Nota del Editor: La siguiente carta fue escrita por un capitán de la armada de los Estados Unidos que desea permanecer anónimo, pero que me ha revelado su identidad en privado. Creo que su carta humilde y movilizadora es muy importante, especialmente acercándose el tiempo de cuaresma. MJM
***
He estado oyendo recientemente una maravillosa colección de sermones de un sacerdote. Éste perteneció a una orden que no nombraré, porque no dudo que muchos no lo escucharían, pero es probable que muchos lo descifren. No puedo dejar de sentir que de alguna manera esto fue una inspiración, el escuchar estos sermones al acercarse el sagrado tiempo de la cuaresma.
Los sermones fueron parte de un programa más grande llamado Misión, del cual jamás había escuchado antes. Esta Misión se realizó en los últimos 5 años. El sacerdote dio un mensaje sencillo pero poderoso, fácil de comprender y cubriendo temas básicos sobre nuestra fe como el cielo, el infierno y el juicio venidero. En los siguientes párrafos intento resumir el impacto que estos sermones tuvieron en mi vida, recordando algunos de los sentimientos que tuve mientras lloraba y escuchaba, dándome cuenta de golpe qué mal católico me había vuelto.
Me había considerado un buen católico, ahora creo que no lo soy. Fui criado por mi madre como católico, dado que mi padre es protestante (por favor oren por su conversión). No tenía amigos tradicionalistas y no había escuelas tradicionalistas. Había algunas escuelas Novus Ordo, pero no quiero pensar cuánto habría caído de haber asistido a alguna de esas escuelas.
Fui diagnosticado con cáncer en una edad temprana, y gracias a las oraciones de mi madre, de la pequeña congregación a la que ella pertenecía, de mi familia, de amigos de la familia y otros parientes, me libre de la muerte por gracia de Dios. Cuando miro hacia atrás desearía que me hubieran llevado entonces al cielo, de bebé, en lugar de llevar la vida de pecado y sacrilegio que llevé desde la remisión de mi cáncer. Pero sin duda, Dios tiene un plan para mí.
No puedo contarles cuántas veces estuve en pecado mortal y fui a confesión pensando que sería salvado. En el confesionario dije verdades a medias (que son mentiras y están compuestas por pecados mortales) para esconder al sacerdote y a Dios la verdadera naturaleza de mis pecados. ¡Qué insensato! No puedo recordar cuántas veces cometí sacrilegio.
Oh, la oscuridad de mi alma y yo asistiendo a misa semanalmente. Qué ultrajes habré causado a la santa misa. ¿Habré llevado demonios conmigo a misa, habrán saltado desde mis hombros a los demás? Hasta serví en el altar en estado de pecado mortal. ¿Habrá esto causado que las personas que yo representaba no ganaran plenamente las gracias de asistir a misa que sí habrían recibido en el caso contrario? Qué desgraciado.
Creo que soy responsable por la pérdida de las gracias de los demás y que he profanado el altar del Señor y he puesto a otras almas en peligro. ¡HABRÍA SIDO MEJOR QUE ME VOLVIESE ATEO Y SE ENFRIARA MI FE ANTES DE PROFANAR EL ALTAR DE DIOS CON MI PRESENCIA! ¡HABRÍA SIDO MEJOR QUE UNA PIEDRA DE MOLINO SE ATARA A MI CUELLO Y ME AHOGARA EN LAS PRIFUNDIDADES DEL OCÉANO!
Oh, mi Señor, qué bajo soy. ¿Se habrán condenado almas al infierno porque impedí las gracias necesarias para que alcanzaran su salvación? ¿Con qué bestia puedo compararme? A UNA SERPIENTE, PORQUE ESAS SON LAS ACCIONES QUE SIRVEN AL DEMONIO.
¿Cuánto os he ofendido y por cuántos años? ¿Qué ejemplo he dado a los de fuera de la Iglesia? Que nosotros los católicos no somos diferentes al mundo, y que puedo ir a confesarme cuando quiera y hacer lo que quiero, y Dios me perdonará. Y LO HICE SABIENDO QUE ESTO ES FALSO Y QUE MIS ACCIONES CONTRADECÍAN EL PRIMERO Y MAYOR DE LOS MANDAMIENTOS.
Sé que mi vida no es tan mala como la de otros, pero Dios nos juzgará más severamente por conocer la Verdad. Dios es verdaderamente misericordioso por dejarme vivir hasta ahora, continuando voluntariamente con mis ofensas contra Él y Sus enseñanzas, pero Su justicia tiene límites. Puedo sentirlo. ¡LO SÉ! No duermo bien de noche. Me despierto transpirado como si mi alma hubiera descendido al infierno. He tenido accidentes en vehículos en los que pude haber tenido heridas graves. Mi vida personal es un desastre y aún no conozco mi vocación en la vida. Estas son algunos de los indicadores de que debo hacer reparación por mis pecados, ofensas, omisiones, y negligencias, no sea cosa que muera y vaya al infierno por toda la eternidad.
Pueden preguntarse por qué decidí escribir esto. Esta no es una condenación de los demás, sino un testimonio de la misericordia de Dios, ya que quizás yo abra mis ojos antes de que sea tarde. Escribo esto porque sé que hay más personas como yo. Pecadores en el altar de Dios, que han recibido los sacramentos en estado de pecado mortal, y sabiéndolo, movidos por orgullo o por vergüenza, negándose a dar cuenta de todos sus pecados, así como lo hice yo durante tantos años.
Nuestros pecados se harán visibles a todos cuando seamos juzgados. Esto es seguro. No habrá vergüenza ante Dios, pero debe haber un temor por lo que vendrá si llegamos a morir en estado de pecado mortal.
La muerte es la única certeza en esta vida, y el juicio está garantizado en la próxima. ¿Cuándo sucederá? ¿Hoy? ¿Mañana? ¿Camino a casa desde el trabajo o camino al confesionario? No lo sé, pero pronto y sin lugar a dudas.
Me considero peor que los peores. Espero que los que sean como yo puedan encontrar un buen libro sobre la confesión, como el que tuve la gracia de encontrar, especialmente en este tiempo de cuaresma. Léanlo y vayan de inmediato a su sacerdote, para confesarse. Limpiemos nuestra alma para poder rezar por las almas que irán al infierno porque no tienen quienes recen por ellas…o por nosotros, de no enmendar nuestras vidas.
Y oremos unos por otros para que podamos obtener las gracias para mantenernos puros para la muerte y el juicio que ciertamente vendrán, cualquier día, en cualquier momento, y cuando menos lo esperemos.
UN PECADOR
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
por THE REMNANT
Tomado de: