La Penitencia VII

El buen propósito

El buen propósito es parte integrante de una buena contrición y por eso diremos algo de él.  ¿Qué decir de un niño que pide perdón a su padre de la manera siguiente?: «Padre mio, yo estoy triste de haberos causado pena, pero dentro de algunos días os la volveré a causar». ¡Cuántas personas hay que hacen propósitos parecidos a los de este niño!   Son bastantes los que se confiesan quizá con sinceridad, y yo diré más, con una aparente contrición, pero sin ningún buen propósito para el porvenir.
¿Qué es el propósito que se requiere para la contrición? Es una resolución o voluntad firme de no pecar y así no ofender a Dios en adelante.   Pero ¿Puedo yo saber si no ofenderé más al buen Dios en el porvenir? Esto no es lo que se pide, sino se requiere que en el momento mismo que uno se confiese, esté resuelto verdaderamente a no ofenderle más.
La necesidad del buen propósito se puede demostrar:
1) Por la naturaleza de la contrición, porque ésta encierra necesariamente la detestación del pecado y el amor a nuestro Dios.   Ahora bien, la unión al pecado, que no se quiere dejar, es el odio a Dios.  Por el consiguiente estos dos sentimientos de amor y de odio no pueden existir en el mismo corazón ante la mirada de Dios: el uno excluye al otro.
2) Por el efecto de la contrición, que es el retorno a Dios, mientras que el efecto del pecado es el apartamiento de Él.   Aún más:  el uno destruye al otro.  Uno no puede volver el rostro y la espalda a un tiempo a la misma persona.

3) Por la palabra de Dios, pues el nos dice por boca del profeta Ezequiel las dos cosas que son necesarias en una conversión:   «Arrojad de sobre vosotros todas las iniquidades que cometéis y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo» (18, 31).   Por tanto, cuando uno quiere convertirse, lo primero que ha de hacer: Arrojar los pecados pasados, o sea, detestarlos, y después:  Hacerse un corazón nuevo…, nuevos afectos y deseos.

Vosotros amáis vg. la embriaguez, ahora lejos de amarla es necesario detestarla… Vosotros amáis la impureza; lejos de amarla, es necesario detestarla en adelante… Es necesario, pues, arrojar los pecados en el sacramento de las penitencia ante el sacerdote y no volverlos a cometer más…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.