(sobre los que comulgan indebidamente)
Discípulo. – Dígame, Padre, ¿quiénes son los que tan cruelmente traicionan a Jesucristo?
Maestro. – Son, en general los que con facilidad tratan con malos compañeros, los que leen malos libros, los que contraen malas costumbres, los que se confiesan mal.
D- Luego, lo mismo que en la confesión, ¿lo del demonio mudo, o sea el demonio de la impureza?
M- Esto mismo, precisamente. Volvemos al mismo tema. Siempre ha sido la impureza el demonio que arrastra a las peores consecuencias.
Los deshonestos se ven cegados por sus bajas pasiones. Ya no ven más la presencia de Dios, no oyen a Dios, que les amonesta; no escuchan su voz que les llama y dulcemente les invita al perdón; jamás se avergüenzan de su triste y desgraciada situación; únicamente buscan la manera de ocultarse, de burlar la presencia de Dios como burlan los niños la vigilancia de la madre y los ladrones la de la justicia. Peor aún, porque los sacrílegos se sirven de la comunión para engañarse a sí mismos y a los demás.
D- Miserables, ¡qué remordimiento tendrán!
M-Remordimiento horroroso, a los que poco a poco se habitúan, viviendo con la esperanza frustrada, porque ellos mismos se consideran sin fuerzas para levantarse y cortar por lo sano.
D- Y entonces, ¿qué sucede?