglesia del papa es una Iglesia de putas y hermafroditas”“todos los actos pontificios están sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa”. Espero que no les hayan perturbado estos términos tan soeces pero no los digo yo, los dijo el mayor hereje que hemos sufrido, no ha habido otro como él y resulta que los curas papólatras de turno, esos que se molestan si alguien hace una mínima insinuación en contra del Sumo Pontífice le levantan un altar al hereje de los herejes, al que más improperios escupió sobre la figura del Papa. ¡Que sensatos son nuestros párrocos!…Hay que decirlo, son Vds. unos cachondos mentales. Perdonen que no elija una expresión más elaborada, pero a estas alturas la sencillez y la claridad meridiana deben ser nuestra bandera, no nos andemos por las ramas, nuestra salvación está en juego, no esperen sutilezas cuando Vds. nos tratan como a borregos, como a estúpidos ignorantes.

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Tradicionalismo ambiguo no es Tradición

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TRADICIÓN proviene del término latino [traditio, -ōnis], pero, además, mantiene también su concepto originario.

En la general confusión y caos de concepciones y nociones fundamentales; de desorden de sentimientos, percepciones y sensaciones —antagónicos en esencia—, mezcolanza enmarañada de relativismo, subjetivismo y sincretismo en que nos movemos, opiniones juicios, significaciones y conjeturas forman un laberinto que perturban, trastornan, ofuscan y desorientan, desdibujando los primeros principios del pensamiento, que se extravían y descarrían en este revoltijo de impresiones.

 Santo Tomás sanciona que «la finalidad de la contemplación es la verdad» y Marco Aurelio, en sus Meditaciones, apunta la búsqueda de los primeros principios mediante “la simplicidad” como principio fundamental: “de cada cosa pregúntese qué es en sí misma; cuál es su naturaleza; qué es lo esencial, segregando lo circunstancial, porque la complejidad aparta del propósito”.

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Tradición y equilibrio

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«Es cuestión de una pulgada; pero una pulgada es todo cuando se está conservando un equilibrio.” K. Chesterton 

Conservar el equilibrio en cuerpos estáticos y simétricos, es cálculo; conservarlo en el pensar y obrar de los hombres es un osado desafío espiritual y artístico.

Entre los argumentos intuitivos de Chesterton a favor del Cristianismo, se destaca éste, el equilibrio. Manera singular de aunar dos fuerzas o ideas en apariencia contrapuestas, exaltando todas sin opacar ninguna. Por ejemplo, propugnaba una valentía desgarradora hasta dar la vida pero sin desdeñarla, deseaba la paz mientras armaba caballeros para la guerra, con idéntico ímpetu predicaba sobre la virginidad y la familia. Supo mantener lado a lado, dice Chesterton, “dos insistencias, como si mantuviera dos colores, rojo y blanco; como el blanco y el rojo del escudo de San Jorge. Siempre mantuvo un saludable odio por el rosado”. Así, todo el cuerpo de la Cristiandad –esa “roca inmensa, irregular y romántica”– logró unidad  armónica, se hizo de una sola pieza como la divina túnica de nuestro Salvador (símbolo de la Iglesia, según enseña San Cipriano).

Esta sorprendente cualidad que no puede conquistarse a fuerza de recetas, métodos ni gestiones humanas, pareciera escasear en muchos de los grupos o movimientos que integran nuestra Iglesia. Un sinnúmero de discordias y desacuerdos de católicos suceden a menudo por no saber conjugar verdades, por desconocer aquel arte de unir al dinamismo de la vida dos principios de aparente contradicción. Pienso que esta carencia puede manifestarse de dos modos: mezclando verdades o acentuando una verdad por sobre otra (descontemos de raíz quienes no tienen siquiera una verdad que mezclar o acentuar). El equilibrio, fruto de la sensatez, es punto medio de estos dos descarríos: de un lado, un amasijo oscuro y desabrido; del otro, un paquetón de buenas verdades sin ligazón.

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Terrorismo sinodal

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21 octubre, 2015

“Ya en los tiempos apostólicos hubo hombres perversos que, por interés y ambición, turbaban y corrompían en el pueblo la pureza de la fe con abominables errores. Se opusieron a ellos los apóstoles con la predicación, con los escritos y con las infalibles sentencias del primer concilio que celebraron en Jerusalén.

Desde entonces acá, no ha cesado el espíritu de las tinieblas en sus ponzoñosos ataques contra la Iglesia y las divinas verdades de que es depositaria indefectible; y suscitando constantemente nuevas herejías, ha ido atentando uno tras otro contra todos los dogmas de la religión cristiana.”(Catecismo de san Pío X).

Se termina el sínodo, apenas queda una semana, ¿saben cuál será el resultado final de todo esto? la Iglesia de Cristo pulverizada. El costado del Señor vuelve a ser traspasado por la lanza. ¿Qué haremos nosotros? “Domine, ad quem ibimus? Verba vital aeternae habes” “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.

El magisterio de la Iglesia reventado por los cuatro costados, no queda nada por inventar, por escuchar y por ver. Desde estúpidas historias en las que, supuestamente y de manera sacrílega, utilizando la imagen de un niño, la hostia es tratada como algo simbólico, una herejía para coronar el sínodo, una burla a nuestro Dios aplaudida por toda una asamblea… ¿De qué? ¿de insensatos? No se me ocurre otro calificativo para esta gente si es que es cierto que eso ocurrió, como así parece ser. Y yo me pregunto ¿es que allí a nadie se le ocurre levantarse y marcharse? Se les supone una formación, aunque sea mínima. Hasta una humilde laica como yo, recuerdo que en una conferencia ‘pagolística?, llegado este mismo punto, en el que se cachondearon y se mofaron de la consagración, me levanté y me marché y me importó muy poco que me mirara mi párroco, el diácono, o el vecino del quinto, ¡Por favor! ¿es que tenemos el corazón de piedra y el alma helada? La verdad es que los católicos hoy en día, ni sentimos ni padecemos, maltratan a Jesús delante de nosotros y nos parece bien, no decimos absolutamente nada ¡Despertemos, seremos juzgados también por nuestra indiferencia!

Lo que está sucediendo en el Sínodo, es un atentado terrorista contra la Iglesia de Jesucristo, una célula vaticanista encabezada por nuestra jerarquía. Estamos en manos de obispos herejes, trastornados y que nos llevan a la condenación directa y absoluta, quizás no todos, pero sí en un alto porcentaje. ¿Están leyendo las noticias que a diario les colgamos en nuestra página? ¡Háganlo, infórmense! En estos momentos es más importante leer todo lo que está sucediendo, que preparar la cazuela para comer. Podríamos sobrevivir unos días a pan y agua, pero, sin embargo, el alma perecerá con todo lo que allí se está tramando. Piensen Uds. que todo esto de lo que se habla, ya ha sido trasladado al escenario público, escuchen las homilías o pregúntele a su párroco qué opina del Sínodo y tendrán una radiografía de su parroquia y sabrán si les conviene seguir allí o mantenerse fieles a la Iglesia de Jesucristo.

Nos están tomando el pelo, no lo duden, nos dicen que los padres de Teresita de Liseaux “encarnan lo que busca el sínodo” y, ¡agárrense” por otro lado leemos que “el Sínodo admite que la educación sexual es desastrosa”, sólo falta que nos digan que a partir de ahora al finalizar las misas nos van a dar cursos de sexología …si Louis Martín y Zélie Guerin  estuvieran allí presentes, sin duda, caerían muertos del espanto al escuchar semejante asquerosidad. ¿De qué nos están hablando?, ¿es una película porno, el sínodo? Seamos serios, hablemos de castidad, de la pureza de intención, de la santa familia de Nazaret, de los matrimonios verdaderamente católicos, como lo era el matrimonio Martín, de eso es de lo que queremos que nos hablen nuestros obispos y esto es lo que queremos que confirme el Santo Padre, la unión de los matrimonios en Cristo Jesús, no nos hablen de bajos instintos humanos, háblennos del alma y de su unión con Dios por medio de la pureza. Como parte de toda esta comedia surrealista, en la que nada pasa por casualidad, sale un sacerdote diciendo que está enamorado de un hombre, ¡Ven, Señor Jesús!

¿Qué debemos de hacer los católicos fieles a Jesucristo?, ¿tenemos que comulgar de manos de laicos que viven en pecado mortal público?, ¿debemos  consentir que un homosexual, que consiente esa vida como buena, salga a leer las lecturas?, ¿tenemos que decir que todo eso nos parece bien y que la misericordia de Dios es infinita?, ¿hay que aguantar que nuestras misas sean tratadas como fiestas infantiles, amenizadas por curas “ocurrentes”?, ¿tenemos que bajar la cabeza mientras predica un diácono permanente y los sacerdotes permanecen sentados, pensando en el crucigrama que acaban de terminar?, ¿podemos confesarnos directamente con Dios porque no hay sacerdotes en los confesonarios?, ¿debemos permitir que a nuestros hijos les hablen de sexo en el catecismo? El Concilio Vaticano II abrió la brecha mortal en la Iglesia y el Sínodo, al que Vds. pueden denominar sin miedo a equivocarse, ‘Concilio Vaticano III’, ha asestado la puñalada final; ¿saben cuál es el resultado? cada diócesis tendrá autonomía propia… miren a sus obispos, lean lo que sigue, un fragmento del discurso del Santo Padre donde habla de una conversión del papado y cada uno saque sus propias conclusiones.

”Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino recibirá mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez, como sucesor del apóstol Pedro a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en el amor a todas las iglesias… Mientras reitero la necesidad y la urgencia de pensar en ”una conversión del papado”… estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo, al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva”. (Papa Francisco-El Sínodo es caminar juntos 19-10-15).

¿Qué consecuencias va a traer todo esto? Es muy simple. Voy a hacer un vaticinio de cómo será la situación dentro de un tiempo, algo que se podrá corroborar en breve, como muy tarde, a dos años vista. Nos encontraremos dos Iglesias claramente diferenciadas. Los que permanezcamos fieles al Señor y los que ya no creen en nada y obedecen órdenes de lo alto, pero no del Altísimo, obviamente. Nosotros dispondremos de nuestras propias capillas u oratorios en los que nuestros santos sacerdotes oficiarán la santa misa, utilizaremos el latín para rezar, tendremos los sacramentos como Dios manda, los moribundos recibirán la extremaunción en su casa y no en ceremonias rocambolescas en sus parroquias, dispondremos de directores espirituales que nos formen y nos conduzcan por la senda correcta, podremos confesar nuestros pecados de manera individual y habitual, porque los presbíteros estarán disponibles para las almas y recibiremos al Señor como lo hacen los que lo aman de verdad y creen en Él, de rodillas y en la boca. En las predicaciones nos hablarán del amor de Dios, de los mandamientos, de la pureza y la castidad en todos los estados de la vida cristiana, de la condenación, del cielo, del purgatorio y del infierno y veremos en nuestros sacerdotes al Buen Pastor. Esa será nuestra Iglesia, la Iglesia de Jesucristo, no tendremos los templos, porque estos, ya habrán sido copados por el grupo uno, los herejes y fariseos, pero tendremos lo más importante, nuestra fe, la misma que nos transmitieron nuestros padres en la infancia y si sabemos crecer en santidad y perseverar como hicieron los apóstoles, llegaremos a tener nuestros propios seminarios, donde se puedan formar verdaderos sacerdotes en el magisterio y en la tradición. ¿Les cuesta creer esto? “Deus vult”, como se gritó en las cruzadas.  Tiempo al tiempo. Aquí y ahora, tenemos una importante herramienta, nuestra parroquia virtual, adelantelafe.com, que como comentaba nuestro director esta semana, ya ha cumplido un año, ¡fíjense! un año trabajando por el reino de Dios, porque Uds. quieren escuchar la verdad, desean fervientemente mantenerse firmes en la fe y aquí han encontrado el reposo para su alma. Todos sabemos que nada ha cambiado, sólo queremos que nos lo recuerden, los mandamientos son invariables y la ley de Dios es la misma, ayer, hoy y siempre.

“Cuando salía victoriosa de la guerra exterior del paganismo y vencía la prueba de feroces persecuciones, la Iglesia de Jesucristo, salteada por enemigos interiores, entraba en la guerra intestina, mucho más terrible. Guerra prolija y dolorosa, que empeñada y atizada por malos cristianos, hijos suyos degenerados, no ha llegado aún a su término, pero de la cual saldrá la Iglesia triunfadora, conforme a la palabra infalible de su divino Fundador a su primer vicario en la tierra, el apóstol San Pedro”.(Catecismo de san Pío X).

Sonia Vázquez

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Obispos polacos: los padres sinodales liberales quieren cambiar la doctrina

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21 octubre, 2015

Uno de los eslóganes más perniciosos utilizado tanto por los liberales del Sínodo como por sus defensores es “no se cambiará la doctrina, sino la práctica”. Está calculado para apaciguar a los católicos y obtener su conformidad – después de todo, pase lo que pase, la doctrina no cambiará, ¿no es cierto?– Es un eslogan, un tema de debate, que revela lo bien que los liberales comprenden la mentalidad católica moderna, con su nítida e injustificada distinción o incluso divorcio de facto entre la “doctrina” y la “práctica”, entre “Tradición” (con mayúscula) y “tradición” (con minúscula), entre la “letra” y el “espíritu” de las leyes y doctrinas, y entre la “esencia” de las enseñanzas de la Iglesia y el “lenguaje” en el que son expresadas.

Afortunadamente, el arzobispo Stanisław Gądecki, Presidente de la Conferencia de Obispos Polacos y reconocido portavoz de la jerarquía polaca, ha publicado una breve nota (17 de octubre) en la página web de la Conferencia de Obispos Polacos, en la que expone de manera concisa este eslogan, este mantra,  por lo que es: un engaño, una mentira.

Arzobispo Gądecki: están presionando para cambiar la doctrina

Los cambios pastorales propuestos por algunos padres sinodales en relación a la comunión para divorciados, representan en sus suposiciones un intento de deslizar cambios en la doctrina misma de la Iglesia. El arzobispo Stanisław Gądecki, quien participa en el Sínodo de la Familia, encara este tema:

“Prácticamente todos repiten que no habrá cambios doctrinales, pero esto puede entenderse de maneras diferentes. Porque si introducimos la posibilidad de cambios pastorales, esto significa, en la práctica, que se está anulando la estabilidad doctrinal. En mi opinión, no podemos hablar de una separación entre la pastoral de la Iglesia y la doctrina, sus enseñanzas. Ambas son inseparables. Tengo la impresión de que muchos promotores de esta modernidad están pensando –de hecho– en un cambio doctrinal, llamándolo cambio en la pastoral de la Iglesia. Es un tema inquietante en estas discusiones, porque enfatizan fuertemente: “aceptamos toda la doctrina”, pero enseguida sugieren que la doctrina no tiene nada que ver. Esto me preocupa enormemente, unos y otros dicen que no quieren cambios doctrinales. ¿Pero, entonces, de dónde surgen estas prácticas opuestas a la doctrina?

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original]

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Monseñor Schneider visita el Christendom College

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19 octubre, 2015

Front Royal (Virginia).–Su Excelencia monseñor Athanasius Schneider pronunció hoy una magnífica conferencia aquí en el Christendom College sobre las inalterables verdades del matrimonio y la familia. También celebró la Misa tradicional en latín en nuestra Capilla de Cristo Rey, y respondió después las preguntas de los alumnos. Aunque estuve presente en la Misa oficiada por él este año en el Domingo de Pentecostés con motivo de la peregrinación anual a Chartres, no había tenido oportunidad de conocer personalmente a monseñor Schneider, y no puedo menos que decir que es un verdadero santo y un gran obispo católico.

ad178b2914f200f2125e1e10c5f607c1_XLComo estudio lejos de mi casa, y los últimos acontecimientos en la Iglesia están tomando un cariz verdaderamente aterrador, fue una grato consuelo y encontré muy motivador escuchar al obispo auxiliar de Astana (Kazahstan) y obispo titular de Celerina.

Dado que hoy en día muchas veces no se sabe adónde acudir en busca de consejo, la visita de Schenider fue para mí una maravillosa gracia de Dios, que agradezco de corazón al Christendom College por invitarlo a dirigirse a nosotros.

Su conferencia, así como la posterior sesión de preguntas, me aclaró cuáles deben ser mis preocupaciones, me iluminó con relación a lo que está pasando en Roma y reavivó la urgente llamada a la oración que muchos sacerdotes han hecho a los fieles.

Cuando preguntaron a monseñor Schneider: qué podríamos hacer los laicos si el Sínodo malinterpretara o incluso llegara a alterar la doctrina católica?”, respondió: “Conocemos las verdaderas y eternas enseñanzas de Cristo. Sabemos la verdad y, por consiguiente, la seguimos, aunque nuestros sacerdotes, obispos o el propio Papa no estén a la altura. Recen. Recen con mucha insistencia.”

Las palabras más consoladoras llegaron hacia el final de su exposición, cuando dijo: “Al final venceremos los pequeños si no perdemos la fe.”

Nos recordó que las personas divorciadas que se han vuelto a casar pecan contra el sexto mandamiento, y declaró que un nuevo grupo dentro de la Iglesia trata de socavar esa doctrina. Pero ni siquiera el Papa puede cambiar la verdad de Cristo, dijo, y debemos seguir en la verdad aunque nos sintamos muy solos.

Dijo que debemos de ser firmes en el testimonio, que debemos luchar unánimes y alentar a nuestros sacerdotes a mantenerse fuertes, aunque algunos obispos aprueben algo que se desvía de la verdad; no apartarnos jamás de la verdad y la Tradición. Tener siempre presente que el Espíritu Santo guiará a su Iglesia. La iglesia no es del Papa. No es nuestra. La Iglesia es de Jesucristo, y siempre debe mantenerse fiel a sus enseñanzas.

“Incluso algunos cardenales promueven actualmente el pecado en la Iglesia, y yo pregunto con frecuencia: ¿es que no temen los castigos de Dios? Es un misterio, un gran misterio.”

Schneider comparó la confusión reinante hoy en día con la herejía arriana, y señaló que el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia y vivimos tiempos de lucha, de batalla, ¡pero Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

Nunca me había motivado tanto un sacerdote como este asombroso padre. Dijo mucho más, pero a efectos de este sencillo blog lo dejaré por aquí, y pediré a todos que hagan exactamente lo que nos pidió monseñor Schneider: rezar por la Iglesia y mantener la fe.

Tenga Dios a bien bendecir a monseñor Schneider.

Cecelia M. Matt

[Traducción Guillermo Visedo. Artículo original]

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Un sínodo con mucho ruido y pocas nueces

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17 octubre, 2015

Ya casi he olvidado el sabor del miedo.
Hubo un tiempo en que el sentido se me helaba
al oír un chillido en la noche, y mi melena
se erizaba ante un cuento aterrador
cual si en ella hubiera vida. Me he saciado de espantos.
(Macbeth, acto V, escena V)

¿Podría ser que el Sínodo de la Familia resultara ser un cuento narrado por un idiota, mucho ruido y pocas nueces? La respuesta es a la vez afirmativa y negativa. Afirmativa porque los fieles no se han hecho esperar para expresar su descontento ni se han dejado acallar a lo largo de los últimos dos años, y por diversas razones los obispos han podido oírlos y hacerles caso.

La negativa es porque en el seno de la Jerarquía puede haber fuerzas que obren con miras a manipular los procedimientos del Sínodo para que dé la impresión de que la mayoría de los obispos apoya las novedades que en esencia desea imponer el Santo Padre.

Si las primeras declaraciones que provinieron de los cardenales reunidos en Roma dan a entender algo es que, a pesar de todas las indicaciones en contra vistas hasta el momento, la mayoría de los obispos quiere defender la doctrina de la Iglesia de todo peligro de posible alteración.

Desde luego, y sobre todo durante el pontificado de Francisco, lo que se dice no concuerda necesariamente con lo que se hace, y es preciso matizar todo pronóstico. Dicho esto, al menos no parece que la doctrina vaya a cambiar a consecuencia de la voluntad de la mayoría de los padres sinodales.

Lo que luego decida hacer Fancisco, y cómo decida explicar lo que hayan dicho los padres del Sínodo, es perfectamente discutible. Ahora bien, sin el respaldo de los padres sinodales -o, dicho con más precisión, a pesar de cómo cambien las tornas en la opinión del Sínodo-, es improbable que Francisco intente imponer reformas en la medida en que había pensado. Hay bastante resistencia a sus planes. Eso sí, Francisco, el papa humilde, se está mostrando bastante obstinado.

Aunque el Papa y los obispos en comunión con él pueden hacer más o menos lo que se les antoje en cuestiones de derecho canónico, no pueden cambiar ni desobedecer la Ley Divina ni la Tradición establecida. A estas alturas, al cabo de casi dos años de empacho de Sínodo, todos conocemos los sólidos argumentos que prohíben administrar los sacramentos a quien esté en pecado mortal, como las personas que persisten impenitentes en actividades sexuales extramatrimoniales; por ejemplo, los adúlteros y homosexuales.

En vista de la Tradición magisterial de la Iglesia en este sentido, que se basa en las claras palabras de San Pablo y de Cristo, si llegaran a efectuarse innovaciones drásticas en la doctrina o la costumbre perennes, lógicamente los fieles llegarían a la conclusión de que la doctrina es pasible de cambios y en efecto cambia.

En semejantes circunstancias, todo católico razonable se vería ante una elección muy difícil con sólo tres resultados posibles: o bien obedecer a la Jerarquía rechazando las enseñanzas de Cristo y de San Pablo, así como la doctrina perenne de la Iglesia; o reconocer que Jerarquía se ha equivocado y resistirla sin abandonar la Iglesia; o simplemente admitir que la entera estructura católica ha demostrado ser estructuralmente incoherente y no es digna de crédito.

Al fin y al cabo, si la Jerarquía intenta dejar sentado que lo que ella dice tiene más valor que las diáfanas palabras de Cristo y de San Pablo, todo el que siga a la Jerarquía seguirá una religión del hombre y no de Dios. A los ojos de ellos, el catolicismo no sería sino un sistema secular de creencias en que los sacerdotes lo montan todo conforme a sus propias condiciones y necesidades. La mística, la santidad y la ley de Dios se verían arrebatadas del corazón del Cuerpo Místico de Cristo.Si la Jerarquía admitiera que se había equivocado hasta el punto de haber interpretado mal las palabras de Cristo y de San Pablo, la doctrina sería pasible de error y, ¿qué garantía habría de que la nueva doctrina es más ortodoxa que la anterior? ¿Qué garantizaría la verdad de lo que enseñase la Jerarquía, y más si ésta ha interpretado y aplicado mal durante milenios la Ley Divina? Todo se vendría abajo.

De modo similar, alterar la costumbre como una obra de misericordia sería igual de inútil. Los fieles ya no son tan ingenuos como para creer que es posible alejarse de la doctrina sin perjudicar gravemente la doctrina y acabar por socavarla hasta los cimientos. En semejante contexto, otorgar misericordia y perdón sin arrepentimiento causaría un daño por partida doble a la verdad: escandalizaría a los fieles al premiar a los infieles por sus infracciones a la doctrina. Una sociedad con las reglas tan trastornadas, aunque sea la misma Iglesia, no puede durar mucho tiempo sin desintegrarse, y menos cuando sus reglas contravienen en la práctica la voluntad del propio Dios.

Gracias a medios como The Remnant y Rorate Caeli, los fieles se mantienen en comunicación, se instruyen y pueden transmitir sus inquietudes a la Jerarquía. No sólo eso; los obispos, que están más cerca de su grey que del Sumo Pontífice –al menos de este pontífice–, han tenido indudablemente noticia de las clamorosas protestas de los fieles de su diócesis, y para cualquier obispo razonable esas protestas deberían ser motivo de inquietud. Que es lo que al menos parecer haber ocurrido, si nos atenemos a las primeras declaraciones provenientes de Roma.

Dejando por un momento de lado las terribles consecuencias espirituales de adherirse a un obispo que descarría a su rebaño, hasta un prelado heterodoxo se preocuparía evidentemente al ver cómo disminuye el número de sus fieles, como se ve claramente en el caso de los perversos obispos alemanes. Ahora bien, en el caso de éstos, su postura heterodoxa los ha llevado a confundir causa y efecto: al alejarse de la doctrina han conseguido que se alejen los fieles; ha sido por no ceñirse al Magisterio. Por consiguiente, al alterar la doctrina no han hecho otra cosa que agravar el problema. El único remedio está en ratificar la doctrina y ponerla por obra. Y lo cierto es que están recaudando menos en la colecta porque han mermado los impuestos. Lógicamente, querrán solucionar esa situación, aunque sólo sea por razones materialistas.

A decir verdad, muchos otros buenos obispos han hecho cuanto han podido por centrarse en la necesidad y ayudar a su grey a entender la importancia de la doctrina. Nos acordamos, naturalmente de los de África, de los cardenales Pell y Burke y del arzobispo Schneider.

Por añadidura, los numerosos escándalos recientes han suscitado en los pastores una actitud algo aborregada. Los cambios introducidos últimamente en los procedimientos, que han sido objeto de tanta publicidad, junto con la noticia de que un sínodo paralelo de jesuitas estaría redactando un documento postsinodal, han irritado a muchos obispos en Roma. Tan inaudita castración preventiva de la colegialidad que corresponde a los príncipes de la Iglesia caería seguramente como una grave ofensa. ¿Va a resultar al final el Sínodo una extraña especie de kabuki, ese género teatral japonés tan complejo y estilizado pero carente de sentido y de mérito?

Lo cierto es que se nos ha informado que trece cardenales han dirigido una carta a Francisco expresando su temor de que se esté manipulando el Sínodo a fin de alterar la percepción de sus resultados. Al parecer, a los mencionados cardenales les preocupa que el Sínodo quede despojado de su carácter consultivo y que por medio de manipulaciones se convierta en poco menos que un impreciso sello de aprobación. En respuesta a la carta de los cardenales, Francisco tomó la medida extraordinaria de dirigirse al Sínodo el martes para denunciar lo que denominó una infundada “hermenéutica de la conspiración” que no es de mucha ayuda. Dios dirá qué postura es la acertada, si la suya o la de los trece purpurados.

Por otro lado, la salida de armario de Krzystof Charamsa, profesor de teología y miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, puede resultar contraproducente. A pesar de su voto de castidad, Charamsa ha expresado con orgullo su condición de homosexual activo comprometido en una relación, creyendo al parecer que en nada afecta su condición sacerdotal. Sus afirmaciones han conmocionado una vez más a los fieles.¿Podría ser que el verdadero motor de este sínodo sea el deseo de eliminar el voto de castidad, la moral de la castidad y el grave pecado de las relaciones sexuales en los sacerdotes? Ahora bien, las ansiadas innovaciones doctrinales en materia sexual -a costa de la familia- podrían verse a los ojos de los fieles como algo que tiene por objeto satisfacer los más bajos instintos de muchos miembros de la propia Jerarquía. En cualquier circunstancia, si los que quieren misericordia la quieren para aplicársela a sí mismos, ¿qué credibilidad objetiva puede tener su demanda de una nueva forma de entender la doctrina?

Así pues, aunque Mitis Iudex y los discursos pronunciados recientemente en EE.UU. han dejado relativamente claro que Francisco tenía proyectadas reformas radicales, se vislumbra la posibilidad de que no consiga lo que quiere por medio de los obipos. Y, como dijo el año pasado el cardenal Kasper, necesita a los obispos. Si el Santo Padre intentara transformar la doctrina sin el consentimiento inequívoco y activo de la mayoría de los prelados, las consecuencias para la Iglesia podrían ser catastróficas.

No obstante lo anterior, Francisco es notorio por su tendencia a provocar a los fieles por medio de lo que algunos han descrito como hipérboles inocentes, mientras que para otros las declaraciones de Francisco denotan una aversión más profunda y activa hacia los fieles y de la propia Tradición.

Además, con Mitis Iudex demostró que estaba dispuesto a actuar de forma unilateral, prescindiendo de los obispos pero exigiendo al mismo tiempo su imprimatur. De esa forma se las arregló para sortear las limitaciones a su voluntad que probablemente le habrían impuesto otras autoridades eclesiásticas, como obispos y canonistas. Es más, desechando las reclamaciones sobre la falta de consultas públicas previas y los dudosos méritos de Mitis Iudex, Francisco manifestó su desdén en el vuelo de regreso a Roma. Actuando de esa manera, Francisco negó que las novedades introducidas fueran de índole doctrinal y afirmó que en realidad se las habían pedido los obispos en el último sínodo. Pero es improbable que solicitaran semejantes cambios sin previa consulta.

Entonces, ¿al final el Sínodo será un fiasco? Sí y no. Da la impresión de que doctrinalmente es o resultará serlo si se escucha a  los obispos, y a través de ellos a los seglares. Y puede que no lo sea si se manipula el Sínodo para que parezca que los obispos han pedido esas alteraciones de la doctrina, cuando en realidad no lo han hecho.

Cabe, entonces, plantearse lo siguiente: ¿hasta qué extremos está dispuesto a llegar Francisco para conseguir las novedades doctrinales que al parecer desea instituir, y en qué medida pueden prever y contrarrestar los obispos tales medidas? Es más, ¿hasta qué punto resistirán y tolerarán éstos todo lo que vean como un intento de embaucarlos o acorralarlos, o de interpretar y representar erróneamente su voluntad y toda alteración de la doctrina?

En esencia, ¿hasta qué extremo conducirá a la Iglesia la política suicida de los reformistas: al borde el abismo, o al fondo de éste?

Entre tanto, mientras el Sumo Pontífice y los obispos debaten tan apremiantes cuestiones, la religión cristiana se ha convertido en la más perseguida a nivel mundial, según Ayuda a la Iglesia Necesitada. La civilización occidental se desmorona sin que se observe la menor manifestación sincera o significativa ni voluntad de acción conjunta para resolver tales problemas. Por lo que se ve, la tan cacareada filosofía francisquista de ver, juzgar y actuar sólo funciona con lo relativo a la familia y el medio ambiente.

John Fisher

[Traducción de J.E.F]

Tomado de:

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Hay casos en que se debe resistir a la autoridad eclesiástica. Tres ejemplos en la historia de la Iglesia

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9 octubre, 2015

[Imagen: Discusión entre San Pedro y San Pablo. Rembrandt]

I. San Pedro y el incidente de Antioquía. (49 AD)

Ya en el 50 AD, casi 20 años después de la muerte de Jesús, se produjo un hecho reflejado en las Sagradas Escrituras, y comentado por los doctores escolásticos y los historiadores de la Iglesia. De hecho se encuentra en la revelación divina que San Pablo (Epístola a los Gálatas 2, 11), afirma: …cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible [1].

Según la Tradición patrística y escolástica (San Agustín y Santo Tomás de Aquino) San Pedro había pecado venialmente por fragilidad, por retomar la observancia de las ceremonias legales del Antiguo Testamento, para no escandalizar a los judíos convertidos al Cristianismo, provocando con esto el escándalo entre los cristianos provenientes del paganismo. Y según la divina Revelación constituyó  una resistencia pública de Pablo a Pedro, primer Papa [2].

He aquí que Pedro no erró contra la Fe, como sostenían equivocadamente los que se oponían a la infalibilidad durante el Concilio Vaticano I, aún cuando con su comportamiento cometió un pecado venial por fragilidad; Honorio, en cambio, pecó gravemente, sin caer en la herejía formal, pero favoreciéndola por su debilidad y negligencia. Sigue leyendo

El Papa recibe curioso mensaje en su propio periódico: el enigma de Mario Palmaro

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8 octubre, 2015

No hay nada que tenga más sentido: Mario Palmaro, el gran escritor católico Tradicionalista, que murió muy joven en 2014, fue un ejemplo para todos. ¿Pero por qué hay una página entera en homenaje a Mario Palmaro, una aparente publicidad, en la página 4 de la edición de hoy (8 de octubre) de L’Osservatore Romano, justo en medio del Sínodo? ¿Es el aniversario del cumpleaños o de la muerte del difunto escritor? No, no se trata de eso: Palmaro nació el 5 de junio de 1968 y murió el 9 de marzo de 2014. ¿Acaso se está publicitando nuevamente alguno de sus libros? No precisamente. Incluso la biografía que sobresale en el supuesto anuncio fue publicada hace meses, en marzo 2015.

Tal como explica el periodista italiano, Sandro Magister (en Italiano), se trata del segundo aniversario del artículo “No nos gusta este Papa” (Questo papa non ci piace), que Palmaro y su amigo Alessandro Gnocchi publicaron en Il Foglio en 2013, como parte de una serie de artículos que criticaban severamente al pontífice electo ese año, por la manera en que usaba los medios de comunicación y la popularidad para imponer cambios en la Iglesia de una manera casi insidiosa (en su opinión).

¿Puede un papa ser “querido” o no?  En su última entrevista, Palmaro explicó:

El hecho de que un papa sea “querido” por el pueblo es completamente irrelevante para la lógica de los dos mil años de Iglesia: el papa es el Vicario de Cristo en la tierra y tiene que agradar a Nuestro Señor. Esto significa que el ejercicio de su poder no es absoluto, sino que está subordinado a la enseñanza de Cristo que se encuentra en la Iglesia Católica y en sus tradiciones, y es alimentada por la vida de la Gracia a través de los Sacramentos.

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