Sermón Dominical

Del

SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 03 de julio de 2016

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Homilía: Pueblo que se avergüenza de su fe, pueblo humillado y con miedo

Domingo VII después de Pentecostés

(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Rom 6: 19-23

San Pablo en la primera lectura de este domingo escribe en su Carta a los Romanos: “Antes, estregasteis vuestro cuerpo al desorden y al pecado; antes erais esclavos del pecado y desconocíais la justicia. ¿Qué cosas conseguisteis de esas cosas, de las que ahora os avergonzáis? Ahora, sois libres del pecado y tenéis por fin la santificación y la vida eterna.

Leyendo este texto, tenía sentimientos encontrados, pues a muchos que todavía se llaman cristianos les ocurre precisamente lo opuesto; ahora se avergüenzan de la fe y se vanaglorian en sus bajezas. Estamos en un momento de apostasía universal. Gran parte de la Iglesia ha dejado de ser divina para hacerse meramente humana. Esa misma Iglesia ha pasado de dar culto a Dios a dar culto al hombre. Los cristianos han pasado de creer en Cristo a creer en el mundo.

Y si alguno duda de lo que estoy diciendo no tiene más que revisar los periódicos y comprobar las manifestaciones de ayer mismo en Madrid. Se traicionan los principios cristianos y se hace campaña contra todos los valores de nuestra fe. Ayer mismo, la líder socialista madrileña decía: los blancos, los delgados y los católicos constituyen el perfil de los homófobos (enemigos de los homosexuales). Afirmación llena de miedo y cobardía, pues todos sabemos que los realmente homófobos son los musulmanes. Yo no he visto a homosexuales colgados de una grua por un católico, en cambio esa imagen es bastante común para el mundo musulmán. Pero claro, de eso no se puede hablar, pues todos sabemos que la invasión de los musulmanes en Europa es cuestión de tiempo.

Todas estas cosas no son sino la manifestación de la decadencia en la que vive la sociedad actual por haber renunciado a su fe y a sus principios.

Una prueba más de la decadencia y de la esclavitud de la sociedad actual es por ejemplo la situación española. Toda España depende de cuatro señores a los cuales les importa poco el bien común de los ciudadanos. Sólo la catadura de estos cuatro señores me indica la degradación moral y humana a la que ha llegado España…

Por otro lado, la gente está empecinada en la mentira…

El cristianismo actual está fraccionado. Por un lado están los modernistas, que son la gran mayoría…, por otro los neocatólicos, que se esfuerzan en demostrar lo indemostrable…; por otro los “rebeldes sedevacantistas”; y por último, “el resto fiel”…

Sabemos, pues es promesa de Jesucristo, que los tiempos finales serán acortados en favor de ese resto fiel (los elegidos). Ser cristiano siempre fue difícil; pero ahora es más difícil todavía. A este resto le queda rezar y confiar en Dios. Sabemos que habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde florecerá la justicia. Así pues, no nos sintamos malhumorados ni hundidos; estamos participando de la cruz de Cristo; sabiendo que, si participamos en su cruz, también participaremos de su Gloria.

La Santa Misa, misterio de Fe

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Charla 1

Esta es la primera charla de una Misión dada por el Rev. P. Michael Rodríguez en noviembre 2015. La Misión es una introducción a la Misa Tradicional en Latín, y presenta principios teológicos básicos de la Santa Misa que son esenciales para entender bien lo que es la Santa Misa y como participar conscientemente y activamente en ella.

Conferencias de una Misión dada en Nicaragua
Tema: La Misa Tradicional es un Gran Misterio de Fey y el vínculo principal para fielmente transmitir a la Fe.

Explicación: Esta misión fue dirigida a aquellos feligreses que no están familiarizados con la Misa Tradicional, ya que la parroquia donde el Padre habló no tenía ninguna Misa Tradicional. La mayoría de las personas que asistieron a la Misa estaban asistiendo a la Misa Tradicional por primera vez. Sin embargo, estas pláticas pueden servir como una gran catequesis y fortalecimiento de la fe para aquellos que ya han ido a la Misa Tradicional por muchos años.

Testimonio: “Yo tengo diez años yendo a la Misa Tradicional y voy a la Misa entre semana. Mi participación en la Misa ha sido mucho más orante y fructífera esta semana debido a lo que escuché en está misión.”

Sinopsis: Temas que se tratan en esta misión incluyen:
[1] La ley de oración es la ley de lo que se cree.
[2] En la Santa Misa, los signos visibles de religión y piedad nos llevan a la contemplación de las altísimas realidades que están ocultas en el Sacrificio.
[3] En la Santa Misa, estamos en la presencia del poder, grandeza, santidad, inmensidad, bondad, y amor de Dios.
[4] La Santa Misa es el Sacrificio de Cristo.
[5] En el Sacrificio de la Misa y en el Sacrificio de la Cruz, el Sacrificio y el Sacerdote principal que sacrifica son idénticos; únicamente la forma del ofrecimiento es diferente.
[6] El Cuerpo y la Sangre de Cristo junto con Su Alma y Su Divinidad están verdaderamente presentes en la Eucaristía.

 

PADRE MICHAEL RODRÍGUEZ

Sacerdote diocesano de la Diócesis de El Paso, Texas, U.S.A. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre, 1996. Desde septiembre de 2011, el P. Rodríguez ha ofrecido exclusivamente la Misa Tradicional en Latín. Debido a esto, su obispo rehúsa darle un cargo pastoral desde hace casi dos años. El P. Rodríguez está totalmente comprometido al apostolado de restaurar el culto y la doctrina de la Santa Madre Iglesia.

 

Tomado de:

JMJ  HF  PRODUCTIONS

Sermón Dominical

Del

SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 26 de junio de 2016

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Homilía: Esclavitud y verdadera libertad

VI Domingo después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Rom 6: 3-11

San Pablo nos habla en la primera lectura correspondiente a este domingo de unas verdades que hoy día son desconocidas por la gran mayoría de cristianos.

Hemos sido bautizados para participar en la muerte de Cristo. Es esta participación nuestra en la muerte de Cristo lo que ha determinar nuestro modo de vida.

Y sigue San Pablo diciéndonos: Así como Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos a una vida nueva. Si queremos participar en la resurrección de Cristo, tenemos que ahora participar en una muerte como la suya. Hemos de morir con Cristo para quedar libres de la esclavitud del pecado.

Estas verdades ya no se predican, o sencillamente, se niegan. Estamos viviendo en tiempos de apostasía universal. Todas estas desgracias, según el mismo Cristo profetizó, ocurrirán en los tiempos cercanos a los momentos finales de la historia.

El origen y la causa de todo el mal que hay hoy día en la sociedad no es el cambio climático.., sino el pecado. Sólo si escuchamos las palabras de Cristo es cuando seremos libres: “Si escucháis mis palabras, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

Hoy día los gobiernos hablan de libertad y de democracia, cuando en realidad su mensaje es falso. Es imposible que exista una democracia (que por cierto nadie sabe lo que es) cuando es el mismo gobierno (el sistema) quien controla el modo de pensar (el voto) del pueblo. El único modo de conocer la verdad es conociendo a Cristo, pues Él es la verdad. Y sólo si le conocemos a Él es cuando seremos libres.

Pero la vida cristiana no se reduce a estar muertos al pecado, sino que además hemos de vivir una vida nueva; esa vida es Él, y la que Él nos ofrece: “El que me coma vivirá por mí”. Cristo nos hace participar de su vida. Como nos dice San Pablo en los Gálatas: “”Todos los que fuisteis bautizados habéis sido revestidos de Cristo”.

Vivir la vida de Cristo es pensar, amar… como Él. Y sólo se puede pensar y amar como Él cuando se recibe el Espíritu (Rom 5), en el bautismo por primera vez.

El amor será lo único que quedará al final de nuestras vidas. Como nos dice San Juan de la Cruz: “A la caída de la tarde seremos juzgados del amor”. Así pues, ¿qué sentido tiene la vida si no amamos a Cristo?

Sermón Dominical

Del

QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

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Sermón del 19 de junio de 2016

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Homilía: La campaña contra la familia cristiana

Domingo V después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 5: 20-24)

Desde hace muchos años las fuerzas del mal están desarrollando una feroz campaña contra la familia; primero de todo, porque la familia es la primera escuela donde se aprenden todas las virtudes cristianas. Y ésta a su vez es la columna de la sociedad cristiana. Destruida la familia, se destruyen las bases de la sociedad cristiana.

Se empezó con la admisión del divorcio hace ya bastantes años. En la legitimación del divorcio civil cooperó la misma Iglesia. Y posteriormente ha sido la misma Iglesia la que ha facilitado la destrucción del matrimonio como sacramento aprobando la “nulidad del vínculo matrimonial”, que no es sino otro modo de nombrar la realidad del “divorcio eclesiástico”.

Posteriormente le sucedió la legitimación del asesinato de los no nacidos. Crimen que ya está dejando secuelas gravísimas en la humanidad. Y de ahí a la aprobación civil de los matrimonios aberrantes.

Todas estas campañas bien estructuradas de la destrucción de la familia han estado perfectamente orquestadas, habiendo conseguido una degradación de la raza humana y una desintegración de la sociedad.

Hemos llegado a un punto en el que la misma Jerarquía pone en duda la validez de “la gran mayoría” de los matrimonios eclesiásticos; mientras que al mismo tiempo convalida los matrimonios que no se celebran sacramentalmente.

El demonio está convencido de que el tiempo que le queda es muy corto, por lo que está intensificando sus ataques para conquistar el mundo.

Y todo esto está ocurriendo porque el hombre ha decidido prescindir de Dios, y como consecuencia, renunciar al amor. La misma Iglesia ya ha dejado de creer en el amor.

Sermón Dominical

Del

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 12 de junio de 2016

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Homilía: Pescador de hombres

IV Domingo después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Lc 5: 1-11)

En el evangelio de hoy nos encontramos con un conmovedor episodio. Cristo se subió a una barca para poder dirigirse a las muchedumbres. Acabado su discurso le dijo al dueño de la misa, que era Pedro, “rema mar adentro y echa las redes”. Entonces Pedro, con todo respeto le responde: “Maestro, hemos estado pescando toda la noche, pero no hemos conseguido nada, mas porque tú lo dices…”

También puede que nosotros hayamos estado pensando toda la noche y no hayamos conseguido nada. Después de tantas fatigas ¿qué es lo que hemos conseguido? Podríamos desalentarnos al ver el poco fruto obtenido.

No sería malo echar de vez en cuando la vista atrás y comprobáramos si nuestra vida había dado fruto, o por el contrario habíamos desperdiciado nuestros años. Ante ese espectáculo, muchas personas podrían desalentarse.

El hombre fue creado por Dios para amar y sentirse amado. Dotado de un corazón insaciable para el amor: “Nos hiciste Señor para ti…” como decía San Agustín. Sólo nos sentiremos satisfechos si “descansamos” en Él.

¡Cuántas personas viven su vida en una noche que aparentemente parece perpetua y además vacía! Existen muchos hombres que ponen su confianza sólo en las cosas de este mundo: en el poder, en el dinero, en el sexo… Viven con un corazón vacío e inquieto. Con un corazón duro para amar como Cristo nos enseña.

“La noche ya está avanzada y el día ya se acerca”. Vivimos en una Iglesia desolada, desierta y apóstata. Nuestra misma patria está al borde del abismo.

Esta mañana mismo veía un video promocional de la JMJ y no sabía si reírme o llorar. Se supone que es la canción oficial española para “tal evento”. Yo nunca he entendido cómo se sigue haciendo ese tipo de concentraciones al ver el escaso fruto de las mismas. Cualquier empresa revisa los resultados de sus negocios, y si algo no funciona lo cambia; en cambio la Iglesia sigue repitiendo lo mismo…

“No hemos pescado nada, mas porque tú lo dices”. Cuando parece que no hay solución, entonces aparece Cristo. Es verdad que la tiniebla nos envuelve, pero Cristo es la luz…

Sin Cristo no podemos hacer nada. Si al sacerdote le quitamos Cristo, ¿qué puede hacer?

Sermón en el 60 Aniversario de Ordenación Sacerdotal

60º Aniversario de Ordenación Sacerdotal del P. Alfonso
“En el 60 Aniversario”

Sermón del 10 de junio de 2016

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Esta mañana acababa mi último libro: “Sermones de un mundo en ocaso”. En el último capítulo del mismo se trata del “Misterio del Sacerdocio”; y a modo de epílogo del capítulo y también del libro: “Excursión programada al campo de la mística” o “Última etapa de la mística del sacerdocio”.

Para hablar de ello, tendremos que retrotraernos a la época cuando el sacerdocio era considerado como un hombre entresacado de los hombres y destinado para las cosas que miran a Dios. Hoy día, esta dimensión se ha perdido.

Por ser el sacerdote un hombre entresacado de entre los hombres, hace que sea diferente a ellos y además que viva la soledad de un modo especial; pero al mismo tiempo hemos de considerar que el hombre es un ser social. Por lo que la situación del sacerdote es en cierto modo paradójica: por un lado ha de vivir en soledad y por otro unido a los suyos a quienes ha sido destinado. Si el sacerdote se dedica a ser “mundano” y pierde su dimensión “sobrenatural” en cuanto que es entresacado de los hombres, entonces su misión no dará fruto.
Al sacerdote sólo le es lícito mantener con los hombres una amistad “sobrenatural”; lo cual no anula la amistad, sino que le da una especial accesibilidad al alma y a los problemas de sus hermanos.

El sacerdote nunca dejará de ser el “hombre de Dios” al que se le mirará con amor u odio, según el caso, pero siempre como un hombre diferente.

El sacerdote es el hombre enamorado por excelencia, y el objeto de su amor es Cristo. ¿Dónde pues está la soledad del sacerdote? Es imposible sentirse solo si uno está enamorado de Cristo. Otra cosa diferente es vivir en la “ausencia mística de Cristo”, la cual no produce en él sentimientos de soledad, sino de nostalgia….

Sermón Dominical

Del

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

 

Sermón del 05 de junio de 2016

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Homilía: Parábola del Rebaño Descarriado

III Domingo después de Pentecostés
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Lc 15: 1-10

Esta parábola, junto con la del hijo pródigo, son quizás las dos parábolas más consoladoras del Evangelio; pues después de habernos apartado de Dios, Él nos busca para traernos de nuevo al redil. Ante el amor ofrecido por Dios, sólo falta una cosa, que nosotros lo aceptemos.

Creo que todos nosotros, en algún momento de nuestra vida nos podemos haber sentido “perdidos”. Y creo también que muchos de nosotros nos hemos sentido arrepentidos por las ofensas cometidas. Pero también puede ocurrir, como se ve ahora de un modo bastante generalizado, que nuestro corazón se haya endurecido y no sintamos nada por el hecho de habernos separado de Él.

Hoy día, hablar de la parábola de la oveja perdida no tiene mucho sentido; más bien habría que hablar del rebaño perdido, pues son muchos los que andan extraviados como ovejas sin pastor. Y rebaño que se encuentra perdido y confuso, y es “conducido” por falsos y malos pastores. Esta es la Iglesia que ha caído en la apostasía. Un rebaño que está extraviado por su propia culpa y también por culpa de los malos pastores.
Para entender la situación actual es muy importante ahondar en el discurso pronunciado por Jesús en la Última Cena. Este discurso es una acusación al mundo y también a la Iglesia actual.

Comienza el discurso diciendo que ha venido al mundo para ofrecerle su amor a los hombres (habiendo amado a los suyos los amó hasta el fin); pero a pesar de ello, los “suyos no le recibieron”. Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Hace pues, en la primera parte de este discurso, una explicación de porqué vino al mundo, pero también manifiesta el rechazo que el mundo le hizo. En la segunda parte de este discurso les hace ver a sus discípulos que, del mismo modo que le persiguieron a Él, también sus discípulos serán perseguidos. En esta segunda parte también habla de la apostasía general y de la rebelión del mundo; pero Él mandará a su Espíritu, el cual acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio…. Y el Señor añade: “Cuando veáis que todo esto ocurre, levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra liberación”.

Para un anciano como yo, la situación de la Iglesia actual provoca mucho cansancio y muchos sufrimientos. Cuando veo la situación de desmoronamiento y de apostasía de la Iglesia actual, siento como Jesucristo cuando estaba junto al pozo de Jacob. El evangelio nos dice: “Y cansado del camino…”, pues así me siento yo. ¿Cómo no me voy a sentir cansado ante el mutismo y la cobardía de la jerarquía actual?

Y esta situación de ruina en la que se encuentra la Iglesia, es aún peor en la sociedad civil. Una sociedad que está sumergida en la más profunda y hedionda de las letrinas. Una situación que no es sino el castigo de Dios que ya ha empezado como consecuencia de sus pecados.

Y la tercera parte de este discurso es la más impactante: “Padre, te pido por los que tú me diste. No te pido por el mundo. Ellos están en el mundo. Te pido que los libres del mundo”. En cambio la Iglesia actual se preocupa de abrirse al mundo y de ser aceptada por el mundo. Cualquier pastor que diga que hay que abrirse al mundo está en contra del Fundador de la Iglesia.

El aparente triunfo actual de Satanás y fracaso de Cristo, ya había sido predicha por Él. En realidad es la expresión de la victoria de Dios y de la derrota de Satanás. El triunfo de Dios está precisamente en la Cruz, fue allí donde acabó con el Reino del Mal.

Este discurso es pues una acusación y una manifestación de la victoria de Cristo y de nuestra fe. “Y yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar”.

Yo, al final de mis días, me siento cansado y con deseos de llegar a casa. Lo único que siento es no haber amado bastante.

Sermón Dominical

De la

Fiesta de la Santísima Trinidad

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 22 de mayo de 2016

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Homilía: Consignas del Maestro hoy olvidadas

Solemnidad de la Santísima Trinidad
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 28: 18-20)

El Señor no dice en el evangelio de hoy: “Id a todo el mundo haciendo discípulos.., bautizándoles y predicando…” Estas consignas hoy día ya no tienen sentido para muchos cristianos; es más han sido prohibidas, pues nos dicen que todas las religiones son instrumentos de salvación y no podemos ir por ahí coartando la libertad de las personas. Hoy día estas palabras de Cristo son rechazadas. Es el hombre quien se ha transformado en juez de Dios y no al revés. Y más todavía, hasta la misma persona de Cristo es cuestionada: su divinidad, su nacimiento virginal…

El sistema imperante tiene un poder demoledor. ¿Cuántas personas levantan hoy su voz avisando del peligro? En las profecías de los tiempos finales se nos dice que los falsos profetas tendrán un poder tan demoledor que hasta incluso combatirán con los santos e incluso los podrán vencer. Los tiempos últimos serán tan difíciles y duros que tendrán que ser acortados por amor a los elegidos.

¿Qué hemos de hacer entonces? Los antiguos cristianos que tuvieron que vivir en la época de las persecuciones romanas para lo único que se podían preparar era para el martirio. Y nosotros, ¿qué podemos hacer? Primero de todo, mantenernos firmes, y luego, no perder nunca la fe, la confianza ni el amor a Jesús. Eso nadie nos lo puede quitar. Tanto es así, que San Pablo nos decía en Romanos: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo…? El amor a Cristo será lo que nos dé fuerzas en las tribulaciones. Sin amor a Jesús no se puede vivir: “Cristo es nuestra vida”; “…es Cristo quien vive en mí”. Eso es lo que tendría que ser el motor de nuestra vida.

Hoy día no se puede decir son católico pero no practicante. Eso es puro paganismo. Hoy día, confesarse creyente en Cristo es un escándalo. Estamos en la época en la que el hombre cree que puede hacer lo que le dé la gana. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a ese extremo? San Pablo no hacía caso y seguía predicando a Cristo, y además crucificado. El amor de Cristo fue hasta el fin, por eso tenía que entregar su vida, por amor y para satisfacer la justicia divina por el pecado del hombre.

Sin Jesús, nuestro Señor, viviríamos sin sueños, sin esperanzas, sin ilusiones. El cristiano muere y entrega su vida con el convencimiento de que al otro lado de la puerta le espera alguien que le ama y desea. ..

Sermón Dominical

Del

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 15 de mayo de 2016

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Homilía: Pastores silenciosos

Solemnidad de Pentecostés

(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)

Jn 14: 23-31

Antes de comenzar a hablar del evangelio de hoy, permítanme manifestarle un pensamiento que me daba vueltas estos días pasados. Hay en la Iglesia más de 5000 obispos y más de 200 cardenales, y ante la situación actual, sólo uno ha hablado; los demás están callados y medrosos como si no pasara nada de lo que avisar a sus ovejas. Ante este hecho yo no pude sino recordar aquella canción de los años 50 del siglo pasado que se cantaba en España. Hacía referencia a una baronesa que se había ido de viaje y la preguntaba a su criado cómo iba la casa en su ausencia. A lo que el criado respondía repetidamente:

—¡No hay novedad, señora baronesa! No hay novedad, no hay novedad. Sólo pasó, que anoche la robaron las perlas de su gran collar. Y que, también, un terremoto a la techumbre hizo volar. Por lo demás, aquí no pasa nada. ¡No hay novedad, no hay novedad!
—Ramón, Ramón, Ramón del alma mía, mi confianza pongo en ti. Ramón, Ramón, mi mente desvaría dime ¿qué pasa por ahí?
—¡No hay novedad, señora baronesa! No hay novedad, no hay novedad. Solo pasó que un rayo cayó anoche y del palacio hizo un solar. Y que, después, lo que quedaba se lo ha llevado el huracán. Por lo demás, esto es un paraíso. ¡No hay novedad, no hay novedad!
¿Cómo es posible que ante una situación semejante no haya novedad?

El evangelio de hoy es un fragmento del discurso de la Última Cena:
– “Si alguno me ama guardará mis palabras…” La conclusión es clara, quien no guarda sus palabras, sino que las tergiversa o las manipula es porque no ama a Jesús. Hacer eso es burlarse de Cristo…

– “Las palabras que escucháis no son mías sino del Padre que me ha enviado… porque el mundo debe saber que Yo amo al Padre” El que desoye a Cristo también desoye al Padre. La conclusión es lógica, quien rechaza a Cristo también rechaza al Padre. ¿Cómo entonces se puede poner al mismo nivel a Cristo, Mahoma, Buda…? Y por si hubiera alguna duda, Cristo lo dice de otro modo: “Nadie va al Padre sino por mí”; “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; “sin mí no podéis hacer nada”. Y San Juan abunda en estas mismas ideas: “Quien niega al Hijo tampoco tiene al Padre”; “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo.

Todas estas ideas tan escondidas y tergiversadas son esenciales para nuestra salvación eterna; es más, incluso para hacernos felices aquí en la tierra. Si el que niega a Cristo es el Anticristo, ¿qué decir de los judíos y de los musulmanes que abominan de Cristo.

Más adelante dice: “Viene el príncipe de este mundo…” Cristo establece una relación entre su ausencia y la presencia del príncipe de este mundo (Satanás). ¿Quién gobierna hoy día en nuestro mundo y lo está destruyendo? Satanás.

En los momentos actuales parece como si Dios nos hubiese abandonado y se hubiera ido, pero eso es imposible pues Él mismo nos dijo: “Yo nunca os dejaré huérfanos”; “Me voy y vuelvo a vosotros”; “Nadie os podrá arrebatar vuestra alegría”. La oscuridad parece impenetrable, la noche está avanzada; pero precisamente por eso, el día y la luz están ya más cerca. Como nos decía el poeta…: Pues ya la noche el manto ha abandonado…

Sermón Dominical

Del

Domingo después de la Ascensión

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermon del domingo 8 de mayo de 2016

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Homilía: Verdaderos y falsos testimonios sobre Jesucristo

Domingo después de la Ascensión
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Jn 15: 26-27. 16: 1-4

El evangelio de hoy es un fragmento del discurso de la Última Cena. El Señor advierte a sus discípulos que cuando venga el Paráclito dará testimonio de Cristo. También les dice que también ellos tendrán que dar testimonio de Él.

¿Qué significa dar testimonio de Cristo? Es manifestar las palabras, enseñanzas, vida… de Cristo. El Espíritu Santo es quien les ayudará para poder dar este testimonio. Donde se dé este testimonio, allí estará Cristo; donde este testimonio falte, allí no estará Cristo ni el Espíritu de Cristo. Cualquier cristiano ha de dar testimonio de Cristo a través de su vida, enseñanzas. Hoy día más que nunca hay que dar este testimonio claro en medio de un mundo tan confuso.

Y ahora descendamos a la realidad para comprobar si el cristiano da este testimonio de Cristo. ¿Hacemos realidad este testimonio de Cristo en medio de un mundo que es hostil a Cristo y de una Iglesia que ha renegado de Cristo?

Imaginemos un visitante que acude a Hiroshima o Nagasaki después del bombardeo atómico a comprobar los daños. ¡Todo estaba desolado! Hoy día tenemos que dar testimonio en medio de una Iglesia que también está desolada. En medio de este desconcierto hay muchos falsos pastores que recorren las ruinas comprobando si todavía queda algo con vida. Ejemplo, el cardenal Müller, prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe y amigo íntimo del papa, quien está explicando aquí y allá cómo se ha de interpretar la última exhortación del papa (Amoris Laetitia) y donde dice sí pero no, pero no pero sí… Me vienen a la memoria las palabras de Jesucristo: “Sea vuestro hablar sí sí, no no”. Este cardenal que es amigo de Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez (fundadores de la teología de la liberación). Un cardenal que pone en duda la realidad de la transustanciación del Señor en la Eucaristía, y la virginidad perpetua de María. Este profeta lo que va haciendo es terminar de confundir.

Nos encontramos con una sociedad excristiana donde se han hecho realidad: el divorcio cristiano; donde el aborto está prácticamente tolerado; el matrimonio de los adúlteros está prácticamente legalizado; las uniones homosexuales son toleradas…; la catequesis ha desparecido; el espíritu misional está prohibido, pues todas las religiones son iguales; la apertura a otras religiones, cuando la propia es atacada; se niega el valor universal de los dogmas; los sacramentos han sido prácticamente destruidos, la Misa ha sido prácticamente destruida y sustituida por un show circense o una comida de hermandad… Así pues, cuando hablamos de una Iglesia desolada no estoy exagerando.

Frente a esta Iglesia desolada nos encontramos a los “aguerridos” obispos defensores de la fe, como los obispos vascos que en Radio María hablan de las maravillas de la exhortación del papa o el presidente de la Conferencia Episcopal Española que dice otro tanto. Me admira la “valentía” de estos obispos que dicen que todo está bien y se limitan a poner paños calientes, a pesar de que el lobo está haciendo estragos en el redil…

El Señor le acaba diciendo a sus apóstoles: “Esto os lo he dicho para que no os escandalicéis.. Llegará un día en el que quien os dé muerte pensará que hace un servicio…” “Pero vosotros, tened confianza, porque yo he vencido al mundo”. “Así pues, que no se acobarde vuestro corazón. Yo volveré a vosotros y se alegrará vuestro corazón… y os llevaré, para que donde yo esté también estéis vosotros”.

Sermón Dominical

De la

FIESTA DE SAN JOSÉ ARTESANO 

 Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

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Sermón del domingo 01 de Mayo de 2016

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Homilía: ¿Dónde está la verdad?

Jn 14: 23-29
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)

La fiesta de San José Obrero nunca me resultó simpática. Siempre me extrañó que el papa Pio XII la instituyera. Me es muy difícil imaginarme a San José como un “obrero” según el concepto que la ideología marxista tiene de esta palabra. De hecho es una fiesta que prácticamente ha caído en el olvido en el Novus Ordo.

El evangelio de hoy, tomado del sermón de despedida de Jesús en el Última Cena, nos habla de que Él nos mandará su Espíritu, el cual nos conducirá hasta la verdad completa. Vivimos en tiempos de gran confusión, y como siempre, las palabras de Cristo vienen a traernos luz. Todo hombre busca la verdad, es más cree que está en posesión de la verdad; pero vemos la confusión es cada vez mayor. ¿Dónde tenemos que acudir para que nosotros no andemos en confusión ni en tinieblas? Al mismo Cristo. Él fue quien nos dijo que era la Verdad, y el que le seguía no andaba en tinieblas. Es por ello que imposible encontrar la verdad fuera de Cristo y de sus enseñanzas.

A pesar de estas palabras, las gentes creen más fácilmente en los visionarios y en los falsos maestros que en las enseñanzas de Cristo. ¿Estamos locos o qué? El mismo Señor nos dice que será el Espíritu Santo, su Espíritu, quien con conducirá hasta la verdad completa. Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu de Cristo. Si buscamos por cualquier otra parte caeremos en el error.

Si sólo en Cristo está la verdad, ¿cómo podremos conocer la verdad de Cristo? ¿Cómo podremos conocer que esa verdad que seguimos es la de Cristo? El mismo Señor nos da la clave: “Si permanecéis en mis palabras, conoceréis la verdad, seréis mis discípulos y la verdad os hará libres”. Así pues, hemos de permanecer en las enseñanzas de Cristo; enseñanzas que fueron transmitidas por la Iglesia de siempre.

Si estamos confusos es porque no seguimos las enseñanzas de Cristo.

Existen hoy día en la Iglesia ciertos movimientos, como el movimiento neocatecumenal, que dicen poseer el Espíritu de Cristo, pero que luego no siguen las enseñanzas de Cristo. Esto es imposible. Dios no puede contradecirse a sí mismo. Estos movimientos son muy peligrosos, pues están conduciendo a muchos al error. Algunos me dirán que el movimiento neocatecumenal fue aprobado por Benedicto XVI y luego también reconocido por el papa Francisco. Eso es verdad. Y si alguien me pregunta por qué lo aprobó tendré que decir que no lo sé. Lo que sí se es que está conduciendo a muchos al error. Este movimiento es realmente un movimiento judeo-protestante…

¿Qué ocurre cuando la Jerarquía de la Iglesia aprueba un documento que tiene gravísimos errores? Si ese documento está conforme con las enseñanzas de Cristo, OK; pero si va en contra de sus enseñanzas, entonces sus enseñanzas son heréticas. Algunos dicen que ese documento mantiene la doctrina, que lo único que cambia es la praxis. Eso es imposible. Eso es una falacia y un engaño. La Iglesia siempre mantuvo la uniformidad entre la doctrina y la praxis: “lex orandi, lex credendi”. No puede haber diferencia entre la fe y la oración, entre la doctrina y la praxis.

¿Cómo es que hoy día muchas personas han perdido la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía? ¿Cómo es que se ha llegado a aceptar en la Iglesia el “divorcio”?…

Sermón Dominical

Del

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA 

 Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del domingo 24 de abril de 2016

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Homilía: El Espíritu acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio

 

IV Domingo de Pascua
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Jn 16: 5-14)

En el discurso de despedida del Señor en la Última Cena el Señor de dice a sus discípulos que no se entristezcan a pesar de que Él se tiene que ir, para así mandar al Espíritu Santo, al Consolador.

Cualquier cosa de valor que se desee en esta vida suele llevar asociado un sufrimiento; y cuanto más valor tenga, más se tendrá que sufrir. Recordemos que tenemos que compartir la vida y la muerte de Cristo.

Cuando el sufrimiento del cristiano se hace por amor, de doloroso se transforma en glorioso. Recordemos que el grano de trigo ha de caer en la tierra y morir para dar fruto. Si deseamos que el amor entre los esposos permanezca, este amor habrá de ser sacrificado; es decir, en muchas ocasiones el uno tendrá que sacrificarse por el amor para así mantener ese amor. Esta enseñanza es importante para todo cristiano; y para un sacerdote, más todavía.

Vivimos en una Iglesia desolada, en una Iglesia que se ha transformado en otra y que no tiene nada que ver con la Iglesia de Cristo. Es pues normal sentirse triste, y precisamente por ello necesitar la presencia del Espíritu Santo Consolador. Y ¿cómo no vamos a sufrir con lo que está ocurriendo? ¿Cómo no vamos a sufrir cuando se aconseja que el Cuerpo de Cristo se dé a aquellas personas que viven en situaciones matrimoniales “irregulares”? ¿Acaso se nos han olvidado las palabras de San Pablo? “El que comiere indignamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo come y bebe su propia condenación”. Estas personas que estando en pecado acuden en masa a recibir la eucaristía van directos al infierno.

El pecado y la gracia no son compatibles. Ni siquiera Dios puede hacer que lo malo sea bueno, y mucho menos ninguno de nosotros, ni siquiera el papa.

Estamos también ante la destrucción total de la familia. Se ha introducido en la Iglesia el divorcio. La misma iglesia ha dejado de creer en el amor auténtico. Y por otro lado, se legitima también el adulterio y el aborto. Y no digamos la aceptación por parte de la misma Iglesia de la ideología de género, de la homosexualidad…
Hay también una fuerte campaña de destrucción de la fe de los niños, a los cuales se les enseñan conductas sexuales aberrantes.

¿Cómo no vamos a llorar cuando la misma Iglesia dice que lo mismo da Cristo que Buda que Confucio? Se dice que todas las religiones son lo mismo, y todas ellas caminos válidos para salvarse.
El mundo se ha vuelto loco. La Iglesia a la que pertenecemos es la misma y sigue siendo santa, en cambio nosotros la hemos cambiado.

¿Cómo no nos vamos a sentir desolados cuando la Misa se ha transformado en un espectáculo circense?
Por todo ello, cuando venga el Espíritu, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado porque no han creído en Mí; de justicia, porque ya no me veréis más. Lo hemos desterrado y no lo volveremos a ver más hasta su Segunda Venida. Y de juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
Hoy día el mundo hace una permanente burla de Dios. Vivimos en un mundo corrupto que pronto sufrirá el castigo de Dios; y además, pronto. Y después de Sudamérica, vendrá Europa y también España; porque de Dios nadie se ríe.

Nos queda el consuelo de las palabras con las que el Señor acaba el evangelio de hoy: Él nos mandará el Espíritu Santo, quien nos conducirá hacia la verdad completa. Un Espíritu que al mismo tiempo traerá consuelo para nuestras almas: “El mundo os odiará…, pero recordar que antes me persiguieron a mí”. “La victoria que vence al mundo es nuestra fe”.

Sermón Dominical

Del

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA 

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 17 de abril de 2016

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Homilía: El cristiano y la alegría

III Domingo de Pascua
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
17 de abril de 2016
Jn 16: 16-22

En el discurso de la Última Cena el Señor le dijo a sus apóstoles: “Un poco tiempo y no me veréis y otro poco, y me volveréis a ver”. ¿Qué significan estas palabras de Jesús?

Estas palabras, pronunciadas en aquella situación, también se refieren a la situación actual que está sufriendo la Iglesia, pues las palabras de Jesús en los evangelios tienen validez para los hombres de todos los tiempos. Las gentes están confusas y ya no saben adónde acudir, a quién seguir, cuál es la verdadera doctrina. La confusión general está causando anarquía, y ésta, está dando paso a la apostasía general.

Los discípulos de Emaús, cuando iban de camino a su ciudad y se encontraron con Jesús, estaban desanimados y tenían sensación de fracaso: “Nosotros creíamos que Él iba a traer …”

Pero el verdadero cristiano no tiene razón alguna para sentirse triste, confuso o fracasado. El desconcierto de muchos católicos actuales es completamente injustificado. San Pablo nos dice en su carta a los Efesios (Ef 6): “Es verdad que en otro tiempo eráis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Así pues, caminad como hijos de la luz”. Los hijos de la luz, es decir nosotros, no podemos estar en tinieblas.

El mismo Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas”. Luego el secreto consiste en seguir a Cristo. ¿Por qué no nos atenemos a sus palabras, a sus enseñanzas ya a su Persona? Es imposible estar confundidos si seguimos a Cristo.

Una cosa es que nos lamentemos y suframos por la gravedad de la situación actual, y otra muy diferente, que estemos confundidos y no sepamos dónde ir.

Los que intentan mantener su fe y su amor a Cristo, se dejan guiar por el Espíritu de Cristo, que es Espíritu de Verdad. Lo que ocurre es que no nos creemos –o quizá hemos olvidado- las palabras del Señor.

No se trata de tener revelaciones extraordinarias para poder conocer el pasado, el presente e interpretar el futuro, sino el mismo Espíritu de Cristo, que habita en nuestros corazones quien nos irá iluminando, enseñando, guiando. Es este Espíritu de Verdad quien hace que el cristiano vea los sucesos actuales con serenidad y profundidad.

También el Señor nos dice: “No se turbe vuestro corazón, si creéis en Dios, creed también en mí”. Y en otro lado también nos dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo os la doy yo”.
Si le amamos confiaremos en sus palabras y entonces no nos dejaremos extraviar.

El evangelio de hoy también insiste en la alegría. Como nos dice Chesterton, el gran secreto del cristiano. “Volveré a vosotros y os daré mi alegría, una alegría que nadie os podrá quitar”.

La tristeza es producto de Satanás. ¿De dónde surge la alegría en el corazón del cristiano? Del amor de Cristo hacia nosotros y de nosotros hacía Él. Sólo el que está enamorado tiene la perfecta alegría. Dios nos creó para amar y para ser amados. ¿Cómo puede ser feliz quien no ama? Es totalmente imposible. “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Ese amor, que no es otro que el Espíritu de Cristo nos lleva a vivir su misma vida: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

Precisamente, porque tenemos olvidadas todas estas enseñanzas de Cristo, nos dejamos llevar por la confusión actual, la cual obnubila nuestro entendimiento y enturbia nuestro corazón. Cristo quiere ser nuestro amigo (Ya no os llamo siervos, sino amigos) y quiere mantener unas relaciones de intimidad con nosotros. ¿Cuándo vamos a creernos todo eso?

Como nos dice el Cantar de los Cantares: “Ábreme hermana mía, esposa mía, paloma mía, inmaculada mía, porque está mi cabeza cubierta de rocío y mis cabellos de la escarcha de la noche”. O en este otro verso: “Ven paloma mía que anidas en las hendiduras de las rocas y en las grietas de las peñas escarpadas. Dame a ver tu rostro. Dame a oír tu voz”.

Sermón Dominical

Del

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA 

DOMINGO DEL BUEN PASTOR

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 10 de abril de 2016

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Homilía: Cuidado con los falsos pastores

II Domingo de Pascua
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Jn 10: 11-16

De nuevo aparece en el evangelio de hoy la figura del Buen Pastor; aunque ante tanta confusión como hay en la actualidad, no puede ser más oportuno hablar de nuevo de esta figura.

Hay hoy día muchos falsos pastores y profetas que enseñan doctrinas ajenas a la fe y a la doctrina de Jesucristo. Es por ello que es necesario recordar cuáles han de ser las virtudes que deberán estar presentes en aquél que se presente como pastor para saber si realmente es el Buen Pastor.

Se nos dice que el Buen Pastor ha de ir delante de sus ovejas, darles ejemplo, morir por ellas; pero vemos que también muchos pastores de sectas han tenido estas “cualidades” y en cambio no han sido buenos pastores. Luego el ser Buen Pastor ha de tener una virtud que sea realmente peculiar y esencial, esa virtud es la de ser “puerta”. San Juan nos los dice claramente en el capítulo 10 de su evangelio: “Yo soy la puerta. El Buen Pastor entra por la puerta; y todo aquél que no entra por la puerta es ladrón y salteador”. Cristo es la “puerta”. El que asimila su vida, enseñanzas… es el que entra por la puerta; ese es el Buen Pastor. Aquellos que son fieles a Cristo, a su Persona, a sus enseñanzas, son los Buenos Pastores.

La virtud principal del Buen Pastor pues, es ser “puerta”. El Buen Pastor se conforma a Cristo, es fiel a sus enseñanzas, a su espíritu; de lo contrario es ladrón y salteador.

Una vez que el Buen Pastor es puerta, entonces debemos buscar en él las demás virtudes: ir delante de las ovejas, darles ejemplo e incluso su propia vida.

El Buen Pastor no tiene voluntad propia, sino que ha de ser fiel a lo recibido; del mismo modo que hizo Cristo: “Mi doctrina no es mía sino la de Aquél que me envió”. Nadie que pretenda ser Buen Pastor puede difundir una doctrina propia; si el mismo Cristo no lo hizo, cuánto menos, nosotros.

El Buen Pastor ha de ser obediente, como lo fue Cristo. Una obediencia hasta la muerte incluso. Porque ha perdido su propia vida, tampoco puede predicar su propia doctrina.

Hoy día está de moda la primacía de lo subjetivo frente a lo objetivo. Se dice: “las leyes pueden decir lo que quieran. Primero está mi conciencia”. Es el imperio de la propia voluntad, frente a las leyes de Dios. Es el mismo pecado de los ángeles y de Adán y Eva. Esta doctrina del imperio de la propia conciencia se difunde y es aceptada por los cristianos más ingenuos.

Hemos de seguir las enseñanzas de Cristo y no la de los malos pastores. Recordemos lo que nos decía San Pablo: “Si alguien.. os evangelizara con doctrinas distintas… sea anatema”. En realidad, sólo se dejan engañar los que desean ser engañados.

Como nos dice el mismo Señor: “¡Cuidaos de los malos pastores, van disfrazados de ovejas, pero en realidad son lobos feroces”.

Hoy día hay muchos malos pastores, y en cambio nadie levanta su voz; salvo unos pocos seglares. Si algún sacerdote osa levantar su voz, rápidamente es acusado y perseguido…

¿Cómo conoceremos al Buen Pastor? El Buen Pastor será aquél que se conforme y predique la doctrina de Cristo. En medio de tanta confusión saldríamos indemnes si amáramos rendidamente a Cristo. El hombre no encuentra su propia vida si no ama; y todo amor, para ser auténtico, ha de partir de Dios, pues Dios es la fuente de todo amor.

Sermón Dominical

Del

DOMINGO IN ALBIS

Y OCTAVA DE PASCUA 

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del domingo 3 de abril de 2016

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Homilía: La incredulidad nace de la maldad

 

Domingo in Albis
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Jn 20: 19-31)

El evangelio de hoy presenta la postura adoptada por Tomás de no creer sin haber visto. Esta postura se ha generalizado en el hombre de hoy, y está en línea con la apostasía general de los últimos tiempos anunciada por el mismo Jesucristo.

La paganización y la falta de fe es tan generalizada que hay ya muchas personas que no tienen fe ninguna; y también muchos que tienen fe, pero que es errónea, pues es el resultado del influjo del protestantismo y de la herejía modernista.

Hay muchos que dicen que sólo creen en lo que ven; e incluso eso es falso, pues hay cosas que ven y tampoco creen en ellas. Algo similar ocurría en tiempos de Jesucristo cuando Él les critica la postura de rechazo ante su Persona y sus enseñanzas: “Si no creéis en mí, al menos creed en las obras que yo hago”. Y ya sabemos cuál era su conducta: rechazo a Cristo. Todavía más llamativo fue el rechazo a Cristo a resultas del milagro de la resurrección de Lázaro. Los fariseos se unieron para acabar con Jesús, nos dice la Sagrada Escritura.

La fe es el asentimiento voluntario del hombre a las verdades reveladas por Dios, no porque las entienda, sino porque por ser Dios quien las revela no puede engañarse ni engañarnos. En la fe hemos de distinguir: un Dios que revela, la gracia de Dios y el asentimiento del hombre.

En cambio hoy día la fe se ha quedado reducida a un puro sentimiento que nace del hombre y por el que se abre a Dios. Es pues un sentimiento subjetivo personal.

Hace dos o tres días leía unas declaraciones del cardenal Ratzinger, antiguo papa Benedicto XVI, en la que hacía una serie de afirmaciones, veladas algunas como suele hacer el inmanentismo y el modernismo, en las que habían muchos errores doctrinales que ahora les enumero…: (teoría de la justificación protestante, concepto moderno de la misericordia separado de la justicia divina, falsa doctrina de la salvación universal …). La figura de Cristo queda totalmente difuminada.

Todo ello engendra en la Iglesia una tremenda confusión y una apostasía general. Los principios fundamentales de nuestra fe son puestos patas arriba…

Sermón Dominical

Del

PRIMER DOMINGO DE PASIÓN

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del domingo 13 de Marzo de 2016

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Homilía: Lo aparente y lo oculto

Domingo de Pasión
(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Jn 8: 46-59

En este relato se nos narra un episodio excepcional, aunque resumido de la vida de Jesús. A pesar de lo cual, se ve claramente un enfrentamiento verbal violento entre Jesús y los judíos. Jesús dice: “Si os digo la verdad ¿por qué no me creéis?” Y añade: ¿quién será capaz de acusarme de pecado?” “No escucháis mis palabras porque no sois de Dios”. Los judíos al oír todo esto se irritaron grandemente contra Jesús, y dijeron que era un samaritano, que estaba endemoniado…

En el fondo lo que se está cuestionando es la divinidad de Cristo. Jesús la afirma, pero los judíos rechazan esta realidad. . Para los judíos, Cristo era un farsante, soñador y blasfemo. Ellos no admitían la divinidad de Cristo.

En bastante frecuente que el hombre se crea más sabio que Dios y se cierre totalmente a sus enseñanzas. Hoy día hay muchas personas que han renegado de Dios. La soberbia, que incitó a nuestros primeros padres a cometer el pecado original ha llegado hoy día a su punto culminante.

A lo largo de la historia de la humanidad ha habido muchas religiones falsas: budismo, islam, cuyos fundadores nunca han sido perseguidos. En cambio no es así con Jesucristo. A pesar de veinte siglos de persecución ahí sigue el cristianismo.

El texto evangélico de hoy manifiesta una rabiosa oposición a reconocer la divinidad de Jesucristo, lo cual tiene una palpitante actualidad hoy día. Las nuevas tendencias (New Age….) que vemos surgir dentro de la misma Iglesia católica no son sino un intento de destruir el carácter divino de Cristo. Hoy día se niegan sus milagros, se cuestionan sus mismas palabras, que ahora se interpretar según un modo de pensar historicista, se niega la resurrección de Cristo, se niega la Virginidad de María, incluso se llega a negar la existencia histórica de Jesús.
En el fondo, se pretende hacer una religión inventada por los hombres, y con ello, cambiar los criterios comunes, haciendo una nueva religión inventada por el hombre. Papas postconciliares se atreven a seguir estos caminos. Juan Pablo II niega la necesidad del bautismo para salvarse. La doctrina de la transubstanciación definida por Trento, ahora se niega, aduciendo para ello que está enmarcada dentro de una filosofía que ahora no se puede aceptar.

Se niega la universalidad y perennidad de los dogmas. La Santa Misa se ha convertido en una comida de hermandad. Para confesarse, ya no hace falta acusarse de los pecados, sino sencillamente decir “me arrepiento”. Todos sabemos que los sacramentos tienen una materia y una forma; y en la confesión la materia del sacramento son los pecados.

Y junto a todo esto vemos también actuaciones papales que son escandalosas, como cuando el papa Pablo VI se quitó su anillo del pescador para ponerlo en manos del arzobispo de Canterbury. Y ya sabemos que el arzobispo de Canterbury no es ni arzobispo, ni obispo, ni sacerdote; pues los anglicanos perdieron la sucesión apostólica…

Sermón sobre Todos los Santos (padre Cipola)

santos

12 noviembre, 2015

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.»

Era la primera vez que estaba en Roma, y ​​quedó impresionado, incluso abrumado, por este lugar, en donde lo ancestral y lo contemporáneo coexisten unidos, en una mezcla de caos y de fe, como un sentimiento de decadencia en medio de una sensación de eternidad.

Iba de camino a una iglesia para ver una estatua de Santa Teresa de Ávila, que un sacerdote de vuelta en casa, le había insistido en que la tenía que ver una vez en Roma. Conociendo al sacerdote, sabía que no podía regresar a casa sin antes haber visto esta obra de arte. Entró en la iglesia, más bien una pequeña iglesia barroca con una opulenta decoración de dorados y mármol, con un sol resplandeciente sobre el altar mayor. Pero él no había venido aquí para ver la iglesia. Él había venido aquí con un propósito. La guía le mostro cual era el altar menor en donde se encontraba la estatua. Y de repente allí apareció: la famosa escultura de Bernini, el Éxtasis de Santa Teresa, con el ángel a punto de perforar su corazón con una flecha. Se maravilló ante el milagro del movimiento que Bernini consiguió sacar de una losa de mármol; se maravilló al ver la expresión en el rostro de Santa Teresa; se maravilló de la delicadeza de toda aquella representación. Había luces en la escultura; pero a su vez, la luz también parecía venir de las mismas estatuas, como si toda la pieza de mármol estuviese inundada con una luz interior. – ¡Ah!, sí – se dijo – Muy hermosa. Mereció la pena la pena venir a verla. ¡Una preciosidad! ese rostro; esa luz. – Y se fue a ver otras cosas de su lista por la Ciudad Eterna.

El recuerdo de aquella estatua quedó con aquel hombre, incluso después de su regreso a casa. Se decidió a averiguar más, acerca de Santa Teresa y de leer un libro sobre su vida. Quedó impresionado por la experiencia de su conversión, por su energía y por su celo en la reforma de la Orden Carmelita. Estaba intrigado por sus experiencias místicas en las que fue arrebatada en éxtasis. Quería saber más; por lo que comenzó a leer algunos de sus escritos. Las palabras de esta mujer parecían cobrar vida en tantos pasajes por su sentido común; por su gran comprensión de la naturaleza humana; pero sobre todo por las desinhibidas descripciones de su experiencia de ser transportada por el amor de Cristo a la comunión con el mismo Dios. ¡Increíble!, pensó el hombre;  semejante persona; semejantes ideas; semejante fe; semejantes experiencias maravillosas. Y entonces, cerró el libro y se dedicó a otra cosa. Sigue leyendo

Sermón Dominical

Del

DOMINGO 24º DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

(QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA)

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 08 de Noviembre de 2015

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Homilía: Parábola de la buena semilla aniquilada por la cizaña

XXIV Domingo después de Pentecostés

(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
Mt 13: 24-30
“Parábola de la buena semilla aniquilada por la cizaña”

A veces es difícil distinguir a los buenos de los malos por lo que lo mejor es esperar, que crezcan juntos y al final unos serán quemados y otros llevados al granero. Pero hoy día es difícil encontrar la buena semilla en medio de tanta cizaña. Hoy día los cristianos se encuentran en un ambiente hostil pues son perseguidos incluso por la misma Iglesia.

Hay muchos cristianos que ya no quieren escuchar la verdad y se han acostumbrado a las enseñanzas de la Nueva iglesia, pues ésta tiene un modo de pensar más humano y más cómodo. Se han endurecido en la mentira y ya no quieren escuchar otra cosa. Esta Nueva iglesia fue fundada en el 1962, a principios del Vaticano II.

Esta Nueva iglesia ha hablado mucho de la hermenéutica de la continuidad, para hacernos creer que es la misma que la de antes, pero en realidad es una hermenéutica de la ruptura. Esta Nueva iglesia se ha atrevido incluso a negar la validez de Trento, al defender doctrinas historicistas que dicen que las verdades sólo sirven para las épocas cuando fueron promulgadas.

Si comparamos las enseñanzas de Iglesia tradicional con las de la Nueva iglesia veremos muchas diferencias esenciales; por ejemplo, la Nueva iglesia niega la indisolubilidad del matrimonio, o al menos lo pone en duda; legitima la homosexualidad, pues habla que hay que abrirse a las “nuevas parejas”; la moral ya no la determina Dios sino el criterio personal de cada uno de los sacerdotes u obispos, lo que al mismo tiempo establece de facto un cisma dentro de la Iglesia, pues cada Iglesia particular puede determinar lo que es bueno o malo según el criterio personal de cada obispo, y no según la norma general dictada por Dios.

Así pues, ¿qué hemos de hacer? ¿Debemos seguir creyendo a Cristo y a los Apóstoles? O ¿Debemos creer a los nuevos profetas? Ante tanta confusión yo les diría a aquellos que desean seguir siendo fieles a Dios:

1.- Que recen para que Dios les muestre el camino de la verdad.
2.- Que se mantengan firmes en la fe y que no acepten nada que sea contrario a la fe de siempre.
3.- Que fijen su corazón en la persona de Cristo, pues el que le sigue no anda en tinieblas. Cuando se ama de verdad a Cristo es imposible traicionarle e irse por caminos equivocados.

Satanás está desencadenado y tiene ahora gran poder dentro de la Iglesia. ¿Cómo puede ser que un cristiano se burle ahora de la doctrina de Cristo? Recordemos las palabras de Santiago: “El que quiere hacerse amigo del mundo se hace enemigo de Dios”…

Sermón Dominical

De la

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 01 de noviembre de 2015

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Homilía. Una maniobra inútil: los santos siguen presentes

Solemnidad de Todos los Santos

(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Mt 5: 1-12)
“Una maniobra inútil: Los santos siguen presentes”

Celebramos hoy la Fiesta de Todos los Santos, una fiesta que ha dejado de tener sentido en la iglesia moderna, pues ésta bien se ha preocupado de acabar con la devoción a ellos. ¿Qué ocurriría si los diamantes fueran tan frecuentes como los tomates? Hoy día son canonizados tantos santos; y además, personas que son hechos santos a pesar de su vida y su doctrina bastante dudosa. El nombramiento de un santo es infalible, pero ¿qué ocurre si cuando esos mismos que los nombran ya no creen en la infalibilidad?

Nos hemos acostumbrados a no usar el sentido común. La iglesia en la que vivimos actualmente es una iglesia nueva. Dicho así suena a exageración y radicalismo; pero es que esta sociedad nuestra se ha puesto una venda ante los ojos para no ver lo que está ocurriendo. Estamos viviendo situaciones insólitas. ¿Cómo se pueden reunir obispos para decidir por votación si algo es bueno o malo? ¿Acaso se puede votar lo que Dios ya nos ha dicho que es un sacrilegio? Los obispos de la iglesia universal se reúnen para discutir algo sobre lo que no cabe discusión alguna, ¿qué sentido tiene eso? Me admira ver la falta de formación filosófica, teológica, moral e incluso humana de nuestros obispos. Hasta los obispos y cardenales que tendrían que haber hablado claramente se han limitado a hacer afirmaciones anodinas.

Hoy día se hace desde las más altas esferas una permanente burla de la vida consagrada, y en cambio se exalta a aquellas “supuestamente monjas” que pregonan principios que son totalmente anticristianos.

Pero esta Iglesia nuestra no está destruida, aunque ha quedado reducida a un verdadero resto; siendo perseguida incluso por la misma jerarquía.

Frente a esto, la fiesta que celebramos el día de hoy: la fiesta de Todos los Santos. Ellos también pertenecen a la misma Iglesia a la que pertenecemos nosotros. Ellos son nuestros modelos, héroes, intercesores. Los santos son la prueba y demostración de la grandeza de Dios y del hombre.

La vida maravillosa de los santos supone la existencia de una línea divisoria muy tenue entre el mundo natural y el sobrenatural. Vienen a mi memoria el ejemplo de tantos santos: San Pelayo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Pedro, San Francisco de Asís…

Sermón Dominical

De la

FIESTA DE CRISTO REY

Por el Reverendo padre Alfonso Gálvez Morillas

¡IMPERDIBLE!

Sermón del 25 de octubre de 2015

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Homilía: doctrinas para desorientar a despiertos

Fiesta de Cristo Rey

(Misa Tridentina o Misa de San Pío V)
(Jn 18: 33-37)

Esta fiesta adquiere una especial importancia en estos momentos difíciles que está atravesando la Iglesia. La gente joven ya no entiende bien la idea de la realeza, pues la imagen y los ejemplos que ven del “rey” son bastante negativos. La idea de la realeza ha sido más bien una utopía que una realidad. Sólo Jesucristo encarna verdaderamente el auténtico sentido de la realeza.

Jesucristo estableció su Iglesia como una monarquía, por lo que la figura del papado siempre fue esencial. Hoy día la figura del Papa es cuestionada, pues se prefiere hablar de una “Iglesia descentralizada”. No podemos olvidar que el c. Vaticano I definió como dogma de fe que el papa tiene un poder supremo sobre toda la Iglesia. Sobre la Iglesia universal y sobre las iglesias particulares. Una potestad suprema en el gobierno, la enseñanza y la santificación de la misma. Esta idea, que es dogma, se tiende a escamotear e incluso a olvidar.

La Iglesia es “Una”. Cristo la fundó sobre una piedra, que fue Pedro y sus sucesores. Y así ha de ser hasta el final de los tiempos. Hoy día esta idea fundamental está siendo atacada. Buscándose una iglesia descentralizada, en la que cada una tendrá su doctrina, su moral, su gobierno. Pues se dice que la verdad no es universal, sino que ésta se ha de “adecuar” a cada civilización. A mí me recuerda esto a lo que defendía O. Spengler cuando decía que no había verdades universales. ¿Cómo puede ser que 180 obispos hayan firmado esto en las conclusiones finales del sínodo de obispos que se ha celebrado en Roma?

Ante estos errores que pasan desapercibidos me vienen a la memoria las profecías de los últimos tiempos: “En los últimos tiempos aparecerán falsos profetas que engañarán a muchos”. Es por ello que hemos de estar atentos. El ambiente que nos rodea es de mentira y engaño. Es por ello que tenemos necesidad, más que nunca, de hacer a Cristo nuestro único rey, para recibir de Él la enseñanza, su amor. Que sea Cristo Rey quien mande y dirija nuestra vida.

En muchas ocasiones nos dice Jesucristo que Él era rey: “Mi reino no es de este mundo”; “me habéis llamado Maestro y Señor…”; “antes de que Abrahám existiera existo yo”. Si Cristo dice que su reino no es de este mundo, ¿por qué la Iglesia de hoy tiene tanto empeño en hacerse amiga del mundo? No olvidemos lo que nos dice la Escritura: “El que quiera hacerse amigo del mundo se hace enemigo de Dios”.

Cristo es un rey que ordena, pero que también se pone a nuestro servicio: “Ya no os llamo siervos, sino amigos”. Cristo reúne en su persona las propiedades del rey perfecto….

Homilía: angustia de los moribundos que descuidaron su salvación

ligorio

25 octubre, 2015

SERMÓN PARA LA DOMINÍCA VIGÉSIMA SEGUNDA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Reddite ergo quæ sunt Cæsari, et quæ sunt Dei, Deo.

Dad al César lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios.

(Matth. XXII, 21)

Para sorprender a Jesucristo los Fariseos en lo que hablase, y acusarle después, enviaron a preguntarle  un día, si era o no era lícito pagar el tributo al César. A lo cual el Señor, conociendo su refinada malicia, respondió: “¿De quién es esa imagen grabada en la moneda? Del César respondierónle los enviados. Pues dad al César lo que es del César -replicó Jesucristo, y a Dios lo que es de Dios”. Con estas palabras quiso enseñarnos, que debemos dar a los hombres lo que les es debido: pero que quería para sí todo el amor de nuestro corazón, puesto que para esto nos creó, y por esta misma causa nos impuso el precepto de amar a Dios sobre todas las cosas: Diliges Dominum Deum tuum ex toto corde tuo. ¡Ay de aquél, que vea a la hora de la muerte, que ha amado a las criaturas y sus gustos, y ha descuidado amar a Dios! Porque enmedio de las angustias que entonces le cercarán, buscará la paz y no la hallará: Angustia superveniente, requirent pacem, et not erit, (Ezech. VII, 25). Y ¿cuáles serán estas angustias que le han de cercar y atormentar? Escuchadlas: entonces dirá el infeliz moribundo:

Podía haberme hecho santo y no lo hice. Punto 1º

¡Ah, tuviese yo ahora tiempo de enmendar mi error! Punto 2º

Pero éste ya no es tiempo de remediarlo… Punto 3º

PUNTO 1. PODÍA HABERME HECHO SANTO Y NO LO HICE

1. Como los santos en toda su vida no piensan en otra cosa que en dar gusto a Dios y hacerse santos, esperan con gran confianza la muerte, que los libra de las miserias y de los peligros de la vida presente, y los une perfectamente con Dios. Pero, el que no piensa sino en satisfacer sus propios apetitos, y en vivir cómodamente, sin encomendarse a Dios, y sin acordarse de la cuenta que debe darle un día, ¿cómo ha de poder esperar la muerte con tranquilidad? ¡Que dignos de compasión son los pecadores! Ellos lanzan de sí la idea de la muerte cuando la tienen cerca, y solamente piensan en vivir alegremente como si nunca hubiesen de morir; no tienen presente que a cada uno ha de llegar su fin: Finis venit, venit finis (Ezech. VII, 2). Y cuando éste llegare, cada cual cogerá aquello que sembró, como dice San Pablo: Quœ enim seminaverit homo, hœc et metet… (Gal. VI, 8 )El que hubiere sembrado obras santas, cogerá premios y vida eterna: y el que hubiese sembrado obras malas, cogerá castigos y eterna muerte.

2. La primera cosa que se representará al moribundo, cuando se le anuncie la proximidad de la muerte, será la escena de la vida pasada, y entonces verá las cosas de una manera muy distinta de aquellas en las que veía cuando gozaba de buena salud. Aquellas venganzas que le parecían lícitas; aquéllos escándalos de que hacía poco caso; aquella libertad de hablar de cosas deshonestas o contra la fama del prójimo; aquellos placeres que tenía por inocentes ; aquellas injusticias que creía eran permitidas, se le manifestarán entonces pecados y ofensas graves contra Dios, como lo eran realmente. Los hombres que cierran los ojos a la luz para no verla mientras viven, han de ver a pesar suyo a la hora de la muerte todo el mal que han hecho: Tunc aparientur oculi cæcorum (Isa. XXXV, 5). A la luz de la muerte verá el pecador y se irritará, como dice el real Profeta : Peccator videbit et irascetur (Psal. CXI, 10). Verá todos los desórdenes de su vida pasada; los sacramentos que despreció: las confesiones que hizo sin dolor y sin propósito de la enmienda; los contratos hechos contra el grito de la conciencia; las injusticias cometidas contra el prójimo en sus bienes, o en su reputación; las bufonadas deshonestas; los odios inveterados, y los pensamientos de venganza. Verá los ejemplos que pudo imitar, dados por las personas temerosas de Dios, y de los cuales se burló, calificando de hipocresía  o de necedad los ejercicios de religión y de piedad. Verá las inspiraciones de Dios que despreció, cuando le llamaba por medio de los doctores y maestros espirituales, y tantas resoluciones y promesas que hizo y dejó de cumplir.

3. Verá especialmente, las depravadas máximas que siguió durante su vida, por ejemplo: es necesario conservar el honor, sin cuidado del honor de Dios: es preciso gozar cuando se presente la ocasión; sin reparar en que quizá estos goces eran otras tantas ofensas contra el Creador. ¿Qué papel hace en el mundo el pobre que no tiene dinero? Como si fuera mejor amontonar oro y perder su alma. ¿Qué hemos de hacer? puestos en el mundo, es menester que nos dejemos ver en él como la sociedad exige. De esta manera hablan los hombres mundanos mientras disfrutan de buena salud: pero mudan de lenguaje a la hora de la muerte, y reconocen la verdad de aquella máxima de Jesucristo: ¿De que sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma? (Matth. XVI, 26). En aquella hora fatal dirá el enfermo: ¡Ay de mí, que tuve tanto tiempo para arreglar los negocios de mi conciencia, y me encuentro al final de mi vida sin haberlos arreglado! ¿Que trabajo me hubiese costado dejar aquella mala inclinación, haberme confesado cada semana, y haberme evitado las ocasiones de pecar? Y aún cuando esto me hubiese costado alguna incomodidad, ¿no debía yo haberla soportado para salvar mi alma? Pero ¡gran Dios! los pensamientos de tales moribundos que tienen turbada el alma, son muy semejantes a los de los réprobos, que tienen en el Infierno el dolor inútil de haber pecado porque la culpa fue la causa de su perdición.

4. Entonces no consuelan las diversiones pasadas, ni la pompa que ya no existe, ni las venganzas ejecutadas contra los rivales. Todas las cosas convertidas a la hora de la muerte en espadas, que traspasarán el corazón del pecador, como dice David: Virum injustum mala capient in interitu.(Psal. CXXXIX; 12). Mientras se goza de salud, desean los amantes del mundo banquetes, bailes, juegos y diversiones; pero a la hora de la muerte, todas estas alegrías se convertirán en llanto y tristeza, como dice Santiago: Risus vester in luctum convertetur, et guardium in mærorem.(Jac. IV, 9). Y por desgracia vemos que sucede esto muya a menudo. Enferma gravemente aquel joven brillante, que mantenía la conversación con sus agudezas, chistes y obscenidades. Sus amigos van a visitarle, y le encuentran terriblemente triste y afligido. Ya no se chancea, ni se ríe, ni habla; y si pronuncia algunas palabras, sólo manifiesta en ellas terror y desesperación. Entonces sus amigos: le dicen ¿que tristeza se ha apoderado de tí? Es preciso estar tranquilo, porque esta disposición no vale nada. ¿Y cómo ha de estar tranquilo el infeliz enfermo, cuya conciencia está llena de pecados y de remordimientos, y que ve llegar el momento en que ha de dar cuenta a Dios de toda su vida pasada, cuando tiene tantos motivos  de temer una sentencia de reprobación? Entonces exclamará: ¡Cuán necio he sido! Si yo hubiese amado a Dios, no me hallaría al presente cercado de angustias. Si yo tuviese tiempo de remediar mis desórdenes pasados, ¡cómo lo haría al presente!

PUNTO 2. ¡AH, SI TUVIESE YO AHORA TIEMPO DE ENMENDAR MI ERROR!

5. ¡Ah, si tuviese tiempo de enmendar mi error! ¡Qué no haría yo ahora! Así hablará el mundano moribundo. Pero ¿cuándo pensará el desgraciado de este mundo?  Cundo se acabe el aceite de la lámpara de su vida y se mire a la puerta de la eternidad. Una de las mayores angustias que experimentan entonces los mundanos es; considerar el mal uso que hicieron del tiempo, cuando en vez de atesorar méritos para el Paraíso, solamente los acumularon para el Infierno. ¡Si tuviese tiempo! Vas buscando tiempo después de que perdiste  tantas noches jugando, tantos años dando gusto a tus sentidos, y tantas semanas maquinando venganzas, sin pensar un instante en tu pobre alma. Ya no hay tiempo para ti, porque perdiste todo el que se te concedió: Tempus non erit amplius (Apoc. X, 6) ¿No te habían avisado ya los predicadores, que estuvieses preparado para la hora de la muerte, porque te sorprendería cuando menos pensases? Estad siempre prevenidos, dice Jesucristo por San Lucas (XII, 40), porque vendrá el Hijo de Dios a la hora que menos penséis. Con razón le dirá Dios entonces: Tu despreciaste mis amonestaciones, y perdiste el tiempo que mi bondad te concedía para merecer. Ahora ya no hay tiempo. Oye como el sacerdote que te asiste, intima ya que salgas de este mundo: Sal alma cristiana, de este mundo ¿Y a dónde ha de ir? A la eternidad. La muerte no respeta ni a los pobres ni a los monarcas; y cuando  llega, no espera un momento, como dice es santo Job, por estas palabras: Tiene señalados los términos de su vida, más allá de los cuales no podrá pasar (Job. XIV, 5).

6. ¡Que terror tendrá el moribundo al oír estas palabras, haciendo en su mente esta reflexión:Esta mañana estoy vivo; y esta tarde estaré muerto. Hoy estoy en esta casa; y mañana estaré en la sepultura. ¿Pero mi alma donde estará? Crecerá su espanto cuando vea preparar la candela, y oiga que el confesor dice a sus deudos, que salgan de aquel aposento y no entren más; se aumentará aún desmedidamente cuando el confesor le ponga el Crucifijo en las manos y le diga: Abrazaos con Jesucristo y no penséis ya en el mundo. El enfermo toma el Crucifijo y le besa; y entretanto tiembla de pensar en las muchas injurias que le ha hecho, de las cuales quisiera ahora tener un verdadero arrepentimiento: pro ve que el que tiene no es sincero, sino forzado por el miedo de la muerte que ve presente. Y San Agustín dice, que “aquél que es abandonado por el pecado antes que él le haya dejado, no le detesta libremente, sino movido de la necesidad”.

7. El engaño común de los hombres mundanos es, parecerles grandes las cosas de la tierra mientras viven, y pequeñas las del Cielo, como remotas e inciertas. Las tribulaciones les parecen insufribles; y los pecados graves, cosas despreciables. Estos miserables están como si se hallasen encerrados en una habitación llena de humo, que les impide distinguir los objetos. Más a la hora de la muerte se desvanecen estas tinieblas, y el alma comienza a ver las cosas como son en realidad. Entonces todo lo de este mundo aparece como es: vanidad, ilusión y mentira; y las cosas eternas se manifiestan con toda su grandeza. El Juicio, el Infierno y la Eternidad, de que no hacían caso durante su vida, se dejarán ver a la hora de la muerte como cosas las más importantes, y a medida de que comiencen a manifestarse tal cual son, crecerán los temores y el espanto de los moribundos. Porque, cuanto más se acerca la sentencia del Juez, tanto más se teme la condenación eterna. Entonces pues, el enfermo exclamará sollozando: ¡Cuán desconsolado muero! ¡Ay de mí! ¡Si yo hubiese sabido la muerte desgraciada que me esperaba! ¿Con que no lo sabías? Obligación tenías  de haber previsto este caso, puesto que no ignorabas, que a una mala vida, no puede seguir una buena muerte, como nos dice la Escritura, y repiten a menudo los predicadores.

PUNTO 3. A LA HORA DE LA MUERTE NO QUEDA TIEMPO DE REMEDIAR EL ERROR

8. A la hora de la muerte  ya no les queda tiempo a los moribundos para remediar los desórdenes de la vida pasada; y esto sucede por dos razones 1ª Porque este tiempo es muy breve; pues, además de que en los días en que comienza y se agrava la enfermedad, no se piensa en otra cosa que en los médicos, en los remedios y en el testamento, los parientes, los amigos y hasta los médicos, no hacen otra cosa que engañar al enfermo, dándole esperanzas que no morirá  de aquella enfermedad. Por esto el enfermo, alucinado por ellos, no se persuade de que la muerte está próxima. ¿Cuando, pues comenzará a creer que se muere? Cuando comienza a morirse. Y esta es la segunda razón de que aquel tiempo no es apto para mirar por el alma. Porque entonces está tan enferma ésta como el cuerpo. Los afanes, el trastorno de la cabeza, las vanas conversaciones, asaltan de tal modo al enfermo, que le inhabilitan para detestar verdadera y sinceramente los pecados cometidos, buscan remedios eficaces contra los desórdenes de la mala vida pasada, y para tranquilizar su conciencia. La sola noticia de que se muere, le aterra tanto, que le tratorna enteramente.

9. Cuando uno padece un fuerte dolor de cabeza, que le ha impedido el sueño dos o tres noches, no puede dictar una carta de ceremonia; ¿cómo ha de poder arreglar a la hora de la muerte una conciencia embrollada, con tantas ofensas cometidas contra Dios por el espacio de treinta o cuarenta años, un enfermo que no siente ni comprende, y tiene una confusión de ideas que le espantan? Entonces se verificará lo que dice el Evangelio: Viene la noche de la muerte cuando nadie puede hacer nada. Entonces sentirá que le dicen interiormente: No quiero que en adelante cuides de mi hacienda. Esto es: ya no puedes cuidar de tu alma, cuya administración se te confió. Llegado que haya el día del exterminio… habra disturbio sobre disturbio (Ezech. VII, 25 et 26).

10. Solemos decir de algunos, que llevaron mala vida; pero que después hicieron una buena muerte arrepintiéndose y detestando sus pecados. Pero San Agustín dice que “A los moribundos no les mueve el dolor de los pecados cometidos, sino el miedo de la muerte”: Morientes non deliciti pænitentia, sed mortis urgentis admonitio compellit. (Serm. XXXVI). Y el mismo Santo añade: “El moribundo no teme al pecado, sino al fuego del Infierno: Non metuit peccare, sed ardere. Y en efecto ¿aborrecerá a la hora de la muerte aquellos mismos objetos que tanto amó hasta entonces? Quizá los amará más; porque los objetos amdos, solemos amarlos más cuando tememos perderlos. El famoso maestro de San Bruno murió dando señales de penitencia; pero después, estando en el ataúd, dijo que se había condenado. Si hasta los santos se quejan de que tienen la cabeza tan débil a la hora de la muerte, que no pueden pensar en Dios ni hacer oración, ¿cómo podrá hacerla el que no hizo nada en toda su vida? Sin embargo, si los oímos hablar nos inclinamos a creer, que tienen un verdadero dolor de los pecados de su vida pasada; es difícil, empero, que le tengan. El demonio, por medio de sus ilusiones, puede aparentar en ellos un verdadero dolor o el deseo de tenerle, mas suele engañarnos. Hasta de un corazón empedernido pueden salir las expresiones siguientes: Yo me arrepiento; tengo dolor; siento con todo mi corazón, y otras semejantes. A veces se confiesan, hacen actos de contrición, y reciben todos los sacramentos. Sin embargo, yo pregunto si se han salvado por esto. Dios sabe como se hicieron aquellas confesiones, y como se hicieron aquellos sacramentos. ¡Oh! ha muerto muy resignado, suele decirse. Y ¿que quiere decir que ha muerto resignado? También parece que va resignado a la muerte el reo que camina al suplicio. Y ¿porqué? porque no puede escapar entre los alguaciles y soldados que le conducen maniatado.

11. ¡Oh momento terrible, del cual depende la eternidad! ¡Oh momentum, a quo pendet  æternitas! Este es el que hacía temblar a los santos a la hora de la muerte, y les obligaba a exclamar: ¡Oh Dios mío! ¿En dónde estaré en pocas horas? Porque, como escribe San Gregorio,hasta el alma del justo se turba a las veces con el terror del castigo: Nonnumquam, terror vindicatœ etiam justi anima turbatur. (San Greg. Mor. XXIV). ¿Que será, pues, de la persona que hizo poco caso de Dios, cuando vea que se prepara el suplicio en el cual debe ser sacrificado? (Job. XXI, 20). Verá el impío con sus propios ojos la ruina de su alma, y beberá el furor del Todopoderoso, esto es, comenzará desde este momento a experimentar la cólera divina. El Viático que deberá recibir, la Extremaunción que se le administrará, el Crucifijo que le pondrán en sus manos, las oraciones o recomendación del alma que recitará el sacerdote, el cirio bendito ardiendo, serán el suplicio preparado por la justicia divina. Cuando el moribundo vea éste lúgubre aparato, un sudor frío correrá por sus miembros, y no podrá ni hablar, ni moverse, ni respirar. Sentirá que se acerca más y más el momento fatal; verá su alma manchada por los pecados; el juez que le espera, y el Infierno que se abre bajo sus plantas. Y enmedio de estas tinieblas y de esta turbación, se hundirá en el abismo de la eternidad.

12. Utinam saperent, et intelligerent, ac novissima providerent. ¡Ojalá que tuviesen sabiduría e inteligencia, y previesen sus postrimerías! (Deut. XXXII, 29). Con estas palabras oyentes míos, nos amonesta el Espíritu Santo, a prepararnos y fortificarnos contra las angustias terribles que nos esperan en aquella última hora. Arreglemos, pues desde éste instante, la cuenta que hemos de dar a Dios; porque no podemos de otro modo arreglarla  de manera que aseguremos la salvación de nuestra alma.

¡Jesús mío crucificado! no quiero esperar que llegue la hora de la muerte para abrazaros, sino que os abrazo desde ahora. Os amo más que a todas las cosas, y, por lo mismo, me arrepiento con todo el corazón de haberos ofendido y despreciado a Vos, que sois bondad infinita. Yo propongo amaros siempre, ayudado de vuestra gracia,y espero no ofenderos en adelante. Ayudadme, Dios mío, por los méritos de vuestra pasión sacrosanta, para que siempre os ame hasta disfrutar con Vos el cielo, la gloria eterna.

[Fuente: Ecche Christianus]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com

Homilía: de la eternidad y del infierno

ligorio

18 octubre, 2015

SERMÓN PARA LA DOMINICA VIGÉSIMAPRIMA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Tradidit eum tortoribus, quoadusque universum debitum.
Entrégole en manos de los verdugos, hasta tanto que satisficiera la deuda por todo entero.
(Matth. XVIII, 34)

Dice el Evangelio de hoy, que habiendo administrado mal los bienes de su señor, un criado, se halló, al rendir las cuentas, que quedaba deudor de diez mil talentos; y queriendo el señor que los pagase, el criado le dijo: Ten un poco de paciencia, que yo te lo pagaré todo: Patientiam habe in me, et omnia reddam tibi. Más, movido el señor a compasión de aquel criado, le perdonó la deuda. Este mismo criado había fiado a otro compañero suyo cien denarios, y no pudiéndoselos éste pagar, le suplicó que le esperase algún plazo de tiempo; aquél, empero no quiso escucharle, sino que mandó ponerle en la cárcel.

Luego que su señor supo de ésta acción cruel, le llamó y le dijo: ¡Oh criado inicuo! Yo te he perdonado diez mil talentos. ¿Cómo es que tu no has tenido piedad de tu compañero, que solamente te debía cien denarios? En seguida le entregó en manos de los verdugos para que le atormentasen hasta tanto que satisfaciera la deuda toda por entero.Tradidit eum tortoribus, quoadusque reddered universum debitum. Aquí tenéis, oyentes míos descrita en éstas últimas palabras la sentencia de la eterna condenación que está preparada para los pecadores. Muriendo en pecado, son deudores a Dios de todas sus iniquidades; y porque no pueden ya satisfacerle en otra la vida por las culpas cometidas, deberán penar eternamente en el Infierno, puesto que quedan deudores a la divina justicia para siempre, es decir, por toda la eternidad. De esta desgraciada eternidad quiero hablaros hoy. Prestadme atención.

  1. Gran pensamiento es el de la eternidad, como le llama San AgustínMagna cogitatio. Dice el santo Doctor, que Dios nos hizo cristianos y nos instruyó en la fe para que pensemos en la eternidad: Ideo christiani sumus, ut semper de futuro sœculo cogitemus. Este pensamiento movió a dejar el mundo a tantos grandes de la tierra, que se despojaron de sus riquezas y fueron a encerrarse en un claustro para vivir allí pobres y penitentemente. Este pensamiento envió tantos jóvenes a las grutas y a los desiertos, y movió a tantos mártires a abrazar los tormentos y la muerte. Lo único que se proponían era salvar el alma por toda la eternidad, toda vez que en este mundo no tenemos una patria duradera -como dice San Pablo-, sino que buscamos la eterna:Non enim habemus hic manantem civitatem, sed futueam inquirimus.(Hebr. XIII, 14). En efecto, amados cristianos; este mundo que habitamos no es nuestra patria, sino solamente un lugar de paso, por el cual llegaremos en breve a la eternidad. Pero en la eternidad es muy distinta la mansión de los justos, que está llena de delicias, de la mansión de los pecadores, que es una cárcel llena de tormentos. A una de estas hemos de ir todos nosotros sin remedio, como dice San AmbrosioIn hanc vel in illam æternitatem cadam, ne cesse est.(S. Amb. in Psal. 118).
  2. Y no olvidemos, que hemos de estar siempre en aquella de estas dos mansiones en que entremos una vez: Si lignum ceciderit, ibi erit(Eccl. XI, 3). Cuando cortan un árbol ¿hacia que lado cae? Hacia el que está inclinado. ¿A cual caerás tu, pecador que me oyes, cuando corte la muerte el árbol de tu vida? Caerás al lado que te inclines. Si te hallas inclinado hacia la parte del austro, esto es, en gracia de Dios; serás siempre feliz: pero si te inclinas al aquilón, serás siempre desgrciado: O siempre feliz en el Cielo, o siempre desgraciado y desesperado en el Infierno. El morir es una necesidad para todos los mortales, como nos lo enseña la fe y la misma experiencia; pero no sabemos cual de estas dos eternidades nos ha de caber después de la muerte: Necesse mori, post hæc autem dubia æternitas.
  3. Esta incertidumbre de las dos eternidades ocupaba continuamente la imaginación de David, le quitaba el sueño y le tenía amedrentado, como dice el mismo real Profeta:“Estuvieron mis ojos abiertos antes de la madrugada, estaba como atónito y sin articular palabra: púseme a considerar los días antiguos, y  meditar en los años eternos”San Ciprianohace esta pregunta:¿Que cosa era la que inspiró a muchos santos, a practicar una vida que fue un continuo martirio, por las continuas asperezas con que castigan su propio cuerpo? Y responde el mismo Santo: Estas asperezas se las inspiraba el pensamiento de la eternidad. Cierto monje se encerró en una fosa, en la que no hacía otra cosa que exclamar: ¡Oh eternidad! ¡Oh eternidad! Aquella famosa pecadora, convertida por el abad Pafnucio, tenía siempre presente la eternidad , y decía: ¡Quién me asegura la eternidad feliz, y me liberta de la eternidad desgraciada! El mismo temor tuvo a San Andrés Avelino en un continuo terror y llanto hasta la muerte, de suerte, que preguntaba a cuantos veía: ¿Que dices tú? ¿Me salvaré o me condenaré para siempre?
  4. ¡Oh si nosotros tuviésemos siempre presente la eternidad! No estuviéramos tan apegados a las cosas de este mundo. Por eso escribe San Gregorio“El que tiene fija en su mente la eternidad, no se engríe en a prosperidad, ni se abate en la adversidad; y como nada tiene en el mundo que apetecer, nada tiene tampoco que temer. Únicamente desea la eternidad feliz, y únicamente teme la eternidad desgraciada”. Cierta señora estaba muy embebecida en las vanidades del mundo: fue a confesarse un día con el padre maestro de Ávila, quien le mandó fuese a su casa y pensase allí en estas dos palabras: siempre y jamás. La señora lo hizo así y desterró de su corazón el apego al mundo y lo consagró a Dios. San Agustínescribe: “El que piensa en la eternidad y no se convierte a Dios, o no tiene fe, o no tiene juicio” (S. Aug. in Soliloq.)En confirmación de ésta verdad, refiere San Juan Crisóstomo, que los gentiles echaban en cara a los cristianos que eran embusteros, o insensatos. Embusteros, si decían que creían lo que realmente no creían; o insensatos, porque creyendo en la eternidad, no por eso dejaban de pecar.
  5. ¡Ay de los pecadores!dice San Cesáreo de Arlés.“Ellos entran en la eternidad sin haberla conocido; pero allí serán los gritos de dolor, cuando hayan en ella entrado y vean que no pueden salir. Al que ha de entrar en el Infierno, se le abre la puerta; pero luego que ha entrado, se le cierra para siempre”. Las llaves las tiene el mismo Dios, como dice San Juan: Et habeo claves mortis et inferni. (Apoc. I, 18); para darnos a entender, que el que ha tenido la desgracia de entrar allí, está condenado a no salir jamás. “La sentencia de los condenados, -dice San Juan Crisóstomo– esta grabada sobre la columna de la eternidad, y no será jamás revocada”. En el Infierno no se cuentan ni los días ni los años. Dice San Antonino, que “si un condenado supiese que había de salir del Infierno, después de que pasen tantos millones de años cuantas gotas de agua tiene el mar, y átomos hay en la tierra, se alegraría mucho más de lo que se alegra un hombre condenado a la horca, cuando recibe la noticia de que le han perdonado, aún cuando además le hiciesen monarca del mundo”. Pero pasarán todos esos millones de años, y el Infierno del condenado apenas habrá comenzado. Más ¿de que sirve multiplicar millones y millones de años a la eternidad, si, como dice San Hilario, no ha de tener jamás fin? Ubi putas finem invenire ibi incipit. Por eso dice San Agustín, que “la eternidad no puede compararse con las cosas que tienen fin”Quœ finem habent, cum æternitate comparari non possunt. (In Psal. XXXVI). Cualquiera condenado se contentará con hacer ese pacto con Dios, a saber: que Dios aumentará sus penas cuanto quisiera, señalando el término más remoto que le plugiese, con tal que tuviese fin. Empero la desgracia es, que este fin no ha de llegar jamás. ¿Con qué ha desaparecido para mi, todo término a mis males? Si: la trompeta de la divina justicia resuena sin cesar en el Infierno, recordando a los condenados, que sus penas han de durar siempre, y nunca, nunca han de acabar.
  6. Si el Infierno no fuese eterno, no sería su pena tan grande como es: porque, como escribeTomás de Kempis“No es grande la pena que tiene fin”. Cuando un enfermo ha de sufrir una incisión, o una cauterización sobre una parte gangrenada de su cuerpo, el dolor es intenso, pero soportable porque termina presto. pero cuando el dolor es agudo, y dura muchos meses, se hace insoportable. ¡Ah infelices pecadores obcecados! Cuando aquí se les habla del Infierno suelen responder:Si voy allí tendré paciencia. Pero ¡Cómo mudarán de pensar cuando se ven en él! No se trata de sufrir allí algunos días o meses, ni de un dolor más o menos agudo: se trata de sufrirlos por toda la eternidad.
  7. Jamás terminarán; jamás se atenuarán en lo más mínimo. El réprobo siempre sufrirá el mismo fuego, la misma privación de Dios, la misma tristeza, la misma desesperación; porque, como diceSan Cipriano“En la eternidad no se hace cambio ninguno”. Y esta misma idea de conocer anticipadamente todo aquello que ha de sufrir siempre, aumentará muchísimo su pena. Describiendo Daniella felicidad de los bienaventurados, y la desgracia de los réprobos dice que:“Éstos verán siempre, y siempre tendrán fija en su imaginación su eterna desgracia; y por eso la eternidad los afligirá, no solamente con el peso de la pena presente, sino también con el de la futura, que es eterna”.
  8. Y estas no son opiniones controvertidas entre los doctores; sino dogmas de fe, que están bien claros en las Sagradas Escrituras. La Escritura, empero replica un hereje, dice: Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno(Matth. XXV, 41); luego, lo que es eterno es el fuego, más no la pena de daño. Así habla este incrédulo; más habla neciamente. ¿A que fin hubiese Dios creado este fuego eterno, si no sirviese para castigar a los réprobos eternamente? Pero, para quitar todo pretexto de duda, muchos textos hay en la Escritura que dicen que no sólo es eterno él, sino también la pena de daño.
  9. Me replicará quizá algún incrédulo: Pero ¿Cómo Dios siendo justo, puede castigar con una pena eterna un pecado que solo dura un momento? A esta objeción respondo que: “la gravedad de un delito no se mide por la duración del tiempo, sino por el peso de la malicia; y la malicia del pecado mortal es infinita”, como dice Santo Tomás“porque es una ofensa cometida contra Dios que es infinito en su bondad, en su omnipotencia, y en todos sus atributos”“He ahí porque el condenado merece sufrir una pena infinita; no siendo, empero, capaz de tal pena ninguna criatura-añade Santo Tomás- Dios la hace infinita en la duración, más no en la intensión”. Además de esto, es cosa justa, que no cese la pena que merece el pecador mientras éste persevere contumaz en su pecado. Y por esta razón, así como en el Cielo es siempre premiada la virtud de los justos porque siempre dura, así en el Infierno es castigada siempre la culpa de los réprobos, porque siempre permanecen contumaces en ella. Escribe Eusebio EmisenoQuia non recipit causæ remedium, carebit fine supplicium. Y está tan obstinado en su pecado el réprobo que se halla en los Infiernos, que aunque Dios le ofreciese el perdón de sus culpas, lo rehusaría por el odio grande que contra Dios abriga su corazón. Esto dice Dios porJeremías (XV, 18)con estas palabras ¿Quare factus est dolor meus perpetuus, et plaga mea desperabilis, renuit curari? ”Mi herida es incurable, porque yo no quiero que me curen” -dice el réprobo-. ¿Cómo pues, podrá Dios sanar la herida de la mala voluntad de los réprobos, cuando ellos rechazan y no quieren admitir el remedio, aunque se les ofrezca? Así el castigo de los réprobos se llama una espada, una venganza irrevocable. (Ezech. XXI, 5).
  10. Y por la misma razón acaece, que la muerte, que es tan temible y nos espanta en este mundo, en el Infierno la desean los réprobos y no la pueden conseguir. En aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán; desearán morir, y la muerte irá huyendo de ellos.(Apoc. IX, 6).Desearían ser exterminados y destruidos por no padecer eternamente; pero no hallarán éste remedio exterminador que les sugiere su misma desesperación. (Sap. I, 14). Cuando un hombre condenado a la horca ha sido arrojado por el verdugo y no puede ahogarle con presteza, éste espectáculo mueve al pueblo a compasión: pero los pobres condenados viven en continuas agonías de muerte, y no tienen otra muerte que el tormento que no puede quitarles la vida.Prima mors -dice San Agustín animam nolentem pellit de corpore, secunda mors nolentem tenet in corpore. “La primera muerte arranca el alma del cuerpo del pecador cuando él no quisiera morir; pero la segunda, que es la eterna, retiene su alma en el cuerpo cuando quisiera morir para terminar de una vez sus amargas penas”. El real Profeta dice: Sicut oves in Inferno positi sunt, mors depascet eos“Como rebaños de ovejas serán metidos en el Infierno: la muerte se cebará en ellos eternamente” (Psal. XLVIII, 15). Y en efecto, es así. La oveja, cuando pace, arranca y come las hojas de la planta y deja la raíz. La planta no muere, sino que crece y se vuelve a cubrir de hojas. Pues lo mismo hace la muerte con los réprobos: los atormenta y los oprime de penas; pero les deja la vida, que es la raíz de sus tormentos.
  11. Más, ya que para estos desgraciados no hay esperanza de salir del Infierno, sería menos doloroso que pudiesen engañarse y alucinarse a sí mismos, discurriendo de éste modo: Quizá Dios se moverá algún día a compasión de nosotros y nos librará de estos tormentos.Más no sucede así en el Infierno, donde no cabe tal alucinamiento; porque el condenado, así como sabe de positivo que hay Dios, sabe también que sus padecimientos no hn de terminar jamás:Existimasti inique, quod ero tui similis, arguam te, et statuam contra faciem tuam (Psal. XLIX, 21)Siempre verá sus pecados presentes y la sentencia de su eterna condenación.
  12. Deduzcamos de todo lo que acabo de manifestar, amados oyentes míos, que el negocio de nuestra salud eterna debe ser el más interesante y el más esencial para nosotros. Se trata el dela eternidad, es decir de una felicidad que no tendrá fin si nos salvamos; o de una desgracia también eterna, si nos condenamos. Cuando Tomás Moro fue condenado a muerte por Enrique VIII, trató su mujer de moverle a que cediera a la voluntad del rey; pero él le habló de éste modo: “Dime Luisa, ¿cuántos años crees tú que podría yo vivir todavía? Ya ves que soy viejo. -Aún podrías vivir veinte años. -¡Oh esposa insensata! replicó el esposo. ¿Y quieres que por veinte años en este mundo, me condene por una eternidad en el otro?
  13. ¡Oh Dios mío! Creemos en el Infierno, y sin embargo pecamos. Oyentes míos, no seamos nosotros tan necios como lo fueron tantos otros que ahora lloran sin remedio en los infiernos. ¿Que resta ya a los desgraciados de los placeres que disfrutaron en éste mundo? El Crisóstomo, hablando de los ricos y de los pobres exclama:¡O infelix felicitas, quæ divitem ad æternam infelicitatem traxit! O feix, quæ pauperem ad æternitatis felicitatem perduxit.Los santos se sepultaron vivos en las grutas y los desiertos, para no verse sepultados después de la muerte en el Infierno por toda una eternidad. Aunque la eternidad fuese una cosa dudosa, deberíamos, sin embargo, hacer de nuestra parte los mayores esfuerzos para evitar los eternos tormentos del Infierno. Pero no cabe duda ninguna; porque es artículo de fe, que todos nosotros, al salir de esta vida, debemos entrar en la eternidad para ser en ella, o eternamente felices, o eternamente desgraciados. Santa Teresa decía que: “Muchos cristianos se condenan porque no tienen fe”. Avivemos pues nosotros esa virtud, que es la que nos allana la entrada en el Paraíso. Tengamos presente, que después de esta vida miserable hay otra que no tiene fin.

Valgámonos de todos los medios, y hagamos todo cuanto esté de nuestra parte, para asegurar esta vida que ha de ser eterna. Y si para conseguir este objeto es preciso separarnos del mundo, abandonémosle inmediatamente, siguiendo los consejos del que murió por nosotros en una cruz y nos dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue su cruz y sígame. Creedme, oyentes míos; el único modo de asegurar la eterna salvación es, hacer guerra a los vicios, e imitar las virtudes que Jesucristo nos enseñó. Hacedlo así, y yo, en su nombre, os aseguro, que evitaréis la eterna condenación, y disfrutaréis de su bienaventurada compañía por toda la eternidad en la gloria. Amén.

San Alfonso María de Ligorio

[Fuente Ecce Christianus]

Tomado de:

http://www.adelantelafe.com