Ni cismáticos ni excomulgados

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[Original publicado en Julio de 1988]

Católicos en la encrucijada

Pareciera que desde el Concilio Vaticano II los católicos se sintiesen constantemente obligados a elegir entre verdad y obediencia, que viene a ser lo mismo que decir entre ser herejes o cismáticos. Así, limitándonos a unos pocos ejemplos, el católico se ha visto obligado a escoger entre la encíclica Pascendi de San Pío X, que condena el modernismo como síntesis de todas las herejías y la actual orientación eclesial, abiertamente modernista, que no cesa desde el órgano de la Santa Sede de elogiar el modernismo y a los modernistas (véanse, por ejemplo, los repetidos elogios de Gallarati Scotti, amigo del joven Montini, en L’Osservatore Romano del 7 de julio de 1976, 14 de enero de 1979, 5 de junio de 1981, etc.) y de denigrar a San Pío X, cuya encíclica sobre el modernismo fue calificada en su septuagésimo aniversario de «revelación falta de rigor histórico»(L’Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1977). Se ha visto obligado a elegir entre el mónitum del Santo Oficio de 1962 que condena las obras del jesuita Teilhard de Chardin por abundar «en tales ambigüedades, o más bien errores tan graves, que ofenden a la doctrina católica» y la actual orientación eclesial, que no vacila en citar dichas obras, incluso en discursos pontificios, y que en el centenario del nacimiento del jesuita apóstata (como lo ha llamado R. Valnève) ha exaltado con  en  una carta del Secretario de Estado de Su Santidad, cardenal Cassaroli, la «riqueza de pensamiento» y el «innegable fervor religioso» (L’Osservatore Romano, 10 de junio de 1981, provocando la reacción de un grupo de cardenales (V. Sí sí, no no, año VII, nº 15, p.15).

Se ha visto obligado a elegir entre la invalidez -ya definida- de las ordenaciones anglicanas (León XIII, Apostilicae curae, Dz. 1963-1966) y la actual orientación eclesial, en virtud de la cual un Romano Pontífice participó por primera vez en 1982 en la catedral de Canterbury en un rito anglicano, bendiciendo a la multitud juntamente con el primado laico de dicha secta herética y cismática, el cual en el discurso de recepción había reivindicado para sí, sin que nadie lo contradijera, el título de sucesor de San Agustín [de Canterbury], el católico que evangelizó la Inglaterra y la hizo católica (V. Sí sí no no, año VIII, nº20).

Se ha visto obligado a elegir entre la condena ex cathedra de Martín Lutero (Exurge Domine, Dz. 741 ss.) y la actual orientación eclesial, que, al conmemorar el V centenario del nacimiento del heresiarca alemán, declaró en la carta firmada por S.S. Juan Pablo II que hoy, gracias a «la investigación conjunta por parte de estudiosos católicos y protestantes  (…) se ha llegado a determinar la profundidad religiosa de Lutero» (L’Osservatore romano, 6 de noviembre de 1983).

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