Modo de rezar el Vía Crucis

en la Iglesia u oratorio público

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Para gozar de las inmensas ventajas y copiosísimas indulgencias de tan pía devoción, hay que observar las cosas siguientes:

1ª Que el Vía-Crucis esté erigido con las debidas facultades y requisitos. No basta la licencia general de bendecir cruces e imágenes; es preciso estar especialmente autorizado para aplicar las indulgencias del Vía-Crucis, y todavía esta autorización no se otorga de ordinario para aposentos privados; pues aun para ponerlo en oratorios privados y fuera de la Iglesia, se necesita un rescripto especial de la Santa Sede.
2º No son necesarios cuadros; pero sí cruces, y cruces verdaderas de madera, y no pintadas en la pared(14 junio 1815). Los cuadros, no obstante, siendo devotos, son los que más hablan al corazón.
3º El instrumento o escritura de la erección, es decir, instrumentum o documentum, como lo llama la Sagrada Congregación, que acredite haberse erigido el Vía-Crucis con la facultades y las formalidades prescritas, parece no sólo conveniente, sino aun necesario.
4º Como toda indulgencia plenaria quiere la gracia y amistad divina, si tienes en la conciencia alguna falta grave, comienza haciendo un fervoroso acto de contrición.
5º Únete en espíritu a nuestro divino Redentor cuando iba con la Cruz a cuestas, y haz intención de ganar las indulgencias concedidas a tan piadoso ejercicio.
 6º Muda de lugar a cada estación, a no ser que no puedas hacerlo, por estar llena de gente la Iglesia.

7º Sobre todo, medita el paso correspondiente de la Pasión, y si no lo sabes, piensa por lo menos en los padecimientos de nuestro dulcísimo Redentor.

8º Di a cada estación un Padre nuestro, Ave María y Gloria, y cinco en honor de las cinco Llagas de Jesuscristo al fin de las catorce estaciones; sin olvidarte de pedir también por la intención del Sumo Pontífice.

El besar la tierra, rezar las estaciones que se hayan en los devocionarios, y los mismos Padre nuestros, si bien son prácticas saludables y santas, no son requisitos esenciales para ganar las indulgencias. Así lo declaró la Sagrada Congregación,de Indulgencias en 3 de abril de 1751…
Aunque muchos aseguraban que podía interrumpirse el Vía-Crucis, sin perder por esto las indulgencias, con tal que se hiciese todo entero en un día, sin embargo, la santa Sede decidió lo contrario (Sagrada Congregación en 14 dic. 1857 y Pío IX en 1858).

REQUISITOS para ganar en casa las indulgencias del Vía-Crucis.

Sucederá muchas veces estar uno física o moralmente imposibilitado de visitar los templos o calvarios, donde se halla canónicamente erigido el Vía-Crucis; pero tanta es la liberalidad de la santa Iglesia, que hasta entonces franquea sus tesoros, y nos permite ganar las indulgencias por medio de un Crucifijo, con tal que concurran las circunstancias siguientes:

1ª Que el Crucifijo esté bendecido por un sacerdote autorizado (además de los franciscanos, explican en otros devocionarios) por el Sumo Pontífice para aplicarle las indulgencias del Vía-Crucis.

2ª Que por enfermedad, u otro impedimento legítimo, no se pueda ir a la Iglesia o al oratorio público, donde está el Vía-Crucis canónicamente erigido. 

3ª Que con el corazón contrito, y teniendo dicho santo Crucifijo en la mano, se recen veinte Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patris, a saber, uno por cada estación, cinco en honor de las cinco llagas de Jesús crucificado, y otro a la intención del Sumo Pontífice.- Así lo dijimos en otras ediciones; mas no sabíamos que Pío IX hubiese concedido en 18 de diciembre de 1877 que, si no podía el enfermo rezar fácilmente los Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patris, pudiese suplir con un acto de contrición, o con el verso del Tedeum: Suplicamoste, pues, Señor, que socorras a tus siervos, que redimiste con tu Sangre preciosa.


VÍA.CRUCIS

Por la señal de la Santa Cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.

Oración preparatoria

Oh amabilísimo Jesús mío; heme aquí postrado ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia a favor de tantos pecadores infelices, de las benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia universal. Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias, con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Vía-Crucis. Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en sufragio de  los difuntos a quienes tengo más obligación.

Y tú, afligidísima Madre m-ia; por aquella amargura que inundó tu Corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al Calvario, haz que se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces animada. Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación del pecado, y valor para que, abrazando la Cruz, siga las huellas de tu amable Jesús. No me niegues esta gracia, oh Madre mía; haz que, tomando ahor parte en tu dolor, logre un día acompañar a tu Hijo en el triunfo de la gloria. Amén.

Primera estación

JESÚS CONDENADO A MUERTE

 

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V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum.

¿Lo ves alma cristiana? Está el inicuo juez sentado  en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, juez de vivos y muertos, llenos de confusión, las manos atadas como facineroso, oyendo la más injusta e ignominiosa sentencia. ¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, autor de la vida, condenado a muerte! Vos, la inocencia y santidad infinita, condenado a morir en un infame patíbulo , como el más insigne malhechor! ¡Ay!, ¡qué amor tan grande el vuestro, y que ingratitud monstruosa la la mía, pues os condeno a muerte cada día! ¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite… por un mezquino  interés… por un puntillo de honra… por un qué diran!

Perdonadme, dulcísimo Jesús  mío; y por esta inicua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecían mis pecados. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.

+V. Miserere nostri, Domine.

+R. Miserere nostri,

+V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.

+ R. Amen. 

Por mí, Señor, inclinas

El cuello a la sentencia;

Que a tanto la clemencia

Pudo llegar de Dios.

Oye el pregón, oh Madre,

Llevado por el viento;

Y al doloroso acento

Ven del Amado en pos.

 

Llevemos animosos

Las cruces abrazadas,

Sigamos sus pisadas

Con llanto y compasión.

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Vía Crucis


Origen y excelencia de esta devoción

Apenas se hallará práctica más agradable a Dios, más útil y meritoria que la del Via Crucis.

Esta, dice el Papa Benedicto XIV, es una de las principales devociones del cristiano, y medio eficacísimo, no sólo de honrar la pasión y muerte del Hijo de Dios, sino también de convertir a los pecadores, enfervorizar a los tibios y adelantar a los justos en la virtud.

En ella meditamos el doloroso camino que anduvo Jesús desde el pretorio de Pilatos hasta el monte Calvario, donde murió por nuestra Redención.

Dio principio a esta devoción la Virgen Santísima; pues, según fue revelado a Santa Brígida, no tenía mayor consuelo que el recorrer los pasos de aquel sagrado camino regado con la sangre de su preciosísimo Hijo.

Pronto innumerables cristianos siguieron su ejemplo, según atestigua San Jerónimo: y así ¡cuantos peregrinos surcaban mares y exponían la vida para ganar las muchas indulgencias con que la Iglesia había enriquecido los santos lugares de Jerusalén!

Mas viendo esta solícita Madre, por una parte el copioso fruto que de tan pía devoción sacaban los fieles, y por otra la imposibilidad en que muchos se hallaban de emprender viaje tan largo y peligroso, varios Sumos Pontífices, en particular Clemente XII, Benedicto XIII y XIV, y León XII, franqueando largamente los tesoros de la Iglesia, concedieron que, visitando las Cruces bendecidas con especial facultad del Sumo Pontífice y autorización del Prelado diocesano, ganasen los fieles las mismas indulgencias que habían concedido a los lugares santos de Jerusalén.

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MODO BREVE DE HACER EL VÍA CRUCIS

Los que hicieren devotamente el Vía Crucis pueden conseguir:

1) Indulgencia Plenaria cuantas veces lo hicieren.

2) Otra Plenaria si en el mismo día, en que lo hicieron o bien dentro del mes,

realizado 10 veces el Via Crucis, se acercaren a la Sagrada Comunión.

3) Indulgencia de 10 años por cada una de las Estaciones si comenzando el ejercicio, se hubiere de interrumpir por cualquier causa razonable.

Para ganar estas indulgencias se requiere como condición indispensable la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y el trasladarse de una estación a otra, salvo el caso de que se haga en común por todos los fieles que están en la iglesia, pues entonces basta ponerse en pie y arrodillarse en cada estación

Conviene advertir que el rezar en cada una de las Estaciones el Adoramus te Christe, etc. los Padrenuestros y Avemarías con el Miserere nostri, Domine, etc., es tan sólo piadosa y laudable costumbre, pero no es necesario para ganar las Indulgencias, para lo cual basta meditar en la Pasión de Jesús.

Los que, por enfermedad u otra causa, se hallaren impedidos de recorrer las estaciones del Via Crucis, pueden ganar las indulgencias rezando 14Padrenuestros, Avemarías y Gloria, junto con la meditación de la Pasión; además, otros 5 Padrenuestros, Avemarías y Gloria, a las LLagas de Jesús; y uno según la intención del Sumo Pontífice, teniendo entre las manos un Crucifijo bendecido por un sacerdote que tenga la facultad de aplicar dichas Indulgencias.

Si no pudieren rezar todos los Pater-Ave y Gloria prescriptos para la Ind. plenaria ganarán una parcial de 10 años por cada Pater-Ave y Gloria. Los enfermos que no puedan hacer el Via Crucis en la forma ordinaria ni en la arriba indicada lucran las mismas indulgencias con tal que con afecto y ánimo contrito besen o contemplen el Crucifijo bendecido para este fin, que les fuera mostrado por el sacerdote u otra persona y recen si pueden alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de J. C. Nuestro Señor. (Clemente XIV, Audiencia 26 Enero 1773; S.C: Indulg. 16 Sept. 1859; S. Penit. Apost. 25 Marzo 1931; 20 Oct. 1931 y 18 Marzo 1932)

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Ejercicio preparatorio

V) Adoramus te, Christe, et benedícimus tibi.

R) Quia per sanctam crucem et mortem tuam redemisti mundum.

OREMUS

Respice, quaesumus Domine super hanc familiam tuam, pro qua Dominus noster Jesus Christus non dubitavit manibus tradi nocentium et Crucis subíre tormentum. Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.

R) Amen.

Acto de contrición

¡Oh Dios y Redentor mío! vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.

V) Miserere nostri, Domine.

R) Miserere nostri.

Madre llena de aflicción,

de Jesucristo las llagas grabad en mi corazón.

Stabat Mater dolorosa,

juxta crucem lacrymosa,

dum pendébat Fílius.

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Oración preparatoria

Por la señal de la santa cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.

Oh amabilísimo Jesús mío, heme aquí postrado ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia en favor de tantos pecadores infelices, de las benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia universal.

Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Via Crucis.

Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en sufragio de los difuntos a quienes tengo más obligación.

Y tú, afligidísima Madre mía, por aquella amargura que inundó tu corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al Calvario, haz se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces animada.

Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación del pecado, y valor para que abrazando la cruz, siga las huellas de tu amable Jesús.

No me niegues esta gracia, oh Madre mía; haz que tomando ahora parte en tu dolor logre un día acompañar a tu Hijo en el triunfo de la gloria. Amén.

Al ir de una estación a otra, unos cantan el Jesu, Rex mitis, o las preces de la Pasión, otros una estrofa del Stabat Mater; pero nada mueve ni entusiasma tanto al pueblo como el Perdon, oh Dios mío, o estas estrofas cantadas con pausa y devoción.

Su autor fue el P. Ramón García, de la Compañía de Jesús; y el estribillo común a todas las estaciones es el siguiente:

Llevemos animosos

Las cruces abrasadas;

Sigamos sus pisadas

Con llanto y compasión.

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PRIMERA ESTACIÓN

Jesús condenado a muerte

V) Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

V) Te adoramos, Señor, y bendecimos.

R) Quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum.

R) Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

¿Lo ves, alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un fascineroso, oyendo la más ignominiosa sentencia.

¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, Autor de la vida condenado a muerte!

¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, condenado a morir en un infame patíbulo, como el más insigne malhechor!

¡Qué amor tan grande el vuestro, y qué ingratitud tan monstruosa la mía, pues os condeno de nuevo a la muerte cada día!

¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite… por un mezquino interés … por un qué dirán!

Perdonadme dulcísimo Jesús mío; y por esa inícua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecerían mis pecados.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, Domine.

Ten, Señor, piedad de nosotros.

Miserere nostri.

Piedad, Señor, piedad.

Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.

Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

Amen.

Por mi, Señor, inclinas

El cuello a la sentencia;

Que a tanto la clemencia

Pudo llegar de Dios.

Oye el pregón, oh Madre,

Llevado por el viento

Y al doloroso acento

Ven del Amado en pos.

LLevemos, etc.

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SEGUNDA ESTACIÓN

Sale Jesús con la cruz a cuestas


Adoramus te, Christe, etc, como en la primera estación.

¡Y queréis, inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo, cual otro Isaac, el instrumento del suplicio!

¡Estáis exausto de fuerzas!

¡Vuestras espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes!
¡La cruz es larga y pesada!

¡Y cuanto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo! …

Sin embargo, la aceptáis, y besándola la abrazáis y lleváis con inefable ternura por mi amor.

¿Y aborrecerás tú, pecador, la ligera cruz que Dios te envía?

¿Querrás tú ir al cielo por los deleites y regalos, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dolorosísimo camino de la cruz? …

Reconozco mi engaño, Salvador mío, enviadme penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc. como en la primera estación.

Esconde, justo Padre,

La espada de tu ira.

Y al monte humilde mira

Subir el dulce Bien.

Y tú, Señora, gime

Cual tórtola inocente;

Que tu gemir clemente

Le amansará también.

Llevemos, etc.

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TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez

Adoramus te, Christe, etc.

No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la cruz.

Lo que me pasma y hace llorar a los Angeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos.

Si cae un vil jumento se le tiene compasión, lo ayudan a levantarse.

Pero cae el Rey de los cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor…

¿Y qué hacíais, en qué, pensábais entonces, dulce Jesús mío? … En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría.

Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio.

¿No estás todavía satisfecho?…

¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas?

Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes sobre mí.

No, Jesús mío, no; antes morir que volver a ofenderos.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Oh pecador ingrato

Ante tu Dios maltratado,

Ven a llorar herido

De contrición aquí.

Levántame a tus brazos,

¡Oh bondadoso Padre!

Ve de la tierna Madre

Llanto correr por mí

Llevemos, etc.

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CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su Sma. Madre

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo!

¡El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal! ¡Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús!

¡Los soldados y sayones en dos filas y en medio de dos malhechores! …

¿Le conoces, oh Madre amantísima? ¿es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los cielos y la alegría de los Ángeles?

¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo nació en Belén?

¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces le adoraban?

¿Qué se han hecho los Espíritus celestiales que entonces entonaban himnos de alabanza?

¡Qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de lágrimas y sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga!

¡Oh, María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Madre la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a este ingrato, a este pecador a este monstruo, causa de tanta amargura.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Cercadla, Serafines,

No acabe en desaliento,

No muera en el tormento

La Rosa virginal.

¡Oh acero riguroso!

Deja su pecho amante

Vuélvete a mi cortante,

Que soy el criminal.

Llevemos, etc.

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QUINTA ESTACIÓN

Jesús ayudado por el Cirineo

Adoramus te, Christe, etc.

Temiendo los judíos no se les muera Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran.

Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres y sólo Simón Cireneo acepta este favor y aún por fuerza.

¡Y así te desamparan, oh Jesús mío! ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, los paralíticos y enfermos que sanaste?

¡Y nadie quiere llevar tu cruz!

¡Y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu misericordia, la longitud de tu justicia, la sublimidad de tu poder y lo profundo de tu sabiduría infinita!

¡Oh misterio incomprensible!

Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina; mas pocos gustan de padecer contigo.

Teman, pues, los enemigos de la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Toma la cruz preciosa,

Me está el deber clamando;

Tan generoso, cuando

Delante va el Señor.

Voy a seguir constante

Las huellas de mi Dueño;

Manténgame el empeño,

Señora, tu favor.

Llevemos, etc.

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SEXTA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre; y movida de compasión, quítase la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.

¡Ay! ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh dichosa Verónica, y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca!

¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes?

Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Via Crucis; y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes; y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá en el cielo.

Padre Nuestro, Ave María, y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Tu imagen, Padre mío,

Ensangrentada y viva,

Mi corazón reciba,

Sellada con la fe.

¡Oh Reina! de tu mano

Imprímela en mi alma,

Y a la gloriosa palma

Contigo subiré.

Llevemos, etc.

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SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez

Adoramus te, Christe, etc.

Sí, Jesús cae por segunda vez con la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús.

Parece que el infierno desahogará contra Él todo su furor: mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradición abandonamos el camino de la virtud?

No, no; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la Cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá hasta morir.

¿Y cuándo, Señor, imitaré vuestra heroica constancia?

No siendo coronado, si no el que peleando legítamente persevere hasta el fin, ¿de qué me serviría abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algún día?

Cueste, pues, lo que cueste, quiero, con vuestra gracia divina, amaros y serviros hasta morir.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Yace el divino Dueño

Segunda vez postrado:

Detesta ya el pecado,

Deshecha en contrición.

Oh Virgen, pide amante

Que borre tanta ofensa

Misericordia inmensa,

Pródiga de perdón.

Llevemos, etc.

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OCTAVA ESTACIÓN

Jesús consuela a las mujeres

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué caridad tan ardiente! ¡Olvidando sus atrocísimos dolores, sólo se acuerda de nuestras penas el amante Jesús!

Hijas de Jerusalén, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando; no lloréis mi suerte; llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos.

Pero ¿puede haber objeto más digno de llanto que la pasión y muerte del Hijo de Dios? … Sí, cristiano; hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado.

Pues el pecado es la única causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal, mal infinito de Dios, y de la criatura.

¡Y no obstante tú pecas con tanta facilidad! ¡Y te confiesas con tanta frialdad! ¡Y recaes tan a menudo en el pecado! ¡Y pasas tranquilo días, meses, años, y hasta la vida entera en el pecado!

Padre nuestro Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Matronas doloridas

Que al Justo lamentáis.

¿Por qué, si os lamentaís,

La causa no llorar?

Y pues la cruz le dimos

Todos los delincuentes,

Broten los ojos fuentes

De angustia y de pesar

Llevemos, etc

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NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez

Adoramus te Christe, etc.

¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos resplandor de la gloria del Padre, consuelo de los Mártires, hermosura y alegría del cielo, Vos caído en tierra, primera, segunda y tercera vez! ¿No sois Vos la fortaleza de Dios? …

¿Y qué, hijo mío, no has pecado tú más de dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio? Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados: ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades.

¡Ay! yo caigo por segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas: caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo para que temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del infierno”

Gracias Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dadme fuerza, os suplico, para que me levante por fin del pecado y camine firme y constante en vuestro santo servicio.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Al suelo derribado

Tercera vez el Fuerte,

Nos alza de la muerte

A la inmortal salud.

Mortales, ¿Qué otro exceso

Pedimos de clemencia?

No más indiferencia,

No más ingratitud.

Llevemos, etc.

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DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús despojado de sus vestiduras.

Adoramus te Christe, etc.

Cuando te curan una herida, por fino que sea el lienzo que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¿qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva?

¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras?

Como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a su cuerpo llagado: vienen los verdugos y las arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado…

¿Y en qué pensabais, oh purísimo Jesús, al veros desnudo delante de tanta muchedumbre?

“En ti, pensaba, pecador; en los pecados impuros que sin escrúpulo cometes; por ellos ofrecía yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz.

Sabía cuanto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad criminal; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”

¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con desenfrenada licencia: nunca más pecar.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Tú bañas, Rey de gloria,

Los cielos en dulzura;

¿Quién te afligió, Hermosura,

Dañandote amarga hiel?

Retorno a tal fineza

La gratitud pedía;

Cesó ya, Madre mía,

De ser mi pecho infiel.

Llevemos, etc.

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UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús clavado en la cruz

Adoramus te Christe, etc.

¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor.

Ya le tienden sobre el lecho del dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre: más esto es poco.

Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban la otra mano ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la cruz: los atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos. ¡Qué dolor! ¡Qué tormento!

Todo lo contempla su Madre amantísima; ningún alivio, ni una gota de agua puede dar a Su Hijo: ¿y vive todavía?

¿Y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tormento?

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, etc.

El manantial divino

De sangre está corriendo;

Ven, pecador, gimiendo,

Ven a lavarte aquí.

Misericordia imploro

Al pie del leño santo:

Virgen, mi ruego y llanto

Acepte Dios por ti

Llevemos, etc.

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DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muriendo en la cruz

Adoramus te, Christe, etc

Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el buen ladrón!

Sin embargo, dice a Jesús: Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino; y al instante oye: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina, si quisieses arrepentirte de veras!

Pero si dejas tu conversión para la muerte, ¡ay!, teme no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él: tenía a sus pies a la abogada de pecadores, María Santísima: a su lado estaba Jesucristo, el sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir; oye la exhortación de su compañero: ve toda la naturaleza estremecida; y sin embargo, muere como ha vivido; continúa blasfemando, y se condena eternamente.

No permitas, Jesús mío, que sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para la muerte.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc

Muere la vida nuestra

Pendiente del madero

¿Y yo, como no muero

De amor, o de dolor?

Casi no respira

La triste Madre yerta

Del cielo abrir la puerta

Bien puedes ya, Señor.

Llevemos, etc

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DECIMATERCERA ESTACIÓN

Jesús muerto en brazos de su Madre

Adoramus te, Christe, etc

¡Adonde iré, oh afligida Madre mía! Tu Hijo ha muerto y mis pecados son los verdugos que le enclavaron en cruz y le dieron muerte inhumana.

¡Ay infeliz de mí! Yo he apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón.

Sí, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas: yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo, que tienes en tus brazos.

Reo de tan horrendo deicidio ¿adónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre y yo soy tu hijo.

Jesús acaba de transferir en mí los derechos que tenía a tu amor.

Me arrojo, pues, en tus brazos con la más viva confianza.

No me desprecies, oh dulce refugio de pecadores arrepentidos; mírame con ojos de bondad y ampárame ahora en el trance de la muerte.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc

Dispón Señora el pecho

Para mayor tormenta

La víctima sangrienta

Viene a tus brazos ya

Con su preciosa Sangre

Juntas materno llanto

¿Quién Madre, tu quebranto

Sin lágrimas verá?

Llevemos, etc.

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DECIMACUARTA ESTACIÓN

Jesús puesto en el sepulcro

Adoramus te Christe, etc

Contempla, alma cristiana, cómo José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el dulce objeto de sus caricias y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra.

¡Cuál sería el dolor de la Virgen!

Sin duda: grande era como el mar su amargura cuando vio a su Hijo ensangrentado, enclavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía, tal vez le abrazaba y lavaba con sus lágrimas.

Mas ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo.
¡Oh sepulcro afortunado! ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón.

Sea este, Dios mío, el sepulcro donde descanséis; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que os envuelvan y los aromas que os recreen.

En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos.

Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, etc

Al Rey de las virtudes

Pesada loza encierra

Pero feliz la tierra

Ya canta salvación.

Sufre un momento, Madre,

La ausencia del Amado:

Pronto, de ti abrazado

Tendrásle al corazón

Llevemos, etc.

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Tomado de:

http://cruxetgladius.blogspot.com