Está circulando la versión de que Jorge Mario Bergoglio estaría considerando exigir a la jerarquía eclesiástica mundial un «juramento de fidelidad a su magisterio».
Sea cierta o no dicha versión, semejante elucubración vendría a ser un proyecto descabellado, desproporcionado y narcisista. Diabólico y contradictorio, ya que el Papa Bergoglio hizo la sorprendente afirmación de que Jesús fundó la Iglesia con el Colegio Apostólico como su cabeza, y que el papel de San Pedro es sólo el de confirmar a los hermanos como un primus inter pares (el primero entre iguales).
Tal juramento de fidelidad al neomodernismo, sería la antítesis total de la profesión de fe católica.
I. San Pío X
A la muerte del Papa León XIII la Iglesia sufría el estallido del modernismo, el error más mortífero que había enfrentado en toda su historia.
El 4 de agosto de 1903, el cardenal Giuseppe Sarto, arzobispo de Venecia, muy a pesar suyo fue elegido 257º sucesor de San Pedro. Durante el desarrollo del crucial cónclave había pedido a los cardenales que no lo eligieran, y lo eligieron en contra de sus deseos: Que ese cáliz se aparte de mí. Sin embargo, que se haga la voluntad de Dios. Acepto, como una cruz.
El nuevo pontífice que tomó el nombre de Pío X, tenía miedo de ser elegido como responsable de la pureza de la Fe Católica, era muy consciente de esa colosal responsabilidad ante Dios.
El 3 de octubre Pío X publicaba su primera encíclica E supremi apostolatus cathedra con la que inauguraba su pontificado con la divisa de restaurar todas las cosas en Cristo.
Abre el Papa su carta encíclica recordando los temores que le angustiaron al ser elegido: Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura.
Pío se comprometió en su encíclica inaugural E Supremi, a, que el programa de su pontificado sería «restaurar todas las cosas en Cristo».