Del
DOMINGO DE INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
He tenido la suerte de vivir y conocer ampliamente dos épocas bien distintas en la Historia de la Iglesia, ambas marcadas por el Concilio Vaticano II: la preconciliar y la postconciliar. La segunda supone un rompimiento con la primera y hasta cabe dudar que exista perfecta continuidad entre una y otra.
Se ha dicho, como una de las razones que justifican la introducción del Novus Ordo, que así se facilita un mayor conocimiento de la Misa por los fieles y su mayor participación en ella. Soy bastante anciano y he vivido los dos tiempos de la Historia de la Iglesia, por lo que creo que puedo presumir de alguna experiencia. De ahí que pueda asegurar que, pese a todos los defectos que sucedían en la Era preconciliar, la Misa Tradicional poseía mucho más sentido para los fieles, los cuales la vivían y participaban de forma inmensamente mejor que la actual. Y no voy a explicar aquí en lo que consiste la verdadera participación en la Misa porque no es el objeto de este artículo.
La Misa del Novus Ordo, fue impuesta a toda la Iglesia partiendo de una falsedad. Según Pablo VI la Misa Tradicional quedaba definitivamente abolida y suprimida, cuando tal cosa no era posible según un Magisterio anterior con carácter de infalible, y tal como he demostrado en diversos lugares de mis libros. De manera que el Novus Ordo se elaboró en un laboratorio protestante dirigido por masones, se impuso mediante una falsedad e incluso todo el Rito está bastante alejado de la Fe de la Iglesia.[1]
Pablo VI quedaba así señalado como uno de los Papas más nefastos que han existido en toda la Historia de la Iglesia. No corresponde especificar aquí acerca de su vida y escritos (que yo he estudiado cuidadosamente), y quizá sea suficiente con hacer una breve sinopsis de su trayectoria. La cual comenzaría con la sustracción de Documentos secretos al Papa Pío XII, cuando era secretario suyo, para ser entregados a los soviéticos. Fue el gran instigador y verdadero autor del Pacto de Metz, que tanto dolor y desgracias ocasionó a la Iglesia existente tras el Telón de Acero. Aunque su obra cumbre fue la conversión sustancial de la Religión del culto a Dios en la Religión del culto al hombre. En su Discurso ante la ONU del 4 de Octubre de 1965 se presentó como experto en humanidad. Siguiendo los principios establecidos en el Concilio, y especialmente en la Declaración Dignitatis Humanæ, estableció el principio supremo de la dignidad humana como garante de la libertad religiosa y de un nuevo concepto de la Religión en general. Con respecto a España, fue el responsable de la destrucción de la que fue floreciente Iglesia Española, labor para la que se valió del tándem de Cardenales Dadaglio–Tarancón, los cuales consumaron la labor que les había sido encomendada.
De las cuatro festividades continuadas del Nacimiento del Señor, de San Estebán, de San Juan y de los los Santos Inocentes
Bendito sea el que viene en el nombre del Señor: el Señor es Dios y ha hecho brillar su luz sobre nosotros; bendito sea su nombre glorioso, que es santo. No vino infructuosamente lo santo, que nació de María, sino que copiosamente difunde el nombre y la gracia de la santidad. Verdaderamente de aquí es Juan Santo, es Esteban Santo, y también los Santos Inocentes. Con provechosa disposición acompañan estas tres solemnidades al nacimiento del Señor. No sólo para que continuándose las festividades persevere la devoción continua, sino también para que el fruto del Nacimiento del Señor sea conocido de nosotros en ellas, como un efecto y consecuencia de él. Se advierten en estas tres solemnidades como tres especies de santidad: ni yo juzgo que se pueda hallar fuera de estos tres géneros de Santos, otro cuarto entre los hombres. Tenemos en el bienaventurado Esteban la obra y la voluntad del martirio: tenemos sola la voluntad en el bienaventurado Juan: y tenemos solo la obra de los Santos Inocentes. Todos ellos bebieron el cáliz de la salud o con el cuerpo y el espíritu juntamente. O con sólo el espíritu; o con sólo el cuerpo. Mi cáliz ciertamente beberéis dijo el Señor a Santiago, y a Juan: no hay dudas de que hablaba del cáliz de la pasión. En fin, cuando decía a Pedro sígueme, excitándole violentamente a la imitación de su pasión, vuelto Pedro vió que seguía después del discípulo que amaba Jesús, no tanto con los pasos del cuerpo sino con el afecto de su voluntad. Bebió pues también Juan el cáliz de la salud, y siguió al Señor como Pedro, aunque no de todas maneras como Pedro. Porque haber permanecido así, no siguiendo con la pasión corporal al Señor, fue consejo divino como lo dice él mismo: Así quiero que permanezca hasta que yo venga. Como si dijera quiere él también seguirme pero yo quiero que así permanezca.
Pero ¿habrá quien dude de las coronas de los Inocentes? ¿Dude que los infantes despedazados por Cristo sean coronados entre los mártires, el que no cree que los reengendrados en Cristo son contados entre los hijos de adopción. Cuándo aquel niño, que nació para nosotros, no contra nosotros, permitiría que unos niños coetáneos de él fuesen muertos por su causa, lo cual él podía estorbar con toda su voluntad, si no providenciera a favor de ellos alguna cosa mejor; haciendo que así como a los demás infantes, entonces la circuncisión, ahora el bautismo, sin algún uso propio de su voluntad les basta para conseguir la salud; así el martirio producido por él les bastase a ellos para la Santidad? Si buscas sus méritos para con Dios, para ser coronados, busca también sus delitos para con Herodes para ser despedazados.
¿Es menos acaso la piedad de Cristo que la impiedad de Herodes, para creer que haya podido él entregar unos inocentes a la muerte y no haya podido Cristo coronar a los que fueron muertos por él? Sea pues Esteban mártir para con los hombres, cuya voluntad de padecer se manifestó con toda evidencia particularmente, en que en el mismo artículo de su muerte tenía la más viva solicitud, tanto por los perseguidores como por si mismo, venciendo en él el afecto de su interior compasión al afecto de su pasión corporal, de suerte que lloraba más por los delitos de ellos que por sus propias heridas. Sea Juan mártir para con los Ángeles, que como espirituales criaturas conocieron con más claridad las señales espirituales de su propia voluntad para padecer por Cristo. Pero estos verdaderamente son vuestros mártires, o Dios, para que resplandezca con más evidencia el privilegio de vuestra gracia en quienes ni el hombre ni el Ángel descubre mérito alguno. Vos habéis formado en la boca de los infantes y los niños de pecho vuestra perfecta alabanza. Gloria sea Dios en las alturas dicen los Ángeles, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Grande alabanza es esta sin duda, pero me atrevo a decirlo todavía no es alabanza perfecta, hasta que venga quien diga: dejad a los párvulos que vengan a mi, porque de los tales es el Reino de los Cielos, y paz a los hombres aún sin el uso de su voluntad para ilustre testimonio de la piedad de Dios.
Esto debieran considerar los que suelen combatirse en contenciosas disputas sobre la obra y la voluntad: consideren y adviertan que no conviene despreciar ni lo uno ni lo otro cuando no falta la facultad; especialmente lo uno sin lo otro (pero cuando la facultad falta) no solo dar la salud sino la santidad. Más también se persuaden firmemente, que aprovecha la obra sin la voluntad, pero no contra la voluntad, de suerte que por lo que se salvan los infantes, tendrían más condenación los que llegaron a la fe fingidamente. Del mismo modo, en algunos la voluntad sin la obra es suficiente, pero no contra la obra. Por ejemplo, si uno es arrebatado por la muerte cuando tiene en si una buena voluntad, pero todavía no perfecta, todavía no bastante valerosa para sufrir el martirio: ¿quién se atreverá a negar que se salve por esta interpretación? Quizá no le permite Dios que llegue a tentación tan grave, con el fin de que en ella no desmaye y se condene. Porque, si con tan débil voluntad fuera puesto en aquella tentación, que es sobre sus fuerzas y su voluntad no fuese corroborada, quien duda que desmayaría, que negaría la fe, y que si entonces muriese pereciera? Si alguno tiene vergüenza de mi delante de los hombres, también yo tendré vergüenza de él, dice el Señor, delante de los Ángeles de Dios, Así, en nuestra voluntad imperfecta en la que alguno se salva, cuando falta la ocasión y facultad para la obra, no se podría salvar por la falta de la obra, o diciendo de otro modo, por la obra de su rebeldía y falta. Lo mismo también podría suceder con la ignorancia, antes bien solícitos y timoratos demos gracias al benignísimo, y liberalísimo Salvador, que ocasiona con caridad tan copiosa las ocasiones a la salud a los hombres, que se alegra de encontrar en unos la voluntad y la obra, y en otros la voluntad sin obra, en otros también sin voluntad la obra de la salud, queriendo que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. Porque en esto consiste la Vida Eterna, en que conozcamos al Padre Dios verdadero y a Jesucristo a quien envió, el cual es con el Padre un Dios verdadero, bendito sobre todas las cosas por los siglos, Amén.
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MEDITACIÓN
Herodes, viendo que quedaba burlado de los magos, se airó en gran manera, etc.
Considera, que después que los magos entraron en Jerusalén, pidiendo por el recién nacido Rey de los judíos, y dieron razón de la estrella a Herodes, este les encargó que hallándole se lo noticiasen a su vuelta para que él también adorase aquel Rey de los judíos señalado por la estrella.
Y como hubiesen pasado muchos días, y no pareciesen los magos, se tuvo Herodes por burlado de ellos y agraviado.
Herodes estaba con el mal ánimo de querer matar al nuevo Rey; y los magos no tenían obligación de darle razón de su camino; y en vez de confundirse Herodes, se da por agraviado; porque estaba lleno de soberbia, que en todo hace parecer al soberbio, que se le hace agravio. Si Herodes hubiese sido humilde, no habría reparado en sufrir aun lo que el mundo loco llama verdaderos agravios.
Examínate seriamente, y quizá encontrarás haber faltado muchas veces en darte por agraviado teniendo culpa, y siendo tratado con caridad y para remedio de tus faltas. Con imaginaciones altivas, con juicios contra los otros, con escusas de tus faltas, pretendes notar el proceder ajeno y hacer ver tu agravio; y por fin, en verdad, y delante de Dios, todo se resuelve en tu soberbia.
Busca la verdadera humildad de corazón, que te librará de muchas faltas, temores e inquietudes.
Se airó en gran manera.
Considera, que Herodes dio la rienda a tanta ira, por haber oído nombrar otro Rey de los judíos, sin saber quién era y a qué venia; cuando según buena razón debía averiguar el caso y deliberar después sobre lo que fuese justo: más como no quería sujetarse a la razón, su pasión le llenó de rabia.
¡Oh, qué bien lo explicó Santiago en su canónica!: ¿De dónde nacen en vosotros las guerras y pleitos? De las concupiscencias vuestras, que reinan en vuestro cuerpo.
Si Herodes no hubiese dejado reinar en su corazón sus malos deseos, no habría sido llevado de tanta ira, ni habría pasado a cometer tan grave y escandaloso pecado.
Si tú quieres verte libre de la ira y de los pecados que de ella nacen, no dejes reinar en ti desordenados deseos: mortifícalos desde el principio; y así, aunque seas impedido de su logro, no vivirás expuesto a ser señoreado de la ira, ni a cometer tantas faltas, como de ella se originan.
¡Oh deseos no mortificados, de cuánta ira y de cuántas faltas habéis sido infeliz semilla!
Y enviando a sus ministros y soldados, mató a todos los niños que había en Belén y su comarca, de dos años abajo.
Considera, que estas pasiones no mortificadas de Herodes, de lance en lance, le llevaron a querer quitar la vida al recién nacido Rey, para cuya seguridad se abalanzó a tan injusta crueldad, como fue quitar la vida a tantos mil inocentes.
Teme de ti mismo y teme de soltar la mano de la mortificación de tus pasiones; porque aunque al presente por la misericordia de Dios tengas horror al pecado mortal; más si te descuidas en mortificarte en cosas pequeñas, poco a poco podrías ir descaeciendo en el temor de Dios y hallarte un día caído en culpa mortal.
Considera más, y adora la providencia de Dios en permitir que este tirano ejecutase tan inhumana fiereza; pues a más de sacar Dios gran gloria en publicar su venida al mundo con tan inaudita crueldad, aseguró la salvación de estos Santos Niños, que ahora la Iglesia venera y se encomienda a sus oraciones, los cuales a los ojos mundanos parecieron infelices; y Herodes, que quedó triunfante, murió desastradamente, y ahora arde en el infierno.
Saca de aquí saber apreciar las ocasiones de paciencia que te ofrecen tus contrarios; pues sufriéndolas por Dios tendrás seguro el premio, y ellos su castigo como Herodes, si como él no se humillan y enmiendan.
Sermón del Padre Juan Carlos Ceriani sobre los Santos Inocentes Ver Aquí
Tomado de:
Esteban, lleno de gracia y de fortaleza, obraba grandes prodigios y milagros entre el pueblo. (Hechos de los Apóstoles, 6, 8).
San Esteban, primer diácono elegido por los Apóstoles para la distribución de las limosnas entre los fieles, fue también el primer mártir de Jesucristo: ¡qué gloria! Reprochó vivamente a los judíos el que hubieran echado mano a traición y dado muerte al Justo, al Mesías prometido, y lo confesó magníficamente ante Caifás y el gran Consejo. Hasta vio que los cielos se abrían y a Jesús a la diestra del Padre. Llenos de furor, los judíos lo arrastraron fuera y lo lapidaron mientras Esteban, de rodillas, pedía a Dios que los perdonase. ¡Saulo, el futuro gran San Pablo, tenía sus vestiduras!
MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE SAN ESTEBAN
I. San Esteban se declara abiertamente discípulo de Jesucristo. No teme la muerte porque está lleno de gracia y de fortaleza; y esta gracia y esta fortaleza le vienen de su fe. La vista del cielo, que se abrió ante sus ojos, lo hace insensible a los tormentos. Si tuviese yo un poco de fe, si de tiempo en tiempo considerase la corona que Dios me prepara en el cielo, ¿qué temería aquí en la tierra? ¿qué amaría fuera de Vos, oh mi dulce Jesús?
II. Soporta valerosamente la muerte y, al morir, ruega por los que lo apedrean. Sufre tú por Jesús las persecuciones y la muerte, si es necesario. Nada podrías hacer por Él de lo cual no te haya dado ejemplo; pero sufre orando por los que te persiguen. ¿Sabes por qué San Esteban perdona tan fácilmente a sus enemigos? Porque la crueldad de ellos prepara su triunfo. ¿Cómo quieres que se irrite contra aquellos que le abren la puerta del cielo ? (San Eusebio).
III. Los Hechos de los Apóstoles dicen, al referir la muerte de este santo, que se durmió en el Señor. Su muerte fue, pues, semejante a un dulce sueño: fue, en efecto, el término de todos sus trabajos y el comienzo de su reposo. Señor, concededme la gracia de morir con la muerte de los santos, con esta muerte tan preciosa ante vuestros ojos. Alma mía, vivamos, suframos, trabajemos, como los santos, y moriremos con la muerte de los santos. ¡Que muera yo con la muerte de los justos!
La caridad
Orad por vuestros enemigos.
ORACIÓN
Señor, concedednos la gracia de imitar a aquellos a quienes honramos, a fin de que aprendamos a amar a nuestros enemigos, pues celebramos el nacimiento al cielo del que oró a Jesucristo Nuestro Señor por sus mismos verdugos. Amén.
*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)
Tomado de:
San Juan Crisóstomo
Homilía de Navidad
Feliz Navidad
Geseënde Kersfees
Gëzuar Krishtlindjet
Frohe Weihnachten
عيد ميلاد مجيد
З Калядамі
Весела Коледа
Bon Nadal
Veselé vánoce
圣诞快乐
聖誕快樂
즐거운 성탄절 되세요
Sretan Božić
Glædelig jul
Vesel božič
Häid jõule
Hyvää joulua
Joyeux Noel
Nadolig Llawen
Feliz Nadal
Καλά Χριστούγεννα
חג מולד שמח
Vrolijk kerstfeest
Boldog Karácsonyt
Selamat Hari Natal
Merry Christmas
Nollaig Shona
Gleðileg jól
Buon Natale
メリークリスマス
Priecīgus Ziemassvētkus
Linksmų Kalėdų
Среќен Божиќ
Selamat Hari Krismas
Il-Milied it-Tajjeb
God jul
کریسمس مبارک
Wesołych Świąt
Feliz Natal
Crăciun fericit
С Рождеством
Срећан Божић
Krisimasi Njema
Maligayang Pasko
สุขสันต์ วัน คริสต์มาส
Mutlu Noeller
З Різдвом
Giáng sinh Vui vẻ
לעבעדיק ניטל
El nominalismo, negando la realidad de los hábitos entitativos o cualidades estables (por ejemplo, la salud y la enfermedad naturales o la gracia y el estado de pecado sobrenaturales) altera la doctrina de la Justificación a través de la gracia santificante y abre las puertas al luteranismo. En efecto, la gracia habitual o santificante es un don permanente o hábito entitativo divino infundido sobrenaturalmente en la sustancia del alma humana, a la que confiere la santidad y la presencia de la Santísima Trinidad. Pues bien, para los nominalistas, los hábitos entitativos son sólo voces y palabras («flatus vocis») que no tienen ninguna realidad. Lutero, formado filosóficamente en el nominalismo occamista, rechazó la doctrina católica sobre la gracia santificante, reduciéndola a una imputación extrínseca o atribución puramente nominal y no real y objetiva, de la santidad de Cristo al pecador, atribución que no cancela realmente el pecado y no confiere la vida sobrenatural, sino que solamente cubre como un velo el pecado, que, por ello, permanece igualmente en el alma humana, como la suciedad bajo una alfombra[1]. De aquí, según el nominalismo de Bergoglio, que entre los católicos modernistas y los protestantes no existen diferencias acerca de la doctrina de la Justificación y la negación práctica del libre albedrío y de la responsabilidad moral de las propias acciones.
El libre albedrío y la moral subjetiva
Según la recta razón y la sana doctrina, en cambio, la situación subjetiva no cambia la esencia objetiva del hombre. O sea, todos los hombres normales, en toda situación, siguen teniendo su naturaleza de animales racionales, libres y responsables. Por tanto, excepto los casos patológicos excepcionales o circunstancias que eliminan o disminuyen notablemente el uso de razón y de libre albedrío, todo hombre es responsable de sus propios actos, que deben corresponder a la moral objetiva, natural y divina, para ser buenos, de otro modo son moralmente malos o pecaminosos.
Negado esto por el nominalismo protestante y modernista, todo hombre es dejado a merced de sus instintos subjetivos y además la misma ley moral ya no es un mandamiento, una orden general, que tiene valor objetivo y real para todo hombre. Ya no es la ley objetiva la que dice lo que se debe o no hacer en las situaciones particulares, sino que es la situación concreta la que prevalece sobre la moral y sobre la ley objetivas. Como para Descartes ya no es el yo pensante el que se debe conformar con la realidad extra-mental, sino que el ser y lo real son producción del pensamiento subjetivo (cogito ergo sum / pienso luego existo), así, para Bergoglio, es lo que nos parece bien a nosotros lo que hace buena la acción. En efecto, Francisco sostiene que «cada uno tiene su idea del bien y del mal y debe elegir el bien y combatir el mal como él lo concibe» (A. M. Valli, 266. Jorge Mario Bergolio. Franciscus P.P., Macerata, Liberilibri, 2017, p. 44[2]).
Así, la situación subjetiva prevalece y libera al individuo de las obligaciones universales y de la moral objetiva (esta situación es muy penosa, por tanto no estoy obligado subjetivamente por la ley objetiva, ya sea divino-positiva o natural).
En la Plaza del Vaticano han puesto un pesebre, pero un pesebre de tinieblas, con muerto y hombre desnudo incluido. ¿Qué hacen un muerto y hombre desnudo en un pesebre? ¿Pero qué mentes retorcidas son las autoras de tal profanación del misterio del nacimiento del Niño Dios?
Nada menos que en el corazón de la Cristiandad se pone un ofensivo y blasfemo pesebre. Estamos ante un ejemplo de la nueva evangelización, que tiene por bandera la blasfemia, el sacrilegio y la apostasía.
Es un pesebre burla.
Es un pesebre ofensivo y blasfemo.
Es un pesebre que se sale de la tradición totalmente.
Es un pesebre pesadilla, que quita el sueño.
Es un pesebre sin ternura.
Es un pesebre fruto de unas mentes retorcidas y sucias.
Es un pesebre infundido e inspirado por el mismo Satanás.
Es un pesebre que destroza la verdad de la fe católica.
Es un pesebre que ofende la más íntima sensibilidad católica.
Es un pesebre feo, sin gusto, para salir corriendo.
Es un pesebre que muestra una escena falsa para confundir e inducir al error.
Es un pesebre que merece una repulsa de los fieles a nivel a la Iglesia universal.
Estamos ante la obra de la mente humana, pero sin fe católica; es la mente retorcida del hombre socarrón y burlesco, charlatán y juerguista, sacrílego y pervertido; es la mente del profanador de lo sagrado, del que se ríe de la fe inamovible de la tradición; es la mente del hombre que juega a ser un diosecillo, que impone sus ideas miserables como objeto de culto y creencia.
¿Dónde queda la alegría del momento con el muerto en el pesebre? ¿Dónde la santidad? ¿Dónde la inmaculada pureza de la escena de la Sagrada Familia con el hombre desnudo? ¿Dónde el misterio del nacimiento del Niño Dios? ¿Dónde el misterio de la Obra Redentora? Dios se hace hombre para redimir al hombre del pecado, entonces, ¿qué hace un hombre desnudo? ¿Dónde está el pudor, la inocencia, la pureza, la castidad, el recato, la honestidad que inspira la escena del pesebre?
Estamos ante una ofensa inadmisible a los fundamentos de la fe.
Todos los fieles debemos inundar el Vaticano con cartas y correos electrónicos de repulsa por tal ofensa al Niño Dios, a la pureza de María y la castidad de San José.
No podemos seguir más tiempo callados. Desde el Vaticano se ofende nuestra fe. Desde la cabeza de la Iglesia fluye el fango que ensucia la cara de la Iglesia.
Pongámonos en movimiento, pero no para secundar la herejía y el sacrilegio, si no para oponernos a ello. Empecemos por dirigir nuestra más enérgica repulsa al Vaticano y al Nuncio del Papa en cada país.
Los católicos decimos: ¡BASTA! ¡No ofendáis más nuestra fe!
Carlos María Rey
Tomado de:
Pero tengo algo contra ti: que toleras ahí a quienes siguen la doctrina de Balaán. El que enseña a Balac a poner tropiezos delante de los hijos de Israel, a comer de los sacrificios de los ídolos y a fornicar (Ap. 2, 14).
El espíritu de Balaán en la Iglesia.
Queridos hermanos, asistimos al triste y desgraciado espectáculo de ver a eclesiásticos, de diversa responsabilidad y cargo en la Iglesia, manifestar que hay que reinterpretar las Sagradas Escrituras en cuanto a lo que dice del grandísimo pecado de sodomía, sobre la homosexualidad, y cuántas cosas más. Vemos, igualmente, como la Palabra de Dios, que habla claramente del pecado de adulterio, se tergiversa maliciosamente; de igual forma la misma Ley de Dios no se obedece, y se cuestiona. En definitiva, las mismas Sagradas Escrituras dejan de Sagradas para estos eclesiásticos, para ser meras escrituras reinterpretables a gusto del interesado. Sin pudor así se manifiestan.
¿Cómo nos acercamos a la Sagrada Biblia?, como amantes de la Palabra de Dios, y como creyentes y fieles hijos de la Iglesia, con el recto ánimo de buscar la verdad y de admitirla sea cual fuere, aunque nos resulte una gran sorpresa e interiormente nos incomode –Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Quien quisiere hacer la voluntad de Él conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía. Jn. 7, 6-7-, o bien, como hacen algunos, y cada vez más, que van a la Biblia con el llamado espíritu de Balaán, a encontrar en ella lo que les convenga, para sustentar sus propias opiniones. Con esta intención se puede hacer decir a las Sagradas Escrituras lo que uno quiera, se puede uno basar en versiones erróneas, o simple y llanamente decir que lo correcto es lo que “digo yo”, y que lo que hasta ahora se decía es anticuado y desfasado. En definitiva, se trata de acudir a la Palabra de Dios para interpretarla con el más absoluto descaro, sirviendo, no a la verdad que nos hace libres, sino a la mentira que esclaviza.
¿Quién es Balaán?
Números capítulo 22 nos habla de Balaán, hijo de Beor, a quien Balac, rey de Moab, mandó llamar para que maldijera al pueblo de Israel. Se levantó Balaán por la mañana, aparejó su asna y partió con los príncipes de Moab. Más encendiéndose Dios en cólera porque hubiera partido, y el ángel del Señor se plantó en el camino para detenerle (Núm. 22. 21-22). “Partió Balaán con internos afanes de lucro”, nos dice la Biblia de Bover- Cantera. “Balaán ha quedado como ejemplo de hombre perverso y codicioso por inducir a los israelitas a la idolatría y a la fornicación (Num. 32, 16; Ap. 2, 14), cuando antes había bendecido al pueblo de Israel” (Núm. 22,1-24, 25), dice la Sagrada Biblia de la Universidad de Navarra. “Balaán a pesar de haber sido prevenido dos veces (Núm. 22, 12 y 20) por el mismo Señor, no se sometió interiormente a la voluntad de Dios, sino que bendijo a Israel de mala gana porque temía la espada del ángel que le había amenazado en el camino. San Pedro se refiere a este profeta al hablar de la codicia de los falsos maestros y predicadores que con halagos atraen las almas superficiales y su corazón está versado en codicias; son hijos de la maldición que, dejando el camino derecho, se han extraviado para seguir el camino de Balaán, hijo de Beor, que amó el salario de iniquidad (2 Pe. 2, 14,ss.)”, leemos en la Santa Biblia de Straubinger.
Doctrina de Balaán: amistad con el mundo.
El error de Balaán procede del espíritu mundano que no tiene el sentido de las cosas de Dios. Y así, Balaán, deseoso de congraciarse con el rey Balac, no comprendió que Dios no quisiese maldecir a Israel, pueblo ingrato. La doctrina de Balaán, pues, como recoge el libro del Apocalipsis (2,14) – Pero tengo contra ti algunas pocas cosas, por cuanto tienes allí a quienes han abrazado la doctrina de Balaán, el que enseñaba en Balac a dar escándalo a los hijos de Israel, para que comiesen de los sacrificios de los ídolos y cometiesen fornicación-, es la que enseñó a los hijos de Israel a fornicar con los extranjeros, y está aplicada en este pasaje en sentido religioso a la fornicación espiritual, que ya no es con los ídolos como en el antiguo Israel, sino con los poderosos de la tierra; es decir, la doctrina de Balaán se entiende de aquellos que viven un infiel maridaje con el mundo, olvidando su destino celestial y la fugacidad de la vida. ¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios Por tanto, el que desee ser amigo de este mundo se hace enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: “Celosamente nos ama el Espíritu que habita en nosotros”? (Sant. 4, 4).
¡Cuántas veces el Señor recuerda la oposición de su Palabra y el mundo!: El cual [Jesucristo] se entregó por nuestros pecados, para sacarnos de este presente siglo malo, según a voluntad de Dios Padre nuestro (Gal. 1, 4).
La doctrina de Balaán consiste en seguir las pautas del mundo, en echarse en sus brazos, en conformarse con los poderosos, los influyentes. La doctrina de Balaán es el triunfo del espíritu del mundo y de la carne, y por tanto del maligno; es la búsqueda de la vida perdurable y confortable en la tierra; es lo opuesto a la vida espiritual, es más, es su negación. Es algo así como buscar la “eternidad” en lo terrenal y mundano.
He aquí el verdadero espíritu que anima e impulsa a estos eclesiásticos, que alejados de la verdad de la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, imbuidos del espíritu de Balaán, buscan complacer al mundo a costa de la verdad eterna, llevando la desgracia a quienes les oigan y sigan.
Ave María Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa
Tomado de:
El otro día escuché las siguientes preguntas: “Si Jesús regresara hoy a la tierra, ¿con qué religión se identificaría? ¿Con qué partido político? ¿Y qué país?” Sin duda, son preguntas que podrían generar una fuerte discusión, pero irrelevante. La idea sobre Quién y Qué es Jesús se ha diluido y distorsionado mucho en las últimas décadas debido a varias cosas. Entre ellas están Hollywood, los telepredicadores de la televisión, diversos sabores de cristianismo, y una Iglesia católica en continua evolución y metamorfosis, al menos la porción más grande que es la más visible.
Jesús ha sido reinventado y reconstruido en incontables imágenes con un parecido a quienes quisieran que Él se amolde a sus necesidades. El Jesús imaginado por el mundo de hoy, incluso por quienes debieran conocerlo más, es pro-gay, pro-adulterio, pro-pedofilia, y básicamente a favor de todo lo que haga sentir bien, y sin razones para preocuparse por ello. El nuevo Jesús ama todas las religiones y es afeminado y frágil.
Entonces, la pregunta correcta no es hacia dónde se dirigiría Jesús si hoy regresara, sino ¿quiénes de entre nosotros lo aceptarían? No al Jesús reinventado, sino al verdadero, al Rey de Reyes y Señor de los Señores.
Hay numerosos pasajes de las escrituras que dan una idea sobre la verdadera identidad de Jesús, pero creo que la más clara está en los evangelios de Marcos y Mateo, cuando Jesús es confrontado por los fariseos que le preguntan si es legal pagar impuestos. De allí proviene la famosa respuesta de Jesús, “Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Pero al intentar entrampar a Jesús, los fariseos primero dicen algo que suele pasarse por alto pero tiene mucha relevancia. Ellos dijeron “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios, con verdad, sin miedo a nadie, porque no miras a la persona de los hombres.” Mateo 22, versículo 16. (Straubinger).
Los fariseos dijeron la verdad, si bien su intención al usar esta verdad era maliciosa y engañosa. Este pasaje es muy significativo a la luz de los tiempos modernos, porque virtualmente toda religión y país hace exactamente lo contrario y considera a la persona de los hombres a expensas de la verdad, la justicia y la moral. La punta de la lanza del asunto, donde yace la mayor parte de la culpa, es la Iglesia católica. Habiendo sido un sólido bastión y un fuerte vocero de moral y justicia (justicia verdadera, no la “justicia social” que hoy mencionan con frecuencia los marxistas en la iglesia) la Iglesia se ha tornado muda y ha apoyado implícita, sino abiertamente, esas cosas a las que le fue mandado resistir, como el matrimonio homosexual y el aborto. Una vez que la Iglesia abandonó su posición de influencia en el mundo sobre estos y otros asuntos morales, todas las demás entidades la siguieron.
Jesús jamás dijo, “Está todo bien, hagan lo que quieran”. Él jamás dijo, “hermanos y hermanas” ni habló en lenguaje inclusivo para hacer que la gente se sintiera bien. Él jamás procuró que estuviéramos completamente cómodos, y mientras caminó por esta tierra sembró incomodidades tanto entre Sus enemigos como Sus seguidores, como ejemplo y lección para todos nosotros. Jesús no era políticamente correcto en ningún sentido del término, y este ejemplo también tiene un gran valor. Jesús también hablaba siempre de la verdad, sin importar si avergonzaba, incomodaba, era inconveniente, o difícil. Un buen ejemplo de esto ocurrió cuando Él dijo que para ser salvos había que comer Su cuerpo, muchos de Sus seguidores se alejaron, y Él no hizo ningún esfuerzo por reformular o explicar mejor ese concepto.
¿Escuchan desde Roma? ¿Escuchan los obispos locales? ¿Comprenden los laicos de todo el mundo?
Si en el escenario hipotético que inició este artículo aceptamos que Jesús es exactamente Quién y lo Que Él es, entonces vamos de la mano con la seriedad que supone salvar nuestra alma. Los medios para hacerlo y la gracia para aferrarse se encuentran en el verdadero catolicismo y la tradición apostólica, de los cuales mucho se ha perdido a partir del Vaticano II. Busquen la Iglesia católica que representa y adora a Jesucristo tal como Él ordenó, tal como verdaderamente Es. No se adormezcan en un falso sentido de comodidad, porque así es como los quiere el mundo y no les permitirá aceptar a Cristo, ni le permitirá a Él aceptarlos a ustedes cuando llegue su hora.
Rick Christensen
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
Tomado de:
1. La reforma litúrgica se propone promover la unidad con los herejes y los cismáticos. (SC 1)
2. El Santo Sacrificio de la Misa deben ser “adaptados a la capacidad de los fieles” y “no tener necesidad de muchas explicaciones”. (34)
3. “Urge una adaptación más profunda de la Liturgia a las tradiciones y genio de cada pueblo”. (SC 40)
4. La Iglesia de Cristo simplemente “subsiste” en la Iglesia Católica. (LG 8)
5. Dios se vale de las comunidades heréticas y cismáticas como “medios de salvación”. (UR 3)
6. Los actos de culto de los herejes “son aptos para dejar abierto el acceso a la comunidad de la salvación” (UR 3)
7. “Es necesario que los católicos aprecien los tesoros verdaderamente cristianos” que se encuentran en los herejes “que pueden conducir a nuestra edificación” (UR 4)
8. Cristo ha hecho a los judíos y los gentiles de nuestro tiempo “reconciliados en la cruz y de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.” (NA 4)
9. Los musulmanes “adoran al único Dios, Creador del Cielo y de la Tierra”.( LG 16, NA 4)
10. La Tradición progresa en la Iglesia y “tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina”. (DV 8)
11. El “derecho a la libertad religiosa” está fundado “en la dignidad de la persona humana” y “permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad.” (DH 2)
12. “Todos los bienes de la Tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.” (GS 12)
En la lista anterior enumero algunas novedades y errores nefastos del Concilio Vaticano II. Huelga decir que podría haberla hecho mucho más larga.
Louie Verrechio
(Akacatholic. Traducido por J.E.F)
Tomado de:
adelantelafe.com
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Charla del padre Alfonso Gálvez. Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 8 de diciembre de 2017
Tras constatar las evidencias de la apostasía en la anterior entrevista vamos a seguir profundizando en el tema con un experto en la materia.
Flavio Infante, católico, argentino y padre de cuatro hijos.Ha tenido el honor de colaborar en la revista Cabildo, y publica también en su propio blog, In exspectatione. En esta segunda parte de la entrevista nos muestra las causas filosóficas de la apostasía actual en las sociedades otrora cristianas y en determinados miembros de la Iglesia y las posibles soluciones.
¿Cuáles son las causas filosóficas de la apostasía actual?
Se puede abordar una múltiple causalidad convergente, pero me detendré en una de carácter lo bastante universal como para aglutinar la variedad de las causas ulteriores, incluyendo la documentable infiltración enemiga: el progresivo desfallecimiento de la inteligencia a instancias de esa enfermedad del espíritu que los estudiosos motejaron como «nominalismo», y que ha sido para la civilización cristiana, desde el lejano siglo XIV, lo que la sofística fue para Grecia.
Se trata de aquella negación del datum primordial y de la intelección del ser, que en Gorgias pudo sintetizarse en la fórmula “nada existe y, aunque algo exista, es incognoscible y, si pudiera conocerse, sería inexpresable e incomunicable”. De ahí a la supresión de la metafísica y a la negación de los primeros principios de la razón no media la menor distancia: es todo uno. El disolvente del escepticismo tiene el agravante, en los tiempos cristianos, de atacar los motivos de credibilidad y los preambula fidei: teniendo un mismo objeto que la sofística, va mucho más lejos, ya que con la razón arrastra a la misma fe por ser ésta una virtud eminentemente intelectual.
Mis Queridos Hermanos,
La Autoridad de Cristo
Cuando Jesús enseñaba, lo hacía con autoridad. Él tenía una autoridad por derecho porque Él era Dios. También tenía una autoridad natural porque decía la verdad y la decía de una manera admirable, incluso cuando era difícil de aceptar. Además hacía milagros para que fuera más fácil para sus oyentes creer la verdad que Él enseñaba; y Él vivió y finalmente murió de acuerdo con esa verdad. Simón Pedro reconoció esta autoridad y se quedó con Jesús cuando muchos otros se alejaron.
La autoridad de la Iglesia a lo largo del tiempo
Antes de su muerte, Cristo estableció Su Iglesia para continuar con Su misión de enseñar la verdad, gobernar y santificar. Él dio a Sus ministros la misma autoridad divina para enseñar la misma verdad. La gente creía en los ministros de la Iglesia primitiva, no solo por la belleza intrínseca de la verdad sino porque también su autoridad natural era respetada: algunas veces porque recibían gracias especiales para predicar elocuentemente, para predicar en distintos idiomas o para hacer milagros, otras veces por el ejemplo de sus vidas, y por último, muy frecuentemente por el ejemplo de sus muertes. Durante el Oscurantismo y la Edad Media, la llama de la verdad fue preservada y luego salió hacia afuera de los monasterios y conventos para iluminar a toda la sociedad. Los ministros de Cristo eran creíbles ya que eran los hombres más mortificados y más educados.
La belleza de sus vidas, su arte, su arquitectura y liturgia, les daba una autoridad natural que ayudaba a sus oyentes a creer en la verdad que ellos habían heredado. Tras el desastre de la Reforma que surgió de un mal uso de los frutos naturales de la Edad Meda – la riqueza y el descubrimiento – los fieles ministros de Cristo continuaron llevando la verdad de Cristo incluso hasta los confines de la tierra. Sus oyentes les creían por su celo misionero. Y luego, en medio de las revoluciones seculares de los siglos XVIII, XIX y XX, los ministros de Cristo trabajaron para plantar nuevamente las semillas de la verdad de Cristo. Su resistencia a la persecución, el saqueo y el exilio, y sus obras para establecer escuelas, seminarios, conventos, monasterios y obras de caridad – levantando la Iglesia a nuevo – les dio una autoridad humana más allá de la autoridad divina que recibieron a través de la Iglesia. Cuando enseñaban en las escuelas, predicaban desde los púlpitos y eran leídos en sus libros impresos, resultaban creíbles.
Pérdida de autoridad
Luego vino la revolución dentro de la Iglesia. Comenzó en el siglo XIX tras la Revolución Francesa de 1789, y a pesar de los esfuerzos heroicos de los Papas – especialmente San Pío X – la revolución se hizo más fuerte entre los mismos ministros de Cristo. Habían recibido una autoridad divina para predicar la verdad, pero tenían comezón de oídos en favor de la nueva doctrina. Los hombres del mundo, con su progreso científico y el poder mundano de su impío sistema económico, se convirtieron en dioses del orden material. Prometieron una utopía sin el Dios único y verdadero. En esa utopía, no había más Revelación restrictiva, no más servidumbre a una verdad absoluta, no más limitaciones según el orden natural. Habían caído en la misma tentación de nuestros primeros padres en el Jardín del Edén. La revolución en la Iglesia dio sus frutos en el Concilio Vaticano Segundo. La verdad de la Revelación fue escondida astutamente en los textos conciliares con una ambigüedad intencional para dar lugar a una interpretación errónea de la religión de Dios como religión del hombre.
La adhesión a los errores – jamás formulados explícitamente – fue impuesta a los fieles por el mal uso del poder de la Iglesia para gobernar (a través de las conferencias episcopales, la ley canónica, los sínodos, etc.) y el veneno de los errores fue suministrado a la fuerza por un abuso en su misión de santificar (con una liturgia nueva y deficiente). Muchos de los ministros de Cristo probaron el fruto prohibido, y al predicar se encontraron carentes de toda autoridad: sin autoridad divina porque ya no predicaban la verdad de Cristo; sin autoridad humana porque ya no vivían a imitación de Cristo. Ya no resistían a la persecución, el saqueo y el exilio, porque abrazaron al mundo pecador por un concepto equivocado de misericordia. Ya no había celo misionero por las almas, porque el proselitismo ahora se consideraba pecado. Ya no había belleza en su ascetismo, arte, arquitectura o liturgia, porque habían desnudado los altares del templo. Ya no hacían milagros, porque no recibían ninguna gracia para predicar una nueva doctrina. Ya no había mártires, porque para ellos su respeto por el hombre moderno y sus vicios modernos era más preciado que el respeto por la verdad.
Hoy, más que nunca, presenciamos un ataque desesperado tanto a la ley divina positiva (aquellas normas reveladas concernientes a la religión) como a la ley natural (aquellas normas escritas en la naturaleza humana) por parte de los que se ordenaron para defenderlas. La encíclica Amoris Laetitia es el ejemplo más reciente. Es un ataque a la santidad del Santísimo Sacramento, a la necesidad del sacramento de penitencia y a la santidad del sacramento del matrimonio y la familia. El adulterio y las relaciones homosexuales ya no son condenados como intrínsecamente malos, la gracia santificante es considerada insuficiente para cumplir con las leyes de Dios, y el estado de gracia es considerado como algo posible en quienes viven deliberadamente en estado de pecado mortal.
En sus conclusiones finales, los fragmentos ofensivos de la encíclica constituyen una negación de la ley moral.
Por otra parte, el divorcio por “nulidad” es prácticamente una realidad, el celibato del sacerdocio se encuentra bajo presión; se está llevando a cabo un plan cuidadosamente encubierto para introducir el diaconado femenino como un paso previo al sacerdocio femenino; el mal intrínseco de la anticoncepción está siendo debatido y el frente contra el aborto y la eutanasia está siendo debilitado con nombramientos y apoyos papales a instituciones mundanas – en especial la ONU. Pero mientras la revolución del clero moderno parece ser más intenso en el tiempo presente, la verdadera traición de la ciudadela sucedió hace cincuenta años, en el Concilio. Los tristes eventos que contemplamos hoy son las consecuencias inevitables de la negación efectiva de la distinción entre el orden natural y el orden sobrenatural que ocurrió en el Concilio. El hombre se puso a la altura de Dios y comenzó a adorarse a sí mismo en lugar de a Dios. ¿Por qué necesitamos una verdad absoluta impuesta cuando podemos decidir por nosotros mismos lo que es verdad? ¿Por qué necesitamos leyes si tenemos nuestras consciencias? ¿Por qué necesitamos a la Iglesia Católica para salvarnos si nuestra relación con Dios es personal? Estas son las preguntas de los infieles ministros de Cristo.
Los enemigos de la Iglesia vitorean, pero los fieles ya no los admiran. Cuando el mundo abrazó a la Iglesia primitiva en el siglo IV, las almas corrieron del mundo hacia la Iglesia, pero cuando la Iglesia abrazo el mundo en el Concilio Vaticano Segundo, las almas huyeron de la Iglesia hacia el mundo. Cristo está siendo escondido por sus propios ministros.
¿A quién iremos? ¿Hacia quién iremos en este tiempo de apostasía?
Tal como recuerda San Luis María de Montfort, cuando María se convirtió en la madre del Cuerpo Místico de Cristo ella se convirtió también en la madre de sus miembros. Ella es la madre sobrenatural de las almas. Así como todos tenemos un padre y una madre en la vida natural, también los tenemos en la vida sobrenatural. Ella concibió a Cristo, ella continúa concibiendo las almas de los elegidos. Mientras Cristo está siendo escondido por sus santos ministros, es natural entonces que vayamos a nuestra madre María, quien jamás se esconderá de un alma fiel.
En las bodas de Caná, María estuvo ahí para ayudar al novio y a la novia. Después de la ascensión de Jesús al cielo, los apóstoles y discípulos se reunieron alrededor de María en la sala del piso superior. En tiempos de persecución y desolación, cuando la iglesia visible estaba siendo perseguida, María fue siempre un pilar al que las almas devotas se acercaron.
En estos tiempos oscuros, cuando la Iglesia está siendo perseguida por sus propios ministros, María apareció en Lourdes, La Salette y Fátima para enseñarnos a refugiarnos en Su Corazón Inmaculado. La liturgia tradicional de Adviento está llena de las perfecciones de María y de su rol en la obra de redención. Podría decirse que es el tiempo más bello del año litúrgico. En la liturgia de este tiempo – en las misas y el oficio divino – la encontrarán ahí como un pilar, un puerto, un lugar de descanso y fuente de esperanza. Vayamos hacia ella, y entonces ahí aprenderemos sobre su Hijo.
En Jesús y María,
Padre Robert Brucciani , Fsspx
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
Tomado de:
Un día estaba un joven en su casa y alguien llamó a la puerta. Al abrir se encontró al diablo, quien lo agarro del pelo, lo golpeó y luego se fue.
Se preguntó el muchacho:
— ¿Qué debo hacer si el diablo vuelve a venir?
De pronto, vio pasar a Jesús y pensó:
— Si Él está en mi casa el diablo no entrará.
Entonces lo invitó a pasar, le mostró la casa y le preguntó:
— ¿Puedes venir mañana antes que el diablo pase por aquí?
Al día siguiente el diablo volvió a llamar a la puerta; Jesús ya estaba dentro de la casa… El muchacho muy tranquilo abrió la puerta y el diablo volvió a darle una tremenda paliza.
El muchacho muy molesto le reclamó a Jesús y le dijo:
— ¿Por qué no hiciste nada para defenderme?
Y Jesús le respondió:
— No hice nada porque no estoy en mi casa. Yo sólo estoy de visita.
El muchacho pensó un poco y lo invitó a vivir en su casa. Le mostró a Jesús su cuarto y le dijo:
— Si te parece bien, este será tu cuarto de ahora en adelante. A lo que Jesús respondió con un SÍ.
Como era ya costumbre, al día siguiente el demonio llamó nuevamente a la puerta. Entonces el joven, creyendo que ya no le podía pasar nada malo abrió la puerta, y el diablo nuevamente le dio otra paliza. El joven, molesto fue donde Jesús y le dijo:
— Ya vives en mi casa. ¿Qué tengo que hacer más para que me defiendas?
Y Jesús le contestó:
— Yo sólo vivo en un cuarto de tu casa, pero nunca salgo a las otras habitaciones. Mientras no entres en mi cuarto no te puedo defender.
Entonces el joven reflexionó un poco y dijo:
— Bien. De hoy en adelante ésta es tu casa. Yo estaré aquí sólo como un invitado, si te parece bien…
Al día siguiente llamaron nuevamente a la puerta; pero esta vez no fue el joven quien abrió la puerta, sino Jesús, el nuevo “dueño”. Al abrir Jesús la puerta, el diablo dijo:
— Usted perdone. Me equivoqué de casa. Y se fue.
*** ***
No es suficiente decir que Jesús vive en nuestro corazón. Tenemos que entregarle de corazón todas nuestras cosas y toda nuestra vida para que Él pueda actuar por nosotros como propiedad suya. San Pablo así lo hacía: “Vivo yo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2:20).
Y junto a Jesús, no olvidemos también invitar a María, Ella nos puede proteger de modo muy especial, como Madre nuestra que es, en los momentos difíciles de nuestra vida. Recuerdo un “Acordaos” un tanto modificado que aprendí de niño y que rezo todas las noches antes de acostarme:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a ti,
implorando vuestra clemencia y reclamando vuestro socorro
haya sido abandonado por ti.
Por eso, Madre, gimiendo bajo el peso de mis culpas,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana,
¡Oh Madre de bondad!
¡Guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya!
Tomado de:
adelantelafe.com
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Charla del padre Alfonso Gálvez: La fe en Jesucristo como remedio contra la confusión. 3/12/2017
Tomado de:
Ved la higuera y todos los árboles: cuando producen ya de sí el fruto, sabéis que está cerca el verano.
CURSO DE FORMACIÓN CATÓLICA. CONOCE TU FE (PARTE I). 11° Tema: “¿Cómo sabemos que Cristo es Dios?” Padre Federico Masutti, FSSP. Templo de San Javier de las Colinas. Zapopan, Jalisco, México. 21 de Noviembre del 2017.
Tomado de:
adelantelafe.com
¡Dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! vednos postrados ante vuestro altar, para reparar con especiales homenajes de honor la frialdad indigna de los hombres y las injurias que en todas partes hieren vuestro amantísimo Corazón.
El divino Salvador escogió el primer viernes de cada mes, como día especialmente consagrado a honrar su Smo. Corazón, diciendo a Santa Margarita María Alacoque: “Comulgarás todos los primeros viernes de cada mes”.
Y, para obligarnos en cierto modo a práctica tan santa y tan de su agrado, hizo a la misma Santa Margarita aquel favor regaladísimo que se conoce con el nombre de LA GRAN PROMESA. en estos términos:
“Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulgaren los nueve primeros viernes de mes consecutivos la gracia de la penitencia final: no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, haciéndose mi divino Corazón su asilo seguro en aquélla última hora”.
En esta tan consoladora promesa, el Sacratísimo Corazón de Jesús, nos promete:
1º La gracia de la perseverancia final, don verdaderamente inefable, como dice el Concilio Tridentino,
2º La dicha de tener por asilo y refugio en aquella última hora el Corazón del que nos va a juzgar…
Que todo es lo mismo que asegurar nuestra eterna salvación.
¡Bien puedes ahora gloriarte de tener la salvación en tu mano: no tendrá excusa ninguna si te pierdes!
¿Con qué condiciones? Se necesita para ganar esta gracia:
1º Comulgar nueve primeros viernes de mes seguidos y sin interrupción;
2º Comulgar con intención de honrar al Sagrado Corazón y de alcanzar la gracia de la perseverancia final;
3º Comulgar con deseos y propósito de servir siempre al Señor.
De modo que no valen ocho primeros viernes de mes, ni valen nueve primeros domingos de mes, aunque la fiesta del primer viernes se traslade al domingo, ni valen ocho primeros viernes con un primer domingo… Además, han de ser seguidas las comuniones, de tal suerte que una interrupción inutilizaría toda la práctica, y habría que volver a comenzarla.
Tomado de:
Recientemente he escrito sobre la conveniencia y necesidad de que los Estados profesen la Religión Católica para preservar el medio ambiente moral, espiritual y religioso de la sociedad.
Pocos días después me encontré en un templo una hoja parroquial de la que me llamó la atención un articulito que habla de laicismo y laicidad.
Es interesante, porque refleja perfectamente la confusión sobre el tema generada por el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior.
El autor rechaza el laicismo que promueve la separación entre la Iglesia y el Estado, porque considera que la Iglesia debe colaborar positivamente con el Estado. Pero por otro lado, reproduce (sin citar su origen) una frase de un discurso del Papa Francisco que afirma que la laicidad es positiva, entendiéndola como el respeto del Estado hacia todas las religiones sin asumir ninguna en concreto.
Este tipo de equilibrios doctrinales complejos, que intentan hacer compatibles dos posturas que se contradicen la una con la otra, me recuerdan siempre las palabras de Jesús: que tu sí, sea sí y tu no sea no. Todo lo que pase de eso, proviene del maligno.
La ambigüedad en asuntos de fe y moral es cosa diabólica.
La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la obligación moral de confesar y practicar la Religión Católica incumbe tanto a los individuos como a las sociedades, sin excluir las comunidades políticas.
Esta doctrina fue predicada por la Iglesia siempre y en todas partes hasta el segundo Concilio Vaticano. Sobre todo desde que la Revolución francesa difundió por doquier la peste del laicismo. Cuanto más avanzaban los principios del Derecho Nuevo, la filosofía ilustrada iluminista y la ideología liberal en las naciones, más alta, contundente e insistente se alzaba la voz de la Iglesia para condenar todos esos errores, reclamar los derechos de Dios y recordar a los pueblos su obligación de reconocer el reinado social de Jesucristo.
Es lógico: a mayor olvido de la verdad, mayor necesidad de recordarla.