Primera semana de Adviento
Deseando Cristo nuestro Señor, como dice San Gregorio, hallarnos dispuestos para su venida, nos despierta y previene con la memoria y temor de su juicio, y de la cuenta tan estrecha que ha de pedir en aquel día a todos los hombres de sus vidas, para que el temor de aquel día nos refrene para no ofenderle, y avive el entendimiento, y fervorice la voluntad para servirle, y disponernos en esta primera venida, en que viene a visitarnos tan manso y humilde, para que le recibamos dignamente, y siguiendo ahora sus pisadas, no experimentemos después la terribilidad de su juicio, y por esta misma causa nos le predica la Iglesia en el principio de Adviento, y con el mismo intento pondré en el principio de este libro las meditaciones que pertenecen no solo al juicio final, sino a todas las postrimerías del hombre, para mover su voluntad al temor santo de Dios y al dolor de los pecados y enmienda de toda la vida, que es el primer paso que debe dar en la vida espiritual, y el arado, como dice San Pedro Crisólogo, con que se han de arrancar los cardos y espinas de los pecados, y limpiarse la tierra de nuestras conciencias de las malezas delos vicios, para que reciba y fructifique en ella la semilla de la palabra divina.
MEDITACION I
Para el primer domingo de Adviento
PUNTO PRIMERO. Considera las señales espantosas que precederán a este día último y final del mundo, como preceden en los hombres cuando se llega a su fin, hallándose cercanos a la muerte, las cuales, dice Cristo, que serán tales, que los hombres se quedaran secos y pasmados de puro temor, porque los mismos cielos se turbaran y perderán su curso, y el orden y concierto que han guardado hasta entonces, y desconcentrado aquel reloj, por el cual se rige y gobierna todo el mundo, el también se desconcentrará, y los elementos sintiendo su fin se alterarán, batallando entre si terriblemente, el mar se embravecerá rompiendo sus lindes, y saliendo furiosamente de sus términos, sumirá en su abismo a cuantos en aquella ocasión le navegaren, los aires bramaran horriblemente y con tan gran furor, que trastornaran los montes, y sepultaran las ciudades; la tierra temblará y abrirá sus entrañas por muchas partes, y sepultará vivos a los hombres, y arruinará todos sus edificios, y las fieras buscarán los poblados, y los hombres las cuevas de los brutos y fieras para guarecerse en ellas y ninguno hallarán seguridad; las estrellas se desencajarán de los cielos y caerán sobre la tierra, como cuando se sacude un árbol y cae la fruta en el suelo; y últimamente el fuego contra su propio natural caerá de su región, y abrasará toda la tierra, y cuanto la hermoseaba y había de valor en ella, dejándola por todos partes cubierta de funesta cenizas. Considera que tal será el día, cuando su víspera es tan espantosa y tremenda y que sentirán los hombres que se hallaren vivos en aquel tiempo, y que sentirás tú, que con un trueno de las nubes te cubres de temblor y temor? Contempla el mundo desnudo de esta apariencia, y manifestando lo que encierra en su seno, que todo es un poco de polvo y cenizas, mira en que pararon sus honras, sus dignidades, sus riquezas, sus delicias, sus ciudades, jardines y paraísos, y aprende a despreciar lo que vale tan poco, y apreciar solamente lo entero y verdadero, que nunca se ha de acabar.
PUNTO II. Considera que, estando el mundo en este silencio, acabada la farsa que ahora se representa, y vuelto a su primera desnudez, asomara por lo alto un arcángel, como dice el apóstol San Pablo[1],y dará una voz como la trompeta, llamando a todos los hombres a juicio, la cual será tan poderosa, que por virtud divina resucitará a todos los difuntos, juntando sus cuerpos y uniendolos con sus almas en un momento, en que los congregará en el valle de Josafat; no mires esto como muy distante, sino como si ahora sucediera y lo vieras, y hallarás presente a todo, pues infaliblemente has de ser uno de los que han de oír aquella voz, y levantarse de los sepulcro para ir a juicio; mira cuan solos se levantan los que andaban acá muy acompañados, como acabada esta comedia, todos son iguales, como ya no hay riquezas, ni deleites, ni poderíos, ni posesiones, ni grandezas, ni diferencias alguna entre noble y el plebeyo, ni entre el amo y el criado, como solo les acompañan sus obras y las que quisieran haber hecho entonces, mira cómo se levantarán los malos, feos, tristes, miserables, pobres y sin remedio, atiende a sus llantos y a la penitencia que hicieras, si les fuera concebida una hora de tiempo de cuantas ahora gastan vanamente, y luego vuelve los ojos a los buenos, y míralos salir de los sepulcros, hermosos como el sol, bañados de gozo y alegría, dándose mil parabienes por la penitencia que hicieron en este siglo, y las buenas obras en que emplearon los días de su vida, y pues necesariamente has de ser de uno de los dos gremios, logra el tiempo que Dios te concede, y resuélvete en su acatamiento a dejar la vida ancha, que lleva a la perdición, y abrazar con todas tus fueras la estrecha, que es el camino de la vida eterna y verdadera.