Los manotazos de Bergoglio

El año 2020 se ha inaugurado con un desconcertante video del papa Francisco que se ha hecho viral por todo el mundo. No se trata de la tradicional felicitación de Año Nuevo, sino de las imágenes de la brusca reacción del Papa el día de Nochevieja tras el tradicional Te Deum en la Plaza de San Pedro. En la primera escena aparece dando manotazos a una señora asiática que le había agarrado una mano. En la segunda, se observa la mirada airada del Sumo Pontífice mientras se aleja después de haber dado dichos manotazos a la señora.

A lo largo y ancho de Internet se han multiplicado las reacciones, todas caracterizadas por el tono jocoso y la ironía, algunas agudas e ingeniosas, y otras groseras. Alguno, tratando de justificar a Francisco, ha recordado el momento de ira e indignación de Nuestro Señor Jesucristo cuando expulsó a los mercaderes del templo, sin reparar en lo blasfema que resulta la comparación. La del Señor era una ira santa contra quienes comerciaban en el lugar santo. Pero cuando las ofensas iban dirigidas a su Persona, el Señor jamás retribuyó una bofetada con otra; se mantuvo manso y humilde como un cordero.

El papa Francisco, por el contrario, reaccionó con ira a lo que percibió como agresividad hacia su persona, pero no se ofende con la misma energía cuando los católicos son víctimas de persecución por todo el mundo o cuando la Iglesia es objeto de humillación y ultraje. No sólo eso; el propio papa Bergoglio ha reconocido que estuvo mal lo que hizo. Al día siguiente en el Ángelus dijo efectivamente: «Muchas veces perdemos la paciencia; yo también, y pido disculpas por el mal ejemplo de ayer ».

Algunos de los siempre defienden a ultranza a Francisco han procurado excusarlo diciendo: «Es un hombre como cualquier otro; todo el mundo mete la pata». Es cierto que el Papa no está asistido por el Espíritu Santo en cada uno de sus actos y palabras. Puede cometer errores. Pero el Papa es el dulce Cristo en la Tierra, y no puede permitirse cometer en público ciertos errores, ya que en todo momento debe predicar con el ejemplo.

Por otro lado, los mismos que defienden la posibilidad de que el papa Francisco yerre, niegan que pueda hacerlo jamás al hablar. Ahora bien, si el propio Pontífice reconoce que no todo lo que hace está bien, no puede menos que admitir que tampoco acierta siempre cuando habla. Por ejemplo, cuando negó a la Virgen el título de Correndentora. La indignación de tantos católicos ante tal afrenta a Nuestra Señora estuvo mucho más justificada que la reacción del papa Francisco en San Pedro.

Viñetas satíricas han difundido tales contradicciones por las redes sociales. Con todo, la ironía que se propaga por Internet debería suscitarnos, además de una sonrisa, una cierta tristeza. No es fácil deslindar la persona del Papa del cargo que ejerce. Para bien o para mal, todo lo que tenga que ver con la figura del Romano Pontífice repercute inevitablemente en el Papado. El Papa es humano, pero la institución que representa es divina. Desgraciadamente, en los años sesenta se inició un proceso de desacralización del Papado. Es posible que acto inaugural de dicho proceso tuviera lugar durante el Concilio Vaticano II, el 13 de noviembre de 1964, cuando Pablo VI descendió del trono pontifico bajo el baldaquino de bronce de San Pedro y depuso sobre el altar del Concilio la tiara que le habían obsequiado los milaneses para su coronación como pontífice. Con dicho acto confundió el homenaje a la institución con un homenaje a su persona. A partir de ese momento se empezó a divinizar al hombre y a humanizar la institución. Y actualmente la papolatría va de la mano con las burlas a la institución del Papado. Pidamos a la Divina Providencia que en este nuevo año 2020 humille a los hombres y exalte a la Iglesia, a imitación del ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, del que queremos ser humildes pero firmes seguidores.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Por Roberto de Mattei

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A treinta años de las consagraciones de monseñor Lefebvre: evocación de lo sucedido en 1988

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Julio 1987-Febrero 1988

La conmoción se había iniciado en los palacios vaticanos a primeros de julio de 1987, cuando llegó la noticia de la homilía pronunciada por monseñor Lefebvre en la misa de las ordenaciones sacerdotales celebradas en Ecône el 29 de julio del mismo año. La primera alusión fue al encuentro de dirigentes religiosos que había tenido lugar en Asís hacía unos meses, hecho histórico que hasta el día de hoy tiene perplejos a los católicos tradicionalistas. Lefebvre declaró:

Jamás en la historia se ha visto que el Papa se convierta en una especie de guardián del panteón de todas las religiones, como he recordado, transformándose en el pontífice del liberalismo.

Díganme si alguna vez se ha dado semejante situación en la Iglesia. ¿Qué podemos hacer ante tal realidad? Ciertamente llorar. Cómo lamentamos, cómo se nos desgarra el corazón y nos embarga el dolor. Daríamos la vida, derramaríamos nuestra sangre para cambiar esta situación. Pero la situación es tal, la obra que nos encomendado nuestro Buen Señor, que ante las tinieblas que envuelven a Roma, la obstinación de las autoridades romanas en su error, su negativa a regresar a la Verdad y a la Tradición, me parece a mí que el Señor pide que la Iglesia continúe. Por lo tanto, es probable que antes de rendir al buen Dios cuenta de mi vida tenga que consagrar algunos obispos.

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