SAN FRANCISCO DE SALES,* Obispo, Confesor y Doctor
Las controversias, uno de los tres libros famosos de San Francisco de Sales
29 de enero
SAN FRANCISCO
DE SALES,
Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
n. 1567 en Sales, Saboya;
† 28 de diciembre de 1622 en Lyon, Francia
Patrono de escritores; autores; prensa católica; periodistas; educadores; profesores; confesores; sordos. Protector contra la sordera.
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas. (San Mateo 11,29).
Este santo ha sido la gloria de su siglo, el modelo de los hombres apostólicos y de los obispos, el doctor universal de la piedad y del amor de Dios. Su cuerpo en Annecy y su corazón en Lyon han obrado infinidad de milagros devolviendo la salud a los cuerpos; pero su espíritu, siempre vivo en sus libros, obra maravillas mucho más sorprendentes convirtiendo a los pecadores. Tan llena está su vida de nobles acciones, que es difícil resumirla; tan conocida de todos, por otra parte, que no es necesario referirla. Murió en Lyon en 1622.
MEDITACIÓN
SOBRE EL CORAZÓN
DE SAN FRANCISCO DE SALES
I. El corazón de San Francisco de Sales ardía con el fuego del amor divino. Este amor le hizo emprender todo lo que juzgó apto para contribuir a la gloria de Dios y a la salvación del prójimo. Sus predicaciones, sus pláticas, sus libros, son pruebas de esta verdad. ¡Ah! si amases a Dios como él, te burlarías de las riquezas, de los placeres, de los honores, y no dejarías perder las ocasiones de incitar a los demás a amar al Señor. ¡Oh Dios que sois tan amable! ¿por qué sois tan poco amado? ¡Oh fuego que siempre ardéis, fuego que nunca os extinguís, abrasad mi corazón!
II. El corazón del Santo sólo tenía dulzura y ternura para el prójimo; después de su muerte no se le encontró hiel en el cuerpo. Consolaba a los enfermos, daba limosna a los pobres, instruía a los ignorantes, y con su afabilidad trataba de que se le allegasen los pecadores, a fin de conducirlos enseguida al redil de Jesucristo.
III. Ese corazón, en fin, que era todo amor para Dios y toda dulzura para el prójimo, trataba a su cuerpo como a enemigo; para domar sus pasiones no retrocedía ante mortificación alguna, ante sacrificio alguno. Examina la causa de tus penas, y verás que provienen de las pasiones que no supiste domeñar. Aquél que ha vencido a sus pasiones adquirió una paz duradera.
La dulzura.
Orad por la orden de la Visitación.
ORACIÓN
Dios, que habéis querido que el bienaventurado Francisco de Sales, vuestro confesor y pontífice, fuese todo para todos para salvar a las almas, difundid en nosotros la dulzura de vuestra caridad, y haced que, dirigidos por sus consejos y asistidos por sus méritos, lleguemos al gozo eterno. Por J. C. N. S.
Fuentes:
– Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo I; Patron Saints Index.
(Tercera Parte)
Durante la persecución final que sufrirá la Santa Iglesia Romana, reinará Pedro Romano, que apacentará sus ovejas entre multitud de tribulaciones, transcurridas las cuales, la Ciudad de las Siete Colinas [Roma] será destruida. Y el Juez terrible juzgará a su pueblo. Fin.
Una primera curiosidad que llamaría la atención, de no ser porque suele pasar desapercibida, tiene que ver con el hecho de que el oráculo se refiere exclusivamente a la Iglesia Católica Romana como la única a la cual conoce. Si se tiene en cuenta que su fecha de origen es el siglo XII (suele fijarse hacia el año 1140), el Cisma de Oriente o Gran Cisma —primero de los más importantes—, ya se había consumado definitivamente en un tiempo anterior (año 1054). Luego hay que considerar también la terrible catástrofe de la Reforma, con la aparición de las innumerables sectas protestantes que también se separaron de la verdadera Iglesia. Sin embargo, y frente a todo eso, el texto de San Malaquías no considera a la Católica como una más en la que subsiste la Iglesia de Cristo, tal como efectivamente lo hace el Concilio Vaticano II (Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, n. 8).
Es sabido que las doctrinas postconciliares han dado de lado al tradicional concepto de la Iglesia como Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, a fin de legitimar las nuevas doctrinas que incluyen a las sectas y Movimientos cismáticos y separados como verdaderas Iglesias y, por lo tanto, como instrumentos válidos de salvación (apartándose claramente en este punto de un secular y tradicional Magisterio). Que el vaticinio de San Malaquías exclusivamente conoce a la Iglesia Católica como única y verdadera Iglesia (ni siquiera se plantea el problema de las otras Iglesias), lo demuestra el hecho de su clara alusión a la Romanidad de la Iglesia y su explícita referencia a la Ciudad de las Siete Colinas. Es cierto, sin embargo, que ya desde la Antigüedad —empezando por el Libro del Apocalipsis— se llamó Iglesias a las Comunidades locales; aunque el concepto quedaba limitado exclusivamente, como hemos dicho, al ámbito de las Comunidades de cristianos esparcidas aquí y allá, sin que jamás les fuera atribuido el significado de Iglesia en sentido comprehensivo.
Otra importante cuestión abierta a la especulación, según se desprende del texto final de la Profecía de San Malaquías, tiene que ver con el papel desempeñado en los acontecimientos de los Últimos Días por el titular del lema que cierra la serie. Allí se dice que este misterioso Pedro Romano apacentará a las ovejas —pascet oves— entre muchas tribulaciones durante la persecución final. El texto in multis tribulationibus, aunque es suficientemente claro, no excluye cierta ambigüedad capaz de considerar diversos matices interpretativos: ¿Se trata de difíciles y peligrosos obstáculos que el último Papa habrá de esforzarse en sortear mediante graves sufrimientos y duras penalidades? ¿O, por el contrario, habrá contribuido él mismo a provocar tales pruebas que, por otra parte, se verán obligados a sufrir los elegidos? La realidad es que no es posible descartar, ni tampoco admitir, cualquier hipótesis a la ligera, desde el momento en que las profecías sobre los novísimos hablan de falsos profetas que engañarán a muchos y hasta de anticristos que pretenderán ocupar el lugar de Dios. Sigue leyendo