Los hombres han de considerarnos como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Por lo demás, lo que se busca en los administradores es que sean fieles.
(1 Cor 4: 1-2)
1. Introducción al problema
Quizá en ninguna otra época de la Historia de la Iglesia los cristianos de buena voluntad (el resto de los que todavía se mantienen firmes en la Fe), han buscado tanto como en la presente buenos Pastores que los conduzcan. Puesto que son ellos quienes, por institución divina, han sido llamados a conducir al Pueblo de Dios por el camino de la Salvación.
Pero el hecho de que así haya sido dispuesto por Jesucristo significa, nada más y nada menos, que el papel y la función de los ministros de Cristo son esenciales para la buena marcha, y aun para la existencia de la misma Iglesia. Sin Pastores, el Rebaño no podrá llegar a ninguna parte, como no sea hasta el abismo de perdición.
Pero no cualquier clase de Pastores son los indicados para tal oficio, sino solamente, según se desprende de las palabras del Apóstol, quienes sean auténticos ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios.