EXCLUSIVA. Intervención de Mons Bialasik en el Sínodo: “La Iglesia no puede claudicar para ponerse a bien con el mundo”

Bialasik

20 octubre, 2015

Sínodo de Obispos sobre la Familia

Parte III. Cap. II nr. 84 … “Preparación al Matrimonio”

+ Krzysztof J. Bialasik SVD

Obispo de la Diócesis de Oruro

Presidente de la Fundación de Vida y Familia

Santo Padre, Padres Sinodales

En Bolivia, la familia siempre fue y es un don fundamental. En los últimos años, algunas corrientes sociales, políticas y farmacéuticas, promovidas y financiadas  por las organizaciones mundiales, implementaron ideologías anti-vida y anti-familia, que el Papa Juan Pablo II llamaba “cultura de la muerte”. Estas siguen amenazando el bien fundamental de toda la humanidad. No podemos callar esta triste realidad.

Es necesario educar a los jóvenes, particularmente a los que desean formar la familia  en la firme base de un matrimonio sacramental, para que aprecien este don matrimonial y familiar y, sepan fortalecer y protegerlos en todo sentido.

Por eso, el tiempo de preparación matrimonial, es la etapa más importante para la validez y firmeza de la familia.

El noviazgo podría ser – al matrimonio, lo que el seminario – al sacerdocio: un camino de preparación y no de deformación. Hay que recuperar una pastoral del noviazgo como garantía básica de una futura familia estable en la fe cristiana. Para ello es necesaria la catequesis sobre esta etapa de vida y sobre la santa Pureza desde toda su limpieza moral y dignidad humana, sin ocultar que el Pecado existe. Es muy importante superar el temor a catequizar sobre la castidad (por no parecer “raros” a los ojos del mundo) al igual que la adhesión a las corrientes que, sutilmente, sustituyen el valor de la pureza por expresiones secularizadas tales como “sexualidad madura”, “conocimiento interior” , “el modernismo”, “el relativismo”, “la liberación sexual”, “la ideología del genero”… etc, que sólo plantean confusión y afianzan a los jóvenes en seguir el camino de la impureza con justificantes que drogan su conciencia. Y también debe alentarse a los jóvenes a tener la valentía y personalidad siguiendo a Cristo y no a la moda de la masa.

Se debe explotar a lo máximo la importancia de CASTIDAD que es sinónimo de VIDA. Predicar sobre la castidad es defender la vida desde la concepción, y ¿por que? … pues sencillamente porque la mayoría de los abortos son consecuencia de relaciones sexuales fuera del matrimonio y particularmente en el tiempo de juventud muy temprana.

Es necesario:

  • Recuperar el impulso evangelizador tal como lo hizo Jesucristo.
  • Catequizar desde la enseñanza moral de la Iglesia.
  • Presentar la Belleza del Matrimonio Sacramental y de la Familia.
  • Recordar, de forma concreta, que todo uso del sexo fuera del matrimonio es el Pecado mortal. Y que la castidad es la puerta que salva la vida del peor holocausto de la historia que es el aborto.
  • Expresar que el matrimonio es solo posible entre hombre y mujer, y que el ejercicio de la homosexualidad es aberrante por ser contrario a la naturaleza.
  • Exhortar a que el verdadero y ÚNICO AMOR radica en imitar a Cristo.

Y, sobre todo: recuperar la llamada a la CONVERSIÓN del Corazón. La Iglesia no puede claudicar para ponerse a bien con el mundo.

Hay que invertir esfuerzos:

Menos obsesión por poner parches al pecado y, más devoción por recuperar un mensaje claro de Jesucristo para la SALVACIÓN de las almas; pues la actual conciencia dormida, drogada, o auto-pervertida, es el camino más rápido para llegar a la eterna condenación de muchas almas.

La IGLESIA, tiene que obedecer a Dios y no a los hombres. 

Salvar al hombre es nuestra misión.

Dixit.

Tomado de:

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No sólo el matrimonio: aquí acaban la Iglesia, la unidad y la doctrina. ¿Por qué el Sínodo virtual cuenta más que el real?

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20 octubre, 2015

El mensaje mediático que acompañará las conclusiones de los trabajos es más importante que los documentos. ¿Los protagonistas de esta revolución? Obispos y párrocos

El papa Francisco ha anunciado cómo concluirá el Sínodo de la Familia. Cuando faltan pocos días para la conclusión de los trabajos, la asamblea de obispos ha llegado a un callejón sin salida, y la única forma de superarlo sería descentralizar la iglesiaSe ha llegado a este punto muerto a consecuencia de la división entre los padres sinodales que invocan con firmeza el Magisterio perenne sobre el matrimonio y los novatores que se proponen trastornar no sólo dos mil años de doctrina de la Iglesia, sino sobre todo la Verdad del Evangelio. Es, de hecho, palabra de Cristo, ley divina y natural, que el matrimonio válido, rato y consumado de los bautizados no se puede disolver por ninguna razón.

Una sola excepción bastaría para anular el valor absoluto y universal de esta ley, y una vez caída esta ley, se vendría abajo junto con ella todo el edificio moral de la Iglesia. El matrimonio, o es indisoluble o no lo es, y no se puede admitir una disociación entre el enunciado del principio y su aplicación en la práctica. La Iglesia exige una coherencia radical entre pensamiento y palabra y entre las palabras y los hechos. La misma coherencia de la que han dado testimonio los Mártires a lo largo de la historia.

El principio que sostiene que la doctrina no cambia sino su aplicación pastoral introduce una cuña entre dos dimensiones inseparables en el cristianismo: Verdad y Vida. La separación entre doctrina y práctica no procede de la doctrina católica, sino de la filosofía hegeliana y marxista, que trastorna el axioma tradicional según el cual agere sequitur esse, el obrar sigue al ser. Pero desde la perspectiva de los novatores, la acción, precede al ser y lo condiciona; la experiencia no vive la verdad sino que la crea. Este es el sentido del discurso pronunciado por el cardenal Christoph Schönborn en la conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo, el mismo día en que habló el papa Francisco. “No es posible representar la fe, sólo se puede dar testimonio de ella”, ha afirmado el arzobispo de Viena, subrayando la primacía del testimonio sobre la doctrina. En griego, mártir significa testigo, pero para los mártires dar testimonio significaba vivir la verdad, mientras que para los innovadores significa traicionarla, reinventarla en la práctica.

La primacía de la praxis pastoral sobra la doctrina está abocada a unas consecuencias catastróficas:

1) Como ya sucedió con el Concilio Vaticano II, el sínodo virtual está destinado a prevalecer sobre el real. El mensaje mediático que acompañará la conclusión de los trabajos es más importante que el contenido de los documentos. La relatio sobre la primera parte del Instrumentum Laboris del Circulus Anglicus C afirma rotundamente la necesidad de esta revolución semántica: “Al igual que el Concilio, este sínodo tiene que marcar un antes y un después en el lenguaje, que los cambios sean algo más que cosméticos”.

2) El postsínodo es más importante que el Sínodo, porque representa la autorrealización del mismo. De hecho, el Sínodo confiará a la praxis pastoral la realización de sus objetivos. Si lo que se transforma no es la doctrina sino la pastoral, el cambio no puede provenir del Sínodo; tiene que darse en la vida del pueblo cristiano y por consiguiente fuera del Sínodo, después de éste, en la vida de las diócesis y de las parroquias.

3) La autorrealización del Sínodo se convierte en bandera de la experiencia de las iglesias particulares, o sea, de la descentralización eclesiástica. La descentralización autoriza a las iglesis locales a experimentar una pluralidad de experiencias pastorales. Y si no hay una praxis coherente con la doctrina única, eso quiere decir que hay muchas y que todas se pueden experimentar. Los protagonistas de esta revolución de la praxis serían por tanto los obispos, los párrocos, las conferencias episcopales, las comunidades locales, según la libertad y creatividad de cada uno.

Se prefigura la hipótesis de una Iglesia a dos velocidades o, para seguir con la jerga de los eurócratas de Bruselas, de “geometría variable”. Un mismo problema moral se resolverá de manera diversa, conforme a la ética situacional. A la Iglesia de los católicos adultos, de lengua germánica y pertenecientes al primer mundo se le permitirá la marcha rápida del testimonio misionero, mientras que a la de los católicos subdesarrollados, africanos o polacos, pertenecientes a iglesias del segundo o tercer mundo, se les concederá la marcha lenta del apego a las propias tradiciones.

Roma quedaría en segundo plano, privada de verdadera autoridad, y con la única función de proporcionar un impulso carismático. La Iglesia quedaría desvaticanizada, o más bien desromanizada. Se quiere sustituir la Iglesia romanocéntrica por otra policéntrica o poliédrica. La imagen del poliedro la ha aplicado Francisco con frecuencia. “El  poliedro –ha afirmado– es una unidad, pero con todas sus partes distintas; cada una tiene su peculiaridad, su carisma. Esta es la unidad en la diversidad. Es por este camino que los cristianos realizamos lo que llamamos con el nombre teológico de ecumenismo: tratamos de que esa diversidad esté más armonizada por el Espíritu Santo y se se convierta en unidad” (Discurso a la Iglesia Pentecostal de Caserta, 28 de julio de 2014). La transferencia de poder a las conferencias episcopales ya estaba prevista en un pasaje de Evangeli Gaudium que las concibe como «sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera» (n. 32). Ahora Francisco proclama este “principio dei sinodalidad” como resultado final de la asamblea que se está celebrando.
Las antiguas herejías del galicanismo y el nacionalismo eclesiástico vuelven a asomar por el horizonte. Es de hecho dogma de fe, promulgado por el Concilio Vaticano I, el primado de jurisdicción del Sumo Pontífice, en el cual reside la autoridad suprema de la Iglesia, sobre todos los pastores y todos los fieles de éstos, independientemente de cualquier otro poder. Este principio constituye la garantía de la unidad de la Iglesia: unidad de gobierno, unidad de fe, unidad de sacramentos. La descentralización supone una pérdida de unidad que conduce irremediablemente al cisma. Y el cisma es sin duda alguna la quiebra que se produce inexorablemente cuando falta un punto central de referencia, un criterio común, ya sea en el plano de la doctrina o en el de la disciplina y la pastoral. Las iglesias particulares, divididas en cuanto a la praxis, así como en cuanto a la doctrina de la cual deriva la praxis, están fatalmente destinadas a entrar en conflicto y dar lugar a fracturas, cismas y herejías.

La descentralización no sólo el primado romano, sino que niega el principio de no contradicción, según el cual “un mismo ser no puede al mismo tiempo y en el mismo sentido, ser lo que es y no serlo”. Únicamente apoyados en este fundamental principio lógico y metafísico podemos emplear la razón y conocer la realidad que nos rodea.

¿Qué pasaría si el Romano Pontífice renunciara, aunque sólo fuera parcialmente, a ejercitar su autoridad delegándola en las conferencias episcopales o los obispos particulares? Evidentemente surgiría una diversidad de doctrinas y de praxis entre las diversas conferencias episcopales y de una diócesis a otra. Lo que en una diócesis estará prohibido estará admitido en otra, y viceversa. Quien conviva more uxorio con otra persona sin haberse casado podrá recibir el sacramento de la Eucaristía en una diócesis sí y en otra no. Pero lo que es pecado es pecado. La ley moral es igual para todos o no es tal ley moral. Una de dos: o el Papa tiene primado de jurisdicción y lo ejerce, o en la práctica gobierna cualquiera prescindiendo de él.El Papa admite la existencia de un sensus fidei, pero es más bien el sensus fidei de los obispos, sacerdotes y simples laicos el que hoy en día se escandaliza de las extravagancias que se dicen en el aula del Sínodo. Extravagancias que ofenden el sentido común antes incluso que el sensus  Ecclesiae de los fieles. Francisco tiene razón cuando afirma que el Espíritu Santo no asiste sólo al Papa y a los obispos, sino a todos los fieles (cfr. sobre este punto Melchor Cano, De locis Theologicis (Lib. IV, cap. 3, 117I). Sin embargo, el  Espíritu Santo no es espíritu de novedad; guía a la Iglesia, asistiéndola de modo infalible en su Tradición. Mediante la fidelidad a la Tradición, el Espíritu Santo habla todavía a los oídos de los fieles. Y hoy, como en los tiempos del arrianismo, podemos decir con San Hilario: «Sanctiores aures plebis quam corda sacerdotum» “(son más santos los oídos del pueblo que el corazón de sus sacerdotes) (Contra Arianos, vel Auxentium, nº 6, en PL, 10, col. 613).

Roberto de Mattei

en Il Foglio del 20 de octubre de 2015

[Traducción de J.E.F.]

Una doctora le dice al Papa en la cara: “En este mundo, el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del ‘cambio climático’”

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20 octubre, 2015

Finalmente, después de esperar en vano que los obispos encaren al Papa por su inversión de prioridades en Laudato Si, le viene su merecida reprimenda de una doctora en medicina rumana que asiste al Sínodo.

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A veces en la historia, cuando los hombres de la Iglesia son demasiado cobardes para cumplir su deber, Dios los avergüenza llamando a una mujer para que lo haga por ellos. Nos acordamos, por ejemplo, de Santa Juana de Arco y Santa Catalina de Siena. Habiendo sufrido su familia persecución por parte de los comunistas, esta señora católica no se sintió intimidada en lo más minimo por la presencia del Sumo Pontífice, y le dijo precisamente lo que a todos nos habría gustado decirle. Espero sinceramente que esta reprimenda infunda contrición al Santo Padre y a todos los prelados progresistas afines por el escándalo que ha originado con sus actos en la Iglesia, y que empiecen a cumplir de verdad su función.

Como informa Lifesite News, la doctora Anca-María Cernea, del Centro de Diagnostico y Tratamiento Victor Babes y presidenta de la Asociacion de Médicos Catolicos de Bucarest (Rumania) pronunció la siguiente ponencia en el Sínodo el pasado viernes:

Santidad, Padres Sinodales, hermanos, represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest.

Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego.

Mi padre era un dirigente político cristiano que estuvo encarcelado durante diecisiete años por los comunistas. Aunque mis padres estaban comprometidos para casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.

Durante todos aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso.

Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material.

Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual.

La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia.

La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.

Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.

Ahora se hace mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género.

El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad.

Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana.

Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo.

Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo.

Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.

“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.

La misión de la Iglesia es salvar almas. En este mundo el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. La solución es: Evangelización. Conversión.

No un dominio cada vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. Esos son hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva, los derechos de los homosexuales, la ideología de genero, etcétera.

Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.

Nuestra Iglesia estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. Nuestra Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror.

Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. No que cooperan con los comunistas.

Ahora necesitamos que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”:

No sólo nosotros los católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están rezando fervorosamente por este Sínodo. Porque, como ellos dicen, si la Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil para todos los demás cristianos resistirlo.

Chris Jackson

[Traducción de Alex Bachamnn. Artículo Original]

Tomado de:

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Manifiesto de los Cardenales. Su gran significado histórico no puede perderse en medio del caos

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20 octubre, 2015

Las palabras exactas del histórico Manifiesto de los Cardenales o La intervención Pell-Müller (por los nombres de sus principales autores) y que es conocido como La carta de los 13 Cardenales, ha sido el desafío más profundo con el que se ha enfrentado un Pontífice en la historia reciente. Esto puede ser objeto de controversias, pero las condiciones generales de la misiva no lo son. Y, sobre todo, la trascendental importancia histórica de un documento que promete ser fundamental en el Papado del siglo XXI no debe perderse.

Y es que, ¡el documento es magnífico! Es el primer capítulo de un movimiento que tendrá unas consecuencias mucho mayores de las que se han intuido por el momento. Así como las reformas gregorianas no podían haber sido más claras en las décadas que las precedieron, en esta época de caos y de dominación modernista, se ocultan las semillas de no pocos Hildebrandos que están esperando para llevar a la Iglesia hasta el borde de los abismos satánicos de la inmoralidad; es más, parece que están a punto de tragársela por todos los lados.

grvii_1-300x225Un punto de la carta que no debe ser obviado, y que está enfatizado por Antonio Socci, es uno del cual,  aquellos que se convirtieron al Protestantismo son siempre conscientes: el impresionante deseo de los reformadores (apoyados por el mismísimo Papa y con Kasper a la cabeza) por seguir el mismo camino por el que fue el Protestantismo liberal. Es más, en una simple valoración objetiva y material de las perspectivas de la Iglesia Católica,-entendida, simplemente, como empresa meramente humana y de cuya continuidad sus actuales administradores deberían, por lo menos, aparentar estar 

interesados-, puede ser considerada como un movimiento con sólo dos alternativas, sin una tercera opción disponible: o bien como un idiota sin remedio o bien como deliberadamente malvado. Volvamos pues, a este último párrafo de la carta que es el más importante ya que no se ocupa de las cuestiones de procedimiento sinodal, sino que se ocupa del Magisterio, es decir, qué es la Cátedra de Pedro y para qué sirve:

«Por último, y quizá lo más urgente, varios Padres han expresado su preocupación de que un Sínodo diseñado para abordar una cuestión pastoral fundamental,- el refuerzo de la dignidad del matrimonio y la familia-, pueda llegar a ser dominada por la cuestión teológica-doctrinal de la Comunión para los divorciados y vueltos a casar civilmente. Siento esto así, aumentarán, inevitablemente, más cuestiones fundamentales acerca de cómo la Iglesia, en el futuro, deberá interpretar y aplicar la Palabra de Dios, sus Doctrinas y sus disciplinas con los cambios de la cultura. El colapso de las Iglesias Protestantes liberales en la Era Moderna, acelerado por su abandono de elementos clave de la Fe y de las prácticas cristianas en nombre de una adaptación pastoral, justifican una gran cautela en nuestras propias discusiones sinodales.»

Esto es asombroso. En primer lugar, contiene una advertencia, un aviso acerca de lo “urgente” que es este tema. En ella, el propio Vicario de Cristo es prevenido por algunos de sus colaboradores más importantes, como su Secretario de Economía, el Guardián de la doctrina de la Fe y el Guardián del Culto Divino, quienes también consideran todas estas cuestiones. E incluso es avisado por el no siempre coherente Cardenal Dolan, lo que da una idea del amplio espectro cubierto por los interesados, sobre cómo este proceso caótico creado por el mismo Papa,  (…) está originando problemas fundamentales en relación a la propia Iglesia que, en un futuro, deberá de interpretar la Palabra de Dios, incluyendo sus Doctrinas y sus disciplinas por cada cambio de cultura. (…)”.

La advertencia va mucho más allá ya que, como muchos han resaltado, en ella se emplea un término apocalíptico, el colapso, estrictamente relacionado con las ideas defendidas por Kasper en relación con la Comunión de los divorciados vueltos a casar y otros conceptos afines; ideas que están protegidas por el Papa y que han provocado el colapso de las comunidades protestantes liberales. (Y no nos engañemos más en este punto tan importante: en este momento todavía es una propuesta pero, obviamente, es una propuesta de Kasper-Bergoglio y lo ha sido desde que el propio Papa le pidió a Kasper que se propusiera en el Consistorio de febrero de 2014). La advertencia termina con una nota aún más sorprendente: el colapso “(…) de las iglesias protestantes se fue “acelerando por su abandono de elementos clave para la Fe cristiana y su práctica en nombre de una adaptación pastoral (…)”; esto significa exactamente lo que está escrito, es decir: los reformadores, con el Papa a su lado, que están utilizando “la adaptación pastoral” como bandera para cambiar el Magisterio lo hacen “por su abandono de los elementos clave de la Fe cristiana”. Es decir, que los reformadores católicos,-quienes, al igual que los fariseos originales y los protestantes liberales, y en contra de Cristo, son verdaderos creyentes en la tolerancia del divorcio-, están haciendo lo mismo. Su método es el mismo; su objetivo, es el mismo. Y el resultado también será el mismo: colapso.

La carta de los 13 Cardenales es la acusación más fuerte que jamás se haya hecho por Cardenales en contra de todo esto y, desde luego, no existe acusación similar contra cualquiera de los otros Pontificados en la historia reciente de la Iglesia.

[Traducido por Miguel Tenreiro. Artículo original]

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La “solución” de José Ángel, obispo de Tarrasa

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20 octubre, 2015

Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a plena luz, y lo que escucháis en secreto, pregonadlo desde las azoteas” (Mt 10:27).

El padre Jordi Peña es ahora el nuevo párroco de San Celoni, en el territorio de la diócesis de Tarrasa.  Como tal, debería ser por derecho propio el vicepresidente del Hospital Comarcal, fundado hace más de cuatrocientos años por la Iglesia al objeto de ofrecer caridad y atención médica a los enfermos pobres con el apoyo del consistorio municipal. Con el paso de los años la institución entró a formar parte de la Red Pública Sanitaria de la Generalitat de Cataluña con todo lo que ello conlleva: dinero -y mucho-, pero también esterilizaciones y abortos –de momento, sólo de momento, farmacológicos-.

El P. Ignasi Fuster, el anterior párroco, dimitió en 2011 del Patronato para no hacerse cómplice con su silente presencia de las prácticas antivida del hospital [1.]. Había sucedido en el cargo al P. Luís Pou (q.e.p.d), que nombró representantes de la parroquia en la junta del hospital a unos personajillos –Mariano Perapoch, Ferran Catarineu y Joaquim Prat– a los cuales ni el P. Fuster ni el actual párroco han visto nunca pisar la Iglesia. Más aún, torpedearon desde dentro todas las iniciativas del P. Fuster para enderezar una situación ya descontrolada por la dejadez de los anteriores curas y, como si esto fuera poco, se dedicaron a poner a parir panteras la decisión del párroco de abandonar ese nido de serpientes.

El Obispo de Tarrasa, José Angel Saiz Meneses, informado durante años puntualmente de todo por el padre Fuster, envió consulta a Roma –la pregunta que formuló el prelado la desconocemos- que fue respondida con un “parecer” de la Congregación para la Doctrina de la Fe que mostraba un amplio abanico de posibilidades a elegir: Quedarse en la junta y denunciar los abusos con la intención de eliminarlos, o abandonar la junta explicando por qué, si ya no es posible hacer nada. Pero también se podría continuar para limitar los daños… [2.] En fin, un galimatías monumental que ha llevado al obispo de Tarrasa, al de Barcelona, Martínez Sistach,  y al de San Feliu, D. Agustín Cortés, a escuchar la voz del ingenioso hidalgo de la Mancha y a observarla escrupulosamente: Peor es meneallo, amigo Sancho. Peor es meneallo… Así pues, los hospitales de Granollers y San Celoni (Tarrasa), San Pablo (Barcelona) y San Juan de Dios (diócesis de San Feliu) –moralmente, como poco, todos bajo responsabilidad episcopal-  continúan tan campantes con sus prácticas abortivas y criogénicas, con la única diferencia de que ya no pueden hacer el mal con tanta comodidad como antes, pues ya se les ha visto el plumero. [3.]

El mismo Ignasi Fuster afirmó, tras leer la nota vaticana, que el problema de estos hospitales no era la cooperación material o formal por parte de la Iglesia con los abortos y con las otras prácticas antivida, sino la connivencia con el mal: Se trata -decía- de una connivencia institucional con el mal, y las futuras generaciones se avergonzarán de nuestra tibieza. ¿Cómo puede estar la Iglesia delante de un Patronato amparando graves comportamientos contra la moralidad?  [4.]

El caso que nos ocupa, el Hospital Comarcal de San Celoni, es, si cabe, más patético. El Ayuntamiento de San Celoni, liderado hasta hace poco por el socialista Joan Castaño, y el Obispado de Tarrasa han elaborado nuevos estatutos para el hospital. El cargo de vicepresidente llevaba más de cuatro años vacante tras la dimisión del P. Fuster. El nombramiento de Jordi Peña como nuevo párroco agudizó la situación pues, licenciado en bioética por el Pontifico Instituto Juan Pablo II de Roma, no iba a dejarse manejar con politiqueos inconfesables.

Al final, fue el propio Alcalde de San Celoni, no el obispado, el que proporcionó al P. Jordi los estatutos confeccionados a sus espaldas en el más absoluto secreto. Tal y como profetizamos tiempo atrás, [5.]  los nuevos reglamentos sólo aportan una pequeña pero trascendente novedad: En la nueva junta el vicepresidente será nombrado directamente por D. José Angel Sáiz junto a los vocales laicos como representación eclesial en el Patronato de Hospital.  De esta manera el párroco de San Celoni –el que sea- ya nunca podrá molestar con sus escrúpulos morales ni con sus denuncias a los mismos caraduras de antes, pero ahora con plenos poderes. Ponemos al cura en offside y punto.  Aquí paz y después gloria. Que sean otros los que chuten a portería vacía y nos metan todos los goles que quieran. ¡Y a aplaudir con las dos orejas! La Congregación para la Doctrina de la Fe puede ya respirar tranquila… ¡En Tarrasa han cumplido!

De momento, el P. Jordi Peña se ha curado en salud llamando a consultas al nuevo vicepresidente del patronato, el laico Mariano Perapoch, [6.]  designado por el dedo episcopal de D. José Angel sin más mérito que el de ser amiguete del difunto P. Luis Pou y haber puesto de vuelta y media al P. Fuster cuando dimitió de la Junta. El párroco de San Celoni le conminó a recordar que no se representa a sí mismo, sino a la Iglesia Católica, que debe trabajar para que acaben las prácticas inmorales en la institución y que finalmente deberá dar cuentas a Dios el día del juicio por lo que hizo y lo que dejó de hacer. El bueno del P. Peña le leyó la cartilla

El tal Perapoch, que no pisa la parroquia de San Celoni salvo en los entierros y eventos similares, tuvo la desfachatez de afirmar ante el párroco, sin pestañear siquiera, que en el Hospital de San Celoni se hacían tan solo quince esterilizaciones al año y que nunca, nunca habían dado la píldora abortiva en el hospital. Según él, sólo las dispensan en el Centro de Atención Primaria, con el cual compartirían sólo las instalaciones. ¡Pobrecitos! Otra cosa es que los fines de semana el servicio de urgencias del hospital regale las pildoritas asesinas a capazos y ¡eso sí! Eso sí que lo hace el Hospital en el que está representado –ahora directamente- el Obispado de Tarrasa.

Pero no nos engañemos. Para estos energúmenos meapilosos la píldora del día después no sería abortiva, pues impide la anidación del cigoto, si existe el embarazo. Y como –según esta gentuza torpe y descreída- sólo existe embarazo si hay anidación, impedir la anidación del óvulo fecundado con la píldora no es abortar. ¡Es pura anticoncepción de emergencia! Y el cura debería tragárselo todo, pues en caso contrario, estaría crispando el buen rollete institucional. Ciertamente el P. Jordi no ha tragado, pero está fuera de la partida por voluntad expresa del Sr. Obispo de Tarrasa. El pobre cura sólo podrá gritar ya desde la última fila de la grada. Y es que los fanáticos –curas y laicos- no deben molestar nunca al poder. Hay que neutralizarlos por todos los medios. Para ello, los que detentan el mando se sienten autorizados a engañar, ningunear y mentir para encauzar la situación.

Por todo ello, cobra ahora especial fuerza lo que me escribió el P. Ignasi Fuster cuando leyó –uno de los primeros- la respuesta vaticana a la consulta que hizo el Obispo de Tarrasa en 2011 sobre los abortos y esterilizaciones en los hospitales de Granollers y San Celoni. Ahí va.

“Custodio, he leído con calma la carta y el “parecer” remitido al Sr. Obispo de Tarrasa.

Mis impresiones: hay una cosa clara y es que la situación insta a la actuación… y esto es bueno: se tiene que mirar de cambiar la situación del hospital. Después propone varias salidas… La dimisión del párroco o incluso el cambio de Estatutos… aunque prefiere no perder la presencia en el Patronato, sobre todo de cara a un futuro mejor, y para evitar males y hacer bien. Deja como varias posibilidades abiertas. Pero lo que está claro es que se tiene que actuar. Insiste en que si uno permanece en el Hospital no supone cooperación formal o material. Ciertamente.

Yo no estoy participando con el mal de forma “próxima”. Pero, según mi parecer, sí de forma “remota”, y tratándose de cuestiones tan graves y desde mi situación en el Hospital, “responsable”. Pienso que se tiene que considerar más explícitamente la gravedad moral de los hechos y la naturaleza de mi participación en el Hospital (soy miembro nato). ¿Cómo puedo estar delante de una institución que realiza estas prácticas contrarias a la moral de la Iglesia? Aunque no exista -por el solo hecho de ser vicepresidente- una cooperación con el mal, sí que no es propio estar ahí, pues supone una escandalosa, inadecuada y contradictoria presencia en connivencia con el mal. Me parece que estamos en otro registro moral: connivencia con el mal. Si tengo “representatividad” en una entidad, tengo “responsabilidad” en su actividad. ¿Qué sentido tiene en concreto mantenerse en el patronato esperando un futuro incierto en la época actual con el aborto como derecho? Ahora bien, según la carta, esta decisión definitiva ya corresponde al Ordinario del lugar. Por lo tanto, Custodio, veo alguna carencia (el problema no sería de cooperación sino de connivencia con el mal) en la respuesta, pero “apunta” en una línea de actuación y objeción de conciencia ante los hechos.” Hasta aquí las palabras del P. Fuster, que continúan tan actuales como entonces.

Pues bien, el Ordinario del lugar –José Angel Saiz- ha decidido en unos términos más que dudosos cuatro años después. Ya no se puede alegar ignorancia y si no hay objeción de conciencia –y no hay ninguna-, la connivencia con el mal pasa indefectiblemente a convertirse ¡en colaboración! Y es que la sombra del mariscal Pétain –patrono del colaboracionismo– continúa siendo, tanto ayer como hoy, muy, pero que muy alargada.

Padre Custodio Ballester Bielsa


[1.] http://www.abc.es/20110316/espana/abcp-parroco-dimite-junta-hospital-20110316.html [2.] http://germinansgerminabit.blogspot.com.es/2012/06/la-crisis-resuelta-en-falso.html [3.] http://www.abc.es/20111125/comunidad-catalunya/abcp-hospitales-ligados-iglesia-catalana-20111125.html [4.] http://germinansgerminabit.blogspot.com.es/2012/06/entrevista-mn.html [5.] http://germinansgerminabit.blogspot.com.es/2013/10/el-hospital-de-jose-angel.html [6.] http://www.hsceloni.cat/es/quienes-somos/informacion-corporativa/patronato-de-la-fundacion

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

Muerte del matrimonio

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20 octubre, 2015

Muchos matrimonios no funcionan es evidente, son muchas las parejas que se deshacen y buscan nuevos rumbos tras las solemnes promesas de un amor eterno, y son pocas las parejas que aun cuando no se separen por razones diversas prácticamente viven separados porque poseen un otro nido más o menos vivo.

La conductora de un programa televisivo enlatado en los Estados Unidos del género talk show dirigido al mundo hispanohablante, finaliza casi siempre el espectáculo con la conclusión de que quienes concurrieron como protagonistas del mismo, carecían de relaciones sexuales, aconsejándoles frecuentemente el empleo de un artefacto para reconducir la vida sexual de sus panelistas y así salvar el matrimonio.

¿Cuál es la verdadera causa de que hayan naufragado tantos matrimonios que parecían inseparables para siempre?

Sin duda carecían de dos elementos sustanciales: la falta de confianza mutua, y la falta de aceptación del otro tal como es.

Sobre la confianza no tenemos a menudo una idea clara, la confundimos con la ausencia de pudor o la falta de finura y delicadeza. La confianza es más que fiarse del otro, es tener la convicción de que el otro es bueno, me ama y quiere lo mejor para mí, y esto con toda seguridad sin que me pueda quedar la menor duda.

Para el logro de esa confianza es imprescindible que cada uno destruya todo prejuicio hacia el otro, que pueda condicionar la mutua apertura. Tengamos presente que con facilidad, la previa opinión que nos hemos formado de los demás, nos impide verlos como en realidad son, buscando en cada momento que con su forma de actuar se confirme el juicio que ya teníamos sobre ellos.

No significa claro está, que no reconozcamos los defectos y las limitaciones del otro, sino que a partir de ello, confundamos en él, estando seguros de que lo bueno siempre supera lo imperfecto y negativo.

En segundo lugar es necesario también aceptar a los demás, lo que no es absorberlos ni moldearlos a nuestro gusto, ni cambiarlos para que sean distintos, sino acogerlos tal como son con su propio carácter y esforzarnos para que cada uno desarrolle al máximo todo lo que hay en él de positivo.

Desgraciadamente es más fácil descubrir lo que hay de negativo en el otro, o lo que desde nuestro punto de vista es más negativo en él, por eso es necesario aceptarlo tal como es, no porque sea perfecto o porque sea como yo quiero, sino por respeto y amor a su persona, en lo que tiene de original y propio.

La aceptación y conocimiento del otro ayudan también por contraste a conocernos mejor, y a aceptarnos a nosotros mismos tal como somos, sin miedo a reconocer nuestros defectos y limitaciones.

Por eso comunicarse y compartir ayudan en último término a sentirnos más seguros de nosotros mismos.

Un testimonio similar extraído de las experiencias de tantos matrimonios a la deriva, revela que es el egoísmo la causa principal de la falta de intimidad, cuando no de la abierta ruptura de los cónyuges; la experiencia personal en asuntos de este género a través del apostolado, me ha convencido de que es difícil que cada uno asuma su parte de culpabilidad, y más bien son proclives los cónyuges a convencerse de que es el otro, no él, el otro, la causa principal, o a medias, del fracaso matrimonial, y mientras alguno de los dos, o los dos se mantengan en esta ceguera es imposible que se dé paso alguno en orden a la serenidad, solidaridad y fortaleza de la unión matrimonial.

Hay dificultades en todas las relaciones; nadie pretende que sea fácil, y el matrimonio es probablemente, entre todas, la forma más pura de amor. Pero cuando las parejas olvidan que la fe y el sacrificio mutuo constituían una parte importante de su decisión inicial de contraer matrimonio, dan rienda suelta a su propio orgullo y a su propio egoísmo. Los resultados, como podéis imaginar, puede ser devastadores.[1]

Es interesante al par que risible, observar que los dos cónyuges son víctimas de los defectos del otro, de tal modo que ni él ni ella se consideren principales causantes de la tensa situación a que se ha llegado en su unión.

Les ciega el egoísmo hasta el punto de no poder ver que van multiplicando, trabas, problemas, discusiones, actitudes, posturas, acciones que abren un abismo entre los dos. Cuando explican las causas de su frialdad progresiva, se da el caso de que unas mismas acciones, vistas por ambos cónyuges, resultan completamente diversas.

Ordinariamente cualquier mediador fracasa, porque ninguna de las dos partes posee sinceridad ni humildad suficientes para reconocer sus propios fallos que provocan la ruptura.

Es el egoísmo, es el egoísmo sí, el mayor enemigo de la felicidad doméstica. Un matrimonio es feliz, cuando cada uno de los cónyuges al contraerlo, se propone no ser feliz, sino hacer feliz al otro. Hay que trabajar estimando en poco lo que se hace. Sin andar discutiendo, ni midiendo quien hace más. Todo lo que se hace en familia debe ser obra de la colaboración de los esposos que no deben permanecer extraños al trabajo del otro cónyuge, aunque cada uno tenga su misión propia.

La colaboración de los esposos, exige muchas veces renunciar a los propios gustos e ideas. No hay que insistir en lo que separa sino en lo que une. Los sacrificios que la unión impone deben hacerse con alegría. Hay que adquirir el hábito de la paciencia. Hay que interesarse por lo que interesa al otro cónyuge, y será muestra de delicadeza, interesarse por su familia.

El amor propio gustaría que la otra parte se sometiera plenamente a los propios caprichos, pero hay que sacrificarse por la armonía conyugal. Hay que disimular los defectos del cónyuge no sólo ante los demás, sino ante sí mismo y en el seno de la propia conciencia.

El don mutuo es en el matrimonio principio de expansión y fuente de vida, y se embellece cuando se verifica el intercambio entre dos almas, llenas de vida sobrenatural. Los esposos no podrán ayudarse espiritualmente si permanecen cerrados entre sí, hay que vencer el hábito del aislamiento y la timidez, o el orgullo que impiden la confianza conyugal, vivir su vida, y conservar la independencia en el matrimonio es un modo siniestro de egoísmo, a veces por no abrirse plenamente dos esposos viven juntos como extraños entre sí.

Es difícil admitir la propia culpabilidad, porque el egoísmo ciega y defiende su conducta, pero por no luchar contra esta ceguera naufragan diariamente miles de nuestros matrimonios, hundidos por las olas de su propio egoísmo.

Estos males tan terribles confrontan a las personas a pesar de todas sus leyes e instituciones y las vuelven impotentes, sin saber cómo superar esta calamidad. Finalmente eligen la peor de las soluciones: simplemente caen de rodillas ante el problema.

Los Estados, cuya tarea más elevada es la protección del bien común, se han convertido en servidores del mal, que abren de par en par las puertas a todas las consecuencias negativas para sí mismo y al final de cuentas para la sociedad humana, que intentan combatir un mal con otro, apagando el incendio con gasolina.

Germán Mazuelo-Leytón

[1] MADRE ANGÉLICA, Respuestas no promesas.

 

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com