El fin del mundo tal como lo conocemos

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Pero, esto ya ocurrió antes…

La Iglesia tambalea al borde de un cisma multilateral global, tras un controvertido concilio ecuménico. Facciones cada vez más contenciosas dentro de la jerarquía, muchos de ellos influenciados por poderes seculares corruptos y ambiciosos, se encuentran en un estado de conflicto permanente y enmarañado, confundiendo y carcomiendo la vida católica de los fieles comunes. Se elevan múltiples herejías, y Roma parece carente de fuerza o autoridad para detenerlas.

Al mismo tiempo, el mundo secular se encuentra en desorden gracias al descontento y el agotamiento cultural en los hogares, y los grandes poderes que se alzan desde oriente, amenazando el centro político tradicional, y todo parece listo para quebrarse e incluso terminar con un orden mundial milenario. Enormes cantidades de extranjeros, muchos de ellos de una religión diferente, violenta y hostil, han sido autorizados a instalarse pero no para asimilarse, y ahora hay aún más inundando las tierras cristianas. Una nueva clase de gobernantes oportunistas – una clase que no comparte los valores culturales de sus súbditos – se adentra en el vacío político dejado por un siglo de guerra, despoblación, pérdida de confianza y levantamiento social.

En medio de todo esto, un joven, hijo de servidores públicos adinerados, llega a la gran ciudad para comenzar la segunda parte de su educación en política que su familia espera lo conduzca a una carrera en la vida pública. Pero cuando mira a su alrededor y ve la vida disoluta de sus compañeros de estudio y de sus profesores, y la desintegración del orden social de la ciudad, se da cuenta en seguida, como buen católico nacido en el campo y educado en casa, que no puede continuar este camino sin poner en riesgo su alma inmortal.

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Francisco, no formas parte de la comitiva de los Reyes Magos


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Francisco, ¿por qué te has quedado alejado del humilde hogar donde ha nacido el Hijo de Dios, mientras los tres Reyes se postraban para a adorar al Rey de Reyes? ¿Por qué no lo has adorado tú, que eres su Vicario? Comprendo, Francisco, eso no va contigo. Claro, tu vídeo, ¿verdad? Tu primer vídeo donde ya nos dices lo que significa para ti el Santo Niño nacido en el Portal de Belén. No es más que  un “diosecillo” como tantos otros. ¿Te acuerdas del vídeo? Genial y ocurrente. ¿Viste? El Niño Jesús al nivel que cualquier otra deidad. Ese eres tú, Francisco, el que no forma parte de la comitiva de los santos Reyes Magos; el que no se postra ante el único Dios de cielo y tierra, porque no  crees que lo sea.

Eso sí, hablas y hablas, de vaguedades, de cosas sin sentido, de vaciedades, que si “la estrella de Jesús no ciega, invita, acompaña, da luz”. ¿De qué hablas? ¿Qué quieres decir que “no ciega”? ¿Qué quieres decir que “invita”? ¿Qué quieres decir que “acompaña”? ¿Qué quieres decir que “da luz”? Pero vamos a ver Francisco, por favor, que nos vuelves locos, no hay quien te entienda, de verdad. Mira Francisco,  la “estrella” de la que nos hablas, y que sólo ves tú y los tuyos, ciega, no invita, no acompaña y no tiene luz. Porque es la “estrella” que impide ver al verdadero y único Dios. Es la “estrella” que no tiene luz para descubrir la verdad del Niño Dios, del Verbo encarnado. Es la “estrella” que aleja a los verdaderos adoradores del único Dios.

Esa “estrella” es tu personal estrella, es sólo tuya, Francisco, oscura, sin brillo, sucia y fea que NO reconoce al VERDADERO DIOS nacido en el Portal de Belén.

¿Te acuerdas de tu primer video, Francisco? Francisco de nuestros pecados, no nos dejas tranquilos, pero la fe no la perderemos, porque no te seguimos, porque formamos parte de la comitiva de los tres Reyes Magos, en la que tú no estás.

Mario Vázquez

CARTAS DE LOS LECTORES

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Tomado de:

https://adelantelafe.com

CONMEMORACIÓN DEL BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

13 de enero

El Bautismo del Señor

El Bautismo del Señor

Estaba San Juan Bautista en las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Señor, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Abrióse el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.

Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad, autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.

Tomado de:

 http://misa_tridentina.t35.com/