Las intrigas para desacreditar a los cardenales que se oponen al Papa

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18 octubre, 2015

La carta de los 13 Cardenales al Papa en contra del opresivo Sínodo y de las tesis modernistas de Bergoglio es muy sensacionalista, especialmente por la autoridad que ostentan los firmantes; por tanto, lo que ocurrió para desacreditarla y oscurecer su explosivo contenido debe ser explicado. Ante todo, la carta ha circulado como la seña identificativa de una conspiración de los llamados “conservadores” católicos.

Marco Tosatti, vaticanista serio e independiente, señaló, muy acertadamente, que una carta privada al Papa, firmada con nombres y apellidos, es la cosa más transparente, leal y valiente que hemos visto en el Vaticano en los últimos tiempos,- considerando que el mismo Bergoglio (al menos de palabra) pide apertura-; por tanto, es justamente lo opuesto a una conspiración. De hecho, como dice Tosatti, “proporcionó una oportunidad de oro para los numerosos autores de conspiración y rebelión”. Mientras, con respecto a cosas ocultas, conocemos a través del periódico alemán Die Tagespost, que es el Papa Francisco quién, en su residencia de Santa Marta, ha estado sosteniendo su propio “Sínodo clandestino”, reservado solamente a la Dirección del Sínodo oficial.

Lo que desencadenó la confusión fue que cuatro de los trece Cardenales firmantes negaron haber puesto su rúbrica. El lunes por la noche, el Cardenal Pell, confirmó a través de un portavoz, que la carta había sido firmada por él y otros Cardenales; añadió que era privada y por ello no se había dado a conocer. Por otra parte, explicó que el texto publicado por Magister tenía “errores, tanto en el contenido como en la lista de firmas”. Esa misma noche nos enteramos de que la revista American Jesuit, de tendencia progresista, confirmó que la carta había sido firmada por 13 Cardenales todos ellos presentes en el Sínodo y entregó la lista con los nombres correctos, substituyendo a los cuatro que habían negado su firma por los verdaderos firmantes. Además, la misma revista, confirmó el texto publicado por Magister, confirmación que también hace el periódico La Nación de Buenos Aires a través de un artículo de Elizabetta Piqué, biógrafa y amiga personal de Francisco y, por tanto, con acceso a fuentes dignas de crédito.

El día 13 por la tarde, Magister publicó un nuevo artículo en el que cita estas confirmaciones fiables y en el que reitera que hay trece firmas de Cardenales, reconstruyendo la lista correcta pero parece ser que una ha desaparecido; el texto es el mismo que se publicó en primer lugar, admitiendo que, la carta entregada al Papa puede “incluir algunos pequeños cambios. De forma, no de fondo”. Pero con el escándalo que suscitó en los medios, lo que era esencial escapó a la atención de todos: la rareza de semejante documento firmado por Cardenales de autoridad, muchos de ellos presentes en el Sínodo, en el que se destruye la Instrumentum laboris en los puntos no aprobados en el Sínodo de 2.014 pero que Bergoglio aseguró que se volverían a tratar, al menos los más controvertidos.

Además, en su carta, los Cardenales critican los nuevos procedimientos que sofocan, e intentan manejar, al Sínodo en curso. La carta expresa preocupación por la Comisión que tendrá que redactar la Relatio final ya que no ha sido elegida por los Padres sino que está compuesta por personas nombradas directamente por Bergoglio, todos afines a él. Asimismo, la misiva expresa la preocupación por un Sínodo que había sido convocado por Benedicto xvi en defensa de la familia y que terminó en peleas acerca de la comunión de los divorciados vueltos a casar; algo que, si fuese aceptado, colapsaría completamente la doctrina sobre el matrimonio y los Sacramentos.

Al final de la carta hay una advertencia dramática que, incluso escrita en un lenguaje respetuoso suena a alarma, diciendo que: al final del camino emprendido por Bergoglio, en imitación de las Iglesias Protestantes Europeas, habría un colapso; en otras palabras, el fin de la Iglesia. En una declaración reciente, el Cardenal Pell dio otras dos noticias importantes acerca de lo que está pasando: la primera concuerda exactamente con lo que escribimos el domingo pasado en esta columna y es que la corriente Kasper-Bergoglio es minoría. De hecho, Pell dice: “Hay un gran acuerdo en la mayoría de los puntos pero, obviamente, hay cierto desacuerdo ya que hay una minoría de elementos que desea cambiar las enseñanzas de la Iglesia en las disposiciones necesarias para recibir la Comunión. Naturalmente, no hay posibilidad de cambio alguno en la Doctrina”.

La otra noticia de Pell, alarma incluso si está en lenguaje suave: “Todavía hay preocupación entre los Padres del Sínodo sobre la composición del Comité a cargo de la redacción de la Relatio final y sobre el proceso a través del cual se presentará a los Padres del Sínodo”. La controversia, por tanto, sigue abierta. La razón es simple, aunque nunca se diga: la intención de Bergoglio, ahora muy clara, es empujar al Sínodo hacia las conclusiones que él desea, recibir así legitimación e introducir las ideas de Kasper dentro de la Iglesia, aunque sea de forma solapada, de la misma forma que introdujo el divorcio a través del Motu Proprio. Por esta razón, hace unos días, al descubrir que la mayoría del Sínodo es católica, Bergoglio planteó preguntas sobre la Relatio final que llegaron a ser escritas en  todos los programas oficiales como resultado del Sínodo.

Viendo el desconcierto que ha provocado el cambio de reglas en el Sínodo hizo público, a través del Padre Lombardi, que habría una Relatio Finalis pero Bergoglio decidiría qué hacer con ella y si se publicará. Más tarde se supo que, probablemente, no habría una relatio similar a las de otros Sínodos, en las que incluso se votaron proposiciones sencillas, sino un texto genérico que se votaría en bloque, una especie de lo tomáis o lo dejáis, una forma de acorralar a la parte más católica, en la que habría una referencia genérica a la misericordia pero que podría ser interpretada como la luz verde a la revolución. Es necesario recordar que, ningún Papa tiene el poder de cambiar la Ley de Dios ni la Doctrina Católica, a menos que desee caer en la herejía y, por tanto, caer en declive.

Como fue explicado por un eminente Cardenal del Sínodo de 2.014, los temas a debatir hoy, habiendo sido definidos solemnemente por la Iglesia basándose en la Sagrada Escritura, no pueden ni deben ser cuestionados; el Papa no puede hacer lo que le plazca, al contrario de lo que muchos creen, justo como afirmó Benedicto xvi en la Misa de Investidura a la Catedra Romana el 7 de mayo de 2.005:

«El Papa no es un monarca absoluto cuyos pensamientos y deseos son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantizar la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino constantemente obligarse a sí mismo y a la Iglesia a obedecer la Palabra de Dios, de cara a todo intento de adaptarla o diluirla, y de toda forma de oportunismo […] El Papa sabe que, en sus decisiones importantes, está unido a la gran comunidad de fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes que se han desarrollado a través del peregrinar de la Iglesia. Así, su poder no está sobre, sino al servicio de la Palabra de Dios. Le corresponde a él asegurarse de que esta Palabra continúe estando presente en su grandeza y que resuene en su pureza, para que no sea rota a pedazos por los cambios continuos en su uso.»

Esta es la interpretación correcta del “poder de atar y desatar” que Cristo le dio a Pedro, un versículo del Evangelio que ha sido indebidamente invocado estos días por los partidarios de Bergoglio, casi como si permitiera al Papa argentino hacer lo que le plazca. El venerable Pio Brunone Lanteri, quién fue también un gran defensor del Papado, lo explicó claramente en un libro:

«Se me dirá que el Santo Padre puede hacer cualquier cosa, quodcumque solveris, quodcumque ligaveris, etc. Es verdad; pero no puede hacer nada en contra de la Constitución Divina de la Iglesia; él es el Vicario de Dios, pero no es Dios, ni tampoco puede destruir la obra de Dios.».

Antonio Socci

[Traducción de Rocío Salas. Artículo Original]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

¿Existe todavía el sentido del pecado entre los padres sinodales?

obispos

15 octubre, 2015

Los trabajos del Sínodo están confirmando la existencia al interior de la Iglesia Católica de un claro desencuentro entre dos minorías. Por una parte, un puñado de padres sinodales decididos a defender la moral tradicional; por otro, un grupo de innovadores que al parecer han perdido la fe católica.

Entre ambas minorías hay, como siempre, un centro blando y vacilante
integrado por los que no se atreven ni a defender ni a atacar la verdad y se basan en consideraciones más ligadas a interese personales que al debate doctrinal. En el debate sobre la primera parte del Instrumentum laboris, los prelados innovadores han hecho oír su voz sobre todo en dos de los 14 círculos menores: el Anglicus C y el Germanicus.


Examinemos por un momento la sección central de la relación del Circulus gemanicus,
que ha tenido por relator al flamante arzobispo de Berlín monseñor Heiner Koch y como moderador al arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn. Los obispos alemanes esperan que en el documento final no prevalezca un lenguaje negativo que aleje y condene al estilo forense (“eine negativ abgrenzende und normativ verurteilende Sprache (forensischer Stil)”), sino un lenguaje positivo que refleje la evolución de la postura cristiana y sea capaz de expresar implícitamente lo que es incompatible con las posturas cristianas (eine positive, die christliche Position entfaltende Sprache, die damit implizit zur Sprache bringt, welche Positionen christilich inkompatibel sind”). «Esto afecta también la disponibilidad (cf. Gaudium et Spes) para acoger los avances positivos de la sociedad» (“Dazu gehört auch die Bereitschaft (cf. Gaudium et Spes), von der Gesellschaft positive Entwicklungen aufzugreifen”).


Para entender qué se oculta tras este lenguaje ambiguo, es menester releer los pasajes centrales de la entrevista
realizada el pasado 26 de septiembre al cardenal Christoph Schönborn por el padre Antonio Spadaro para la Civiltà Cattolica. El arzobispo vienés afirma que es necesario «tomar conciencia de la dimensión histórica y social del matrimonio y de la familia».


En efecto, explica:
«Con demasiada frecuencia los teólogos y obispos, pastores y custodios de la doctrina, olvidamos que la vida humana se desenvuelve en unas condiciones que vienen impuestas por la sociedad: condicionamientos psicológicos, sociales, económicos y políticos, y en un contexto histórico determinado. Hasta ahora ha faltado esto en el Sínodo. (…). Habremos de observar las numerosas situaciones de convivencia no sólo desde el punto de vista de lo que falta, sino también de lo que ya se avizora, de lo que ya está presente. (…) Quienes tienen la gracia y la alegría de poder vivir el matrimonio sacramental en la fe, la humildad y el perdón recíproco, con confianza en Dios, que actúa a diario en nuestra vida, saben percibir en un matrimonio, en una pareja de hecho, en una pareja de convivientes, elementos de verdadero heroísmo, verdadera caridad, verdadera entrega mutua. Aunque digamos: «No hay todavía una realidad plena del sacramento». Pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar y afirmar que no existen ellos elementos de verdad y de santificación? (…) No oculto, en este sentido, que me ha chocado un modo puramente formalista de argumentar blandiendo el hacha del intrinsece malum (…). La obsesión del intrinsece malum ha empobrecido de tal forma el debate que nos hemos privado de un amplio abanico de argumentos a favor de la unidad, de la indisolubilidad, de la apertura a la vida, del fundamento humano de la doctrina de la Iglesia. Hemos perdido el placer    de un discurso sobre estas realidades humanas. Uno de los elementos fundamentales del Sínodo es la realidad de la familia cristiana, no desde un punto de vista escluyente, sino incluyente.  (…) Se dan también situaciones en las que el sacerdote, el orientador, que conoce el foro interno de las personas, puede llegar a decir: “Vuestra situación es tal que, en conciencia, en vuestra conciencia y en la mía de pastor, os veo un lugar en la vida sacramental de la Iglesia”. (…) Soy conscientes de que al decir esto algunos se escandalizarán… Pero siempre se puede aprender algo de las personas que objetivamente viven en una situación irregular. El papa Francisco quiere educarnos en este sentido» (Matrimoni e conversione pastorale. Intervista al cardinale Christoph Schönborn, por Antonio Spadaro S.J., en Civiltà Cattolica,  Quaderno n° 3966 del 26/09/2015, pp. 449-552).


Esta entrevista se puede leer in parallelo con la de otro padre sinodal, de formación cultural germánica:
Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto,  secretario especial de la asamblea general ordinaria del Sínodo. En sus declaraciones a Avvenire del pasado 19 de septiembre, monseñor Forte ha dicho que el Instrumentum laboris manifesta «comprensión hacia lo que hay de positivo, incluso cuando, como en el caso de las parejas de hecho, nos encontramos ante una positividad incompleta. Los criterios para mirar con comprensión a los convivientes los imponen en su unión el deseo de fidelidad, de estabilidad, de apertura a la vida. Así como cuando se entiende que este deseo puede verse coronado por el sacramento del matrimonio. Precisamente por esto hay que acompañar en este camino de maduración. Si, por el contrario, la convivencia es episódica, todo se vuelve más difícil y es importante encontrar un modo de poder avanzar hacia una maduración más significativa. (…) Cuando la convivencia es irreversible, sobre todo cuando han nacido hijos de la nueva unión, dar marcha atrás supondría faltar a los compromisos adquiridos. Compromisos que conllevan deberes morales que se cumplen con espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, que pide fidelidad a esta nueva unión. Cuando se dan estos presupuestos, puede estudiarse una integración cada vez más profunda en la vida de la comunidad cristiana. ¿Hasta qué punto? Ya lo hemos dicho. Al Sínodo le corresponderá proponer y al Papa decidir».

Como ponen de manifiesto las citadas entrevistas, los problemas de la familia se afrontan de un modo meramente sociológico, sin la menor alusión a principios que trasciendan la historia. Para monseñor Schöborn y monseñor Forte, eI matrimonio y la familia no son instituciones naturales que han acompañado al hombre desde los principios de la civilización. Instituciones que ciertamente nacen y viven en la historia, pero que por hundir sus raíces en la naturaleza misma del hombre están destinados a sobrevivir en todo tiempo y lugar como célula básica de la convivencia humana.

Sostienen que la familia está sujeta a la evolución dialéctica de la historia, y por tanto asume nuevas formas dependiendo del momento histórico y de los “avances positivos de la sociedad”. El lenguaje positivo del que habla el Circulus germanicus quiere decir que la Iglesia no debe pronunciar la menor condena, porque es preciso entender los aspectos positivos del mal y del pecado. Hablando con propiedad, para ellos el pecado no existe, porque todo mal es un bien imperfecto e incompleto.

Estas aberraciones se basan en una deliberada confusión entre el concepto metafísico y el concepto moral del bien y el mal.
Es más, desde el punto de vista filosófico está claro que Dios, que es el Sumo Bien, no ha creado nada de malo ni imperfecto en el universo. Pero la libertad humana también es parte de la creación, y esta libertad posibilita que la criatura racional se aleje de Dios. Esa aversio a Deo de la criatura racional es un mal que se define con propiedad como pecado. Pero la noción de pecado está ausente en la perspectiva del purpurado, así como en la del secretario especial del Sínodo.


Al negar la existencia del intrinsece malum, el cardenal Schönborn niega verdades morales como aquella según la cual
“existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto”. (Juan Pablo II, Exortación apostólica Reconciliatio et paenitentia, nº. 17), y refuta en su totalidad la encíclica Veritatis Splendor, promulgada precisamente para reafirmar, contra la “ética situacional” que volvía a asomar la cabeza, la existencia de los absolutos morales.

En esta perpectiva se disuelve, no sólo la noción de ley divina y natural, como raíz y fundamento del orden moral, sino también la noción de la libertad humana. La libertad es de hecho la primera raíz subjetiva de la moral, así como la ley natural y divina constituye la forma objetiva de éstas. Sin ley divina y natural no existen el bien y el mal, porque la ley natural es lo que permite a la inteligencia conocer la verdad y a la voluntad amar el bien. La libertad y la ley son dos situaciones del orden moral.

Existe el pecado porque existen absolutos morales. Y existen absolutos morales porque existe el pecado. El pecado es un mal absoluto porque se opone al Bien absoluto, y es el único mal, porque se opone a Dios que es el único Bien.
El origen de toda situación de miseria e infelicidad humana no es de naturaleza política, económica o social; se remonta al pecado, original y actual, cometido por el hombre. El hombre «peca mortalmente (…) cuando consciente y libremente elige un objeto gravemente desordenado, sea cual fuere el motivo de su elección» (Congregación para la Doctrina de la Fe, declaración Persona humana del 7 de noviembre de 1975, nº. 10, par. 6).


Hay pecados que, según la Escritura, claman venganza al Cielo, como el de la sodomía
(Gn, 18, 20; 19, 13), pero también existe la infracción del sexto mandamiento, que prohíbe toda unión sexual fuera del matrimonio. No se puede admitir un “lenguaje positivo” que bendiga esas uniones. Pío XII decía que «tal vez el pecado más grande del mundo actual sea que los hombres ha empezado a perder el sentido del pecado» (Alocución del 26 de octubre de 1946). Pero, ¿qué pasa cuando son los hombres de la Iglesia los que pierden el sentido del pecado, y con ello la fe?

Roberto de Mattei

[Traducido por J.E.F]

Comienza 2ª semana del Sínodo: el Papa rechaza carta de Cardenales e ignora la apelación de Pell

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13 octubre, 2015

La carta enviada por trece Cardenales, quienes están todos presentes en el Sínodo (esto es importante, ya que muchos Cardenales fueron deliberadamente excluidos o mantenidos lo más lejos posible del cuerpo del Sínodo porque están en desacuerdo con la posición alemana que claramente el Papa favorece), contenía reclamos específicos acerca del procedimiento de sofocación ejercido para asegurar un resultado determinado.

La carta estaba firmada por los Cardenales Caffarra (Bologna), Collins (Toronto), Dolan (Nueva York), Eijk (Utrecht), Erdö (Esztergom-Budapest, presidente del Consejo de las Conferencias de Obispos de Europa y Relator General del Sínodo), Müller (Prefecto para la doctrina de la fe), Napier (Durban, Presidente-Delegado), Pell (Secretario de Economía), Piacenza (alcalde peniteciario)*, Sarah (Prefecto de la Adoración Divina), Scola (Milan*), Urosa (Caracas), Vingt-Trois (Paris, Presidente-Delegado*).

[Actualización: hubo una confusión en el informe anterior de Sandro Magister, posteriormente aclarada: los otros cuatro signatarios fueron los Cardenales: DiNardo (Galveston-Houston), Njue (Nairobi, Kenya), Rivera (ciudad de Méjico) y Sgreccia (emeritus de la Academia Pontificia para la Vida)**]

El texto era el siguiente:

Su Santidad:

En el inicio del Sínodo de la Familia, y con el deseo de verlo dar fruto en la Iglesia y en su ministerio, respetuosamente le solicitamos que considere una serie de preocupaciones que nos han transmitido otros padres sinodales, y que nosotros compartimos.

Si bien el documento preparatorio para el sínodo, el “Instrumentum Laboris” tiene elementos admirables, también tiene secciones que necesitarían una reflexión importante y una reelaboración. Los nuevos procedimientos que guían al sínodo parecen garantizarle una excesiva influencia sobre las deliberaciones del sínodo y sobre el documento sinodal final. En su forma actual, y dadas las objeciones que ya hemos oído de muchos de los padres sobre sus secciones problemáticas, el “Instrumentum” no puede servir adecuadamente como texto guía o fundamento de un documento final.

Los nuevos procedimientos sinodales serán vistos en algunos grupos como carentes de apertura y genuina colegialidad. En el pasado, el proceso de realizar  proposiciones y llevarlas a votación tenía el valioso propósito de sondear las opiniones de los padres sinodales. La ausencia de proposiciones y subsiguientes discusiones y votaciones parece desalentar el debate abierto y confinar la discusión a pequeños grupos; por ende nos parece urgente que se restaure el trabajo de proposiciones para ser votadas por todo el sínodo. La votación sobre un documento final  estaría demasiado pospuesta para una revisión y un serio ajuste del texto.

Además, la falta de acceso de los padres sinodales a la composición del comité de redacción ha creado un considerable malestar. Los miembros fueron impuestos, no elegidos, sin consulta. Del mismo modo, quienquiera que redacte algo al nivel de los pequeños círculos debería ser elegido, no impuesto.

A su vez, estas cosas han creado la preocupación de que los nuevos procedimientos no sean  concordes al espíritu tradicional y al propósito del sínodo. No está claro por qué estos cambios en los procedimientos son necesarios. Cierto número de padres sienten que el nuevo proceso parece designado para facilitar resultados predeterminados sobre cuestiones importantes en disputa.

Finalmente y quizás más urgentemente, varios padres han expresado su preocupación de que un sínodo diseñado para ocuparse de un asunto pastoral de vital importancia – reforzar la dignidad del matrimonio y de la familia- pueda resultar dominado por el asunto teológico/doctrinal de la Comunión para los divorciados y vueltos a casar por civil. Si es así, esto inevitablemente suscitará asuntos aún más fundamentales sobre cómo la Iglesia, en adelante, debería interpretar y aplicar la Palabra de Dios, sus doctrinas y disciplinas a los cambios en la cultura. El colapso de las iglesias protestantes en la era moderna, acelerado por el abandono de elementos clave de fe y prácticas cristianas en nombre de la adaptación pastoral, justifica una gran precaución en nuestras propias discusiones sinodales.

Su Santidad, le ofrecemos estos pensamientos en espíritu de fidelidad, y le agradecemos que los tenga en consideración.

Nuestro saludo en Cristo Jesús.

[Carta y signatarios revelados por el periodista italiano Sandro Magister, formalmente excluido como corresponsal por orden papal mediante la Oficina de Prensa de la Santa Sede a partir del 15 de junio, 2015.]

La carta entregada el 5 de octubre fue, por supuesto, totalmente ignorada por el Papa. Pero es un poderoso testimonio. Volveremos a ella en el futuro. La gran división nunca ha sido más palpable.

***

A pesar de ello, el Cardenal Pell insistió en varios puntos del procedimiento. Lo sabemos gracias a las notas sumariales hechas por los obispos polacos, suprimidas más tarde debido a la censura impuesta por el Secretario General Baldisseri. Ya el mismo día de la entrega de la carta manifestó su disconformidad con la misma composición del comité encargado de escribir el informe final para el Sínodo, claramente expresó:

El Card. George Pell (Vaticano), Prefecto para la Secretaría de Economía afirmó – No conviene comenzar todo desde la sociología, sino desde la Palabra de Dios. Apreciamos el valor del debate libre, sin embargo debe existir una clara distinción entre los modi y las propositiones [hechas por los pequeños grupos divididos por idiomas] ¿Es posible mantener la presentación del 2015 del Instrumentum Laboris con  sus tres partes actuales? ¿Por qué se encargó al Comité redactar la Relatio final del Sínodo nombrada en esta composición?

 ***

La apelación de Pell ese mismo día tampoco tuvo respuesta.

Quizás no debería haberse molestado, ya que ni siquiera sabemos si existirá una Relatio final : tan pronto como los manipuladores se dieron cuenta de que, a pesar de toda la manipulación, no se podían asegurar una clara mayoría  a favor de inclusiones heterodoxas o al menos ambiguas en la Relatio final, entonces este informe final se cuestionó también: las reglas se cambian todos los días.


*Scola: después de la publicación, un vocero negó que él firmara la carta, Vingt-Trois también lo negó. Piacenza lo negó más tarde también/Erdo también lo negó después.

** Cuatro nombres más confirmados por Gerard O’Connell para la revista America.


Actualización: El periodista Edward Pentin revela que el Cardenal Pell confirma plenamente su firma, y a pesar de decir que el contenido de la carta debería haber permanecido privado, mantiene todas sus reservas en varios asuntos.

Declaración del Portavoz del Cardenal George Pell.

Lunes 12 de octubre de 2015.

Un vocero del Cardenal Pell manifestó que hay un gran consenso en el Sínodo en la mayoría de los puntos pero, obviamente, existen desacuerdos porque una minoría quiere cambiar las enseñanzas de la Iglesia acerca de las necesarias disposiciones para recibir la Comunión.

Obviamente no existe la posibilidad del cambio en esta doctrina.

Una carta privada debería permanecer privada pero hay errores sobre su contenido y la lista de signatarios.

El Cardenal es conciente de que continúan las preocupaciones entre los Padres Sinodales acerca de la composición del comité de redacción de la relatio final y acerca del proceso por el cual se presentará a los Padres Sinodales y se votará.

El periodista John Allen h. también expresa que el Cardenal Napier confirma su signatura en términos generales: “Napier reconoció haber firmado la carta, pero dijo que su contenido era diferente del presentado en el informe de Magister. La carta que él firmó, comentó,  era específicamente sobre la comisión de diez miembros que preparaba el documento final”.

[Traducción de Verónica Serrano. Artículo Original]

Sínodo, 6º día – Relatio final en peligro, Cambio constante de reglas – Micrófono negado a Erdo

sinodo

12 octubre, 2015

Antes del Sínodo, se dudaba de una específica exhortación post-sinodal del Papa, pero no había dudas de una votación de la Relatio final por parte de la Asamblea. ¡Pues ya no! La votación debe estar en duda entre los manipuladores, porque desde que el Cardenal Tagle mencionó en la conferencia de prensa de ayer que es posible que no haya un documento final, todas las conversaciones han girado en torno a esto.

Además, hay un completo desorden en el orden de los trabajos. Mientras que el Cardenal Erdo, el Relator General, debiera presentar sus reportes sobre la segunda y la tercera parte del Instrumentum Laboris, simplemente no le han vuelto a dar la palabra. ¡En absoluto! La tercera parte del Instrumentum, con sus secciones más que controvertidas (sobre los divorciados “vueltos a casar” y los homosexuales) se está debatiendo abiertamente y sin un verdadero orden de trabajo. Tal como indicamos en el Segundo Día, los Estados Generales se convirtieron en la Asamblea Nacional, y los Jacobinos manejan el espectáculo.

El reportero italiano, Sandro Magister, cuenta los detalles en su blog personal:

Pero esto no es todo [es decir: la noticia sobre una nueva negativa de una Relatio Final]. Porque el 10 de octubre, el Padre Lombardi informó sobre un nuevo cambio que ocurrió en este trabajo en proceso.

De acuerdo al calendario del Sínodo, las discusiones en la Sala y en los pequeños grupos debían seguir el orden de cada una de las tres partes del documento de base, el Instrumentum Laboris, cada una introducida a su vez por una “presentación del Relator General”, el Cardenal Peter Erdo.

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Preparativos del Sínodo: los medios, el móvil y la oportunidad

VATICAN CITY, VATICAN - FEBRUARY 20: A Swiss Guard salutes as Pope Francis arrives for an Extraordinary Consistory on February 20, 2014 in Vatican City, Vatican. Pope Francis will create 19 new cardinals in a ceremony on February 22, 2014. (Photo by Peter Macdiarmid/Getty Images)

7 octubre, 2015

Unas semanas atrás, me topé con un artículo de Karl Keating, el de Catholic Answer, en el que especulaba sobre la posibilidad de que el Papa Francisco renunciase dentro de un año más o menos, en aceptación de sus propias limitaciones y su falta de idoneidad para el cargo. Aunque el tema es interesante, no fue esa la parte del artículo que suscitó mi interés.

Después de hacer una crítica justa y respetuosa del estilo de comunicación de Francisco y de su capacidad general para desempeñar el cargo de vicario de Cristo, Keating hace las siguientes observaciones:

«No creo que dimitiera antes del sínodo de octubre. Seguramente querría terminarlo.  A diferencia de otros, no me preocupan mucho los cardenales y obispos rebeldes que asistan. No creo que reúnan ni mucho menos tener los votos suficientes para forzar una declaración final nada ortodoxa, y no sospecho ni por un momento que Francisco quiera secretamente que prevalezcan. 

Nada en su enseñanza moral a lo largo de los años –como cardenal o como Papa–, da respaldo a tal especulación. 

Pero creo que Francisco quiere que el Sínodo sea un “éxito”, sea cual sea su plan.»

Con todo el respeto a Keating, creo que esa afirmación de que nada respalde la especulación de que Francisco apoye las actividades y la misión de lo que Keating acepta como «cardenales y obispos rebeldes», muestra una obstinada ceguera a la realidad, o bien una impresionante falta de capacidad para pensar. Sigue leyendo