La Penitencia VIII

 “si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente” (San Lucas 13, 5)

“si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente” (San Lucas 13, 5)

Cualidades del buen propósito

 

1ᵒ. El buen propósito debe ser firme. Fijémonos en estas comparaciones:

1) Vosotros pisáis u oprimís con el pie un guijarro, cambia de sitio, lo que denota que no está firme;

2) os herís contra un poste y vosotros caéis; el poste está firme… ,

3) una pequeña planta, la puede fácilmente arrancar un niño … , no está firme; un árbol, al contrario, con sus profundas raíces, a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para arrancarselo, no se mueve, éste árbol está firme … Así el deseo y la voluntad nuestra … El propósito que no es firme es un simple deseo; el propósito firme es una voluntad decidida, intrépida.

Hay muchas diferencias entre el yo quiero … y yo querría … El «yo quiero» es propio de hombres decididos, que ponen los medios necesarios para e logro que se proponen, y el «yo querría» indica una voluntad débil, dispuesta a hacer tal o cual cosa, con  tal que no cueste mucho …

 ¿Puedo yo saber si ya no pecaré más? Esto no es lo que se pregunta, sino si vosotros tenéis la voluntad sincera de no pecar más …

 2ᵒ.  El buen propósito debe ser eficaz, es decir, cuando ha dicho: «Yo quiero», se debe añadir: Yo quiero emplear los medios para lograrlo, vg. un labrador quiere obtener buena cosecha … , lo que ha de hacer es sembrar, cultivar las tierras, etc.; un enfermo que se quiere curar, debe tornar las medicinas prescristas por el doctor, aunque sean amargas …

Ahora bien, tu sabes que las malas lecturas, las malas compañías, los espectáculos obscenos, las casas malas o peligrosas reuniones te arrastran al mal, pues lo que debes hacer es un propósito firme de evitarlas …

3ᵒ. El buen propósito debe ser universal, esto es, debe extenderse a todos los pecados mortales, no sólo a uno u otro del cual tenga uno más horror. Sin esta cualidad el propósito sería ridículo … Esto sería como si uno quisiera volver el rostro y la espalda a la misma persona …

El Espíritu Santo dice: «¡Ay del pecador que va por doble camino!» (Eclo. 2, 14), el de corazón cobarde… El corazón doble es aquí un corazón que quiere a la vez amar a Dios y amar al pecado. ¿Qué sucedería entonces? San Agustín nos lo enseña: «Quiere dar parte a Dios y parte al diablo, y entonces airado el Señor lo abandona, y el diablo todo lo posee»

Según es nuestro propósito, dice Kempis, así es nuestro aprovechamiento. El propósito de los justos más pende de la gracia de Dios que del saber propio.

 Tengamos presente que sin el propósito implícito, al menos, no hay contrición verdadera y, en la detestación de los pecados, si es sincera, necesariamente va incluida la voluntad -más o menos intensa y firme- de no pecar en adelante.

 Jesús, el misericordioso Salvador de los pecadores, a los que querían seguirle, a los que dispensaba favores o perdonaba delitos, les exigía el propósito de romper definitivamente con todo lo que dice pecado.

Recordemos la escena de Jesús y el enfermo de la piscina de Betsaida: los enfermos en torno a la piscina esperan que el ángel remueva el agua … (léase Jn. 5, 1-4). Entre ellos estaba un enfermo que llevaba sufriendo treinta y ocho años, desalentado por no tener quien le ayudara a bajar a la piscina Jesús se le acerca y lo cura … Luego al encontrarse con él en el templo le dirige estas palabras: «No peques más en adelante, para que no te suceda alguna cosa peor».

¿No repite el Señor las mismas palabras a todo penitente después de la confesión? «Bien ves como has quedado curado … «. curado de la grave dolencia del pecado. «No peques, pues, en adelante … «

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