SAN HORMISDAS, Papa

Siempre obedientes y sujetos a los pies de la Santa Iglesia,
firmes en la fe católica, guardemos la pobreza y la humildad
y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
(San Francisco de Asís)

San  Hormisdas Nació en Frosinone. Durante su pontificado tuvo lugar la definitiva conciliación entre Iglesia Oriental y Occidental. Demostró habilidad y autoridad en las negociaciones.

En Constantinopla se suscribió la así llamada fórmula Hormisdas que volvía a proponer prácticamente la doctrina del Concilio de Nicea, de Calcedonia y de la carta de San León Magno. Ésta terminaba así: «…Estoy de acuerdo con el Papa en la profesión de la doctrina y reprendo a todos los que él reprende».

   Sin embargo en política se produjo una verdadera fractura entre Oriente y Occidente por culpa del emperador Justino. Este quería reconquistar Italia e incorporarla al imperio. Pero tenía que enfrentarse con Teodorico. Utilizó contra él, arriano, el arma de la religión, contando con el respaldo del Papa y de los católicos. Puso pues la población de Italia contra él y, con un edicto empezó la persecución contra los arrianos, llegando a cerrarles su iglesia. Teodorico respondió persiguiendo a los católicos, que consideró responsables de la política imperial. Víctima de esta nueva situación fue el ministro de Teodorico, el poeta Boecio, que fue condenado a muerte por su rey (524), y escribió en la cárcel su famoso tratado De consolatione philosophiae, obra perteneciente al patrimonio de la cultura universal.

Hormisdas legisló en materia de disciplina eclesiástica: se vetaba otorgar el cargo de obispo a cambio de privilegios y donaciones. Durante su pontificado San Benito fundó su orden.

   La persecución de los vándalos terminó pocos días antes de la muerte de San Hormisdas.   

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FÉLIX II, Papa

29 de julio

(365 d.C)

La historia de este personaje es oscura, incierta y sorprendente. El año 355, el emperador Constancio llevó preso a Milán al Papa Liberio y después le desterró a Tracia por haber sostenido las definiciones del Concilio de Nicea y por haberse negado a condenar a San Atanasio. «¿Quién sois vos?», dijo el emperador al Pontífice, «para defender a Atanasio contra el mundo entero?». Un diácono de roma, llamado Félix, aprovechó la ocasión para hacerse consagrar Papa por tres obispos arrianos; pero sólo una parte del clero de la ciudad lo aceptó como Pontífice; en cuanto a los laicos, ninguno de los miembros de la nobleza le reconoció fuera de los miembros de la corte imperial. Los habitantes de Roma rogaron insistentemente a Constancio, cuando éste visitó la ciudad, que restituyese al Papa Liberio. El año 357, el verdadero Papa volvió a Roma donde fue recibido con gran entusiasmo por el pueblo. Félix huyó, tras haber intentado en vano ofrecer resistencia. El senado le prohibió que volviese a Roma. Murió cerca de Porto, el 22 de noviembre de 365.

   Como se ve, es difícil comprender por qué se honra a Félix como Papa santo y mártir. Sin embargo, así sucede en ciertos documentos espurios de principios del siglo VI, las «Gesta Felicis» y las «Gestas Liberii». El error se extiende hasta el mismo Martirologio Romano, en el que se lee el día de hoy: «En Roma, en la Vía Aurelia, la conmemoración del entierro de San Félix II, Papa y mártir, quien fue arrojado de la sede pontificia por el emperador arriano Constancio por haber defendido la fe católica. Murió gloriosamente, asesinado en secreto por la espada, en Cera de Toscana. Su cuerpo fue trasladado por el clero de la ciudad y sepultado en la misma Vía. Más tarde, fue trasladado a la iglesia de los Santos Cosme y Damián; ahí fue descubierto bajo el altar de Gregorio XIII, junto con las reliquias de los santos mártires Marcos, Marceliano y Tranquilino: Las reliquias de los cuatro santos fueron de nuevo sepultadas ahí mismo el 31 de julio». Es evidente que se trata de una confusión con el Papa Liberio, a no ser que alguien haya intercambiado deliberadamente los papeles que ambos personajes desempeñaron en la historia. El Liber Pontificalis refiere que el archidiácono Félix construyó una iglesia en la Via Aurelia, donde se hallaba la tumba del mártir San Félix; seguramente que ese hecho constituyó una nueva fuente de errores.

  A partir de 1947, el «anuario Pontificio» incluyó a «Félix II» en la lista de los antipapas.

   El sorprendente pasaje del Martirologio Romano que acabamos de citar es una triste prueba del retraso de la crítica histórica en la época en que el cardenal Baronio preparaba la edición de dicho martirologio. La inserción del nombre de Félix como Papa y mártir no se debió a falta de atención, pues Baronio, en su edición anotada del Martirologio, cita como autoridad en la materia su gran obra, Annales, que estaba a punto de publicarse. Monseñor Duchesne, discute en detalle el punto en la introducción de su edición del Liber Pontificalis, nn. 56-59. está fuera de duda que el texto del Liber Pontificalis dio origen a la confusión. En la Edad Media dicha obra tenía gran autoridad; así pues, la extraña inversión que contiene del papel histórico de Liborio y Félix se impuso automáticamente a los primeros compiladores del martirologio. No es imposible que el pasaje del Liber Pontificalis sobre Félix sea simplemente una interpolación, o que se trate de un vestigio de la Gesta Liberii. Acerca de este último documento, cf. Chapman, en Revue Bénédictine, vol. XXVII (1910), pp. 191-199. Ver también Salter, La formation de la légende des papes Libère et Félix, en Bulletin de Littér. ecclés., 1905, pp. 222 ss; y J. P. Kirsch, Die Grabstätte der Felices duo pontifices et martyres an der Via Aurelia, en Röm. Quartalschrift, vol XXVIII (1925), pp. 1-20.

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SAN INOCENCIO, Papa y Confesor

28 de julio

San Inocencio estaba en Ravena cuando Alarico, rey de los godos, saqueó la ciudad de Roma. Después de la partida de los bárbaros, volvió a Roma a consolar a su afligido pueblo. La paciencia que inspiró a los cristianos en esas tristes circunstancias impresionó vivamente a los paganos y convirtió a gran número de ellos. Condenó los errores de los pelagianos y excomulgó al emperador Arcadio y a la emperatriz Eudocia, por haber desterrado a San Juan Crisóstomo. Murió en el año 417, después de 15 años de pontificado.

MEDITACIÓN SOBRE LA INOCENCIA

   I. Hay que ser inocente para entrar en el cielo; nada sucio penetra en él. Si perdiste la inocencia bautismal, será menester no sólo recurrir al sacramento » de la penitencia, sino también expiar con lágrimas, oraciones y buenas obras, la pena debida por tus pe- cados mortales, aunque estén perdonados; si aquí abajo no pagas esa deuda, forzoso será que la pagues en las llamas del Purgatorio. Elige. Solamente hay dos caminos para llegar al cielo: la inocencia y la penitencia. El primer grado de la felicidad es no pecar; el segundo, reconocer las faltas. (San Cipriano).

   II. Vela por la pureza de tus manos, de tu corazón, de tu lengua, es decir, de tus acciones, de tus pensamientos y de tus palabras. Tus palabras son el intérprete de tus pensamientos; serán puras si tus pensamientos son puros, porque de la abundancia del corazón habla la boca. La bondad como la malicia de nuestras acciones viene de nuestra voluntad: de ella proceden la vida y la muerte. Cuida, pues, con todo esmero, la pureza de tu corazón.

   III. Si injustamente se te acusa de alguna maldad, regocíjate al verte tratado como lo fue Jesucristo. Consuélate con el testimonio de tu conciencia y con el pensamiento de que Dios conoce tu inocencia. Quéjate a Jesús crucificado, como un amigo a su amigo, de la injuria que se te hace. Dile: Señor, soy inocente de la maldad que se me imputa, pero he cometido muchas otras que merecen mayor castigo. Menos sufrimos de la que en realidad merecemos. (Salviano).

La santidad
Orad por la Jerarquía

ORACIÓN

   Señor, que la generosa confesión de vuestros santos Nazario, Celso, Víctor e Inocencio reanime nuestro valor y nos obtenga el socorro que reclama nuestra flaqueza. Por J. C. N. S. Amén. 

 

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 SAN VÍCTOR, Papa y Mártir

28 de julio

San Victor I (189-199) Era africano. Su pontificado coincidió con un período tranquilo y favorable para el Cristianismo, gracias a la influencia ya la protección de dos mujeres: Marcia y Julia Domna, respectivas esposas de Cómodo y de Septimio Severo. De esta forma pudo dirigir su labor a la solución de algunos problemas importantes.

Para oponerse al gnosticismo ya otras formas herejes que iban asentándose, convocó un concilio en el año 198. El concilio fue una buena ocasión para dirimir y resolver cuestiones de carácter religioso y disciplinario.

Víctor era proclive a no aconsejar, sino a imponer a las otras Iglesias el juicio de Roma, produciendo a veces el resentimiento de algunos obispos que no tenían tendencia a aceptar tales imposiciones. Fue el caso de Policrates, obispo de Éfeso, que se ofendió por esta ingerencia. El tema era de nuevo la Pascua. Víctor reiteró las decisiones de Sotero y Eleuterio, tanto por lo que concernía la fecha, que tenía que ser un domingo, como la presencia de algunas costumbres procedentes del judaísmo, y aún perpetuadas en algunas comunidades cristianas. Por ejemplo comer el cordero pascua.

Para suprimir estas costumbres, y para unificar los ritos en todas las Iglesias, Víctor encomendó a Policrates que convocara la reunión de un concilio. La conclusión conciliar fue que se declaró lícito para todos respetar sus propios ritos y costumbres. Policrate se justificó ante el Papa con una carta, en la que entre otras cosas afirmaba: «…hay que obedecer más a Dios que a los hombres». Con el tiempo todas las Iglesias se uniformaron.

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SAN PÍO I, Papa y Mártir

11 de julio

 

Pío, primero de este nombre, glorioso pontífice y mártir de Cristo, fue natural de la ciudad de Aquileya e, hijo de Rufino, el cual después de haberle instruido en la fe cristiana, le envió a Roma para que saliese bien enseñado en las letras humanas y divinas. Es opinión de muchos que el Papa Higinio le consagró después obispo, y repartió con él la solicitud pastoral de toda la Iglesia. Habiendo aquel santo pontífice alcanzado la gloriosa palma del martirio, vacó la Sede apostólica solo tres días, porque era muy crecido en Roma el número de los santos, (que así se llamaban los fieles), los cuales después de emplear aquellos tres días en ayunos, vigilias y oraciones, eligieron por voz común a san Pío, y le nombraron vicario de nuestro Señor en la tierra. Ordenó muchas cosas de gran utilidad para la santa Iglesia. Señaló las penitencias que habían de hacer los sacerdotes que fuesen negligentes en administrar el santísimo Sacramento; mandó que fuesen inviolables las heredades de las iglesias, y que no se consagrasen las vírgenes que profesan perpetua continencia hasta tener veinticinco años. Hizo un decreta por el cual mandaba que la santa Pascua se celebrase siempre en domingo como lo habían instituido los Apóstoles; consagró en Roma las Termas Novacianas a honor de santa Potenciana; anatematizó a los infernales heresiarcas Valentín y Marción, y escribió varias epístolas, en las cuales resplandece la santidad y celo de este venerable pontífice. En una de ellas que escribió a Justo (a lo que parece obispo de Viena), le dice: «Ten, cuidado de los cuerpos de los santos mártires, como de «miembros de Cristo, que así le tuvieron  los apóstoles del cuerpo de san Esteban. Visita a los santos que están en las cárceles, para que ninguno se entibie en la fe. Los clérigos y diáconos te respeten y reverencien, no como a mayor sino como a ministro de Jesucristo. Todo el pueblo descanse, y sea amparado y defendido con tu santidad. Quiero que sepas, compañero dulcísimo, que Dios me ha revelado que tengo que acabar presto los días de mi peregrinación; sólo te ruego que estés firme en la unión de la Iglesia,  y que no te olvides de mí. Todo el senado y compañía de los sacerdotes y ministros de Cristo que está en Roma, te saluda, y yo saludo a todo el colegio de los hermanos en el Señor, que están contigo. Todo esto es de san Pío, el cual después de haber acrecentado mucho la Iglesia de Dios con su celestial espíritu y gobierno, fue delatado y cargado de cadenas, y muerto por la fe de nuestro Señor Jesucristo, como tantos otros pontífices de los primeros siglos de la Iglesia.
 
REFLEXIÓN
   Para que veas la reverencia que has de tener al santísimo Sacramento, lee las graves penas que puso san Pío a los sacerdotes que por su negligencia derramasen alguna parte del vino consagrado: «Si cayere, dice, la sangre de Cristo en el suelo, hagan penitencia por espacio de cuarenta días; si en los corporales, por tres: si penetró hasta el primer mantel, por cuatro; por nueve si llegó al segundo; y por veinte si caló hasta el tercero. En cualquier parte donde cayere, séquese todo lo que hubiese mojado; si esto no se pudiese, lávese con cuidado o ráigase; y recogiendo todo lo lavado o raído, quémese y échense las cenizas en la piscina. Considera pues con qué devoción y pureza de alma y cuerpo, se ha de recibir este divino sacramento, que con tanto cuidado se ha de tratar.

ORACIÓN
   Atiende, oh Dios todopoderoso, a nuestra flaqueza, y alívianos del peso de nuestros pecados, por la intercesión de tu bienaventurado mártir y Pontífice Pío. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
 
FLOS SANCTORUM de la Familia Cristiana: Comprende las Vidas de los Santos y Principales Festividades del año, Ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia. Por el P. Francisco De Paula Morell, S. J.. Ed. Difusión, S. A., Buenos Aires, 1943.
 
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SAN BONIFACIO IV, Papa

8 de mayo

Hijo de Juan, un médico de la provincia y ciudad de Valeria; sucedió a Bonifacio III tras un paréntesis de unos nueve meses; consagrado el 25 de Agosto de 608; murió el 8 de Mayo de 615 (Duchesne); o, del 15 de Septiembre de 608 al 25 de Mayo de 615 (Jaffé). En tiempos del Papa San Gregorio Magno fue diácono de la Iglesia romana y tuvo el cargo de dispensator, esto es, el primer funcionario en lo relativo a la administración de los patrimonios.

    Bonifacio obtuvo el permiso del emperador Focas para convertir el Panteón en una iglesia cristiana, y el 13 de Mayo de 609 (?) el templo erigido por Agripa a Júpiter Vengador, a Venus, y a Marte fue consagrado por el Papa a la Virgen María y a todos los mártires.(De ahí el título de Santa María Rotunda.) Fue el primer ejemplo en Roma de transformación de un templo pagano en lugar cristiano de culto.

   Se dice que veintiocho carretas de huesos sagrados fueron sacadas de las Catacumbas y colocadas en un recipiente de pórfido bajo el altar mayor. Durante el pontificado de Bonifacio, Melitón, el primer obispo de Londres, fue a Roma » a consultar al Papa sobre cuestiones importantes relativas a la recientemente establecida Iglesia de Inglaterra». Mientras estaba en Roma asistió a un concilio que se estaba celebrando entonces referente a ciertas cuestiones de «la vida y paz monástica de los monjes», y, a su partida, se llevó consigo los decretos del concilio junto con cartas del Papa a Lorenzo, arzobispo de Canterbury, y a todo el clero, al rey Etelberto, y a todo el pueblo inglés «referentes a lo que tenía que observarse por la Iglesia de Inglaterra».

   Entre 612 y 615, San Columbano, que entonces vivía en Bobbio, Italia, fue persuadido por Agilulfo, rey de los Lombardos, para que dirigiera a Bonifacio IV una carta sobre la condena de los «Tres Capítulos» que es notable a la vez por sus expresiones de exagerada deferencia y su tono de aspereza excesiva. En ella dice al Papa que está acusado de herejía (por aceptar el Quinto Concilio, esto es, el de Constantinopla, 553), y le exhorta a convocar un concilio y demostrar su ortodoxia. Pero la carta del impetuoso celta, que no captó la importancia del problema teológico implicado en los «Tres Capítulos», parece no haber perturbado lo más mínimo su relación con la Santa Sede, y sería erróneo suponer que Columbano se consideraba a sí mismo como independiente de la autoridad papal. Durante el pontificado de Bonifacio hubo mucha aflicción en Roma debido al hambre, la peste, y las inundaciones.

    El pontífice murió en retiro monástico (había convertido su propia casa en un monasterio) y fue enterrado en el pórtico de San Pedro. Sus restos fueron trasladados tres veces—en el Siglo X u XI, a fines del Siglo XII bajo Bonifacio VIII, y al nuevo San Pedro el 21 de Octubre de 1603.

   Para la primitiva inscripción de su tumba ver Duchesne; para la última, Groisar, «Analecta Romana», I, 193. Bonifacio IV es conmemorado como santo en el Martirologio Romano el 25 de Mayo.

   Imitó a San Gregorio y transformó su casa en un convento, distribuyendo sus bienes a los pobres. El Panterón de Agripa, templo cuya cúpula es superada por la de San Pedro en diámetro, había sido dedicado a Cibeles. Bonifacio lo consagró a la Vírgen y lo llamó Santa María de los Mártires. Tomó parte en la organización de la nueva Iglesia de Inglaterra. Fue canonizado.

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SAN BENEDICTO II, Papa

8 de mayo

 La fecha de su nacimiento es desconocida; murió el 8 de mayo del año 685; era romano y su padre se llamaba Juan. De joven fue enviado a una escuela de canto, se distinguió por sus conocimientos de las escrituras y destacó mucho en el canto, como sacerdote fue muy conocido por su humildad, amor por los pobres, y generosidad.

Fue elegido Papa el 26 de junio del año 684, luego de un período de más de once meses. Para abreviar la vacante de la Santa Sede que seguía a la muerte de los papas, él obtuvo del Emperador Constantino Pogonato un decreto que al mismo tiempo que abolía la confirmación imperial, la traspasaba al exarca en Italia [cf. «Liber Diurnus RR. PP., ed. Sickel (Vienna, 1889), y Duchesne´s criticism, «Le Liber Diurnus» (Paris, 1891)].

El Emperador Constantino le envío un bucle del cabello de sus dos hijos y de esta forma fueron adoptados por el Papa Benedicto II. Con el fin de ayudar a suprimir el Monotelísmo(1) él procuro obtener el sometimiento de los obispos españoles a los decretos del Sexto Concilio General (ver ep. in P.L., XCVI, 423) y lograr la sumisión de Macario antiguo obispo de Antioquía.

Él fue uno de los papas que favoreció la causa de San Wilfredo de York (Eddius, «Vita Wilfridi», ed. Raine in «Historians of York», I, 62 sqq. Cf. Raine, «Lives of the Archbishops of York», I 55 sqq). Él restauró muchas de las iglesias de Roma restituyó al clero y es recordado por el cuidado de los pobres, los sacristanes laicos fueron beneficiados con su generosidad. Fue enterrado en San Pedro.

La fuente más importante para conocer la historia de los nueve primeros Papas que usaron el nombre de Benedicto, son los datos biográficos que aparecen en el Liber Pontificalis, en la más conocida edición de Duchesne, el Liber Pontificalis ( París 1886 – 92 ) y la última obra de Mommsen, Gesta Pontif.Roman ( hasta el final de el reinado de Constantino, Berlín, 1898 ) Jaffé, Regesta Pont.Rom.( 2d ed.,Leipzig, 1885 ) dando un resumen de las cartas de cada Papa, mencionando dónde pueden ser leidas más detenidamente. Más información acerca de estos Papas, puede ser encontrada en una más amplia Historia de la Iglesia o en una Historia de la ciudad de Roma. Los más completos relatos en Inglés, pueden ser leídos en Mann, Vidas de los Papas en la temprana edad media ( Londres, 1902, en varios pasajes ).

(1) Monotelismo, herejía del siglo VII que admitía en Cristo dos naturalezas, Divina y Humana pero una sola voluntad, la Divina.

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SAN ALEJANDRO I, Papa y Mártir

3 de Mayo

San Alejandro I, Papa y mártir, fue natural de Roma, e hijo de un ciudadano romano llamado también Alejandro. Sucedió en la silla pontifical al Sumo Pontífice Evaristo, el año 107. Fue Alejandro en la santidad admirable, y en la fe, constancia y celo muy esclarecido. Era mozo de treinta años cuando comenzó a gobernar la Iglesia; pero su vida y doctrina suplían bien el defecto de su edad.

   Convirtió con su predicación y trato celestial a muchos senadores y gran parte de la nobleza de Roma, y entre ellos a un prefecto llamado Hermes, con toda su casa y familia, que fueron en número de mil doscientas cincuenta personas, por lo cual fue preso por mandato de un gobernador llamado Aureliano; y echado en la cárcel, hizo muchos y grandes milagros entre los cuales fue uno, que estando en ella aherrojado, vino a él de noche un niño con una hacha encendida en sus manos, que le dijo: «Sígueme Alejandro; y habiendo hecho oración, y entendido que era el Ángel del Señor, le siguió, sin que las paredes, ni puertas, ni guardias le impidiesen la salida de la cárcel; y el niño le guió hasta la casa de Quirino, tribuno, en la cual estaba preso Hermes, que deseaba mucho verse con San Alejandro, y había prometido a Quirino que por más que estuviese preso vendría a su casa.

   Cuando se vieron se abrazaron los dos santos mártires, y derramaron muchas lágrimas de consuelo, animándose el uno al otro a padecer por Jesucristo. Esto espantó mucho al tribuno Quirino; el cual había oído algunas razones a Hermes, y el modo con que él se había convertido a la fe de Cristo, y visto que San Alejandro con el tacto de sus cadenas había sanado a una hija suya llamada Balbina, que estaba gravemente enferma de lamparones, se convirtió también él a la fe de Jesucristo con su hija y todos los presos que estaban en la cárcel; y el Santo Pontífice Alejandro mandó a Evencio y a Teódulo, sacerdotes, que habían venido de Oriente, que los bautizasen.

Rerum Novarum

LEÓN XIII
Sobre el estado actual de los obreros
15 de mayo de 1891

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. La cuestión obrera

   Una vez despertado el afán de novedades que hace tanto tiempo agita a los Estados, necesariamente había de suceder que el deseo de hacer mudanzas en el orden político se extendiera al económico, que tiene con aquel tanto parentesco. Efectivamente, los aumentos recientes de la industria y los nuevos caminos por los que van las artes, el cambio obrado en las relaciones mutuas de amos y jornaleros, el haberse acumulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la multitud, la mayor confianza de los obreros en sí mismos, y la unión más estrecha con que unos a otros se han juntado, y finalmente, la corrupción de las costumbres, han hecho estallar la guerra.

   La gravedad que envuelve esta guerra, se comprende por la viva expectación que tiene los ánimos suspensos, y por lo que ejercita los ingenios de los doctos, las juntas de los prudentes, las asambleas populares, el juicio de los legisladores y los consejos de los príncipes, de tal manera, que no se halla ya cuestión alguna, por grande que sea, que con más fuerza que ésta preocupe los ánimos de los hombres. Por esto, proponiéndonos como fin la causa de la Iglesia y el bien común, y como otras veces os hemos escrito sobre el gobierno de los pueblos(1), la libertad humana(2), la constitución cristiana de los Estados (3) y otras cosas semejantes, cuanto parecía a propósito para refutar las opiniones engañosas, así y por las mismas causas creemos deber tratar ahora de la cuestión obrera. 

2. Angustioso presente

   Materia es ésta que ya otras veces, cuando se ha ofrecido la ocasión, hemos tocado; más en esta Encíclica amonéstanos la conciencia de nuestro deber apostólico que tratemos la cuestión de propósito y por completo y de manera que se vean bien los principios que han de dar a esta contienda la solución que demandan la verdad y la justicia.

   Pero es ella difícil de resolver y no carece de peligro. Porque difícil es dar la medida justa de los derechos y deberes en que ricos y proletarios, capitalistas y operarios, deben encerrarse. Y peligrosa es una contienda que por hombres turbulentos y maliciosos frecuentemente se tuerce para pervertir el juicio de la verdad y mover a sediciones la multitud. Como quiera que sea, vemos claramente, y en esto convienen todos, que es preciso dar pronto y oportuno auxilio a los hombres de la ínfima clase puesto que sin merecerlo se halla la mayor parte de ellos en una condición desgraciada o inmerecida.

3. Causas del malestar obrero

   Pues, destruidos en el pasado siglo los antiguos gremios de obreros, y no habiéndoseles dado en su lugar defensa alguna, por haberse apartado las instituciones y las leyes públicas de la religión de nuestros padres, poco a poco ha sucedido hallarse los obreros entregados, solos e indefensos, por la condición de los tiempos, a la inhumanidad de sus amos y a la desenfrenada codicia de sus competidores. A aumentar el mal, vino la voraz usura; la cual, aunque más de una vez condenada por sentencia de la Iglesia, sigue siempre bajo diversas formas, la misma en su ser, ejercida por hombres avaros y codiciosos. Júntase a esto que la producción y el comercio de todas las cosas están casi del todo en manos de pocos, de tal suerte, que unos cuantos hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud innumerable de proletarios, un yugo que difiere poco del de los esclavos(4).

Remedio propuesto por el socialismo

   Para remedio de este mal, los socialistas, después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla con la colectiva, en que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservación y distribución los que rigen el municipio o tienen el gobierno general del Estado. Con este pasar los bienes de las manos de los particulares a las de la comunidad y repartir luego esos mismos bienes y sus utilidades con igualdad perfecta entre los ciudadanos, creen que podrán curar la enfermedad presente.

Refutación

El socialismo es perjudicial al obrero

Pero tan lejos está este procedimiento de poder dirimir la cuestión, que más bien perjudica a los obreros mismos, y es, además, grandemente injusto, porque hace violencia a los que legítimamente poseen, pervierte los deberes del Estado, e introduce una completa confusión entre los ciudadanos.

Es injusto

   La verdad, todos fácilmente entienden que la causa principal de emplear su trabajo los que se ocupan en algún arte lucrativo y el fin que próximamente mira el operario, son estos: procurarse alguna cosa y poseerla como propia con derecho propio y personal. Porque si el obrero presta a otros sus fuerzas y su industria, las presta con el fin de alcanzar lo necesario para vivir y sustentarse; y por esto, con el trabajo que de su parte pone, adquiere un derecho verdadero y perfecto, no sólo para exigir un salario, sino para hacer de éste el uso que quisiere. Luego, si gastando poco de este salario, ahorra algo, y para tener más seguro este ahorro, fruto de su economía, lo emplea en una finca, síguese que la tal finca no es más que aquel salario bajo otra forma; y por lo tanto, la finca, que el obrero así compró debe ser tan suya como lo era el salario, que con su trabajo ganó. Ahora bien, en esto precisamente, consiste, como fácilmente se deja entender, el dominio de bienes muebles e inmuebles. Luego al empeñarse los socialistas en que los bienes de los particulares pasen a la comunidad, empeoran la condición de los obreros, porque quitándoles la libertad de disponer libremente de su salario, les quitan hasta la esperanza de poder aumentar sus bienes propios y sacar de ellos otras utilidades.

SAN ANICETO, Papa y Mártir

17 de abril

El que me sirve, sígame; que donde yo estoy,
allí estará también el que me sirve,’
y a quien me sirviere, lo honrará mi Padre.
(Juan, 12, 26)

 Aniceto, sirio de nacimiento, gobernó la Iglesia unos diez años, alrededor del 160. Combatió con celo las herejías de Valentino y de Marción y de tuvo, por su vigilancia, los estragos que causaban entre los fieles. Aunque no derramó materialmente su sangre por la fe, los sufrimientos que debió sufrir y los peligros a los que estuvo expuesto le han merecido el título de mártir.    

  MEDITACIÓN SOBRE  LA HONRA
QUE DEBEMOS A LOS SANTOS

   I. Dios honra a sus servidores en la tierra y en el cielo. ¡Qué gloria es para los santos hacer milagros dando órdenes a la naturaleza, ver a los reyes y a los soberanos pontífices prosternados ante sus reliquias, y ver tantas iglesias y altares erigidos en su memoria! ¡Qué honor para ellos en el cielo ser servidores, hijos y favoritos de Dios! ¡Ah! Señor, ¡cuánta razón tenía David para exclamar: Tus amigos son demasiado honrados, oh Dios mío! Ambiciosos, he aquí honores inmortales que podéis y que debéis buscar.

   II. Honra las reliquias y las imágenes de los santos, adorna sus altares y sus iglesias. Esta devoción es agradable a Dios y te será muy útil. Dios ha dado a los santos poder para curarte de muchas enfermedades, para socorrerte en tus aflicciones; invócalos, no han dejado de ser caritativos: son tus hermanos, padecieron los males que te hacen gemir. Y no carecen de poder: son los favoritos de Dios omnipotente.

   III. Imitemos a los santos, es el mayor honor que podemos tributarles. Leamos sus vidas, y en cada una de ellas elijamos una virtud que podamos imitar. ¿A qué santo imitamos? ¿No hay alguno entre ellos que haya vivido en condiciones semejantes a las nuestras? Siguiendo su ejemplo, desapeguémonos de las comodidades de la vida, para go zar con ellos de las delicias eternas. Sacrifiquemos con gusto los bienes de la tierra para conservar los del cielo. (Tertuliano).   

La devoción a los santos
Orad por la conversión de los herejes.

ORACIÓN

   Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño, y protegedlo con protección constante por vuestro mártir y Sumo Pontífice Aniceto, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia.  Por J. C. N. S.

Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

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SAN JULIO, Papa

12 de abril

Al tiempo que murió el glorioso pontifice san Marcos, pusieron todos los ojos en san Julio, porque por su rara prudencia, doctrinas y excelentes virtudes parecía el más digno de sentarse como Vicario de Cristo en la silla de san Pedro y bien era menester una entereza y santidad, como la de este insigne pontífice para de fender la causa de san Atanasio, patriarca de Alejandría, contra los herejes arríanos; los cuales con el favor de los emperadores pretendían derribarle, y con él, a toda la Iglesia de Jesucristo.

Volvía san Julio, cuando los herejes nombraron por patriarca a un Gregorio de Capadocia, hombre facineroso, hereje, insolente y atrevido, el cual entrando en la ciudad con mucha gente de guerra y bárbara, hizo un estrago en toda aquella población tan extraño y lastimoso, como si fuera un ejército de enemigos, no perdonando a doncellas ni casadas, ni a viejas ni a niños, ni a seglares, ni a eclesiásticos, ni a cosa sagrada ni profana, divina ni humana, con tan grande impiedad y fiereza que no se puede explicar.

Y viendo san Atanasio esta calamidad tan lastimosa, se salió a escondidas de la ciudad y vino a Roma para ver si con la autoridad del sumo pontífice podría hallar algún reme dio para detener el ímpetu furioso de los herejes y apagar aquel incendio que abrasaba no sólo a Alejandría, mas también a Egipto y a todas las partes de Oriente. Recibióle muy bien el santo pontífice Julio y celebró un concilio en Roma en el cual aprobó su inocencia, y declaró que era valeroso capitán del Señor, e invencible defensor de su Iglesia, y cuatro años después con el consentimiento del emperador Constante convocó un concilio ecuménico y universal en Sárdica, el cual fue de trescientos obispos de todas las provincias de la Iglesia occidental y setenta y seis de la oriental, presidiendo en él, Osio, español, Obispo de Córdoba con otros dos legados de la sede apostólica.

Y con la sentencia de este concilio, y las cartas que el santo Papa Julio escribió a los prelados de Alejandría, volvió san Atanasio a su iglesia, y fue privado de aquella silla el usurpador, a quien acababa de matar el mismo pueblo por no poder sufrir sus desafueros. Finalmente habiendo aprobado el santo pontífice los veintiún cánones del concilio general de Sárdica y dado sabios reglamentos a la Iglesia, que gobernó santísimamente por espacio de quince años, descansó en la paz del Señor. Se conserva una excelente carta suya, o de su concilio, en la cual defiende la ver dad con una entereza y vigor digno del vicario de Cristo.   

REFLEXIÓN

   Decía el santo Papa Julio en su carta a los fieles de Alejandría: «Recibid, amados míos, a vuestro obispo Atanasio, con entera gloria y alegría espiritual, y con él a todos los que han sido sus compañeros en sus grandes y traba josas persecuciones. Yo ciertamente tengo particular alegría cuando me pongo a pensar la que cada uno de vosotros ha de tener cuando llegue vuestro pastor a esa ciudad, como toda ella ha de salir a recibirle, y la fiesta que se ha de hacer. ¡Qué día tan regocijado será para vos otros, cuando nuestro hermano vuelva a veros, y los males pasados tendrán fin, y el corazón de todos será uno! Como esta ha de ser la unión de paz y amor que ha de reinar entre el pastor y las ovejas del rebaño de Jesucristo. No turbemos jamás esta santa concordia, como suelen turbarla por cualquier motivo los herejes, antes, como obedientes hijos de la Iglesia, procuremos a todo trance conservarla.   

ORACIÓN

   Rogámoste, Señor, que oigas las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Julio, y que por la intercesión y merecimientos de aquel que dignamente te sirvió nos absuelvas de todos nuestros pecados.  Por J. C. N. S.

Sacado de: «FLOS SANCTORUM DE LA FAMILIA CRISTIANA», Las vidas de los Santos y principales festividades del año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las Oraciones litúrgicas de la Iglesia) del P. Francisco de Paula Morell, S. J. Ed. Difusión, Bs. As., 1943.

https://tridentina-misa.blogspot.com/

Aldo Maria Valli entrevista al Papa Gregorio el Grande

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Buen día, Su Santidad.

Buen día para ti también.

¿Puedo molestar a su Santidad por un momento?

Por supuesto.

Usted es el Papa Gregorio, ¿verdad? Gregorio primero, llamado Gregorio Magno?

En persona.

Perdone mi audacia, pero me gustaría entrevistar a Su Santidad.

¿Entrevista?

Sí, solo le hago algunas preguntas.

Adelante, estaré encantado de responderles si puedo.

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SANTOS CLETO y MARCELlNO,(*) Papas y Mártires

26 de abril

Haced, pues, penitencia y convertíos, a fin de que se borren vuestros pecados. (Hechos de los Apóstoles, 3,19).

San Cleto, discípulo de San Pedro, murió mártir después de un pontificado de doce años. Fue el primer Papa que utilizó en sus cartas la fórmula: Salud y bendición apostólica.


San Marcelino,
sucesor de San Cayo, gobernó a la Iglesia con tanto celo como sabiduría. «Junto con otros tres cristianos, Claudio, Cirino y Antonino, fue decapitado», por confesar la fe de Cristo, después de haber sufrido calumnias e innúmeras angustias, bajo la persecución de Diocleciano
(1).

MEDITACIÓN
SOBRE LA DESCONFIANZA
EN UNO MISMO

I. Nada hay más frágil que el hombre; abandonado a su debilidad, es capaz de cometer los mayores crímenes. San Pedro prometió al Salvador que habría de morir antes que abandonarlo y, por unas  palabras de una sirvienta, por tres veces renegó de su divino Maestro. ¿Qué más apto para hacernos temblar y para inspirarnos una saludable desconfianza en nosotros mismos? ¿Si han caído las columnas de la Iglesia, qué no nos sucederá a nosotros, que somos débiles como cañas? Señor, he caído por mi propia flaqueza; sólo por vuestra bondad me he levantado. (San Agustín).

II. Si has caído en alguna falta, aunque fuese el más horrible de todos los crímenes, no te desanimes por ello; la bondad de Dios sobrepuja infinita mente a tu malicia. Vuelve a tu Padre; Él te espera, te llama y está preparado para recibirte; antes te cansarías de ofenderle que Él de perdonarte.

III. ¿Quieres corregirte de tus faltas? Prevé y huye de las ocasiones en las cuales has sucumbido; si no lo haces, las mismas causas producirán los mismos efectos. Examina tu vida y verás que las ocasiones y las compañías peligrosas son las que, todos los días, te hacen recaer en los mismos pecados. Un piloto no se acerca sino temblando al escollo donde antes naufragó; un convaleciente no se atreve siquiera a tocar el fruto que lo enfermó; solamente el pecador busca las ocasiones en las que se perdió. ¿Qué necesidad hay de ir a tal parte, donde cada día es preciso vencer o perecer? (San Jerónimo).

La desconfianza en uno mismo
Orad por el Papa.

ORACIÓN

Pastor eterno, considerad con benevolencia a nuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestros bienaventurados mártires y soberanos pontífices Cleto y Marcelino, a quienes constituisteis pastores de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.

  • * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)
  • (1) Para la última parte de la noticia biográfica de San Marcelino, hemos traducido directamente de la Lección V (II Nocturno), 26 de abril del Breviario Romano (N. del T.)

1Tomado de:

http://misa_tridentina.t35.com/

SANTOS SOTERO y CAYO,(*) Papas y Mártires

22 de abril

Las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria. (2 Corintios, 4, 17).

San Sotero, Papa, gobernó la Iglesia durante tres años y algunos meses, bajo el reinado del emperador Marco Aurelio. Después de haber dictado sabias leyes y dado grandes ejemplos de virtud, magnánima mente padeció el martirio.
San Cayo, pariente próximo del emperador Dio c1eciano, fue también Sumo Pontífice. Se vio obliga do, para evitar la persecución, a ocultarse en las cata cumbas. Después de doce años de pontificado, recibió la corona del martirio, junto con su hermano Gabino, en el año de Jesucristo, 296.

MEDITACIÓN
SOBRE LA RECOMPENSA DE
NUESTROS TRABAJOS

I. Lo que al presente sufrimos es poca cosa en comparación con la recompensa que nos espera. Por tanto, no debemos inquietarnos por los males que nos acaecen. Si comparamos nuestra vida de un momento con la eternidad que la sigue, y que será su premio, nuestras pruebas nos parecerán poca cosa. Todo lo que acaba es corto. (San Agustín).

II. La recompensa que nos ha sido preparada en el cielo es eterna en duración e infinita en grandeza. ¿Por qué amamos tan ardientemente esta vida, que nos mantiene alejados de una tan completa felicidad? ¿Por qué no buscamos aquello por lo cual adquirimos una felicidad eterna? ¡Que Dios sea el único objeto de nuestros deseos. Él a quien veremos sin fin, a quien amaremos sin disgusto, a quien alabaremos sin fatiga! (San Agustín).

III. La sola esperanza de poseer a Dios debe ya hacernos dichosos y ponernos contentos desde esta vida. Esta esperanza es la que da a los mártires la fuerza para soportar terribles tormentos, a los penitentes endulza sus lágrimas y austeridades. Contempla, pues, a menudo el cielo, y en viéndolo, di: ¡He ahí el trono que me prepara Dios! Todo pasa, sólo la eternidad perdura. Pasaron nuestros hermanos, pasamos también nosotros y nuestros descendientes nos seguirán. (San Euquerio).

La paciencia
Orad por los que sufren.

ORACIÓN

Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con protección constante por vuestros bienaventurados mártires y Soberanos Pontífices Sotero y Cayo, a quienes constituisteis pastores de toda la Iglesia.  Por J. C. N. S.

* Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

Tomado de: http://misa_tridentina.t35.com/

SAN LEÓN IX,(*) Papa y Confesor

19 de abril

Os conjuro que os portéis con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con caridad. (Efesios, 4, 1-2).

Tanta era la humildad de San León IX, que confesó públicamente sus pecados para convencer de su indignidad a los que querían elevarlo al sumo pontificado. El efecto fue contrario al que esperaba: se confirmó su elección. Cumplió los deberes de su cargo con celo infatigable y una dulzura que nunca desmintió. Cuando reprendía a alguien por sus faltas, la abundancia de sus lágrimas probaba cuánto compadecía su corazón las miserias de su prójimo. A punto de morir y después de haber recibido la Extremaunción, se hizo llevar ante el altar de San Pedro y rezó allí una hora. Vuelto después al lecho, oyó misa, recibió el Santo Viático y entregó su espíritu. Era el 19 de abril de 1054.

MEDITACIÓN DE CÓMO
ADVERTIR AL PRÓJIMO
SOBRE SUS FALTAS

I. Estás obligado a advertir caritativamente a tu prójimo sus defectos. Si eres su superior, el deber de tu cargo te impone esta obligación; si eres su amigo, la amistad te concede esta libertad; si adviertes a tu hermano, él se corregirá, y tú habrás ganado su alma para Dios. ¿Puedes hacerle mayor servicio? Si descuidas hacerlo, te expones a dejarlo vivir y morir en su crimen, cuando hubieras podido prevenir a ese desventurado. Y tú, ¿cómo recibes las advertencias de tus superiores?

II. Aunque fastidies al amigo advirtiéndole sus faltas no lo dejes de hacer: es tu deber. Acaso ten gas una opinión demasiado mala de él y es más humilde de lo que piensas. Después de todo, ese pecador es un enfermo a quien se aplican remedios aunque no lo quiera; cuando se cure te agradecerá el servicio que le hiciste. Si él falta a su deber, tú no faltes al tuyo. Considera las obligaciones que pesan sobre ti y no tengas en cuenta a las personas. No perdones a tu prójimo, cuando se trata de salvar su alma. (San Jerónimo).

III. Pero, si hay motivo para creer que tu advertencia será más bien dañosa que útil, con razón la omitirás o dilatarás para mejor ocasión. A menudo la manera de hacer a alguien incorregible es advertirle sus faltas inoportunamente. Según el refrán popular, hay que dorarle la píldora al enfermo, para que la acepte. ¿Quieres corregir a tu hermano? Ad viértele, llora y reza a Dios; reprende entonces a tu hermano, exhórtale, dale buenos consejos, demuéstrale mucha amistad a ese pobre pecador. (San Juan Crisóstomo).

La caridad
Orad por los que están
en estado de pecado mortal.

ORACIÓN

Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice León, a quien habéis constituido pastor de toda la Iglesia.  Por J. C. N. S.

*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

Tomado de: http://misa_tridentina.t35.com/