en la Iglesia u oratorio público
Para gozar de las inmensas ventajas y copiosísimas indulgencias de tan pía devoción, hay que observar las cosas siguientes:
7º Sobre todo, medita el paso correspondiente de la Pasión, y si no lo sabes, piensa por lo menos en los padecimientos de nuestro dulcísimo Redentor.
8º Di a cada estación un Padre nuestro, Ave María y Gloria, y cinco en honor de las cinco Llagas de Jesuscristo al fin de las catorce estaciones; sin olvidarte de pedir también por la intención del Sumo Pontífice.
REQUISITOS para ganar en casa las indulgencias del Vía-Crucis.
Sucederá muchas veces estar uno física o moralmente imposibilitado de visitar los templos o calvarios, donde se halla canónicamente erigido el Vía-Crucis; pero tanta es la liberalidad de la santa Iglesia, que hasta entonces franquea sus tesoros, y nos permite ganar las indulgencias por medio de un Crucifijo, con tal que concurran las circunstancias siguientes:
1ª Que el Crucifijo esté bendecido por un sacerdote autorizado (además de los franciscanos, explican en otros devocionarios) por el Sumo Pontífice para aplicarle las indulgencias del Vía-Crucis.
2ª Que por enfermedad, u otro impedimento legítimo, no se pueda ir a la Iglesia o al oratorio público, donde está el Vía-Crucis canónicamente erigido.
3ª Que con el corazón contrito, y teniendo dicho santo Crucifijo en la mano, se recen veinte Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patris, a saber, uno por cada estación, cinco en honor de las cinco llagas de Jesús crucificado, y otro a la intención del Sumo Pontífice.- Así lo dijimos en otras ediciones; mas no sabíamos que Pío IX hubiese concedido en 18 de diciembre de 1877 que, si no podía el enfermo rezar fácilmente los Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patris, pudiese suplir con un acto de contrición, o con el verso del Tedeum: Suplicamoste, pues, Señor, que socorras a tus siervos, que redimiste con tu Sangre preciosa.
VÍA.CRUCIS
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Señor mío Jesucristo, etc.
Oración preparatoria
Oh amabilísimo Jesús mío; heme aquí postrado ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia a favor de tantos pecadores infelices, de las benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia universal. Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias, con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Vía-Crucis. Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en sufragio de los difuntos a quienes tengo más obligación.
Y tú, afligidísima Madre m-ia; por aquella amargura que inundó tu Corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al Calvario, haz que se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces animada. Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación del pecado, y valor para que, abrazando la Cruz, siga las huellas de tu amable Jesús. No me niegues esta gracia, oh Madre mía; haz que, tomando ahor parte en tu dolor, logre un día acompañar a tu Hijo en el triunfo de la gloria. Amén.
Primera estación
JESÚS CONDENADO A MUERTE
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum.
¿Lo ves alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, juez de vivos y muertos, llenos de confusión, las manos atadas como facineroso, oyendo la más injusta e ignominiosa sentencia. ¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, autor de la vida, condenado a muerte! Vos, la inocencia y santidad infinita, condenado a morir en un infame patíbulo , como el más insigne malhechor! ¡Ay!, ¡qué amor tan grande el vuestro, y que ingratitud monstruosa la la mía, pues os condeno a muerte cada día! ¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite… por un mezquino interés… por un puntillo de honra… por un qué diran!
Perdonadme, dulcísimo Jesús mío; y por esta inicua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecían mis pecados. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+V. Miserere nostri, Domine.
+R. Miserere nostri,
+V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Por mí, Señor, inclinas
El cuello a la sentencia;
Que a tanto la clemencia
Pudo llegar de Dios.
Oye el pregón, oh Madre,
Llevado por el viento;
Y al doloroso acento
Ven del Amado en pos.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Segunda estación
JESÚS SALE CON LA CRUZ A CUESTAS
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum.
¡Y queréis, inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo, cual otro Isaac, el instrumento del suplicio! ¡Estáis exhausto de fuerzas! ¡Vuestras espaldas y hombros están doloridos y rasgados de azotes! ¡La Cruz es larga y pesada (15×8 pies)! ¡Y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo!… Sin embargo la aceptáis, y besándola, la abrazáis y lleváis con inefable ternura por mi amor.
¿Y, aborrecerás tú, pecador la ligera cruz que Dios te envía? ¿Querrás tú ir al cielo por los deleites y regalos, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dolorosísimo camino de la cruz?
Reconozco mi engaño, Salvador mío; enviadme penas y tribulaciones; que estoy resuelto a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Esconde, justo Padre, La espada de Tu ira,
Y al monte humilde mira
Subir el dulce bien.
Y tú, Señora, gime
Cual tórtola inocente;
Que Tú gemir clemente
Le amansará también.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Tercera estación
JESÚS CAE LA PRIMERA VEZ
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum.
No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la Cruz. Lo que me pasma y hace llorar a los ángeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos. Si cae un vil jumento se le tiene compasión, le ayudan a levantarse. Pero cae el Rey de cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y, lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor…
¿Y qué hacíais, en qué pensabais entonces, dulce Jesús mío? En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría. Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos, he querido pasar por este espantoso suplicio. ¿No estás todavía satisfecho?… ¡Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas? Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes sobre Mí.
No Jesús mío, no; antes morir que volver a ofenderos. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
¿Ves, pecador ingrato,
Ves a tu Dios caído?
Ven a llorar, herido
De contrición, aquí.
Levántame a Tus brazos,
¡Oh bondadoso Padre!
Ve de la tierna Madre Llanto correr por mí
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Cuarta estación
JESÚS ENCUENTRA A LA MADRE SANTÍSIMA
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¡Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo! ¡El pregonero publicando con pública trompeta la sentencia fatal! ¡Una multitud inmensa, que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús! ¡Los soldados y los sayones en dos filas, y en medio de dos malhechores… ¡ ¡Ay! ¿le conoces, oh María amantísima? ¿Es ese tu Hijo benditísimo? ¿Es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los celos y la alegría de los ángeles? ¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo pariste en Belén? ¡Ay!, ¿dónde están ahora los Reyes y pastores que entonces le adoraban? ¿Qué se han hecho los espíritus celestiales que entonaban entonces himnos de alabanza? ¡Ay! , ¡qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de lágrimas y sangre, coronada de espinas su cabeza, todo él hecho una llaga! ¡On María, afligida entre todas las mujeres! ¿Oh Madre, la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a este ingrato, a este pecador, a este monstruo, causa de tanta amargura. . Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Cercadla, serafines;
No acabe en desaliento,
No muera en el tormento
La Rosa virginal.
¡Oh acero riguroso!
Deja su pecho amante; Vuélvete a mí cortante,
Que soy el criminal
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Quinta estación
JESÚS AYUDADO POR EL CIRINEO
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
Temiendo los judíos no se les muera Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quién le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres, y sólo Simón acepta este favor, y aún por fuerza.
¡Y así te desamparan, oh Jesús mío! ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? No son innumerables los ciegos, paralíticos y enfermos qué sanaste! ¡Y nadie quiere llevar tu Cruz! ¡Y ella, no obstante nos predica la latitud de tu misericordia, la longitud de tu justicia ¡, la sublimidad de tu poder y lo profundo de tu sabiduría infinita! ‘Oh misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina; mas pocos gustan de padecer contigo.
Teman, pues, los enemigos de la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no lleva mi Cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo. . Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Toma la Cruz preciosa,
Me está el deber clamando;
Sé generoso, cuando
Delante va el Señor.
Voy a seguir constante
Las huellas de mi Dueño;
Manténgame el empeño, Señora, tu favor.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Sexta estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¡Qué valor el de esta piadosa mujer! ¡Ve el rostro divino, a quien desean contemplar los ángeles cubierto de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre, y, movida de compasión, quítase la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.
¡Ay!, ¡cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos, que por un vano temor al qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh dichosa Verónica; y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando Su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca?
¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una imagen perfecta de tus virtudes? Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Vía-Crucis; y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes; y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá an el cielo. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordia Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Tu imagen, Padre mío, Ensangrentada y viva
Mi corazón reciba,
Sellada con la fe.
¡Oh Reina!, de tu mano
Imprímela en mi alma,
Y la gloriosa palma
Contigo subiré.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Séptima estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
Si, Jesús cae segunda vez con la Cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el infierno desahoga contra Él todo su furor: mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud? No, no: bien podrán decirte: Si eres hijo de Dios baja de la cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá hasta morir.
¿Y cuándo, Señor imitaré vuestra heroica constancia? ¡Ah!, no siendo coronado sino el que está peleando legítimamente persevere hasta el fin, ¿de qué me serviría abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algún día? Cueste, pues, lo que cueste, quiero, con vuestra gracia divina, amaros y serviros hasta morir. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Yace el divino Dueño
Segunda vez postrado:
Deshecho en contrición.
Oh Virgen, pide amante
Que borre tanta ofensa
Misericordia inmensa,
Pródiga de perdón.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Octava estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¡Qué caridad tan ardiente! ¡Olvida sus atrocísimos dolores, sólo se acuerda de nuestras penas el amante Jesús! Hijas de Jerusalén, dice a las piadosas mujeres, que le seguían llorando: no lloréis mi suerte, llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos.
Pero puede haber objeto más digno de llanto que la Pasión y muerte del Hijo de Dios?… Sí, cristiano; hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado. Pues el pecado es la única causa de Pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal, mal infinito de Dios y de la criatura. ¡Y no obstante tú pecas con tanta facilidad! ¿Y te confiesas con tanta frialdad! ¡Y recaes tan a menudo en el pecado! ¡Y pasas tranquilo días, meses, años, y hasta la vida entera en el pecado! Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Matronas doloridas,
Que el Justo lamentáis,
¿Por qué, si os lastimáis,
La causa no llorar?
Y pues la cruz le dimos
Todos los delincuentes,
Broten los ojos fuentes
De angustia y de pesar.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Nona estación
JESÚS CAE TERCERA VEZ
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos resplandor de la gloria del Padre, consuelo de los mártires, hermosura y alegría del cielo, Vos, caído en tierra, primer, segunda y tercera vez! ¿No sois Vos la fortaleza de Dios?…
“¿Y qué, hijo mío; no has pecado tú más de dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio? Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados: ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino pasatiempos y liviandades. ¡Ay! Yo caigo segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas: caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo, para que, temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo, en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del infierno”.
Gracias; Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dadme fuerza, os suplico, para queme levante por fin del pecado, y camine firme y constante en vuestro santo servicio.Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Al suelo derribado
Tercera vez el Fuerte,
Nos alza de la muerte
A la inmortal salud.
Mortales, ¿qué otro exceso.
Pedimos de clemencia?
No más indiferencia,
No más ingratitud.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Décima estación
JESÚS DESPOJADO DE LAS VESTIDURAS
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
Cuando te curan una herida, por fino que sea el lienzo que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¿qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva? ¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras? Como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a su cuerpo llagado; vienen los verdugos y las arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se habían pegado… ¿Y en qué pensabais, oh purísimo Jesús, al veros desnudo delante de tanta muchedumbre? “En ti pensaba, pecador; en los pecados impuros que sin escrúpulo cometes; por ellos ofrecía yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz. Sabía cuánto te costaría deshacerte de aquel placer, romper con aquella amistad criminal: por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan terrible carnicería”.
¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con desenfrenada licencia: nunca más pecar. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Tú bañas, Rey de gloria,
Los cielos en dulzura
¿Quién te afligió, Hermosura.
Dándote amarga hiel?
Retorno a tal fineza
La gratitud pedía;
Cese ya, Madre mía,
De ser mi pecho infiel.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Undécima estación
JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que lo atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre el lecho de dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre: mas esto es poco. Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban la otra mano ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la cruz: los atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos. ¡Qué dolor! ¡qué tormento!
Todo lo contempla su Madre amantísima: ningún alivio, ni una gota de agua puede dar a su Hijo: ¿y vive todavía?
¿Y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tormento? Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
El manantial divino
De sangre está corriendo:
Ven, pecador, gimiendo,
Ven a lavarte aquí.
Misericordia imploro
Al pie del Leño santo;
Virgen, mi ruego y llanto
Acepte Dios por ti.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Duodécima estación
JESÚS MURIENDO EN LA CRUZ
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum.
Contempla, cristiano, a estos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el Buen-ladrón! Sin embargo dice a Jesús: Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino; y al instante oye: Hoy estarás conmigo en el paraíso. ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina, si quisieses arrepentirte de veras!
Pero si dejas tu conversión para la muerte, ¡ay!, teme no te suceda lo que al Mal-ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su sangre por él: tenía a sus pies a la abogada de los pecadores, María Santísima; a su lado estaba Jesucristo, el sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir: oye la exhortación de su compañero; ve toda la naturaleza estremecida; y sin embargo, muere como ha vivido, continúa blasfemando, y se condena eternamente.
¡Ah!, no permitas, Jesús mío, que sordo a tus inspiraciones divina, deje yo mi conversión para la muerte. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Muere la Vida nuestra
Pendiente del madero:
¿Y yo cómo no muero
De amor o de dolor?
¡Ay!, casi no respira
La triste Madre, yerta.
Del cielo abrir la puerta
Bien puedes ya Señor.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Décimo tercia estación
JESÚS MUERTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
¡Ay! ¡a dónde iré, oh afligida Madre mía! Tu Hijo ha muerto; y mis pecados son los verdugos que le enclavaron. ¡Ay infeliz de mí! Yo he apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón. Sí,; yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esa augusta cabeza, y abrí esas llagas; yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo, que tienes en tus brazos. ¡Ay!, reo de tan horrendo deicidio, a dónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre, y yo soy tu hijo. Jesús acaba de traspasar en mí los derechos que tenía a tu amor. Me arrojo, pues, en tus brazos con la más viva confianza. No me desprecies, oh dulce refugio de pecadores arrepentidos, mírame con ojos de bondad, y ampárame ahora y en el trance de la muerte. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Dispón, Señora. el pecho
Para mayor tormenta:
La Víctima sangrienta
Viene a tus brazos ya,
Con tu preciosa sangre
Juntas materno llanto:
¿Quién, Madre, tu quebranto
Sin lágrimas verá.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Décima cuarta estación
JESÚS PUESTO EN EL SEPULCRO
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per Crucem tuam redimiste mundum
Contempla, alma cristiana, cómo José de Arimatea y Nicodemus, postrados a los pies de María, le piden el dulce objeto de sus caricias, y ungiéndole con preciosos aromas, le amortajan y ponen en un sepulcro nuevo de piedra. ¡Ay!, ¡cuál sería el dolor de la Virgen! Sin duda: grande era como el mar de su amargura (Jerem. Thren II, 12) cuando vio a su Hijo ensangrentado, enclavado y espirando en un patíbulo infame, pero a lo menos lo vaía; tal vez le abrazaba y lavaba con sus lágrimas. Mas ahora, oh angustiada Madre, guarda tambiéncon esas prendas riquísimasel pobre corazón mío. Sea éste, Dios mío, el sepulcro donde descanséis: sean los puros afectos de mi almalos lienzos que os envuelvan, y los aromas que os recreen. En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos. Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Al Rey de las virtudes
Pesada losa encierra;
Pero feliz la tierra
Ya canta salvación.
Sufre un momento, Madre,
La ausencia del amado:
Pronto, de ti abrazado Tendrásle al corazón
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Padrenuestro, Ave María y Gloria Patri.
+ V. Miserere nostri, Domine.
+ R. Miserere nostri,
+ V. Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
+ R. Amen.
Matronas doloridas,
Que el Justo lamentáis,
¿Por qué, si os lastimáis,
La causa no llorar?
Y pues la cruz le dimos
Todos los delincuentes,
Broten los ojos fuentes
De angustia y de pesar.
Llevemos animosos
Las cruces abrazadas,
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
Cinco Padrenuestros por las cinco llagas de Jesús crucificado. Y, un Padrenuestro, por el Sumo Pontífice o por el Papado si no hay Papa reinante.
Tomado de: