La Gracia y el Pecado (II)

pecado2 30 septiembre, 2015

Siguiendo con nuestro tema sobre la gracia y el pecado, toca hoy ocuparnos de los efectos de la gracia sobre nuestras almas, la gracia y los sacramentos, nuestra cooperación con Dios, y los errores más comunes sobre la doctrina de la gracia.

Efectos de la gracia santificante en nuestra alma

Como consecuencia de la gracia santificante que recibimos por primera vez en el bautismo, nos hacemos “santos” a los ojos de Dios. Esta gracia bautismal tiene un doble efecto: primero borra los pecados, y segundo, nos eleva al orden sobrenatural.

Por la gracia, los pecados no son “cubiertos” por el amor de Cristo, como decía Lutero, sino que son realmente borrados, perdonados: “Él nos arrebató del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados” (Col 1: 13-14). Pero la gracia no sólo borra los pecados sino que también nos eleva al hacernos partícipes de la naturaleza divina; ya que se nos da una “nueva vida”, una nueva “naturaleza”;  y con ella, un nuevo modo de obrar (Jn 3:7; 2 Pe 1:4).

Una vida nueva que nos hace “hijos de Dios”; y por ser hijos, también herederos de su reino y “semejantes a Él”: “Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos! …. Queridísimos: ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es” (1 Jn 3: 1-2).

A través de la gracia, el Espíritu Santo viene a habitar en nosotros, de tal modo que nos transformamos en “templos de Dios”: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo” (1 Cor 3: 16-17). Por la gracia inhabita en nosotros el Espíritu Santo; y con Él, también el Padre y el Hijo: “Jesús le respondió: -Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14:16).

La presencia del Espíritu Santo en nuestras almas trae consigo una serie de dones, tales como: sabiduría, entendimiento, ciencia, fortaleza, consejo, piedad y temor de Dios. Cual árbol sano que va creciendo, la obra del Espíritu Santo nos va transformando, produciendo los siguientes frutos: “Los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia” (Gal 5: 22-23).

Por la gracia, somos hechos miembros del Cuerpo Místico, cuya cabeza es Cristo (Col 1:18). A Él permanecemos unidos, como los sarmientos a la vid, y de Él recibimos la vida: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15:5).

Como decía Santo Tomás de Aquino: “La gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona” (STh I, 1, 8 ad 2). De tal modo que con la ayuda de la gracia hasta nuestras virtudes humanas crecen y se hacen más perfectas.

Nuestra cooperación con Dios

El hombre coopera libremente en la obra de su propia salvación, teniendo por ello un mérito. Gracias a ese “mérito” o merecimiento, Dios le da en justicia el cielo. Irse al cielo no es sólo un acto de la misericordia de Dios sino también de su justicia: “Dios da a cada uno según sus obras” (Rom 2:6).

El hecho de recibir la gracia de Dios no elimina nuestra libertad, sino que ésta incluso es más libre gracias a ella. Nunca es más libre el hombre que cuando coopera con Dios en la obra de la salvación: “La verdad os hará libres” (Jn 8:32; Cfr. Jn 8:36 ). Lo contrario también es verdad. Cuanto más nos alejamos de Dios, nuestro corazón se hace más esclavo de las pasiones, malas inclinaciones y en general, del pecado: “En verdad, en verdad os digo, el que comete pecado se hace esclavo del pecado” (Jn 8:34).

Dios siempre respeta a sus criaturas y actúa junto con ellas en la obra de la salvación. Como nos dice San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Ahora bien, hasta el primer paso para arrepentirnos y acercarnos a Dios es obra de Él; pero Dios no nos dará esa gracia si nosotros no queremos. Lo que sí podemos estar seguros es que Dios dará su gracia a todo aquél que no ponga obstáculo: (2 Tim 2:4).

Dios nos da su gracia porque quiere; en ningún momento está obligado a ello. Por eso decimos que la gracia es un don o regalo.

Un día un joven le preguntó a un hombre muy sabio si es cierto que Dios ha fijado un destino para cada ser humano y que, según esto, no importaría lo que hagamos o dejemos de hacer, pues unos irían al Cielo y otros al Infierno. El sabio se quedó pensando por unos momentos y le dijo al joven: Nadie se condena sin culpa personal. Cada individuo es responsable de su destino eterno. La fe y las buenas obras ganan el Cielo.

“Hijo mío, el destino que Dios tiene para ti y para todos, es el Cielo, pero, aunque Jesucristo ya pagó por nuestra salvación, el Cielo depende de ti y depende de mí. Por eso, cuida siempre lo que piensas, porque tus pensamientos se volverán palabras. Cuida tus palabras porque estas se convertirán en tus actitudes. Cuida tus actitudes porque, más tarde o más temprano, serán tus acciones. Cuida tus acciones que terminarán transformándose en costumbres. Cuida tus costumbres, porque ellas forjarán tu carácter. Finalmente, cuida tu carácter porque esto será lo que forje tu destino”.

En el fondo, cada uno de nosotros es directamente responsable de su propia salvación; pues ésta es el resultado de un acto libre de aceptación o de rechazo de Dios. El hombre coopera libremente con Dios en su propia santificación. Así pues, es su gracia y nuestra cooperación lo que nos hace realmente santos.

La gracia y los sacramentos

Todos los sacramentos dan la gracia, pero el efecto de los mismos sobre nuestras almas es diferente en cada uno de ellos. Todos los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo. El concilio de Trento en la sesión VII, can I nos dice: “Si alguno dijere, que los Sacramentos de la nueva ley no fueron todos instituidos por Jesucristo nuestro Señor; o que son más o menos que siete, es a saber: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Extremaunción, Orden y Matrimonio; o también que alguno de estos siete no es Sacramento con toda verdad, y propiedad; sea anatema”.

En el catecismo hablamos de sacramentos de “vivos”; es decir, es necesario estar en gracia de Dios para recibirlos (Confirmación, Eucaristía, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio) y sacramentos de “muertos”. Se llaman sacramentos de muertos porque han sido instituidos para sacar a nuestra alma de la muerte del pecado y hacerla pasar a la vida de la gracia. A saber, el Bautismo y la Penitencia[1].

  • El Bautismo perdona todos los pecados y da la vida sobrenatural, la vida de la gracia, a los que nunca la han recibido.
  • La Penitencia devuelve la gracia a los que la han perdido por el pecado mortal.
  • La Confirmación nos hace “soldados y apóstoles” de Cristo. Fortalece en nosotros las gracias dadas en el bautismo.
  • La Eucaristía alimenta espiritualmente nuestra alma y es prenda de la vida eterna.
  • La Unción de los Enfermos nos prepara para el trance final de nuestra vida dándonos las gracias para ello.
  • El Orden Sacerdotal consagra a hombres como ministros de Cristo.
  • El Matrimonio bendice la unión conyugal y da fuerzas a los esposos para que puedan cumplir los deberes especiales de este estado.

Errores teológicos más comunes respecto a la doctrina de la gracia: Pelagio, Lutero y Jansenio

A lo largo de su historia, la Iglesia ha tenido que intervenir es bastantes ocasiones para corregir ciertas desviaciones que iban apareciendo en el desarrollo y profundización de la doctrina de la gracia. Éste nos es el lugar donde hacer un estudio profundo respecto a estas herejías; por lo que nos limitaremos a realizar un esquema muy simplificado de los errores principales.

Pelagio (355-420 d.C.) defendía que Adán y Eva no perdieron la gracia después de haber cometido el pecado original. Decía que el hombre puede, por su propia naturaleza, realizar acciones sobrenaturales sin una intervención o ayuda especial de Dios. Esta doctrina fue condenada como herética en el Concilio de Orange (Cfr. DS 173-199).

Lutero (1483-1546 d.C.) defendía, entre otras cosas, que el hombre no era “justificado” por la muerte en cruz de Jesucristo; sino que sus pecados eran “cubiertos” por su misericordia como con un manto. El hombre seguía siendo pecador, pero a los ojos de Dios “aparecía” como justo. De ahí concluía que lo único que el hombre necesitaba para salvarse era la fe, aunque ésta no fuera acompañada de buenas obras: “Peca fuertemente, pero cree también fuertemente y serás salvo”. Las tesis de Lutero fueron condenadas como heréticas en el Concilio de Trento (Cfr. Sesión VI).

 Jansenio (1585-1638 d.C.) defendía que el hombre no es libre para rechazar la gracia de Dios; por lo que, como consecuencia de ello, el hombre realmente no coopera libremente en orden a su salvación. Esta doctrina fue condenada como herética por el Papa Inocencio X (Cfr. DS 1092-1096)

Con esto, acabamos este segundo artículo para terminar la semana próxima hablando de la pérdida de la gracia como consecuencia del pecado grave y de cómo recuperar y crecer en la gracia de Dios.

Padre Lucas Prados

[1] En el caso de la Penitencia o Confesión, aunque de suyo es un sacramento de “muertos” también se puede recibir si uno está en estado de gracia. Entonces la Confesión aumenta la gracia que ya existía en nosotros.

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

LA MAFIA DE S. GALO: Una respuesta para quienes cuestionan la validez de la elección del papa Francisco

 

 

Los católicos están cuestionando frenéticamente la validez de la elección del papa Francisco tras la reciente noticia de Edward Pentin, que indica que el cardenal Danneels, entre otros, formó parte de un grupo secreto que conspiró fuera del cónclave papal para elegir al Papa Francisco. Pentin dice:

“En el lanzamiento del libro en Bruselas esta semana, el cardenal dijo que era parte de un club secreto de cardenales opuestos al Papa Benedicto XVI. Lo denominó un club “mafioso” que llevaba el nombre de St. Gallen. El grupo pretendía una reforma drástica de la Iglesia para modernizarla, con el Cardenal Jorge Bergoglio a la cabeza. El grupo, que también incluía al Cardenal Walter Kasper, y al difunto cardenal jesuita Carlo María Martini, se encuentra denunciado en la biografía de Austen Ivereigh del papa Francisco titulada El gran reformista. Esto ha causado pánico en algunos círculos católicos porque Juan Pablo II dijo:

«Los Cardenales electores se abstendrán, además, de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género, que los puedan obligar a dar o negar el voto a uno o a algunos. Si esto sucediera en realidad, incluso bajo juramento, decreto que tal compromiso sea nulo e inválido y que nadie esté obligado a observarlo; y desde ahora impongo la excomunión latae sententiae a los transgresores de esta prohibición. Sin embargo, no pretendo prohibir que durante la Sede vacante pueda haber intercambios de ideas sobre la elección.»

Me gustaría señalar brevemente dos puntos:

  1. La cita de Juan Pablo II excomulga a los cardenales que conspiraron para elegir a otro cardenal, no necesariamente a aquél sobre quien recae la elección.
  2. Aun si el elegido era parte activa del acuerdo y estaba excomulgado, el papa Pío XII decretó que un cardenal excomulgado puede ser elegido Papa, diciendo: «Ningún cardenal puede, de ningún modo o por ningún pretexto o razón de excomunión, suspensión, interdicto o cualquier otro impedimento eclesiástico ser excluido de la elección activa o pasiva de Sumo Pontífice. Por la presente, suspendo tales censuras, con el único propósito de dicha elección; para otros casos, deberán permanecer en vigor.» (AAS38 [1946], p. 76. Nota: Fray Brian Harrison profundiza aquí sobre el significado de estas palabras.)

Por tanto, no podemos concluir basándonos solamente en esta información que el Papa Francisco haya sido elegido en forma inválida. Lo que sí podemos preguntarnos es si los cardenales Danneels y Kaspers han quedado automáticamente excomulgados. Si es así, y parecería innegable por lo decretado por Juan Pablo II, ¿por qué les permite Francisco participar en el Sínodo de la Familia? Creo que todos conocemos la respuesta.

PD: Según Edward Pentin, en este momento los biógrafos del cardenal Danneels se están retractando de sus comentarios sobre el Grupo de S. Galo. No me sorprende.

Magister Athanasius

[Traducción de S.V]

Tomado de:

adelantelafe.com

Tosatti: La elección de Jorge Bergoglio por medio de una «mafia» dirigida por Martini

 

[Corresponsal de temas religiosos del diario italiano] La Stampa
24 de septiembre de 2015
MARCO TOSATTI
 

La elección de Jorge Bergoglio fue fruto de las reuniones secretas tenidas durante años en San Galo (Suiza) por cardenales y obispos dirigidos por Carlo Maria Martini. Es lo que sostienen Jürgen Mettepenningen y Karim Schelkens, autores de una biografía recién publicada del cardenal belga Godfried Danneels. La obra compara al grupo de cardenales y obispos con un club de mafiosos.

Según los autores, Danneels se habría ocupado durante años en preparar la elección del papa Francisco, que tuvo lugar en 2013. Él mismo, en un vídeo registrado durante la presentación del libro en Bruselas, admite haber formado parte de un club secreto de cardenales que se oponían a Joseph Ratzinger. Riendo, lo define como “un club de mafiosos que se llamaba San Galo”.

El grupo quería una reforma drástica de la Iglesia, hacerla mucho más moderna y actual, y presidida por Jorge Bergoglio/papa Francisco. Lo que en efecto sucedió. Según el libro, además de Danneels, Martini y otros, formaban parte del grupo el obispo holandés Adriaan van Luyn, los cardenales alemanes Walter Kasper y Karl Lehman, el cardenal italiano Achille Silvestrini y el británico Basil Hume.

El diario belga Le Vif señala: “El 13 marzo de 2013 había un viejo conocido en el bando del nuevo papa Francisco: Godfried Danneels. Oficialmente, estaba allí como decano de los cardinales presbíteros, pero en realidad había maniobrado discretamente durante años para influir en la elección papal”.

Danneels ha sido nuevamente invitado por Francisco al Sínodo de la Familia que tendrá lugar en octubre en Roma. No obstante, ha sido objeto de numerosas críticas. Intentó disuadir a una víctima de abusos sexuales para que no denunciara al autor de los hechos, (un obispo que era tío de la víctima), y por este motivo durante el Cónclave de 2013 hubo en Bélgica quienes pidieron que no fuera admitido entre los electores del nuevo pontífice.

Por otra parte, su postura con relación al matrimonio homosexual y al aborto (según revelaron dos parlamentarios, habría escrito al Rey de Bélgica exhortándolo a firmar la ley que los autorizaba) no parecen muy coherentes con el Magisterio de la Iglesia. Ni tampoco con lo que afirma el papa Francisco.

[Traducido por J.E.F. Artículo original]

Tomado de:

adelantelafe.com

 

La Gracia y el Pecado I

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23 septiembre, 2015

Conocimientos que eran básicos en la fe de nuestros padres y abuelos, pues se aprendían en el catecismo, han caído casi en el olvido. Es por ello que se ve necesario volver a hablar de dos conceptos que son esenciales para nuestra salvación, cuales son: la gracia y el pecado. A lo largo de tres o a lo sumo cuatro artículos hablaremos de lo que la Iglesia de siempre ha entendido por Gracia y Pecado.

Con el fin de que tengan una visión de conjunto, les enumero ahora los apartados que estudiaremos hoy y los días subsiguientes:

1.- Definición de Gracia. Clases de Gracia. La nueva vida en Cristo Jesús. Necesidad de la gracia para salvarse.

2.- Efectos de la gracia en nuestra alma. Nuestra cooperación a la gracia de Dios. Errores teológicos más comunes respecto a la doctrina de la gracia.

3.- La pérdida de la gracia por el pecado. Recuperación de la gracia. Creciendo en la gracia

Definición de Gracia

Según nos dice el catecismo, la gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para alcanzar la vida eterna.

  • Así pues es un don o regalo.
  • Este regalo es sobrenatural: El hombre no lo puede conseguir por sus propias fuerzas a no ser que Dios se lo dé.
  • Dios se lo da al hombre si éste no pone obstáculo.
  • La finalidad principal de la gracia es hacernos hijos de Dios; y como consecuencia de ello, herederos de la vida eterna.
  • Sin la gracia de Dios no es posible la salvación. La gracia se nos da directamente a través de los sacramentos. En algunas ocasiones Dios puede usar otros medios.
  • La gracia también nos ayuda en los momentos de la tentación y de la prueba para que los podamos superar.

Veamos algunos textos de la Sagrada Escritura:

  • La gracia como don de Dios: “Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno” (Rom 12:3).
  • Llega a nosotros a través del Espíritu Santo: “Una esperanza que no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5:5).
  • Los apóstoles de Cristo son administradores de esa gracia: “Ya habréis oído que Dios me concedió el encargo de administrar su gracia en favor vuestro” (Ef 3:2).

Clases de Gracia

Hay dos clases de gracia: gracia santificante y gracia actual.

  • Gracia santificante: Llamamos gracia santificante a la que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo. Este don lo recibimos por los méritos conseguidos por Cristo a través de su muerte en cruz: “Os reconcilió mediante la muerte sufrida en su cuerpo de carne, para presentaros santos, sin mancha e irreprochables delante de Él” (Col 1:22)
  • Gracia actual: Es un auxilio de Dios que ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad para obrar el bien y evitar el mal. Dicha ayuda es dada por Dios en el momento que la necesitamos: “Rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; pero Él me dijo: «Te basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la flaqueza». Por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo”.(2 Cor 12: 8-9)
  • La gracia santificante es un estado del alma. Decimos que el “alma está en gracia de Dios” cuando está libre de pecado mortal. La gracia actual es una ayuda momentánea de Dios para superar una tentación…

La nueva vida en Cristo Jesús

El cristiano recibe por primera vez la gracia en el sacramento del bautismo. Esta gracia lleva consigo una nueva vida, la vida sobrenatural o divina; por eso San Pedro dice que el cristiano participa de la naturaleza divina: “Nos ha regalado los preciosos y más grandes bienes prometidos, para que por éstos lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1:4). Como consecuencia de esta nueva vida que recibimos, podemos decir que el cristiano tiene dos vidas: una, la vida natural; y otra, la vida del espíritu.

San Juan recoge el diálogo que Jesús tuvo con Nicodemo, y en él se nos habla de la necesidad de tener un nuevo nacimiento: “Jesús y le dijo: -En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de lo alto no puede ver el Reino de Dios… No te sorprendas de que te haya dicho que debéis nacer de nuevo” (Jn 3: 1-21). Y más adelante, también San Juan, nos habla de la nueva vida que Cristo nos trae: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10:10); claramente se entiende que la vida de la que Cristo habla aquí no es la vida de la carne, sino la del espíritu.

Gracias a esa “nueva vida”, el cristiano es capaz de actuar de un modo nuevo; es decir según un modo sobrenatural; o dicho de otro modo, como Dios actúa: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros” (Jn 13:34). No tendría sentido que Dios nos hubiera dado un mandamiento que no pudiéramos cumplir. Ahora bien, para poderlo cumplir “necesitamos” una “nueva naturaleza”, pues como nos dice Aristóteles y luego profundiza Santo Tomás de Aquino: “El obrar sigue al ser”. Ese nuevo obrar, -como Dios-, requiere una nueva naturaleza; y esa nueva naturaleza es precisamente la que se nos da a través de la gracia y nos posibilita amar como Él nos ama.

Sin la gracia es imposible salvarse

Sin la nueva vida que la gracia nos proporciona es imposible entrar en el reino de los cielos: “En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3:7).

Esa nueva vida no la tendríamos si:

  • No la hubiéramos recibido en el sacramento del bautismo. Por eso el bautismo es necesario para salvarse. Dios podría tener otros medios para salvarnos; pero ello no ha sido revelado. Esa es la razón por la cual los niños que mueren sin ser bautizados, -a falta de una revelación clara de Dios-, no pueden ir al cielo; pero como no tienen pecados personales, tampoco pueden ir al infierno. La Iglesia tradicional solucionó ese dilema mandándolos al limbo. Por otro lado, se habla de que aquéllos que no han conocido la revelación cristiana, pero han seguido unos principios morales de tipo general, buscando el bien y evitando el mal; por medios sólo por Dios conocidos (pues no han sido revelados) y como consecuencia de su misericordia, serían salvos (Gaudium et Spes – Vaticano II). Este último principio, formulado en el Vaticano II no está definido. Se fundamenta en la idea de que Dios quiere que todos los hombres se salven.
  • La hubiéramos perdido por el pecado mortal. Si perdemos la vida de Dios en nosotros, seremos condenados para siempre a los castigos más horrorosos: “¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6: 9-11).

Otras conclusiones lógicas de lo dicho anteriormente

  • Si para heredar el reino de los cielos es preciso ser hijos de Dios; y solamente somos hechos hijos del Dios por el bautismo, de ahí se concluye que no es posible la salvación si uno no está bautizado.[1] Es decir, sólo las iglesias que tienen un bautismo válido podrán traernos la salvación; o dicho de otro modo, no todas las iglesias son iguales. Los antiguos concluían de ahí: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
  • Ahora bien, debido a la debilidad humana, todos pecamos, por lo que además del bautismo, necesitamos el sacramento de la confesión para que los pecados se perdonen. Los pecados sólo los puede perdonar un ministro de Dios (sacerdote) válidamente ordenado y con las licencias eclesiásticas oportunas, mediante el sacramento de la confesión. Por lo que aquellas religiones que no tienen ministros válidamente ordenados y con la facultad de perdonar los pecados, no lo pueden hacer. Otra razón más por la cual concluimos que no es lo mismo pertenecer a una religión que a otra; pues sólo una, la que Cristo fundó es la que tiene los medios de salvación.
  • Del mismo modo, Cristo instituyó el sacramento de la eucaristía para que fuera alimento de nuestra alma y encargó este sacramento a sus apóstoles y sucesores para que fuera siempre celebrado (“Haced esto en memoria mía”, Lc 22:19). Este “pan vivo”, según nos dice el mismo Jesucristo, es garantía de la vida eterna (Jn 6:51). Sólo la Iglesia fundada por Jesucristo tiene ministros válidos que puedan “actualizar” este sacramento. Otra razón más que nos confirma que no todas las iglesias son iguales.

(Continuará)

Padre Lucas Prados

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

El Matrimonio según los Padres de la Iglesia – I

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22 septiembre, 2015

Como es de público conocimiento, se ha originado un debate acerca de la firmeza y estabilidad del matrimonio. El Cardenal Walter Kasper, seguido por muchos teólogos y pastores, propone, en contra de la doctrina tradicional de la Iglesia, que los divorciados en nueva unión puedan, en determinados casos concretos, volver a recibir el sacramento del matrimonio, y, por ende, los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía. Se deberían cumplir ciertas normas (“preceptos de hombres”, según dice el mismo Señor en Mc. 7, 7, hablando a los fariseos, lo que nos recuerda la oración compuesta por el p. Castellani), que él ha expuesto en un discurso durante el Consistorio de febrero de 2014, en Roma, como introducción al Sínodo extraordinario para la Familia, realizado en octubre del año 2014.

Ha invocado, en ese momento y posteriormente, haciendo referencia a su propuesta, la autoridad de Orígenes, san Agustín, san Gregorio Magno y sobre todo la de Basilio Magno, y una cierta praxis benigna de la Iglesia Ortodoxa, llamada Oikonomía, que estaría fundamentada en una mirada más antigua (y, por ende, más pura) de la Iglesia.

Nada mejor, entonces, que realizar un análisis de muchos de los textos patrísticos, para conocer el genuino pensamiento de los Padres de la Iglesia sobre la cuestión.

“La Iglesia no saca solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas” [1], sino que también tiene en cuenta la Tradición viviente de la Iglesia, que es la enseñanza oral de la Palabra de Dios.

Dicha Tradición se manifiesta en los monumentos de arqueología sagrada, en los documentos litúrgicos y sobre todo en los textos de los Padres de la Iglesia.

“Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta Tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente activa”. [2]  Es decir, la enseñanza de los Padres es esencial para conocer el Canon bíblico (el conjunto de los libros inspirados) y para que sepamos interpretar adecuadamente la Sagrada Escritura.

Así, por ejemplo, ¿cómo interpretar aquel texto en el que se dice: “Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio” (Mt. 19, 9)? ¿Qué significa “salvo el caso de adulterio”? Para evitar el libre examen de los protestantes, o el “dejarse zarandear por cualquier viento de doctrina, que conduce engañosamente al error” (Ef. 4, 14) tenemos la enseñanza patrística. Veremos que ellos son muy claros al respecto.

Pero para que los Padres de la Iglesia manifiesten la Tradición de la Iglesia es necesario que su testimonio sea unánime. Así lo definió la Iglesia en el Concilio Vaticano I: “Mas como quiera que hay algunos que exponen depravadamente lo que el santo Concilio de Trento, para reprimir a los ingenios petulantes, saludablemente decretó sobre la interpretación de la Escritura divina, Nos, renovando el mismo decreto, declaramos que su mente es que en materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien toca juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras santas; y, por tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Escritura Sagrada contra este sentido ni tampoco contra el sentir unánime de los Padres.” [3]. Cuando el consenso es unánime entre los Padres de la Iglesia en la interpretación de la Escritura, entonces su sentido está fijado por la Tradición de la Iglesia.

Son “Padres de la Iglesia” solamente a los que reúnen estas cuatro condiciones necesarias: ortodoxia de doctrina, santidad de vida, aprobación eclesiástica (al menos tácita) y antigüedad. Por lo tanto, su período llega hasta la muerte de San Gregorio Magno (+ 604) o de San Isidoro de Sevilla (+ 636) en Occidente; o bien hasta la muerte de San Juan Damasceno (+ 749) en Oriente. Todos los demás escritores son conocidos con el nombre de “escritores eclesiásticos”, en expresión acuñada por San Jerónimo. [4]

Como sería sumamente extenso conocer todo lo que enseñan los Padres de la Iglesia sobre una materia determinada, he pensado en divulgar los textos que aparecen en el Enchiridion Patristicum.

Un Enchiridion es un manual al modo de un pequeño libro que resume una materia determinada. El más conocido es el Enchiridion Symbolorum, popularizado con el nombre de su primer editor, Denzinger, [5] que sintetiza toda la enseñanza magisterial de dos mil años. Junto a él existen otros, como el Enchiridion Patristicum, Enchiridion Liturgicum, Enchiridion Marianum, etc.

El Enchiridion Patristicum es una compilación de las obras de los Padres realizada por Rouët de Journel. Este Enchiridion será el puñal para las tesis progresistas, [6] defendidas por el Card. Kasper y sus secuaces, pues son ajenas a la Tradición de la Iglesia.

El texto contiene al final un índice que resume los temas de la teología: Religión revelada (Números 1 al 32), la Iglesia (33 al 64), la Sagrada Escritura (65 al 77), la Tradición (78 al 85), Dios Uno (86 al 140), Dios Trino (141 al 187), la Creación (168 al 236), las Virtudes (237 al 287), el Pecado (288 al 307), la Gracia Actual (308 al 352), la Gracia Habitual (353 al 372), el Verbo Encarnado (373 al 428), la Mariología (429 al 436), los Sacramentos (437 al 582) y los Novísimos (583 al 612).

Dentro de este esquema, al Matrimonio le corresponden los números que van desde el 568 al 582. Cada uno de ellos desarrolla un tema, con otro número que remite a los textos patrísticos, que se encuentran en el interior del libro. Sólo algunos están en negrita, para expresar que son más fundamentales.

Intentaré, con la gracia de Dios, dar a conocer en sucesivos artículos (para que no se haga demasiado extenso) todos los aportes de los Padres que aparecen en este libro sobre la materia en cuestión. Algunos textos aparecerán citados más de una vez, para facilitar su lectura. Como no soy experto en lenguas clásicas, pido a todos los lectores la benignidad en sus juicios, y a los peritos la ayuda para mejorar las traducciones defectuosas.

568          Los fines del matrimonio son la generación de la prole, la ayuda mutua de los cónyuges y el remedio de la   concupiscencia    1094        1640        164     1867       1869

569         De qué modo el matrimonio ha quedado inducido por el pecado de Adán 804,  1150

570        El matrimonio cristiano es un verdadero sacramento 67   319     320     384      505    1094     1176,  1249, 1253       1640       1812        1867          1876         2108 ,        2155         2189      2218      2374

571         Se perfecciona con el mutuo consenso de los cónyuges; por lo tanto hubo un verdadero  matrimonio entre       María y José   1326, 1361,  1610, 1868

572         El matrimonio realiza un vínculo absolutamente indisoluble 86   119        420          506           507                    642       854         922          1002          1212           1308           1322           1351         1352            1388        1642 1861           1863       1867          2015           (2017)         2155           2297

573        Que ni siquiera en caso supuesto de adulterio uno de los cónyuges puede disolver 86      507       642      854  922         1351         1861         1863

574       Se exceptúa, sin embargo, el caso del Apóstol 1190        1307

575        El sacramento del matrimonio produce un vínculo exclusivo 167         186         271          1097        1176           1322      2017      2189

576         Sin embargo, a veces en el antiguo testamento se toleraba la poliginia 1641          1867         2155

577         Sobre las segundas nupcias 88          167           366          1097         1349         1790

578         A la Iglesia compete determinar los impedimentos del matrimonio 918         2299             2301

579         No importa lo que en este caso establezca la ley humana 1212        1308         1352          1867          2299

580        El voto de castidad impide el matrimonio subsiguiente 568          921          1115        1335        1378                    (1789)    2015

581        Aunque el matrimonio sea lícito y bueno 1077            1115         1349           1361           1378       1876                     2155  2374

582       Es preferible el celibato y máximamente la virginidad 67     1077          1166         1253         1349     1975             2374

Los fines del matrimonio son la generación de la prole,

la ayuda mutua de los cónyuges y el remedio de la concupiscencia.

Epifanio, cerca 315 – 403

Contra el hereje Panario, 374 – 377

  • 1094. Herejía 51, c. 30.   En Caná de Galilea fueron celebradas unas nupcias con gran solemnidad, y el agua verdaderamente llegó a ser vino elegido convenientemente por dos razones: para que la libido dispersa de los hombres furiosos en el mundo sea contenida en la castidad y la honestidad de las nupcias, y para que se enmiende lo que falta y se ablande con la suavidad de la gracia y del vino más ameno; y también para cerrar las bocas de aquellos que se han levantado contra el Señor, para que Él mismo sea declarado Dios, junto con el Padre y el Espíritu Santo.

Agustín, 354 – 430

Sobre el bien conyugal, 400 / 401

  • 1640 C. 3 n. 3. Acerca del bien del matrimonio, que también el Señor en el evangelio confirmó, no sólo porque prohibió expulsar a la esposa salvo el caso de fornicación [Mt. 19, 9], sino también porque fue invitado a las nupcias [Jn. 2, 2], se busca la razón por la que sea merecedor del bien. Lo que para mí no parece por la sola procreación de la prole, sino también a causa de la misma sociedad natural en diverso sexo… Contienen también el bien conyugal, porque la continencia carnal o juvenil, aunque sea viciosa, se vuelve honesta para la propagación de la prole, para que la cópula conyugal realice buena a la unión desde la maldad de la libido.1642 C. 24, n. 32. El bien de las nupcias para todas las naciones y para todos los hombres está en la causa de la generación y en la fe de la castidad; pues lo que pertenece al pueblo de Dios, y a la santidad del sacramento, por el cual va contra el orden establecido también el repudio del alejado para contraer nupcias con otro, mientras vive su esposo, ni siquiera por la misma causa de la generación; la cual como sea única la causa por la cual las bodas se realizan, ni siquiera con la misma cosa no subsiguiente por la cual se realiza se desata el vínculo nupcial sino sólo con la muerte del cónyuge. De la misma manera se realiza la ordenación del clero para congregar al pueblo, aun cuando no se siga luego la congregación del pueblo, permanece sin embargo en aquellos ordenados al sacramento de la ordenación, y si por alguna culpa alguno es removido de su oficio, no carecerá con el sacramento del Señor impuesto de una vez para siempre, cuanto quiera que permanece hasta el juicio.

Sobre las nupcias y la concupiscencia, 419 / 420

  • 1867 L. I, c. 10, n. 11. Porque realmente no sólo la fecundidad, cuyo fruto es la prole, ni tampoco sólo la castidad, cuyo vínculo es la fe, sino también el verdadero sacramento de las nupcias es encomendado a los fieles cónyuges, de donde dice el Apóstol: “Maridos, amad a vuestras mujeres, como también Cristo ama a la Iglesia” [Ef. 5, 25]; lejos de dudas, es la realidad de este sacramento, en cuanto que el varón y la mujer unidos en matrimonio mientras viven perseveran unidos inseparablemente, y no le es lícito, excepto en caso de fornicación, a un cónyuge separarse de otro [Mt. 5, 32]… Lo que si alguno lo hizo, no con la ley de este mundo, es concedido sin crimen con la intervención del repudio con otros unirse a otros matrimonios, lo que también el Señor ha testificado al santo Moisés que permitiera a los israelitas, a causa de la dureza de sus corazones, aunque con la ley del Evangelio es reo de adulterio, como también aquella que se casa con otro [Mt. 19, 8-9]… Así permanece entre los vivientes tal bien conyugal, que ni la separación ni con otra cópula puede ser arrancada. Y permanece la pena de la culpa, no el vínculo de la ley; del mismo modo que el alma del apóstata, alejándose del yugo de Cristo, incluso con la pérdida de la fe, no pierde el sacramento de la fe, que aceptó con el lavado de la regeneración.
  • 1869 L. I, c. 17, n. 19. Sin embargo, en las nupcias son amados los bienes conyugales: la prole, la fe y el sacramento. Pero la prole, no sólo en cuanto que nazca, sino también para que renazca; pues nace para la pena y renace para la vida. Y la fe, no la que tienen también entre ellos los infieles que celan la carne… Y el sacramento, que no se pierde ni por separados ni por adulterados, que los cónyuges custodian con concordia y castamente.

De qué modo el matrimonio ha quedado inducido por el pecado de Adán

Atanasio, 295 – 373

Fragmentos

  • 804 Fragmento en Ps. 50, 7. “He aquí que he sido concebido en mis iniquidades, y en pecados me engendró mi madre” ya que lo primero que se arroja de Dios, no en cuanto que naciéramos por el matrimonio y para la corrupción, sino para las nupcias a causa de la transgresión del mandato al cual nos indujo la iniquidad de Adán, esto es, que dada para sí por Dios menospreciase su ley. Pues todos los que llegan a ser desde Adán son concebidos en iniquidades, antepasado caído por su condenación. Y aquel: “Y en pecados me engendró mi madre”, significa que Eva, madre de todos nosotros, primero había concebido el pecado, como estando inclinada a la voluptuosidad.

Juan Crisóstomo, 344 – 407

Homilías en el Génesis, 388

  • 1150 Homilía 15, n. 4. Pues tras aquella conversación ocurrió la prevaricación; pues hasta aquélla se movían como si fueran ángeles en el paraíso, no ardiendo en las concupiscencias, no infectados por otras afecciones, no sujetos a las necesidades de la naturaleza, sino enteramente incorruptibles y creados inmortales, donde ni siquiera allí poseían el manto de las vestiduras. Dice: “Estaban, pues, ambos desnudos, pero no se avergonzaban” [Gen. 2, 25]. Pues como el pecado y la prevaricación todavía no estaba presente, ellos estaban vestidos con la gloria, que venía de lo alto; por el contrario, después de la trasgresión del precepto ha entrado tanto la vergüenza como el conocimiento de la desnudez.

Padre Jorge Luis Hidalgo


[1]: Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 9. [2]: Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 8. [3]: Concilio Vaticano I, Sessio III: Const. Dogm. De Fide Catholica, Cap. 2, Denz. 1788.

[4]:  De viris illustribus, pról.; Epistola 112, 3.
 
[5]:  Hay otras dos actualizaciones de las compilaciones de Enrique Denzinger, hechas por Schönmetzer y por Hünermann.
 
[6]: La misma palabra en griego evgceiri,dion quiere decir “manual, libro pequeño”, y “puñal, daga”.

¿Se pueden discutir los actos de gobierno del Papa?

francisco4

19 septiembre, 2015

Sandro Magister ha documentado la herida infligida al matrimonio cristiano por los dos Motu proprio del papa Francisco en un minucioso análisis que se suma a las observaciones de Antonio Socci en Libero, de Paolo Pasqualucci en Chiesa e postconcilio y mi contribución en Corrispondenza Romana.

Según reveló Die Zeit el pasado 10 de septiembre, un dossier que circularía por el Vaticano contra la reforma del papa Francisco de los procesos de nulidad matrimonial ha confirmado el clima de grave preocupación que reina en el Vaticano.

Un delicado problema se plantea en este momento para muchas conciencias. Sea cual nuestra evaluación del mencionado motu proprio, este se presenta como un acto de gobierno directo y personal del Sumo Pontífice. Ahora bien, ¿puede un papa errar al promulgar leyes eclesiásticas? Y, en caso de desacuerdo, ¿no tenemos a pesar de todo el deber de guardar silencio en las controversias que suscite? La respuesta nos la dan la doctrina y la propia historia de la Iglesia.

Lo cierto es que muchas veces ha sucedido que un papa yerre en sus actos políticos, pastorales y hasta magisteriales sin que ello comprometa en modo alguno el dogma de la infalibilidad y el Primado romano. La resistencia de los fieles a dichos actos errados, y en algunos casos ilegítimos, del Sumo Pontífice siempre ha sido benéfica para la vida de la Iglesia.

Sin necesidad de remontarme muy atrás en el tiempo, hablaré brevemente de algo que sucedió hace dos siglos. El pontificado de Pío VII (Gregorio Chiaramonti, 1800-1823), como el de su predecesor Pío VI, conoció momentos de dolorosa tensión y enconada lucha entre la Santa Sede y Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses. El 15 de julio de 1801 Pío VII firmó un concordato con Napoleón, pensando poner fin a la época de la Revolución Francesa, pero Bonaparte no tardó en demostrar que su verdadera intención era crear una iglesia nacional que le estuviera subordinada.

El 2 de diciembre de 1804 Napoleón se coronó emperador por sus propias manos, y pocos años después volvió a invadir Roma, anexionando los Estados Pontificios a Francia. El Papa fue encarcelado y trasladado a Grenoble y después a Savona (1809-1812). El conflicto se agudizó con ocasión del segundo matrimonio del Emperador. Napoleón se había casado con Josefina Beauharnais el 2 de diciembre de 1804, en vísperas de la coronación, cuando la Emperatriz se arrojó a las rodillas de Pío VII y le confesó que se había casado con Napoleón por lo civil.

El Papa le había hecho saber a Napoleón que no procedería a la coronación hasta después de casarse por la Iglesia. La boda fue oficiada precipitadamente de noche por el cardenal Fesch, tío de Napoleón. Josefina, sin embargo, no dio herederos al Emperador, y sus orígenes eran demasiado humildes para quien deseaba gobernar Europa emparentándose con sus soberanos. Napoléon decidió por tanto obtener la nulidad del matrimonio para poderse casar con María Luisa de Austria, hija del más importante soberano europeo.

En 1810 un senatus consultus disolvió el matrimonio civil e inmediatamnete después el tribunal diocesano de París dictaminó la nulidad del matrimonio religioso de Napoleón con Josefina. La Santa Sede no reconoció esta declaración de nulidad, obra de prelados complacientes, y cuando el 2 de abril de 1810 el Emperador entró en la capilla del Louvre para casarse en segundas nupcias con María Luisa, encontró vacíos los puestos de trece cardenales invitados a la ceremonia. El Emperador los consideró rebeldes y enemigos del Estado, porque con ese gesto habían querido expresar su convicción de que la nulidad de su matrimonio sólo la podía aprobar el Papa. Los trece purpurados fueron condenados a despojarse inmediatamente de sus hábitos e insignias y vestir como simples sacerdotes.De ahí el nombre de cardenales negros o fervorosos, en contraposición a los colorados, fieles a Napoleón y favorables a su matrimonio.

Pío VII se debatió entre las dos tendencias, pero el 25 de enero de 1813, cansado de la lucha, se firmó un Tratado entre la Santa Sede y el Emperador en el que el Pontífice suscribía algunas condiciones incompatibles con la doctrina católica. El documento, conocido como Concordato de Fontainebleau (cfr. el texto en Enchiridion dei Concordati. Due secoli dei rapporti Chiesa-Stato, EDB, Bologna 2003, nn. 44-55), aceptaba de hecho el principio de la sumisión de la Santa Sede a la autoridad nacional francesa, colocando de facto a la Iglesia en manos del Emperador. Este acto, realizado públicamente por el Papa como jefe de la Iglesia Católica, fue inmediatamente juzgado por los católicos contemporáneos como catastrófico, y así lo consideran todavía los historiadores de la Iglesia.

El padre Ilario Rinieri, que ha dedicado tres volúmenes a estudiar la relación entre Pío VII y Napoleón, escribe que el concordato de Fontainebleau «era calamitoso en extremo para la soberanía del Romano Pontífice y para la propia Sede Apostólica» (Napoleone e Pio VII (1804-1813). Relazioni storiche su documenti inediti dell’archivio vaticano, Unione Tipografico-Editrice, Torino 1906, vol. III, p. 323), y añade: «Cómo había podido S.S. Pío VII dejarse inducir a suscribir un tratado que contenía condiciones tan desastrosas, es uno de esos fenómenos cuya explicación desafía la lógica de la historia» (Íb., p. 325).

«No es posible describir la siniestra impresión y el pésimo efecto que tuvo la publicación de dicho concordato», recuerda el cardenal Bartolomeo Pacca (1756-1844) en sus Memorias históricas (Ghiringhello e Vaccarino, Roma 1836, vol. I, p. 190). No faltó quien acogiera el concordato con entusiasmo ni quien, aunque criticándolo en voz baja, no hubiera osado manifestar públicamente su oposición, ya fuera por servilismo o por mala formación teológica. El cardenal Pacca, prosecretario de estado de Pío VII, era de esos cardenales que después de haber intentado en vano  disuadir al Papa para que no suscribiera el documento, declararon que para remediar el escándalo dado al catolicismo y los gravísimos males que habría acarreado a la Iglesia la ejecución del mencionado concordato, no había otra solución que una rápida retractación y anulación total por parte del Papa. Alegaban, además, el conocidísimo ejemplo de Pascual II en la historia de la Iglesia. (Memorie storiche, vol. II, p. 88).

Y hubo retractación. Ante las quejas de los cardenales “fervorosos, Pío VII, con gran humildad, se dio cuenta del error y el 24 de marzo dirigió una carta a Napoleón en la que se leen las siguientes palabras: «De aquel documento, aunque Nos lo firmamos, diremos a Vuestra Majestad lo mismo que dijo nuestro predecesor Pascual II en el caso similar de un escrito por él firmado que contenía una concesión favorable a Errico V, de la cual su conciencia se arrepintió con razón: “Como reconocemos que aquel escrito estaba mal, lo confesamos como tal, y con la ayuda del Señor deseamos que se corrija de inmediato para que no resulte de él ningún daño a la Iglesia ni perjuicio alguno a nuestra alma”» (Enchiridion, cit., n. 45, pp. 16-21).

En Italia tardó en conocerse la retractación papal; sólo se sabía que se había firmado el concordato. Esto hizo que el venerabile Pío Brunone Lanteri (1759-1830), que dirigía el movimiento Amicizie Cattoliche, redactara al momento un escrito de acerba crítica al acto del Pontífice, en el que entre otras cosas decía: «Se me dirá que es cierto que el Santo Padre todo lo puede, “quodcumque solveris, quodcumque ligaveris, etc.”, pero no tiene ninguna autoridad sobre la divina constitución de la Iglesia. Es el vicario de Dios, pero no es Dios ni puede destruir la obra de Dios» (Scritti e documenti d’Archivio, II, Polemici-Apologetici, Edizione Lanteri, Roma-Fermo 2002, p. 1024 (pp. 1019-1037)).

El venerable Lanteri, acérrimo defensor de los derechos del Papado, admitía la posibilidad de resistir al Pontífice en caso de error, porque sabía que la potestad papal es suprema pero no ilimitada ni arbitraria. El Papa, como todo fiel, debe respetar la ley natural y divina, de las que por mandato divino es custodio. No puede cambiar las reglas de la fe ni la divina constitución de la Iglesia (por ejemplo los siete Sacramentos), del mismo modo que el soberano temporal no puede alterar las leyes fundamentales del reino porque, como recuerda Bossuet, si las vulnerase «se trastornarían los cimientos de la tierra» (Sal. 81, 5) (Jacques-Benigne Bossuet, Politique tirée des propres paroles de l’Ecriture Sainte, Droz, Ginevra 1967 (1709), p. 28).

Nadie podría acusar al cardenal de emplear un lenguaje excesivamente fuerte ni a Pío Bruno Lanteri de poca fidelidad al Papado. Los concordatos, como los motu proprio, las constituciones apostólicas, las encíclicas, las bulas y los breves son actos legislativos que expresan la voluntad del Santo Padre, pero no son infalibles, a menos que el Pontífice al promulgarlos se proponga definir puntos de doctrina o de moral vinculantes para todo católico (cfr. R. Naz, Lois ecclésiastiques, in Dictionnaire de Théologie catholique, vol. VI, coll. 635-677).

El motu proprio del papa Francisco sobre las nulidades matrimoniales es un acto de gobierno susceptible de debate que puede ser revocado por un acto de gobierno posterior. El motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI del 7 de julio de  2007 sobre la liturgia tradicional fue objeto de debate y de considerables críticas (cfr., por ejemplo, la polémica entre Andrea Grillo y Pietro De Marco, Ecclesia universa o introversa. Dibattito sul motu proprio Summorum Pontificum, Edizioni San Paolo, Cinisello Balsamo (MI) 2013).

El motu proprio del papa Francisco, que hasta el momento constituye su más revolucionario acto de gobierno, no está todavía vigente; entrará en vigor el 8 de diciembre de 2015. ¿Es ilegítimo pedir que en el Sínodo se discuta esta reforma matrimonial y que un grupo de cardenales fervorosos requiera su abrogación?

Roberto de Mattei
[Traducido por J.E.F]

MEDITACIÓN DEL NACIMIENTO DE MARÍA SANTÍSIMA

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Considera, que los Santos casados Joaquín, y Ana carecieron de prole hasta llegar a edad crecida, pasando estos años con grandes deseos de tenerla, no por su consuelo natural, ni por otros fines bajos, sino con el fin recio de dejar en este mundo, quien amase, y sirviese a Dios.

Acompañaron estos deseos con mucha oración, ayunos, y penitencias; y tanta fue su perseverancia que Dios les dio más de lo que pedían, certificándoles por medio de un Ángel que tendrían una hija, que se llamaría María, y sería la que habría de ser la Madre del Mesías deseado.

Aprendan de aquí los casados a enderezar a Dios los deseos de tener hijos, no por su gusto o fines bajos; sino para que, si les convienen, se los dé Dios, que sean virtuosos para su mayor gloria, y no malos para tormento de sus mismos padres.

Y aprende tú de los Santos Padres de la Virgen la manera de negociar con Dios en todo lo que deseas para tu bien; esto es, de acompañar los deseos con mucha oración, ayunos, y mortificaciones, y todo esto con perseverancia; y aunque te parezca que Dios no hace caso de tus peticiones, aviva la fe y confianza; pues aunque sea tarde, Dios te consolará, como más te conviniere.

Considera que San Joaquín y Santa Ana salieron de Nazaret, a una casa de campo que tenían, y el ocho de Septiembre, cuando se cumplían los nueve meses de la Concepción de la Virgen Santísima, la dio a luz Santa Ana entre los balidos de las ovejas y sencillos cantos de los Pastores, como dice el Damasceno.

¡Qué alegría tendrían los Santos Padres, no vana ni mundana, mas santa y espiritual, al ver con sus ojos aquella hermosísima Niña, que era Reyna del Cielo y de la tierra! ¡Aquella que sabían predestinada para concebir y dar a luz al Hijo de Dios! ¡Qué abundancia de consideraciones santas, y júbilos espirituales ocuparían sus corazones! Festeja tú a este Santo Nacimiento espiritualmente, mirando a esta Aurora, que te anuncia al verdadero Sol de justicia, que ha de alumbrar a todo el mundo con los rayos de su santidad, y celestial doctrina. Entra en profunda consideración de los grandes males de culpa y pena de que eres librado; y de los grandes bienes de gracia y gloria que se te ofrece, por medio de esta hermosa Niña, que hoy nace para ser Madre de tu Redentor. Muévate este Santo Nacimiento a dar a Dios gracias, conociendo que nunca las podrás dar como debes; y seas solícito a lograr la oportunidad de librarte de tantos males y enriquecerte de tan verdaderos bienes.

Considera que estos Santos Padres poseyeron poco tiempo a este gran tesoro; porque a los primeros años la consagraron a Dios en el Templo. Más en este poco tiempo la trataron con suma veneración, devoción y amor; conociendo que después de Dios era la más digna. Aprende de ellos a portarte para con esta Niña, que nace para Señora y Madre tuya, con la mayor devoción y amor que te sea posible. Detente a considerar seriamente la dignidad incomparable de Madre de Dios, su abismo de gracia, virtud y hermosura para llenarte de veneración. Entiende que el medio propio de venerarla es copiar sus soberanas virtudes, señaladamente la humildad, castidad y amor de Dios y del prójimo. Si le rezas algunas devociones, no sea con prisas y distracciones; mas con atención y espíritu. Así asegurarás su patrocinio y oficios de Buena Madre.

¡Oh Niña Santísima: me doy el parabién de mereceros Madre. Mostraos mi Madre, y alcanzadme de Dios la cordial y sólida devoción para con Vos, con que asegure todas las demás gracias.

MANUAL DE PIADOSAS MEDITACIONES
BARCELONA – 1750

Tomado de:

https://radiocristiandad.wordpress.com

NATIVIDAD DE MARÍA SANTÍSIMA

María nacida de estirpe real resplandece hoy; y por sus plegarias pedimos con toda la devoción de nuestra alma y de nuestro corazón ser ayudados. (Vísperas del día)

María nacida de estirpe real resplandece hoy; y por sus plegarias pedimos con toda la devoción de nuestra alma y de nuestro corazón ser ayudados. (Vísperas del día)

Después de la dilatada noche y confuso caos en que vivió el mundo sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, rayó la aurora precursora del sol; nació María elegida Madre de Cristo. ¡Qué gozo! ¡Qué júbilo! ¡Qué alegría! Se ausentó el horror, se vio la luz, se anunció la libertad.¿Quién es esta, claman todas las criaturas, que procede, que se levanta como aurora? Y el Divino Esposo: Levántate amiga mía, beldad mía, y ven. Ven a la tierra, Niña de los cielos; ven a la tierra, para hacerla cielo; ven a la tierra para sacarla del cautiverio.

¡Oh María! suene tu voz: que aun en vagidos tiernos deleita y endulza nuestros males. Dios te apetece, y el hombre también: ambos se interesan en Ti; Dios gloria, el hombre gracia.

¡Oh Infanta milagrosa, nacida de la ancianidad de Joaquín y Ana en la vejez del mundo, para renovarlo! Antes eran los siglos de hierro, y en oro los convirtió tu nacimiento.

¿Qué sería ver al mundo, melancólico y triste con su cautiverio, amenazado a morir eternamente, vestirse de gala a tus primeros albores, deponer el luto y empezar a respirar con la esperanza de la vida y de la libertad? Entonces cantó dulcemente alabando al Autor y a la Madre de la gracia, y correspondieron los coros del cielo, diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

¡Ea!, pues, gozaos justos, porque ha nacido vuestra Madre y Reyna de las virtudes. Gozaos, pecadores, porque ha nacido vuestra abogada. Gozaos Ángeles, porque ha nacido la restauradora de vuestras sedes. Gócense todos los estados de la Iglesia triunfante y militante, pues es universal el interés de este nacimiento.

Vengan los que la aman a celebrar su venida al mundo, las vírgenes, porque es de ellas la primiceria; las madres, porque se verá en Ella lo que en ninguna madre: ser Madre y Virgen; fecunda virginidad, cuya flor dio por fruto un Dios Hombre y un Hombre Dios.

¡Oh escuadras celestiales!, enseñad a la humana pequeñez a dar los parabienes a esta mujer divina.

¡Oh alma mía!, gózate eternamente de gozar esta dicha. Alégrate de ver en el mundo la alegría del mundo.

¡Oh María, Reyna y Señora mía, infanta tierna, niña de flores, flor de las niñas! ¡Ojalá, así como entraste en este mundo llenándolo de bienes y luces, entrases también en mi alma para alumbrarla y enriquecerla! ¡Ojalá vengas a mi corazón, para hacerlo fervoroso y espiritual! ¡Ojalá lo dilates con inefable gozo, para que corra ligero por el camino de los mandamientos y consejos de Jesús! ¡Ojalá yo te sirva con la solicitud y cuidado, con que te sirvieron los Ángeles los nueve meses que estuviste en las entrañas de tu madre y mi señora Santa Ana!

Ven, Señora mía, no tardes en visitar a este tu siervo. Oh infanta divina, niña eres, mas tan grande, que puedes ser retrato de la Divinidad y espejo cristalino en que el Verbo eterno se mire. Niña eres; mas de alteza tan estupenda, que has puesto en admiración y éxtasis a las más altas inteligencias. Acuérdate de este tu siervo, a quien verdaderamente amas con entrañas de misericordia.

¡Oh graciosísima!, derrama una sola gota de tu abundantísimo gozo sobre esta alma triste, desconsolada y pobre.

Acuérdate de todos los afligidos; mira las necesidades del cristianismo, y oye piadosa las oraciones y gemidos de los que invocan tu santo Nombre.

Tomado de:

https://radiocristiandad.wordpress.com

Primer Sábado del Mes de Septiembre de 2015

corazón de maría

GRAN PROMESA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

«Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.» ( Revelada por la Santísima Virgen María a la Hermana Lucía, vidente de Fátima, el 10 de diciembre de 1925 en Pontevedra -España-)

La práctica de esta devoción consiste en lo siguiente:

1. Confesión, que puede hacerse durante la semana.

2. La Comunión el mismo sábado.

3. Rezar una parte del santo Rosario.

4. Hacer compañía a la Virgen durante un cuarto de hora meditando o pensando en los misterios del Rosario.

5. Hacer esto durante cinco primeros sábados de mes sin interrupción.

Todo ello con la intención de consolar, honrar y desagraviar a la Santísima Virgen por las blasfemias y ofensas que se cometen contra su Corazón Inmaculado Corazón:

1. Las blasfemias y ofensas contra su Concepción Inmaculada.

2. Las blasfemias y ofensas contra su virginidad perpetua.

3. Los que niegan su maternidad divina y la rechazan como Madre de todos los hombres.

4. Los que infunden en los niños el desprecio y hasta el odio hacia esta Madre Inmaculada.

5. Los que profanan sus sagradas imágenes.

Tomado de:

http://santa-maria-reina.blogspot.com

Primer Viernes del Mes de Septiembre de 2015

sagraado

¡Dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! vednos postrados ante vuestro altar, para reparar con especiales homenajes de honor la frialdad indigna de los hombres y las injurias que en todas partes hieren vuestro amantísimo Corazón.

El divino Salvador escogió el primer viernes de cada mes, como día especialmente consagrado a honrar su Smo. Corazón, diciendo a Santa Margarita María Alacoque: “Comulgarás todos los primeros viernes de cada mes”.

Y, para obligarnos en cierto modo a práctica tan santa y tan de su agrado, hizo a la misma Santa Margarita aquel favor regaladísimo que se conoce con el nombre de LA GRAN PROMESA.  en estos términos:

“Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulgaren los nueve primeros viernes de mes consecutivos la gracia de la penitencia final: no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, haciéndose mi divino Corazón su asilo seguro en aquélla última hora”.

En esta tan consoladora promesa, el Sacratísimo Corazón de Jesús, nos promete:

1º La gracia de la perseverancia final, don verdaderamente inefable, como dice el Concilio Tridentino,

2º La dicha de tener por asilo y refugio en aquella última hora el Corazón del que nos va a juzgar…

Que todo es lo mismo que asegurar nuestra eterna salvación.

¡Bien puedes ahora gloriarte de tener la salvación en tu mano: no tendrá excusa ninguna si te pierdes!

¿Con qué condiciones? Se necesita para ganar esta gracia:

1º Comulgar nueve primeros viernes de mes seguidos y sin interrupción;

2º Comulgar con intención de honrar al Sagrado Corazón y de alcanzar la gracia de la perseverancia final;

3º Comulgar con deseos y propósito de servir siempre al Señor.

De modo que no valen ocho primeros viernes de mes, ni valen nueve primeros domingos de mes, aunque la fiesta del primer viernes se traslade al domingo, ni valen ocho primeros viernes con un primer domingo… Además, han de ser seguidas las comuniones, de tal suerte que una interrupción inutilizaría toda la práctica, y habría que volver a comenzarla.

Tomado de: 

http://misa_tridentina.t35.com