La Maternidad Divina de la Santísima Virgen María

La Iglesia celebra el 1 de enero de un modo especial el augusto privilegio de la Maternidad divina, otorgado a la Santísima Virgen, cooperadora en la gran obra de la salvación de los hombres. Antiguamente, la Santa Iglesia romana celebraba dos misas el día 1 de enero: una por la Octava de Navidad, otra en honor de María. Más tarde, las reunió en una sola. Por eso, en los textos de la Misa y el Oficio en este día aparecen los testimonios de su veneración hacia el Hijo, con las expresiones de su admiración y tierna confianza para con su Madre.

En la Colecta de la Misa, la Iglesia celebra la fecunda virginidad de la Madre de Dios y nos muestra a María como fuente de que Dios se ha servido para derramar sobre el género humano el beneficio de la Encarnación, presentando ante el mismo Dios nuestras esperanzas fundadas en la intercesión de esta privilegiada criatura.

Como enseña Santo Tomás, se dice que la bienaventurada Virgen es Madre de Dios no porque sea madre de la divinidad (o sea, de la naturaleza divina, que es eternamente anterior a Ella), sino porque es Madre según la humanidad de una Persona que tiene divinidad y humanidad.

Por eso, si nos paramos a pensar en los sentimientos de María en relación a su divino Hijo, podremos asomarnos un tanto a la sublimidad del misterio. Ella ama a ese Hijo a quien tiene en sus brazos, a quien aprieta contra su corazón, le ama porque es el fruto de sus entrañas; le ama porque es su madre. Pero, al mismo tiempo, reconoce y adora la infinita majestad del que así se confía a su amor y a sus caricias.

Estos dos sublimes sentimientos de la religión y de la maternidad, tienen en su corazón un solo y divino objeto: Jesús. Tiene derecho a llamarle Hijo suyo; y El, aun siendo verdadero Dios, le llamará de verdad Madre. De ahí que no pueda imaginarse algo más excelso que la maternidad divina de María.

Es precisamente por ser divina su maternidad que la Iglesia le tributa el culto de hiperdulía sólo a ella concedido. Es ésta de la maternidad divina la razón teológica que sirve de fundamento a la corredención operada por ella. Lo expone acabadamente el padre Manuel Cuervo, O.P.:

«el fin de nuestra redención comprende dos partes bien caracterizadas y distintas: la adquisición de la gracia y su distribución a nosotros. Tal es adecuadamente el fin del orden hipostático, en el cual quedó insertada María por razón de su maternidad divina. Al ser incorporada a él, queda por el mismo caso, supuesta siempre la voluntad de Dios, asociada con Jesucristo en el fin de este mismo orden […] El principio del consorcio, en cuanto expresión de la maternidad divina, queda firmemente establecido con sentido y significación verdaderamente divinos, y con apertura suficiente para fundar sobre él toda la parte soteriológica de la teología mariana […] Entendida así la asociación de María con Jesucristo en el fin de la encarnación, o sea, tanto en cuanto a la adquisición de la gracia como en su distribución, constituye a aquélla en verdadera co­Mediadora y co-Redentora con Cristo del género humano. La misma maternidad divina, unida a la voluntad de Dios en el orden hipostático, postula esto, según el sentido de la Iglesia, de una manera firme y segura. La dignidad que de aquí resulta en la Virgen María es, sin duda, la más alta que se puede concebir en ella después de su maternidad divina. Porque eso de ser con Jesucristo co­principio de la redención del género humano y de su reconciliación con Dios, es cosa que sólo a María fue concedido sobre todas las criaturas en virtud de su maternidad divina» (Maternidad divina y corredención mariana, Pamplona, 1967. Citado por Antonio Royo Marín, La Virgen María. B.A.C., Madrid, 1968).

«La Virgen María -añade en otra parte el mismo autor-, además de preparar la Víctima del sacrificio infinito, cooperó con el Hijo en la consecución de nuestra redención co-inmolando en espíritu la vida del Hijo y co-ofreciéndola al Padre por la salvación de todos, juntamente con sus atroces dolores y sufrimientos, constituyéndose así en verdadera colaboradora y cooperadora de nuestra redención». Esto en lo que toca a la adquisición de la gracia de la redención. ¿Y qué serán aquellas prácticas piadosas de la Iglesia instituidas por expresa recomendación de la Virgen, como el uso del escapulario con la promesa hecha a quienes lo vistieren de ser rescatados del purgatorio el primer sábado posterior a su muerte, o el de la medalla milagrosa, asociado a la efusión de abundantes gracias en esta vida? ¿O el de la comunión reparadora de los cinco primeros sábados del mes, a cuyo cumplimiento asoció nuestra Madre celestial la promesa de morir en gracia de Dios? Estas devociones expresan paladinamente cuánto le fue confiado a María el oficio de distribuir los beneficios espirituales de la redención obrada por Cristo en la cruz, oficio que va mucho más allá de estas devociones particulares para fincar en su constante intercesión por los viatores, tanto como para ser saludada como «Medianera de todas las gracias», desde la gracia de la conversión a la de la perseverancia final.

Podrían citarse multitud de documentos del magisterio de los papas acerca de esta cuestión para zanjar definitivamente el tema. Es demasiado obvio para una inteligencia católica que la corredención mariana no implica paridad de dignidades entre Madre e Hijo, y que los actos y los méritos de la Virgen en orden a la redención están subordinados a los de Jesucristo.  Al negar la corredención mariana, se niega justamente esto, la íntima e indisoluble asociación entre la Pasión de Cristo y la compasión de su Madre, que ofreció a su Hijo al pie de la cruz juntamente con sus propios insondables dolores.

Extractos tomados de estos 2 artículos:

La Maternidad divina de María | Adelante la Fe

La Corredentora. Francisco tropieza nuevamente | Adelante la Fe

 

CARTAS DESDE EL PURGATORIO: Corredención y Mestizaje

Según el cómputo mundano, hace ahora año y medio que llegué al Purgatorio. Salí de mi mundo conventual sin mucho estrépito y con cierto deseo de conseguir por fin la paz -anhelada y extrañada- a lo largo de mis últimos años de forzoso retiro monacal. Se me dijo al llegar, que eran muchas las manchas y heridas de mi alma y muchos los pecados, amén de innumerables faltas de amor al Señor acumuladas durante años. Por lo cual debía someterme a una curación intensiva que llevaría su tiempo, si es que en este lugar –fuera del tiempo-, pudiera utilizarse esta expresión.

El único deseo que tenemos los que moramos aquí, es conseguir ver el rostro de Dios, abrazar a Jesucristo –Dios y Hombre verdadero-, besar a la Virgen María y poder cantar durante toda la Eternidad las grandezas del Todopoderoso. Pobres de los que creen que el Purgatorio es incompatible con el Amor de Dios. Desgraciados los Pastores que esparcen entre sus ovejas la moderna teología de que se trata de un invento medieval. Ojalá descubran su existencia llegando aquí; no vaya a ser que se enteren desde fuera, desde ese lugar tenebroso del que ya nunca se podrá salir, aunque crean que está vacío.

El caso es que he conseguido de San Pedro mi tercer grado penitenciario. Mi trabajo me ha costado. Aquí la Justicia es de verdad y no como en el mundo, en donde las penas de cárcel y las sentencias están en manos de jueces corruptos, politiqueros y cobardes. Y por supuesto, aquí no existen esos llamados juicios mediáticos que recuerdo había en el mundo, por los que se podía condenar a un asesino terrorista a cuatro meses de pan y agua, mientras se le encasquetaban cuarenta años a un pobre albañil, por haber piropeado desde el andamio a una viadante feminista.

El caso es que, aunque sigo anhelando mi total liberación y mi paso a la vida celestial, dispongo ya de algunos privilegios. Mi Guardián me permite ahora poder estar enterado de algunas noticias eclesiales y políticas. Poder comentarlas como hacía en el mundo de los vivos. Y además, sin necesitar ayuda de novicios expertos en tecnología de las redes. Aquí hay una conexión de gran calidad y sin límite de tiempo, claro. Me han dado acceso a algunas páginas de noticias que me proporcionen datos actuales, para las sesiones de terapia que tenemos los que ya estamos en este tercer grado purgatorial y así poder ayudar –con mi experiencia de viejo monje-, a los que están como yo a la espera de llegar a la posesión de la Verdad.

Casi todos por aquí andan indignados (si se pudiera hablar así). No digamos San Pedro, que dice que el nivelazo que ahora hay en su Antigua Sede está más o menos por el betún. Se irrita al ver el nivelazo teológico, nivelazo de corrupción y -cuando más se enfada-, llega incluso a hablar de nivelazo satánico. Sin dejar, claro está, el nivelazo de vulgaridad.

Ayer, sin ir más lejos, había un ambiente desquiciado. Había llegado a la sala de lecturas una nota que decía que el Santo Padre se había estado riendo de la Corredención de María en nuestra Salvación. Ya se sabe que Jorge Bergoglio es un gran teólogo, pero esto parece que supera todas las imaginaciones. Claro, destrozar y fundirse en un par de frases toda una tradición que ha presentado a María como Corredentora, y decir que eso son tonteras (algunas almas del purgatorio europeas no entendían esa expresión), es tirar escombros y estiércol sobre la Virgen María y mucho más en el día de la Guadalupana.

Yo recuerdo de mis tiempos mozos, cuando los avanzadillos postconciliares rahnerianos y otras especies adyacentes, decían casi con lágrimas en los ojos y aires místicos, que a María había que quererla mucho, pero ¡¡cuidado!! porque por encima de Ella está el mismo Dios y no hay que pasarse. Con lo cual, estos listillos profanadores infectados de protestantismo, intentaban cargarse la mariología, queriendo aparecer al mismo tiempo como los más amantes de la Virgen. De hecho, el mismo Concilio relegó a la Virgen a un capitulillo, alegando que eso se hacía porque se quería mucho a la Virgen y para darle más importancia. Si se descuidan un poco, no la nombran ni en la bibliografía. Según ellos, durante siglos se había dejado de lado a Dios para fijarse en María. Claro, éstos acababan por dejar de lado a María y al final dejar de lado también a Dios, para centrase en el hombre. Así nos ha lucido el pelo.

Las palabras de Francisco no tienen desperdicio:

Cuando nos vengan con historias de que había que declararla esto, o hacer este otro dogma o esto, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, es Nuestra Señora, María es Madre de su Hijo y de la Santa Madre Iglesia jerárquica y María es mestiza, mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios.

Como siempre, esto ha desaparecido de la página de la Santa Sede, no vaya a convertirse la tontera en doctrina infalible. Y es que solamente la palabra dogma, produce en Francisco ardor intestinal e irritación neuronal. Dogma, verdades estables, eternas y reveladas. Puaj!! Cosas de teólogos.

Yo no sé cómo alguien puede pensar todavía que Francisco podría declarar el Dogma de María Corredentora o María Medianera de todas las Gracias. Ahora, los únicos dogmas son los del Cambio Climático y los Pecados Ecológicos, que seguramente estaban ya escritos en las Tablas de la Ley, pero como Moisés las rompió cuando vio que estaban adorando al Becerro Pachamamo, pues no se llegaron a conocer. Y como no había grabadoras ni celulares, pues por eso ha quedado escondido hasta el Pontificado Actual.

Volviendo al Sermón del pasado día 12 de los mortales, lo más gracioso visto desde aquí arriba, es el impulso que da a la teología del mestizaje: María mestizó a Dios. Algunas almas del purgatorio decían ingenuamente que puestos a eso, entienden mucho más claramente la idea de María-Corredentora que la idea de Maria-Mestizadora. Yo creo que debía ser algún alma purgante del siglo XIII que todavía no ha evolucionado.

Y la guinda del pastel bergogliano:

María mujer, María madre, sin otro título esencial. Los otros títulos —pensemos en las letanías lauretanas— son títulos de hijos enamorados que le cantan a la Madre, pero no tocan la esencialidad del ser de María: mujer y madre.

O sea, que ya lo saben. Cuando los hijos cantan las Glorias de María, no afectan a su esencialidad. Por eso, en la Distinguida Teología del Mestizaje, si yo digo en las letanías: Madre Inmaculada, no afecta a su esencialdad; y si digo Madre Castísima, no afecta a su esencialidad.

Lo que yo decía: Mucho amor a la Virgen , pero al final no queda nada en pie. Menos mal que aquí arriba, la Virgen no necesita bomberos pirómanos que vengan en su ayuda.

Consolatrix afflictorum. Miserere nobis.

(Sin que eso afecte a su esencialidad)

 

Fray Gerundio de Tormes
Dichos y Sentencias de un fraile tradicional
Tomado de:
adelantelafe.com/