Las reacciones virósicas

Todo parece haberse dicho ya sobre el Coronavirus, por representantes de distintas ramas del saber. Desde la epidemiología hasta la geopolítica; desde la teología hasta la estrategia; desde la literatura hasta la metahistoria. Se han dicho cosas con apropiado sentido del humor, y otras con necesaria y legítima solemnidad.

Quisiéramos acotar un par deshilvanado de comentarios, no sobre el virus en sí, sino sobre las reacciones que está suscitando.

Hay una primera reacción que es la del Poder Político. Impresiona la facilidad con que el Estado se ha autoerigido en una maquinaria de control despótico, coactivo,represor y fiscalizador; amo y señor de nuestras casas, de nuestras vidas privadas y públicas, de nuestros movimientos, desplazamientos y aún de nuestros actos domésticos. Con el agravante de que ese Estado Guardián –que adoptaría tales actitudes orwelianas para protegernos- está en las mismas manos de aquellos a quienes bien tenemos calados como crápulas y homicidas de todo jaez.

 De pronto, los sempiternos enamorados de la democracia, no sólo aceptan esta estatolatría feral e invasiva, sino que cooperan con ella, convirtiéndose en denunciantes seriales de los presuntos infractores a las medidas de Leviatán. La calificación de “policíaco” que podría hacérsele hoy a este monstruoso aparato de coerción y de cercenamiento, corre el riesgo de no hacer justicia a la policía. En rigor es un Estado Omnívoro, que engulle cuanto le parece que está en consonancia con el pantagruélico festín del Poder Mundial. Esta primera reacción que apuntamos, se funda en observaciones concretas de lo que estamos viviendo en nuestro país. Pero no cuesta extender el juicio al resto de las naciones.

Una segunda reacción pasible de ser observada, es la de la Iglesia. Ha habido excepciones;las hay. Creemos conocerlas y declararlas plausibles y edificantes. Nos referimos a las reacciones sobrenaturalizantes, austeramente piadosas, tradicionalmente devotas, claramente inscriptas en lo que siempre se dio en llamar Abandono a la Divina Providencia. Ruegos, letanías, himnos, conjuros, testimonios edificantes de Fe, que la adversidad acrece y suele fomentar entre los justos.

Pero la reacción eclesial prevalente es tan vergonzosa cuanto ruin. Y es sendas cosas, y tantas otras de peor catadura, en tanto se ha acoplado a Leviatán para no contradecir sus tiránicas disposiciones. Cierre de templos, suspensión de oficios,anulación de celebraciones, abolición de preceptos obligatorios,manipulaciones de los sacramentos, ausencia de actos de arrojo, temor servil, y una escalofriante conducta de dóciles empleados públicos en los prelados y en las jerarquías, que torna patente una vez más lo que muchos ya sabemos:la Barca hace agua, la cizaña estruja y constriñe al trigo, la añadidura se cotiza mejor que el Reino de Dios y Su Justicia.

Si tan desacralizante e inmanentista reacción guarda algún vínculo directo con la presencia de Bergoglio en la silla petrina, es algo que parece lícito deducir, o al menos imposible de descartar. El precitado pastor argento -en siete años que ya suman un número intranquilizante para los dilucidadores de símbolos- no ha dejado un solo día de su gestión de conculcar y de injuriar a la Fe Católica, prestando a la par servicios impensados a sus peores enemigos. Que el Padre pueda complacerse ante este camandulero, como lo hiciera con su “Hijo Único” en las riberas del Jordán, sería osado suponerlo. Todo indica que se nos pide, cuanto menos, a quienes buscamos la fidelidad, estar de centinelas sin relevos ante las acechanzas dolorosas y constantes de este timonel felón.

Una tercera reacción observable es la del común de la gente. Salvo también las consabidas excepciones, lo que se enseñorea es el comportamiento arrebañado, masificante, sumiso y aturdido por el pánico. Un pavor que todo lo noble inmoviliza y todo lo señorial anula y todo lo hidalgo cercena. Parece cumplirse la sentencia que asentó David Riesman en “La multitud solitaria”. No habrá ya un hombre dirigido por la Tradición, al modo medieval. Tampoco otro autodirigido, como soñaron ciertos capitostes renacentistas. Apenas si nos han dejado un <hombre heterodirigido>Doblemente. Desde un “afuera” que es lo más superficial y banal en él; y desde otro “afuera”, que son los medios masivos de comunicación, cada vez más infernalmente patentes e inmiscuidores.

Si no fuera meterse literalmente en camisa de once varas –y no estamos ni con ánimo ni con ciencia para ello- diríamos que ninguna de estas tres reacciones se comprenden bien sin la lectura del Libro del Apocalipsis.

No tema el lector que no incurriremos en la tentación de convertirnos en apocaletas, siquiera fugazmente. Pero es imposible, para quien haya recibido las lecciones del Catecismo –y es este el punto,no más, en que nosotros nos hallamos- no ver en aquellas tres reacciones mencionadas manifestaciones anticrísticas. Nos expliquemos mejor: manifestaciones que concuerdan con las que retrata San Juan que tendrán cabida cada vez que el Anticristo se manifieste. Verbigracia: un dominio planetario que aherroja todas las voluntades, una adulteración funestísima de la Religión y un enfriamiento de la caridad, a causa de la iniquidad. Sólo por mencionar lo básico, pues ya dijimos y volvemos a subrayarlo:hablamos en esto con la simpleza de quien sólo recibió la catequésis parroquial.

Nos han impresionado al respecto algunos casos concretos. El de aquellos que han muerto en cuarentena, aislados, sin la despedida de sus familiares, sin los auxilios sacramentales, y a quienes por todo consuelo, el Estado entregó a los deudos una bolsa con cenizas. Si la caridad no estuviese helada hasta convertirse en una cuajadura amortajante, tamaño desamor hubiera hecho plañir hasta a los corazones más pétreos. Se aceptó sin embargo la medida en nombre del sanitarismo y del cuidado ecológico del planeta.¿Es que a nadie parece importarle que estaticen nuestras vidas y nuestras muertes, como se pueden estatizar los servicios públicos? ¿Es que a nadie le importan los Novísimos? ¿Es que no hay un pastor con su cayado que salga a ofrecer a los moribundos la Unción Extrema, recorriendo si fuera menester las zonas más presuntamente riesgosas? ¿Es que el hombre, al fin, cada uno de nosotros, está pendiente en serio de las últimas noticias pero no de la Última Noticia?

Por eso decíamos y decimos: estas reacciones que estamos constatando llevan un sello Anticrístico. Afirmación que no pretende inscribirse de ninguna manera entre las muchas de los aprendices de aparicionistas, videntes particulares, depositarios de revelaciones privadas o peritos del “día y la hora”. Lo único que nos mueve a hilvanar estas reflexiones es el deseo propio y el del prójimo cercano de sobrenaturalizar nuestra mirada. Y de hacer de las reacciones propias, con el auxilio de la gracia, y a pesar de las vulnerabilidades que nos laceran, otros tantos ejemplos de conductas dóciles a la la Palabra Revelada.

Que no pasen los jinetes, y estemos pendientes del facebook. Que no se manifiesten los signos anunciados y sigamos inmersos en la terrible parodia urdida por las redes. Que el estrépito de los titulares periodísticos que cambian a cada segundo, no silencie el retumbar de los cascos anclados en la eternidad. Que si la Cabalgata Postrimera –si se avecina, si adviene, o siquiera presintiéramos pasar frente al umbral de nuestras casas- sepamos guardar sacramental compostura.

Las estriberas firmes, los faldones lustrosos,
los potros se encaminan,
sus jinetes son diestros.
Van refundando vías tras sus cascos de plata,
uno marcha invisible.

El ruano se cubría con las crines la sangre,
memoria de una herida
que aún no había sangrado.
La batalla vendría como en un alfabeto
con su alfa y su omega.

Trote lento el del bayo con las bastes de paja
sobre las ancas grises
sin herrar todavía.
Uno marcha invisible,pero al sol de la tarde
se escucha un son de avíos
o de espuelas marciales.
Trote lento el del bayo ni la noche lo apura,
tiene el paso de un siglo.

Testuz baja va el pardo con destino de sombra,
de fogón vespertino
bajo lluvia de enero.
A veces su ambladura acompaña el paisaje
y el montador descansa.

El tordillo es un bronce que nadie ha sojuzgado,
le esquiva a la barbada,
y es deshonra las riendas.
Un domador se atreve a la cruz de su lomo,
las cabriolas se rinden.

Soltado de un palenque más arriba del Norte,
por encima del suelo,
corvetas y acrobacias,
un alazán de oro lleva una Dama a grupas,
la tierra se arrodilla.

 Pierde su veladura el jinete invisible,
su nombre era Tabor
y no hicimos tres tiendas.

El rito de la Sagrada Comunión en tiempos de pandemia

Por Monseñor Schneider

Nadie puede obligarnos a recibir el cuerpo de  Cristo de una manera en que exista el riesgo de que se pierdan partículas o se menoscabe la reverencia, como sucede cuando se recibe la Comunión en la mano. Aunque es cierto que se puede recibir directamente con la boca sobre un paño blanco pequeño y limpio (un purificador o corporal de pequeñas dimensiones), no siempre es factible, e incluso hay sacerdotes que se niegan a hacerlo.

En tales casos, lo mejor es hacer una comunión espiritual, que colma el alma de gracias especiales. Durante épocas de persecución, muchos católicos no han podido recibir la Sagrada Comunión de modo sacramental por periodos muy prolongados, pero hacían comuniones espirituales que les reportaban muchos beneficios espirituales.

No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.

Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.

Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.

Prohibir la Comunión en la boca resulta infundado en comparación con los graves riesgos para la salud que comporta hacerlo con la mano en épocas de pandemia. Tales prohibiciones constituyen un abuso de autoridad. No sólo eso; da la impresión de que algunas autoridades eclesiásticas se aprovechan de la epidemia como pretexto. Pareciera también que algunos se regocijan cínicamente en extender cada vez más el proceso de trivialización y desacralización del Santísimo Cuerpo de Cristo en el sacramento eucarístico, poniendo con ello en riesgo el Cuerpo del propio Señor de graves de falta de respeto (pérdida de partículas) y de sacrilegio (robo de formas consagradas).

Hay que tener en cuenta además que a lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia no ha habido ningún caso documentado de contagio por recibir la Sagrada Comunión. En la Iglesia Bizantina, el sacerdote da de comulgar a los fieles con una cucharilla, y se utiliza la misma para todos. Terminada la Comunión, el sacerdote o el diácono se bebe el agua o el vino con el que ha purificado la cuchara, la cual tocó la lengua de algunos feligreses mientras comulgaban. Muchos fieles de iglesias de rito oriental se escandalizan por la falta de fe de los obispos y sacerdotes de rito latino cuando prohíben comulgar en la boca; prohibición que, en el fondo, obedece a falta de fe en el carácter divino y sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo-Eucaristía.

Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano» (Sal.126, 1-2).

Recomendamos la siguiente oración para hacer comunión espiritual:

«Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»

+Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

 

Tomado de:

adelantelafe.com

Original de:

RORATE CÆLI