Category Fiestas de Nuestro Señor Jesucristo
CONMEMORACIÓN DEL BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
13 de enero
Estaba San Juan Bautista en las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Señor, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Abrióse el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.
Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad, autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.
Tomado de:
Especial de Corpus Christi
Especial de la Epifanía del Señor
CIRCUNCISIÓN DE NUESTRO SEÑOR*
1 de enero
Todo cuanto hacéis, de palabra o de obra, hacedlo
todo en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
((San Pablo a los Colosenses, III, 17)).
¡Cuán glorioso es el Nombre de Jesús; mas, cuán caro costó al Hijo de Dios! ¡Le fue menester derramar sangre para merecer este nombre de Salvador; y tú no quieres derramar, para salvarte, ni una lágrima! Es preciso imitar a Jesús en sus sufrimientos o perder la esperanza de acompañarlo en su gloria. Jesús, sed mi Salvador, y pues tanto amor habéis tenido por mí desde el comienzo de vuestra vida, inspiradme vuestro santo amor, a fin de que os ame, si no tanto cuanto merecéis, por lo menos tanto cuanto pueda. MEDITACIÓN I. Jesús comienza hoy lo que continuará hasta la muerte. Obedece a su Padre celestial, a María y a José.¡Dios obedece a los hombres! Después de esto, ¿tendremos vanidad bastante como para no querer sometemos a los superiores que Dios nos ha dado? Es preciso obedecer a los que ocupan el lugar de Dios, o bien a nuestras pasiones y al demonio. Un Dios obedece a la ley, y nosotros, que no somos sino ceniza y polvo, ¿rehusaremos obedecer a Dios? II. En ninguna parte se manifiesta más la humildad del Salvador, que en esta obediencia. En el pesebre, se tomaría a Jesús por un hombre común; aquí, pasa. por pecador. Jesús, que es la santidad misma, quiere abatirse hasta parecer pecador, para honrar a su Padre. Después de esto, ¿tengo derecho a quejarme de las humillaciones que recibo? He nacido en el pecado, he crecido en el pecado; sin embargo, no quiero ser llamado pecador y me irrito si se me desprecia. III. La caridad de Jesús brilla en este misterio, toda vez que quiere, desde los primeros instantes de su vida, adoptar el nombre de Salvador(1) y darnos su sangre y sus lágrimas como prenda de su amor. Esa sangre y esas lágrimas que derrama, son el len guaje de su corazón: nos dice con ellas que quiere vivir, sufrir y morir por nosotros. Comencemos pues, este año, imitando su obediencia y su humildad. Amémoslo durante todo este año, hagamos todo en Nombre de Jesús. Dios mío, soy todo vuestro, du rante este año, y para el resto de mi vida. Humildad(2) ORACIÓN Oh Dios, que habéis constituido a vuestro Unigénito Salvador del género humano, y habéis ordenado que se le llamase Jesús, haced, por vuestra misericordia, que después de haber honrado su Santo Nombre en la tierra, tengamos la dicha de contemplarlo a Él mismo en el cielo. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado de: |
FIESTA DEL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS
LA FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El protestantismo en el siglo XVI, y el jansenismo en el XVII, habían puesto todos los medios posibles para desfigurar uno de los dogmas esenciales del cristianismo, cual es el amor de Dios a todos los hombres.
Era pues menester que el Espíritu de amor, que rige siempre a la Iglesia, encontrase un medio nuevo para oponerse a la herejía avasalladora, a fin de que la Esposa de Cristo, lejos de ver disminuir su amor a Jesús, lo sintiese acrecentado cada día más y más.
En el culto católico, en esa norma tan segura de nuestra creencia, fue donde se verificó tal manifestación, al instituirse la festividad del Corazón sacratísimo de Jesús.
Un autor anónimo del siglo XII, tenido por S. Bernardo, nos habla en el Oficio de este día de la majestad de este Santo de los Santos, de esta Arca del Testamento del Corazón de Jesús, tierno amigo de las almas.
Las dos vírgenes benedictinas Santa Gertrudis y Santa Matilde (siglo XIII) tuvieron una visión muy clara de toda la magnitud de la devoción al Sagrado Corazón. San Juan Evangelista. apareciéndose a la primera, le anunció que » la revelación de los dulcísimos latidos del Corazón de Jesús, que él mismo había oído al recostarse sobre su pecho, estaba reservada para los últimos tiempos, cuando el mundo, envejecido y enfriado en el divino amor, tendría que calentarse con la revelación de estos misterios». Este Corazón, dicen las dos santas, es un altar sobre el que Cristo se ofrece al Padre como hostia perfecta y en todo agradable. Es un incensario de oro, del que se elevan hasta el Padre tantas columnas de incienso, cuantos son los hombres por los cuales Cristo padeció. En este Corazón se ennoblecen y se tornan gratas al Padre las alabanzas y acciones de gracias que a Dios damos y todas cuantas buenas obras hacemos.
Mas para hacer que este culto fuese público y oficial, la Providencia suscitó primeramente a San Eudes, el cual compuso ya en 1670 un Oficio y misa del Sagrado Corazón. Después escogió Dios a Santa Margarita María Alacoque, a la que, el 6 de Junio de 1675, Jesús mostró su Corazón, en Paray-le-Monial, mandándola se estableciese una fiesta del Sagrado Corazón el Viernes que sigue a la Octava del Smo. Sacramento. Del Beato Claudio de la Colombiere, jesuita y confesor de la vidente salesa, heredó la Compañía de Jesús el celo para extenderla más y más. Dignóse luego Jesús aparecerse al V. P. Hoyos en España.
La solemnidad del Sagrado Corazón resume todas las fases de la vida de Jesús, que la liturgia había recorrido desde Adviento hasta el Corpus, y constituye un tríptico admirable con todos los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos de la existencia del Salvador, gastada toda ella en amar a su Padre y a los hombres. De ahí que esta fiesta se halle colocada en un punto culminante, desde donde se puede abarcar de una sola mirada el pasado trabajoso de los actos redentores de Cristo, y el glorioso porvenir de las victorias que obtendrá mediante la acción del Espíritu Santo en las almas hasta la consumación de los siglos.
Viene esta fiesta después de las de Cristo, y así las completa condensándolas todas en un objeto único material, que es el Corazón de carne de un Dios, y otro formal, o sea, la inmensa caridad de Cristo simbolizada en ese Corazón. Esta festividad no se relaciona con ningún misterio en particular de la vida del Salvador, sino que los abarca todos; y, por ende, la devoción al Sagrado Corazón se extiende a todos los beneficios que durante todo el año nos ha prodigado la caridad divina. Ésta es la fiesta del amor de Dios a los hombres. Lejos de compartir la Iglesia la esterilizadora frialdad jansenista, que concibe a Dios como un genio dañino y temible, nos invita a considerarle ante todo como a bondadoso Padre, diciéndonos que sintamos del Señor en bondad, que le llamemos Padre a boca llena y a Jesús Hermano nuestro mayor, que ha tenido a bien compartir con nosotros la herencia eterna.
Cualquiera que sea la función que el corazón desempeñe en el organismo humano, cierto es que se ha tomado por sabios e ignorantes como centro de las emociones que producen en esa víscera su correspondiente sacudida, considerándole, por lo mismo, como asiento del amor. y no hay en este culto tan extendido, tan fecundo en frutos espirituales, pugna alguna con ninguno de los principios dogmáticos, ni es una condescendencia con el sentimentalismo moderno, ni una devoción de niños y mujerzuelas. Jesús quiere y pide se honre a su sacratísimo Corazón, porque con ello se honra también a toda su persona divino-humana, toda vez que el culto va directa o indirectamente a la persona.
Las manifestaciones del amor de Cristo, haciendo resaltar más la ingratitud de los hombres, que no corresponden sino con frialdad e indiferencia, son causa de que esta solemnidad ofrezca también un aspecto de reparación.
Vayamos a la escuela del Corazón de Jesús, cuyo amor dulce y humilde a nadie rechaza, y en él encontraremos descanso para nuestras almas.
Dos pensamientos dominantes hay en la misa de la fiesta, lo mismo que en el nuevo Oficio: el amor que Jesús nos tiene y la reparación que se le debe por el desamor y las ofensas de los hombres.
Tomado de:
Especial del Sagrado Corazón de Jesús
Especial de Corpus Christi
Especial de la Epifanía del Señor
Especial de Corpus Christi
Especial de la Epifanía del Señor

Hallaron al Niño con María, su Madre, y prosternándose lo adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. (San Mateo, 2, 11).
EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR
La revelación de Nuestro Señor Jesucristo a los Sabios de Oriente
Los 3 reyes sabios
SANTA MISA DE EPIFANÍA DEL SEÑOR O “SANTOS REYES”
CONSAGRACIÓN A CRISTO REY
Ordenada por S. S. Pío XI para el día de Cristo Rey (último domingo de octubre)
CRISTO REY
CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumnidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Tomado de:
SOLEMNIDAD DEL SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS
LETANÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN
En Español
Señor, ten piedad de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
R/ Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
R/ Cristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial.
R/ Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo-
R/ Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo
R/ Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios.
R/ Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R/ Ten Misericordia de nosotros. (Se repite cada vez). R/
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, de infinita majestad,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia,
Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, colmado de oprobios,
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
R/ Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
R/ Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo
R/ Ten piedad de nosotros.
V/.Jesús, manso y humilde de Corazón,
R/.Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oración
Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
En Latín
Kyrie, eleison.
R/. Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
R/. Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
R/. Kyrie, eleison.
Christe, audi nos.
R/. Christe, audi nos.
Christe, exaudi nos.
R/. Christe, exaudi nos.
Pater de cælis Deus,
R/. Miserere nobis.
Fili Redemptor mundi Deus,
R/. Miserere nobis.
Spiritus Sancte Deus,
R/. Miserere nobis.
Sancta Trinitas, unus Deus,
R/. Miserere nobis.
Cor Iesu, Filii Patris aeterni,
R/. Miserere nobis.
Cor Iesu, in sinu Virginis Matris a Spiritu Sancto formatum,
Cor Iesu, Verbo Dei substantialiter unitum,
Cor Iesu, maiestatis infinitæ,
Cor Iesu, templum Dei sanctum,
Cor Iesu, tabernaculum Altissimi,
Cor Iesu, domus Dei et porta cæli,
Cor Iesu, fornax ardens caritatis,
Cor Iesu, iustitiæ et amoris receptaculum,
Cor Iesu, bonitate et amore plenum,
Cor Iesu, virtutum omnium abyssus,
Cor Iesu, omni laude dignissimum,
Cor Iesu, rex et centrum omnium cordium,
Cor Iesu, in quo sunt omnes thesauri sapientiæ et scientiæ,
Cor Iesu, in quo habitat omnis plenitudo divinitatis,
Cor Iesu, in quo Pater sibi bene complacuit,
Cor Iesu, de cuius plenitudine omnes nos accepimus,
Cor Iesu, desiderium collium æternorum,
Cor Iesu, patiens et multæ misericordiæ,
Cor Iesu, dives in omnes qui invocant te,
Cor Iesu, fons vitæ et sanctitatis,
Cor Iesu, propitiatio pro peccatis nostris,
Cor Iesu, saturatum opprobriis,
Cor Iesu, attritum propter scelera nostra,
Cor Iesu, usque ad mortem obœdiens factum,
Cor Iesu, lancea perforatum,
Cor Iesu, fons totius consolationis,
Cor Iesu, vita et resurrectio nostra,
Cor Iesu, pax et reconciliatio nostra,
Cor Iesu, victima peccatorum,
Cor Iesu, salus in te sperantium,
Cor Iesu, spes in te morientium,
Cor Iesu, deliciæ Sanctorum omnium,
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R/. Parce nobis, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R/. Exaudi nobis, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R/. Miserere nobis.
V/. Iesu, mitis et humilis Corde,
R/. Fac cor nostrum secundum Cor tuum.
Oremus
Omnipotens sempiterne Deus, respice in Cor dilectissimi Filii tui et in laudes et satisfactiones, quas in nomine peccatorum tibi persolvit, iisque misericordiam tuam petentibus, tu veniam concede placatus in nomine eiusdem Filii tui Iesu Christi: Qui tecum vivit et regnat in sæcula sæculorum. R/. Amen.
Tomado de:
Especial de la Ascensión del Señor
VIGILIA DE LA ASCENSIÓN
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS: Santa Misa del día
Fiesta de la Ascensión del Señor: Los padres de la Iglesia y la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo
ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: Exposición dogmática, Exposición histórica y Exposición litúrgica
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR: Por San Agustín, SERMÓN 261
“…y una nube lo ocultó de sus ojos”
La Ascensión del Señor
CONMEMORACIÓN DEL BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
13 de enero
Estaba San Juan Bautista en las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Señor, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Abrióse el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.
Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad, autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.
Tomado de:
Especial de la Epifanía del Señor

Hallaron al Niño con María, su Madre, y prosternándose lo adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. (San Mateo, 2, 11).
EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR
La revelación de Nuestro Señor Jesucristo a los Sabios de Oriente
Los 3 reyes sabios
SANTA MISA DE EPIFANÍA DEL SEÑOR O “SANTOS REYES”
1ª MISA – MISA DEL “GALLO”
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LAS FIESTAS DE PRECEPTO (Parte 2 de 2)
2. Naturaleza del precepto.
El precepto de santificar las fiestas es de derecho natural, de derecho divino-positivo y de derecho eclesiástico:
a) Es de derecho natural en cuanto es necesario dedicar algún tiempo al descanso (v.) y al culto (v.) divino, éste no sólo privado sino público, en virtud de los derechos imprescriptibles del Creador; b) Es de derecho divino-positivo en cuanto que ha sido expresamente preceptuado por Dios la santificación del día séptimo en memoria del «descanso» del Creador (cfr. Ex 2.0,8-11; V. 1I y III; DESCANSO II);
c) Es de derecho eclesiástico en cuanto que la Iglesia ha determinado en cuáles días y de qué manera hay que santificar las fiestas (V. MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA).
El precepto de santificar las fiestas, con mayor dedicación al descanso, a la oración y al culto divino, resulta cada vez más necesario en la moderna civilización progresivamente tecnificada, con sus prisas, masificación, afán de eficacia, etc. Las fiestas vienen a ser en este mundo agitado el remanso de paz y serenidad que necesita el hombre para cuidar su interioridad, su espiritualidad, su vida familiar y hasta su salud física.
Es célebre entre los judíos el dicho: «Aún más de lo que Israel guardó el sábado, el sábado guardó a Israel». Ello puede aplicarse a todas las fiestas, pausa en la fatiga del trabajo cotidiano, monótono y rutinario para muchos; tiempo especialmente dedicado a recordar y reconquistar el sentido y justificación del esfuerzo diario, a dar sentido y razón al propio vivir.
3. El precepto de oír Misa.
En torno a este precepto hay que notar principalmente lo siguiente:
1°) De suyo, obliga a todos los fieles bautizados con uso de razón y siete años cumplidos, sean o no católicos. Pero en la práctica la Iglesia no tiene intención de obligar a los bautizados no católicos con esta clase de leyes.
2°) El precepto se refiere a todos los domingos del año y a las fiestas de guardar establecidas por la ley general o por las concesiones especiales de la Santa Sede.
3°) Este precepto hay que cumplirlo precisamente el día en que está mandado, pasado el cual cesa de obligar. Y así, el que dejó de oír Misa ese día, aunque sea culpablemente, no está obligado a ir el día siguiente. Sin embargo, como es sabido, actualmente este precepto puede vivirse asistiendo a la Misa vespertina del sábado o del día anterior a la fiesta, en aquellos lugares autorizados (cfr. Instr. Eucharisticum mysterium, 28).
4°) Los forasteros o peregrinos, o sea, los que se encuentran de paso en un lugar distinto del de su domicilio o cuasi domicilio habitual, no están obligados a la asistencia a Misa en la fiesta patronal del lugar donde se hallan circunstancialmente; pero deben. evitar el escándalo de los que ignoren su condición de forasteros.
5°) Los que por vivir en el campo, lejos de las ciudades o por otra razón cualquiera, se ven imposibilitados de oír Misa todos los domingos y fiestas, deben hacerlo, al menos, cuando se les presenta ocasión oportuna, aunque sea en día de trabajo y ello, probablemente, por derecho divino, implícito en la institución de la Santa Misa como acto principal del culto católico para honrar a Dios. Cuántas veces obliga en esta forma la asistencia a Misa, no puede determinarse con exactitud.
4. Modo de cumplirlo.
Para cumplir de manera conveniente el precepto de santificar las fiestas mediante la participación en el santo sacrificio de la Misa, se requieren determinadas condiciones. Las principales y más obvias son las siguientes:
a) Presencia corporal. No cumple el precepto el que sigue la Misa por radio o televisión, ni el que permanece tan alejado del grupo de los asistentes que no se le pueda considerar como formando parte de ellos. No se requiere, sin embargo, estar estrictamente dentro del recinto de la iglesia, ni siquiera ver al sacerdote; basta que forme parte de los que la oyen (aunque sea en la misma calle, si la iglesia está abarrotada) y pueda seguirla de algún modo, por el sonido de la campanilla o los gestos de los demás, etc.
b) Integridad. La Iglesia manda oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. La integridad admite, sin embargo, parvedad de materia. No sería grave omitir la primera parte de la Misa hasta el Evangelio u ofertorio (discuten los autores entre lo primero o segundo) o lo que sigue a la comunión (habiéndola oído íntegramente desde el principio). Pero la mente actual de la Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II, es que todos los fieles oigan la homilía que predica el sacerdote después del Evangelio, por lo que cometen un verdadero abuso los que la omiten sistemática y deliberadamente, llegando después de ella.
El que llega tarde está obligado (leve o gravemente, según la parte omitida) a suplir lo que le falta en otra Misa posterior, a no ser que le sea material o moralmente imposible (p. ej., por tratarse de la última Misa o tenerse que ausentar forzosamente). Es lícito oír dos medias Misas, sucesivas no simultáneas, con tal que la consagración y la comunión pertenezcan a la misma Misa (cfr. Denz.Sch. 2153).
c) Participación activa. El que asiste materialmente a Misa guardando la atención y compostura externa que requiere todo acto humano, cumple sin duda alguna lo esencial del precepto para no incurrir en falta grave. Pero no cumple la finalidad intentada por la Iglesia en orden a la santificación de las fiestas mediante el santo sacrificio de la Misa. Para ello se requiere una verdadera participación activa de los fieles en el augusto misterio.
El Concilio Vaticano II lo ha recordado expresamente:
«La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos» (Cons. Sacr. Concilium, 48).
d) Rito y lugar debidos. El CIC preceptúa los siguientes: «Cumple con el precepto de oír Misa el que asiste a ella en cualquier rito católico que se celebre, al aire libre o en cualquiera iglesia u oratorio público o semipúblico y en las capillas privadas de los cementerios; mas no en otros oratorios privados, si la Sede Apostólica no ha concedido este privilegio» (can. 1249).
5. Causas excusantes. Como ley positiva eclesiástica, el precepto de asistir a Misa los domingos y días de fiestas admite excepciones y causas excusantes en determinadas circunstancias. Las principales son las siguientes:
a) La imposibilidad física o moral, que puede obedecer a diversos motivos, p. ej., una enfermedad o convalecencia que impida salir de casa; una distancia considerable al templo más cercano (p. ej., una hora de camino a pie, o menos si llueve, nieva o hubiese algún otro obstáculo); los muy ancianos o débiles, que no podrían sin grave molestia trasladarse al templo o permanecer en él durante toda la Misa, etc.
b) La caridad, que obliga a socorrer al prójimo en grave necesidad, ya corporal (accidente, incendio, enfermedad, etc.), ya espiritual (p. ej., si permaneciendo en casa o en cualquier otro lugar pudiera impedir o evitar un pecado grave),
c) La obligación que retiene en sus puestos a las madres con hijos pequeños, o a las nodrizas, guardas, soldados, empleados en servicios públicos, etc.; pero éstos han de procurar asistir a Misa todas las veces que puedan, aunque sea esforzándose un poco. Hoy día, con la abundancia de Misas, incluso vespertinas, es difícil que no pueda cumplirse el precepto dominical, sobre todo en las grandes ciudades.
6. Otros modos de santificar las fiestas. Aunque la asistencia devota y activa a la Santa Misa sea el medio principal o más importante de santificar las fiestas (sobre todo si los fieles reciben en ella la Comunión), no es, sin embargo, el único. Se indican a continuación otros medios que pueden cuidarse:
a) Incrementar la vida parroquial. La parroquia (v.) viene a ser el hogar espiritual del cristiano. Los días festivos, sobre todo, pueden ser aprovechados por los feligreses para incrementar el espíritu de comunidad parroquial, colaborando con el párroco en la catequesis de niños y adultos, o en las obras parroquiales de promoción social, caritas diocesana, etc. La participación activa de los seglares en la vida de la Iglesia -preconizada con tanta insistencia por el Conc. Vaticano ll- puede realizarse, entre otras formas, a través de esa colaboración con la comunidad parroquial (v. LAICOS).
b) Incrementar la piedad familiar. El hogar es un templo en pequeño. En él han de brillar todas las virtudes cristianas de que nos dejó ejemplo sublime la santa casa de Nazaret. El rezo del Rosario (v.), plegaria hogareña por excelencia, debe elevarse al cielo todos los días del año, pero de una manera particularmente fervorosa el día del Señor. «La familia que reza unida, permanece unida» (P. Peyton). Y pocas cosas unen y congregan con más dulce intimidad a toda la familia como el rezo entrañable del santo Rosario como homenaje filial a la Reina de los Ángeles. Es también, como enseñan los teólogos, una de las más grandes señales de predestinación de todos los miembros de la familia.
c) Descanso y entretenimiento. Precisamente porque el precepto dominical incluye, junto con la asistencia a la Santa Misa, el descanso de los trabajos corporales, entra de lleno en su espíritu entregarse durante algún tiempo en los días festivos a cualquier diversión sana, deporte, etc. Elevando los motivos, haciéndolo todo por la gloria de Dios y con amor a Él (cfr. 1 Cor 10,31), las diversiones se convierten en un verdadero culto a Dios y en instrumento para la propia santificación.
d) Abstenerse especialmente de todo pecado. Aunque esta obligación pesa sobre todos los hombres en cualquier día y momento de su vida, urge de manera especial en los días consagrados al Señor. Téólogos hubo que consideraron revestido de especial gravedad el pecado cometido en domingo o día festivo, por el gran contrasentido que supone aprovechar el día santo para una cosa tan contraria a la santidad como es el pecado. Y aunque es cierto que esta circunstancia no cambia la especie moral ni teológica del pecado (y, por lo mismo, no sería necesario acusarse en confesión del día concreto en que se pecó), no cabe duda que el pecado en día festivo va directamente en contra de la finalidad intentada por el precepto de santificar las fiestas.
V. t.: DESCANSO; DOMINGO II; MISA; EUCARISTÍA II, C, 5.
BIBL.: S. Pío V, Catecismo Romano (de Trento), p. III cap. IV (ed. bilingüe, Madrid 1971); CONC. VATICANO II, Const. Sacrosanctum Concilium, cap. V; PAULO VI, Instr. Eucharisticion mysterium, 25 mayo 1967; S. TomÁs, Sulna Teológica, 2-2, gl22 a4; A. VILLIEN, Fétes, en DTC V,2183-91 ; ÍD, Histoire des con7rnandements de l’Église, París 1909, 107-143; A. JUNG.MANN, Fl sacrificio de la Misa, 2 ed. Madrid 1952; L. BORDIN, La partecipazione dei fedeli al sacrificio della messa, nella teologia contemporanea, Finalpia (Savona) 1948; G. CHEVROT, Nuestra misa, Madrid 1955; V. VAGAGGINI, La messa Ponte di cita cristiana, Alba 1941; A. REY, La Misa centro de la eida cristiana, Madrid 1970; A. LANZA, P. PALAZZINI, Principios de Teología moral, II, Madrid 1958, 87 ss.
A. ROYO MARÍN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
Tomado de:
LAS FIESTAS DE PRECEPTO (Parte 1 de 2)
Se llaman fiestas de precepto aquellos días en los que la Iglesia pide a los fieles una celebración especial, litúrgica y personal, expresada con las palabras del tercer mandamiento del Decálogo (v.): «santificar las fiestas».
En el domingo, dice el Concilio Vaticano II, «los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando de la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios… Por esto, el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo» (Sacr. Concilium, 106).
Lo que se dice del domingo, puede aplicarse a los demás días de fiesta.
La Iglesia especifica el precepto de santificar las fiestas en un doble aspecto:
- Uno positivo, que se refiere expresamente a la santificación de la fiesta concreta, sobre todo con la participación en el Santo Sacrificio de la misa todos los domingos y fiestas de guardar (v. MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA),
- Y otro negativo, que prescribe el descanso dominical con la prohibición de realizar determinados trabajos. Este segundo aspecto se trata en DOMINGO tt. Aquí se verá, por tanto, solamente el primero.
1. Consideración histórica.
Desde el principio, los cristianos celebraban unos determinados días de fiesta, concretamente los domingos (v.), en conmemoración de la Resurrección del Señor; ya en el siglo II la santificación del domingo parece que era universal, y en el siglo IV los Concilios de Elvira y de Sardes hablan de la obligación de oír Misa ese día.
Con el desarrollo de la liturgia, las celebraciones (v.) van aumentando con la conmemoración de diversos misterios de la vida de Jesucristo (especialmente la Pascua y luego la Navidad), con la aparición de las fiestas de los mártires, de la Virgen, etc. (v. AÑO LITÚRGICO; CALENDARIO II).
Con el tiempo, el número de las fiestas creció considerablemente. El sínodo de Szaboles (1092) enumera 38, el Concilio de Toulouse (1229) habla de 40, de modo que en el siglo XIII llegaban casi a 100 entre domingos, fiestas universales y locales, etc. Eso explica que comiencen a surgir lamentaciones por los daños verdaderos o presuntos que se podrían derivar para la economía, se alude también al peligro de ociosidad que podría derivarse, etc.
El Concilio de Trento trata de moderar en este tema, pero no prescribe nada en concreto, simplemente recuerda el catálogo de fiestas que el Concilio de Lyon había determinado para toda la Iglesia.
Con Urbano VIII (1623-44) se reserva la Santa Sede el derecho de establecer fiestas obligatorias, con exclusión de los obispos y determina su número con la constitución Universa, de 13 sept. 1642.
Así Clemente XI, en 1708, añade en el calendario la fiesta de la Inmaculada Concepción. Posteriormente, sobre todo mediante convenios entre la Santa Sede y los poderes civiles, comienza la reducción.
Clemente XIV, en 1711, por el breve Paternae caritati reduce el número para el territorio de Austria; del atálogo de Urbano VIII, quedan como festivos: los domingos, los días siguientes a Resurrección y Pentecostés, Natividad del Señor, Circuncisión, Epifanía, Ascensión y Corpus Christi; las fiestas de la Virgen de: Purificación, Anunciación, Asunción, Natividad y Concepción Inmaculada; además, las fiestas de San Pedro y San Pablo, Todos los Santos, San Esteban Protomártir y la del Patrón principal.
La reducción llega al máximo en Francia, donde en virtud del Concordato de Napoleón quedan sólo 4 fiestas de precepto además de los domingos: Navidad, Ascensión, Asunción, Todos los Santos.
Más tarde San Pío X, con motu proprio del 2 jul. 1911, redujo fuertemente el número, de manera que, por derecho común general, además de los domingos, quedan solamente ocho días de fiestas: Navidad, Circuncisión, Epifanía y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, Inmaculada Concepción y Asunción de Nuestra Señora, Santos Pedro y Pablo y Todos los Santos. Estas prescripciones -con las inclusiones posteriores del Corpus Christi y de San José– fueron recogidas en la CIC (c. 1247).
Actualmente, después de la reforma del Calendario (motu proprio de Paulo VI, 14 febr. 1969, y decr. de la S. Congr. de Ritos, 21 marz. 1969), los días de fiesta han quedado así:
a) Todos los domingos del año.
b) Fiestas del Señor: Navidad (v.), Epifanía (v.), Ascensión (v.) y Corpus Christi (v.).
c) Fiestas de la Virgen: Inmaculada Concepción, Santa María Madre de Dios y Asunción (v. MARÍA IV).
d) Fiestas de los Santos: San José (v.), San Pedro (v.) y San Pablo (v.) Apóstoles, y Todos los Santos (v.).
En cuanto a los días festivos de carácter local habrá que atenerse a las disposiciones dadas para cada iglesia local por la competente autoridad eclesiástica.
Tomado de:
«…y una nube lo ocultó de sus ojos»
Hace pocos días me escribía un amigo a quien le había pedido un aporte para el blog: “Estoy pasando por unas tinieblas espirituales, morales, psicológicas que… qué sé yo. Pero si se despejan un poco las presentes brumas, veré qué se puede decir (y cómo)”.
Esta confesión me hizo recordar que los autores que más han influido en mi formación –Lewis, Tolkien, Knox, Newman, Belloc, Castellani- coinciden en hablar de los frecuentes momentos brumosos que debieron atravesar en sus vidas. Y por “bruma” aquí entiendo una cierta incapacidad para ver y valorar la realidad a nivel, fundamentalmente, emotivo. Es decir, la razón adhiere firmemente a la fe, pero los sentimientos y las emociones insisten en mostrarnos el absurdo que implica seguir creyendo y viviendo de acuerdo a las exigencias de esa fe. El ánimo, entonces, suele precipitarse hacia un estado de aburrimiento o tedio profundo y de atonía o falta de tensión. Y es bruma, porque entre la “realidad real” y la realidad tal como es percibida y valorada a nivel de las emociones, se interpone una espesa niebla que no deja ver nada.
Es la misma experiencia del rey Théoden cuando, con sus tropas, se acercaba a Isengard: “A los lejos y a la derecha, asomaban las Montañas Nubladas, cada vez más altas y sombrías a medida que avanzaban las huestes. Ante ellos, el sol se hundía lentamente. Detrás, venía la noche”. Y es la misma zona crepuscular en la que, por momentos, se adivina que vive el Hombre del Sillón, en El despertar de la señorita Prim, para quien la vida de fe es primariamente racional más allá de que las emociones muchas veces jueguen despiadadamente en contra. Y es el Videmus in aenigmata, de San Pablo, que nos alienta recordándonos que, a pesar de esa vista brumosa que tenemos hoy, “como en enigma”, tendremos en el futuro la visión cara a cara.
Es justamente hoy, jueves de la Ascensión del Señor, el día de nosotros, losviatores que caminamos en medio de las brumas, o bien, el día de aquellos que “creen sin haber visto”, o de los que seguimos al Cordero sin haber estado nunca con Él. La Escritura nos advierte que así será. Se lee hoy en la Epístola: “Y cuando dijo esto, vieron que fue elevado, y una nube lo ocultó de sus ojos”. Sí. A los apóstoles testigos de la Ascensión, cuando el Señor se marchó, una nube, o unabruma, se les interpuso entre Él, que se elevaba, y sus ojos. Ellos, como nosotros, comenzaron a vivir y a ver ya a través de la bruma, pero ahora ven cara a cara.
¡Gaudete in Domino!
Tomado de:
CONMEMORACIÓN DEL BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
13 de enero
Estaba San Juan Bautista en las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Señor, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Abrióse el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.
Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad, autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.
Tomado de:
Especial de la Epifanía del Señor
Hallaron al Niño con María, su Madre, y prosternándose lo adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.
(San Mateo, 2, 11).
EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR
La revelación de Nuestro Señor Jesucristo a los Sabios de Oriente
Los 3 reyes sabios
SANTA MISA DE EPIFANÍA DEL SEÑOR O “SANTOS REYES”
HIMNO A CRISTO REY
HIMNO A CRISTO REY
A Ti, oh Cristo, aclamamos por Príncipe de los siglos, Rey de las naciones; a Ti confesamos único dueño de las almas y de los corazones.
La multitud criminal grita: “¡No queremos que Cristo reine!”; más nosotros, entre aplausos, te aclamamos Supremo Rey de todos. ¡Oh Cristo, Príncipe de la paz! Somete a los obstinados y congrega a los desviados de tu amor en un solo redil.
Para ello pendes del árbol sangriento con los brazos abiertos y traspasado el pecho por aguda lanza, y muestras el corazón abrasado.
Para ello te ocultas en los altares bajo las especies de pan y vino, vertiendo de tu abierto costado la salud para tus hijos.
A Ti te honren con público culto los jefes de las naciones, te adoren los magistrados y los jueces; las leyes y las artes te enaltezcan.
Brillen las insignias reales a Ti consagradas; haz que vuelvan sometidos a tu suave cetro, la patria y los hogares de los ciudadanos.
Gloria a Ti, oh Jesús, que riges los reinos del mundo, en unión del Padre y del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
FIESTA DEL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS
VIERNES DESPUÉS DE LA OCTAVA DE CORPUS
LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI
Por: SAN PEDRO JULIÁN EYMARD
Haec est dies quam fecit Dominus.
«Éste es el día que hizo el Señor»
(Psal. CXVII, 24)
Todos los días proceden de Dios: su bondad es la que mantiene la admirable sucesión de los mismos. Sin embargo, Dios ha concedido seis de ellos al hombre para que atienda todos sus trabajos y necesidades, y Él se ha reservado el séptimo. El domingo es, por tanto más especialmente el día del Señor. Más entre todos los días hay uno que se llama, por antonomasia, el día de Dios, o el día de la Fiesta del Señor. Este es verdaderamente, el día que Dios se reservó para sí, para su gloria y para manifestarnos su amor. La Fiesta de Dios…, ¡que nombre más hermoso! La Fiesta de Dios y también nuestra fiesta. Veamos cómo.
I
La fiesta que la Iglesia intitula del santísimo Cuerpo de Jesucristo – Festum sacratissimi Corporis Christi– es el único día consagrado a honrar exclusivamente su persona adorable y su presencia real y viva entre nosotros. Las demás fiestas celebran algún misterio de su vida pasada: son hermosas y honran a Dios, y son muy fecundas en gracias para nosotros. Con todo, no son más que un recuerdo, un aniversario de un pasado ya lejano que no revive sino en nuestra piedad. El Salvador no está ya en estos misterios; los realizó una vez, y después… ya sólo permanece su gracia. Más aquí hay un misterio actual: la fiesta está ordenada a la persona viva de nuestro adorable Salvador, que se halla presente entre nosotros. Por eso se celebra de una manera particular. En ella no se exponen reliquias o emblemas del pasado, sino al mismo que es objeto de la fiesta, que es algo actualmente vivo. Por manera que en los países en los cuales Dios goza de libertad, todo el mundo proclama su presencia, todos se prosternan en señal de acatamiento; los mismos impíos se conmueven e inclinan ante Él ¡Dios está allí! ¡Que gloriosa es para la presencia de nuestro señor Jesucristo esta fiesta en la que todos le reconocen y le adoran!
Es también la fiesta más amable. Nosotros no hemos presenciado todos esos misterios de la vida y muerte del Salvador que celebramos en el transcurso del año; si bien nos regocijamos en ellos, porque de ellos fluyen las gracias a raudales sobre nosotros. Más aquí nosotros mismos participamos del misterios; se realiza a muestra vista: este misterio es para nosotros; y entre Jesús viviendo en el santísimo Sacramento, y nosotros viviendo en medio del mundo, hay cierta relación de vida, hay una relación de cuerpo a cuerpo; por eso esta fiesta se denomina simplemente fiesta de nuestro Señor. Por este cuerpo nos ponemos en contacto inmediato con Jesucristo, que se convierte en nuestro alimento, que se hace nuestro hermano y nuestro huésped. ¡Fiesta del cuerpo de Jesucristo! ¡Cuánto amor no encierra este nombre, tan humilde y acomodado a nuestra miseria! Jesucristo deseó esta fiesta para acercarse todavía más a nosotros, a manera de un padre que espera a que su hijo le felicite en sus días de fiesta para demostrarle más vivamente su amor paternal y concederle algún favor especial.
Que esta sea una fiesta de franca alegría y de grandes esperanzas para nosotros de alcanzar con ocasión de ella los más amplios favores. Todos los himnos y todos los cánticos de esta solemnidad expresan este pensamiento, es a saber: que Jesucristo se mostrará con todos más propicio que en los demás días. Parece que la Iglesia debería celebrar la fiesta de que hablamos el día de jueves santo, día en el cual fue instituida la Eucaristía; pero en ese día de duelo no hubiera podido celebrar con bastante esplendor y magnificencia toda su alegría; el Jueves santo comienza la pasión, y sería imposible juntar el júbilo y la santa expansión de aquella solemnidad con el pensamiento de muerte que predomina esos días augustos de semana santa. La fiesta del Corpus se retrasó también hasta después de la ascención, porque aún quedaban tristes despedidas que hacer; había de tener lugar todavía una dolorosa separación, y se aplazó hasta después del Pentecostés, para que llenos de los dones y alegrías del Espíritu santo, pudiésemos celebrar con todo el esplendor posible la fiesta del divino esposo que habita entre nosotros.
II
La fiesta del Corpus es la mayor festividad de la iglesia. La Iglesia es la esposa de nuestro Señor glorioso, de nuestro Señor resucitado y no de Jesucristo en su nacimiento o en su muerte; cuando se realizaron estos sucesos la Iglesia no existía todavía. Sin duda que la Iglesia querrá celebrar todos los acontecimientos de la vida de su divino esposo en Belén y en los sufrimientos de su pasión; pero de todos esos misterios no tendrá sino el recuerdo y las gracias que ellos encierran.
Más Jesucristo se halla con su Iglesia y está vivo en el Sacramento. Los que nunca han entrado en un templo cristiano, juzgan que la Iglesia es una viuda, o un cadáver, y consideran sus templos como lugares en los cuales no se habla más que de muerte y de sufrimiento. Más ved lo que sucede: esos mismos que no asisten jamás a sus solemnidades, la admiran hoy viéndola tan hermosa y rica, y agraciada con sus dones naturales, a todo lo cual da mayor realce la presencia de su Dios…, de su esposo. ¡Que esplendido cortejo la acompaña! ¡Cómo doblan los fieles las rodillas! ¡La Iglesia ostenta a su esposo a la faz del mundo en la radiante custodia! ¡Ah! ¿Quién la podrá llamar viuda en éste día? ¡Sus amigos adoran, sus enemigos tiemblan! Jesús se ofrece a la vista de todos, bendice a los buenos, mira con lástima a los pecadores, llamándolos y atrayéndolos. El triunfo de la fe llama el Concilio de Trento a esta fiesta, y ciertamente que lo es como es también el triunfo de la Iglesia, merced a su divino Esposo.
III
En fin, esta fiesta es la de nosotros los adoradores del santísimo Sacramento. La congregación del santísimo Sacramento con todas sus ramificaciones no existe sino para consagrar a Jesucristo una fiesta del Corpus continua. Prolongar esta fiesta durante todo el año…, he aquí la norma de nuestra vida y de nuestra felicidad. Nosotros dejamos a otros hijos de la Iglesia el cuidado de los pobres, la curación de las llagas morales y físicas de la pobre humanidad y la administración de los sacramentos; nosotros solamente somos llamados a a perpetuar la fiesta del Corpus. Esta es, por tanto, nuestra fiesta especial, la festividad de nosotros los religiosos. En cuanto a vosotros, ¡oh, hermanos míos!, puede llamarse también vuestra fiesta. ¿No os habéis consagrado enteramente al servicio del santísimo Sacramento? Durante la noche os retiráis vosotros y nos confiáis la guarda de nuestro Señor…; así lo exigen las conveniencias; pero dejáis vuestro corazón a los pies del divino rey y puede decirse que pasáis aquí la vida. Por lo demás, cuando comulgáis, ¿no celebráis en vuestros corazones una verdadera fiesta del Corpus? ¡Ah, bien sabéis que alegría y que felicidad trae consigo Jesús…, hasta me atrevería a decir que para las almas que saben comulgar no hay más que una fiesta: ¡comulgar! Hallan aquí al que es objeto de todos los misterios, a Aquél que los ha consumado y en cuyo honor se celebran, en tanto que la mayor parte de los cristianos no tienen de ello sino un vago recuerdo.
Aún más: si nuestro señor Jesucristo no viviera en su sacramento, todas las fiestas cristianas no serían otra cosa que funerales repetidos. Pero la Eucaristía es el sol de las fiestas de la Iglesia; las ilumina y les comunica vida y animación.
Con sobrada razón se ha dicho que el alma que comulga bien y a menudo asiste a un continuo festín: iuge convivium. Vivir en sí mismo con Jesús, en Jesús, de Jesús y por Jesús es transformarse en un tabernáculo y en un precioso copón. ¡Oh, que grande es la alegría de esas almas, alegría pura e inalterable!
Ea, pues, sabed distinguir este día de todos los demás. Nuestro Señor tiene también sus días en los cuales se manifiesta como rey: tal es el de hoy. Propio de reyes es hacer mercedes. Ofrecedle vosotros vuestros homenajes, y Él, en cambio, os lo concederá todo, porque se os dará a sí mismo con mayor efusión de gracias. Bien sabe distinguir entre sus amigos y conoce a los que debe favorecer con más abundantes gracias. Lo que deseo y anhelo de vosotros en este hermoso día, no es que seáis grandes santos cargados de virtudes magníficas y extraordinarias -¿cuando lo seráis?-, sino que seáis felices en el servicio de Dios, y también que nuestro señor Jesucristo se comunique a vosotros más tierna y afectuosamente. Siniendoos más amados, haréis de vosotros una entrega más completa y el resultado de estos dos amores será la unión perfecta. En esto estriba la santidad y la perfección; pedid confiadamente a Jesucristo que os haga llegar a este estado. Dadle vuestro corazón todo entero. Jesús es un padre tierno y cariñoso y es necesario que vosotros seáis para con Él hijos amantes: Jesús es un amigo afectuoso…; gustad su amor. Tiemblo ¡ay!, por la salvación del que no ha probado nunca la bondad de Dios. ¡Introducíos y penetrad en esta bondad inmensa! Sentite de domino in bonitate.
Especial de la ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Especial de Epifanía del Señor

Hallaron al Niño con María, su Madre, y prosternándose lo adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. (San Mateo, 2, 11).
EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR
La revelación de Nuestro Señor Jesucristo a los Sabios de Oriente
Los 3 reyes sabios
SANTA MISA DE EPIFANÍA DEL SEÑOR O “SANTOS REYES”
CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR
1 DE ENERO
CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR
ESTACIÓN EN STA. MARíA DEL OTRO LADO DEL TÍBER1
Doble de 2a cl. – Ornamentos blancos
La liturgia de hoy celebra como tres fiestas juntas:
1) La primera es la que los Sacramentarios antiguos designan
con el título de « En la Octava del Señor». Hace ya ocho días que Jesús nació.
2) La segunda fiesta nos recuerda que, si tenemos con nosotros a Jesús, después de Dios se lo debemos a María2.
3) La tercera fiesta es la de la Circuncisión. Moisés impuso en nombre de Dios ese rito purificatorio, imagen del bautismo, a todos los israelitas varones el día octavo de su nacimiento (Ev.). Era una figura del bautismo, por el cual el hombre es espiritualmente circuncidado. «Veis, dice S. Ambrosio, cómo toda la Ley Antigua fue imagen del futuro: porque la circuncisión significa la expiación de los pecados. El que es circuncidado espiritualmente, por la poda de sus vicios, es juzgado digno de las miradas del Señor» (3er noct.). Esa sangre divina fue la primera que vertió el Salvador para lavar con ella nuestras almas, y así nos inculca la Iglesia cómo hemos de cortar todo brote vicioso que en nosotros veamos. « Jesucristo se entregó a Sí mismo, para redimirnos de toda iniquidad, y purificarnos» (Ep.). « Dígnate, Señor, purificarnos mediante estos santos Misterios, y esta comunión nos purgue de nuestros pecados» (Sec. Y Posc.).
El párroco celebra hoy la misa por sus feligreses.
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1. Véase plano de Estaciones, p. 16.C e, 128.
2. De ahí que antiguamente se celebrase en este día una. Misa en honor de la Madre de Dios en la Basílica de Sta. María la. Mayor. Un rastro de ello nos queda aún en la oración, secreta y poscomunión de hoy, sacadas todas de la Misa votiva de la Sma. Virgen.
Fuente:
MISAL DIARIO Y VISPERAL
Por Dom. Gaspar Lefebvre O.S.B. De la Abadía de S. Andrés (Brujas, Bélgica)
Traducción Castellana y Adaptación del Rdo. P. Germán Prado Monje Benedictino de Silos (España)
Página:132.
Fuente Primaria e Indispensable del Verdadero Espíritu Cristiano (Pío X).
LA EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR
Fiesta de la Ascensión del Señor
LOS PADRES DE LA IGLESIA Y LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
San León Magno: «Así como en la solemnidad de Pascua la Resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su Ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre».
San Gregorio de Nisa: «Cristo, el primogénito de entre los muertos, quien con su resurrección ha destruido la muerte, quien mediante la reconciliación y el soplo de su Espíritu ha hecho de nosotros nuevas criaturas, dice hoy: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. ¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo hombre, siendo el Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su misma raza».
San Cirilo de Alejandría: «El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del Cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el Cielo estaba cerrado a los hombres y ningún ser creado había penetrado nunca en este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose Él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo: “ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne” (Heb 10,20)».
San Gregorio Magno: «El Señor arrastró cautivos cuando subió a los cielos, porque con su poder trocó en incorrupción nuestra corrupción. Repartió sus dones, porque enviando desde arriba al Espíritu Santo, a unos les dio palabras de sabiduría, a otros de ciencia, a otros la gracia de los milagros, a otros la de curar, a otros la de interpretar. En cuanto Nuestro Señor subió a los cielos, su Santa Iglesia desafió al mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente lo que creía a ocultas».