Cuentos con moraleja: “Que Dios esté siempre presente en nuestras vidas”

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Junaid tenía un discípulo al que prefería sobre todos los demás, lo que suscitó los celos de los otros discípulos: Junaid -que conocía los corazones- se dio cuenta de ello.

– Os es superior en cortesía y en inteligencia, les dijo. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis.

Junaid ordenó entonces que le trajeran veinte pájaros, y les dijo a los discípulos:

– Que cada uno coja un pájaro, se lo lleve a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga luego.

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A solas con Dios

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Búsqueda de Dios

Queridos hermanos, Dios busca a su alma amada en la soledad. Dios la quiere en exclusividad, más la realidad nos dice que el alma es poco consciente de ello. Y el deseo de Dios es inmutable, no se adapta a tiempos y costumbres nuevas. Dios siempre espera a su alma en la intimidad de la oración, en el silencio del recogimiento, en el goce de la contemplación.

¡Cuántos buscan a Dios sinceramente, pero no lo encuentran! Van de aquí para allá, y nadie les dice que no han de moverse, sólo han de estar quietos, silenciar su corazón y esperar. Han de aquietar tanto ruido de la vida cotidiana, tanto ajetreo que hace olvidarse del Creador, cercano e íntimo, que les hace olvidar por completo la presencia constante del Señor, olvidándose, por lo tanto, de hacer su santa voluntad. Lo importante es el deseo del corazón. Lo importante es el deseo de amar a Dios, deseo fuerte, vehemente, apasionado, dispuesto a someter cualquier querer, gusto, ilusión, al amor divino. Porque basta un simple deseo mundano, o carnal, que arrastre, para que no amenos con toda el alma a Dios, como así  quiere que se le ame, en la plenitud de todos los sentidos. Dios quiere ser amado con prioridad a cualquier otro querer, por muy bueno y digno que sea. Cuando se desea amar a Dios de esta manera, estamos en el camino para encontrarle y gozarle.

Es una realidad que los conocimientos teológicos, la ciencia teológica, hincha pero no satisface al alma; el deseo de conocer es necesario e imprescindible para el desarrollo y conocimiento de la fe; pero sólo el trato íntimo con Dios satisface al alma, llenándola plenamente en sus deseos y aspiraciones. Bien lo experimentó el gran Santo Tomas de Aquino, gloria de la ciencia teológica y filosófica, cuando tuvo la experiencia personal de Dios, pues ya no pudo seguir escribiendo. Sólo Dios es necesario, y sólo en la intimidad de la oración y del silencio. Porque así lo desea Él. Dios quiere el silencio en su relación con el alma, porque sólo en el silencio, cuando el alma está más dispuesta a escuchar, sosegada de la actividad del mundo y olvidada de él, puede comunicarle sus gracias.

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El origen del mal

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11 noviembre, 2015

Es conocida la parábola, que se atribuye al parecer por error a Albert Einstein, que ilustra magníficamente a mi juicio cuál es el origen de los males personales que laceran a la humanidad. La misma, al contrario de lo que hoy se expresa desde los púlpitos científicos y los medios de comunicación de masas, revela precisamente que la raíz más profunda del mal personal es espiritual.
 
La parábola a la que hago referencia tiene por protagonistas a un profesor eminente y su grupo de alumnos, y discurre con la sutileza que exigen las cuestiones filosóficas que tratan del ser en cuanto tal, de sus propiedades, y de sus principios y causas primeras. Léase por tanto con la atención que merecen los misterios del hombre y cuanto le rodea:

Un profesor eminente desafía a sus alumnos con una pregunta:

—¿Creó Dios todo lo que existe?

La respuesta, inmediata, llega de parte de uno de los estudiantes más decididos:

—Sí señor. Dios creó todo lo que existe. Sigue leyendo