
Las predicciones insólitas de los sabios
se convierten en Historia antigua
cuando el discurrir del tiempo descubre
su condición de augurios raquíticos.
(Proverbio Chino)
5. Donde se prosigue la historia del yelmo de Mambrino y se cuenta la extraña parábola de las cien ovejas rebeldes, junto con otras menudencias de acompañamiento que añaden sabor al tema
Si por una parte el Señor había dicho que su Reino no es de este Mundo (Jn 18:36), el Diablo en cambio tuvo el descaro de atribuirse el dominio sobre él (Lc 4:6). Sin embargo, por más que el Diablo sea el Gran Mentiroso y el Padre de la Mentira (dicterios que provienen de la misma boca del Señor), es justo reconocer que, al menos en esta ocasión, no andaba muy lejos de la verdad.
Efectivamente el Demonio es el Gran Mentiroso. Pero algunas veces, cuando así lo exige su propia conveniencia, dice la verdad. En todo, en parte, o en mixtura en forma de embrollo, según convenga. En ocasiones lo hace así para engañar a los mentirosos natos, aunque parezca paradoja pero que en realidad no lo es. Pues el mentiroso, como el ladrón, piensa que todos son de su condición, y de ahí que en ocasiones parezca conveniente decirle la verdad justamente para que piense lo contrario.
La consecuencia es obvia: Lo único que puede hacer cualquier persona avisada es no creer jamás al Diablo. O mejor todavía, no dialogar con él bajo ningún concepto. Y como en estos últimos tiempos de la Historia parece haber extendido su Reino en no pequeña medida, nada tiene de exagerado afirmar que vivimos bajo el imperio de la Mentira.
Se ha convertido en cosa normal que lo que no es aparezca como lo que es, y viceversa. La moderna sociedad ya no se siente escandalizada de que al pan se le llame vino ni que al vino se le llame pan. En el teatro clásico antiguo se utilizaban la per–sona y el coturno como instrumentos de disfraz.[1] En la actualidad no hay necesidad de emplear medios tan artificiosos, por otra parte tan incómodos, y que poseen además el inconveniente de mostrar con excesiva estridencia su carácter farandulero. Y aunque es un género que abunda entre los componentes de la actual sociedad, a nadie le gusta aparecer como arlequín. Lo que es evidente en el mundo moderno es el hecho de que, en algunos de sus ámbitos, el disfraz y el recurso a la apariencia se han puesto de moda, y que son tantos los que los utilizan que a menudo llegan a ser multitud. Ahora no tendría sentido el tumulto organizado en la venta en donde vino a parar la cuadrilla que acompañaba a don Quijote: la bacía de barbero sería efectivamente el yelmo de Mambrino, y la albarda del burro sería reconocida como jaez de caballo. Todo lo cual sin dar lugar a discusiones ni a problema alguno.
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