Mi herencia en el momento de la muerte

buenamuerte-1-1920x540

Queridos hermanos, me viene a la mente unas palabras de la beata Isabel de la Trinidad, carmelita descalza, que suspiraba en su lecho de muerte ante el crucifijo que sostenía entre sus manos: ¡Cuánto nos hemos amado! ¡Qué herencia más hermosa y gozosa! Esta es la verdadera herencia del alma, una herencia que es pasado, presente y futuro; en realidad, es una herencia única, pues es un eterno presente. Herencia imperfecta en la tierra, perfectísima en el Cielo.

Si hemos de plantearnos qué herencia dejaremos tras nuestra muerte, no cabe  más que una: mi herencia en virtudes, mi herencia virtuosa y santa; mi herencia llena de amor de Dios; mi herencia de muerte a mí mismo. Herencia de rechazo al pecado, al mundo y al demonio. Herencia crucificada con Cristo en la “cruz” personal de cada uno.

¿Puede haber en el momento de la muerte otra herencia distinta? Pobre y desgraciada el alma si en sus últimos momentos sólo piensa en su herencia “terrenal”, en sus obras materiales, en esas acciones que el mundo elogió y aplaudió; en sus merecimientos personales, en sus capacidades personales, en su valía personal; en su “obra” que deja para otros. Infeliz el alma que en sus últimos momentos mira hacia atrás, y no hacia adelante, hacia el futuro inminente en que será juzgada por todo lo que hizo, y dejó de hacer  en el pasado. Infeliz si mira hacia atrás, no para arrepentirse de sus pecados, sino para vanagloriarse de la “herencia” que ha construido. Dichosa el alma que en el lecho de muerte mira hacia atrás con verdadero dolor por no haber cumplido con el plan divino en ella. Dichosa el alma que en sus últimos momentos anhela el perdón divino, los último sacramentos.

Sigue leyendo

El Santo Sacrificio en el corazón del sacerdote III

misa-1.jpg

Y cuando de nuevo introduce a su Primogénito en el mundo dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios” Heb. 1, 6.

Queridos hermanos, dice San Lucas (2, 9): Se les apareció [a los pastores] un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz y quedaron sobrecogidos de temor. ¿No es acaso la gloria del altar del sacrificio  suficientemente deslumbrante para que el sacerdote se sienta sobrecogido, y con temor se acerque a él? Con profundo dolor vemos, cada día más, que no es así para una notable mayoría. La irreverencia y profanación del altar son una constante en la vida de la Iglesia. No es de extrañar que esa “vida” esté tan deslucida y “alumbre” tan poco. No es de extrañar que de la profanación del altar, y la total y absoluta impunidad de los culpables,  se siga la profanación de la Palabra de Dios. ¿No ven aquel mismo resplandor que se repite ahora en el altar? No lo ven, porque no tienen la inocencia y la simplicidad y la rectitud de intención de aquellos humildes pastores. Dios Padre que alumbró a aquellos con la gloria del cielo, mantiene ciegos a aquellos hijos suyos duros de corazón.

Dios quiso manifestarse a unos pobres pastores, humildes trabajadores que estaban en vela atendiendo a  su oficio; porque Dios quiere estas disposiciones en aquellos a los que quiere revelarles sus misterios. Si el sacerdote al acercarse al altar no siente la profundidad del misterio,  quizá deba preguntarse por sus disposiciones interiores. Son del todo necesarias tales disposiciones interiores para sentir el sumo gozo de descubrir, que el Salvador ha nacido única y exclusivamente para  los hombres, y para mí.

¿No deberíamos ser los sacerdotes como esos pastores, sencillos, humildes, que atendían a su ocupación con suma diligencia, es decir, que cuidaban con sumo cuidado su rebaño?  ¿Cómo el sacerdote  no ha de guardar con gran diligencia en su corazón el tesoro  de su misa? ¿Cómo no estar en vigilia para cuidar que nada dañe tal tesoro, es decir, no cayendo en pecado?

El canto del Gloria, que oyeron fascinados los pastores, es por la obra de la Encarnación, gloria de Dios por excelencia. Ese canto ha pasado a la santa misa, para mostrar que la misma gloria de Dios tiene lugar en ella. En la santa misa se manifiesta la gloria de Dios a los hombres, que impulsa al hombre a alabarle y glorificarle, sin buscar la propia gloria; es la gloria a Dios Uno y Trino, gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Gloria al Padre porque nos dio al Hijo; gloria al Hijo, porque se hizo hombre por nuestra salvación; gloria al Espíritu Santo, porque de cuyo amor tal obra procedió.

Pax hominibus boni voluntatis. La paz de Dios se ha hecho presente, pero no como la aparente paz que ofrecen las riquezas, o la sabiduría humana, o la fama, sino la paz  de los hombres de buena voluntad. Porque no hay más paz ni más rica, ni más pacífica, ni más amable, que la que proviene de la buena voluntad, como así no hay “paz” más aborrecible, ni turbadora que la que proviene de la mala voluntad. Jesús es Pax hominibus boni voluntatis, pero para los malintencionados, en cambio, piedra de tropiezo y roca de escándalo. Son los sacerdotes que indignamente se acercan al altar, los nuevos profanadores, que, con mala voluntad, son causa de escándalo para los sencillos, vergüenza para los buenos sacerdotes y oprobio para la Iglesia.

Estaban llenos de temor los sencillos pastores, y el ángel les dice: Noli timereNo temáis.  Temible misterio sublime el de la santa misa, donde los ángeles presentes cantan la gloria de Dios;  pero el mismo Señor dice a su sacerdote: No temas, por el contrario ven a toda prisa a mi altar, confía en mí que soy Jesús tu Salvador, que aun siendo Dios Omnipotente, he hecho poco aprecio de mi mismo haciéndome pequeño. Así habla Jesús a sus sacerdotes en el altar del sacrificio. Qué tragedia y dolorosas consecuencias para quien, duro de corazón, cierra sus “oídos”; y qué gozo indecible para quien, atento y sumiso, escucha Su susurro cada mañana en la santa misa.

El santo sacrificio en el corazón del sacerdote es el misterio da la gloria del Señor que envuelve en el altar.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Tomado de:
https://adelantelafe.com/

María, Madre y Maestra del Sacerdote (II)

maria

Porque ha mirado la pequeñez de su esclava (Lc. 1, 48).

Queridos hermanos, en este verso, la Santísima Virgen, agradece complacida que Dios se haya dignado mirarla con buenos ojos, y acordarse de Ella, y haya obrado grandes cosas por medio de Ella; y, a su vez, reconoce su pequeñez como esclava, ejercitando en estas palabras una singular humildad. Con verdadera humildad confiesa su pequeñez como esclava, que, a pesar de ello, Dios no dejó de mirarla. María, nos enseña que el fundamento de las alabanzas de Dios, y de la acción de gracias por los beneficios recibidos, ha de ser el reconocimiento de nuestra pequeñez e indignidad. Esta pequeñez de la  que nos da muestra la Madre de Dios, ha de ser el título para pedir a Dios que nos mire con buenos ojos y nos conceda todo tipo de gracias.

La esclavitud de la Virgen María, es la identidad de todo su ser con Dios; así como el esclavo no se pertenece a sí mismo, sino que en todo pertenece a su amo; no tiene decisiones propias, sino que todas han de pasar por la voluntad de su señor; así como hasta la propia vida del esclavo depende de la voluntad de su amo,  así es María, toda de Dios. Nada hay en Ella que no sea del agrado de Dios, que no esté en consonancia con la voluntad Divina, desde el más sencillo pensamiento hasta la acción más importante, todo en Ella da gloria a Dios.

 Qué grande ha de ser la identidad del sacerdote con Jesucristo. Dios se dignó mirarle, fijar su mirada en él, elegirle para tan alto ministerio. Dios lo espera todo de su elegido. Las palabras profundamente humildes de María deben ser, para el sacerdote, modelo de vida sacerdotal. ¡La humildad del sacerdote! Todo lo que tiene lo ha recibido de Dios, nada tiene por méritos propios, pues todo lo que el sacerdote es, lo es por voluntad y gracia divina. La actitud de María debe ser la actitud del sacerdote ante Dios, es la entrega total de la vida del sacerdote a los planes de Dios, porque todo lo tiene le ha sido dado gratuitamente.

Sigue leyendo

No nos induzcas a la tentación

tentacion

Queridos hermanos, el pasado mes de diciembre de 2017 entró en vigor en Francia la nueva traducción de  la frase del Pater nosterEt ne nos inducas in tentanionem: Y no nos dejes caer en la tentación, la  misma traducción  que en español. La traducción literal es: No nos induzcas a la tentación. Se ha planteado la pregunta de si la traducción literal es correcta. ¿Podemos decir que Dios induce a la tentación? ¿No parece una ofensa tal petición? Intentaremos dar un sentido, que pueda satisfacer y hacer entendible, a la traducción literal. Sigo la Santa Biblia de Mons. Juan Straubinger, 3ª edición especial. 2016, Universidad Católica de La Plata,  y sus notas a pie de página.

Vayamos a Éxodo 2, 21: Y dijo el Señor a Moisés: Cuando vuelvas a Egipto, mira que hagas delante del Faraón todos los prodigios que he dado en tu mano. Yo, empero, endureceré su corazón, y no dejará ir al pueblo. Igual que Dios actuó con el Faraón de Egipto, leemos en la Carta a los Romanos (9, 18): Así que tiene misericordia de quien quiere, y a quien quiere le endurece.  Se puede concluir que Dios de quien quiere tiene misericordia, y a quien quiere lo endurece.

En más pasajes bíblicos el Señor endurece el corazón. El Señor endureció el corazón del Faraón, de modo que no les escuchó, según el Señor le había dicho a Moisés (Ex. 9, 12).  Por eso los entregué a la dureza de su corazón: a que anduvieran según sus apetitos (Sal. 80, 13). “¡No hay peor castigo que esa libertad que con tanto ahínco defendemos! (cf. Hech.14, 15). El Señor los dejaba entregarse  a sus vicios y concupiscencias como los paganos, cuyos “gimnasios” imitaron, de modo que cosecharon frutos muy amargos: Como no estimaron el conocimiento de Dios, los entregó Dios a una mente depravada para hacer lo indebido (Rom. 1, 28)”.

Sigue leyendo

Adulterio

adulterio-948x394

Sus ojos están llenos de adulterio. 2 Pe. 2, 14.

El adulterio es un pecado de lujuria.

Queridos hermanos, Dios quiere nuestra santificación, y quiere que nos abstengamos de las inmundicias  de la carne, así lo dice San Pablo en la primera Carta a los de Tesalónica, capítulo cuarto. El vicio se ha generalizado, hasta el extremo de la consternación, a quien medite con gravedad y fe sus consecuencias. La voz del apóstol se ha silenciado, cuando debería resonar estruendosamente, primero en la propia Iglesia y de aquí en el mundo: Que cada uno sepa tener a su mujer en santidad y honor, no con afecto libidinoso, como los gentiles que no conocen a Dios; que nadie se atreva a ofender en esta materia a su hermano, porque vengador de todo esto es el Señor…; que no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad (2 Te. 4, 4-7).

El adulterio es un pecado mortal de lujuria, cometido entre dos personas casadas, pero pertenecientes a dos distintos matrimonios; o entre dos personas, una de las cuales está unida a otra por el sacramento del matrimonio. Este es de los  pecados más graves, en primer lugar, porque profana la santidad del sacramento; santidad que San Pablo llama grande en Cristo y en la Iglesia (Ef. 5, 32); es santo, porque por su virtud pueden los esposos conservarse puros al lado de la impureza; es santo, porque tiene en la Iglesia por objeto el dar santos o hijos de Dios; y es santo, por su significación, pues representa la inmaculada unión de Cristo y de su esposa la Iglesia.

Este sacramento tan santo lo profanan terriblemente los casados que comenten pecado de impureza con personas unidas en distinto matrimonio; lo profana terriblemente las personas casadas, que pecan con otras que no lo están; y lo profanan terriblemente, por último, las personas libres que pecan con otras, que ya están unidas en matrimonio.

Sigue leyendo

María, Madre y Maestra del sacerdote

maria

Y mi espíritu se alegra en Dios, Mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Lc. 1.47-48

Queridos  hermanos, María es Madre y Maestra de  forma privilegiada y especial del sacerdote.  La relación del sacerdote con la Madre de Dios debe alcanzar una profundidad y unión tal que el sacerdote no pueda entender su sacerdocio sin la Reina de cielos y tierra. Profundidad que se ha de alcanzar meditando el “misterio  de María”, llegando al abismo que supone encontrarse con la realidad de la toda “llena de Gracia”. Estamos ante el profundo misterio de la “grandeza de la esclava”, misterio de tal condición que el alma siente, a veces, verdadero vértigo al asomarse a esta realidad; en este vértigo el alma del sacerdote se sobrecoge al percibir quién es María; sobrecogimiento, y al mismo tiempo alegría sobrenatural, porque es una alegría distinta a la que tiene lugar en la naturaleza, es un gozo íntimo entre el sacerdote y María, entre el hijo y la Madre.

Unión,   que implica vivir el sacerdocio con María; unión indisoluble, que ha de llegar a la perfección de no hacer nada sin contar con  Ella. La vida sacerdotal ha de ser una tendencia constante hacia María; como un caminar hacia el encuentro con Ella; encuentro que tiene lugar en el Santo Sacrificio, y se prolonga en la vida del sacerdote. No es posible el sacerdocio sin María, como no es posible la santidad del sacerdote sin la Madre de Dios.

María es Madre y Maestra constante del sacerdote. Todo en Ella es enseñanza, instrucción, modelo, ejemplo, ayuda, consuelo, repuesta a las necesidades del sacerdote. Las mismas palabras del Magnificat, en el caso que nos ocupa en este artículo,  son guía para el sacerdote, enseñanza santa y sublime, que bien entendida por aquel, le ayudará a reforzar la alegría sacerdotal, y a profundizar en la gracia del sacerdocio. La respuesta de la Santísima Virgen a su prima Santa Isabel, no son las palabras con las que el común de los mortales suelen contestar mostrando su agradecimiento. Todo lo que la Madre de Dios dijo, en respuesta a su santa prima, fueron palabras dirigidas a Dios; enseñándonos el modo de cómo nos hemos de portar cuando nos alaban, porque lo mejor y más seguro es cambiar la conversación para dirigirla a Dios, de quien proceden los dones  por lo que somos alabados.

Sigue leyendo

El Santo Sacrificio en el corazón del sacerdote II

misa-tradicional-altar-600x394

Queridos hermanos, no es una frase devota y amable hablar del “Santo Sacrificio en el corazón del sacerdote”, no lo es. Es una realidad de hondo sentido, que toca la esencia del sacerdocio, y la razón de ser del sacerdote. El Santo Sacrificio es la vida del sacerdote, su plenitud cuando despojado de sí mismo accede al altar, lleno de temor y temblor, de profundo respeto, con veneración, cuidado en las formas y el corazón contrito. Únicamente la meditación diaria de la realidad del Santo Sacrificio, sus misterios infinitos, que no es más que el misterio de Dios Uno y Trino y su Obra Creadora y Redentora, permitirá al sacerdote prender la llama, y aumentarla constantemente, del Santo Sacrificio.

Virtud ejemplar de Jesús en el pesebre.

La verdad del misterio del altar permanece inalterable en el transcurso del tiempo, sea cual fuere la realidad de la Iglesia que peregrina en la tierra, y la realidad de sus miembros, es la verdad inmutable que mantiene vivo el ser de la Iglesia de Jesucristo. El sacerdote ante el altar, he ahí la imagen de la Iglesia de Cristo. El sacerdote imagen de Cristo que se adentra en el misterio infinito de Dios, que lo acoge para instruirlo en el misterio de amor divino. Esa instrucción no es más que la constante, y continua, transformación del sacerdote en imagen de Cristo. Del altar del sacrificio se desprenden todas las gracias para la Iglesia y el mundo, y el sacerdote desciende de él cada vez menos carnal y más espiritual, más radiante por el contacto con el mismo Dios.

La imagen del Pesebre se alza en el altar, es la imagen de las virtudes del Niño Dios. En medio de la pobreza del lugar, de la falta de los medios más elementales, María está sentada en el heno, el Hijo recostado  en el Pesebre y el padre nutricio, San José,  asombrado por el momento, y en silencio; en esas circunstancias resplandecen las virtudes de Jesús: se ha hecho necesitado siendo rico, para sanar la avaricia del hombre; el que reina en el cielo, humildemente yace entre pañales para reparar la arrogancia del género humano.

El Hijo de Dios estaba en el cielo, y no era adorado; descendió humilde a la tierra y es adorado. El Dios Todopoderoso, que durante tanto tiempo tronaba en el Cielo, no salvaba; pero gimió en el Pesebre y salvó. Nunca salva la soberbia, sino salva la humildad. ¿Qué decir? ¿No es la soberbia tierra y ceniza después que Dios se hizo humilde? Dice el Eclesiástico (3, 20): Cuanto fueres más grande, tanto más debes humillarte en todas las cosas, y hallarás gracia ante Dios. Jesús dio vivo ejemplo cuando dijo: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc. 22, 27), y nos lavó los pies para que le imitáremos: Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, […] también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros (Jn. 13, 14), y buscó siempre la gloria del Padre: Antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres (Flp. 2, 8).

Sublime enseñanza para el sacerdote, que ante el altar se dispone a su Santa Misa. Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza (Lc. 9, 58). Nuestro Señor Jesucristo  naciendo en un establo, y muriendo en la Cruz, no tuvo donde reclinar su cabeza, y hoy en tu Santa Misa, sacerdote, espera poder reclinar su Santa Cabeza en tu corazón. Jesús, Rey de eterna gloria, que en extrema pobreza ha nacido, está en el altar del sacrificio. ¡Qué incomprensible es la benignidad del suavísimo Jesús! Indigno es el sacerdote de elevar sus ojos al cielo, pues es polvo y ceniza, miserable y pecador, ni siquiera digno de besar el pobre Pesebre donde yació el Salvador, pero aun así, el Señor, lo reclama y espera en el altar, para venir a él. ¡Qué inefable clemencia!

Maestro enviado de Dios, enséñanos en la cátedra del Pesebre, a despreciar los honores, las riquezas, y todas las diversiones del mundo, que introducen al sacerdote, y al hombre, en el fondo de su perdición

En el altar se hace presente el inescrutable misterio de humildad. En el cielo es Hijo de Dios, en la tierra, el siervo de todos; en el cielo es Señor, en la tierra, súbdito; en el cielo es magnífico, en la tierra pequeño; en el cielo es rico, en la tierra pobre; en el cielo es el Pan de los Ángeles, en la tierra, el alimento de los peregrinos. ¡Inescrutable misterio de humildad y caridad! Este misterio se presenta ante el sacerdote en su Santo Sacrificio.

El Santo Sacrificio en el corazón del sacerdote, son las virtudes de Jesús en el Pesebre.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Tomado de:

https://adelantelafe.com/

La fortaleza de la fe y la oración

jesusrezando

Velad y orad para no caer en la tentación; es espíritu está pronto, pero la carne es flaca. Mt. 26, 42

Queridos hermanos, la cita de San Mateo es clara y no deja dudas, y bien la considero como una de las causas, no menos importante, de la situación actual de la Iglesia. La vida de oración ha desaparecido en grandes sectores del clero y de los fieles, al menos no se le da la importancia debida. La realidad es contundente, a todos estos eclesiásticos que  desvergonzadamente atacan con descaro las verdades de fe, a los que les apoyan desde su situación de autoridad y poder,  van dirigida estas palabras del Señor. No han orado y han sido vencidos por la tentación de la carne. Pero también, todos aquellos que callan y silencian sus labios por respetos humanos, o simple temor, va dirigido este versículo. Son los que no tienen la pasión del error, ni el valor de la verdad.

La falta de firmeza en la fe es el amargo fruto de una vida sacerdotal, o en general, sin verdadera oración, constante, perseverante, que ansíe con vehemencia la unión con Dios, y esté dispuesta a recorrer todo el largo camino, y dificultoso, para llegar a la meta, con la gracia de Dios. Sin oración no hay luz para reconocer las verdades de  fe, ni fuerza para defenderla. Sin oración no hay santidad.

Necesidad de la oración mental

Al hablar de oración mental sólo considero la oración que nos transmitieron los Santos Padres, y que San Ignacio de Loyola, de forma insuperable, nos ha dejado en sus Ejercicios Espirituales.

Para sacar buen fruto de la oración es menester tener en cuenta, y que entendamos, que la oración no es un fin, sino un medio para nuestra perfección y acceso a Dios. Nuestra perfección no está en tener gran consolación y subidos afectos en la oración, cuanto alcanzar una perfecta mortificación sobre nosotros mismos, alcanzar un señorío sobre nuestras pasiones y deseos concupiscentes. Este es el primer fruto que hemos de sacar de la oración, y  si el Señor nos da consolaciones en la oración son, no para pararse en ellas, sino para que con mayor firmeza y determinación andemos por el camino de la virtud y de la perfección.

Sigue leyendo

A solas con Dios

solo-1920x540

Búsqueda de Dios

Queridos hermanos, Dios busca a su alma amada en la soledad. Dios la quiere en exclusividad, más la realidad nos dice que el alma es poco consciente de ello. Y el deseo de Dios es inmutable, no se adapta a tiempos y costumbres nuevas. Dios siempre espera a su alma en la intimidad de la oración, en el silencio del recogimiento, en el goce de la contemplación.

¡Cuántos buscan a Dios sinceramente, pero no lo encuentran! Van de aquí para allá, y nadie les dice que no han de moverse, sólo han de estar quietos, silenciar su corazón y esperar. Han de aquietar tanto ruido de la vida cotidiana, tanto ajetreo que hace olvidarse del Creador, cercano e íntimo, que les hace olvidar por completo la presencia constante del Señor, olvidándose, por lo tanto, de hacer su santa voluntad. Lo importante es el deseo del corazón. Lo importante es el deseo de amar a Dios, deseo fuerte, vehemente, apasionado, dispuesto a someter cualquier querer, gusto, ilusión, al amor divino. Porque basta un simple deseo mundano, o carnal, que arrastre, para que no amenos con toda el alma a Dios, como así  quiere que se le ame, en la plenitud de todos los sentidos. Dios quiere ser amado con prioridad a cualquier otro querer, por muy bueno y digno que sea. Cuando se desea amar a Dios de esta manera, estamos en el camino para encontrarle y gozarle.

Es una realidad que los conocimientos teológicos, la ciencia teológica, hincha pero no satisface al alma; el deseo de conocer es necesario e imprescindible para el desarrollo y conocimiento de la fe; pero sólo el trato íntimo con Dios satisface al alma, llenándola plenamente en sus deseos y aspiraciones. Bien lo experimentó el gran Santo Tomas de Aquino, gloria de la ciencia teológica y filosófica, cuando tuvo la experiencia personal de Dios, pues ya no pudo seguir escribiendo. Sólo Dios es necesario, y sólo en la intimidad de la oración y del silencio. Porque así lo desea Él. Dios quiere el silencio en su relación con el alma, porque sólo en el silencio, cuando el alma está más dispuesta a escuchar, sosegada de la actividad del mundo y olvidada de él, puede comunicarle sus gracias.

Sigue leyendo

El Santo Sacrificio en el corazón del sacerdote I

misa-950x394

dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hospedería. Lc. 2, 7.

Queridos hermanos, el Santo Sacrificio de la Misa siempre ha de estar en el corazón del sacerdote; algo así como si su corazón fuera ya el altar, el cual,  listo y preparado está siempre disponible para el sacrificio. Es el corazón siempre listo para el sacrificio, porque es el corazón sacrificado en la Cruz a las pasiones del mundo, demonio y carne; es el corazón que vive por y para la gloria de Dios, que consiste en hacer Su divina voluntad.

El Santo Niño ha nacido de María Virgen, “Pan” santo, reclinado en el Santo Pesebre. ¡Oh inefable misterio! ¡Qué obra de la divina Providencia! Estratagema admirable, por lo divina, contra el mismísimo demonio. ¡Cuánto exceso de amor al hombre! Dios hecho carne, Omnipotente en el “Pan”, Inmenso en el Pesebre, La Palabra hecha carne y Niño. ¡Escándalo para los judíos y necedad para los gentiles!, pero para nosotros la Salvación y manifestación de la Sabiduría de Dios. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si alguno come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo (Jn. 6, 51). He aquí el Pan vivo, recostado en el Pesebre. He aquí al pequeño Salvador, al Infante amable, que ya desde ese mismo instante nos dice: Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt, 11 28). Yo soy el pan de vida, el que viene a mi no tendrá sed, y el que me come vivirá eternamente.

Dichoso el sacerdote que cada día  sube al altar – y en especial el día de Navidad, no solo una sino tres -, a la mesa del Señor a procurarse y a procurar el alimento para la vida eterna. El Cuerpo del Señor en el cándido y frágil Cuerpo del Divino Infante, el mismo Cuerpo late bajo las especies de pan y vino; el Hombre-Dios nacido de la Virgen Santísima. ¡Divino y Santo Sacrificio donde el Pan vivo se nos da como alimento para la vida eterna! Santo alimento del sacrificio, que las benditas manos del sacerdote sostienen, contemplan y adoran.

El Padre celestial y eterno Dios, nos ha gratificado en su querido Hijo, en la celebración del misterio del altar. Verdaderamente es justo y necesario que te demos siempre gracias, y te glorifiquemos con la Hostia que se inmola en el altar; figura del sacrificio del justo Abel, del sacrificio del cordero de Abraham, figura del sacrificio que ofreció del rey y sacerdote Melquisedec. Es la Hostia que se ofrece en alabanza y acción de gracias, es la Hostia propiciatoria que se ofrece a la Justicia divina, es la Hostia que ofrecemos por nuestras necesidades y peticiones.

Todos los días, el Señor, el Hijo de Dios, admite a su sacerdote al misterio del altar. No te incomodes Señor si hablo todavía (Gn. 18, 30). Ten misericordia de mi Señor, si vuelvo a pedirte, si vuelvo con mi miseria a tu altar. Tú has nacido en un Pesebre, dándome ejemplo de servicio, de obediencia, de pobreza, de pureza, de humildad. Lo sé Señor, tu misericordia ha vencido; tu caridad te urge; tus delicias es estar con los hijos de los hombres (Prov. 8, 31). De igual forma el corazón del sacerdote ha de estar lleno de los propios sentimientos de Jesucristo. El divino Infante está en el altar. Ha tenido lugar el magno misterio del santo sacrificio. El Pan de los Ángeles se ha hecho presente para la vida del mundo, y han sido las manos del sacerdote y sus labios, al pronunciar las sagradas palabras, las que lo han hecho posible. Misterio único y cada día nuevo y distinto. Es la alegría del sacerdote, es el gozo del corazón sacerdotal: por él, el Santo Niño se ha hecho presente, y podemos de nuevo volverle  a adorar.

El misterio del Nacimiento del Salvador sigue presente cada día en el altar. El sacerdote lo hace posible. Misterio de la grandeza del sacerdocio. El Hijo de Dios encarnado. Jesús Niño, cándido y hermoso, ¿cómo no renovar cada día el gozo de acceder al altar para  renovar tan inefable misterio?

El santo sacrificio en el corazón del sacerdote, es el misterio del Verbo encarnado.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Tomado de:

https://adelantelafe.com/

Juicio particular del alma de un sacerdote

Queridos hermanos, esta la experiencia de un sacerdote que tuvo la gracia de conocer el juicio de un pecado cometido, como enseñanza de lo que será el juicio personal de la vida de cada alma en el momento del fallecimiento. Es muy provechosa para todos, para tomar conciencia de la importancia del juicio de Dios, de la confesión, del dolor de los pecados, de los pecados de omisión, que muchas veces no los tenemos en cuenta.

Estaba el sacerdote una tarde noche en su casa, tranquilo, y sereno su espíritu, ocupado en la lectura, cuando de repente y sorpresivamente, su alma entró en un sufrimiento agónico. Un sufrimiento que no era humano, era el sufrimiento del alma separada del cuerpo, por lo cual el sufrimiento toma una dimensión, intensidad y profundidad desconocidos para el alma, es el sufrimiento que no está limitado por el organismo físico, es un sufrimiento deseado y querido por el alma, al conocer con luz divina su pecado; es un sufrimiento que parece no tiene fin y cuya intensidad crece; es una angustia dolorosísima por la ofensa del pecado. En ese dolor el alma no pide ayuda a nadie, ni al Señor, ni a la Santísima Virgen, ni a los Ángeles o santos patronos, es un sufrimiento donde ya no cabe el arrepentimiento ni los buenos deseos de no volver a pecar, es el sufrimiento del juicio, donde el alma sólo desea aceptar el dolor  de su pecado porque es lo justo. En ese dolor el alma reverencia a Dios, a quien siente como Santo, Justo, Misericordioso, sabiendo que su sufrimiento es santo, justo, y fruto de la misericordia de Dios.

El alma del sacerdote vio con claridad, y entendió, lo que ocurrió aquella tarde, cuando cometió un pecado de omisión, al callar ante una persona que se vio ofendida por otra, en su presencia. El sacerdote, por respetos humanos, no defendió, como era su obligación, a la persona ofendida. Supo que no hizo lo correcto, pero sin embargo no tuvo conciencia de pecado, por lo cual ni siquiera pensó en la confesión.

El Señor, pues, le mostró su error. La experiencia sólo duró unos segundos, esa es  la percepción del sacerdote, que sintió que si hubiera durado más, tan sólo, unos minutos,  no sabría si habría podido resistir tanto sufrimiento agónico. Al terminar la experiencia llamó rápidamente a la persona en cuestión para pedirle perdón, y se confesó en la primera ocasión.

Con el ánimo tranquilo, y recuperado de la experiencia, meditó el sacerdote sobre lo ocurrido, y se estremeció cuando pensó qué hubiera sucedido si la experiencia hubiera sido respecto a un pecado mortal, o aún más, a la revisión de toda la vida.

Queridos hermanos, el juicio de Dios nos espera a todos, con más rigor a los sacerdotes, porque más nos ha dado. Ahora, en estos días de nuestra vida, es cuando estamos bajo el amparo de la Misericordia, cuya misión es prepararnos para el Juicio de Dios; es el tiempo de poner nuestra alma en paz con Dios, de santificarla y vivir según la Ley divina. Si los que viven en pecado mortal tuvieran la experiencia de lo que será su juicio, dejarían su vida de forma instantánea, sin importarles su situación económica, ni los hijos, ni nada de su actual vida. La magnitud del grandeza del Juicio y del sufrimiento, es inimaginable por lo santo y justo que será.  Pero no tendrán esa experiencia, porque ya tienen los Mandamientos de  la Ley de Dios, la enseñanza tradicional de la Iglesia, las lecciones de los Santos Padres y santos teólogos.

La confesión frecuente, el dolor de los pecados, el vivir acorde a los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, la recepción de los Sacramentos, es decir, la vida santa, nos conducirá a la felicidad de la gloria del Cielo. Ahora es el tiempo de luchar, sufrir, orar y padecer por la salvación eterna de nuestra alma.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Tomado de:

https://adelantelafe.com

El espíritu de Balaán

Pero tengo algo contra ti: que toleras ahí a quienes siguen la doctrina de Balaán. El que enseña  a Balac a poner tropiezos delante de los hijos de Israel, a comer de los sacrificios de los ídolos y a fornicar (Ap. 2, 14).

El espíritu de Balaán en la Iglesia.

Queridos hermanos, asistimos al triste y desgraciado  espectáculo de ver a eclesiásticos, de diversa responsabilidad y cargo en la Iglesia, manifestar que hay que reinterpretar las Sagradas Escrituras en cuanto a lo que dice del grandísimo pecado de sodomía, sobre la homosexualidad, y cuántas cosas más. Vemos, igualmente, como la Palabra de Dios, que habla claramente del pecado de adulterio, se tergiversa maliciosamente; de igual forma la misma Ley de Dios no se obedece, y se cuestiona. En definitiva, las mismas Sagradas Escrituras dejan de Sagradas para estos  eclesiásticos, para ser meras  escrituras reinterpretables a gusto del interesado. Sin pudor así se manifiestan.

¿Cómo nos acercamos a la Sagrada Biblia?, como amantes de la Palabra de Dios, y como creyentes y fieles hijos de la Iglesia, con el recto ánimo de buscar la verdad y de admitirla sea cual fuere, aunque nos resulte una gran sorpresa e interiormente nos incomode –Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviadoQuien quisiere hacer la voluntad de Él conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía. Jn. 7, 6-7-, o bien, como hacen algunos, y cada vez más, que van a la Biblia con el llamado espíritu de Balaán, a encontrar en ella lo que les convenga, para sustentar sus propias opiniones. Con esta intención se puede hacer decir a las Sagradas Escrituras lo que uno quiera, se puede uno basar en versiones erróneas, o simple y llanamente decir que lo correcto es lo que “digo yo”, y que lo que  hasta  ahora se decía es anticuado y desfasado. En definitiva, se trata de acudir a la Palabra de Dios para interpretarla con el más absoluto descaro, sirviendo, no a la verdad que nos hace libres, sino a la mentira que esclaviza.

¿Quién es Balaán?

Números capítulo 22 nos habla de Balaán, hijo de Beor, a quien Balac, rey de Moab, mandó llamar para que maldijera al pueblo de Israel. Se levantó Balaán por la mañana, aparejó su asna y partió con los príncipes de Moab. Más encendiéndose Dios en cólera porque hubiera partido, y el ángel del Señor se plantó en el camino para detenerle (Núm. 22. 21-22). “Partió Balaán con internos afanes de lucro”, nos dice la Biblia de Bover- Cantera.  “Balaán ha quedado como ejemplo de hombre perverso y codicioso por inducir a los israelitas a la idolatría y a la fornicación (Num. 32, 16; Ap. 2, 14), cuando antes había bendecido al pueblo de Israel” (Núm. 22,1-24, 25), dice la Sagrada Biblia de la Universidad de Navarra.  “Balaán a pesar de haber sido prevenido dos veces (Núm. 22, 12 y 20) por el mismo Señor, no se sometió interiormente a la voluntad de Dios, sino que bendijo a Israel de mala gana porque temía la espada del ángel que le había amenazado en el camino. San Pedro se refiere a este profeta al hablar de la codicia de los falsos maestros y predicadores que con halagos atraen las almas superficiales y su corazón está versado en codicias; son hijos de la maldición que, dejando el camino derecho, se han extraviado para seguir el camino de Balaán, hijo de Beor, que amó el salario de iniquidad (2 Pe. 2, 14,ss.)”, leemos en la Santa Biblia de Straubinger.

Doctrina de Balaán: amistad con el mundo.

El error de Balaán procede del espíritu mundano que no tiene el sentido de las cosas de Dios. Y así, Balaán, deseoso de congraciarse con el rey Balac, no comprendió que Dios no quisiese  maldecir a Israel, pueblo ingrato. La doctrina de Balaán, pues, como recoge el libro del Apocalipsis (2,14) – Pero tengo contra ti  algunas pocas cosas, por cuanto tienes allí a quienes han abrazado la doctrina de Balaán, el que enseñaba en Balac a dar escándalo a los hijos de Israel, para que comiesen de los sacrificios de los ídolos y cometiesen fornicación-, es la que enseñó a los hijos de Israel a fornicar con los extranjeros, y está aplicada en este pasaje en sentido religioso a la fornicación espiritual, que ya no es con los ídolos como en el antiguo Israel, sino con los poderosos de la tierra; es decir, la doctrina de Balaán se entiende de aquellos que viven un infiel maridaje con el mundo, olvidando su destino celestial y la fugacidad de la vida. ¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios Por tanto, el que desee ser amigo de este mundo se hace enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: “Celosamente nos ama el Espíritu que habita en nosotros”? (Sant. 4, 4).

¡Cuántas veces el Señor recuerda la oposición de su Palabra y el mundo!: El cual [Jesucristo] se entregó por nuestros pecados, para sacarnos de este presente siglo malo, según a voluntad de Dios Padre nuestro (Gal. 1, 4).

La doctrina de Balaán consiste en seguir las pautas del mundo, en echarse en sus brazos, en conformarse con los poderosos, los influyentes. La doctrina de Balaán es el triunfo del espíritu del mundo y de la carne, y por tanto del maligno; es la búsqueda de la vida perdurable y confortable en la tierra; es lo opuesto a la vida espiritual, es más, es su negación. Es algo así como buscar la “eternidad” en lo terrenal y mundano.

He aquí el verdadero espíritu que anima e impulsa a estos eclesiásticos, que alejados de la verdad de la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, imbuidos del espíritu de Balaán, buscan complacer al mundo a costa de la verdad eterna, llevando la desgracia a quienes les oigan y sigan.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Tomado de:

https://adelantelafe.com

 

 

 

Lutero, antitestigo del Evangelio

  • Es sentencia herética, pero muy al uso, que los sacramentos de la Nueva Ley dan la gracia santificante a los que no oponen óbice.
  • Decir que en el niño después del bautismo no permanece el pecado, es conculcar juntamente a Pablo y a Cristo.
  • Que las partes de la penitencia sean tres: contrición, confesión y satisfacción, no está fundado en la Sagrada Escritura ni en los antiguos santos doctores cristianos.
  • Al querer confesarlo absolutamente todo, no hacemos otra cosa que no querer dejar nada a la misericordia de Dios para que no lo perdone.
  • En el sacramento de la penitencia y en la remisión de la culpa no hace más el Papa o el obispo que el ínfimo sacerdote, lo mismo hace cualquier cristiano, aunque fuere mujer o niño.
  • Nadie debe responder al sacerdote si está contrito, ni el sacerdote debe preguntarlo.
  • Grande es el error de aquellos que se acercan al sacramento de la Eucaristía confiados en que se han confesado, en que no tienen conciencia de pecado mortal alguno, en que han previamente hecho sus oraciones y actor preparatorios: todos ellos comen y beben su propio juicio. Más si creen y confían que allí han de conseguir la gracia, esta sola fe los hace puros y dignos.
  • Se engañan los que creen que las indulgencias son saludables y útiles para provecho del espíritu.
  • El Romano Pontífice, sucesor de Pedro, no fue instituido por Cristo en el bienaventurado Pedro vicario del mismo Cristo sobre todas las Iglesias del mundo.
  • El justo peca en toda obra buena.
  • Una obra buena, hecha de la mejor manera, es pecado venial.
  • Nadie está cierto de no pecar siempre mortalmente por el ocultísimo vicio de la soberbia.
  • El Purgatorio no puede probarse por Escritura Sagrada que esté en el canon.
  • Las almas del Purgatorio pecan sin intermisión, mientras buscan el descanso y sienten horror de las penas.

(Errores de Martin Lutero, entre otros, condenados en la Bula Exsurge Domine de 15 de junio de 1520). Denz. 741 y ss.

Censura del Sumo Pontífice: Condenamos, reprobamos y de todo punto rechazamos todos y cada uno de los antedichos artículos o errores, respectivamente, según se previene, como heréticos, escandalosos, falsos u ofensivos a los oídos piadosos o bien engañosos de las mentes sencillas, y opuestos a la verdad católicaAdriano VI (1522-1523). Clemente VII (1523-1524)
***

Queridos hermanos, por mucho que ustedes se pongan de acuerdo para decidir que lo blanco en negro, a pesar de su decisión, lo blanco seguirá siendo blanco y lo negro será negro. Si la decisión la tomara el Parlamento de una Nación por absoluta mayoría, a pesar de todo, lo blanco nunca dejaría de ser lo que es, blanco.

Sigue leyendo

Arrodíllate y besa el suelo

rezar-1920x500

Queridos hermanos, seguro que muchos de ustedes se sienten preocupados por la situación de la Iglesia y de sus Pastores. No pocos son también los sacerdotes que sufren con dolor la situación del camino que ha emprendido la Iglesia, o mejor, los “frutos” que se están recogiendo después de tantos años de  de continua destrucción de la Sagrada Liturgia y dominio de la permisividad moral y arbitrariedad teológica.

Podemos decir que la Iglesia se derrumba desde sus cimientos. ¿Será a caso necesario que el derrumbe sea total para que el Señor la vuelva a levantar? ¿No es necesario en muchas ocasiones derribar la casa en ruinas para volverla a edificar sólidamente? Antes de la Resurrección, fue necesario que nuestro Señor padeciera la amarga Pasión y muriera crucificado. ¿No vive la Iglesia su propia Pasión?

Muchos son tentados, fieles y sacerdotes, fuertemente tentados. Se preguntan ¿dónde está la verdad? ¿Dónde está lo que la Iglesia ha enseñado hasta ahora, donde la enseñanza de los Santos Padres, dónde la enseñanza tradicional católica? Muchos se hacen la pregunta de dónde está su propia identidad católica. Seremos tentados. No podemos sentirnos fuertes. Nuestra fortaleza está en suplicarle al Señor, en suplicarle constantemente que no nos deje caer en tentación. Nada somos sin el Señor. Nos hundimos sin Él. La Iglesia se hunde porque la gobierna el hombre, que piensa y actúa como el mundo, para agradar al  mundo, para contentar al mundo.

Sigue leyendo

MYSTERIUM FIDEI, EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA

(EN SU FORMA EXTRAORDINARIA)

Vídeo completo

caratula-misterium-fidei-300x205

La Carta Apostólica Motu Proprio “Summorum Pontificum”de S.S. Benedicto XVI del 7 de julio de 2007 ha hecho accesible a la Iglesia universal la riqueza de la Liturgia Romana. Desde ese momento, el Misal del papa Pablo VI y el Misal de San Juan XXIII son dos formas del único Rito Romano, definidos respectivamente ordinario y extraordinario.

El documental Mysterium Fide pretende mostrar el tesoro espiritual y la riqueza teológica de la Misa tradicional. No se trata de una simple explicación de las rúbricas dela Santa Misa. Quiere ayudar a descubrir la doctrina contenida en la Misa, para poder meditar lo que acontece en el Santo Sacrificio. Pues es la meditación lo que nos permitirá profundizar en el misterio y vivirlo; por tanto, participar verdadera y activamente en la Santa Misa. Del misterio del altar pueden contarse los versos de un himno de la Santísima Virgen: Muchas alabanzas se te tributan, pero ellas muy atrás se quedan.

P. Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

NOTA DE ADELANTE LA FE: Este vídeo es la versión íntegra tal cual aparece en el DVD a la venta, es una segunda edición revisada y mejorada respecto al DVD original. Lo publicamos con autorización del padre Juan Manuel, quien lo aprueba con fines eminentementes apostólicos y divulgativos.
No obstante rogamos encarecidamente a todos los que les guste, que compren un original para fomentar su difusión y ayudar a los productores para poder sacar más vídeos evangelizadores. El DVD incluye varios extras interesantísimos que publicaremos más adelante. Tiene un precio testimonial de 7 euros y pueden pedirlo a agnusdeiprod@gmail.com o al 619 41 34 01

Tomado de:

adelantelafe.com

El cielo exige el martirio

1

Yo digo a los soberbios: “No os ensoberbezcáis, y a los impíos: No irgáis vuestra cabeza.  No levantéis  en alto vuestras frentes, no habléis con erguida cerviz.  Ciertamente, ni del oriente, ni del desierto vendrá la salvación”. Sal. 74. 5-7.

Queridos hermanos, se cuenta en la vida de San Bruno, el gran santo fundador de la Orden de la Cartuja, un episodio que condujo a la definitiva decisión del santo a vivir la vida de retiro. Este hecho, descrito por los primeros biógrafos, es puesto en cuestión por historiadores posteriores  de la vida del santo. Pero quiero traer ha  mención  ese relato por la gran enseñanza moral. Lo sucedido, muy resumido, tuvo lugar durante el funeral de un conocido y muy apreciado doctor de la Universidad de París, sacerdote, al parecer de todos,  de suma bondad y reputado por muy virtuoso. Para asombro de todos los presentes, en un momento en que el oficiante dijo las palabras: Responde mihi  – Respóndeme –  el cadáver alzó la cabeza y exclamó: No tengo necesidad de oraciones; por justo juicio de Dios soy condenado al fuego sempiterno.

El santo fundador de la Cartuja, dijo, como cualquiera de nosotros podría decir: ¿En qué pensamos? Se condenó un hombre, que a juicio de todos hizo siempre una vida tan cristiana; ¿quién podrá fiarse ya con seguridad el testimonio que le dé su equivocada conciencia? ¡Oh qué terribles son los altos juicios de Dios! El difunto ya no habló para sí; a nosotros se dirigió el grito de aquel espantoso milagro. La resolución del drástico cambio de vida fue inevitable y firme.

Estremecedor relato que nos recuerda que el juicio es de Dios y sólo de Él. Ciertamente, ni del oriente, ni del desierto vendrá la salvación. Surge una pregunta: ¿Nos esforzamos por seguir al Señor?  Sabemos de nuestros esfuerzos por estudiar una carrera, por encontrar trabajo, por ganar más dinero, por comprarnos esto o aquello, por realizar un viaje, por tener más comodidades. ¿Nos preocupa la salvación de nuestra alma? ¿Nos esforzamos sinceramente en ello?

Sigue leyendo

La Iglesia católica es la Iglesia que condena a Lutero

lutero-1-1920x500

Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras […]. Vamos a edificar una ciudad y una torre cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por el haz de la tierra. Bajó el Señor a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: “He aquí un pueblo uno, tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros”.  Gn.11, 1-7

Queridos hermanos, ¿Quién cuida de la Iglesia de nuestro Señor? Los que tenían que cuidar las almas no lo hacen. Los que tienen que custodiar la fe, no lo hacen. ¿Están entregando la Iglesia? ¿Dónde están los Pastores que el Señor puso en Su Iglesia? ¿Dónde están los que le prometieron fidelidad y amor? ¿Dónde están los Obispos que  un día se ordenaron sacerdotes y, que  tumbados sobre el suelo, entregaron su vida de hombre para ser otro Cristo? Qué poco duró aquel pensamiento. Mientras que la fidelidad de Dios es eterna. Pastores tan flojos por todos lados que ya no queda nada. Han preferido adaptarse a los políticos, a la gente, a los grupos de presión que desprecian a Dios y a la Iglesia,  pero no al mandato de Dios.

La misma ley divina es cuestionada, y con asombro vemos que se propone una vía humana a la ley divina para aquellos que no la puedan cumplir. El hombre se erige en juez ante Dios. Es decir, quienes han de custodiar la ley de Dios, sin embargo la dejan de lado por una ley humana alternativa. ¿Dónde está la fidelidad a  Dios de sus Pastores? ¿Qué intereses buscan? ¿Los de Cristo o los de los hombres? No buscan la verdad porque no obedecen. No están a los pies de la Cruz porque no llevan a las almas al Sacrificio, no las llevan a conocer la Sagrada Pasión de nuestro Señor. Cuántos buscan sus propios intereses, viviendo como simples hombres carnales y mundanos.

Sigue leyendo

La Santa Misa Tradicional y el maligno

posesa-810x320

Al preguntarle si le gustaba la Santa Misa Tradicional, guardó silencio. Después de insistirle varias veces, contestó.

Sírveme a mí como señor (se dirige a un servidor tuteándome con desprecio. Le da coraje que le hable de tu, con autoridad. No tiene autoridad ante el sacerdote, se siente inferior).

Pregunta: En la Santa Misa Tradicional sólo se da culto a Dios.

No te voy a contestar (responde con repugnancia).

Pregunta: ¿Quieres asistir a una Santa Misa Tradicional?

No, no. Eso jamás.

Dirigiéndose a la posesa dijo: A esta no se lo permito. Tengo que ver este cuerpo flagelado y torturado, como flagelé a quien tú sirves (dirigiéndose a un servidor). Esta pobre alma ha escogido un camino equivocado. He pedido a quien tú sirves que yo la pruebe hasta destrozarla (el maligno está bajo las benditas manos de Dios Padre Todopoderoso y no permitirá que jamás haga daño a la posesa).

Pregunta: Nunca podrás destruir la Santa Misa Tradicional.

Te aborrezco. Eres imperfecto en todo. Falto de humildad. Has de aprender mucho(vomitaría de asco, la repugnancia que manifiesta es delirante).

Pregunta: Me tienes rabia.

De aquel accidente saliste ileso, pero no del próximo. (Hace referencia a un accidente gravísimo que tuve hacer treinta y dos años. Dijo esto porque él había provocado aquel accidente, quería matarme, así lo sintió la posesa y me lo comentó. Intenta acobardar al alma, haciendo ver que él puede controlar el tiempo, pero el tiempo es sólo de Dios).

Continúa diciendo, refiriéndose a la posesa:

Lo importante es que estas estúpidas almas sufran, de ello me encargo yo. Es bueno para el alma sufrir.

Se dirige a un servidor: Puedes cambiarte de bando si quieres. Sírveme a mí, el único yo. No tendrás que reparar en tantas idioteces (sólo quiere que se le alabe a él, quiere alabanzas).

Dirigiéndose a la posesa: Si quieres servirme a mi te lo daré todo.

Pregunta: ¿Te gusta la Santa Misa Tradicional?

Como no merece la pena no te voy a contestar. Te voy a esperar. Qué desprecio ante la Santa Misa Tradicional.

Me pregunta él: ¿Les gusta a tus colegas la Misa?

Le contesto: A algunos sí.

Responde: Te voy a amargar la existencia. Te vas a apagar como un candil (quiere apagar la luz de la palabra del sacerdote). Sois como abejas atolondradas (no estamos unidos los sacerdotes). No tenéis colmena firme (no hay normas firmes, Magisterio firme en la Iglesia). Os queda mucho tiempo de sufrimiento (a los sacerdotes tradicionales. No es tanto tiempo físico, como lo que se va a sufrir en ese tiempo). No me gusta tu rostro, me es insoportable (ataca el bendito rostro del Señor, porque la mirada del Señor traspasa).

Sigue diciendo:

Escribe sobre mí. Escribe el cara a cara entre el señor, que soy yo, y el lacayo, que eres tú. Sígueme. Me aburres. Eres insoportable.

Pregunta: ¡Viva la Santa Misa Tradicional!

Guarda silencio, y responde:

Da un viva por mí. Asiste a la Misa moderna.

Fueron sus últimas palabras, pero con total desprecio a Dios, y a un servidor como sacerdote.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Nota: Las interpretaciones de las palabras del maligno no solamente son de un servidor, de lo que personalmente observaba, sino también de la posesa a quien el Señor se lo hacía sentir. Esta posesión fue únicamente temporal, permitida por Dios, como enseñanza para poder comprobar los límites del maligno, que está sometido siempre a Dios Todopoderoso, y ver la importancia de la confianza del sacerdote en el poder y eficacia de su ministerio sacerdotal.

Tomado de:

http://adelantelafe.com/la-santa-misa-tradicional-y-el-maligno/

En la Santa Misa Tradicional el Cielo nos custodia

misa2

1 mayo, 2015

La Iglesia naciente tuvo que enfrentarse al paganismo reinante. El choque era inevitable, el cristianismo venía del cielo, el paganismo de la tierra. Si bien el paganismo fue vencido, no así fue destruido. Con el espíritu del maligno supo introducirse en el interior de la Iglesia con el rostro de la herejía. La herejía supuso algo nuevo y extraño a la realidad de la Iglesia, la división.

El cristiano acepta todo el depósito de la fe, el hereje elije lo que le conviene, lo que le es más cómodo. La herejía no es más que hacer una religión cómoda o menos incómoda. La herejía fracciona la universalidad de la catolicidad, de lo universal pasa a lo particular.

La reforma protestante supuso romper la universalidad de la Iglesia católica, cuyo centro era, y es, Roma,  para parcelar los territorios sometiendo la religión al príncipe, lo espiritual a lo temporal. Sigue leyendo