Del
SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
¡IMPERDIBLE!
Sermón del 8 de julio de 2018
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Fragmento de una homilía del 29 de marzo de 2015
Una homilía muy profunda que nos ayudará a adentrarnos en el misterio de la Semana Santa. No se la pierdan.
Tomado de:
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Sermón del 19 de Febrero de 2017
Domingo de Sexagésima
Lc 8: 4-15
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
El mismo Señor quien nos da una explicación de esta parábola. En ella hemos de considerar tres elementos: el sembrador, la semilla y la tierra que recibe la semilla.
1.- El sembrador: En la actualidad, la predicación está muy frecuentemente inficionada de la herejía modernista. Una doctrina herética que ha calado en la Iglesia y en el pueblo hasta tal punto, que se pueden decir que han dejado de ser católicos. Gran parte de la enseñanza que hoy día se imparte es diferente a la enseñanza de Jesucristo y transmitida durante veinte siglos por la Iglesia. Pero todo lo que está ocurriendo hoy día ya fue anunciado en la Sagrada Escritura: “Llegarán días en los que no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán falsos maestros que les predicarán doctrinas agradables a sus oídos”.
2.- La semilla: La Palabra de Dios ha de ser predicada por los sucesores de los Apóstoles. Una Palabra de Dios que es de suyo “viva y eficaz como espada de doble filo”. Cuando lo que se predica no es la Palabra de Dios, uno se aburre; lo que escucha no le dice nada. En cambio, la Palabra de Dios siempre despierta y nos hace sangrar. Y al primero que hiere, como nos decía Bernanos en el “Diario de un cura rural” es al mismo predicador.
Recordad lo que nos decía San Pablo: “Ellos, como son del mundo, sólo hablan de las cosas del mundo…”. Y también en otro lugar: “Y si alguien os predica un evangelio distinto, sea anatema”.
3.- El terreno: La semilla de la Palabra de Dios cae en diferentes terrenos y sólo en aquellos que son aptos dará fruto. La Palabra de Dios produce fruto en un reducido número de almas ya que no hay mucha tierra buena. Sólo queda un resto fiel; una pequeña parte que es la verdadera Iglesia. Un resto que permanecerá fiel hasta el final; pues esa es la promesa de Cristo. Estos son los cristianos valientes que luchan por ser fieles a la fe recibida y a Cristo.
Y recordemos siempre que, en medio de este mundo que nos rodea lleno de injusticia y falsedad, permanece el mundo de las bienaventuranzas. Así pues, no perdamos la esperanza. Cristo llega. A veces tendremos que esperar treinta y ocho años como el paralítico de la piscina, pero al final llega. Y como nos dice la Escritura: “levantad vuestro ánimo, porque cuando veáis que todo esto sucede, es porque se acerca vuestra liberación”.
En esta parábola de los enviados a trabajar a la viña, vemos a un padre de familia que sale a diferentes horas del día a contratar jornaleros para trabajar en su viña. Con los primeros queda en pagarles un denario, y a los demás les dice que les pagará lo justo. Cuando acaba el día el administrador comienza a pagarles empezando por los que habían trabajado menos. A éstos les dio un denario. Cuando llegaron los que habían estado trabajando todo el día pensaron que recibirían más, pero recibieron también un denario, pues era lo contratado.
La parábola que leemos en el evangelio de hoy no puede por menos que causarnos algo de extrañeza, pues lo primero que pensamos es si no será injusto este padre de familia al haberle pagado lo mismo a aquellos que habían soportado todo el peso del día y del calor. Sabemos que el dueño había sido justo, pues les paga lo que habían acordado, pero no por ello nos produce algo de insatisfacción en el corazón. ¿No da impresión de actuar con una cierta arbitrariedad? Dios obra siempre de modo sabio, lo que ocurre es que a veces nosotros no entendemos sus designios. El problema no está en Dios sino en nosotros. Como nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos: “¡Qué incomprensibles sus juicios e inescrutables sus caminos!”. Aunque no los entendemos, sabemos que Dios está obrando sabiamente, es bueno, nos ama, y los acontecimientos son puestos o consentidos por Dios para nuestro bien. Nuestro entendimiento es pequeño y limitado y por eso con frecuencia nos cuenta entender los caminos de Dios.
Cuando hablamos de que Dios es infinita bondad y misericordia, se nos olvida que en Dios todos esos atributos se identifican en un solo. Dios es misericordioso y justo al mismo tiempo. Separar la misericordia y la justicia en Dios es una blasfemia. Si Dios otorga a unos más que a otros siempre hay una razón. Los que habían soportado el peso del día y del calor habían sido más afortunados, pues habían participado de un modo más especial de la cruz de Cristo, y esto era un don. Pero quizá no lo entendemos porque pensamos como el mundo y no como Dios. Vemos la cruz como un castigo y no como un signo del amor de Dios. El destino del cristiano no es otro que el seguimiento de Cristo, compartiendo su vida y su muerte. No olvidemos lo que Cristo nos dijo: “El que quiera ser mi discípulo… que tome su cruz y me siga”. “El mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan es la fuerza de Dios…”
El cristianismo es en realidad una cuestión de amor, hasta el punto de que quien no ama no ha entendido el cristianismo ni conoce a Dios. Por eso, estas enseñanzas sólo las entienden los que aman.
Hay también en esta parábola un segundo elemento que es totalmente contrario a la pastoral modernista que hoy día se aconseja desde las altas esferas de la jerarquía. La pastoral modernista al separar la misericordia y la justicia en Dios no se da cuenta que está poniendo a muchas personas de camino hacia el infierno.
Hay también en la parábola un inciso que puede pasar desapercibido. El padre de familia salió a diferentes horas para buscar obreros para que trabajaran en su viña. Si no hay enviados no hay predicación; y si no hay predicación no hay conversión. Hoy día se dice que no hay que evangelizar a los judíos ni a los musulmanes. Eso se opone directamente a las enseñanzas de Cristo. “¿Cómo invocarán a Aquél en quien no creyeron? ¿Y cómo creerán si nadie les evangeliza? ¿Y cómo se les evangelizará si no son enviados?” (Rom 10).
No os extrañéis pues, si Dios carga sobre vuestros hombros tareas que superan vuestras posibilidades. Recordad que Dios eligió a lo débil del mundo para confundir a los fuertes. Entonces es cuando nos llena la fuerza de Cristo.
Siempre he sentido una cierta admiración hacia Pío Moa. Pertenece a esa generación, ya casi desaparecida, de llaneros solitarios o quijotes renacidos que todavía se empeñan en defender la Realidad de España como nación y la Verdad de la Civilización cristiana.
Por desgracia la sociedad en la que vivimos es una sociedad de apóstatas, o de renegados y traidores a los valores de la civilización cristiana. Sea como fuere, el mundo moderno no está por escuchar a estos luchadores.
Pío Moa es un buen historiador, aunque sus rabiosos enemigos no lo reconozcan y aunque el Sistema haya arrojado sobre él un manto de sombra, que es el procedimiento con el que trata de ahogar la Verdad y a todos los que la proclaman.
Mt 8: 1-13: «La fe en la persona de Cristo»
Fiesta de la Sagrada Familia
Evangelio: Lc 2: 42-52
Charla dada por el P. Alfonso Gálvez el día 7 de enero de 2018 con motivo de la Fiesta de la Sagrada Familia
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
He tenido la suerte de vivir y conocer ampliamente dos épocas bien distintas en la Historia de la Iglesia, ambas marcadas por el Concilio Vaticano II: la preconciliar y la postconciliar. La segunda supone un rompimiento con la primera y hasta cabe dudar que exista perfecta continuidad entre una y otra.
Se ha dicho, como una de las razones que justifican la introducción del Novus Ordo, que así se facilita un mayor conocimiento de la Misa por los fieles y su mayor participación en ella. Soy bastante anciano y he vivido los dos tiempos de la Historia de la Iglesia, por lo que creo que puedo presumir de alguna experiencia. De ahí que pueda asegurar que, pese a todos los defectos que sucedían en la Era preconciliar, la Misa Tradicional poseía mucho más sentido para los fieles, los cuales la vivían y participaban de forma inmensamente mejor que la actual. Y no voy a explicar aquí en lo que consiste la verdadera participación en la Misa porque no es el objeto de este artículo.
La Misa del Novus Ordo, fue impuesta a toda la Iglesia partiendo de una falsedad. Según Pablo VI la Misa Tradicional quedaba definitivamente abolida y suprimida, cuando tal cosa no era posible según un Magisterio anterior con carácter de infalible, y tal como he demostrado en diversos lugares de mis libros. De manera que el Novus Ordo se elaboró en un laboratorio protestante dirigido por masones, se impuso mediante una falsedad e incluso todo el Rito está bastante alejado de la Fe de la Iglesia.[1]
Pablo VI quedaba así señalado como uno de los Papas más nefastos que han existido en toda la Historia de la Iglesia. No corresponde especificar aquí acerca de su vida y escritos (que yo he estudiado cuidadosamente), y quizá sea suficiente con hacer una breve sinopsis de su trayectoria. La cual comenzaría con la sustracción de Documentos secretos al Papa Pío XII, cuando era secretario suyo, para ser entregados a los soviéticos. Fue el gran instigador y verdadero autor del Pacto de Metz, que tanto dolor y desgracias ocasionó a la Iglesia existente tras el Telón de Acero. Aunque su obra cumbre fue la conversión sustancial de la Religión del culto a Dios en la Religión del culto al hombre. En su Discurso ante la ONU del 4 de Octubre de 1965 se presentó como experto en humanidad. Siguiendo los principios establecidos en el Concilio, y especialmente en la Declaración Dignitatis Humanæ, estableció el principio supremo de la dignidad humana como garante de la libertad religiosa y de un nuevo concepto de la Religión en general. Con respecto a España, fue el responsable de la destrucción de la que fue floreciente Iglesia Española, labor para la que se valió del tándem de Cardenales Dadaglio–Tarancón, los cuales consumaron la labor que les había sido encomendada.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Charla del padre Alfonso Gálvez. Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 8 de diciembre de 2017
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Charla del padre Alfonso Gálvez: La fe en Jesucristo como remedio contra la confusión. 3/12/2017
Tomado de:
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo de Sexagésima
Lc 8: 4-15
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
El mismo Señor quien nos da una explicación de esta parábola. En ella hemos de considerar tres elementos: el sembrador, la semilla y la tierra que recibe la semilla.
1.- El sembrador: En la actualidad, la predicación está muy frecuentemente inficionada de la herejía modernista. Una doctrina herética que ha calado en la Iglesia y en el pueblo hasta tal punto, que se pueden decir que han dejado de ser católicos. Gran parte de la enseñanza que hoy día se imparte es diferente a la enseñanza de Jesucristo y transmitida durante veinte siglos por la Iglesia. Pero todo lo que está ocurriendo hoy día ya fue anunciado en la Sagrada Escritura: “Llegarán días en los que no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán falsos maestros que les predicarán doctrinas agradables a sus oídos”.
2.- La semilla: La Palabra de Dios ha de ser predicada por los sucesores de los Apóstoles. Una Palabra de Dios que es de suyo “viva y eficaz como espada de doble filo”. Cuando lo que se predica no es la Palabra de Dios, uno se aburre; lo que escucha no le dice nada. En cambio, la Palabra de Dios siempre despierta y nos hace sangrar. Y al primero que hiere, como nos decía Bernanos en el “Diario de un cura rural” es al mismo predicador.
Recordad lo que nos decía San Pablo: “Ellos, como son del mundo, sólo hablan de las cosas del mundo…”. Y también en otro lugar: “Y si alguien os predica un evangelio distinto, sea anatema”.
3.- El terreno: La semilla de la Palabra de Dios cae en diferentes terrenos y sólo en aquellos que son aptos dará fruto. La Palabra de Dios produce fruto en un reducido número de almas ya que no hay mucha tierra buena. Sólo queda un resto fiel; una pequeña parte que es la verdadera Iglesia. Un resto que permanecerá fiel hasta el final; pues esa es la promesa de Cristo. Estos son los cristianos valientes que luchan por ser fieles a la fe recibida y a Cristo.
Y recordemos siempre que, en medio de este mundo que nos rodea lleno de injusticia y falsedad, permanece el mundo de las bienaventuranzas. Así pues, no perdamos la esperanza. Cristo llega. A veces tendremos que esperar treinta y ocho años como el paralítico de la piscina, pero al final llega. Y como nos dice la Escritura: “levantad vuestro ánimo, porque cuando veáis que todo esto sucede, es porque se acerca vuestra liberación”.
(PARA ADULTOS)
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Sermón del año 2015
Mt 20: 1-6
(PARA JÓVENES)
Sermón del año 2015
«El sacerdote es otro Cristo»
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
(PARA ADULTOS)
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Sermón del año 2015
«No hay razón para que un cristiano esté confuso o abatido»
(PARA JÓVENES)
Sermón del año 2015
«Soldados de Cristo en la lucha contra el mal»
(PARA ADULTOS)
Sermón del año 2015
Evangelio: Lc 2: 42-52
(PARA JÓVENES)
Sermón del año 2015
El amor a la Eucaristía
Toda la charla es una exaltación de la Eucaristía y del amor que le hemos de tener y que Jesús nos manifiesta a través de este sacramento.
Domingo de la Octava de Navidad
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 2: 21)
En la Biblia el nombre equivale a la persona nombrada. La importancia de un nombre le viene por la importancia de la persona a quien representa.
El nombre de Jesús tiene una importancia trascendental, pues como nos dice San Pedro: “No hay otro nombre bajo el cielo por el que podamos ser salvados”.
Ante el nombre de Jesús toda rodilla se ha de doblar, como nos dice San Pablo en su carta a los Filipenses. En cambio, vemos en la actualidad, como consecuencia del modernismo que inficiona la Iglesia, que hay muchos que se niegan a doblar la rodilla ante Jesucristo; con ello están negando su divinidad. Hay muchos que se avergüenzan de ser cristianos; con ello, se ha producido una rendición vergonzosa ante los enemigos de nuestra fe. Y ya sabemos lo que el mismo Jesucristo dijo de los que se avergonzaran de Él: “Aquél que se avergüence de mí ante los hombres, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre que está en los cielos”.
Pero frente a tantos apóstatas, también hay cristianos fieles: “Me he reservado 7000 varones que no han doblado su rodilla ante Baal” (1 Re 18).
Cuando yo era joven buscaba el sentido de mi vida y la auténtica amistad. Nada de lo que se me ofrecía me parecía adecuado para llenar mi vida y mi corazón. Los mayores me hablaban de la salud y del dinero; pero eso era totalmente incapaz de llenar mi corazón. Yo seguía buscando hasta que me encontré con Cristo.
Hubo muchas cosas en su vida y en sus enseñanzas que me llamaron la atención y me hicieron comprender que esas sí que podían realmente llenar las ansias de mi corazón. Cosas tales como:
Los hombres buscan sus intereses, en cambio Cristo era totalmente desinteresado y lo único que buscaba era nuestro bien. Cristo, por amor, carga con mis pecados para así librarme de ellos; y no sólo eso, sino que también dio su vida por mí. Yo comparaba el amor que me ofrecía Cristo con el que me ofrecían los hombres.
Cristo me enseñó el sentido de la libertad y de la verdad. Aprendí de Él a aborrecer la injusticia y la iniquidad. Cristo cambió por completo mi vida y mi existencia.
De Cristo aprendí que hay más alegría en dar que en recibir; lo cual es inaudito para el hombre de hoy.
Cuando me encontré con Cristo su persona y su mensaje me aturdieron. Me parecían grandiosos y nuevos. Él fue quien me enseñó el valor de perder la propia vida por amor. Él me enseñó también que son bienaventurados los pobres, frente al modo de pensar del mundo que sólo ama la riqueza. Pude comprobar en mi propia persona que se alcanza mucho más cuando no se tiene nada de dinero. Precisamente por eso he podido hacer ricos a muchos.
También me llamó la atención en Jesús la desapetencia que tenía del poder: “No he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida en rescate por muchos”. También me sedujo de Cristo su obediencia hasta la muerte y muerte de cruz. ¿Acaso la obediencia es mala? La obediencia es fruto del amor; es el amor lo que da excelsitud a esta virtud. Jesús me enseñó también la verdadera amistad: “Ya no os llamo siervos sino amigos”. Su amistad escapa todo lo imaginable.
Él me libró también del temor a la muerte; pues mi muerte se hace gloriosa cuando se une a la suya. Él también me ofreció vivir una vida totalmente nueva, la suya: “Quien coma mi carne vivirá por mí”…
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
I Domingo de Adviento
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 21: 25-33)
A caballo entre los siglos V y IV antes de Cristo, el filósofo Platón trasladó a sus obras la alegoría o mito de las cavernas. En ella, unos hombres que estaban encadenados en una cueva veían pasar unas sombras por fuera de la misma, creyendo que toda la realidad exterior a la cueva se reducía a eso: sombras. Hoy días, hay muchos, tanto en la sociedad civil como en la religiosa que, engañados por falsos maestros y profetas, piensan que lo único que existe en la realidad son sombras.
La sociedad moderna vive en un mundo irreal y engañoso. La sociedad civil, mediante la manipulación de las masas, es engañada por las oligarquías corruptas. Oligarquías que han despojado a la sociedad de cualquier ética humana y ha convertido a sus miembros en robots para que sean fácilmente manipulables. Una sociedad que ha legitimado la inmundicia y el vicio y que persigue la verdad y la virtud. Ciudades que en otros tiempos fueron gloriosas, son ahora antros de corrupción gobernados por analfabetos corruptos.
En la sociedad moderna religiosa la situación no es muy distinta. Una Iglesia gobernada por una jerarquía que en su mayor parte ha apostatado. Al apostatar, ha dejado de alimentar a sus fieles con el alimento de la Palabra de Dios. El pueblo católico sigue practicando una religión (quien todavía practica) que ya no es la religión auténtica heredada de Jesucristo y transmitida fielmente por la Iglesia de siempre….
…………
Cuando Platón habla del final de este mito, dice que uno de los encadenados logró soltarse y salió fuera de la cárcel; pudiendo comprobar que la realidad era muy diferente a la que le habían enseñado. Entonces volvió dentro para enseñárselo así a los demás; pero éste no fue creído, sino que lo persiguieron para matarlo. Hoy día, el hombre ha caído en tal grado de servilismo, adoración y sumisión, que no es otra cosa que manifestación de estar diabólicamente poseído. Ya no se cree en el testimonio de los santos, sino en la palabra engañosa de los falsos profetas, que no son otra cosa sino enemigos de Dios.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
XXIV Domingo después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 24: 15-35)
Reconocer los signos del final de los tiempos: los falsos profetas, el anticristo, la abominación de la desolación, la gran apostasía. Muchos de estos signos ya están ocurriendo.
Sobre la fecha del final de los tiempos sólo el Padre lo sabe. Cristo como hombre no lo sabía; pero sí nos da unos indicios o señales a través de los cuales lo podamos colegir.
Nos han robado a Cristo pero no reaccionamos. La situación de la Iglesia en el mundo es caótica; pero aquellos que tendrían que hablar de ello no lo hacen. Asistimos ante el espectáculo de ver con nuestros propios ojos cómo van derribando nuestra propia “casa”. Estamos presenciando hoy día en la Iglesia algo que es realmente escandaloso: el silencio de los pastores. Decía Santa Catalina de Siena: “De casi todos los males que cometen los fieles tienen su culpa los malos pastores”, o también: “Aquellos que fueron puestos como columnas de la Iglesia se han transformado en su perseguidores”.
Frente a estas cosas el cristiano ha de mantener la esperanza y la fe en Cristo. ¡Tranquilos, fortaleced vuestro corazón porque Cristo está cerca! Y por supuesto, estad siempre preparados, porque el día llegará “como ladrón en la noche”. “He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa”.
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilías dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2014.
Último Domingo después de Pentecostés |
«Las señales olvidadas del fin del mundo» |
(Mt 24: 15-35) |
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
VI Domingo después de Epifanía
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 13: 31-35)
El evangelio de hoy nos ofrece dos breves parábolas de idéntico significado: la parábola del grano de mostaza y la parábola de la levadura que fermenta toda la masa.
Tradicionalmente se han interpretado estas parábolas en el sentido de que la Iglesia, fundada por Jesucristo, crece y se entiende.
La Iglesia, como todo organismo vivo, nace, crece…, y muere. Por supuesto que la Iglesia que dejará de ser existir será la Iglesia peregrina, cuando todo este mundo se acabe. La Iglesia como tal no puede perecer, pues tenemos la promesa de Cristo. Cristo así lo manifiesta en multitud de ocasiones: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”; “buscad los bienes de arriba, no los de la tierra…”; “somos ciudadanos del cielo”. Todas estas enseñanzas las conocemos muy bien, aunque a veces muchos las olvidan. Todos estos textos nos recuerdan que nuestra existencia aquí en la tierra es fugaz, y que no tenemos aquí una ciudad permanente.
En el momento actual vemos que la Iglesia está desolada; hay una situación real de apostasía, resultando difícil encontrar la verdadera doctrina. Para aquellos que piensan que la situación actual no es tan grave yo les diría:
La misma Sagrada Escritura nos habla que llegará un momento en el que surgirá el falso profeta, el cual engañará a muchos.
También nos dice en el profeta Daniel: “Cuando veáis la abominación de la desolación sentarse en el lugar santo… sabed que el momento ha llegado”. Las profecías y señales acerca del fin del mundo siempre son oscuras, pero si las dijo Jesucristo fue para nosotros. No tendría sentido que nos ofreciera una serie de señales que nos hablaran del fin del mundo y luego nadie las pudiera interpretar ni conocer.
Y es el mismo profeta Daniel quien nos avisa que esta situación de desolación durará hasta el final (Dan 9).
El Santo Padre decía hace unos días que los comunistas piensan como los cristianos. Con todo el respeto, pero no hay compatibilidad alguna entre el comunismo y el cristianismo. Yo he sufrido en mi propia carne el comunismo, lo he estudiado profundamente, y sé lo que digo.
¿Qué podemos hacer los cristianos ante tanta desolación y apostasía? El mismo Señor nos da la respuesta: “Cuando veáis que todo esto sucede, levantad las cabezas, pues se acerca vuestra liberación”, o, “los tiempos finales serán acortados en favor de los elegidos”, o, “para los que aman a Dios, todo lo que les ocurre es para su bien”. Dios actuará en el momento oportuno. Recordad que, de Dios nadie se ríe. Dios siempre hará justicia. Así pues, ¿quién nos podrá separar del amor de Cristo? Hemos pues de confiar en su poder y en su amor. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos”.
Si así hacemos, no tendremos confusión ni duda.
Anuncian las redes sociales que los 115 Obispos de Francia han pedido perdón por el largo silencio culpable guardado ante los casos de pedofilia de los sacerdotes. El acto ha tenido lugar a propósito de las Jornadas de oración y penitencia celebradas según una iniciativa del Vaticano que tuvo lugar en el pasado mes de Septiembre, en la cual se dejaba a las Conferencias Episcopales la organización de las diferentes modalidades para llevarlas a cabo.
Como es de dominio público, el hecho de pedir perdón es una moda puesta muy en boga por la Jerarquía Católica que, como no podía ser menos, ha sido sido proclamada a los cuatro vientos por todos los media, con coreografía añadida por la misma Jerarquía Católica.
Aunque la moderna Sociedad no suele detenerse en examinar despacio determinados hechos sociales, salvo aquellos que resulten contrarios y dañinos contra la Fe y la Moral de la Iglesia para ser aireados y magnificados, parece que vale la pena parar la atención en este al que aludimos, teniendo en cuenta sobre todo la profundidad del contenido que encierra…, aparte de la absoluta falta de sinceridad que manifiesta.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilias dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2013.
V Domingo después de Epifanía – Transferido
«Parábola del trigo y la cizaña»
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 13: 24-30)
V Domingo después de Epifanía – Transferido |
«Parábola del trigo y la cizaña» |
(Mt 13: 24-30) |
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Fiesta de Cristo Rey
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Jn 18: 33-37)
Hablar de esta fiesta tiene una doble dificultad; pues, por un lado, la Persona de Jesús ha sido difuminada e incluso quitada de en medio como consecuencia de la apostasía de la Iglesia y de la paganización de la sociedad civil, y por otro lado, hablar de la realeza y de la monarquía, resulta más difícil todavía; ya que los reyes modernos se han preocupado de desprestigiar sus propias personas, y con ello, la realeza y la monarquía.
El mundo actual vive una situación de cáos, disolución, disgregación y anarquía. Los valores humanos han sido anulados.
El Magisterio de la Iglesia ha sido eliminado. Los dogmas han caído en el historicismo. El Evangelio y el mismo Cristo han quedado reducidos a un invento de la comunidad primitiva. Los obispos, que siempre tuvieron gran prestigio en la Iglesia, son ahora ridiculizados…
En cuanto al Estado, el poder civil es ahora un antro de corrupción al servicio de los políticos.
Hace unos días, el Santo Padre hacía unas declaraciones con motivo del 500 aniversario de las tesis protestantes, a un diario sueco en el que decía textualmente: “La religión verdadera es el desarrollo que tiene la humanidad para trascenderse a sí misma hacia el absoluto”.
Ante todas estas realidades, ¿cómo podemos entonces hablar de Cristo como Rey de la Iglesia y del mundo entero? La respuesta la tenemos en Col 1 y Fil 2. La sociedad civil y la Iglesia podrán continuar por sus caminos, pero frente a eso, Cristo seguirá siendo el Rey de universo, y al final de los tiempos vendrá a juzgar a vivos y muertos.
Aclarado esto, hemos de decir también que en la Escritura hay algunas frases que parecen contradictorias con lo aquí dicho, pues el mismo Jesucristo dice “mi reino no es de este mundo”. Y en otro lugar también dice que el “reino de Dios no viene con espectáculo” y también “el reino de Dios está ya en medio de vosotros”.
Ahí es donde reside ahora el Reino de Dios, dentro de cada uno de los fieles a Cristo y a su mensaje. Son esos pocos cristianos que quedan fieles a Cristo en medio de la persecución y de los peligros.
La auténtica Iglesia reside ahora en las catacumbas.
El mismo Señor también nos dijo: “Ya no os llamaré siervos, sino amigos…” Mi Rey y mi Señor es ahora también mi Amigo. Y además, es un amigo que intercambia su vida con nosotros: “Quien beba mi sangre… vivirá en mí y yo en él”.
En el Cantar de los Cantares, la figura del Rey aparece también como Esposo, el cual se dirige al hombre y mantiene con él un diálogo amoroso..
Vivimos pues, en medio de un mundo que está sufriendo una gran confusión, paganización y apostasía; pero el amor de Cristo no ha cesado. Todavía existen almas enamoradas de Dios; es en ellos donde se hace verdad la promesa de permanencia de Cristo en su Iglesia hasta el final de los tiempos.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XXIII después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 9: 18-26)
Cristo es nuestra vida y nuestra esperanza/Sentido de la muerte de Cristo y de la nuestra.
1) La curación de la hemorroisa: Cristo es la solución para nuestras angustias. Recordemos otros casos similares: el paralítico de la piscina de Siloé, el episodio de la mujer adúltera. Si Cristo se compadece así de ellos, ¿por qué no se va a compadecer de nosotros?
2)La resurrección de la hija de Jairo: posición de Jesús ante la muerte. Significado de la muerte cristiana: momento de consumación del amor del hombre a Cristo y de Cristo al hombre.
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilías dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2014.
Las profecías son uno de los elementos pertenecientes al Plan de la Historia de la Salvación más difíciles de entender y de desentrañar, y así es como parece desprenderse de la misma voluntad de Dios, que es su definitivo Autor y del cual proceden.
En razón de la claridad comenzaremos por establecer los términos del problema. No sin antes advertir que aquí vamos a utilizar indistintamente, como si fueran una misma cosa, los términos de profecías y el de revelaciones privadas, los cuales, para los efectos que van a ser considerados en este trabajo, equivalen a lo mismo. Dicho lo cual, podemos establecer una sencilla y elemental división de las profecías en general para clasificarlas como privadas o bien como públicas.
Lo más interesante que se puede decir sobre las revelaciones privadas, es que jamás puede asegurarse cualquier tipo de certeza acerca de su cumplimiento. En los casos de que alguna se vea cumplida.
En cuanto a las profecías públicas, que así es como llamamos aquí a las contenidas en el Cuerpo de la Revelación, se cumplen siempre infaliblemente, como no podía ser menos puesto que se sabe con certeza que proceden de Dios. Su único problema radica en el hecho de que son difíciles de interpretar, por lo que puede suceder que no sean entendidas en el sentido con el que Dios las reveló a los hombres. La mejor garantía de certeza que se puede pretender con respecto a ellas es atenerse al sentido que les asigne la Iglesia.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XXII después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 22: 15-21)
El evangelio de hoy nos trae el episodio en el que Jesucristo delimita las funciones de las dos sociedades: la civil y la religiosa. En su frase “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” está resumida toda una profunda y clara enseñanza. En este mundo hay dos sociedades, la civil y la religiosa, que han de procurar cada una función su función propia.
La sociedad civil ha de buscar directamente el bien temporal de sus ciudadanos; e indirectamente, desde un punto de vista positivo, procurar que los ciudadanos puedan conseguir su fin último y desde el punto de vista negativo, evitar todos aquellos obstáculos que puedan separar al hombre de conseguir su salvación.
Por otro lado, la sociedad religiosa ha de buscar, como fin propio y directo, la salvación de sus fieles; y de modo indirecto, desde un punto de vista positivo, iluminar la sociedad civil con la luz que da el Evangelio, y desde un punto de vista negativo, denunciar al poder civil, cuánto éste se aparte de las enseñanzas del Evangelio, y por lo tanto, dificulte a los fieles la consecución de su fin último.
Ni la una sociedad ni la otra, pueden inmiscuirse en los ámbitos que le son propios a cada una.
Sobre el papel, esta enseñanza es fácil de entender; pero cuando pasamos a la práctica, es cuando descubrimos lo difícil es que haya un respeto mutuo y que cada una cumpla sus funciones que le son propias sin inmiscuirse en las tareas que no le pertenecen.
A lo largo de la historia vemos como ambos extremos se han dado. En algunas ocasiones hemos visto lo que se ha llamado “Cesarismo”, cuando el gobierno civil se ha inmiscuido en las labores propias de la Iglesia. Y lo contrario, también ha ocurrido.
A partir del Renacimiento, y más todavía con la Ilustración (s XVIII) la Iglesia se hace más débil por no ser fiel a Cristo, y la sociedad civil va tomando cada vez más fuerza y se va entremetiendo en las labores y decisiones que eran propias de la Iglesia. A pesar de todo, la Iglesia supo mantener sus principios y ser fiel a las enseñanzas de Cristo, de la Tradición y del Magisterio de siempre.
Pero con el Vaticano II la situación cambia rotundamente. La Iglesia se abre al mundo y como consecuencia deja de ser fiel a las enseñanzas de Cristo. La Iglesia piensa que es mejor seguir una ideología mundana y se rinde ante los criterios y principios del mundo. Se acabó denunciar los errores y condenar las herejías. Como dijo Juan XXIII en el discurso de apertura del concilio: “Hay que abrir las ventanas del Vaticano”. Y posteriormente, el papa Pablo VI reconocería que esta apertura de las ventanas había causado la entrada del “humo de Satanás en la Iglesia”.
Con el Vaticano II comenzó el gran desastre en la Iglesia. Como nos dice la Sagrada Escritura, la Iglesia no se puede abrir al mundo. El apóstol Santiago (Sant 4) nos dice: “¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con este mundo significa la enemistad con Dios? Quien quiere hacerse amigo de este mundo se hace enemigo de Dios”….
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Reseña del libro
El libro se presenta como un conjunto de sermones, escritos sobre la base de algunas homilías pronunciadas, en principio, para un público bien intencionado. Pero en realidad lo que se ha conseguido es una serie de meditaciones muy profundas dirigidas a los hombres de una Iglesia y un mundo «en ocaso», esto es, en tiempos que el autor ha descrito como de «la gran apostasía» y de una «Iglesia catacumbal», en un momento de «invierno eclesial», donde aparece casi naturalmente la pregunta sobre el final de los tiempos. Situación que presenta, ya desde el inicio, una aporía: ¿Tiene sentido predicar en tal medio ambiente, donde nadie parece tener intención de escuchar, o van a estar prontos a rechazar el mensaje? Sin embargo, no importa que, aparentemente, el intento pueda parecer inútil, pues el verdadero predicador cristiano sabe que es depositario de una misión, de un mandato, recibido del mismo Señor; y es consciente del efecto «devastador» de la misma Palabra de Dios, más allá de la disposición de los oyentes a la que va dirigida.
Estamos pues ante una meditación profunda. Tal profundidad de contenidos, tiene como fundamento un doble hecho: por un lado, el autor se encuentra en el cenit de su vida, con la plenitud de sabiduría auténtica que dan los muchos años de una larga existencia vivida en un intento serio de amar a Dios y de servicio y fidelidad a la Iglesia, y, que vislumbra ya la llegada a la Patria definitiva; de otro, el autor sustenta sus reflexiones, sobre todo, en la proclamación valiente de la Palabra de Dios, en su doble función ontológica y didáctica, y de la Tradición de la Iglesia, sin tergiversarlas ni traicionarlas, lo que hace que sus argumentos sean contundentes.
Todo el libro se apoya además sobre los postulados de la trascendental teoría del amor de su autor, que alcanzan en el libro desarrollos nuevos, como se puede ver en el capítulo dedicado a Pentecostés, por ejemplo. Resalta, además, en todos los capítulos, el papel central de la Humanidad de Jesucristo, punto clave de la espiritualidad de A. Gálvez.
Se llega, así, a la raíz y al fundamento último de los temas que aborda, y que son, en definitiva, los que realmente importan: Jesucristo, el verdadero sacerdocio, la muerte cristiana, la vida entendida como una invitación a la fiesta de amor divino–humano, la realidad del Espíritu Santo, el sufrimiento y la vida de Cruz, la oración cristiana mística, etc.
Si la homilética católica fue siempre la presentación de la alegría de la Buena Nueva, este libro, se convierte en un canto de esperanza y de gozo, de la única que se le puede dar a un Mundo y a una Iglesia «en ocaso». Es sobre esto, en donde se puede cimentar la verdadera esperanza cristiana. El libro es también un canto a esa Esperanza. Pero la Alegría y el Amor, la Esperanza y la Nostalgia (con mayúsculas), no pueden ser expresadas muchas veces con la simple prosa, y es por ello, que el autor recurre con frecuencia al auxilio de la poesía, insinuando un mundo de sentimientos y de realidades que más se pueden intuir que describir. Por lo que el libro está también transido de belleza estética.
P. Juan Andrés de Jorge García-Reyes
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilías dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2012.
XXI Domingo después de Pentecostés |
«Parábola del siervo despiadado» |
(Mt 18: 23-35) |
Y la manera mejor de responder a la pregunta es comenzar por un buen planteamiento del problema.
Existen, en primer lugar, un número de aparentes posesiones demoníacas que en realidad no son tales, sino meros trastornos de orden psíquico o de tipo nervioso, unas veces. Mientras que otras se trata simplemente de farsas organizadas por desvergonzados casi siempre con fines lucrativos.
Son fácilmente detectables unos y otros y en realidad no hacen para nada al caso.
En cuanto a las auténticas posesiones diabólicas podríamos dividirlas en dos clases: las verdaderas y las falsas. Por supuesto que esta clasificación no dejará de causar extrañeza, pues ¿qué es eso de posesiones diabólicas auténticas y sin embargo falsas…? Pero procure todo el mundo calmar los ánimos hasta que todo haya sido explicado.
Efectivamente, porque las posesiones diabólicas que aparecen de vez en cuando con aire de tales, acompañadas del gran aparato escénico que Satanás suele utilizar en sus actuaciones, como hablar lenguas extrañas, blasfemar ante el crucifijo, realizar aparentes prodigios, rechazar al exorcista, etc., son realmente auténticas.
Y lo son ciertamente, aunque forman parte del tinglado de la antigua farsa, que diría Benavente, o de la moderna, que diríamos nosotros. Resultan utilísimas para el plan de Satanás, el cual las utiliza como un buen elemento de distracción para atacar impunemente por otra ala de las Defensas. Que se trata de una hábil estrategia para engañar, es efectivamente fácil de adivinar para quien piense con serenidad e inteligencia. Porque, ¿cuándo se ha visto que el Demonio actúe a cara descubierta, que acompañe sus actuaciones o que se presente a bombo y platillo para causar admiración? ¿Por qué se olvida tan fácilmente que Satanás es el Padre de la Mentira, del histrionismo, del disfraz o de los cuentos de viejas de los que hablaba San Pablo (2 Tim 4:4)? ¿Y quién ha dicho que no es capaz de utilizar las medio verdades, o incluso las verdades cuando le conviene, a fin de colar mediante ellas las grandes mentiras?
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilias dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2012.
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Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Nota: Por razones de salud, y por prescripción médica, el P. Alfonso se ve obligado a interrumpir sus homilias dominicales por un tiempo indefinido. El Padre agradece cordialmente a seguidores y amigos la atención y cariño recibidos. Esta homilía fue publicada originalmente en 2014. Corresponde al domingo actual decinueve después de Pentecostés
25 SEPTIEMBRE 2016.
XIX Domingo después de Pentecostés |
«Los Bodas Reales» (Mt 22: 1-14) |
Ver |
Homilía: No podemos jugar con la Palabra de Dios |
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XVIII después Pentecostés
Evangelio: Mt 9: 1-8
Domingo XVIII después Pentecostés
Evangelio: Mt 9: 1-8
Pero en definitiva, lo que esta inmensa mayoría de clérigos estaban llevando a cabo, quizá sin darse cuenta muchos de ellos (de nuevo el gigantesco guiñol de las marionetas), no era otra cosa que la tan cacareada actitud de protesta. De manera que, de ser esto cierto, nos encontramos de nuevo con la rebeldía. Ahora bien, ¿contra qué o contra quién ha ido dirigida en este caso…? Y la respuesta no es difícil de hallar. La protesta ha ido dirigida esta vez contra un conjunto de ideas que podríamos resumir bajo el epígrafe, ideado por los mismos rebeldes, de aburguesamiento de la Iglesia. O sea, para ser más breves: contra la Iglesia.
Lo que no es aparece como lo que es, y viceversa. En definitiva, la farsa. De manera consciente en unos e inconsciente en otros, pero al fin y al cabo teatro.
Todo el mundo tiene alguna idea del significado que suele darse hoy a la imagen de un rebaño de ovejas. Son pacíficos animales que se organizan en manada, incapaces al parecer de vivir aisladamente, y que se han convertido en un símbolo que designa a lo que el mundo suele llamar la actitud de aborregarse. Algo así como un sinónimo de lo que se conoce también con el nombre de adocenarse (que supone la pérdida de una personalidad propia), o de masificarse (convertirse en un número de la masa de ciudadanos que son manejados por el Sistema). En realidad el concepto sociológico de masa es relativamente reciente, lo mismo que el fenómeno al que corresponde. Aunque no debe confundirse con el de clase social, pues si es normal que la masa abarque a veces a varias clases sociales a la vez, otras, sin embargo, se refiere solamente a cualquiera de ellas. Por supuesto que las masas han sido siempre manejadas por el Poder Político, de forma más o menos despótica con no escasa frecuencia; aunque a veces, tal vez las menos, el Poder haya trabajado honradamente por el bien común. Pues es preciso reconocer que los buenos gobernantes no han abundado mucho en la Historia de la humanidad. De todos modos, el Poder Político no había manejado antes a las masas de forma tan sistemática, científica, despectiva y desinteresada con respecto al bien de los ciudadanos, como lo hace en la actualidad. De ahí que hayamos dicho antes que los conceptos de masa y clase social pertenecen más bien a la modernidad. Por lo demás, la Rebelión de las Masas, que diría Ortega y Gasset, es una idea que pertenece al mundo de la utopía. La verdad es que no suelen ser las masas las que se rebelan ni las que gobiernan el mundo, ni mucho menos a sí mismas, sino que es el Sistema y el aparato intelectual que lo sustenta quienes las dirigen y provocan las rebeliones. Lo cual es precisamente lo contrario de lo que Ortega pensaba y de lo que él consideraba como deseable. Sin embargo es evidente que tales rebelionesnunca son verdaderamente tales, en cuanto que a menudo no pasan de ser un concierto de balidos de rebaño, provocado cuando conviene por aquéllos a quienes conviene. Nos encontramos de nuevo con el guiñol de las marionetas que por supuesto ignoran que lo son: carecen de capacidad de pensar y decidir, por lo que solamente les queda actuar según los deseos de quienes las dirigen.
Las predicciones insólitas de los sabios
se convierten en Historia antigua
cuando el discurrir del tiempo descubre
su condición de augurios raquíticos.
(Proverbio Chino)
5. Donde se prosigue la historia del yelmo de Mambrino y se cuenta la extraña parábola de las cien ovejas rebeldes, junto con otras menudencias de acompañamiento que añaden sabor al tema
Si por una parte el Señor había dicho que su Reino no es de este Mundo (Jn 18:36), el Diablo en cambio tuvo el descaro de atribuirse el dominio sobre él (Lc 4:6). Sin embargo, por más que el Diablo sea el Gran Mentiroso y el Padre de la Mentira (dicterios que provienen de la misma boca del Señor), es justo reconocer que, al menos en esta ocasión, no andaba muy lejos de la verdad.
Efectivamente el Demonio es el Gran Mentiroso. Pero algunas veces, cuando así lo exige su propia conveniencia, dice la verdad. En todo, en parte, o en mixtura en forma de embrollo, según convenga. En ocasiones lo hace así para engañar a los mentirosos natos, aunque parezca paradoja pero que en realidad no lo es. Pues el mentiroso, como el ladrón, piensa que todos son de su condición, y de ahí que en ocasiones parezca conveniente decirle la verdad justamente para que piense lo contrario.
La consecuencia es obvia: Lo único que puede hacer cualquier persona avisada es no creer jamás al Diablo. O mejor todavía, no dialogar con él bajo ningún concepto. Y como en estos últimos tiempos de la Historia parece haber extendido su Reino en no pequeña medida, nada tiene de exagerado afirmar que vivimos bajo el imperio de la Mentira.
Se ha convertido en cosa normal que lo que no es aparezca como lo que es, y viceversa. La moderna sociedad ya no se siente escandalizada de que al pan se le llame vino ni que al vino se le llame pan. En el teatro clásico antiguo se utilizaban la per–sona y el coturno como instrumentos de disfraz.[1] En la actualidad no hay necesidad de emplear medios tan artificiosos, por otra parte tan incómodos, y que poseen además el inconveniente de mostrar con excesiva estridencia su carácter farandulero. Y aunque es un género que abunda entre los componentes de la actual sociedad, a nadie le gusta aparecer como arlequín. Lo que es evidente en el mundo moderno es el hecho de que, en algunos de sus ámbitos, el disfraz y el recurso a la apariencia se han puesto de moda, y que son tantos los que los utilizan que a menudo llegan a ser multitud. Ahora no tendría sentido el tumulto organizado en la venta en donde vino a parar la cuadrilla que acompañaba a don Quijote: la bacía de barbero sería efectivamente el yelmo de Mambrino, y la albarda del burro sería reconocida como jaez de caballo. Todo lo cual sin dar lugar a discusiones ni a problema alguno.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XVI después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 14: 1-11)
El evangelio de hoy no pretende tanto enseñarnos cuál ha de ser nuestro comportamiento en las fiestas y banquetes sino una lección de humildad; y la prueba de ello es la moraleja final. El Señor nos anima a que busquemos los últimos puestos y los más humildes; aquellos en los que no se figura y uno no es reconocido.
Un verdadero cristiano, siguiendo las enseñanzas de Cristo, no debería buscar el destacar, sino el pasar desapercibido. En cambio tanto nuestra naturaleza como el mundo aspiran a todo lo contrario. Ya nos lo dijo S. Pablo: “No hay entre vosotros muchos sabios según el mundo, ni poderosos…”. O estas otras palabras: “Dios escogió la necedad del mundo para confundir a los sabios…”; “el que quiera ser el primero de todos que se haga el último de todos y el servidor de todos”.
Los criterios de actuación del mundo y del cristiano son totalmente opuestos. El Señor nos lo dice en multitud de ocasiones; pero nunca nos terminamos de convencer de ello. Es por ello que, en la medida que nos dejemos arrastrar por los criterios del mundo, nos alejamos de Dios.
Nos encontramos en un momento de confusión, de apostasía general y de desolación del cristiano y de la Iglesia. En estos momentos hemos de tener las ideas claras. Ideas que están expuestas y enseñadas en los evangelios. Esta situación de confusión no se va a arreglar, sino que según nos dicen las profecías de los últimos tiempos en el libro de Daniel, irá a peor: “El falso profeta tendrá un gran poder…, hará la guerra a los santos y los vencerá”. Los falsos profetas de la Iglesia actual no tienen enemigo; sólo Dios los puede contener… Algunos ingenuos buenistas ponen su esperanza en el “papa emérito”; no puede haber un “papa emérito”…
En medio de esta confusión, ¿qué pasará con nosotros? Esta confusión y oscuridad no es tal. Somos nosotros los que lo permitimos. Todo lo que está ocurriendo está en los planes de Dios y está ocurriendo para nuestro bien. Dios es el señor de la historia y nada ocurre que se escape a sus designios. Lo que está ocurriendo es providencial; en el sentido de que Dios lo permite para nuestro bien. No olvidemos estas palabras del Señor: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”; “mis palabras son espíritu y vida”; “cuando suceda todo esto, levantad vuestras cabezas, pues se acerca vuestra liberación”; “para los que aman a Dios todo lo que les ocurre es para su bien”; “no temáis, mi pequeño rebaño, vuestro Padre celestial ha reservado el reino para vosotros”.
Se nos ha hecho pensar que ser cristiano es fácil, no tiene exigencias, cuando la realidad es totalmente diferente: “El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. La existencia cristiana no es como el mundo la imagina, ni como muchos de nosotros pensamos. Ahora, puede que entendamos un poco mejor el consejo de Cristo de buscar los últimos puestos. Él mismo nos lo enseñó con su propia vida; de toda su vida, sólo tres fue “pública”, el resto de sus años pasó totalmente desapercibido. Nos empeñamos en vivir nuestra propia vida, y olvidamos que para un cristiano, Cristo es su vida.
La parábola de hoy es pues una exhortación a ser humildes y buscar los últimos puestos.
Durante los muchos años que duró el reinado del Papa Juan Pablo II, tanto el Culto como la Liturgia y la Pastoral adquirieron un tono de espectáculo que los aproximaron en gran medida al mundo del teatro.
El Concilio Vaticano II había expresado sus deseos de la mayor participación del Pueblo cristiano en la Liturgia. Pero la liberalización de las normas litúrgicas, sobre todo en las referentes a la Misa, produjo una alocada carrera de inventivas, de improvisaciones y de arbitrarias interpretaciones en todas las cuales se buscaba, ante todo, llamar la atención de los fieles. Todo el mundo buscaba asombrar con algo nuevo.
Así es como se fue dando paulatinamente entrada al teatro en la Liturgia.
Fueron apareciendo vistosos desfiles procesionales de ofrendas en el ofertorio de la Misa, acompañados frecuentemente de las danzas y ritos típicos de cada lugar; y sin que faltaran agradables muchachas jóvenes ejecutando danzas litúrgicas delante de la procesión de ofrendas. También se pusieron de moda las aparatosas y pomposas paradas, en las que se llevaba el Evangeliario con los brazos en alto ante los fieles para la lectura del texto evangélico del día. Sin olvidar las ostentosas lecturas de los textos litúrgicos por parte de seglares que ejercían su función con voz engolada y convencidos de que su momento era la parte esencial de la Misa.
En diversos lugares se escenificaron las lecturas litúrgicas de la Misa en forma de auténtico espectáculo. Como el de que, llegado el momento de la lectura de la Epístola, se hacía un silencio al tiempo que entraba un mensajero por la puerta del templo con un papel en las manos y gritando: ¡Carta de Pablo, Carta de Pablo…! Se sabe de un celebrante, feroz adicto del pacifismo, que hacía el gesto espectacular de romper un rifle de madera durante la homilía. Hubo lugares en los que se sustituyeron los textos litúrgicos bíblicos por lecturas de artículos de prensa o de escritores del momento (generalmente de ideología de izquierdas), considerados seguramente más aptos como alimento espiritual de los fieles. Por su parte, los Movimientos Carismáticos y Neocatecumenales pusieron de moda gestos y expresiones muy peculiares en diversas partes de la Misa (brazos en alto, asimiento de manos, voces y gritos espontáneos…, impulsados todos ellos por el soplo del Espíritu). Se generalizó la celebración del Santo Sacrificio en lugares extraños fuera de los templos, utilizando panes fermentados de alimentación de tamaño grande y vasos sagrados de materiales baratos y de baja calidad. En la Víspera de Navidad, acabada la llamada Misa del Gallo, se daba a besar a los fieles al Niño Jesús según la costumbre inmemorial; sólo que esta vez no besaban los fieles imagen del Niño, sino un infante recién nacido y casi desnudo: ¡Basta ya de símbolos sin vida!, decía el cura enardeciendo a sus fieles. Ni corresponde hablar aquí acerca de los comentarios sarcásticos y hasta escabrosos que muchos fieles hicieron al respecto.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XV después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 7: 11-16)
El evangelio de hoy nos presenta el relato de la resurrección del hijo de la viuda de Naim. Un episodio conmovedor en el que vemos a Jesús enfrentado con la muerte y el dolor de aquella mujer.
El hombre se enfrenta ante la muerte como ante un suceso que no puede evitar; en cambio Cristo se enfrenta ante ella como el señor de la vida y la muerte.
Cristo le dice a la mujer: “No llores”, pues para Él, el llanto de esta mujer no tiene sentido.
Para nosotros, la muerte puede llegar en cualquier momento, un momento que nunca esperamos ni sabemos. La muerte es el momento decisivo de la existencia humana, pues nos enfrentamos ante la verdad y ante la justicia; es el momento en el que se define el destino eterno de cada uno de nosotros.
La Justicia eterna e infinita de Dios ha de cumplirse; y es en el momento de la muerte cuando nos tenemos que enfrentar ante de ella.
En el momento actual en el que nos ha tocado vivir hay un clamor general, pues la Justicia ha sido pisoteada y burlada; en cambio la muerte es la que hace que esa justicia y esa verdad se cumplan. Clamor general de los millones de niños abortados, clamor general por una juventud que ha sido destruida e idiotizada, clamor general por el atentado a la dignidad del hombre y en especial de la mujer.
Clamor general porque se han destruido la familia, el matrimonio, los sacramentos, incluso el mismo sacerdocio. El mundo entero ha sido convertido en una manada de borregos dirigidos por un gobierno universal.
Y nos encontramos también con el hecho asombroso de la apostasía general de la misma Iglesia. Una jerarquía que está desprestigiada y que en gran parte ha renegado de su fe…
Lo que está ocurriendo ya en nuestro mundo es un castigo de Dios. La humanidad vive en estado de miedo y terror.
¡Mujer, no llores! El sentido de la muerte es totalmente diferente para uno que es cristiano que para uno que no tiene fe. Para el discípulo de Cristo, la muerte tiene un sentido glorioso. Nuestra muerte fue destruida por la muerte de Cristo, para que así vivamos una vida nueva. Para el cristiano, la muerte es la consumación de esta vida y el comienzo de una vida nueva.
La muerte para un cristiano es el final de otro sueño: la vida. Una vida humana que sueña con unirse a Cristo. Ese es el sentido real de la muerte para un cristiano.
3. Donde se hace un breve resumen de la evolución sufrida por la idea del teatro en la mentalidad de la Iglesia, desde sus primeros tiempos hasta nuestros días.
La época clásica miró con desprecio al teatro y consideró a los actores como gentes de baja ralea. Incluso Platón fue uno de los más ilustres enemigos del mundo de la escena.
En cuanto al Cristianismo, es sabido que la Iglesia primitiva (con los Concilios y los Padres a la cabeza) mantuvo contra el teatro una constante hostilidad. Tertuliano (De Spectaculis) y San Agustín (Enarrationes in Psalmos, De Fide et Operibus, De Vera Religione, etc.) fueron quizá, entre otros muchos, sus más encarnizados detractores. En realidad la enemiga duró hasta pasado el siglo XVII (incluyendo a personajes como Bossuet), a pesar de la existencia de períodos contradictorios de consideración e incluso de cooperación.
Es de notar, como importante curiosidad histórica, el hecho de que, en plena Edad Media, Santo Tomás fue uno de los escasos teólogos que sostuvieron la honorabilidad del teatro y del oficio de los actores, siempre que se tuviera en cuenta la moralidad (Summa Theol. II–II, q. 168, a. 3). E incluso defendió la licitud de los estipendios recibidos por los actores que actuaban honradamente (II–II, q. 87, a. 2, ad. 2).
El estudio detenido de las razones que motivaron todo este movimiento de ideas no es de este lugar. Puede decirse que, en general, desde la época clásica y primeros tiempos de la Iglesia, los elevados grados de inmoralidad alcanzados por el teatro fueron los causantes de la multitud de prohibiciones lanzadas contra él. En realidad estaba aquí involucrado el complejo y lascivo mundo dionisíaco, con sus bacanales, sus cultos fálicos y sus representaciones escénicas profundamente obscenas. Sin olvidar el sangriento y cruel espectáculo de los juegos circenses. No es de extrañar que la Reforma no fuera menos hostil al teatro que el Catolicismo.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XIV después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Mt 6: 24-33
El Señor nos dice en el evangelio de hoy que no podemos servir a Dios y a las riquezas. ¿De qué riquezas habla nuestro Señor? Es todo aquello que nos absorbe y nos preocupa demasiado, hasta el punto que nos hace olvidar a Dios. En este sentido, Dios y las riquezas son incompatibles.
Dios es nuestro último fin. Hemos nacido para amar y para ser amados. Dios es nuestro último fin. Si nos dejamos absorber por las cosas materiales, nos olvidamos de Dios.
Este es pues un principio cristiano que hemos olvidado. ¡Cuántas órdenes religiosas que se han corrompido por buscar las riquezas! Ellos creían que las riquezas les iban a ayudar a extender el mensaje de Cristo; pero la realidad ha sido muy diferente. De hecho, la enseñanza de Cristo es totalmente contraria: “Cuando vayáis a predicar, no llevéis ni oro ni alforja…” Si abrazamos las riquezas damos la espalda a Dios.
Por otro lado, el cristiano no puede ser amigo de este mundo. Como nos dice Santiago: “Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con este mundo es enemistad con Dios?” Hemos dejado las enseñanzas de Cristo para abrazar las de los falsos profetas que lo único que quieren es nuestra perdición.
Cristo nos habla de que no nos hemos de preocupar demasiado por las cosas de este mundo, aunque el problema hoy día no es preocuparnos demasiado sino habernos dejado absorber por las cosas de este mundo con el consiguiente rechazo de Dios.
Las consecuencias de este modo de proceder son inevitables y lógicas: la opción por las riquezas nos lleva al abandono de Dios. El abandono de Dios nos conduce a despreciarle; y el desprecio a la apostasía. Es decir, los cristianos ya no somos cristianos sino “anticristianos”.
La apostasía universal es ya un castigo de Dios. ¿Habrá castigo mayor que el haber renegado de Él? Millones de católicos ya no son católicos. Se han dejado engañar voluntariamente, y como consecuencia son culpables. Miles de cristianos van camino del infierno todos los días.
Al dar la espalda a Dios, nos quedamos sin Dios; y si nos quedamos sin Dios, nos quedamos sin el amor. El hombre necesita el amor más que el oxígeno para respirar. Así pues, en el castigo llevamos la penitencia.
El abandono de Dios está llevando a resultados extremos: invasión del Islam, el aborto. La amistad con el mundo siempre lleva a la enemistad con Dios.
Los tiempos actuales son de persecución muy dura; más que la de los primeros siglos. Pero los tiempos de persecución son también tiempos de santos, tiempos de esperanza. “Cuando veáis que sucede todo esto, levantad vuestras cabezas, pues se acerca vuestra liberación”.
Cuando contemplo este ambiente de persecución, confusión y traición, yo me siento más animado por el amor de Cristo y por el deseo de encontrarme con Él en el cielo.
2. Donde comienza a exponerse el estado de la cuestión,
y donde se habla de algunos de los antecedentes
que dieron lugar a la aparición del “show” como expresión y contenido de la fe.
Pocos se darán cuenta de que en el fondo de todo esto yace oculto el viejo problema de la sustitución del ser por el parecer; o si se prefiere, por el aparecer. Dicho con otras palabras, nos encontramos aquí ante un viejo problema filosófico que además es muy grave.
Habrá quien pensará que exageramos y sacará a colación el conocido dicho de que no es para tanto. Lo cual no es sino una forma como cualquier otra de despachar los asuntos sin cogerse los dedos. Sin embargo, nada mejor para contrarrestar tales modos de pensar que comenzar con un ejemplo emblemático. Y puesto que los ejemplos son esclarecedores por definición, pueden servir para comprender mejor el problema, e incluso como herramienta para centrar el tema y ser utilizada como punto inicial de discusión.
Todo el mundo conoce las tendencias de la moderna teología. La mayoría de las cuales, aceptadas y seguidas por la Jerarquía eclesiástica, han enviado al desván de los trastos y trebejos inútiles la metafísica del ser. Hoy es lo común y normal encontrar Pastores que no conocen otras filosofías que las personalistas y fenomenológicas. Suponiendo que conozcan alguna filosofía. No tiene sentido, por lo tanto, negar que la teología del momento ha sido invadida por un idealismo que, partiendo de Descartes como su punto fuerte, pasando por Kant y Hegel, llega hasta la filosofía práctica de Marx, a la fenomenología de Husserl, y a las doctrinas componedoras de Hartmann y Scheler que en realidad no componen nada. Y justo es reconocer que los adeptos a tales filosofías también se vanaglorian de serlo.
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XIII después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 17: 11-19)
En este pasaje vemos cómo Jesús curó a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para darle gracias.
1.- Les dice que vayan a presentarse a los sacerdotes para cumplir lo que estaba prescrito en la ley. El Señor deja claro la necesidad de atenerse al cumplimiento de la ley. En muchos pasajes de los evangelios está reflejada la voluntad de Jesús de cumplir con las leyes (caso de la mujer adúltera, el tributo al César, el tributo al templo…). Ello se debe al hecho de que las leyes humanas (positivas) tienen como base las leyes naturales, y estas a su vez, las leyes divinas. Cuando el hombre prescinde del cumplimiento de las leyes divinas, luego también prescinde de las humanas y al final, incluso de las mismas leyes dadas por el hombre, acabando todo en el caos y la tiranía.
Y no hablemos también del ámbito eclesiástico. Se ha ridiculizado y eliminado el magisterio anterior al Vaticano II; y en cuanto al magisterio posterior al Vaticano II, nada tengo que decir, pues también vosotros lo conocéis. Los dogmas, sacramentos, las leyes litúrgicas… han sido eliminados.Frente a ello, el Señor insiste en la necesidad de observar la ley; es más, Él es el primero en cumplirlas.
2.- De los diez leprosos que fueron curados, sólo uno volvió para darle gracias. El agradecimiento es una actitud de amor ante aquél que nos ha hecho un bien. Tenemos que ser agradecidos con Dios por todo lo que ha hecho por nosotros: Nos sacó del abismo y nos transformó en sus hijos; restituyó nuestra dignidad; nos enseñó a ser hombres e hijos de Dios; dió sentido a nuestra vida; nos enseñó a ser honrados, dignos, veraces, libres. Yo sólo conocí el amor cuando conocí a Cristo. Me enseñó el valor del trabajo…
Dejemos de ser meros espectadores de este mundo y comprometámonos con Cristo. Él lo ha hecho todo por mí; y en cambio, yo ¿qué he hecho por Él? Tenemos que ser agradecidos.
El mundo entero se está descomponiendo y hundiendo a nuestro alrededor. Frente a todo esto queda nuestra confianza en Él y en sus palabras. ¡He aquí que vengo pronto y conmigo mi recompensa!
1. De cómo se puede hacer para que lo blanco parezca negro y viceversa.[1]
Los objetos que se ofrecen a nuestro conocimiento, o los sucesos de los que nos apercibimos, no siempre son lo que parecen ni siempre parecen lo que son. Lo cual ocurre a menudo por la simple naturalidad de las cosas, para cuyo conocimiento hemos de contar con las limitaciones de nuestro entendimiento y de nuestra capacidad de percepción. Vemos algo determinado, lo consideramos, lo clasificamos y lo encasillamos; pero sucede con frecuencia que nos equivocamos en nuestra estimación, sencillamente y sin más.
Tampoco es raro que el engaño se produzca a causa de nuestras propias estupideces, que parecen poseer cierta tendencia a sumarse a nuestra de por sí escasa capacidad intelectiva.
Pero el error en nuestras apreciaciones no siempre proviene exclusivamente de las limitaciones o defectos personales que afectan a nuestras capacidades perceptivas e intelectivas. De hecho también puede ser causado por algún agente exterior ajeno a nosotros. Y por extraño que parezca, esta fuente de confusión es la que interviene con mayor frecuencia en nuestra vida.
Sea como fuere, sin embargo, muchos de los que son engañados han puesto previamente algo por su propia cuenta, aunque en grado suficiente para hacerlos más o menos culpables del error. Pues el que obra según la verdad, viene a la luz.[2] No parece exagerado decir que ser víctima del engaño supone en muchos casos una cierta complicidad con la mentira. Para un cristiano, por ejemplo, la fidelidad a la Palabra de su Señor lleva consigo la garantía de alcanzar el conocimiento de la verdad; para llegar desde ahí a la consiguiente y auténtica liberación (Jn 8: 31–32).
Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas
Domingo XII después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 10: 23-37)
Como sacerdote anciano, vivo con profundos sentimientos, unos de esperanza y de deseo del cielo; y otros de pena profunda porque este mundo y esta Iglesia que han apostatado de Dios.
¿Cómo es posible que tantos cristianos hayan apostatado de su fe para seguir una religión diferente propugnada por falsos profetas? ¿Acaso estos falsos profetas tienen más autoridad que Dios? No se entiende esta actitud, sino por la existencia de Satanás y la debilidad del hombre.
Hay otros que han sido atrapados por las cosas del mundo, en especial por el sexo y por el dinero. Vivimos en un mundo pansexualizado que ha degradado el verdadero amor y al verdadero hombre. Las almas se han vaciado de contenido y viven angustiadas, entonces acuden al sexo buscando alegría. ¿Acaso el sexo es capaz de llenar el vacío que produce la pérdida del auténtico amor?
También nos encontramos a cristianos, o no, que han decidido por un acto de la voluntad propia, que Dios no existe. Hay muchas pruebas de la existencia de Dios; pero no hay prueba alguna para demostrar que Dios no existe. Cuando un hombre decide por sí mismo que Dios no existe, nunca es un acto de la razón, sino de la voluntad. Esto es una prueba de hasta dónde puede llegar la voluntad humana cuando no está guiada por la razón.
¡Cuántas veces le he pedido yo perdón al Señor por mis pecados y Él me ha respondido: tus pecados ya fueron perdonados, ahora hablemos mejor del amor! La misericordia de Dios se vuelca sobre nosotros para hacernos el bien; pero para poder ser misericordioso tiene que ver en nosotros arrepentimiento y amor. La misericordia siempre tiene como telón de fondo el amor. Es imposible que Dios ejercite su misericordia si previamente no hay amor recíproco, de Dios al hombre y del hombre a Dios; y para que el hombre pueda manifestar a Dios su amor, tiene primero que arrepentirse. Si no hay arrepentimiento, no puede haber amor; y si no hay amor, tampoco puede haber misericordia.
El hombre moderno está vacío, pero él piensa que está en un momento bello de la historia, la famosa primavera de la Iglesia. Cuando presencio el fracaso absoluto de la juventud moderna, que cree haber encontrado la felicidad en el sexo, en la droga o en los congresos de las juventudes católicas (y todos sabemos lo que es eso). Estos jóvenes no tienen horizontes y además desconocen el sentido de la existencia. Esta juventud fracasada y hundida no está con el papa, sino con el sexo y la droga. Sólo el auténtico Cristo es quien puede revolucionar y a desafiar a los jóvenes. Sólo Cristo puede llenar nuestro corazón.