9 de abril
Santa Casilda, Virgen
Santa María Cleofé, Matrona
San Lorenzo de Irlanda, Obispo
San Esiquio, Mártir
San Hugo de Rouen
Beato Antonio Pavoni, Mártir
Beato Ubaldo de Florencia
9 de abril
Santa Casilda, Virgen
Santa María Cleofé, Matrona
San Lorenzo de Irlanda, Obispo
San Esiquio, Mártir
San Hugo de Rouen
Beato Antonio Pavoni, Mártir
Beato Ubaldo de Florencia
9 de abril
El 9 de Abril la Iglesia Católica recuerda a San Lorenzo quien nació en Irlanda hacia el año 1128, de la familia O´toole que era dueña de uno de los más importantes castillos de esa época.
Cuando el niño nació, su padre dispuso a un conde enemigo que quisiera ser padrino del recién nacido. El otro aceptó y desde entonces estos dos condes (ahora compadres) se hicieron amigos y no lucharon más el uno contra el otro. Cuando lo llevaban a bautizar, apareció en el camino un poeta religioso y preguntó qué nombre le iban a poner al niño. Le dijeron un nombre en inglés, pero él les aconsejó: Pónganle por nombre LORENZO, porque este nombre significa: «coronado de laureles por ser vencedor» y es que el niño va hacer un gran vencedor en la vida». A los papás les agradó la idea y le pusieron por nombre Lorenzo y en verdad que fue un gran vencedor en las luchas por la santidad.
Cuando el niño tenía diez años, un conde enemigo de su padre le exigió como condición para no hacerle la guerra que le dejara a Lorenzo como rehén. El Sr. O´toole aceptó y el jovencito fue llevado al castillo de aquel guerrero. Pero allí fue tratado con crueldad y una de las personas que lo atendían fue a comunicar la triste noticia a su padre y este exigió que le devolvieran a su hijo. Como el tirano no aceptaba devolverlo, el Sr. O´toole le secuestro doce capitanes al otro guerrero y puso cómo condición para entregarlos que le devolvieran a Lorenzo. El otro aceptó pero llevó al niño a un monasterio, para que apenas entregaran a los doce secuestrados, los monjes devolvieran a Lorenzo.
Y sucedió que al jovencito le agradó inmensamente la vida del monasterio y le pidió a su padre que lo dejara quedarse a vivir allí, porque en vez de la vida de guerras y batallas, a él le agradaba la vida de lectura, oración y meditación. El buen hombre aceptó y Lorenzo llegó a ser un excelente monje de ese monasterio.
Su comportamiento en la vida religiosa fue verdaderamente ejemplar. Dedicadísimo a los trabajos del campo y brillante en los estudios. Fervoroso en la oración y exacto en la obediencia. Fue ordenado sacerdote y al morir el superior del monasterio los monjes eligieron por unanimidad a Lorenzo como nuevo superior.
Por aquellos tiempos hubo una tremenda escasez de alimentos en Irlanda por causa de las malas cosechas y las gentes hambrientas recorrían pueblos y veredas robando y saqueando cuanto encontraban. El abad Lorenzo salió al encuentro de los revoltosos, con una cruz en alto y pidiendo que en vez de dedicarse a robar se dedicaran a pedir a Dios que les ayudara. Las gentes le hicieron caso y se calmaron y él, sacando todas las provisiones de su inmenso monasterio las repartió entre el pueblo hambriento. La caridad del santo hizo prodigios en aquellas situación tan angustiosa.
En el año 1161 falleció el arzobispo de Dublín (capital de Irlanda) y clero y pueblo estuvieron de acuerdo en que el más digno para ese cargo era el abad Lorenzo. Tuvo que aceptar y, como en todos los oficios que le encomendaban, en este cargo se dedicó con todas sus fuerzas a cumplir sus obligaciones del modo más exacto posible. Lo primero que hizo fue tratar de que los templos fueran los más bellos y presentables posibles. Luego se esforzó porque cada sacerdote se esmerara en cumplir lo mejor que le fuera posible sus deberes sacerdotales. Y en seguida se dedicó a repartir limosnas con gran generosidad.
Cada día recibía 30,40 o 60 menesterosos en su casa episcopal y él mismo servía la comida. Todas los ingresos que obtenía como arzobispo las dedicaba a ayudar a los más necesitados.
Buscando la paz otra vez. En el año 1170 los ejércitos de Inglaterra invadieron a Irlanda llenando el país de muertes, de crueldad y de desolación. Los invasores saquearon los templos católicos, los conventos y llenaron de horrores todo el país. El arzobispo Lorenzo hizo todo lo que pudo para tratar de detener tanta maldad y salvar la vida de los invasores a pedirle que devolviera los bienes a la iglesia y que detuviera el pillaje y el saqueo. El otro por única respuesta le dio una carcajada de desprecio. Pero pocos días después murió repentinamente. El sucesor tuvo temor y les hizo mucho más caso a las palabras y recomendaciones del santo.
El arzobispo trató de organizar la resistencia pero viendo que los enemigos eran muy superiores, desistió de la idea y se dedicó con sus monjes a reconstruir los templos y los pueblos y se fue a Inglaterra a suplicarle al rey invasor que no permitiera los malos tratos de sus ejércitos contra los irlandeses.
Estando en Londres de rodillas rezando en la tumba de Santo Tomás Becket (un obispo inglés que murió por defender la religión) un fanático le asestó terribilísima pedrada en la cabeza. Gravemente herido mandó traer un poco de agua. La bendijo e hizo que se la echaran en la herida de la cabeza, y apenas el agua llegó a la herida, cesó la hemorragia y obtuvo la curación. El Papa Alejandro III nombró a Lorenzo como su delegado especial para toda Irlanda y él deseoso de conseguir la paz para su país se fue otra vez en busca del rey de Inglaterra a suplicarle que no tratara mal a sus paisanos. El rey no lo quiso atender y se fue para Normandía. Y hasta allá lo siguió el santo, para tratar de convencerlo, pero a causa del terribilísimo frío y del agotamiento producido por tantos trabajos, murió allí en Normandía en 1180 al llegar a un convento. Cuando el abad le aconsejó que hiciera testamento, respondió: «Dios sabe que no tengo bienes ni dineros porque todo lo he repartido entre el pueblo. Ay, pueblo mío, víctima de tantas violencias ¿Quién logrará traer la paz? Seguramente desde el cielo debe haber rezado mucho por su pueblo, porque Irlanda ha conservado la religión y la paz por muchos siglos. Estos son los verdaderos patriotas, los que como San Lorenzo de Irlanda emplean su vida toda por conseguir el bien y la paz para sus conciudadanos. Dios nos envíe muchos patriotas como él.
9 de abril
La fidelísima y dichosa sierva de Jesucristo santa María Cleofé era parienta de la santísima Virgen pues estaba casada con Alfeo, el cual era hermano del glorioso patriarca san José, e hijo como él de Jacob. Tuvo de su bendito matrimonio cuatro hijos, que fueron san Simón, llamado Simón Cananeo o Zelotes, Santiago el menor, Ju das Tadeo, y Joseph o José. Los tres primeros fueron escogidos para el apostolado de nuestro Señor Jesucristo; y el último entró como se cree, en el número de los setenta y dos discípulos.
A estos cuatro bienaventurados hijos de santa María Cleofé llama el Evangelio hermanos del Señor, con forme a la costumbre de los hebreos, que llamaban con el nombre de hermanos alos que sólo eran próximos parientes. Pues, esta dichosa parienta de la Madre de Dios, y santa madre de tres Apóstoles, cobró tan grande y entrañable devoción a la adorable persona de nuestro Señor Jesucristo, que no pudo separarse de El ni aun en el tiempo de su pasión en que los mismos discípulos huyeron y le des ampararon: y así refieren los santos Evangelios, que se halló presente en el ; calvario con María Madre de Jesús, y María Salomé y el discípulo amado san Juan.
Ella asistió también al entierro del divino cadáver; ella fue con Salomé y la Magdalena a embalsamarlo con aromas y ungüento preciosos al amanecer del primer día de la semana, que ahora es el domingo; siendo estas tres santas mujeres las primeras que oyeron de boca de los ángeles la alegre nueva de la resurrección; y a ellas se apareció después el mismo Señor resucitado y glorioso, y les mandó que fueran a dar noticia de esto a los discípulos, a los cuales se mostró la tarde de aquel mismo día, cuando por te mor de los judíos estaban recogidos en el Cenáculo, cerradas las puertas.
También se manifestó el Señor resucitado a Cleofás, que era el marido de santa María Cleofé, cuando iba con otro discípulo al castillo de Emaús, y se les descubrió en la fracción del pan. Finalmente después de tantos y tan divinos regalos con que el Señor recompensó la devoción y amor de esta su sierva, le concedió la gracia singularísima de morir asistida por los santos Apóstoles y por la misma Madre de Dios, como piadosamente se cree.
REFLEXIÓN
No podemos leer sino movidos de envidia santa la inefable dicha que tuvo la bienaventurada María Cleofé de conversar, obsequiar y adorar la sagrada persona de nuestro Señor Jesucristo; mas traigamos a la memoria lo que el mismo Señor dijo a santo Tomás: «Bienaventurados los que no vieron y creyeron», (Jo. XX.) porque, como dice Tertuliano, son muy grandes los méritos de la fe, y ordenados a grande recompensa. Con todo si lees los cuatro Evangelios, escritos por los Apóstoles y discípulos del Señor, podrás en ellos ver y oir espiritualmente a Jesucristo: porque, como nos dice san Juan Evangelista, los santos Apóstoles nos anunciaron en el Evangelio lo que vieron por sus ojos, lo que oyeron por sus oídos y lo que palparon con sus manos; y como refieren los hechos y palabras del Señor con tan grande sencillez y verdad, no podremos menos de creer con viva fe las cosas que dicen, y enamorarnos de la divina persona de Jesucristo, y derramar suavísimas lágrimas, viendo las finezas de amor que ha hecho Dios por los hombres, a fin de que creyendo que Jesucristo es verdadero Hijo de Dios, y guardando su santa ley, alcancemos la vida eterna.
ORACIÓN
Oh Dios, autor de nuestra sa lud, dígnate oir nuestras súplicas, para que como nos alegramos en la fiesta de la bienaventurada María Cleofé, así apren damos de ella a servirte con afectuosa y piadosa devoción. Por J. C. N. S.
Sacado de: «FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA», Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.