Archivos diarios: febrero 13, 2018
¿Triunfa la «homoherejía»?
La reciente visita del Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio a Chile estuvo salpicada de una feroz campaña de las fuerzas anti-católicas: la izquierda eclesial, los grupos defensores de las víctimas de abusos sexuales, los medios, en especial el canal televisivo estatal de Chile.
Desarrollaron una campaña hábilmente verificada, dirigida principalmente contra el obispo de Osorno, acusado «como encubridor de los abusos –sexuales y de poder– cometidos por su mentor» el sacerdote Fernando Karadima. Simultáneamente fueron reactivando casos de abuso sexual de los Hermanos Maristas y la Compañía de Jesús en Chile y otros. Las listas ventiladas por organizaciones civiles respecto de abusos sexuales a menores por parte del clero chileno son bastante abultadas.
«Bishop Accountability» registra 78 nombres de clérigos y religiosos de Chile acusados de abusos.
El profesor universitario chileno Gonzalo Rojas S., afirma no nos confundamos. Lo importante durante la visita de Francisco, para ciertos actores públicos, era minar la autoridad episcopal. Sólo les interesaba destruir la dimensión jerárquica de la Iglesia Católica… de hecho, en los días previos hubo conocidos eclesiásticos que enfocaron toda su preparación de la visita papal en un objetivo: desacreditar a los obispos chilenos, porque ninguno de ellos -dicen estos gurús de la sociología eclesiástica- está a la altura de lo que se necesita.
Mi herencia en el momento de la muerte
Queridos hermanos, me viene a la mente unas palabras de la beata Isabel de la Trinidad, carmelita descalza, que suspiraba en su lecho de muerte ante el crucifijo que sostenía entre sus manos: ¡Cuánto nos hemos amado! ¡Qué herencia más hermosa y gozosa! Esta es la verdadera herencia del alma, una herencia que es pasado, presente y futuro; en realidad, es una herencia única, pues es un eterno presente. Herencia imperfecta en la tierra, perfectísima en el Cielo.
Si hemos de plantearnos qué herencia dejaremos tras nuestra muerte, no cabe más que una: mi herencia en virtudes, mi herencia virtuosa y santa; mi herencia llena de amor de Dios; mi herencia de muerte a mí mismo. Herencia de rechazo al pecado, al mundo y al demonio. Herencia crucificada con Cristo en la “cruz” personal de cada uno.
¿Puede haber en el momento de la muerte otra herencia distinta? Pobre y desgraciada el alma si en sus últimos momentos sólo piensa en su herencia “terrenal”, en sus obras materiales, en esas acciones que el mundo elogió y aplaudió; en sus merecimientos personales, en sus capacidades personales, en su valía personal; en su “obra” que deja para otros. Infeliz el alma que en sus últimos momentos mira hacia atrás, y no hacia adelante, hacia el futuro inminente en que será juzgada por todo lo que hizo, y dejó de hacer en el pasado. Infeliz si mira hacia atrás, no para arrepentirse de sus pecados, sino para vanagloriarse de la “herencia” que ha construido. Dichosa el alma que en el lecho de muerte mira hacia atrás con verdadero dolor por no haber cumplido con el plan divino en ella. Dichosa el alma que en sus últimos momentos anhela el perdón divino, los último sacramentos.