SANTA MONTAÑA, Virgen

1 de octubre

La oración no es otra cosa que la unión con Dios.
Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios
experimenta en sí mismo una suavidad y dulzura que
lo embriaga, se siente rodeado de una luz admirable.
(San Juan María Vianney).

Santa Montaña, (siglo VIII), fue Abadesa de Nuestra Señora de Belén  en Ferrieres en Gâtinais, en la diócesis de Orleans. Algunos historiadores piensan que sería la misma que Santa Gertrudis de Nivelles, pero la distancia entre las dos abadías es muy grande. Otros historiadores la consideran otra santa completamente distinta. 

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BEATA RAFAELA MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN, Virgen

18 de Mayo

La Beata Rafaela María del Sagrado Corazón aparece en la Iglesia durante el siglo XIX. Porque es el siglo del liberalismo triunfante, ella y sus hijas se ceñirán las cadenas de una esclavitud de amor; y por que se intensifica la sagrada pasión del Cuerpo místico de Cristo, -su Vicario Pío IX bajaría a la tumba coronado de espinas- ungirán ellas ese Corazón llagado con la suave unción de su amor reparador y eucarístico. Espíritu éste de perenne actualidad, ya que hasta el fin de los tiempos, Cristo viviente en su Iglesia, ofrecerá al Padre holocausto de reparación, intercesión y amor.

   Mas, ¿cómo iban a sospechar estos misteriosos y futuros destinos los cristianos y ricos terratenientes de Pedro Abad don Ildefonso Porras y doña Rafaela Ayllón, cuando amorosamente se inclinaban sobre la cuna de aquella niña -la décima de sus trece hijos-, que había venido al mundo precisamente el primer viernes de marzo -día – de 1850? Una fecha después llega para ella el que alguna vez llamará «el día más grande de nuestra vida», el de su bautismo.

   Para santa quería Dios a aquella niña y en tierra de santos la había hecho nacer. Más que de los califas, es Córdoba la ciudad de Eulogio y Speraindeo, de álvaro y las vírgenes Flora y María, de los innumerables mártires. Con razón exclamará Rafaela: «Somos hijos de santos, ¡no degeneremos!»

BEATA JULIANA DE NORWICH, Virgen

13 de Mayo

Santa Juliana de Norwich, es célebre por sus revelaciones y escritos místicos. Fue una mástica inglesa del siglo catorce, autora o destinataria de la visión contenida en el libro: «Dieciséis Revelaciones del Amor Divino». Su nombre original parece haber sido «Julian». Probablemente fue una monja Benedictina, viviendo recluida en un fondeadero del cual aún quedan rastros en la parte este del cementerio de «St. Julian» en Noruega, que perteneció a Carrow Priory. De acuerdo a su libro, esta revelación le fue «mostrada» el 8 o 14 de Mayo (los escritos difieren) de 1373, cuando ella tenía treinta años y medio de edad. Esto nos refiere su nacimiento al final del año 1342. Su declaración que «por treinta años después de la aparición, me había estado instruyendo interiormente», prueba que el libro no fue escrito antes de 1393. Un manuscrito del siglo quince, recientemente reclamado por el Museo Británico de la librería de Amherst, señala que «ella aún vive, en el Año del Señor 1413». Es probable que éste sea el manuscrito citado por Francis Blomefield, el historiador de Norfolk del siglo dieciocho, y que un malentendido de la fecha condujo a la afirmación de que aún vivía para 1442. Se han hecho intentos por identificarla con Lady Julian Lampet, el ancla de Carrow, pero esto resulta imposible. El manuscrito recientemente descubierto se diferencia considerablemente de la versión completa hasta ahora, de la cual sería una especie de condensación, carente de un inicio y un final. Sólo se sabe de la existencia de tres manuscritos realizados más adelante y que contienen el texto completo. El más reciente, ubicado en la Biblioteca Nacional de París (en base al cual el libro fue editado por vez primera por Serenus de Cressy en 1670), data del siglo dieciséis; los otros dos, ambos en el Museo Británico y no independientes uno del otro, pertenecen al diecisiete. La mejor versión de las últimas es evidentemente una copia del primer original.

   Cualquiera sea su fecha exacta, éstas «Revelaciones» o «Epifanías», son el fruto más perfecto del misticismo tardío medieval de Inglaterra. Juliana se describía a sí misma como «una simple criatura iletrada» cuando las recibió; pero en los años consistentes entre la visión y la composición del libro, ella evidentemente adquirió importantes conocimientos en la terminología teológica. Su obra parece mostrar la influencia de Walter Hilton, como también el manejo de analogías neo-platónicas y la última probablemente derivada del autor anónimo de «La Divina Nube de lo Desconocido». Hay un pasaje concerniente al lugar del costado de Cristo por el que toda la humanidad deba ser salvada, que arguye un conocimiento con las cartas de Santa Catalina de Siena. La penetración psicológica con la que describe su condición, distinguiendo la forma de su visión y reconocimiento cuando tiene que lidiar con una mera desilusión, es digna de Santa Catalina de Siena. Cuando aparentemente estaba agonizando, en la enfermedad corporal por la que había rezado para renovar su vida espiritual, pasa a un trance mientras contempla un crucifico, y tiene la visión del sufrimiento de Cristo «en el que todas las revelaciones que siguen se apoyan y unen».

   El libro es el registro de la meditación de veinte años en esa única experiencia. Más de quince años después, recibió «en entendimiento espiritual» la explicación, la clave para toda experiencia religiosa. Con esta iluminación, el misterio entero de la Redención y el propósito de la vida humana se le clarifican, e incluso la posibilidad del pecado y la existencia del mal no la preocupan, pero estaba «hechizada por el amor». Ésta es la gran proeza, que trasciende nuestra razón, que la Santísima Trinidad hará el día final. Como Santa Catalina, Juliana tiene poco del dualismo del cuerpo y alma que es común en los místicos. Dios está en nuestra «sensualidad», así como en nuestra «sustancia», y el cuerpo y el alma prestan mutua ayuda. El conocimiento de Dios y el conocimiento de uno mismo son inseparables: «Dios está más cerca de nosotros que nuestra propia alma», y «cayendo y levantándonos nos mantenemos preciosamente para siempre en un amor». Juliana le pone especial acento a la «sencillez» y a la «cortesía» del trato de Dios hacia nosotros. Con esto debemos corresponder con una feliz confianza; «fallar de comodidad» es el «mayor descuido» en el que el alma puede caer. En la Santísima Virgen el Señor hará que la humanidad vea cuánto la ama. A lo largo de su revelación Juliana se somete a la autoridad de la Iglesia.

   Santa Juliana de Norwich, es uno de los más asombrosos ejemplares que el cristianismo ofrece como apasionados del sufrimiento. Todos los días pedía tres gracias: sentir hondamente la pasión de Cristo, padecer graves enfermedades por su gloria y vivir unida con Dios. A los treinta años cayó enferma y el resto de su existencia fue una agonía terrible.

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SANTA MARÍA EUFRASIA PELLETIER, Virgen

24 de abril

Santa Rosa Virginia Pelletier nació en 1796, en la isla de Noirmoutier, frente a la costa de Bretaña, donde sus padres se habían refugiado cuando el levantamiento de La Vendée. En la escuela de Tours, Rosa oyó hablar del convento del Refugio, perteneciente a una congregación que San Juan Eudes habían fundado en 1641, para rescatar a las mujeres caídas y defender a las que se hallaban en peligro. La congregación se llamaba «Instituto de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio» y tenía una casa en Tours. Rosa entró en el noviciado en 1814 y, unos once años más tarde, cuando tenía sólo veintinueve años, fue elegida superiora.

De Angers le pidieron una nueva fundación, y la santa fue a esa ciudad a tomar posesión de una casa de refugio que existía desde hacía varios años y se llamaba «El Buen Pastor». El éxito que consiguió ahí fue tan maravilloso, que las gentes se opusieron a dejarla volver a su comunidad de Tours. Finalmente, al cabo de largas negociaciones, la madre Pelletier fue nombrada superiora de la nueva fundación.

Comprendiendo que inevitablemente surgirían dificultades si cada casa dependía de un obispo diferente y tenía su propio noviciado, como sucedía en el Instituto de Nuestra Señora de la Caridad, la madre Santa Eufrasia (como la llamaban las gentes) decidió centralizar la organización, fundar un noviciado único y hacer que se nombrara a una superiora general con poder de trasladar a las religiosas de una casa a otra, según las necesidades. A pesar de la oposición y del temor natural que le producía el ejecutar un cambio tan radical, la madre Pelletier defendió con firmeza ese medio de promover la causa por la que todas las religiosas trabajaban.

   Sin perder un ápice de su humildad y de su respeto por la autoridad, la joven superiora (de la que una de sus admiradoras dijo que «tenía madera para gobernar un reino»), consiguió, con la ayuda de la providencia, fundar en Angers el nuevo Instituto del Buen Pastor. En 1835, llegó la aprobación pontificia. Los progresos de la congregación fueron muy rápidos y, las nuevas fundaciones hacían un bien inmenso en dondequiera. Cuando Santa Eufrasia murió, en 1868, la congregación contaba con 2760 religiosas y era ya conocida en todo el mundo. En sus múltiples pruebas y dificultades, que incluyeron acusaciones de espíritu de innovación, ambición personal y deseo de autoridad, Santa Eufrasia dio pruebas de fortaleza heroica y absoluta confianza en Dios.

«Como he dado a luz a mis hijas en la cruz dijo  en cierta ocasión, las quiero más que a mí misma. Mi amor tiene sus raíces en Dios y en el conocimiento de mi propia miseria, pues comprendo que a la edad en que hacen la profesión, yo no hubiese sido capaz de soportar tantas privaciones y un trabajo tan duro». Santa Eufrasia fue canonizada en 1940.

Robert Quardt. Los Santos del Año. Editorial Herder. Barcelona, España. 1958.

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SANTA INÉS DE MONTE PULCIANO, Virgen

20 de abril

 La bienaventurada virgen y esposa de Jesucristo, santa Inés de Monte-Pulciano, nació en la ciudad de este nombre, que está en la Toscana, de padres muy señalados por su nobleza y riqueza. Desde la cuna comenzó a mostrar su devoción a Jesucristo y a la santísima Virgen; por que cuando le ponían a los ojos alguna imagen del Señor o de su benditísima Madre, la miraba y remiraba con visibles demostraciones de gran alegría.

Educáronla en el monasterio de las saquinas, llamadas así porque traían un escapulario de sayal grosero; y como una abadesa de rara prudencia y virtud visitase aquel monasterio, en viendo a la niña Inés, dijo: «No ilustrará menos esta Inés a la religión con sus virtudes, que la otra Inés romana con su martirio». A los catorce años mostraba tanto seso y prudencia, que no dudaron en encomendarle la administración de las cosas temporales del convento, y a la edad de diez y ocho años, con la bendición del sumo pontífice Nicolás IV, fue nombrada superiora del convento que se acababa de fundar en Proceno, en el condado de Orvieto.

Ayunaba todos los días a pan y agua, dormía sobre la desnuda tierra, reclinan do la cabeza sobre una piedra: pero, ¿quién podrá explicar los favores extraordinarios que recibía del cielo, las apariciones de los ángeles, de santo Domingo, de san Francisco, y de su dulcísimo Esposo Jesús. con quien familiarmente conversaba con celestial suavidad y regalo? ¿Quién podrá decir los milagros que obró el Señor por esta santa virgen y e] fruto que causó en muchos pecadores con su santa vida y conversación?

Sintieron mucho los vecinos de Monte Pulciano la ausencia de sor Inés, que estaba en Proceno, y acordándose del deseo que tenía la santa siendo niña, de ver convertido en convento de penitencia una casa de mujeres públicas que había en la entrada de la ciudad, determinaron ponerlo por obra a todo trance a trueque de que viniese la santa. Entonces cedió el amor del retiro, al celo de las almas, fundó aquel nuevo monasterio, y entabló en él la primitiva regla de san Agustín, según el, instituto y espíritu de santo Domingo, y en breve tiempo floreció la pureza de muchas santísimas vírgenes, donde tenían su asiento los vicios más abominables. Allí hizo la santa brotar un manantial de agua viva, de virtud muy prodigiosa para curar todo género de enfermedades, que hasta hoy se llama el agua de santa Inés. Finalmente, a los cuarenta y tres años de su vida pasó a gozar de la eterna gloria de su Divino Esposo, haciendo el Señor glorioso su sepulcro con muchos milagros.

REFLEXIÓN 

   En el ardiente celo que manifestó esta santa virgen, convirtiendo aquel lodazal de vicios en jardín de flores celestiales, echarás de ver la inmaculada pureza que inspira nuestra santísima Religión a todos los que de veras la profesan.

Por el contrario, la impiedad infernal de los modernos sectarios y apóstatas, multiplica cada día las tentaciones sensua1es y lazos de Lucifer para acabar con la honestidad y fe de los católicos. «Está resuelto en nuestras logias, dice un documento muy conocido de la suprema Venta de los masones, que es menester popularizar al vicio para matar la fe: que lo respiren los hombres por todos sus, cinco sentidos, que se saturen de él, y ya no habrá más católicos».

No es nueva en el mundo esta astucia de Satanás. La impiedad hace de los hombres bestias: la Religión hace de las bestias hombres, y de los hombres ángeles.   

ORACIÓN

   Oh Dios, que eres nuestra salud, oye nuestras súplicas, para que así como celebramos con gozo la festividad de la bienaventurada virgen Inés, así alcancemos el fervor de una piadosa devoción.   Por J. C. N. S.

Sacado de: «FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA», Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.

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BEATA MARÍA ANA DE JESÚS, Virgen

17 de abril

La extática y maravillosa virgen Maria Ana de Jesús, nació en Madrid, de muy noble e ilustre linaje.  Su padre Luis Navarro Ladrón de Guevara servia en la corte del rey don Felipe III. Cuando llevaban en brazos a la iglesia aquella santa niña, notaban que al tiempo de al zar la Hostia y el Cáliz se que daba arrobada; y cuando apenas sabía andar por sus pies, buscaba algún lugar recogido de su casa; y allí la veían puesta en oración delante de una imagen de nuestro Señor crucificado, bañados los ojos en lágrimas o cercado su rostro de resplandores.

Gozaba de la presencia visible de su Ángel custodio; y platicaba de la beatísima Trinidad, de la Encarnación del Verbo, y de la adorable Eucaristía, que son los más inefables Misterios de nuestra divina Religión, como de cosas que más parecía entenderlas que creerlas. Recibió la primera comunión en edad muy temprana, y cada vez que tomaba el Pan de los ángeles, parecía transformarse en un ángel que gozaba de Dios. Mas, ¿quién no se espantará ahora de las durísimas pruebas por que hubo de pasar esta alma angelical?

Muy presto tuvo en lugar de madre una madrastra de condición asperísima, que la afligía sobremanera, y no le iba el padre a la mano tanto como debiera, especialmente cuando la santa doncella hizo voto de perpetua virginidad, contra la voluntad del padre que quería casarla. Era ella, de gentil disposición y muy hermosa. Se cortó un día con las tijeras la rubia cabellera, pensando que así se entibiaría el amor del que la pretendiera por esposa. Entonces fue cuan do su padre y su madrastra salieron de sí y cargaron sobre ella una tempestad de injurias y golpes, con tanto enojo y crueldad, como si fueran verdugos de su hija mártir.

Cuando cesaron los malos tratos, Dios permitió que su sierva se viese todo los instantes del día fieramente atormentada por torpísimas imaginaciones y tentaciones las cuales le duraron once años, y a todo esto se añadían penosísimas enfermedades y agudísimos dolores, que acrisolaron como el oro su invencible paciencia.

Dejó al fin la casa de sus padres, y con la aprobación del venerable Fray Juan Bautista, que era su confesor, y fue el fundador de los Mercedarios descalzos, se labró una celdilla junto a la ermita de santa Bárbara, y recibió después el hábito de nuestra Señora de la Merced de manos del Maestro general de la orden: y en aquella pobrísima casa la visitaban hasta los príncipes, porque era muy grande la fama de sus arrobamientos, milagros y profecías. Finalmente, después de una vida llena de trabajos y celestiales consuelos, en un éxtasis suavísimo entregó su alma al Señor a los cincuenta y nueve años de su edad. 

REFLEXIÓN 

 Los cilicios e instrumentos de penitencia que usaba la santa, y se conservan en el convento de santa Bárbara de Madrid, llenan de asombro y compunción a los que los miran. Llevaba pegado al pecho un peto de espinas y a las espaldas unas cruces anchas sembradas de puntas de hierro; en los brazos unos cilicios, y en la cabeza una corona de espinas y solía hacer el via crucis con una pesada cruz en los hombros. La causa de esta asombrosa mortificación no era otra sino el amor tan grande que tenía esta inocentísima virgen a su divino Amor crucificado, y tan desagradecido e injuriado de los hombres. Pues, ¿Quién no exclamará aquí diciendo: «Esta santa virgen tan inocente y tan penitente y yo tan pecador y tan inmortificado».   

ORACIÓN

   Oh clementísimo Dios, Señor de las virtudes, que llenaste de los dones de tu gracia a la bienaventurada María Ana, concédenos por sus ruegos, que los que la honramos con solemnes cultos, imitemos también sus obras.  Por J. C. N. S. 

Sacado de: «FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA», Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.

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SANTA Mª BERNARDA SOUBIROUS, Virgen

16 de abril

Bernadette Soubirous, era una enfermiza niña de 14 años, natural de Lourdes, una pequeña ciudad al pie de los Pirineos. Su padre, Francisco Soubirous, molinero de profesión, estaba en la ruina, y la familia había tenido que ir a vivir a un antiguo calabozo abandonado, una pequeña pieza de 16 metros cuadrados.

Bernardita, como era cariñosamente llamada, era una niña piadosa que asistía a misa los domingos, pero no podía comulgar porque aún no había hecho la primera comunión. A sus catorce años la enfermedad y el trabajo le habían impedido ir a la escuela, por lo que no sabía leer ni escribir. En noviembre de 1857, los Soubirous habían permitido a Bernardita ir a Bartrès, un pueblecito cerca de Lourdes, a servir como criada en la casa de su antigua nodriza, María Lagüs. Sin embargo, el deseo de Bernardita de hacer la primera comunión hizo que regresara a Lourdes pocas semanas antes de comenzar las apariciones.

Las Apariciones

El jueves 11 de febrero de 1858, Bernardita había ido con su hermana y una amiga a la Gruta de Massabielle, al borde del río Gave, para recoger algo de leña. Cuando se estaba descalzando para meterse al agua y cruzar al torrente, oyó un ruido como de una ráfaga de viento, y levantando la cabeza hacia la gruta, vio a una Señora vestida de blanco, que llevaba un velo también de color blanco, una faja azul en la cintura y una rosa amarilla en cada pie. Bernardita hizo la señal de la cruz y rezó el rosario con la Señora. Al terminar de rezar, la Señora desapareció.


El domingo 14 de febrero Bernardita se sintió interiormente movida a volver a la Gruta, a pesar de la prohibición de sus padres. Pero su madre le dio permiso para volver, debido a sus insistentes ruegos. Cuando había rezado la primera decena del rosario, la Señora apareció nuevamente, y Bernardita roció el sitio con agua bendita como se le había sugerido. La Señora sonrió inclinando la cabeza. Al terminar el rosario, la Señora desapareció.


El jueves 18 de febrero la Señora habló por primera vez. Bernardita le pide que escriba su nombre en un papel, pero la Señora le dice que no es necesario, y añade: «No prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro. ¿Quieres hacerme el favor de venir aquí durante quince días?».


Las manifestaciones se produjeron durante esos quince días, con algunas pocas excepciones.

El viernes 19 de febrero hubo una aparición breve y silenciosa. Bernardita llevó a la Gruta una vela bendecida y encendida. El sábado 20 de febrero la Señora le enseñó una oración personal. Al irse la Señora, Bernardita se sintió muy triste. El domingo 21 de febrero unas cien personas acompañaron a Bernardita al sitio de las apariciones. Ese mismo día el comisario de policía le pidió que dijera lo que había visto. Bernardita sólo mencionaba «aquello», para referirse a la aparición. El martes 23 de febrero unas ciento cincuenta personas rodean a Bernardita. Durante la aparición se le comunicó un secreto, algo que era sólo para ella. El miércoles 24 de febrero la Señora pidió a Bernardita repetir ante la multitud: «¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!

El jueves 25 de febrero estaban presentes unas trescientas personas. La Señora le pidió a Bernardita que bebiera el agua de una fuente, indicándole el sitio. Bernardita raspó la superficie del terreno con las uñas. En un principio encontró sólo un poco de agua turbia, pero al cuarto intento ya pudo beber un poco de agua. Había brotado el milagroso manantial de Lourdes. También le pidió que comiera hierba de la que había cerca de la fuente, y así lo hizo ante la burla de muchos. La aparición desapareció, y a Bernardita la tildaron de loca. Pero el agua milagrosa comenzó a hacer sentir sus efectos en niños y adultos que eran sumergidos en ella. La fe crecía en Lourdes.

El sábado 27 de febrero se juntaron unas ochocientas personas. La Señora no habló. Bernardita bebió agua del manantial y rezó. El domingo 28 de febrero Bernardita caminó de rodillas en señal de penitencia y también besó la tierra. Estaban presentes unas mil personas.

Luego, el juez Ribes la amenazó con meterla en la cárcel acusándola de mentirosa. El lunes 1º de marzo asistió un sacerdote a la gruta por primera vez, junto a más de mil quinientas personas. El martes 2 de marzo la Señora le encargó decirle a los sacerdotes que acudieran al sitio en procesión y construyeran allí una capilla. Bernardita se lo comunicó al padre Peyramale, párroco de Lourdes, quien sólo quería saber una cosa: el nombre de la Señora. Le exigió, además, como prueba, que el rosal de la Gruta de Massabielle floreciera en invierno.

El miércoles 3 de marzo Bernardita se encaminó hacia la Gruta muy temprano y encontró allí unas tres mil personas, pero la Señora no apareció. Más tarde, al salir del colegio, sintió la llamada interior y acudió a la Gruta. Nuevamente le preguntó a la Señora su nombre. Esta le dio por respuesta una sonrisa. Luego, el padre Peyramale le repetía: «Si de verdad la Señora quiere una capilla, que diga su nombre y haga florecer el rosal de la Gruta». El jueves 4 de marzo se reunieron en la Gruta alrededor de ocho mil personas que esperaban un milagro al final de los quince días. La Señora permaneció silenciosa todo el tiempo. El párroco Peyramale insistía en su pedido. Durante veinte días Bernardita no acudió a la Gruta pues no sentía el llamado interior que la impulsaba a dirigirse hacia el lugar.


El jueves 25 de marzo la Señora revela su nombre, pero el rosal sobre el cual había puesto sus pies durante las apariciones no florece. Bernardita narra el suceso: «Levantó los ojos hacia el Cielo, juntando en actitud de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: «Que soy era Immaculada Councepción». La joven vidente salió corriendo, repitiendo constantemente, por todo el camino, aquellas palabras que no entendía. Pero estas palabras le dieron al párroco la certeza del suceso, ya que él sabía que Bernardita ignoraba esa expresión teológica que sirve para designar a la Santísima Virgen.


El miércoles 7 de abril, durante la aparición, Bernardita sostuvo una vela encendida en su mano, y muchos observaron cómo la llama lamía su mano sin quemarla. El doctor Douzous, médico, constató este hecho personalmente.


El jueves 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, Bernardita sintió nuevamente el llamado interior y se dirigió a la Gruta; pero al encontrar cerrado el acceso, se dirigió al otro lado del río Gave, enfrente de la Gruta y contempló desde allí la aparición. Después relataba: «Me parecía que estaba delante de la Gruta y a la misma distancia que las otras veces. No veía sino a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!» Esta fue la última aparición de la Santísima Virgen María en la Gruta de Massabielle.


Después de las apariciones Bernardita ingresó al convento de Nevers. Como la Santísima Virgen le había dicho, tuvo que sufrir mucho en esta vida. A su enfermedad física se añadieron sufrimientos espirituales: oscuridad interior, escrúpulos, temores, tentaciones. A los 34 años la tuberculosis acabó con su vida terrena. En Nevers su cuerpo se conserva incorrupto, fresco y bello, tal como el día en que murió. El 14 de junio de 1925 María Bernarda Soubirous fue declarada beata por el Papa Pío XI, y el 8 de diciembre de 1933 el mismo Papa la declaró santa, estableciendo que su memoria se celebrara el 16 de abril, día en que había subido al Cielo.


La fuente de agua que brotó en Lourdes es una fuente milagrosa. Así lo testimonian las innumerables personas que se han curado sumergiéndose en ella. Pero la Virgen también había venido a derramar innumerables gracias de sanaciones espirituales y a pedirle a sus hijos conversión, oración y penitencia. El santuario de Lourdes se convirtió uno de los más visitados y famosos del mundo.


El 28 de julio del año 1858, Monseñor Laurence, Obispo de Tarbes, quien se encargó de las apariciones, creó una comisión para recoger y constatar los hechos que habían ocurrido en la Gruta de Lourdes, y el 18 de enero de 1862 declaró auténticas las apariciones, en nombre de la Iglesia.

«Yo soy la Inmaculada Concepción»

   Con estas palabras, la Santísima Virgen confirmaba el dogma que el Papa Pío IX había declarado en Roma sólo 4 años antes de las apariciones. Esto era muy importante en ese momento, pues al año siguiente, en 1859, Charles Darwin publicaba su libro «El Origen de las Especies» en el cual su teoría evolucionista echaba por tierra la realidad del pecado original, que el Concilio Trento había definido como dogma hacía 3 siglos. La Virgen preparaba al mundo a enfrentar esta teoría, anteponiendo a los errores del Evolucionismo Darwiniano la irrefutable certeza de su Concepción Inmaculada, y al mismo tiempo afirmaba el hecho cierto de la condición pecadora del hombre.

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SANTA ENGRACIA Y DIEZ Y OCHO COMPAÑEROS, Mártires

16 de abril

La gloriosa virgen y fortísima mártir de Cristo santa Engracia, era hija de un gran caballero y señor muy principal de Portugal, y habiendo concertado casarla con un duque del Rosellón, capitán de aquélla frontera de Francia, la enviaba para celebrar las bodas muy bien acompañada de diez y ocho caballeros, parientes y familiares suyos, cuyos nombres eran Lupercio, Optato, Suceso, Marcial, Urbano, Julio, Quintiliano, Publio, Frónton, Félix, Ceciliano, Evencitcio, Primitivo, Apodemio, Maturio, Casiano, Fausto y Jenaro: y estos cuatro últimos tenían por sobrenombre Saturninos.

Hallábase esta ilustre comitiva en Zaragoza, cuando Daciano como tigre fiero y cruel se relamía en la sangre de los cristianos de aquella ciudad principalísima y les afligía con los más horribles tormentos. Entonces arma da de Dios, la virgen santa Engracia, se presentó con sus diez y ocho compañeros cristianos, ante el tribunal del inicuo juez, y le reprendió severamente por haberse despojado de la razón de hombre y vestídose de la crueldad de fiera, ver tiendo tanta sangre de hombres inocentes, que no tenían otra culpa sino adorar al sólo Dios verdadero.

Quedó Daciano pasmado, y pensativo sobre lo que había de hacer con aquélla nobilísima y hermosísima doncella que así le hablaba; pero al fin pudo en él más su cruel naturaleza que la humanidad, ni otro algún buen respeto; y mandó prender y azotar rigurosamente a la santa virgen y a aquellos diez y ocho caballeros; y para escarmiento de los demás cristianos de Zaragoza hizo arrastrar a Engracia atada a la cola de un caballo por toda la ciudad.

Despedazáronle después sus virginales carnes con uñas de hierro, dislocáronle los miembros, cortáronle el pecho izquierdo, y cuando todo su santo cuerpo estuvo hecho una llaga, la cubrieron con una larga vestidura, y la dejaron así para que con los dolores de sus heridas se prolongase su martirio y se dilatase la muerte. Y como ella perseverase en la confesión de Jesucristo, Daciano, irritado por aquélla invencible constancia, mandó que le hincasen un clavo en la frente. Todavía se muestra en la cabeza de la santa el agujero de aquel clavo, en cuyo tormento la fidelísima esposa del Señor acabó de recibir la corona del martirio.

Finalmente a los diez y ocho caballeros mandó el procónsul degollar fuera de la ciudad, y en el mismo día recibieron con santa Engracia la palma de gloriosos mártires de Jesucristo. Consérvanse con gran veneración las preciosas reliquias de la santa en la cripta del templo de su nombre, magníficamente restaurado en nuestros días en la capital de Aragón. En un depósito del mismo sepulcro están las de san Lupercio, y en otro sepulcro de mármol las de los otros san tos compañeros cuyos huesos son de color de rosa y despiden fragante olor.   

REFLEXIÓN

   Pues ¿Quién no ve en el mar tirio de la gloriosa virgen Engracia y de los otros mártires, la omnipotencia y fortaleza de Dios, la desventura del hombre y la vana astucia y crueldad de Satanás? El cual inflamó a Daciano para que atormentase con exquisitas penas a una tierna doncella, y procurase extinguir el culto del verdadero Dios; mas el demonio quedó burlado, Daciano confuso, la virgen triunfando, Dios glorificado, propagada su santa religión, y la ciudad de Zaragoza ilustrada con los trofeos de tan tos y tan gloriosos mártires con los cuales están ennoblecida y amparada de los encuentros de sus enemigos.   

ORACIÓN

   Vuelve, Señor, tus ojos benignos sobre la familia de tus fieles siervos, y concede, que amparada por la intercesión de la bienaventurada Engracia y sus compañeros mártires, sea defendida de toda culpa.  Por J. C. N. S.

Sacado de: «FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA», Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.

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BEATA LIDUVINA de SCHIEDMAN, Virgen

(1433)

Hoy 14 de Abril la Iglesia Católica recuerda a Santa Liduvina. Esta santa es la Patrona de los enfermos crónicos que quieren aprovechar su larga enfermedad para pagar sus pecados, convertir pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma al declararla santa dice de ella que fue «un prodigio de sufrimiento humano y de paciencia heroica».


Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de «celador» o cuidandero de fincas. Su familia era sumamente piadosa y a la niña le encantaba recoger regalos para llevarlos a gentes muy necesitadas.


Hasta los 15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un grupo de jóvenes de su edad la invitó a patinar sobre el hielo y en pleno descenso por la montaña, uno de sus compañeros, por alcanzar a los que iban más adelante, apresuró mucho su carrera y sin darse cuenta de que Liduvina bajaba por ese mismo camino, arremetió violentamente contra ella dejándola en el hielo, y con la columna vertebral partida. La llevaron a casa pero ya de este golpe nunca más se iba a reponer.

SANTA CASILDA,(*) Virgen

9 de abril

Os doy un nuevo mandamiento, y es: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (San Juan, 13, 34).

Santa Casilda llevaba comida a los cristianos que el rey, su padre, tenía prisioneros. Un día la encontró camino de la prisión, y le preguntó qué llevaba. Rosas, respondió Casilda y, extendiendo su delantal, aparecieron en él, en vez de alimento, hermosísimas rosas. Consiguió de su padre que la llevaran a tomar baños en el lago San Vicente, para curarse de una enfermedad que padecía, e hizo edificar, a orillas de este lago, una ermita en la que pasó el resto de sus días. Murió hacia el año 1050.

MEDITACIÓN
HEMOS DE AMAR AL PRÓJIMO
COMO JESUCRISTO
NOS AMÓ A NOSOTROS

I. Jesús nos ama más que a todas las otras creaturas, porque para salvarnos hizo lo que no hubiera hecho para impedir la ruina del cielo y de la tierra. Del mismo modo, ama a tu prójimo más que a tus riquezas, más que a tus placeres, más que a tus intereses; sacrifica todo lo que poseas para aliviar sus penas y proveer a sus necesidades. ¿Es esto lo que  has hecho hasta ahora?

II. Jesucristo nos ha amado aun cuando más cruelmente lo ultrajábamos: sigamos su ejemplo y amemos a los que nos aborrecen y nos hacen mal. Fácil es amar a los que nos hacen bien; nos inclina a ello la naturaleza, nos invita el interés, en fin, los mismos paganos nos dan ejemplo. Pero es patrimonio sólo del cristiano amar a los enemigos, amarlos porque Jesucristo lo manda. Examina el fondo de tu corazón: ¿amas sinceramente a los que te han disgustado?

III. Jesucristo nos amó a fin de salvar nuestras almas; nos testimonió su amor enseñándonos el camino de la salvación y andando por él antes que nosotros. Haz lo mismo con tu prójimo según tus fuerzas. Es el mayor servicio que puedes prestarle, y el mayor gusto que puedes dar a Jesucristo. Saca a ese pecador de las ocasiones peligrosas, instrúyelo, aconséjalo, ruega a Dios por él. ¡Qué feliz serías si, a costa de todos tus bienes y de tu vida misma, pudieses ganar para Jesucristo un alma redimida por el precio de su sangre! Se obró esta redención a precio tan elevado, que parece que el hombre vale tanto como Dios. (San Hilario de Arlés).

El celo por la salvación de las almas
Orad por la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de Santa Casilda, al tiempo que regocija nuestra alma la enriquezca de sentimientos de tierna devoción. Por J. C. N. S.

*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

Tomado de: http://misa_tridentina.t35.com/