DOS MUESTRAS DE LA “PROFUNDIDAD VOCACIONAL” DE LA IGLESIA CONCILIAR
Y alguno se enojará… Y si se enoja, mejor. Porque hay dos modos de enojarse con esto. O se enoja por el tono de la crítica, o a causa de lo que se critica. No importa. Estas cosas no deben pasar desapercibidas. Parecen menores a tenor de los disparates “pontificios” o “episcopales”. Sin embargo no son más que el “certificado de vida” que tiene la iglesia conciliar.
Como nos enseña el “mundo moderno”, es decir el “espíritu del mundo”, lo más importante en esta vida es la autorrealización. ¿Qué cosa es eso? Dificil de definir. Sin embargo, todos saben de qué estoy hablando. El mundo aplaude cada detalle de esto conocido como autorrealización que sería como la verdadera corona de la vida.
Es más, sin ella, la vida es… nada. Una vida perdida. Una vida sin sentido. Autorrealizarse debe ser la gran meta de cada persona, “derecho” inapelable, meta soñada, paraíso en la tierra.
Y si hablamos de personas del sexo femenino… DOBLE DERECHO. Quien ose hablar contra esto u obstaculizarlo, no solo atacará el “derecho fundamental” de autorrealizarse sino que comete un “atentado de género”. Crimen imperdonable para la mentalidad que va ganando terreno de manera aplastante, fogoneado por los poderosos de este mundo, que son los multiseculares enemigos de Cristo.
Dicho esto, a modo de pequeño prefacio, dos mujeres, dos monjas, dos religiosas se “autorrealizan” regocijándose en el mundo:
1º CASO: LA MONJA NINJA

Con casi 60 años, la hermana Linda Sim, de las Franciscanas Misioneras de la Divina Maternidad, muestra una forma física envidiable, hasta el punto de que el pasado mes de julio ganó una medalla de plata en un campeonato internacional de taekwondo “poomsae” en Seúl, impresionando a los jueces del país origen del taekwondo por su maestría y capacidad de concentración.
Poco podía imaginarse ella en los años 80, cuando dirigía un hospital misionero en Zimbabwe, que conseguiría cumplir su sueño de adolescencia ya en su madurez y aún como religiosa y misionera: representar a su país, Singapur, y conseguir una medalla en un evento deportivo internacional.
De niña, a los 7 años, la pequeña Linda quería ser militar. Alguien le dijo que no le dejarían, yempezó a pensar en servir en el mejor “ejército” de todos: el ejército de Dios, la Iglesia.
Mientras llegaba el momento, en 1971 se apuntó a unos cursos de artes marciales que se impartían en la parroquia de San Vicente de Paúl de Singapur. Ahí se enamoró del taekwondo.
“Mi padre no quería que yo hiciera artes marciales, pero mi madre sí me acompañaba a todas partes. Cuando me golpeaban en la cabeza, ella cerraba los ojos y no los abría hasta finalizar el combate”, recuerda la hermana Linda.
Durante 7 años se volcó en el deporte y consiguió su cinturón negro.
En 1978 se reforzó la llamada de Dios y entró en el noviciado de una congregación misionera, las Franciscanas de la Divina Maternidad.
Y formulados los votos, la enviaron al continente de misión por excelencia: África. Dirigió un hospital durante 3 años en Zimbabwe.
Luego fue enviada a Inglaterra, a trabajar en el fomento de vocaciones y la formación de novicias. Vivió allí 17 años y en 2004 volvió a Singapur.
En todo este tiempo, se mantuvo muy disciplinadamente en forma practicando por su cuenta el taekwondo “poomsae”, una variante que consiste en efectuar movimientos técnicos contra un adversario imaginario, ideal para la práctica en solitario. Los jueces puntúan la calidad técnica y de concentración, y en Corea es muy popular.

Y la hermana logró su medalla
Fue años después, en julio de 2013, cuando Linda consiguió su medalla de plata en Corea del Sur, en un open internacional: “Pensé que ya era demasiado vieja, pero al parecer no lo soy todavía”, comenta divertida.
Y asegura a los periodistas que la entrevistan que está encantada de haber seguido su inspiración de la infancia: servir “en el ejército de Dios”.
2º CASO: LA MONJA POPSTAR


Clic en la imagen para ver el video.
Una monja de 25 años sorprende en la versión italiana del programa La Voz (The Voice)gracias a una interpretación en las audiciones a ciegas del tema No One de Alicia Keys, que dejó atónitos a los miembros del jurado, compuesto, entre otros, por la polifacética cantante Rafaella Carrà.
Durante la última emisión del programa, celebrada anoche, todos los componentes del jurado giraron sus sillas ante la actuación de sor Cristina Scuccia y fue la propia Carrà la primera en preguntar, llena de incredulidad, si la joven novicia era “verdaderamente” una monja.
“Soy una monja totalmente verdadera“, respondió Scuccia, quien especificó que es de origen siciliano.
Inmediatamente después, Carrà preguntó a la concursante cómo se le había ocurrido ir al programa, a lo que la monja respondió: “Porque tengo un don y te lo doy”.
Una respuesta que arrancó un enfervorizado aplauso entre el público.
Scuccia aseguró entre risas que se espera una llamada del papa Francisco por su intervención en el popular programa.
“Él (Francisco) nos invita a salir y a evangelizar, a decir que Dios no nos quita nada, sino que incluso nos da todavía más”, dijo, tras lo que sobrevino una nueva aclamación por parte de los espectadores.
La monja se refería a la conocida afición del papa a telefonear por sorpresa, como cuando llamó a su quiosquero de Buenos Aires para que no le guardara más el periódico o a las Carmelitas Descalzas de Lucena (Córdoba) para desearles un feliz Año Nuevo.
Los cuatro miembros del jurado intentaron de manera animada convencer a la religiosa para que escogiera sus equipos.
Finalmente Scuccia se decantó por el del rapero italiano J-Ax, “por ser el primero que se dio la vuelta”.
“Tú y yo somos imbatibles. ¿Sabes por qué? Somos el diablo y el agua bendita. ¡Ven conmigo!”, fue el mensaje de J-Ax para su nueva compañera de concurso.
El Diablo le dice: ven conmigo… y ella fue.
Fuente:
http://radiocristiandad.wordpress.com/
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