LOS SANTOS INOCENTES

28 DE DICIEMBRE

EN EL NACIMIENTO DE LOS SANTOS INOCENTES, POR SAN BERNARDO

De las cuatro festividades continuadas del Nacimiento del Señor, de San Estebán, de San Juan y de los los Santos Inocentes

Bendito sea el que viene en el nombre del Señor: el Señor es Dios y ha hecho brillar su luz sobre nosotros; bendito sea su nombre glorioso, que es santo. No vino infructuosamente lo santo, que nació de María, sino que copiosamente difunde el nombre y la gracia de la santidad. Verdaderamente de aquí es Juan Santo, es Esteban Santo, y también los Santos Inocentes. Con provechosa disposición acompañan estas tres solemnidades al nacimiento del Señor. No sólo para que continuándose las festividades persevere la devoción continua, sino también para que el fruto del Nacimiento del Señor sea conocido de nosotros en ellas, como un efecto y consecuencia de él. Se advierten en estas tres solemnidades como tres especies de santidad: ni yo juzgo que se pueda hallar fuera de estos tres géneros de Santos, otro cuarto entre los hombres. Tenemos en el bienaventurado Esteban la obra y la voluntad del martirio: tenemos sola la voluntad en el bienaventurado Juan: y tenemos solo la obra de los Santos Inocentes. Todos ellos bebieron el cáliz de la salud o con el cuerpo y el espíritu juntamente. O con sólo el espíritu; o con sólo el cuerpo. Mi cáliz ciertamente beberéis dijo el Señor a Santiago, y a Juan: no hay dudas de que hablaba del cáliz de la pasión. En fin, cuando decía a Pedro sígueme, excitándole violentamente a la imitación de su pasión, vuelto Pedro vió que seguía después del discípulo que amaba Jesús, no tanto con los pasos del cuerpo sino con el afecto de su voluntad. Bebió pues también Juan el cáliz de la salud, y siguió al Señor como Pedro, aunque no de todas maneras como Pedro. Porque haber permanecido así, no siguiendo con la pasión corporal al Señor, fue consejo divino como lo dice él mismo: Así quiero que permanezca hasta que yo venga. Como si dijera quiere él también seguirme pero yo quiero que así permanezca.

Pero ¿habrá quien dude de las coronas de los Inocentes? ¿Dude que los infantes despedazados por Cristo sean coronados entre los mártires, el que no cree que los reengendrados en Cristo son contados entre los hijos de adopción. Cuándo aquel niño, que nació para nosotros, no contra nosotros, permitiría que unos niños coetáneos de él fuesen muertos por su causa, lo cual él podía estorbar con toda su voluntad, si no providenciera a favor de ellos alguna cosa mejor; haciendo que así como a los demás infantes, entonces la circuncisión, ahora el bautismo, sin algún uso propio de su voluntad les basta para conseguir la salud; así el martirio producido por él les bastase a ellos para la Santidad? Si buscas sus méritos para con Dios, para ser coronados, busca también sus delitos para con Herodes para ser despedazados.

¿Es menos acaso la piedad de Cristo que la impiedad de Herodes, para creer que haya podido él entregar unos inocentes a la muerte y no haya podido Cristo coronar a los que fueron muertos por él? Sea pues Esteban mártir para con los hombres, cuya voluntad de padecer se manifestó con toda evidencia particularmente, en que en el mismo artículo de su muerte tenía la más viva solicitud, tanto por los perseguidores como por si mismo, venciendo en él el afecto de su interior compasión al afecto de su pasión corporal, de suerte que lloraba más por los delitos de ellos que por sus propias heridas. Sea Juan mártir para con los Ángeles, que como espirituales criaturas conocieron con más claridad las señales espirituales de su propia voluntad para padecer por Cristo. Pero estos verdaderamente son vuestros mártires, o Dios, para que resplandezca con más evidencia el privilegio de vuestra gracia en quienes ni el hombre ni el Ángel descubre mérito alguno. Vos habéis formado en la boca de los infantes y los niños de pecho vuestra perfecta alabanza. Gloria sea Dios en las alturas dicen los Ángeles, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Grande alabanza es esta sin duda, pero me atrevo a decirlo todavía no es alabanza perfecta, hasta que venga quien diga: dejad a los párvulos que vengan a mi, porque de los tales es el Reino de los Cielos, y paz a los hombres aún sin el uso de su voluntad para ilustre testimonio de la piedad de Dios.

Esto debieran considerar los que suelen combatirse en contenciosas disputas sobre la obra y la voluntad: consideren y adviertan que no conviene despreciar ni lo uno ni lo otro cuando no falta la facultad; especialmente lo uno sin lo otro (pero cuando la facultad falta) no solo dar la salud sino la santidad. Más también se persuaden firmemente, que aprovecha la obra sin la voluntad, pero no contra la voluntad, de suerte que por lo que se salvan los infantes, tendrían más condenación los que  llegaron a la fe fingidamente. Del mismo modo, en algunos la voluntad sin la obra es suficiente, pero no contra la obra. Por ejemplo, si uno es arrebatado por la muerte cuando tiene en si una buena voluntad, pero todavía no perfecta, todavía no bastante valerosa para sufrir el martirio: ¿quién se atreverá a negar que se salve por esta interpretación? Quizá no le permite Dios que llegue a tentación tan grave, con el fin de que en ella no desmaye y se condene. Porque, si con tan débil voluntad fuera puesto en aquella tentación, que es sobre sus fuerzas y su voluntad no fuese corroborada, quien duda que desmayaría, que negaría la fe, y que si entonces muriese pereciera? Si alguno tiene vergüenza de mi delante de los hombres, también yo tendré vergüenza de él, dice el Señor, delante de los Ángeles de Dios, Así, en nuestra voluntad imperfecta en la que alguno se salva, cuando falta la ocasión y facultad para la obra, no se podría salvar por la falta de la obra, o diciendo de otro modo, por la obra de su rebeldía y falta. Lo mismo también podría suceder con la ignorancia, antes bien solícitos y timoratos demos gracias al benignísimo, y liberalísimo Salvador, que ocasiona con caridad tan copiosa las ocasiones a la salud a los hombres, que se alegra de encontrar en unos la voluntad y la obra, y en otros la voluntad sin obra, en otros también sin voluntad la obra de la salud, queriendo que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. Porque en esto consiste la Vida Eterna, en que conozcamos al Padre Dios verdadero y a Jesucristo a quien envió, el cual es con el Padre un Dios verdadero, bendito sobre todas las cosas por los siglos, Amén.

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MEDITACIÓN

Herodes, viendo que quedaba burlado de los magos, se airó en gran manera, etc.

Considera, que después que los magos entraron en Jerusalén, pidiendo por el recién nacido Rey de los judíos, y dieron razón de la estrella a Herodes, este les encargó que hallándole se lo noticiasen a su vuelta para que él también adorase aquel Rey de los judíos señalado por la estrella.

Y como hubiesen pasado muchos días, y no pareciesen los magos, se tuvo Herodes por burlado de ellos y agraviado.

Herodes estaba con el mal ánimo de querer matar al nuevo Rey; y los magos no tenían obligación de darle razón de su camino; y en vez de confundirse Herodes, se da por agraviado; porque estaba lleno de soberbia, que en todo hace parecer al soberbio, que se le hace agravio. Si Herodes hubiese sido humilde, no habría reparado en sufrir aun lo que el mundo loco llama verdaderos agravios.

Examínate seriamente, y quizá encontrarás haber faltado muchas veces en darte por agraviado teniendo culpa, y siendo tratado con caridad y para remedio de tus faltas. Con imaginaciones altivas, con juicios contra los otros, con escusas de tus faltas, pretendes notar el proceder ajeno y hacer ver tu agravio; y por fin, en verdad, y delante de Dios, todo se resuelve en tu soberbia.

Busca la verdadera humildad de corazón, que te librará de muchas faltas, temores e inquietudes.

Se airó en gran manera.

Considera, que Herodes dio la rienda a tanta ira, por haber oído nombrar otro Rey de los judíos, sin saber quién era y a qué venia; cuando según buena razón debía averiguar el caso y deliberar después sobre lo que fuese justo: más como no quería sujetarse a la razón, su pasión le llenó de rabia.

¡Oh, qué bien lo explicó Santiago en su canónica!: ¿De dónde nacen en vosotros las guerras y pleitos? De las concupiscencias vuestras, que reinan en vuestro cuerpo.

Si Herodes no hubiese dejado reinar en su corazón sus malos deseos, no habría sido llevado de tanta ira, ni habría pasado a cometer tan grave y escandaloso pecado.

Si tú quieres verte libre de la ira y de los pecados que de ella nacen, no dejes reinar en ti desordenados deseos: mortifícalos desde el principio; y así, aunque seas impedido de su logro, no vivirás expuesto a ser señoreado de la ira, ni a cometer tantas faltas, como de ella se originan.

¡Oh deseos no mortificados, de cuánta ira y de cuántas faltas habéis sido infeliz semilla!

Y enviando a sus ministros y soldados, mató a todos los niños que había en Belén y su comarcade dos años abajo.

Considera, que estas pasiones no mortificadas de Herodes, de lance en lance, le llevaron a querer quitar la vida al recién nacido Rey, para cuya seguridad se abalanzó a tan injusta crueldad, como fue quitar la vida a tantos mil inocentes.

Teme de ti mismo y teme de soltar la mano de la mortificación de tus pasiones; porque aunque al presente por la misericordia de Dios tengas horror al pecado mortal; más si te descuidas en mortificarte en cosas pequeñas, poco a poco podrías ir descaeciendo en el temor de Dios y hallarte un día caído en culpa mortal.

Considera más, y adora la providencia de Dios en permitir que este tirano ejecutase tan inhumana fiereza; pues a más de sacar Dios gran gloria en publicar su venida al mundo con tan inaudita crueldad, aseguró la salvación de estos Santos Niños, que ahora la Iglesia venera y se encomienda a sus oraciones, los cuales a los ojos mundanos parecieron infelices; y Herodes, que quedó triunfante, murió desastradamente, y ahora arde en el infierno.

Saca de aquí saber apreciar las ocasiones de paciencia que te ofrecen tus contrarios; pues sufriéndolas por Dios tendrás seguro el premio, y ellos su castigo como Herodes, si como él no se humillan y enmiendan.

Sermón del Padre Juan Carlos Ceriani sobre los Santos Inocentes Ver Aquí

Tomado de:

https://radiocristiandad.wordpress.com/