Malicia del pecado venial

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Si se busca la causa de la flojera de un altísimo número de bautizados respecto de su vida espiritual, la enorme tibieza, abandono de las obligaciones inherentes a la vida cristiana, ausencia de un compromiso apostólico, rutina en la vida de piedad, ¿dónde se halla la causa principal de esta perniciosa acedia? Sin duda en la escasa o nula atención que se presta al llamado pecado venial.

Evitar todo pecado mortal ya parece un heroísmo a la mayoría de los bautizados. Son pocos los que poseen la delicadeza de darse cuenta de que aún el pecado venial es pecado, es ofensa a Dios, es traición, es deuda a pagar, es ocasión perdida de merecer; por lo que no se apuran por adquirir la sensibilidad suficiente para notar que el pecado venial es un mal de importancia.

Bien lo dijo San Agustín: las grietas, lentamente, abren brechas en el barco y producen su hundimiento.

Sí que es verdad que el pecado venial se puede perdonar sin el recurso de la confesión sacramental, pero sigue siendo un pecado que influye en el alma del cristiano, de modo que su exigua atención a los veniales puede deformar permanentemente la conciencia.

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¿Quiénes son los que traicionan a Jesucristo?

(sobre los que comulgan indebidamente)

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Discípulo. – Dígame, Padre, ¿quiénes son los que tan cruelmente traicionan a Jesucristo?

Maestro. – Son, en general los que con facilidad tratan con malos compañeros, los que leen malos libros, los que contraen malas costumbres, los que se confiesan mal.

D- Luego, lo mismo que en la confesión, ¿lo del demonio mudo, o sea el demonio de la impureza?

M- Esto mismo, precisamente. Volvemos al mismo tema. Siempre ha sido la impureza el demonio que arrastra a las peores consecuencias.

Los deshonestos se ven cegados por sus bajas pasiones. Ya no ven más la presencia de Dios, no oyen a Dios, que les amonesta; no escuchan su voz que les llama y dulcemente les invita al perdón; jamás se avergüenzan de su triste y desgraciada situación; únicamente buscan la manera de ocultarse, de burlar la presencia de Dios como burlan los niños la vigilancia de la madre y los ladrones la de la justicia. Peor aún, porque los sacrílegos se sirven de la comunión para engañarse a sí mismos y a los demás.

D- Miserables, ¡qué remordimiento tendrán!

M-Remordimiento horroroso, a los que poco a poco se habitúan, viviendo con la esperanza frustrada, porque ellos mismos se consideran sin fuerzas para levantarse y cortar por lo sano.

D- Y entonces, ¿qué sucede?

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