
El papa Pablo VI publicó el 3 de abril de 1969 la Constitución Apostólica Missale Romanum, la cual supuestamente promulgaba el Novus Ordo Missae, pero, ¿fue éste un acto legítimo?
Universae Ecclesiae es el nombre de una instrucción reciente que provee algunas preciosas clarificaciones sobre el documento de cuatro años ya, Summorum Pontificum, el cual señaló la liberación de la Misa de Siempre. La intención del Papa es que la Misa pueda recibir “completa ciudadanía” en la Iglesia actual, y que no se le condene al exilio como ha sucedido en los últimos cuatro años por la imposición unilateral de las omnipotentes conferencias episcopales, las cuales han revelado una especie de pérdida de la concepción católica de la obediencia. El tiempo dirá si seguirán la línea romana o como hasta el momento ha sucedido.
Aquí nos gustaría abundar sólo en el #19, que declara:
«Los fieles que piden la celebración en la forma extraordinaria no deben sostener o pertenecer de ninguna manera a grupos que se manifiesten contrarios a la validez o legitimidad de la santa misa o de los sacramentos celebrados en la forma ordinaria o al Romano Pontífice como Pastor supremo de la Iglesia universal.» [INSTRUCCIÓN sobre la aplicación de la carta apostólica motu proprio data «Summorum Pontificum» de Su Santidad Benedicto XVI]
Al hacer esto, la Instrucción ataca a cualquier grupo de fieles doctrinalmente apegado a la Misa de Siempre, incluso cuando ellos reconozcan, en principio, que la Nueva Misa es válida. No hay nada nuevo bajo el sol de Roma, pero este documento nos ofrece la oportunidad de exponer las razones por las cuales el Arzobispo Lefebvre siempre impugnó la legitimidad de la revolución litúrgica de 1969. Mostraremos esto de tres maneras, que irán de menor a mayor importancia: el aspecto legal, el contexto histórico y el contexto dogmático.
A. La legalidad de la Nueva Misa.
Una ley es legítima sólo cuando es debidamente promulgada por la autoridad legalmente constituida. Pero a esta condición debe agregarse otra de suprema y esencial importancia, en la confección de una ley: debe hacerse por el bien común [1]. Y precisamente, sobre este punto, el Novus Ordo Missae (NOM) es más defectuoso, como fue manifestado en el momento de su promulgación, por ni más ni menos que los Card. Ottaviani y Bacci:
«Es claro que el Novus Ordo ya no intenta presentar la Fe como fue enseñada por el Concilio de Trento… Representa, tanto en su totalidad como en sus detalles, una asombrosa desviación de la teología católica de la Misa, como fue formulada en la Sesión 22 del Concilio de Trento. Los “cánones” del rito, fijados de forma definitiva en ese tiempo, constituyeron una barrera insuperable en contra de la herejía que podría arremeter contra la integridad del misterio.» [2]
El aspecto legal que se abordará aquí no se dirigirá tanto hacia la cuestión de la supresión de la Misa Antigua, ya que su continua existencia fue apoyada no sólo por las normas generales del nuevo código (can. 20), sino que esto fue abiertamente admitido por Benedicto XVI en suSummorum Pontificum. En lugar de esto, la cuestión legal que deseamos estudiar tiene que ver con la validez jurídica de la promulgación delNOM. Aquí, estaremos en gran deuda conItinéraires, la revista de Jean Madiran, la cual fue el portavoz de la Tradición en Francia, muchos años antes de los cambios litúrgicos.
Necesitamos mirar hacia la Constitución Apostólica Missale Romanum (3 de abril de 1969), la cual supuestamente promulgó el NOM[3]. La mayor parte del documento describe las novedades y la parte final nunca declara claramente lo que el Papa ordena, prohíbe o concede. En cuanto al “Nonobstant” del final, es demasiado genérico pretender abrogar la perfectamente clara legislación del acta de San Pío V, quien promulgó laMisa de Siempre. Parecería que Pablo VI nunca quiso hacer obligatorio este misal con verdadera obligación jurídica, ¿por qué?
1. Itinéraires pudo afirmar ya en 1970 que el futuro estaba presente: «un constante proceso de mutación». Se cambió la edición “original” del Intitutio Generalis (ver abajo lo relacionado al aspecto teológico), y la editio typica[edición típica] del rito del NOM, en el lapso inmediato a los meses posteriores. La Constitución Apostólica, en su segunda edición en latín, fue ampliada con un nuevo párrafo, extraído de las versiones francesa e italiana, como explicaremos aquí. [4].
2. La Constitución original concluía, un tanto cándidamente: «De todo lo que se ha dicho hasta el momento respecto al Nuevo Misal Romano, al final, estamos ahora complacidos en ofrecer una conclusión.» [5]. Pero, sintiendo que algo faltaba, los traductores franceses e italianos (sin mencionar otras versiones), atrevidamente modificaron el texto que ahora decía: «Deseamos (¡placet!) dar fuerza de ley (¡cogeré et efficere!) a todo (¡quiddam!) lo que hemos expuesto antes respecto al nuevo Misal Romano.»
3. Los mismos traductores también modificaron el auténtico texto en latín de laConstitución Apostólica, agregando: «Ordenamos que las prescripciones de esta Constitución se hagan efectivas el día 30 de noviembre este año, el Primer Domingo de Adviento.» [6]. Tanto estas modificaciones, como las adiciones, objetivamente constituyen una falsificación. Esto sólo manifiesta el problema esencial de una Constitución, donde algunos desearon que fuese obligatoria, pero en cuyo auténtico sentido no lo es.
4. La cuestión permanece en la razón por la que el Papa Pablo VI pareció sustituir, de hecho, una ley con otra, que no la abrogaba por derecho. Peor es la otra asombrosa cuestión: ¿Por qué no dijo claramente que no deseaba abrogar la anterior? ¿Por qué dejar a las mentes de sacerdotes y laicos en confusión, en la agobiante duda de que todo tomaba lugar, como si sus autores (¿quiénes?) lo impusieran con carácter de obligatorio, mientras se dejaba la libertad de creer lo contrario?
B. El contexto histórico.
El Card. Gut, el prefecto presidente sobre las reformas litúrgicas, reveló que la presión sobre el Papa lo llevó a promover la Nueva Misa:
«Esperamos que ahora, con las nuevas disposiciones contenidas en los documentos, esta locura de experimentar [con la Misa] se termine. Hasta ahora, los obispos tenían el derecho de autorizar experimentos, pero, algunas veces tales límites se traspasaban y muchos sacerdotes simplemente hacían lo que les venía en gana, entonces, lo que sucedía es, que algunas veces ellos se imponían. Uno no podía muchas veces detener estas iniciativas llevadas a cabo sin autorización, y que iban demasiado lejos. En su gran bondad y en su sabiduría, el Santo Padre cedió muchas veces en contra de su voluntad.» [7].
Como cualquier legislador decente pudo hacerlo, Pablo VI, al establecer su reforma litúrgica, especificó los motivos de tales cambios tan drásticos. Helos aquí:
1. La reforma es un acto de fidelidad a las “demandas” del Vaticano II.
2. Se hace con la intención de revivir a los lánguidos y los somnolientos.
3. Se desea suplantar el “vidrio opaco” de la antigua Misa por otro que será “cristal transparente” para “los niños, los jóvenes, los obreros y los hombres de negocios”.
4. Se desea aplicar “una gimnasia decidida de sociología cristiana”.
Y, ¿qué hay acerca de los motivos ecuménicos? Por extraño que parezca, Pablo VI nunca invocó este motivo. Esta omisión hizo alzar las cejas de protestantes y católicos afines, quienes no obstante, unánimemente lo reconocieron en cada página del Ordo. Lo dicho por un íntimo amigo del Papa, Jean Guitton:
«Con el Papa Pablo VI hubo la intención ecuménica de eliminar, o al menos de corregir o relajar, lo que era demasiado católico, en el sentido tradicional de la Misa y, repito, para hacer más similar la Misa católica al servicio calvinista…» [9]
En cuanto a los motivos ofrecidos por el Santo Padre, el más importante podría ser el primero, partiendo de una forma democrática, como si fuese la voluntad de los obispos conciliares, nos dirige directamente hacia el #50 del decreto litúrgico [Sacrosanctum Concilium], pero, ¿realmente era así? El citado párrafo recomienda, por supuesto, en términos generales una cierta revisión de la Misa, aún así, cuando estos 2 mil obispos firmaron el párrafo, ¿desearon la supresión del Ofertorio? ¿Desearon la adición de los nuevos cánones, ad libitum, para que compitieran con el Canon Romano del siglo III? ¿Quisieron tales ambigüedades en el texto ordinario de la Misa para que fuesen inmediatamente agradables a hombres sin ninguna fe en la transubstanciación, en la oblación del sacrificio y en el sacerdocio católico? ¡No!, ciertamente el Concilio nunca quiso tal revolución.
En el mismo contexto, hacia el final del fatal año de 1969, necesitamos agregar la carta dirigida al Papa, totalmente ignorada por la prensa, firmada por 6 mil sacerdotes españoles [10]:
«…No hablaremos de las razones doctrinales católicas, no las podremos exponer mejor que el documento Breve estudio crítico de la Misa del Novus Ordo, el cual Su Santidad recientemente recibió, acompañado por una carta firmada por los cardenales Ottaviani y Bacci, y que uno necesitaría para refutar en detalle, según la doctrina del Concilio de Trento, si uno deseara probar la ortodoxia del Novus Ordo. No queremos hablar de eso, pero deseamos tocar las razones protestantes. El Sr. Max Thurian afirmó en La Croix del 30 de mayo de 1969 que, con el Novus Ordo “las comunidades no católicas serán capaces de celebrar la Última Cena con las mismas oraciones de la Iglesia católica.” Teológicamente, esto es imposible.»
El Papa Pablo VI agradeciendo a los seis ministros protestantes por su ayuda al diseñar la Nueva Misa. Max Thurian en el círculo
«Así, si es posible la celebración por un protestante, esto significa que el Novus Ordono expresa ningún dogma con el cual algún protestante esté en desacuerdo. Pero el primero de estos dogmas es la Presencia Real, esencia y centro de la Misa de San Pío V. ¿Podría algún pastor protestante celebrar el Novus Ordo si el fuese a realizar la consagración con la misma intención que la Iglesia católica? “Lex orandi, lex credendi”: la liturgia es la más alta expresión de nuestra fe. ¿A dónde iremos si, en el mejor de los casos, la Misa acalla las verdades católicas? Si las buenas personas, sin conocimiento y en contra de su voluntad, son arrojadas a la herejía, en tanto que perseveren en la moral cristiana (desafortunadamente no es así), ellos salvarán su alma. Pero este no será el caso de aquellos quienes han empujado a estas personas a esa situación. Santo Padre, no deseamos que Ud. enfrente esta responsabilidad. Esta es la razón por la que nos atrevemos a escribirle esta carta, después de haberle rogado en una previa (5 de noviembre de 1969), para que permita a la Iglesia universal preservar la Misa de San Pío V junto al Novus Ordo.»
En el nombre del Papa, alguna autoridad romana (¿cuál?) demandó la total sumisión y ciega obediencia de todos estos devotos sacerdotes. Lo más extraño del caso es que ninguno de ellos reaccionó y jamás se volvió a escuchar nada más de este acto de tiranía. Además, un comité italiano estaba reuniendo firmas para una petición, al Papa Pablo VI, para abrogar el NOM. Considérese el juicio proferido por Radio Vaticana: «Si están seguros de desobedecer al Papa, ¡fírmen!» [11] ¡De aquí que quien se atreviera a realizar una petición al Papa, se consideraba en estado de desobediencia! Este cretinismo idólatra a los dioses de la falsa obediencia, sin precedente durante veinte siglos previos de la Iglesia, no obtuvo protestas.
Esta servil cobardía reinó casi universalmente: este es el sentimiento de la mayoría de los cardenales, quienes no se atreven a hablar con el Papa ni a pedirle nada, ni incluso a suplicarle, pues serían etiquetados como desobedientes al Papa y ellos aceptarían esa tiranía esclavizante. ¿No es verdad que donde la verdad y la justicia dejan de ser sostenidas, reina el despotismo arbitrario sin límites ni fundamentos? ¿No fue la afirmación de Louis Veuillot [autor de La ilusión liberal] la que expresó atinadamente la mentalidad de muchos hombres de la Iglesia: «no existe mayor sectario que el liberal»?
C. El contexto teológico.
Ya hemos aludido las verdades dogmáticas latentes, las cuales el NOM ha silenciado o cubierto con términos ambiguos, para complacer a las comunidades heréticas. Estas medias verdades (o medios errores) fueron expresados enfáticamente en lo que sólo puede ser llamado la definición del NOM: “La Cena del Señor, o Misa, es una sagrada synaxis [congregación], o asamblea del pueblo de Dios, reunidos y juntos bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor.” [12]. Este texto fue considerado tan ofensivo y provocó tal escándalo en todo el mundo, que Roma tuvo que sustituirlo con algo menos heterodoxo. Ellos revisaron la definición y la reformularon en algo menos herético, pero no tocaba nada del rito en sí, [el cual es] la perfecta expresión de la primera definición. Así, esta definición y este rito omiten las tres doctrinas que forman parte del corazón de la Misa: la del sacerdote, quien por su carácter sacerdotal, es el único capaz de consagrar la Eucaristía; el sacrificio propiciatorio de la Misa; y la presencia real y sustancial de la Víctima del Calvario a través de la transubstanciación.
La FSSPX ha presentado un libro a la atención de Roma, El Problema de la Reforma Litúrgica. Éste explica la forma en que la nueva Misa es llana expresión, de principios subyacentes delineados según la [nueva] teología delMisterio Pascual (*Nota. Se refiere a la falsa interpretación del Misterio Pascual, que se encuentra en el NOM, en oposición a la correcta interpretación expresada en todos los ritos de la liturgia tradicional.) He aquí las conclusiones del libro:
1. La estructura del nuevo misal es la de un banquete memorial que celebra y proclama el Pacto divino, y no el del Sacrificio. Pero considera la Misa como sacrificio, sólo en la medida en que es una conmemoración que contiene “in mysterio” el sacrificio de la Cruz; la [nueva] teología del *Misterio Pascual debilita la visibilidad del sacrificio como fue enseñado por la Iglesia, y la Misa ya no es más, “vere et proprie”, verdadera y propiamente designada como sacrificio. Esto no le hace justicia a una verdad de Fe, y parece así incurrir en la condenación pronunciada por el Concilio de Trento respecto a la “Nuda commemoratio”, a la simple conmemoración.
2. La Nueva Misa ha desplazado a Cristo Sacerdote y Víctima, y lo reemplazó con el Kyrios, quien se comunica a sí mismo a la asamblea, haciendo a la Eucaristía, no ya un sacrificio, sino un símbolo misterioso de la muerte y resurrección de Cristo. En la medida en que descanse sobre filosofías de tipo simbólico, esta noción de sacramento no puede reconciliarse con la doctrina de la Iglesia sobre los sacramentos, ya que esta noción corrompe las ramas de la teología donde se ha introducido y es peligrosa para la Fe.
Ahora, incluso si se quieren impugnar los elementos heréticos de la Nueva Misa, la sola negación de la profesión católica de los dogmas, que por excelencia pertenecen a la Misa, hace deficiente a la nueva liturgia. Es como un capitán quien se niega a proveer a su tripulación de una dieta adecuada, ellos pronto enfermarán de escorbuto, no tanto debido a un envenenamiento directo, sino por una deficiencia de vitaminas, así es la Nueva Misa, que en el mejor de los casos, provee de una dieta espiritual deficiente a los fieles. La correcta definición de maldad o del mal, la falta de una buena causa, claramente muestra que la Nueva Misa es malvada en sí misma, independientemente de las circunstancias. No es malvada por una profesión positiva de herejía, es malvada por la falta del dogma católico que debería profesar: el verdadero Sacrificio, la Presencia Real y el sacerdocio ministerial. Esta deficiencia fue denunciada por los Card. Ottaviani y Bacci, meses antes de que la Nueva Misa fuese promulgada:
«Las reformas recientes han demostrado ampliamente, que los nuevos cambios en la liturgia no pudieron haber sido hechos sin llevar al completo desconcierto de los fieles, quienes ya mostraban una indudable disminución de su fe. Entre lo mejor del clero, el resultado es una agonizante crisis de consciencia, de lo cual tenemos noticia, por innumerables ejemplos, todos los días.» [14]
Notas:
1 Michiels, Normae generales Juris Canonici (1929), p. 486, and in The Problem of the Liturgical Reform, Angelus Press (2001), p. 106.
2 The Ottaviani Intervention, p. 28, TAN Books (1992); cf. the PDF.
3 Itinéraires, #140, pp.39-2, February 1970.
4 Ibidem, p. 45.
5 “Ad extremum, ex iis quae hactenus de novo Missali Romano exposuimus, QUIDDAM nunc COGERE et EFFICERE placet.”
6 Our version for the French, published from La salle de Presse du Saint Siège (sic, inDocumentation Catholique, n. 1541, June 1, 1969, col. 1 initio).
7 Docum. Cathol. n.1551, Nov. 16 1969, p.1048. col. 2.
8 L’Osservatore Romano (Italian Ed.) of November 20-27.
9 December 19, 1993 in Apropos (17), p. 8ff. In Most Asked Questions About the Society of St. Pius X [online version on this site], Angelus Press (2011), p. 39.
10 December 11, 1969, Priestly Association of St. Anthony Mary Claret; seeItinéraires, #140, pp. 32 ff.
11 La Croix, Jan 6, 1969, quoted by J. Mardiran in Itinéraires, #141, p. 9.
12 Institutio Generalis, §7, 1969 version.
13 The Problem of the Liturgical Reform, Angelus Press (2001), pp.80-98 passim.
14 The Ottaviani Intervention, p. 28, Tan Books (1992).
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Traducción de Alejandro Villarreal de bibliaytradicion.wordpress.com