“El hábito no hace al monje” dice un antiguo adagio, que nunca como en esta época aparece actualísimo. He aquí que desde Trento conquista el primer plano mediático el enésimo payaso circense que, vistiendo una sotana, da su contribución a la obra de descomposición y de ridiculización de lo que ha quedado del catolicismo, reducido ya desde hace tiempo a un chiste, sin ninguna doctrina, sin ningún contenido, sin ninguna liturgia.
Y no se trata de cualquier cura de pueblo, sino del obispo (con “o” rigurosamente minúscula), que suelta a los jóvenes “su” teología: Jesús era un gran organizador de fiestas, sobre todo aquellas “borderline”, era llamado “glotón” y “borracho”, bailaba y cantaba, era un gran amigo de todos, sobre todo “de aquellos un poco fuera de las normas”, de los “chicos con piercing”. Jesus Christ Superstar, en resumen. ¿Y los padres? Bueno, cuando se es joven, nos explica el obispo, se les ve como personas con las que “no se está muy bien”, que “molestan como locos”; sin embargo, Jesús tenía un cierto “feeling”con el Padre y decía las cosas en la cara y no por la espalda, porque “ser falso es un asco”.
Y cosas por el estilo.
Es hermoso hacerse los sacerdotes “modernos” con los chicos de hoy. Nos viene a la memoria el obispo de Noto, monseñor Stagliano, el que canturreaba y comentaba todo serio las cancioncillas de Noemi y Mengoni durante sus homilías. ¿Sorprendidos? ¿Chocados? No, ahora este es, sobre todo, el catolicismo de hoy, “en el surco del giro del papa Francisco”, como escribe lleno de entusiasmo el periodista autor del artículo que presentamos seguidamente. Exacto. A esto se debería reducir la Iglesia de Roma, a esto se la ha reducido: una caravana circense inocua ya, que no puede oponer ninguna resistencia a las fuerzas de la Subversión, que se ríen de ella. Enhorabuena a todos.
