NECESIDAD DE LA PERFECTA PURIFICACIÓN

MEDITACIONES
ENTRESACADAS DE LAS OBRAS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

SEMANA SANTA

Lunes Santo

Purificación

I. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo (Jn 13, 8).

Nadie puede llegar a participar de la herencia eterna y ser coheredero de Cristo, si no está purificado espiritualmente, pues se dice en la Escritura:

No entrará ninguna cosa contaminada (Ap 21, 27). Señor, ¿Quién habitará en tu tabernáculo? (Sal 14, 1). El inocente de manos y de corazón limpio (Sal 23, 4) Como si dijese: Si no te lavare, no estarás limpio, y si no estás limpio, no tendrás parte conmigo.

II. Simón Pedro le dice: Señor, no solamente mis pies, mas las manos también y la cabeza (Jn 13, 9)

Aterrado Pedro se ofrece todo él a ser lavado, turbado por el amor y el temor. Pues, como se lee en el Itinerario de Clemente, de tal modo estaba unido a la presencia corporal de Cristo, a la que fervorosísimamente había amado, que cuando se acordaba, después de la Ascensión de Cristo, de su presencia dulcísima y trato santísimo, se deshacía todo él en lágrimas hasta el punto que sus mejillas parecían abrasadas.

Es menester saber que en el hombre existen tres (miembros principales que deben ser purificados): la cabeza, que es la parte superior; los pies, que constituyen la ínfima, y las manos, que ocupan un lugar intermedio. Del mismo modo en el hombre interior, es decir, en el alma, está la cabeza, que es la razón superior, con la que el alma se adhiere a Dios; las manos, esto es, la razón interior, que se ocupa de las obras activas, y los pies, que son la sensualidad. El Señor sabía que sus discípulos estaban purificados en cuanto a la cabeza, porque estaban unidos a Dios por la fe y la caridad; y en cuanto a las manos, porque sus acciones eran santas; pero en cuanto a los pies, tenían por la sensualidad algunos afectos terrenos.

Mas temiendo Pedro la amenaza de Cristo, no sólo consiente en la ablución de los pies, sino también en la de las manos y la cabeza, diciendo:

Señor, no, solamente mis pies, mas las manos también y la cabeza. Corno si dijese: Ignoro si necesito la ablución de las manos y de la cabeza; Porque de nada me arguye la conciencia, mas no por eso soy justificado (1 Cor 4, 4)

Por consiguiente estoy preparado a la ablución no solamente de los pies, esto es, de los afectos inferiores, sino de las manos también, esto es, de las acciones, y de la cabeza, a saber, de la razón superior.

III. Jesús le dice: El que está lavado, no necesita sino lavar los pies. Y vosotros limpios estáis (Jn 13, 10). Dice Orígenes que estaban limpios, pero que todavía necesitaban mayor limpieza; porque la razón debe siempre emular carismas mejores, debe siempre subir a elevadas virtudes, brillar por el candor de la justicia. El que es santo, sea aún santificado (Ap 22, 11).

(In Joan., XIII)

Tomado de:

https://radiocristiandad.org/

LUNES SANTO

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LUNES SANTO

ESTACIÓN EN STA. PRÁXEDES1

Simple – Ornamentos morados

En la Epístola, Isaías, figura de Jesús, profetiza su obediencia y los oprobios de su Pasión. También anuncia su victoria, pues Dios le resucitará por haber cifrado en Él su confianza. Y por fin, nos dice que los Judíos serán confundidos, y entonces, los paganos por el bautismo, los penitentes públicos por la reconciliación y los fieles todos por la Confesión y Comunión pascuales pasarán de las tinieblas a la luz cuya fuente es Jesús. El Evangelio nos refiere el convite que tuvo Jesús en casa de Simón el leproso, seis días antes de la Pascua, y en que la avaricia de Judas contrasta más con la generosidad de la Magdalena2. Mientras que la activa Marta sirve a la mesa, su hermana, más amante, se sitúa junto a Jesús, y allí quiebra la ampolla de alabastro llena de exquisitos perfumes, y lo derrama sobre los sagrados pies del Señor. Jesús la felicita por haber de antemano embalsamado su cuerpo, mientras que las indignas protestas de Judas nos hacen ya temer el crimen a que le arrastrará su  abominable codicia.

Por fin, la presencia del resucitado Lázaro al convite es ya un presagio de la victoria que Jesús va a reportar sobre la muerte.

«Roguemos al Señor, para que nuestra flaqueza que sucumbe en medio de tantas adversidades, reciba algún alivio por los méritos de la Pasión de Jesús» (Or.)3.

  1. Véase plano de Estaciones p. 16, G d, 35.
  2. Véase, p. 410.
  3. No olvidemos que en esta semana, al mismo tiempo que celebramos el aniversario de la Pasión de Jesucristo, nos aplicamos los méritos de su Sangre preciosísima.
MISAL DIARIO Y VISPERAL
DÉCIMATERCIA EDICIÓN
Por Dom Gaspar Lefebvre O.S.B.
De la Abadía de S. Andrés (Brujas Bélgica)
Traducción Castellana y Adaptación
Del Rdo. P. Germán Prado
Monje Benedictino de los Silos (España)
1946

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¿Hay vida después de la muerte?

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Pregunta:

¿Qué bases tiene la Iglesia para afirmar que hay vida después de la muerte?

Respuesta:

Estimado:

Como bases tiene:

a) Fundamentos filosóficos basados en la inmortalidad del alma (y esta inmortalidad se demuestra por la inmaterialidad y espiritualidad de la misma); esto es una verdad de orden filosófico y natural; por esta razón llegaron a descubrirla los filósofos paganos como Platón y Aristóteles. Puede ampliar este tema en los libros de historia de la filosofía y en los manuales de antropología filosófica.

b) En la historia de los pueblos y en la historia de las religiones: es sentir común y universal de todos (o casi todos) los pueblos y civilizaciones la creencia de la pervivencia del yo personal después de la muerte. Esta universalidad debe, pues, tener una base natural.

c) En la Revelación Bíblica. Es una verdad enseñada de modo constante en la Sagrada Escritura que después de esta vida la vida sigue. Mt 10,28: No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (psyché); temed más bien al que puede arruinar cuerpo y alma en la gehenna.

Por esto dice: ‘La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios -no es ‘producida’ por los padres-, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final’ (Catecismo, n. 366).

Le recomiendo a este respecto, el documentado libro de Cándido Pozo, Teología del más allá (BAC, Madrid 1968), o Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación (BAC, Madrid 1965).

P. Miguel A. Fuentes, IVE

 

Tomado de:

http://www.teologoresponde.org/