LA PERSECUCIÓN EN EL SEÑOR DEL MUNDO

persecucion

La persecución, dijo, era más o menos inminente. Ya se habían producido algunos altercados. Pero la persecución no debiera ser motivo de temores. Sin duda causaría bastantes apostasías, como siempre había sido, aunque fueran deplorablemente atribuibles a los apóstatas individuales. Por otra parte, esa situación renovaría la fuerza de los fieles, y serviría de purga para eliminar de la Iglesia a los menos convencidos.

En tiempos muy lejanos, el ataque de Satán se produjo por el flanco corporal, con látigos, fuego, bestias; en el siglo XVI se produjo por el lado intelectual; en el siglo XX, por los resortes de la vida moral y espiritual. En esos momentos daba en cambio la impresión de que el ataque llegaba por los tres planos al mismo tiempo. Sin embargo, lo que sí debía ser, sin duda, motivo de temor, era la influencia positiva del humanitarismo: sobrevenía, como el reino de Dios, revestido de un gran poder; aplastaba a los imaginativos, a los románticos; asumía, más que afirmar, su propia verdad incontestable; apisonaba y sofocaba, no hería, y ganaba terreno con el estímulo del acero o de la polémica.

Parecía abrirse paso de una manera casi objetiva en el mundo interior. Personas que apenas conocían su nombre ya profesaban sus dogmas; los sacerdotes lo habían absorbido, igual que absorbían a Dios en la Comunión. Reseñó los nombres de algunos apóstatas recientes. Los niños bebían su jugo como si fuera el cristianismo mismo.

El alma “de naturaleza cristiana” parecía estar convirtiéndose en “el alma de naturaleza infiel”. La persecución, clamó el sacerdote, había de ser recibida como si fuera la salvación, y era conveniente rezar para que se produjera, y era preciso asimilarla, si bien tenía miedo de que las autoridades fueran demasiado astutas, y supieran deslindar el antídoto del veneno. Podrían darse algunos martirios de individuos – de hecho, los habría, no iban a ser pocos -, pero se darían a pesar del Gobierno laico, no por su culpa.

Por último, contaba con que el humanitarismo llegara a revestirse con la vestimenta de la liturgia y el sacrificio, y una vez hecho esto la causa de la Iglesia, si no mediase una intervención de Dios, habría concluido para siempre.”

R.H.Benson

Tomado de:

http://eccechristianus.wordpress.com/

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