SAN FLORIÁN, Mártir

de Mayo

La tradición nos dice que San Florián nació a mediados del siglo III en la población austriaca de Zeiselmauer y que falleció en el año 304. Fue educado en el cristianismo y era un oficial del ejército romano, que desempeñaba un alto puesto administrativo, en Nórica de Austria. 

   Su deber como soldado lo cumplió perfectamente hasta que entró un edicto que mandaba perseguir a todos los que abrazaban la fe cristiana. En la provincia de Nórica vio como muchos cristianos eran apresados y de entre ellos 40 soldados que eran conducidos a la cárcel. Inmediatamente se sintió impulsado a compartir la suerte de sus hermanos y se negó a perseguir a las personas que como él, seguían las doctrinas de Jesús. 

   Fue conducido delante del perfecto Aquilino que le exigió adorar a los dioses paganos romanos. Florián se negó y lo desnudaron y azotaron cruelmente con garfios. Después lo arrojaron al río Enns, cerca de la población de Lorch con una piedra alrededor del cuello. El cuerpo fue arrastrado río abajo gracias a la corriente y en un meandro fue a parar a la orilla. Dice la tradición que una águila descendió de los aires hasta la orilla para que nadie robara el cuerpo hasta que llegó una devota cristiana llamada Valeria. Ella fue la encargada de recoger los restos sin vida de este santo que se guardaron durante un tiempo en la abadía agustiniana de Santo Florián, cerca de Linz y después se introdujeron a Roma. El Papa Lucio III, en 1138, dio algunas de ellas al rey Casimir de Polonia y al obispo de Cracovia.

   San Florián es el patrón de la parte septentrional de Austria y de Linz,  de los cerveceros y de los viticultores (en algunos países). Se le invoca contra las malas cosechas, las batallas, el fuego, inundaciones y tormentas; así como a aquellos que están a punto de ahogarse. En algunos países es el patrón de los bomberos, pues de niño salvó una vez la vida de sus padres cuando por causas desconocidas se prendió fuego a un montón de heno situado junto a la casa de madera donde vivían. Florián, con sólo 10 años, recogió agua en un cubo y apagó el fuego que empezaba ya a arder de forma considerable.

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