No sólo no fue milagro, sino que es una parábola… A vueltas con la multiplicación de los panes y los peces

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Uno de los estudios más leídos del Denzinger-Bergoglio es el que trata sobre las ideas de Francisco a respecto del milagro de la multiplicación de los panes y peces. ¿Casualidad? No nos parece ¿Viralización en las redes sociales de la propaganda de ese estudio? No sólo ¿Algo más profundo? Seguramente… Nada golpea más el sensus fidei de las ovejas que ver negadas sus más profundas convicciones de la fe por quien debería defenderlas.

Ya sabíamos que para Francisco no se trata de una “multiplicación” pues para él este concepto podría parecer “magia” o “idolatría”. Se trataría apenas de un “signo” para representar el valor del compartir. Ahora, gracias a una lectora, completamos nuestro estudio con un nuevo documento: el “milagro” –¡que concepto más oscurantista!– fue en realidad una “parábola”, es decir, una historia inventada para efectos didácticos como todas las parábolas. No sabemos, según esa extraña concepción, quien se inventó la parábola: si los Evangelistas para enseñar de forma misteriosa a los fieles o si el propio Jesús que, sin embargo, nunca antes había contado una parábola en la que él mismo fuera el protagonista. En fin, todo un poco extraño… Ideas lanzadas al viento, que causan dolor y perplejidad. En las que se dice mucho sin, aparentemente, decir nada… pero que vistas en conjunto forman un panorama escabroso y desolador para la fe… ¿Hacia dónde caminamos?

La parábola de la multiplicación de los panes y los peces nos enseña precisamente eso: que cuando hay voluntad, lo que tenemos no se termina, incluso sobra y no se pierde. (Video mensaje para la “Campaña contra el hambre en el mundo” de “Caritas Internationalis”, 9 de diciembre de 2013)

https://videopress.com/v/mtWIMqoT?hd=0&autoPlay=0&permalink=0&loop=0

¿Qué pretende Francisco con estas re-interpretaciones de nuestra fe? Recordemos una vez más lo que el Magisterio bimilenario siempre enseñó sobre este sorprendente milagro de Jesucristo:Entra aquí.

¿Magia e idolatría? El milagro de la multiplicación de los panes y peces visto por Francisco

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En Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, Francisco volvió a repetir un asunto que recientemente tratamos en el Denzinger-Bergoglio. Quizás nuestra página esté ayudándole a refrescar su memoria repitiendo, una y otra vez, la misma doctrina sin muchas novedades.

En concreto, el pasado día 9 de julio (2015), volvió a reafirmarse en su convicción de que el milagro de la multiplicación de los panes fue el fruto de un misterioso “compartir” sin “magia o idolatría”.

Veamos las palabras de Francisco:

Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre “corta el hilo” por el más débil, por el más necesitado. Tomando “la posta” Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Y este es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones, logra transformar una lógica del descarte en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones. […]
Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Y podemos imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse, increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria bendecida, una memoria entregada siempre sacia al pueblo.  (Santa Misa en la Plaza de Cristo Redentor, Santa Cruz de la Sierra – Bolivia, 9 de julio de 2015)

Pero no fue la única vez que afirmó tales cosas.  Recordemos otras afirmaciones semejantes de Francisco así como el Magisterio bimilenario de la Iglesia sobre este asunto. Entra aquí →

Francisco y el curioso milagro de la “no multiplicación” de los panes …

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Probablemente, muchos de nuestros lectores recibieron sus clases de catecismo en los movidos años 70 y, cierto día, abrieron como platos sus pequeños ojos, escandalizados al oír que el milagro evangélico de la multiplicación de los panes no pasaba de una metáfora para simbolizar el poder de compartir con los demás. Era un tiempo en el que valía todo… y muchas inocencias se perdieron…

En sentido contrario a tales imaginaciones, este milagro es, en la primera de las dos veces que fue realizado, el único contado por los cuatro evangelistas. Por esa razón, no es difícil formar un cuadro bastante completo de las circunstancias que lo rodearon. Por conocer, conocimos hasta la cualidad de los panes y su procedencia exacta: eran de cebada, y fueron proveídos por un muchacho, según nos cuenta San Juan. En los cuatro Evangelios consta cuidadosamente el número de los beneficiados: más o menos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Por lo tanto, un milagro comprobado por una multitud de testigos, que sintieron hambre, sabían que no tenían nada que comer, pero se saciaron de panes y peces y, además, pudieron comprobar la realidad del milagro con las sobras recogidas por los discípulos.

Lo mismo ocurre con la segunda multiplicación, narrada en los sinópticos. Esta vez, con siete panes y algunos pececillos, Jesús dio de comer a unas cuatro mil personas.

Ante esa narración tan clara, ¿sería lícito para un católico dudar del poder de Cristo? El mismo que caminó sobre las aguas y convirtió el agua en vino ¿no tendría poder para multiplicar los panes e incluso para sacarlos de la nada?

Tal como ocurrió con los que buscaban a Jesús ansiosos por aprender su doctrina, a nosotros la Iglesia nos transmite una enseñanza muy firme y accesible a propósito del poder divino de nuestro Redentor, de esos episodios específicos y de cómo deben ser interpretados los demás hechos narrados en el Evangelio. Entra a Ortodoxia Católica →

Un Evangelio distinto I

«Me maravillo de que tan pronto os apartéis del que os llamó por la gracia de Cristo, y os paséis a otro Evangelio. Y no es que haya otro Evangelio, sino es que hay quienes os perturban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. Pero, aún cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado sea anatema. Lo dijimos ya, y ahora vuelvo a decirlo: Si alguno os predica un Evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema».

San Pablo a los Gálatas I, 6-9.

 

“No es verdad que Jesús multiplicó los panes y los peces. No es magia, es un “signo”. Y una parábola.”

Probablemente, muchos de nuestros lectores recibieron sus clases de catecismo en los movidos años 70 y, cierto día, abrieron como platos sus pequeños ojos, escandalizados al oír que el milagro evangélico de la multiplicación de los panes no pasaba de una metáfora para simbolizar el poder de compartir con los demás. Era un tiempo en el que valía todo… y muchas inocencias se perdieron…

En sentido contrario a tales imaginaciones, este milagro es, en la primera de las dos veces que fue realizado, el único contado por los cuatro evangelistas. Por esa razón, no es difícil formar un cuadro bastante completo de las circunstancias que lo rodearon. Por conocer, conocimos hasta la cualidad de los panes y su procedencia exacta: eran de cebada, y fueron proveídos por un muchacho, según nos cuenta San Juan. En los cuatro Evangelios consta cuidadosamente el número de los beneficiados: más o menos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Por lo tanto, un milagro comprobado por una multitud de testigos, que sintieron hambre, sabían que no tenían nada que comer, pero se saciaron de panes y peces y, además, pudieron comprobar la realidad del milagro con las sobras recogidas por los discípulos.

Lo mismo ocurre con la segunda multiplicación, narrada en los sinópticos. Esta vez, con siete panes y algunos pececillos, Jesús dio de comer a unas cuatro mil personas.

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